Victor Hugo y sus Comunicaciones
con los Espíritus
VICTOR HUGO
Víctor Hugo, uno de los más grandes poetas y escritores franceses de todos los tiempos, nació en Besançon (Francia) en 1802. Desde muy joven salió a relucir el genio que dormía en él ; siendo aún un niño escribió sus primeros versos y con 17 años ganó su primer premio literario.
El 12 de octubre de 1822 se casa con Adèle Foucher, su amiga de la infancia. Tienen 4 hijos: Leopoldine, Charles, François-Victor y Adèle.
Víctor Hugo fue escritor, poeta, hombre político, dedicó su vida a la lucha contra la miseria, la pena de muerte, la injusticia y esto se ve reflejado en toda su obra. Defensor del pueblo, aprovechaba su notoriedad y su influencia para pedir reformas y cambios en las leyes pero las clases obreras seguían luchando para sobrevivir, Víctor Hugo seguía viendo a gente muriéndose de hambre en las calles de París mientras los hombres políticos, cegados por la ambición, no hacían nada para remediarlo.
Los ataques contra el gobierno se multiplican en sus discursos y en los periódicos con la ayuda de sus dos hijos Charles y François-Víctor que fueron detenidos y encarcelados en la Conciergerie, hasta que el 9 de enero de 1852, Víctor Hugo aparece en la lista de los expulsados. Al verse obligado a huir de Francia, se instala unos meses en Bélgica y luego pasa unos días en Londres antes de llegar a la isla de Jersey el 5 de agosto de 1852.
Allí es donde Víctor Hugo descubrirá las experiencias con las mesas parlantes y tendrá comunicaciones con los espíritus durantes varios meses. En aquella época, estaba pendiente de la publicación de su última obra titulada “Napoleón-le-Petit”, violenta crítica del futuro emperador Napoleón III (sobrino del emperador Napoleón I) que, a pesar de las sanciones y del control en las fronteras, consigue publicarse en Bélgica, traducirse al inglés y a los pocos meses conoce un gran éxito por toda Europa y consigue introducirse clandestinamente en Francia.
Como hemos mencionado anteriormente, los dos hijos varones del autor, dos jóvenes por aquel entonces de 25 y 23 años participaban activamente en denunciar las injusticias sociales junto con su padre. Cuando empezaron las experiencias con las mesas, Víctor Hugo ya llevaba un año en la isla y sus hijos ya habían sido liberados y se encontraban reunidos con el resto de la familia en Jersey.
En cuanto a su hija Leopoldine (retrato pintado por Châtillon en 1835), había fallecido trágicamente ahogada junto con su marido Charles Vacquerie en el año 1843 dando un paseo en barco por el Sena. Ella tenía 19 años y él 26. Se habían conocido gracias a la relación de amistad que habían iniciado Víctor Hugo y un joven admirador suyo Auguste Vacquerie, hermano menor de Charles, que le enviaba sus trabajos y quería conocerle. En una ocasión le escribió las siguientes palabras: “No sé si se habrá olvidado de un pobre joven quien, él, no le ha olvidado y que daría su vida por usted”. (1)
Habían pasado 10 años desde que habían desencarnado estas dos almas cuando Víctor Hugo y su fiel amigo Auguste Vacquerie se acompañan en el exilio y están a punto de descubrir las comunicaciones con el más allá.
Víctor Hugo siempre fue un hombre con mucha fe en Dios, incluso en los momentos más difíciles de su vida. Tuvo que pasar por pruebas muy difíciles y sufrir la pérdida de sus seres queridos, primero sus padres, sus hermanos, sus hijos, sus amigos, su esposa, uno detrás de otro fue perdiendo a su familia y amigos más íntimos sin embargo su fe se hizo cada día más fuerte. Tenía la firme convicción que había algo más, que todo no podía terminar en la tumba y hablando de su hija fallecida dice: “Yo creo, y estoy a la espera de otra vida. ¿cómo no voy a creer en otra vida? Mi hija era un alma: esta alma, yo la vi y la he tocado por así decirlo, estuvo cerca de mí durante 18 años y mi mirada sigue estando llena de su luminosidad. Incluso en este mundo ella parecía vivir en una vida superior…” (2)
Las personas que asistieron a las sesiones de las mesas parlantes en Jersey eran pues, los familiares directos de Víctor Hugo, amigos, otros proscritos como él, (numerosos en la isla) y en cuanto a Delphine de Girardin era una mujer de Letras, amiga del escritor que había asistido junto con otros numerosos autores, músicos, pintores, hombres políticos, a las fiestas que éste organizaba en su casa de la Place Royale (actual Place des Vosges) en Paris en los años que precedieron su exilio.
