INVOCACIÓN - EVOCACIÓN
Estas dos palabras de ninguna manera son sinónimos perfectos, aunque tengan la misma raíz vocare: llamar; es un error emplear la una por la otra.
«Evocar es llamar, hacer venir hacia sí, hacer aparecer mediante ceremonias mágicas o encantamientos. Evocar almas, Espíritus, sombras. Entre los Antiguos, evocar era hacer salir las almas de los Infiernos para que atendiesen al llamado.
Invocar es llamar en sí o en nuestra ayuda a un poder superior o sobrenatural. Se invoca a Dios por la oración. En la religión católica se invoca a los Santos. Toda oración es una invocación. La invocación está en el pensamiento; la evocación está en el acto.
En la invocación el ser al cual os dirigís os escucha; en la evocación él sale del lugar en que se encontraba para venir a vosotros y manifestar su presencia.
La invocación sólo se dirige a los seres que suponemos lo bastante elevados como para asistirnos; en cambio, se evoca a los Espíritus inferiores tanto como a los Espíritus superiores.
«Moisés prohibió, bajo pena de muerte, evocar a las almas de los muertos, práctica sacrílega en uso entre los cananeos. El capítulo XXII del Segundo Libro de los Reyes habla de la evocación de la sombra de Samuel por la pitonisa».
Como se ve, el arte de las evocaciones remonta a la más alta Antigüedad; se lo ha de encontrar en todas las épocas y entre todos los pueblos. Antaño, la evocación era acompañada de prácticas místicas, ya sea porque las considerasen necesarias o para ostentar el prestigio de un poder superior, lo que es más probable.
Hoy en día se sabe que el poder de evocar no es de manera alguna un privilegio: pertenece a todo el mundo, y todas las ceremonias mágicas y cabalísticas no eran más que un vano aparato. Según los Antiguos, todas las almas evocadas, o se hallaban errantes o provenían de los Infiernos, que como se sabe, comprendían los Campos Elíseos tanto como el Tártaro; esa expresión no tenía entonces ninguna interpretación negativa.
En el lenguaje moderno, el significado de la palabra infierno (enfer) se ha restringido al de morada de los réprobos, de donde se sigue que a la idea de evocación se ha venido a agregar; para ciertas personas, la de Espíritus malos o de demonios.
Pero esta creencia se desmorona a medida que se adquiere un conocimiento más profundo de los hechos; por ello es la menos extendida entre todos aquellos que creen en la realidad de las manifestaciones espíritas: no puede prevalecer frente a la experiencia y ante un razonamiento exento de prejuicios.
Tomado del libro Vocabulario Espírita
Adaptación Oswaldo E. Porras Dorta
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Cualquier observador puede apreciar que el niño en su infancia, y aún los nacidos en la misma cuna, tienen tendencias y grados de capacidad perceptiva e intelectual diferentes; lo que nos lleva a la conclusión de que, todo niño al nacer trae ya en sí el bosquejo de su individualidad que, a medida de su crecimiento se manifestará en su personalidad. Personalidad susceptible de perfección, mediante una educación apropiada.
Las desigualdades humanas nos dan la demostración visible y más palpable de la ley reencarnacionista, de las vidas múltiples, trayendo en cada una el fruto de su siembra. Por medio de esta ley, llegamos a comprender que no venimos a este mundo para comer, dormir y divertirnos; sino a progresar, a desarrollar nuestras facultades latentes por medio del ejercicio en el trabajo, en el estudio, venciendo obstáculos, resistiendo a las tentaciones del mal manifestadas en las múltiples atracciones del placer en los sentidos, en el mundo de hoy; a adquirir experiencias y a practicar la fraternidad en nuestras relaciones humanas TRATANDO A LOS DEMÁS COMO QUEREMOS SER TRATADOS.
No puede haber igualdad entre quienes se esfuerzan en progresar y perfeccionarse, y quienes no. No puede haber igualdad de resultados entre quienes practican el bien y quienes el mal. Por ende, fácil es comprender que, en las desigualdades humanas existe la acción de la Justicia Divina de, a cada cual según sus obras.
