martes, 3 de noviembre de 2015

HISTORIA DE UN MÉDIUM: HERMANO X

Emancipación del alma: El sueño y los sueños





La ciencia humana aún no sabe cuál es el poder que entorpece la mente durante el sueño, ni mucho menos, las leyes que lo regulan. Sabe, sin embargo, que existe una actividad mental, y que a través del sueño el cuerpo rehace sus energías.

Según la Doctrina Espírita, durante el sueño “la vida del cuerpo cede lugar a la vida del alma” (LE, 413). El sueño es por eso:
  • Usado, indistintamente, como recurso para rehacer las energías;
  • Una forma utilizada por el Espíritu para retornar, momentáneamente, al plano extra físico, mientras el cuerpo reposa;
  • La puerta que Dios abrió para el contacto con la esfera espiritual, o para el recreo después del trabajo, pues mientras el hombre duerme, su Espíritu despierta;
  • Una especie de vaso comunicante entre las dos esferas, por medio de la cual los encarnados están siempre en relación con los desencarnados, y es eso lo que hace que los Espíritus Superiores consientan, sin demasiada repulsa, en encarnarse (LE, 400 a 418).

El sueño, según Spencer y Bozzano (1), marca en el hombre el origen sensorial de la creencia en la sobrevivencia, cuando el salvaje, se siente libre del cuerpo y en lugares diversos y, además, cuando a través de los sueños premonitorios, percibe con anterioridad un acontecimiento futuro.

Según concepciones antiguas, los sueños, muchas veces fueron considerados como visiones proféticas y reveladoras del futuro, por los cuales los hombres entraban en relación con los dioses o demonios. Otras veces, se perdían en diferentes interpretaciones, ligadas a supersticiones, creencias, astrología, numerología, etc.

La simbología de los sueños deviene de la imaginación y de la ignorancia de los hombres sobre las causas determinantes de los sueños. Aún hoy, existe mucha gente que es engañada, porque se complacen con estas veleidades, en la búsqueda de la riqueza fácil, de honras y pasiones, tornándose en juguete en manos de personas insensatas o espíritus livianos, burlones y obsesores.

Para los psicoanalistas, todo lo que existe en el mundo mental proviene de la experiencia de una vida única. Todo permanece en la memoria. Lo que está en el inconsciente, aflora en los sueños, que es una manifestación instintiva o mecanismo que trae ese contenido al recuerdo.

Los sueños son vistos como una válvula de compensación de las frustraciones diarias, y la actividad onírica siempre es vista como una profilaxis de la mente, o sea, un mecanismo para limpiar las redes nerviosas del cerebro.

Los patrones que aparecen en los sueños no son muchos; sin embargo, reflejan preocupaciones básicas de cada persona, como el nacimiento, la muerte, sexo, posesión, pérdida, siendo prácticamente imposible interpretarlos de forma padronizada.

Según la Doctrina Espírita, los sueños son un estado de emancipación del alma, como la catalepsia, la letargia y el sonambulismo. Son recuerdos de experiencias que el Espíritu vive, mientras está emancipado del cuerpo (LE, 402). Además, dicen los Espíritus en este mismo ítem: “Pero notad que no en todos los casos soñáis, porque no os acordáis siempre de lo que habéis visto o de todo lo que visteis. El recuerdo no os muestra el alma en todo su desarrollo.

A menudo sólo recordáis la turbación que acompaña a vuestra partida o reingreso, a lo que se agrega la memoria de lo que habéis hecho o de lo que os preocupaba en estado de vigilia”.

Aquí muestran los espíritus la diferencia entre los sueños reales y las actividades de la propia imaginación del hombre, ya vistos en el “Curso Básico de Espiritismo”, 1° año, lección 18, página 177.

