Del
átomo al ángel: la evolución del principio inteligente
(Parte
1)
Nace
nuestro Universo
Hay
13,7 billones de años, todo lo que existía estaba concentrado en un
sólo punto, que un científico denominó de átomo primitivo o huevo
cósmico. Su tamaño era trillones y trillones de veces más pequeña
que la cabeza de un alfiler; era rico en energía altamente
condensada, a punto de su calor ser de billones y billones de grados
Celsius.
De
repente, sin que se pueda saber por qué, él se infraccionó al
tamaño de una manzana. Y entonces explotó, expulsando violentamente
en todas las direcciones la energía y los contenidos en él
contenidos.
Esa
energía se condensó fuertemente y produjo las partículas
elementales de la materia. En los primeros tres minutos, esas
partículas formaron los átomos y de ahí el hidrógeno y el helio,
los elementos químicos más simples y los más abundantes del
universo.
Mientras
eso, la energía expulsada, junto con las partículas elementales,
formó una inconmensurable nube que se expandió más y más.
Lentamente, tras un gran expulsión en todas las direcciones, ella
comenzó a enfriarse y ganar densidad. De este proceso se formaron
las grandes estrellas rojas.
Ellas
funcionaron por algunos billones de años, como hornos ardientes
dentro de las cuales ocurrieron explosiones atómicas de magnitud
extraordinaria. Allá se forjaron los principales elementos que están
presentes en todos los seres: el hierro, el carbono, el oro,
finalmente los 92 elementos básicos que componen todos los seres y
cada uno de nosotros. De la muerte de una de esas estrellas se
formaron nuestra galaxia, y nuestro Sol y el planeta Tierra.
Lo
expuesto arriba es lo que los científicos denominaron el Big-Bang, o
sea, la gran explosión.
¿Y
Dios con eso?
El
problema de Dios aparece cuando se colocan las siguientes cuestiones:
¿Qué había antes del comienzo? ¿Quién dio el impulso inicial?
¿Quién sostiene el Universo como un todo y todos los seres para que
continúen existiendo y desarrollándose?
¿Nada?
Mas de la nada, nada puede venir.
Antes
del Big-Bang, existía Dios, que existe de toda la eternidad.
Existieron
también muchos otros universos, pues Dios jamás estuvo inactivo.
Esos universos fueron creados por su voluntad, cumplieron su papel
(campo de desarrollo del Espíritu) y tuvieron su materia colapsada,
para resurgir después, cual la legendaria ave mitológica, Fénix,
que renacía de las propias cenizas. Pues un mundo formado desaparece
y la materia que lo compone se renueva.
Esa
teoría encuentra resonancia en el pensamiento del Espíritu André
Luiz:
Semejantes mundos sirven a la finalidad a que se destinan, por largas
eras consagradas a la evolución del Espíritu, hasta que, por la
sobre-presión sistemática, sufran el colapso atómico por el cual
se transmutan en astros cadaverizados. Esas esferas muertas, sino
vuelven la nuevas directrices de los Agentes Divinos, que disponen
sobre la desintegración de los materiales de superficie, dando
ensayo a que los elementos comprimidos se liberen a través de una
explosión ordenada, surgiendo nuevo acervo corpuscular para la
reconstrucción de las viviendas celestes, en las cuales la obra de
Dios se extiende y perpetua, en su gloria creativa.
Pronto
el universo, el principio espiritual podrá iniciar la larga marcha
rumbo a la perfección relativa que le es destinada.
Al
tiempo que viene creando, desde toda la eternidad, mundos materiales,
Dios hay creado, desde toda la eternidad, seres espirituales. Si así
no fuera, los mundos materiales carecerían de finalidad.
Los
mundos materiales tendrían que suministrar a los seres espirituales
elementos de actividad para el desarrollo de sus inteligencias.
Nace
el principio inteligente
La
razón de ser del Universo es el desarrollo del Espíritu humano.
Pronto el Universo, el principio inteligente podrá iniciar su larga
marcha rumbo a la perfección relativa que le es destinada.
Dios
renueva a los seres vivos como renueva los mundos.
Indestructible,
el principio espiritual se elabora en las diferentes metamorfosis que
sufre, estacionando en los reinos mineral, vegetal y animal, antes de
adquirir la razón e identificarse con la humanidad.
En
cuanto al origen del principio inteligente nada sabemos.
Según
algunos, se trata de una emanación de la Divinidad.
Las
propiedades sui generis que se reconocen al principio espiritual
prueban que él tiene existencia propia, pues que si su origen
estuviera en la materia, aquellas propiedades le faltarían, desde
que la inteligencia y el pensamiento no pueden ser atributos de la
materia.
A
nuestros ojos no tiene una forma determinada, puede ser comparado a
una llama, una claridad o una centella etérea, cuyo color varía del
oscuro al brillo del rubí, conforme su pureza; con alta capacidad de
proporcionar impulsos y abrigar experiencias que se transforman en
estructuras definitivas y cada vez más complejas.