Nuestro mundo es una escuela milenaria, donde hay diversos grados de aprendizaje, de acuerdo con nuestro adelanto. De cuerpo en cuerpo, como quien cambia de traje, peregrina el Espíritu, el verdadero ser, donde en cada nueva vida humana, viene a aprender nuevas lecciones o REPETIR LAS MAL APRENDIDAS; viene a adquirir nuevos conocimientos que le permitirán ir subiendo más y más en la escala ascendente de la sabiduría y el amor fraterno.
Y así evolucionando mediante el esfuerzo propio en la escuela de la vida, va capacitándose gradualmente para la vida en mundos mejores, de felicidad, donde ya la maldad no tiene cabida. «La casa de mi padre tiene muchas moradas« —dijo el sublime Nazareno.
¡Cuan esplendorosa brilla de este modo la justicia de Dios sobre la Tierra!
Sebastián de Arauco
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LA PRECIPITACIÓN
La vida moderna se caracteriza por la prisa.
Los recursos tecnológicos permiten que las personas que se encuentren lejos
intercambien mensajes de forma instantánea.
La Internet posibilita la circulación de informaciones con una rapidez vertiginosa.
Si algo relevante acontece en un determinado país, en instantes eso puede ser
llevado a conocimiento de los habitantes del otro lado del globo.
El dinero circula con gran facilidad en las bolsas de valores de todo el planeta.
En el plano empresarial, el tiempo es dinero.
Decisiones importantes, con frecuencia, deben ser tomadas con prontitud y presteza.
Esa prisa a su vez contamina las relaciones personales.Relaciones empiezan y terminan a una velocidad impensable desde hace algún tiempo.
Las personas se permiten intimidades tan pronto se conocen.
Pero igualmente tienen prisa de seguir adelante, al menor vestigio de incompatibilidad.
Eso logra banalizar, de cierta manera, el contacto humano.
Se olvida que él no es una inversión financiera o una transacción a ser concluida.
En esa urgencia de vivir intensamente, las personas se olvidan de algunas reglas básicas de educación.
Se tornan casi deshumanas, en el afán de partir rápidamente para una próxima etapa, aun sin saber lo que viene en seguida.
Escasos de calma se vive a base de actitudes precipitadas.
Las personas hablan y actúan sin mucha reflexión.
En ese proceso, con frecuencia hieren a los que están cerca.
Pero no se preocupan por eso, según una nueva y superficial perspectiva de vida.
Cuando enfrentadas afirman que son sinceras.
Consideran como virtud el hábito de decir lo que piensan, sin preocuparse de los sentimientos ajenos.
Sin embargo, a nadie le gusta ser tratado con rudeza.
Aun aquellos que actúan de manera ruda no les gusta ser tratados con puntapiés.
Según un antiguo proverbio, la verdad es como una joya preciosa.
Si una joya es arrojada con violencia en el rostro de alguien provocará heridas o hasta ceguera.
Pero, si es ofrecida en un bello paquete, de manera gentil, agradará bastante.Entonces, es necesario tener cuidado con la manera como se aplica la verdad en
la vida del prójimo.
Una verdad dicha agresivamente genera heridas y resentimientos.
Pero, si ella es expuesta con cuidado y gentileza hay grandes posibilidades de ser bien aceptada.
Sin embargo, para ser gentil es necesario tiempo y paciencia.
La gentileza es incompatible con la precipitación.
Para que no seas la causa de sufrimientos y resentimientos reflexiona antes de hablar y actuar.
Acuérdate que acción genera reacción.
El trato que concedes a los demás, más tarde te retornará.
Deja la rapidez y la prisa para cuestiones objetivas, como los negocios y noticias.
En tus relaciones, sé calmo y ponderado.
Quien reacciona al primer impulso tiene grandes posibilidades de arrepentirse.
El hábito de juzgar de forma precipitada implica, muchas veces, en condenar sin permitir la defensa.
Esa es una actitud típica de los déspotas, que siempre acaban solos.
Relaciones de amor o fraternales no se consolidan sin dedicación y cuidado.
En un clima de rudeza e insensibilidad ellas fenecen.
Tiempo puede ser dinero, como habitualmente se afirma.