La lucidez de los recuerdos de los sueños depende:
  1. Del mayor o menor interés de ese recuerdo para la vida material del hombre, según la Ley de Dios;
  2. De la mayor o menor evolución del alma;
  3. Del “bloqueo” que la materia ejerce sobre los recuerdos del alma. Siendo el cuerpo, materia pesada y grosera, “difícilmente conserva las impresiones recibidas por el espíritu, porque el espíritu no las percibió por intermedio de los órganos corporales” (LE, 403);
  4. De la mayor o menor atención que el hombre de a sus propios sueños.

“Los sueños no son verdaderos como lo entienden lo decidores de la buenaventura”, sino que son verdaderos en el sentido de presentar imágenes reales para el Espíritu, pero que a menudo no tienen relación con lo que le sucede en la vida corporal (LE, 404). “Es un estado de sonambulismo imperfecto” (LE, 425), por cuanto el alma emancipada recibe, imperfectamente, las impresiones producidas por los objetos o por causas exteriores.

Dice André Luiz (2): “Como en la mayoría de los hermanos encarnados, los sueños solo reflejan las perturbaciones fisiológicas o sentimentales a la que se entregan; Sin embargo, existe gran número de personas que, con más o menos precisión, están aptas a desarrollar este intercambio espiritual”.

En ese intercambio, durante el sueño, el hombre puede tener relaciones con el bien; estudios educativos, tratamientos espirituales, buenas conversaciones, trabajo productivo, o puede también, tener relaciones con el mal: obsesiones inferiores, persecuciones persistentes, vampirismo destructor, tentaciones diversas, ociosidad. Dice además André Luiz (Los Mensajeros, cap. 38), que son pocos, los hermanos que saben dormir para el bien”.

Si los hombres supiesen “dormir para el bien” tendrían muchas oportunidades para estudiar y trabajar durante el sueño, en la esfera espiritual. Narra también André Luiz en “Misioneros de la Luz”, cap. 8, el ejemplo de una escuela en el Plano Espiritual, donde había cerca de 300 alumnos encarnados matriculados, pero donde sólo asistían en forma constante 32 alumnos.

Informa que la mayoría de los que faltaban se dejaban llevar por las seducciones comunes, decurrentes de su naturaleza animal y, aún, el recuerdo del aprendizaje variaba de alma a alma y de acuerdo con la evolución de cada uno.

Cuando el hombre duerme, su alma busca la convivencia con espíritus afines, tal como acontece entre los hombres, de acuerdo con la ley de sintonía. “La criatura consciente, sea donde sea en el Universo, sólo asimilará las influencias a que se aficione” (Mecanismos de la Mediúmnidad, cap. 17, André Luiz). De ahí la importancia de la reforma íntima, como corrección a los vicios y defectos de la personalidad humana.

Sabiendo el hombre que durante la vida en la Tierra pasa un tercio de ella durmiendo, debe esforzarse en dormir para el bien, aprovechándose por lo tanto de las lecciones doctrinarias para hacer un aprendizaje integral, aumentando sus posibilidades espirituales a través de ese intercambio durante el sueño.

BIBLIOGRAFÍA

LE
Las interpretaciones de los sueños – Sigmund Freud
En el Mundo Mayor – André Luiz /                            
Evolución en Dos Mundos - André Luiz /                    Imagen tomada de la página Web Diviernet.Com
(1) El Espíritu y el Tiempo – Herculano Pires/           Tomado del libro: Curso de Mediúmnidad
(2) Los Mensajeros - André Luiz  /                               Traducción: Oscar Cervantes Velásquez
Misioneros de la Luz - André Luiz /                             Centro de Estudios Espíritas Francisco de Asís
Mecanismos de la Mediumnidad - André Luiz /          Santa Marta - Colombia

           
                                                     ************************************


        En la conquista de la paz


Quieres la paz y puedes claramente alcanzarla. De cualquier templo en que la fe te matricula en la confianza en Dios o aunque no te vincules a templo alguno, es posible partir en busca de ese tesoro incorruptible.

Es necesario, sin embargo, que aceptes seguir por el camino escarpado, en el cual transitan millares de criaturas que la anhelan, sin saber definirla. La marcha será medida por el paso del servicio al prójimo. No valdría avanzar indiferente, porque la inercia te inhibiría la visión, confiándote en la limitación y en la penumbra de los sonámbulos.