Fue
creado simple, ignorante, pero dotado de perfectibilidad. Simple,
porque único, formado de una sola parte, homogéneo. Ignorante
porque sin conocimiento, experiencia y adquisiciones. Perfectible
porque dotado de la potencialidad del progreso, de un proyecto íntimo
de desarrollo, de un propósito en el sentido de haber un movimiento
en la dirección de más diversidad, complejidad y cooperación.
El
principio inteligente se viste de materia
Creado,
debería conectarse la materia, lazo que prende el Espíritu e
instrumento de que este se sirve y sobre el cual, a la vez, ejerce su
acción. Esa conexión se da a través de la formación de un campo
de influencia no física. Semejante al campo gravitacional, o al
campo electromagnético (el imán atrayendo las virutas del hierro),
el campo creado por el principio inteligente será una zona de
influencia donde él irá a comandar la unificación de los átomos y
la elaboración de la vida en los diferentes reinos de la naturaleza.
Pero el elemento espiritual es un ser indefinido, abstracto, que no
puede tener acción directa sobre la materia, siéndole indispensable
un
intermediario. Con el principio inteligente, por lo tanto, nace un
envoltorio sutil, fluídico, el cual, de cierto modo, forma parte
integrante de él. Como toda materia, ese campo de energías
sutilísimas es extraído del fluido cósmico universal, la energía
primitiva del universo, que, en esa circunstancia, sufre una
modificación especial.
Ese
envoltorio fluídico va a perfeccionarse paso a paso con el principio
inteligente, constituyéndose, oportunamente en el cuerpo espiritual
(periespíritu).
En
el reino mineral, la atracción
El
principio inteligente, se conecta, entonces, a través de su
envoltorio de energías sutiles, la materia recién formada, a los
átomos, y partículas subatómicas, preparándose para elaborar en
sí mismo el principio de la atracción, primera adquisición del
principio inteligente, mientras aún no es el reino mineral.
La
Ley de atracción rige los elementos intra-atómicos, fuerzas muy
poderosas, mantienen unidas las sub-partículas atómicas. En ese
largo estadio junto al reino mineral, el principio inteligente
adquiere la capacidad de unir, aglutinar, atraer, que le será de
inestimable valor en el futuro.
La
vida surge en la Tierra
El
largo estadio junto al reino mineral capacitó al principio
inteligente en el arte de unir, aglutinar, agregar. Él se
encontraba, ahora, apto a avanzar en su auto-elaboración,
adquiriendo otras propiedades: irritabilidad, sensibilidad, memoria,
instinto, etc. Él haría eso en los millones de años en que iría a
estacionar en el reino vegetal y animal.
El
planeta se encontraba listo para recibir la vida y el principio
inteligente apto a actuar en la reunión de los elementos químicos
que daría nacimiento a las primeras formas de vida en la Tierra.
La
Tierra se había formado de la condensación de la materia diseminada
en el espacio. La explosión de una estrella roja (supernova) lanzó
una nube de gas y de elementos por doquier. Lentamente, esos gases
ganaron consistencia por fuerza de la gravedad. Nació el Sol que
consiguió atraer a su alrededor los planetas que se formaron a
partir de los detritos de la explosión anterior. Uno de esos
planetas era la Tierra. Eso fue hace cerca de 4,6 billones de años.
Por
800 millones de años la Tierra permaneció como un mar de fuego
debido a su origen estelar y a los meteoros que caían brutalmente
sobre ella, pero poco a poco fue creando una superficie que le
facilitó el enfriamiento. La distancia adecuada del Sol y el
equilibrio creado por la gravedad que retenía los líquidos crearon
las condiciones del surgimiento de una atmósfera, capaz de acoger la
vida.
Según
una hipótesis, hace 3,8 billones de años, gases de la atmósfera
primitiva (metano, amonio, Hidrógeno, y vapor de agua), en un
ambiente donde predominaban descargas eléctricas y rayos
ultravioletas, culminaron en la formación de los aminoácidos y
bases nitrogenadas, unidades básicas de las proteínas y de los
ácidos nucleicos (ADN y RNA). Con las moléculas esenciales a la
vida, envueltas por delicada capa lupídica nacían las bacterias
primitivas.
Los
cuerpos de los seres vivos se formaron por la reunión de las
moléculas elementales, en virtud de la ley de afinidad, a medida que
las condiciones de la vitalidad del globo fueron propicias a esta o a
aquella especie.
De
acuerdo con otra hipótesis, las primeras formas de vida, o las
moléculas químicas esenciales a la vida, vinieron para la Tierra,
de otras regiones del universo.