Hemos seleccionado estas comunicaciones que son las primeras que tuvieron nuestros protagonistas cuando iniciaron las comunicaciones con los espíritus, y que nos parecen de mucho interés en particular los diálogos con los espíritus de Leopoldine, la hija fallecida de Víctor Hugo y con Napoleón III.
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Cuando cada día se te presenta, en torno de las actividades a que el deber te vincula, aparecen las tareas con las cuales no contabas. Generalmente son pequeños encargos que la vida te propone en nombre de Dios.
Es el amigo desesperado, la mujer maltratada por el sufrimiento, el desconocido en dificultad, el enfermo olvidado o el niño sin rumbo, pidiéndote apoyo y consuelo.
No pases indiferente, delante del dolor. Cede un minuto del tiempo de que dispongas o algo de lo que posees para disminuir el frío de la penuria y la fiebre de la aflicción.
Una frase iluminada de amor y cualquier migaja de socorro en la bendición de la comprensión operan prodigios. Pronuncia las palabras que liberen los corazones encarcelados en la angustia, teje un velo de esperanza sobre las heridas ocultas, improvisa algún consuelo para los que cargan conflictos y lágrimas, alivia a los que lloran y haz sonreír, de algún modo, a aquellos que transitan por los caminos empedrados de la soledad.
El tiempo es una senda que todos estamos compelidos a recorrer. Sigue plantando paz y sembrando alegría. Dios no nos pide lo imposible. Tanto como nos sucede, donde estemos, la vida en la Tierra te solicita, donde pases, ese o aquel toque de amor, recordándote que el reino de la felicidad comienza en ti.
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Sé el coraje de los que esmorecen y el consuelo de los que pierden la esperanza.
Espíritu Meimei
Médium Francisco Cândido Xavier
Extraído del libro “Palabras del corazón”
Aportación de Viviana Gianitelli
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POR LOS DEMÁS
Ante el dolor o el sufrimiento de otra
persona, más aún si se trata de algún ser querido o simplemente alguien a quien
apreciamos, el impulso instintivo y natural , aun en el corazón mas innoble, es
el de socorrer o aliviar esa situación o motivo causante de la
perturbación. Por tanto no creamos que
porque alguna vez en nuestras vidas hayamos experimentado ese impulso compasivo
que impulsa nuestro deseo de aliviar o ayudar a los demás, por eso ya somos muy
buenos o que tenemos el camino del alma muy avanzado o menos aún, que somos
mejores que otros a los que creemos mas despreocupados o insensibles ante el
problema ajeno.
No debemos desanimarnos nunca al pedir por
los demás cuando los resultados de mejora o alivio a su sufrimiento no son los
que deseamos y pedimos, pues Dios que es infinitamente bueno y sabio, conoce
mejor que nosotros el qué es lo mejor para esa persona, no como ser humano,
sino como espíritu inmortal sumido en pleno proceso evolutivo.
Es también muy humano rechazar el dolor,
pues a veces este, aunque amargo e indeseado, conlleva sufrimiento, pero este viene
a ser la medicina necesaria en esos momentos para restablecer la salud del
alma. Por eso es bueno y necesario pedir
por el bienestar o por la salud, pero con la fe y la seguridad plena de que
Dios, nuestro Padre Eterno, solo va a permitir o a conceder aquello que sea lo
mejor para la persona, en cuanto espíritu eterno que es, (que somos).
A imitación de Cristo deberemos pedir:
“ Padre mío, si es posible o si es para su bien, aparta de él ese cáliz
de amargura y sufrimiento, pero no se haga nuestra voluntad sino la Tuya”.
Además de orar y pedir por nuestro hermano
sufriente, lo que ya supone de por sí una ayuda, por el fluido espiritual
positivo que encauzamos hacia él, fortaleciéndolo en su fe ante su prueba y
haciéndole sentir resignación o aceptación ante el designio Divino de las
pruebas terrenales que ha de superar.
Si además de orar podemos hacer algo más
por él para ayudarle, no dejaremos de
hacerlo, ya sea ayuda moral, física, alivio del dolor, sensación de confort, de
seguridad, etc.; de modo que nuestra cercanía, nuestra ayuda, nuestra
comprensión y solidaridad fortalezcan su espíritu al no sentirse solo ante su
prueba. Consideremos siempre, que somos seres sociales por naturaleza, por lo
que continuamente necesitamos del apoyo y cercanía de otros; sentimos la
necesidad de ser parte de un grupo y de sentirnos arropados por dicho grupo de
semejantes.