A los compañeros de camino, ofrecerás algo de tu corazón, cual si estuvieses espontáneamente en el deber de pagar a cada uno un diminuto peaje de amor. En esa inmensa vereda, descubrirás pequeñitos abandonados, a los cuales extenderás el agasajo de la esperanza; enfermos necesitados y tristes a quienes cederás esa o aquella porción de los recursos en los cuales te arrellanas; compañeros enceguecidos por el sufrimiento que tal vez te apedreen y con quienes ejercitarás el trabajo del perdón; hermanos caídos en desespero que levantarás con el cariño y la comprensión de tu palabra, concentrados en tus propios brazos, e infelices de todas las procedencias desfalleciendo de aflicción, a los cuales ofrecerás, por lo menos, un pedazo de tu propio coraje.

Seguirás sirviendo, hasta que te veas en la cima de un monte áspero. Ahí encontrarás al Donador de la paz. Tal vez no sepas que se trata igualmente de un rey. Apenas con cierta indiferencia. Él te recibirá en el palacio de la Naturaleza, a cielos abiertos, en un trono en forma de cruz, donde te hablará coronado de espinas.

Si tuvieres cualquier dificultad para identificarlo, basta preguntar por su nombre a cualquier compañero de difícil viaje. Él se llama simplemente Jesucristo.

*
A los compañeros del camino, ofrecerás algo de tu corazón, cual si estuvieses espontáneamente en el deber de pagar a cada uno un diminuto peaje de amor.

Espíritu Meimei
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído por Viviana Gianitelli del libro “Palabras del corazón”

*****************************************
HISTORIA DE UN MÉDIUM: HERMANO X

Humberto de Campos
( Hermano X )



Las interesantes observaciones sobre la Doctrina de los Espíritus se daban unas a otras, cuando un amigo nuestro, antiguo trabajador espírita en Río de Janeiro, acentuó gravemente:
– En el Espiritismo, una de las cuestiones más serias es el problema del médium...
– ¿Bajo qué prisma? – indagó uno de los presentes.
– Sobre la necesidad de su propia edificación para vencer al medio.

– Para aclarar mi observación – continuó nuestro amigo – les contaré la historia de un compañero dedicado, que hace pocos años desencarnó bajo los efectos de una terrible y dolorosa obsesión.

Todo el grupo, recordando los hábitos antiguos, como si aún estacionásemos en un ambiente terrestre, afinaron los oídos preparándose para escuchar:

« Azarias Pacheco – comenzó el narrador – era un operario despreocupado y humilde de mi barrio, cuando las fuerzas de lo Alto llamaron a su corazón para el sacerdocio mediúmnico. Joven e inteligente, trabajaba en la administración de los servicios de un taller de reparaciones, ganando honradamente la remuneración mensual de cuatrocientos mil réis.

En vista de su espíritu de comprensión general de la vida, el Espiritismo y la mediumnidad le abrieron un nuevo campo de estudios, a cuyas actividades se entregó bajo una fascinación creciente y singular.
Azarias se dedicó amorosamente a su tarea y en las horas de asueto, atendía a sus deberes mediúmnicos con irreprensible dedicación. Elevados mentores de lo Alto le proporcionaban lecciones provechosas, a través de sus manos. Médicos desencarnados atendían, por su intermedio, a un voluminoso recetario.

No tardó para que su nombre fuese objeto de una general admiración. Algunas notas de prensa evidenciaron aún más sus valores medianímicos y en poco tiempo, su humilde residencia se poblaba de cazadores de anotaciones y de mensajes. Muchos de ellos se decían espíritas confesos, otros eran creyentes de mediana convicción o curiosos del campo doctrinario.

El joven, que guardaba bajo su responsabilidad personal numerosas obligaciones de familia, comenzó a sacrificar primeramente sus deberes de orden sentimental, substrayendo a la esposa e hijos las horas que habitualmente les consagraba en la intimidad doméstica.