Sea
correcta una u otra hipótesis, eso no se dio por fuerzas ciegas del
acaso. El principio inteligente allí se encontraba, con su poderoso
campo magnético, creando las condiciones para que las reacciones
químicas se verificaran de forma a permitir la eclosión de la vida.
El
Divino Escultor
En
la dirección de todos los fenómenos de nuestro sistema existe una
comunidad de Espíritus Puros, en cuyas manos se conservan las
poderosas directoras de la vida. Jesus
es uno de los miembros de esa comunidad.
Con
sus ejércitos de trabajadores dedicados estableció las normativas de
los fenómenos físicos de la Tierra, organizándole el equilibrio
futuro en la base de los cuerpos simples de materia, Organizó el
escenario de la vida, creando lo indispensable a la existencia de los
seres del porvenir. Hizo la presión atmosférica adecuada al hombre,
estableció la capa de ozono, para que filtrase convenientemente los
rayos solares.
Y
finalmente, los artistas y técnicos de la espiritualidad mayor, bajo
la asistencia amorosa de Cristo, colaboraron en la edificación del
mundo de las células, la construcción de las formas organizadas e
inteligentes de los siglos venideros, culminando con la aparición de
los primeros homínidos, con el córtex cerebral complejo hombre hace
3 millones de años.
Autor:
Ricardo Baesso de Oliveira
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EL TRASTORNO BIPOLAR Y SU
ABORDAJE MÉDICO-ESPÍRITA
Es habitual que los legos espíritas o espiritualistas miren hacia las enfermedades psiquiátricas e, inmediatamente, vean en ellas procesos provocados por obsesiones – acciones demoníacas o de espíritus inferiores – o sino como fruto de una mediúmnidad atormentada, creyendo, por eso, que la intervención espiritual o el desarrollo mediúmnico sean suficientes para lograr la cura de estas enfermedades. Y cuanto más severos son los síntomas presentados por el individuo, es más evidente ese convencimiento.
Pero la verdad es que el Trastorno Afectivo Bipolar o Trastorno del Humor Bipolar, antiguamente denominado Psicosis Maníaco-Depresiva, es una de las patologías más graves en el área de la Psiquiatría, alcanzando del 3 al 10% de la población mundial.
Los estudios más recientes diferencian los cuadros unipolares de depresión y manía, de los bipolares, cuya característica principal es la presencia de episodios cíclicos de depresión y manía, con intervalos de ausencia de los síntomas.
Para nosotros, los psiquiatras, hay algunas diferencias en los diversos subtipos que son importantes para la determinación de la terapia, los cuales son irrelevantes en estas líneas.
Hay mucha gente que piensa que el término “manía”, tiene relación con los caprichos y rituales que algunas personas tienen y que son característicos, según su intensidad, de uno u otro tipo de enfermedad – el “trastorno obsesivo-obsesivo”, muy diferente del Trastorno Bipolar pero que, sin embargo, se puede presentar simultáneamente en algunos pacientes. Pero en lenguaje técnico, la palabra “manía” significa euforia, esto es, alegría excesiva o patológica.
La verdad es que los trastornos del humor son un gran problema de salud pública.
Scott (1995), presentó un trabajo en el que, estimativamente, llegó a la conclusión de que un portador de este cuadro clínico en el cual la enfermedad se manifieste a los 20 años de edad, perderá 9 años efectivos de vida, 12 años de salud normal y 14 años de capacidad para el trabajo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en una investigación dirigida por Murray (1996), anunció que de las diez patologías que más incapacitaban a las personas, cinco pertenecían al fuero psiquiátrico, con la Depresión encabezando la lista y los Trastornos Bipolares en el sexto lugar.
Es de destacar que los estudios más importantes sobre la prevalencia de esta patología o la validación de los diagnósticos de “manía” y de “hipomanía” son bastante recientes, lo que significa que una gran parte de los conocimientos adquiridos están siendo revisados y ampliados, trayendo a la luz la realidad del diagnóstico hasta ahora indefinidos o mal caracterizados.
La preocupación con la mejoría de los pacientes, en la práctica, enfrenta dos obstáculos a saber: el error del diagnóstico y la insuficiencia o inadecuación de la terapia – lo que aumenta el prejuicio social, principalmente por mantener los síntomas psicóticos y por la frecuencia de los internamientos, acarreando una mayor estigmatización para los pacientes. Esto se da mucho, porque la mayor parte de los pacientes son atendidos por profesionales que no son psiquiatras y que no los envían a los especialistas.
En términos generales, podemos decir que el cuadro clínico se caracteriza por episodios de depresión y de “manía” que se intercalan, acompañados por períodos de ausencia de síntomas, en que los pacientes no aparentan sufrir de la enfermedad. Frecuentemente, estos períodos son responsables por la interrupción del uso de los medicamentos debido a la creencia de estar curado, facilitando la aparición de nuevos episodios. Es importante destacar que cada nueva crisis empeora el pronóstico de la patología, agravando los síntomas residuales en las fases de calma, volviendo más cortos los períodos entre las crisis.