Pero la fortuna es una compensación muy insignificante para la falta de amores y amigos.
Piensa en eso.
Redacción del Momento Espírita.
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El espírita y la cuestión sexual
Los hombres hicieron del sexo un motivo de escándalo. Convirtieran el sexo en una cosa impura y repelente. Pero el sexo es una manifestación del poder creador, de las fuerzas productivas de la Naturaleza. El espírita no puede encarar la cuestión sexual como un asunto prohibido.
El sexo es la propia dialéctica de la Creación y existe en todos los Reinos de la Naturaleza. El paganismo llegó a hacer del sexo motivo de adoración. Los pueblos primitivos manifiestan un gran respeto y asumen una actitud religiosa delante del sexo. Mas para esos pueblos, todavía bien próximos de la Naturaleza, el sexo no está sujeto a los des-reglamentos, a los abusos y a la perturbación, del mundo civilizado.
El cristianismo condenó el sexo e hizo de él la fuente de toda perdición. Mas el Espiritismo reconsidera la cuestión, colocándose en un medio término entre las exageraciones de paganos y cristianos. El espírita sabe que el sexo es un gran campo de experiencias para el espíritu en evolución, y que es a través de él que la ley de reencarnación se procesa, en la vida terrena. ¿Cómo, pues, considerarlo impuro y repelente?
En El Libro de los Espíritus, Kardec comenta: «Los Espíritus se encarnan hombres o mujeres, porque no tienen sexo. Como deben de progresar en todo, cada sexo, como cada posición social, les ofrece pruebas y deberes especiales, y nuevas ocasiones de adquirir experiencias». Como vemos, el sexo es considerado por el Espiritismo en su justo lugar, como un medio de evolución espiritual. El espírita, por eso mismo, no puede continuar a encarar el sexo como lo hace el común de los hombres. No puede abusar del sexo, ni despreciarlo. Debe antes considerar su valor y su importancia en el proceso de la evolución. Todavía existe, en el medio espírita, mucha prevención contra los asuntos sexuales. Mas es necesario que esa prevención sea alejada, a través de una comprensión más precisa del problema.
No hay motivo para hacerse del sexo un asunto-tabú, mas también no se debe exagerar en ese terreno, pues muchas criaturas se escandalizarían. Debemos acordarnos de que, por millares de años, a través de generaciones y generaciones sucesivas, el sexo fue considerado, en la civilización cristiana en que nacimos y vivimos, un campo de depravación, de perdición de las criaturas. La simple palabra sexo provoca en mucha gente una situación de ambivalencia: interés oculto y repulsión instintiva. Por eso mismo, la educación sexual debe ser encarada seriamente en los medios espíritas y no puede ser dejada al margen de la pedagogía espírita.
La mayor dificultad para la cuestión sexual está en el hogar, en la vida familiar. Los padres espíritas no saben, generalmente, como preparar a los hijos para la llamada «Revelación del sexo». El régimen del silencio continúa a imperar en nuestros hogares, creando mayores dificultades para la solución del problema. La simple prohibición del asunto crea un clima de misterio en torno de la cuestión sexual, aumentando los motivos de desequilibrio para los adolescentes.
Los padres a su vez, sufren también de inhibiciones, decurrentes de un sistema equivocado de educación, a que estuvieran sujetos. En la familia, la actitud más acertada es la de no responderse con mentiras doradas a las indagaciones de los niños sobre cuestiones sexuales. Mas no se debe, tampoco, responder de manera cruda. Sería una imprudencia queremos salir de un sistema de tabúes para una situación de franca rudeza. Hay muchas maneras de hacer a la criatura sentir que el problema sexual no es más importante ni menos importante que los demás. Cada madre o padre tienen que descubrir la manera más conveniente a emplear en su medio familiar. La regla más cierta es la respuesta verdadera, de manera indirecta. Si la criatura pregunta: «¿Cómo la gente nace?», se debe responder, por ejemplo: «De la misma manera que los gatitos».