Casi siempre cercado de compañeros, le restaban apenas las horas dedicadas a la conquista de su pan de cada día, para los que lo seguían cariñosamente por los caminos de la vida. Durante mucho tiempo perduró semejante situación, por su preciosa resistencia espiritual, en el cumplimiento de sus deberes.

Dentro de su relativa educación medianímica, Azarias encontraba facilidad para identificar la palabra de su guía sabio e incansable, siempre presto a advertirle de la necesidad de oración y de vigilancia.

Sin embargo, sucede que cada triunfo multiplicaba sus preocupaciones y sus trabajos. Sus admiradores no querían saber de las circunstancias especiales de su vida. Una gran parte exigía sus vigilias entrada la noche, en largas narrativas dispensables. Otros alegaban sus derechos a las exclusivas atenciones del médium. Algunos lo acusaban de preferencias injustas, manifestando el gracioso egoísmo de su amistad expresado en el celo que llevaban en el alma, en palabras cariñosas y alegres. Los grupos doctrinarios lo disputaban.

Azarias verificó que su existencia tomaba un rumbo diferente, pero los testimonios de tantos afectos le eran sumamente agradables al corazón. Su fama corría siempre. Cada día era portador de nuevas relaciones y nuevos conocimientos. Los centros importantes comenzaron a reclamar su presencia y, de vez en cuando, le sorprendían las oportunidades de viajes por los caminos de hierro, por la generosidad de los amigos, con grandes reuniones de homenajes en el punto de destino.

A cada instante, un admirador lo irrumpía:
– Azarias, ¿dónde trabaja?
– En un taller de reparaciones.
– Oh… y ¿cuánto gana por mes?
– Cuatrocientos mil réis.
– Oh. Pero eso es un absurdo. Usted no es criatura para un salario como ése. Es una miseria.

En seguida otros agregaban:
– Azarias no puede permanecer en esta situación. Necesitamos conseguirle algo mejor en el centro de la ciudad, con una remuneración a la altura de sus méritos o talvez, podremos intentar un puesto en el servicio público donde encontrará más posibilidades de tiempo para dedicarse a la misión.

El pobre médium, todavía dentro de su capacidad de resistencia, respondía:
– Mis amigos, todo está bien. Cada cual tiene en la vida lo que merece de la Providencia Divina y además de todo, necesitamos considerar que el Espiritismo se ha propagado ante todo, por los Espíritus y no por los hombres.

Si bien Azarias era médium, no dejaba de ser humano.

Requerido por las exigencias de los compañeros, ya no pensaba en el hogar y comenzaba a registrar numerosas faltas en su tarjeta de trabajo. Al principio, algunas raras dedicaciones comenzaron a defenderlo en el taller, considerando que a los ojos de los jefes, sus fallas eran siempre más graves que a los ojos de sus colegas, en virtud del renombre que lo cercaba; pero un día fue llamado al despacho de su director que lo despidió en estos términos: «Azarias, infelizmente no me es posible conservarlo aquí por más tiempo. Sus faltas en el trabajo alcanzaron el máximo y la administración central resolvió eliminarlo del cuadro de nuestros compañeros». El interpelado salió con cierto desagrado, pero recordó las numerosas promesas de los amigos.

En aquel mismo día, buscó perfilarse para una nueva colocación, pero en cada tentativa, encontraba siempre a uno de sus admiradores y conocidos que le respondían con humildad y modestia:
– Azarias, usted necesita tener más calma. Recuerde que su mediumnidad es un patrimonio de nuestra doctrina. ¡Calma hombre! Regrese a casa y nosotros sabremos ayudarlo en este momento aflictivo.
En esa misma fecha, quedó establecido que los amigos del médium contribuirían, de manera que viniese a percibir una aportación mensual de seiscientos mil réis, quedando habilitado a vivir solamente para la doctrina.
Azarias, bajo la inspiración de sus mentores espirituales, vacilaba ante la medida, pero frente a su aprensión estaban los cuadros del desempleo y de las imperiosas necesidades de la familia. Aunque reacio, aceptó la propuesta.