Por lo tanto, la enfermedad tiene dos fases, pero los cuadros clínicos son bastante diferentes:
La depresión, que se caracteriza por una disminución de la energía, la motivación y la capacidad de sentir placer y alegría, por un humor depresivo (tristeza patológica), por una disminución del raciocinio, de la atención, de la concentración, de la memoria y de la capacidad de organización y planeamiento; por un aumento de la preocupación, así como con situaciones banales; por el aislamiento y retraimiento social; por la falta de iniciativa, de interés y de placer (anhedonia); por la pérdida o disminución del deseo sexual; por el insomnio o hipersomnias; por el aumento o pérdida del apetito; por el aumento de la sensación de cansancio; por el sentimiento de pereza; por la dificultad en realizar tareas que anteriormente hacían parte de su quehacer cotidiano, optando por quedarse la mayor parte del tiempo en la cama, con el cuarto a oscuras; por la pérdida de interés en tratar con los demás, evitando la higiene personal; por el sentimiento de pesimismo, de desánimo, de tristeza, de inseguridad, de miedo, de falta de esperanza, de baja auto-estima, de culpa exagerada, de sensación de vacío y aún por el deseo y la tentativa de suicidarse;
La manía, que se caracteriza por un aumento de la energía; por un humor irritable; por la euforia; por oscilaciones afectivas; por la disminución de la capacidad de sentir afectos negativos o de sentir empatía con el sufrimiento ajeno; por un razonamiento acelerado; por una atención focalizada, aunque el paciente no consiga mantenerla por mucho tiempo; por una disminución de la concentración; por alteraciones de la memoria, que puede abarcar el aumento de la capacidad de recordar o la disminución de esta; por súbitos cambios de pensamientos, de intereses y de conducta; por sentimientos positivos; por la verborrea (locuacidad exagerada); por una tendencia hacia el uso de malas palabras; por una irritabilidad exacerbada que genera conflictos; por la impaciencia; por la desinhibición social; por el aumento de la impulsividad; por el abuso del alcohol y de las drogas; por el aumento de los gastos, debido a la compulsión de comprar; por el aumento de la libido y por un discurso erotizado; por la disminución de la necesidad del sueño, con reducción del tiempo del mismo; por la disminución de la sensibilidad al dolor; por el aumento excesivo de la capacidad de realización; por la desorganización, confusión y actividad repetitiva. En esta fase, pueden ocurrir también la idealización y tentativa de suicidio.
En los dos cuadros pueden surgir síntomas psicóticos, siempre ligados al tipo de sentimiento dominante: en los casos de depresión, los contenidos del delirio y de las alucinaciones son de ruina; en los de manía, son de grandeza. Los delirios son más frecuentes que las alucinaciones.
El tratamiento envuelve un equipo multidisciplinar, compuesto por psiquiatras, terapeutas y trabajadores sociales. El uso de estabilizadores del humor especialmente del litio, mejora el control de los cuadros, reduciendo el número de recaídas. Aún no hay ningún tratamiento que consiga la cura, por lo que las medidas terapéuticas utilizadas son solo paliativas.
Bajo el punto de vista espiritual, el Trastorno Bipolar tiene origen en las malas acciones cometidas por el enfermo en vidas pasadas.
Cuando reencarnó, el enfermo trajo consigo la predisposición hacia la enfermedad, que generalmente aparece después de los 25 años. La carga genética es una marca que él decidió tener y que se debe a las acciones del pasado, donde recurrió al abuso de la inteligencia y a la falta de respeto por la vida.
Y es que la gran mayoría de los casos de Trastorno Bipolar están relacionados con abortos criminales, aunque también haya muchos pacientes que fueron suicidas y asesinos, en repetidas ocasiones.
Sólo por si, esta trayectoria anterior de los actuales enfermos, da pié para que puedan instalarse procesos obsesivos que envolverán sentimientos de venganza y donde aparecerán espíritus que fueron perjudicados por ellos y que aún no les han perdonado.
Como los enfermos son como “antenas averiadas” (pues por su propia dinámica psíquica, irradian sentimientos y vibraciones complicadas) y no habiendo cualquier proceso obsesivo relacionado con sus vidas anteriores (lo que no es muy habitual) pueden proporcionar una abertura para la acción de espíritus que se encuentren en su misma faja vibratoria, o si no, para los llamados espíritus oportunistas – unos y otros agravando las situaciones de esos pacientes.
S concluimos que la causa real de estos Trastornos se debe al comportamiento moral de sus portadores, se hace claro que la terapia más importante, es la de fondo moral. En realidad, la Evangelio-terapia, o sea, la utilización de la moral cristiana como instrumento para la renovación interior, es la única terapia eficaz, pues va a alcanzar el núcleo central de la enfermedad.