Comenzando así, poco a poco, los propios padres van descubriendo la técnica de vencer las dificultades, sin embaucar que crearían un ambiente de excitación peligrosa. En las escuelas espíritas, el problema debe ser colocado con el mayor cuidado, pues la situación es aún más melindrosa; los niños de una clase pertenecen a diversas familias, con diferentes costumbres. Es peligrosa la llamada «actitud científica», generalmente seguida, en los bachilleratos, por los profesores de ciencias. La frieza científica no tiene en consideración las sutilezas psicológicas del problema. Lo ideal sería que el asunto fuese discutido previamente en reuniones pedagógicas, entre los profesores de ciencias, de psicología, de moral y el orientador pedagógico.
En la verdad, el problema es más de pedagogía que de ciencias. El buen pedagogo sabrá conducirlo con el tacto necesario, sin producir choques peligrosos y sin permitir que el asunto caiga nuevamente en el plano del misterio. Cuanto a los jóvenes, deben promover cursos y seminarios concernientes a la cuestión tratada, siempre con la asistencia de un profesor experimentado, de moral elevada y reconocido buen sentido. Los jóvenes tienen una gran necesidad de buena orientación sexual, pues están en la fase de mayor manifestación de esas exigencias y, si no son bien orientados, podrán caer en lamentables equivocaciones. El joven espírita, empero esclarecido por la doctrina, no está menos sujeto a desequilibrios sexuales. Sabemos que esos desequilibrios tienen dos fuentes principales: los abusos y vicios del pasado, en encarnaciones desregladas, y las influencias de entidades peligrosas, muchas veces ligadas a los jóvenes por el pasado delictivo. Por eso mismo, el problema sólo puede ser tratado de manera elevada, con gran sentido de la responsabilidad. Los médicos espíritas pueden ser grandes auxiliares de las Juventudes Espíritas en ese sector.
Cuando a los espíritas adultos, no están menos libres de que los jóvenes. Son víctimas de una educación defectuosa, de un ambiente moral dominado por la hipocresía en materia sexual, y traen a veces agravadas por ese ambiente las herencias del pasado. Precisan acostumbrarse, en el medio espírita, a encarar el problema sexual de una manera seria, evitando las actitudes negativas, que dan entrada a las influencias peligrosas. Encarando el sexo sin malicia, como una función natural y una necesidad vital, el espírita; al mismo tiempo, se corrige y modifica el ambiente en que vive, alejando del mismo los espíritus viciosos y maliciosos, que no encuentran más pasto para sus abusos.
El mejor medio de ahuyentar esos espíritus, y de encaminarlos también a una reforma íntima, es la creación de una actitud personal de respeto por los problemas sexuales y el cultivo de un ambiente de comprensión elevada en el hogar. Esa misma actitud debe ser llevada para los ambientes de trabajo, por más contaminados que ellos se encuentren. El espírita no debe huir despavorido delante de las conversaciones impropias, pues con eso demostraría incomprensión del problema y provocaría mayor interés de los otros en perturbarlo. Más no debe, tampoco, estimular esas charlas, con su participación activa. Su actitud debe ser de completa naturalidad, de quien conoce el problema y no se espanta con las conversaciones del mal gusto, pero también de quien no encuentra motivos para alimentar esas conversas y de ellas participar. Siempre que sea posible, y con sentido de la oportunidad, él debe procurar mudar el rumbo de la conversación, para asuntos más provechosos, o mismamente para los aspectos más serios del problema sexual. La mente viciosa se complace en las conversaciones deletéreas, en las imágenes grotescas, en las expresiones carentes de respeto.
Escandalizarse delante de esas cosas, o rechazarlas con violencia, es siempre perjudicial y anticaritativo, pues esas personas son las que más necesitan de amparo y orientación. Lo más cierto es procurar un medio de ayudarlas a libertarse de esa viciación. Y lo más eficaz es orientar la conversación viciosa para aspectos respetables, como las consecuencias de los vicios, las situaciones dolorosas en que se encuentran personas conocidas y la conveniencia de tratarse el sexo con el respeto debido a las fuerzas de la Naturaleza.