Desde entonces, su casa fue el punto de una romería interminable y sin precedentes. Día y noche, sus consultantes se situaban a la puerta. El médium buscaba atender a todos como le era posible. Sus dificultades, todavía eran las más apremiantes.

Al cabo de seis meses, todos sus amigos habían olvidado el sistema de cuotas mensuales. Desorientado y desvalido, Azarias recibió los primeros diez mil réis que una señora le ofreció después del recetario. En su corazón, hubo un toque de alarma, pero su organismo estaba debilitado. La esposa y los hijos estaban repletos de necesidades. Era tarde para procurar nuevamente, una fuente de trabajo. Su residencia era objeto de una tenaz e implacable persecución. Pero continuó recibiendo.
Serios disturbios psíquicos lo asaltaron. Penosos desequilibrios íntimos le inquietaban el corazón, sin embargo el médium se sentía obligado a aceptar las exigencias de cuantos lo procuraban livianamente.

Espíritus engañadores se aprovechan de sus vacilaciones y llenaron el campo mediúmnico de aberraciones y descontroles. Si sus acciones eran ahora remuneradas y si de ellas dependía el pan de los suyos, Azarias se sentía en la obligación de prometer alguna cosa, cuando los Espíritus no lo hiciesen. Buscado para la felicidad en el dinero, o éxito en los negocios o en las atracciones del amor del mundo, el médium prometía siempre las mejores realizaciones, a cambio de los míseros mil réis de la consulta.

Entregado a ese género de especulaciones, nunca más pudo recibir el pensamiento de sus protectores espirituales más dedicados.

Al experimentar toda clase de sufrimientos y de humillaciones, llegaba a quejarse levemente, pero siempre había un cliente que lo observaba:
– ¿Qué le pasa don Azarias? ¿Usted no es médium? Un médium no sufre esas cosas.

Si alegaba cansancio, otro objetaba de pronto ansioso por la satisfacción de sus caprichos:
– ¡Es su misión, don Azarias! No se olvide de la caridad.

Y el médium, en su profunda fatiga espiritual, se concentraba en vano, experimentando una sensación de angustioso abandono por parte de sus mentores de los planos superiores.

Entonces, los mismos amigos de la víspera, murmuraban después de despedirse:
– Notaron que Azarias perdió toda la mediumnidad – decía uno de ellos.
– Bueno, eso era de esperarse – recriminaba – desde que abandonó el trabajo para vivir a costas del Espiritismo, no podíamos aguardar otra cosa.
– Además de todo – exclamaba otro del grupo – todos los vecinos comentan su indiferencia para con su familia, pero por mi parte siempre vi a Azarias como un gran obsidiado.
– El pobre Azarias se pervirtió – decía un compañero exaltado – y un médium en esas condiciones es un fracaso para la propia doctrina.
– Es por esa razón que el Espiritismo es tan incomprendido – sentenciaba otro – debemos todo eso a los malos médiums que avergüenzan nuestros principios.

Cada uno fue olvidando al médium, con su definición y falta de caridad. La propia familia lo abandonó a su suerte, tan pronto cesaron las remuneraciones.

Escarnecido en sus afectos más preciados, Azarias se volvió sedicioso. Esa circunstancia fue la última puerta para el libre ingreso de las entidades perversas que se señoreaban de su vida. El pobre náufrago de la mediumnidad ambuló en la crónica de los noticieros, rodeado de observaciones ingratas y de escandalosos señalamientos, hasta que un lecho de hospital le concedió la bendición de la muerte.»

El narrador estaba visiblemente emocionado, recordando sus antiguos recuerdos.

– Entonces, quiere decir mi amigo – observó uno de nosotros – que la persecución de la policía o la persecución del padre no son los mayores enemigos de la mediumnidad.