Muchos pacientes también presentan, concomitantemente, sensibilidad mediúmnica. Pero como no están psíquicamente equilibrados, es contraproducente llevarlos hacia las reuniones de desarrollo de la mediúmnidad, ya que muchas veces estas pueden agravar el proceso de desequilibrio, debido a las condiciones psíquicas de los enfermos.
Lo mejor y más eficaz es invitarlos a las actividades de asistencia social y aconsejarles el uso de la oración, de la lectura edificante y de la fluidoterapia (pases y agua fluidificada)
Dr. Roberto Lúcio Vieira Souza
.
Dr. Roberto Lúcio Vieira Souza
.
*
Psiquiatra, director clínico del Hospital Espírita André Luiz, en Belo Horizonte (MG), vice-presidente de la Asociación Médico-Espírita del Brasil
(AME) y autor de varios libros.
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta – Colombia
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Por: José Herculano Pires
La percepción espiritual que el hombre tiene de sí mismo, innata y natural, se desarrolló en las civilizaciones de la Antigüedad, a partir del ciclo de las civilizaciones agrarias y pastoriles, en un sentido global. El hombre sentía e intuía la totalidad de su naturaleza. Por eso, no hubo, en ninguna parte, ningún tipo de filosofía materialista. La concepción materialista del hombre apareció tardíamente, como resultado de su desarrollo mental y del aguzamiento de su curiosidad.
En la Edad Media tuvimos el cierre del último ciclo de la evolución de las civilizaciones antiguas. En ella se resolvió el proceso dialéctico de la evolución mundial, en la confluencia de las conquistas occidentales y orientales, para la síntesis de Caldeirão de Dilthey, en que, según la conocida tesis de este filósofo, las concepciones filosóficas en la visión del mundo de griegos, judíos y romanos se fundían — en la lenta elaboración del Milenio — para que pudiese surgir el Mundo Moderno, a través del Renacimiento europeo. Renacían en Europa las principales conquistas espirituales de las antiguas civilizaciones. El Racionalismo griego dirigía las corrientes en fusión en la búsqueda de lo real. La nueva civilización se oponía al Espiritualismo fantasioso de la Antigüedad y las idealizaciones del platonismo, interesándose por el objetivismo aristotélico y sus tentativas de conocimiento material del Mundo, de las cosas y de los seres. Solo entonces se creaba el ambiente propicio para el desarrollo de las formas de interpretación materialista.
Ese viraje de la mente hacia los problemas terrenales, necesario y productivo, liberaba y aguzaba la curiosidad humana por los misterios de la Naturaleza, hasta entonces envueltos en las especulaciones mentales y en las fabulaciones de la afectividad anímica. Durante el milenio medieval la razón se desarrolla y perfecciona, despuntando en René Descartes y Francis Bacon hacia los avances metodológicos de la investigación científica. El teólogo disidente Abelardo aparece en ese contexto como el precursor de Descartes. Su rebelión les costó caro, pero su libro Sic et Non y su famoso caso con Eloísa sacudieron para siempre los fundamentos del Mundo Antiguo. En vano la Iglesia lucharía para mantener su dominio absoluto. La síntesis que abriría los nuevos tiempos era impulsada por las fuerzas de la evolución y del proceso histórico. Nada podría detener su desarrollo.
Como en todos los momentos de transición, el mundo se transformó en un pandemonio y los espíritus más vigorosos, por lo tanto más rebeldes, se volvieron en contra de la dogmática eclesiástica, proclamaron el advenimiento de la Razón y negaron el concepto espiritual del hombre, cortándolo por la mitad. Palabras como Espíritu y Alma fueron consideradas como residuos de un pasado de fábulas e ignorancia. En las luchas que se sucedieran, con el desarrollo científico y la revelación progresiva de los antiguos arcanos de la Naturaleza, las Ciencias heredaron para su estudio e investigación solo la mitad del hombre. A otra mitad fue puesta de lado como un artículo de Museo, válida solo para el vulgo inculto. Fue con verdadera euforia que los hombres se vieron libres de las responsabilidades de una vida que no se extingue en la tumba. Y los científicos, en general, se ufanaran de haber descubierto que no pasan de ceniza y polvo.
Los métodos de investigación científica se desenvolvieron en el plano sensorial, pues solo lo que era visible y palpable podía ser considerado como real. Se fundó así la Civilización Mundial del tacto, apoyada en la tecnología de las máquinas que, hasta entonces, no captaban fantasías o fantasmas. Relegado al cesto de papeles viejos, el hombre espiritual (nada menos que la mitad del hombre real) no merecía la atención de los sabios. Augusto Comte rechazó la Psicología, Pavlov y Watson descubrirían la Psicología sin alma (una ciencia sin objeto), Marx y Engels fundaron el Materialismo Científico. Y Sartre, hasta hoy, acompañado por la decadente figura de René Sudre, proclama la gloria de la nihilización del hombre. Los científicos que se atrevieran a probar la realidad del espíritu, como Crookes, Richet, Zöllner, Gibier, Osty, Geley, fueron considerados ingenuos o locos. Morselli, para salvar a esos colegas creo la maravillosa novedad del Espiritismo sin Espíritus. Solo faltó crear la Humanidad sin hombres, lo que quedó reservado para nuestros días, con el maravilloso descubrimiento de la bomba de neutrones.