Cuando vemos que algún ser humano, hermano
nuestro, recibe un bien espiritual o material, debemos pulsar nuestro sentimiento
por ello. Si es de sincera alegría, o si existe algo de envidia ante el bien
ajeno. Si el sentimiento es de envidia,
debemos rogar al Padre para que nos ayude a desterrar este perturbador sentimiento de nosotros. Pero si nuestra
alegría por el bien del prójimo es sincera y sin atisbos de envidias, debemos
dar por ello muchas gracias al Padre, sintiéndonos felices por un doble motivo:
Sentimos como nuestro positivo sentimiento nos sugiere que estamos en el buen
camino para seguir avanzando por la senda del bien, del amor y la caridad, que
es el único camino cierto. El otro motivo es que al hacer nuestra su dicha,
también disfrutamos de su felicidad, lo que implica gozar por sentirnos parte
de ellos y por extensión de toda la humanidad.
- Jose Luis Martín-
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Todo, en el Universo, vibra. Vibran las plantas y los animales; vibran los mundos del espacio infinito; vibran las piedras y los minerales, ya que las diversas clases de átomos de que están compuestas las diferentes moléculas también vibran . Vibra el hombre por medio de sus sentimientos y pensamientos, y vibran las células de su organismo, porque tienen vida propia. Y algo que es necesario conocer también: todo el pensamiento y sentimiento vibra a través de las células del cuerpo orgánico, comunicándole tonalidad magnética idéntica a su índole vibratoria. Ya la ciencia médica reconoce que un alto porcentaje de enfermos, es consecuencia de su estado afectivo y emociones desagradables.
De aquí que, cada sentimiento de enemistad, rencor, etc.; cada emoción pasional; cada pensamiento ruin; son elementos morbosos, cuya reiterada acción acaban por determinar una dolencia orgánica; por el desequilibrio energético provocado en la estructura psíquica, en grado mayor o menor, y cuyo desequilibrio se refleja en el organismo físico.
De un modo más claro. La mente humana, es como una estación radio-emisora y radio-receptora que, constantemente está emitiendo o recibiendo ondas-pensamiento. Y esas ondas-pensamiento, son vibraciones electromagnéticas de la mente a través del cerebro. La intensidad y naturaleza de esos pensamientos, marcan su dirección. Y por afinidad, atraen otros pensamientos de la misma naturaleza.
NUESTRA MENTE Y NUESTRA ALMA SON FOCOS RADIANTES, CREADORES DE FUERZAS para el bien, para el progreso, para nuestro propio provecho y felicidad. Pero el hombre, en el uso de su libre albedrío, dominado por su egoísmo y cegado por las pasiones, suele emplear esas fuerzas para el mal, consciente o inconscientemente, creando así causas cuyo efecto será el dolor.
Y esas fuerzas psíquicas, que son irradiadas por la mente (pensamientos) y el alma (sentimientos) en forma de vibraciones electromagnéticas, análogas a las ondas eléctricas, pero más rápidas; QUEDAN UNIDAS AL PUNTO DE PARTIDA, o sea, unidas al individuo mismo. La mente imparte la dirección, y esas vibraciones, esas ondas-pensamiento, llegan a donde van dirigidas y actúan para bien o para mal, según la naturaleza e intensidad del deseo y de la voluntad; volviendo a nosotros (como el bumerang), AL PUNTO DE PARTIDA, DESPUÉS DE ALCANZAR EL OBJETIVO, CON EL BIEN O EL MAL QUE HAYAN HECHO, GRABÁNDOSE EN EL ALMA O PSI-COSOMA.
Dicho de otro modo. Cada pensamiento y deseo que en sentido negativo proyectemos hacia los demás, o acción de mal que ejecutemos, SE TRANSFORMA EN UNA FUERZA ENEMIGA NUESTRA QUE VOLVERÁ CONTRA NOSOTROS, AGREDIÉNDONOS. Por esta misma ley, todo sentimiento y pensamiento positivo de bien que proyectemos a nuestros semejantes, toda acción de bien que realicemos; se transforman en UNA FUERZA AMIGA NUESTRA QUE, AL VOLVER A NOSOTROS, NOS BENEFICIARÁ.
Ya decía Krishna: «Los males con que afligimos a nuestros semejantes, nos persiguen como nuestra sombra sigue a nuestro cuerpo».
Sebastián de Arauco.
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