– De ningún modo. – Replicó convicto. – El Padre y la policía hasta pueden ser los portadores de grandes bienes.

Y, fijando en todos nosotros su mirada penetrante y calma, remató su historia sentenciando gravemente:

– El mayor enemigo de los médiums está dentro de nuestros propios muros.

(*) Hermano X, seudónimo adoptado por Humberto de Campos (1886 -1934), periodista y escritor brasileño, autor espiritual de diversos libros espíritas.Historia de un Médium Hermano X
Mensaje extraído del libro «Nuevos Mensajes», psicografía del médium Francisco Cándido Xavier, por el Espíritu Hermano X.

Las interesantes observaciones sobre la Doctrina de los Espíritus se daban unas a otras, cuando un amigo nuestro, antiguo trabajador espírita en Río de Janeiro, acentuó gravemente:
– En el Espiritismo, una de las cuestiones más serias es el problema del médium...
– ¿Bajo qué prisma? – indagó uno de los presentes.
– Sobre la necesidad de su propia edificación para vencer al medio.
– Para aclarar mi observación – continuó nuestro amigo – les contaré la historia de un compañero dedicado, que hace pocos años desencarnó bajo los efectos de una terrible y dolorosa obsesión.

Todo el grupo, recordando los hábitos antiguos, como si aún estacionásemos en un ambiente terrestre, afinaron los oídos preparándose para escuchar:

« Azarias Pacheco – comenzó el narrador – era un operario despreocupado y humilde de mi barrio, cuando las fuerzas de lo Alto llamaron a su corazón para el sacerdocio mediúmnico. Joven e inteligente, trabajaba en la administración de los servicios de un taller de reparaciones, ganando honradamente la remuneración mensual de cuatrocientos mil réis.

En vista de su espíritu de comprensión general de la vida, el Espiritismo y la mediumnidad le abrieron un nuevo campo de estudios, a cuyas actividades se entregó bajo una fascinación creciente y singular.

Azarias se dedicó amorosamente a su tarea y en las horas de asueto, atendía a sus deberes mediúmnicos con irreprensible dedicación. Elevados mentores de lo Alto le proporcionaban lecciones provechosas, a través de sus manos. Médicos desencarnados atendían, por su intermedio, a un voluminoso recetario.

No tardó para que su nombre fuese objeto de una general admiración. Algunas notas de prensa evidenciaron aún más sus valores medianímicos y en poco tiempo, su humilde residencia se poblaba de cazadores de anotaciones y de mensajes. Muchos de ellos se decían espíritas confesos, otros eran creyentes de mediana convicción o curiosos del campo doctrinario.

El joven, que guardaba bajo su responsabilidad personal numerosas obligaciones de familia, comenzó a sacrificar primeramente sus deberes de orden sentimental, substrayendo a la esposa e hijos las horas que habitualmente les consagraba en la intimidad doméstica.

Casi siempre cercado de compañeros, le restaban apenas las horas dedicadas a la conquista de su pan de cada día, para los que lo seguían cariñosamente por los caminos de la vida. Durante mucho tiempo perduró semejante situación, por su preciosa resistencia espiritual, en el cumplimiento de sus deberes.

Dentro de su relativa educación medianímica, Azarias encontraba facilidad para identificar la palabra de su guía sabio e incansable, siempre presto a advertirle de la necesidad de oración y de vigilancia.

Sin embargo, sucede que cada triunfo multiplicaba sus preocupaciones y sus trabajos. Sus admiradores no querían saber de las circunstancias especiales de su vida. Una gran parte exigía sus vigilias entrada la noche, en largas narrativas dispensables. Otros alegaban sus derechos a las exclusivas atenciones del médium. Algunos lo acusaban de preferencias injustas, manifestando el gracioso egoísmo de su amistad expresado en el celo que llevaban en el alma, en palabras cariñosas y alegres. Los grupos doctrinarios lo disputaban.