En el plano religioso aconteció el más sorprendente de los fenómenos. Los teólogos cristianos proclamaron la Muerte de Dios, basados en el testimonio del Loco de Nietzsche y fundaron el Cristianismo Ateo. Ante ese panorama de locuras científicas era natural que la Psicología sin alma generase una hija también desalmada: la Psiquiatría del Libertinaje, que le dio la mano a la Toxicomanía y salió con ella para incentivar a los hombres al gozo de la vida sin compromisos ni responsabilidades.
En la mitología griega los andróginos eran duplos, fuertes y veloces. Intentaron escalar el Olimpo para hacerse dioses, pero Zeus los cortó por el medio y los devolvió mutilados a ras del suelo. Ese hombre mutilado pobló la Tierra y fue el que los científicos mutilaron de nuevo, reduciéndolo a solo un cuarto del hombre original. No es de admirar que ese homúnculo actual — reprimido, vanidoso e insolente como aquel pedacito de fermento del Lobo de Mar de Jack London — este ahora explotando en la angustia y en los delirios de su impotencia. Perdiendo su mitad espiritual, entraran en las crisis del histerismo colectivo, fascinadas únicamente por las fuerzas magnéticas del sexo y arrastradas a todos los desvaríos de una esquizofrenia catatónica. La ceguera materialista completa ese espectáculo. Vampiros y parásitos no hacen más que atender a los llamados de la carne sin alma que agoniza en la angustia existencial. Sólo hay un remedio para el enfermo sin esperanza: la vuelta al espíritu. Mientras, como enseña Hubert, el hombre no comprenda que es espíritu y tiene que vivir como espíritu y no como los animales-máquinas de Descartes, no habrá más tranquilidad y esperanza en la Tierra, que dejó de ser laTierra de los Hombres de Saint-Exupéry para transformarse en el dominio alucinado de los vampiros. El ciclo infernal se define así: los hombres vampirizados mueren, se transforman en vampiros para vampirizar a los que nacen.
La concepción materialista del hombre reduce a la Humanidad a una especie de animal sin perspectivas. La vida, los sueños, los anhelos humanos se transforman en espejismos y alucinaciones sin sentido. Si hubiese solo una justificativa lógica para esa concepción aún se podría aceptar el curso intensivo de esa moneda falsa en el mercado mundial de las ilusiones. Los espejismos del desierto pueden ser explicados por los fenómenos de refracción de la luz, pero ese espejismo conceptual no se justifica por refracción óptica o mental, ni por refracción histórica, ni por investigaciones antropológicas o psicológicas. Toda la Historia Humana se asienta, en todas partes, en la intuición universal de la naturaleza espiritual del hombre. La novedad materialista del Siglo XIII brotó de varios equívocos en la lucha contra los absurdos y los desmanes de la Iglesia, basados en la idea de poderes divinos supuestamente concedidos a los clérigos a través de rituales de origen salvaje. La raíz del materialismo es el tacape[1] del cacique, seco y muerto, del cual solo podría brotar las serpientes del bastón de Moisés en la sala del Faraón.
Históricamente el materialismo nació del sofisma, que es una negación de la verdad, de la que se servirían los sofistas griegos para negar la posibilidad del conocimiento real. El Materialismo Científico vale históricamente por su reivindicación social, más el error fatal de la inversión de la Dialéctica de Hegel lo coloca hoy, en posición filosófica retrógrada. Le falta la luz del espíritu y cuando esta aparece, iluminado por manos piadosas, huye a toda prisa, no puede soportarla, como sucedió recientemente en la Universidad de Kirov, con el incómodo descubrimiento del cuerpo espiritual del hombre por científicos soviéticos.