En los casos dolorosos de inversión sexual, el espírita se ve generalmente en dificultad. Lomás cierto es apelar para los conocimientos doctrinarios y para el poder de la oración. Ayudar al hermano desequilibrado a luchar corajosamente para su propia recuperación, procurando corregir la mente viciosa y mantenerse lo más posible en actitud del que espera y confía en la ayuda de los Espíritus Superiores. Trabajos mediúmnicos pueden favorecer grandemente esos casos, cuando realizados con médiums serios, conscientes de su responsabilidad y de recta conducta moral. No disponiéndose de elementos así, de absoluta confianza, es mejor abstenerse de esos trabajos, insistiendo en la educación progresiva del hermano infeliz, a través de oraciones, lecturas y estudios, conversaciones instructivas y pases espirituales, aplicados de manera metódica, en días y horas ciertas. Si el hermano enfermo colabora, con su buena voluntad, los resultados positivos luego más se harán sentir. Porque nadie está condenado al vicio y al desequilibrio, a no ser por su propia voluntad o falta de voluntad para reaccionar.
Nuestro destino está vinculado a la manera por la que encaramos el sexo. Bastaría eso para demostrar la importancia del problema. Inútil que queramos huir a él. Lo necesario es modificar profundamente las viejas y viciosas actitudes que traemos del pasado y que encontramos de nuevo en la sociedad terrena, todavía pesadamente esmagada por sus propias imperfecciones.
Encaremos el sexo como una manifestación del poder creador, tratándolo con el debido respeto, y mudaremos a nosotros mismos, a los otros y a la sociedad en que vivimos. El espírita debe ser el elemento siempre apto a promover esa mudanza, y nunca un acomodado a las situaciones viciosas que dominan a las criaturas y las esclavizan, por toda parte, en la tierra y en el espacio. En conclusión: El problema sexual debe ser encarado por el espírita con naturalidad, en vista de la naturalidad de la función creadora; el sexo debe ser considerado como fuente de fuerza, vida y equilibrio, debiendo por eso mismo ser respetado y no deturpado; entre el des-reglamento del pagano y el preconcepto del cristiano dogmático, el espírita debe mantenerse en el equilibrio de la comprensión exacta del valor del sexo; las fuentes de la vida no pueden ser des-respetadas y afrontadas por la malicia y la impureza de los hombres.
Miguel Vives
Extraído del libro “Tesoro de los Espíritas”
Los hombres hicieron del sexo un motivo de escándalo. Convirtieran el sexo en una cosa impura y repelente. Pero el sexo es una manifestación del poder creador, de las fuerzas productivas de la Naturaleza. El espírita no puede encarar la cuestión sexual como un asunto prohibido.
El sexo es la propia dialéctica de la Creación y existe en todos los Reinos de la Naturaleza. El paganismo llegó a hacer del sexo motivo de adoración. Los pueblos primitivos manifiestan un gran respeto y asumen una actitud religiosa delante del sexo. Mas para esos pueblos, todavía bien próximos de la Naturaleza, el sexo no está sujeto a los des-reglamentos, a los abusos y a la perturbación, del mundo civilizado.
El cristianismo condenó el sexo e hizo de él la fuente de toda perdición. Mas el Espiritismo reconsidera la cuestión, colocándose en un medio término entre las exageraciones de paganos y cristianos. El espírita sabe que el sexo es un gran campo de experiencias para el espíritu en evolución, y que es a través de él que la ley de reencarnación se procesa, en la vida terrena. ¿Cómo, pues, considerarlo impuro y repelente?
En El Libro de los Espíritus, Kardec comenta: «Los Espíritus se encarnan hombres o mujeres, porque no tienen sexo. Como deben de progresar en todo, cada sexo, como cada posición social, les ofrece pruebas y deberes especiales, y nuevas ocasiones de adquirir experiencias». Como vemos, el sexo es considerado por el Espiritismo en su justo lugar, como un medio de evolución espiritual. El espírita, por eso mismo, no puede continuar a encarar el sexo como lo hace el común de los hombres. No puede abusar del sexo, ni despreciarlo. Debe antes considerar su valor y su importancia en el proceso de la evolución. Todavía existe, en el medio espírita, mucha prevención contra los asuntos sexuales. Mas es necesario que esa prevención sea alejada, a través de una comprensión más precisa del problema.