Azarias verificó que su existencia tomaba un rumbo diferente, pero los testimonios de tantos afectos le eran sumamente agradables al corazón. Su fama corría siempre. Cada día era portador de nuevas relaciones y nuevos conocimientos. Los centros importantes comenzaron a reclamar su presencia y, de vez en cuando, le sorprendían las oportunidades de viajes por los caminos de hierro, por la generosidad de los amigos, con grandes reuniones de homenajes en el punto de destino.

A cada instante, un admirador lo irrumpía:
– Azarias, ¿dónde trabaja?
– En un taller de reparaciones.
– Oh… y ¿cuánto gana por mes?
– Cuatrocientos mil réis.
– Oh. Pero eso es un absurdo. Usted no es criatura para un salario como ése. Es una miseria.

En seguida otros agregaban:
– Azarias no puede permanecer en esta situación. Necesitamos conseguirle algo mejor en el centro de la ciudad, con una remuneración a la altura de sus méritos o talvez, podremos intentar un puesto en el servicio público donde encontrará más posibilidades de tiempo para dedicarse a la misión.

El pobre médium, todavía dentro de su capacidad de resistencia, respondía:
– Mis amigos, todo está bien. Cada cual tiene en la vida lo que merece de la Providencia Divina y además de todo, necesitamos considerar que el Espiritismo se ha propagado ante todo, por los Espíritus y no por los hombres.

Si bien Azarias era médium, no dejaba de ser humano.

Requerido por las exigencias de los compañeros, ya no pensaba en el hogar y comenzaba a registrar numerosas faltas en su tarjeta de trabajo. Al principio, algunas raras dedicaciones comenzaron a defenderlo en el taller, considerando que a los ojos de los jefes, sus fallas eran siempre más graves que a los ojos de sus colegas, en virtud del renombre que lo cercaba; pero un día fue llamado al despacho de su director que lo despidió en estos términos: «Azarias, infelizmente no me es posible conservarlo aquí por más tiempo. Sus faltas en el trabajo alcanzaron el máximo y la administración central resolvió eliminarlo del cuadro de nuestros compañeros». El interpelado salió con cierto desagrado, pero recordó las numerosas promesas de los amigos.

En aquel mismo día, buscó perfilarse para una nueva colocación, pero en cada tentativa, encontraba siempre a uno de sus admiradores y conocidos que le respondían con humildad y modestia:
– Azarias, usted necesita tener más calma. Recuerde que su mediumnidad es un patrimonio de nuestra doctrina. ¡Calma hombre! Regrese a casa y nosotros sabremos ayudarlo en este momento aflictivo.
En esa misma fecha, quedó establecido que los amigos del médium contribuirían, de manera que viniese a percibir una aportación mensual de seiscientos mil réis, quedando habilitado a vivir solamente para la doctrina.

Azarias, bajo la inspiración de sus mentores espirituales, vacilaba ante la medida, pero frente a su aprensión estaban los cuadros del desempleo y de las imperiosas necesidades de la familia. Aunque reacio, aceptó la propuesta.

Desde entonces, su casa fue el punto de una romería interminable y sin precedentes. Día y noche, sus consultantes se situaban a la puerta. El médium buscaba atender a todos como le era posible. Sus dificultades, todavía eran las más apremiantes.

Al cabo de seis meses, todos sus amigos habían olvidado el sistema de cuotas mensuales. Desorientado y desvalido, Azarias recibió los primeros diez mil réis que una señora le ofreció después del recetario. En su corazón, hubo un toque de alarma, pero su organismo estaba debilitado. La esposa y los hijos estaban repletos de necesidades. Era tarde para procurar nuevamente, una fuente de trabajo. Su residencia era objeto de una tenaz e implacable persecución. Pero continuó recibiendo.
Serios disturbios psíquicos lo asaltaron. Penosos desequilibrios íntimos le inquietaban el corazón, sin embargo el médium se sentía obligado a aceptar las exigencias de cuantos lo procuraban livianamente.