Es curioso que, a pesar del acelerado desarrollo científico de nuestro tiempo, estamos aún apegados al método deductivo — empirista del largo pasado humano. Los métodos de la investigación tecnológica nos sirven para descubrimientos sorprendentes en las investigaciones fragmentarias de la realidad exterior, pero en lo concerniente a los problemas de la esencia y de la naturaleza humana no avanzamos un paso más allá de la imaginación. Nuestro barco mental encalló en las aguas turbias de las ideas hechas y de las deducciones precipitadas del proceso teológico. El misticismo de los creyentes religiosos se transformó, en la era científica, en una forma espuria de la mitología de Bacon, fundada en la idolatría supuesta de las soluciones mentales. Continuamos apegados a los ídolos del pensamiento baconiano. Imantados a preconceptos de milenios, nos precipitamos en conclusiones envejecidas, sin el menor respeto por el método cartesiano. Modelamos nuestra imagen en la roca, con el cincel de Miguel Ángel y, como el, queremos forzar esa imagen a hablar. No creemos en la evidencia de la Física, con miedo de volatilizarnos en la realidad atómica que nos revela la inconsistencia de la carne, de sus formas desgastantes y mortales. Consideramos a la Física válida para las cosas más duras que nosotros, pero mantenemos intacta la imagen del hombre carnal. Le tememos a nuestra propia dispersión en el espacio y queremos escondernos en las cavernas de Bacon. Descartes, el espadachín atrevido, nos aterroriza más que las explosiones atómicas. Viajamos hacia la Luna envueltos en escafandras de seguridad y volvimos de los viajes espaciales asustados y aferrados a las ideas esquemáticas de los teólogos medievales, como aconteció con los astronautas americanos. El instinto de conservación animal predomina sobre la razón científica y nos tornamos místicos como los frailes auto-flagelantes. Las máquinas americanas de producción de sectas religiosas en serie funcionan a un ritmo acelerado que da miedo, aumentando de manera atemorizante la capacidad de exportación de pastores americanos hacia todo el mundo.
Los astronautas soviéticos, materialistas, vuelven del espacio sideral alardeando que Dios no existe porque ellos no lo encontraron en los suburbios orbitales del planeta. Repetirán, en escala cósmica, las bravuconadas infantiles de los cirujanos del siglo XVIII que se vanagloriaban de nunca haber encontrado el alma en la punta de sus bisturís. Los siglos pasan, el conocimiento avanza, pero las orejas de Midas continúan plantadas en la Tierra. Hasta un filósofo como Bertrand Russel, innegablemente lúcido, se desliza en la lógica declarando que, a pesar de los estragos hechos con el concepto de materia, la verdad es que las leyes físicas continúan en vigor. La hipnosis materialista entorpece los cerebros. Por otro lado, el apego del hombre al cuerpo material perecible, alimento de los gusanos — no deja a los más ilustrados materialistas, enemigos férreos de Dios, percibir que, con ese apego, rinden homenaje al supuesto enemigo en esa obstinada idolatría de la carne. Combaten al Creador pero no quieren salir del corral de sus creaciones efímeras.
En su libro Los Extraños Fenómenos de la Psique Humana, Vasiliev nos ofrece una nueva imagen del Prometeo encadenado a las rocas del Cáucaso, con su hígado devorado por los buitres. Y la imagen trágica de un Prometeo a la inversa, que no robo el fuego del cielo, en que no cree, pero lucha desesperadamente para mantener acceso al fuego terreno de Vesta, después que las mismas vestales del materialismo lo apagaran. El notable científico soviético se hace campeón del absurdo para irse contra las más recientes e indescifrables conquistas espiritualistas de las Ciencias. Vigilado por el Leviatán del Estado, gasta su inteligencia y su conocimiento transitorio, debatiéndose inútilmente en la lucha contra la verdad eterna de la naturaleza espiritual del hombre. Como Bertrand Russel, no percibe que las leyes físicas descubiertas por las investigaciones científicas no son más que los fundamentos de la realidad material generada e sustentada por el poder creador el Espíritu. Esas leyes no hacen parte de la concepción materialista, pero sí de la estructura de la Realidad Total en que la materia se inserta en el plano sensorial ilusorio. Bertrand, Vasiliev e René Sudre — ese corrillo chismoso y centenario de la batalla contra el espíritu — no percibieron aún que sus uñas, sus cabellos y sus ojos no son lo que ellos ven y sienten, sino plasmas atómicos, plasmas oscuros y condensados por el condicionamiento de nuestros sentidos, en las formas de percepción ilusoria de la realidad real, que solo ahora estamos descubriendo.
El hombre por la mitad, esa visión parcial el hombre que hoy poseemos, es simplemente un animal dotado de instintos, entre los cuales sobresale el de la reproducción de la especie. El psiquismo humano no existe, es fisiológico y no psíquico. De ahí la falencia de la Psicología Terapéutica e especialmente de la Psiquiatría Libertina. Por eso, los psiquiatras honestos se apegan hoy a los recursos del Espiritismo — La Ciencia del Espírito, fundada por Kardec —, la única ciencia real, basada en la investigación de los fenómenos, capaz de completar nuestra visión del hombre de manera positiva. Solo un psiquiatra dotado de recursos espíritas puede enfrentar con eficacia los extraños fenómenos de la Psique humana que aturden a los especialistas más experimentados.