No hay motivo para hacerse del sexo un asunto-tabú, mas también no se debe exagerar en ese terreno, pues muchas criaturas se escandalizarían. Debemos acordarnos de que, por millares de años, a través de generaciones y generaciones sucesivas, el sexo fue considerado, en la civilización cristiana en que nacimos y vivimos, un campo de depravación, de perdición de las criaturas. La simple palabra sexo provoca en mucha gente una situación de ambivalencia: interés oculto y repulsión instintiva. Por eso mismo, la educación sexual debe ser encarada seriamente en los medios espíritas y no puede ser dejada al margen de la pedagogía espírita.
La mayor dificultad para la cuestión sexual está en el hogar, en la vida familiar. Los padres espíritas no saben, generalmente, como preparar a los hijos para la llamada «Revelación del sexo». El régimen del silencio continúa a imperar en nuestros hogares, creando mayores dificultades para la solución del problema. La simple prohibición del asunto crea un clima de misterio en torno de la cuestión sexual, aumentando los motivos de desequilibrio para los adolescentes.
Los padres a su vez, sufren también de inhibiciones, decurrentes de un sistema equivocado de educación, a que estuvieran sujetos. En la familia, la actitud más acertada es la de no responderse con mentiras doradas a las indagaciones de los niños sobre cuestiones sexuales. Mas no se debe, tampoco, responder de manera cruda. Sería una imprudencia queremos salir de un sistema de tabúes para una situación de franca rudeza. Hay muchas maneras de hacer a la criatura sentir que el problema sexual no es más importante ni menos importante que los demás. Cada madre o padre tienen que descubrir la manera más conveniente a emplear en su medio familiar. La regla más cierta es la respuesta verdadera, de manera indirecta. Si la criatura pregunta: «¿Cómo la gente nace?», se debe responder, por ejemplo: «De la misma manera que los gatitos».
Comenzando así, poco a poco, los propios padres van descubriendo la técnica de vencer las dificultades, sin embaucar que crearían un ambiente de excitación peligrosa. En las escuelas espíritas, el problema debe ser colocado con el mayor cuidado, pues la situación es aún más melindrosa; los niños de una clase pertenecen a diversas familias, con diferentes costumbres. Es peligrosa la llamada «actitud científica», generalmente seguida, en los bachilleratos, por los profesores de ciencias. La frieza científica no tiene en consideración las sutilezas psicológicas del problema. Lo ideal sería que el asunto fuese discutido previamente en reuniones pedagógicas, entre los profesores de ciencias, de psicología, de moral y el orientador pedagógico.
En la verdad, el problema es más de pedagogía que de ciencias. El buen pedagogo sabrá conducirlo con el tacto necesario, sin producir choques peligrosos y sin permitir que el asunto caiga nuevamente en el plano del misterio. Cuanto a los jóvenes, deben promover cursos y seminarios concernientes a la cuestión tratada, siempre con la asistencia de un profesor experimentado, de moral elevada y reconocido buen sentido. Los jóvenes tienen una gran necesidad de buena orientación sexual, pues están en la fase de mayor manifestación de esas exigencias y, si no son bien orientados, podrán caer en lamentables equivocaciones. El joven espírita, empero esclarecido por la doctrina, no está menos sujeto a desequilibrios sexuales. Sabemos que esos desequilibrios tienen dos fuentes principales: los abusos y vicios del pasado, en encarnaciones desregladas, y las influencias de entidades peligrosas, muchas veces ligadas a los jóvenes por el pasado delictivo. Por eso mismo, el problema sólo puede ser tratado de manera elevada, con gran sentido de la responsabilidad. Los médicos espíritas pueden ser grandes auxiliares de las Juventudes Espíritas en ese sector.
Cuando a los espíritas adultos, no están menos libres de que los jóvenes. Son víctimas de una educación defectuosa, de un ambiente moral dominado por la hipocresía en materia sexual, y traen a veces agravadas por ese ambiente las herencias del pasado. Precisan acostumbrarse, en el medio espírita, a encarar el problema sexual de una manera seria, evitando las actitudes negativas, que dan entrada a las influencias peligrosas. Encarando el sexo sin malicia, como una función natural y una necesidad vital, el espírita; al mismo tiempo, se corrige y modifica el ambiente en que vive, alejando del mismo los espíritus viciosos y maliciosos, que no encuentran más pasto para sus abusos.