Espíritus engañadores se aprovechan de sus vacilaciones y llenaron el campo mediúmnico de aberraciones y descontroles. Si sus acciones eran ahora remuneradas y si de ellas dependía el pan de los suyos, Azarias se sentía en la obligación de prometer alguna cosa, cuando los Espíritus no lo hiciesen. Buscado para la felicidad en el dinero, o éxito en los negocios o en las atracciones del amor del mundo, el médium prometía siempre las mejores realizaciones, a cambio de los míseros mil réis de la consulta.

Entregado a ese género de especulaciones, nunca más pudo recibir el pensamiento de sus protectores espirituales más dedicados.

Al experimentar toda clase de sufrimientos y de humillaciones, llegaba a quejarse levemente, pero siempre había un cliente que lo observaba:
– ¿Qué le pasa don Azarias? ¿Usted no es médium? Un médium no sufre esas cosas.

Si alegaba cansancio, otro objetaba de pronto ansioso por la satisfacción de sus caprichos:

– ¡Es su misión, don Azarias! No se olvide de la caridad.

Y el médium, en su profunda fatiga espiritual, se concentraba en vano, experimentando una sensación de angustioso abandono por parte de sus mentores de los planos superiores.

Entonces, los mismos amigos de la víspera, murmuraban después de despedirse:
– Notaron que Azarias perdió toda la mediumnidad – decía uno de ellos.
– Bueno, eso era de esperarse – recriminaba – desde que abandonó el trabajo para vivir a costas del Espiritismo, no podíamos aguardar otra cosa.
– Además de todo – exclamaba otro del grupo – todos los vecinos comentan su indiferencia para con su familia, pero por mi parte siempre vi a Azarias como un gran obsidiado.
– El pobre Azarias se pervirtió – decía un compañero exaltado – y un médium en esas condiciones es un fracaso para la propia doctrina.
– Es por esa razón que el Espiritismo es tan incomprendido – sentenciaba otro – debemos todo eso a los malos médiums que avergüenzan nuestros principios.

Cada uno fue olvidando al médium, con su definición y falta de caridad. La propia familia lo abandonó a su suerte, tan pronto cesaron las remuneraciones.

Escarnecido en sus afectos más preciados, Azarias se volvió sedicioso. Esa circunstancia fue la última puerta para el libre ingreso de las entidades perversas que se señoreaban de su vida. El pobre náufrago de la mediumnidad ambuló en la crónica de los noticieros, rodeado de observaciones ingratas y de escandalosos señalamientos, hasta que un lecho de hospital le concedió la bendición de la muerte.»

El narrador estaba visiblemente emocionado, recordando sus antiguos recuerdos.
– Entonces, quiere decir mi amigo – observó uno de nosotros – que la persecución de la policía o la persecución del padre no son los mayores enemigos de la mediumnidad.
- De ningún modo- replicó convencido-. El Padre
y la policía hasta pueden ser los portadores de
grandes bienes.

Y, fijando en todos nosotros su mirada penetrante y calma, remató su historia sentenciando gravemente:
– El mayor enemigo de los médiums está dentro de nuestros propios muros.

Mensaje extraído del libro «Nuevos Mensajes», psicografía del médium Francisco Cándido Xavier, por el Espíritu Hermano X.

(*) Hermano X, seudónimo adoptado por Humberto de Campos (1886 -1934), periodista y escritor brasileño, autor espiritual de diversos libros espíritas.


                                                                              *************************

       
JUANA DE ANGELIS ACONSEJA:

-"Transforma tus horas en un rosario de bendiciones.
Aprovechándolas con sabiduría en el trabajo edificante, formarás un patrimonio de felicidad, el cual no puedes imaginar.
Desperdiciándolas no conseguirás recuperarlas.
La hora que pasa no retorna, como el agua que corre bajo el puente.
La eternidad es hecha de segundos y el tiempo medido por las horas es la concesión de Dios para proporcionarte bienestar.
Trabaja sin desánimo y acumula tus horas de acción benéfica."
(Vida Feliz -- Joanna de Angelis)

           **************************




No hay comentarios:

Publicar un comentario