Tomado del libro Vampirismo
Traducción al español: Oscar Cervantes Velásquez
Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Santa Marta – Colombia
Enero 11 de 2015
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RESPUESTAS
¿ Por qué muchas personas hemos sentido alguna vez la curiosidad por hallar respuestas sobre cuestiones trascendentes o misteriosas?
El Ser
humano llevado por el empuje que la Evolución imprimió siempre a su
Ser, siempre buscó respuestas ante cuestiones trascendentes que
estaban delante de él; formaban parte de su vida y de su muerte, y
no alcanzaba a comprender, buscando el significado de todo lo que
constituía un misterio, utilizando por ello su imaginación , su
poder deductivo y su intuición para dar respuesta a tantas
cuestiones que se planteaba. De este poder deductivo nació la
filosofía, en la que encontró las claves para tantas respuestas y
soluciones que afectaban al entramado humano y a cada Ser individual.
La Filosofía en
sus deducciones, siempre caminó por delante de la Ciencia empírica
, en cuanto a que con su poder deductivo ha ido adelantando a veces
cuestiones que más tarde la Ciencia ha venido a confirmar.
La propia
Naturaleza muchas veces nos da la clave para inspirarnos y
encontrar respuestas a cuestiones íntimas que en ocasiones nos
hemos planteado los humanos, aunque no siempre sabemos verlas o
captarlas.
Al respecto de lo
anterior, recuerdo un día cuando paseaba por el campo en plena
primavera y pude contemplar admirado una
mariposa vestida de colores bellísimos ;
sin embargo - pensé- hasta hace poco tiempo antes aquella vistosa
criatura no había sido nada mas que una vulgar y repelente oruga
que se arrastraba en su medio vegetal , pero que poco mas tarde se
transformó en una inmóvil e inerte crisálida que despertando
finalmente de su letargo y liberándose de sus envolturas pudo
volar libremente ,hasta que finalmente (¿casualidad?) se posó en mi
presencia, tal vez con la importante misión de hacer despertar en
mí mismo, preguntas y planteamientos cuyas respuestas he ido
encontrando después poco a poco.
Meditaba en este
sencillo y al mismo tiempo gran detalle de la Naturaleza que suele
pasar desapercibido, cuando en lo más íntimo de mi mente sentí
la intuición como una respuesta, como un relámpago que iluminó
mi comprensión ; una idea abstracta sin palabras, sobre que es lo
que sucede con la propia esencia del Ser humano cuando abandona
definitivamente el cuerpo físico tras la muerte del mismo.
Comprendiendo en aquel instante , o intuyendo, que nosotros también
pasamos por esta vida de modo semejante a la oruga,
arrastrándonos en medio de la materia y las circunstancias que nos
rodean, en el escenario en donde nos tocó vivir, sin saber muy bien
hacia donde vamos en este camino que termina con la oscura muerte y
que la gente suele considerar como el final de la existencia del Ser
y de todo, ni tampoco conocemos de donde procedemos, hasta llegar
al momento actual en medio del camino de la vida. Tal vez cuando se
intuyen cuestiones tan profundas como es el qué o quienes somos en
realidad, de donde venimos y hacia donde vamos, sea lo que algunas
personas han experimentado como un despertar de la conciencia o como
una iluminación. Creo que “iluminarse ” viene a ser como
despertar interiormente en una luminosa intuición acerca de la
Verdad de la Vida y de nosotros mismos, porque solo despiertos
podemos buscar ,encontrar y ver la Verdad . Y esta experiencia puede
suponer una transformación interior al vivir
con plenitud cada momento presente sin preocuparse del concepto del
pasado que ya pasó y que solo sirve para acumular el archivo de
las vivencias, experiencias y aprendizajes ya experimentados y a los
que podemos recurrir para nuestro aprendizaje y orientación
presente. Tampoco ese momento se vive con la mente en el futuro que
no existe todavía, aunque su construcción depende de la suma de
los momentos presentes vividos con la consciencia clara según
nuestro libre albedrío.
Por aquel
aquel episodio sin importancia aparente,pero que fue para mi como un
misterioso “chivatazo”, comprendí y me convencí de muchas
cosas muy importantes, como por ejemplo, que realmente con la
muerte de la persona solo muere el cuerpo de materia, la apariencia
de las formas- no podría ser de otro modo-, pero que como la
mariposa, mas tarde también vamos a resurgir de otro modo, para
pasar a vivir en una forma de vida superior, cerrando así el ciclo
de cada vida humana, que después y dentro de un infinito camino
evolutivo necesitamos volver a recomenzar de nuevo una y otra vez,
buscando siempre crecer en nuestra esencia, mejorando y
perfeccionando lo logrado anteriormente.
- JOSE l.MARTÍN-
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“ La
Verdad es totalmente interior. No hay que buscarla fuera de nosotros
ni querer realizarla
luchando con violencia con enemigos exteriores”.
Mahatma
Gandhi –
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