El mejor medio de ahuyentar esos espíritus, y de encaminarlos también a una reforma íntima, es la creación de una actitud personal de respeto por los problemas sexuales y el cultivo de un ambiente de comprensión elevada en el hogar. Esa misma actitud debe ser llevada para los ambientes de trabajo, por más contaminados que ellos se encuentren. El espírita no debe huir despavorido delante de las conversaciones impropias, pues con eso demostraría incomprensión del problema y provocaría mayor interés de los otros en perturbarlo. Más no debe, tampoco, estimular esas charlas, con su participación activa. Su actitud debe ser de completa naturalidad, de quien conoce el problema y no se espanta con las conversaciones del mal gusto, pero también de quien no encuentra motivos para alimentar esas conversas y de ellas participar. Siempre que sea posible, y con sentido de la oportunidad, él debe procurar mudar el rumbo de la conversación, para asuntos más provechosos, o mismamente para los aspectos más serios del problema sexual. La mente viciosa se complace en las conversaciones deletéreas, en las imágenes grotescas, en las expresiones carentes de respeto.
Escandalizarse delante de esas cosas, o rechazarlas con violencia, es siempre perjudicial y anticaritativo, pues esas personas son las que más necesitan de amparo y orientación. Lo más cierto es procurar un medio de ayudarlas a libertarse de esa viciación. Y lo más eficaz es orientar la conversación viciosa para aspectos respetables, como las consecuencias de los vicios, las situaciones dolorosas en que se encuentran personas conocidas y la conveniencia de tratarse el sexo con el respeto debido a las fuerzas de la Naturaleza.
En los casos dolorosos de inversión sexual, el espírita se ve generalmente en dificultad. Lomás cierto es apelar para los conocimientos doctrinarios y para el poder de la oración. Ayudar al hermano desequilibrado a luchar corajosamente para su propia recuperación, procurando corregir la mente viciosa y mantenerse lo más posible en actitud del que espera y confía en la ayuda de los Espíritus Superiores. Trabajos mediúmnicos pueden favorecer grandemente esos casos, cuando realizados con médiums serios, conscientes de su responsabilidad y de recta conducta moral. No disponiéndose de elementos así, de absoluta confianza, es mejor abstenerse de esos trabajos, insistiendo en la educación progresiva del hermano infeliz, a través de oraciones, lecturas y estudios, conversaciones instructivas y pases espirituales, aplicados de manera metódica, en días y horas ciertas. Si el hermano enfermo colabora, con su buena voluntad, los resultados positivos luego más se harán sentir. Porque nadie está condenado al vicio y al desequilibrio, a no ser por su propia voluntad o falta de voluntad para reaccionar.
Nuestro destino está vinculado a la manera por la que encaramos el sexo. Bastaría eso para demostrar la importancia del problema. Inútil que queramos huir a él. Lo necesario es modificar profundamente las viejas y viciosas actitudes que traemos del pasado y que encontramos de nuevo en la sociedad terrena, todavía pesadamente esmagada por sus propias imperfecciones.
Encaremos el sexo como una manifestación del poder creador, tratándolo con el debido respeto, y mudaremos a nosotros mismos, a los otros y a la sociedad en que vivimos. El espírita debe ser el elemento siempre apto a promover esa mudanza, y nunca un acomodado a las situaciones viciosas que dominan a las criaturas y las esclavizan, por toda parte, en la tierra y en el espacio. En conclusión: El problema sexual debe ser encarado por el espírita con naturalidad, en vista de la naturalidad de la función creadora; el sexo debe ser considerado como fuente de fuerza, vida y equilibrio, debiendo por eso mismo ser respetado y no deturpado; entre el des-reglamento del pagano y el preconcepto del cristiano dogmático, el espírita debe mantenerse en el equilibrio de la comprensión exacta del valor del sexo; las fuentes de la vida no pueden ser des-respetadas y afrontadas por la malicia y la impureza de los hombres.
Miguel Vives
Extraído del libro “Tesoro de los Espíritas”
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