Queridos hermanos, hola buenos días, son
muchos los espiritas que protestan por la forma que encaran muchos
hermanos la Doctrina, piensan y algunas veces con razón, que lo que
dicen ser espiritismo no lo es, todas las doctrinas y en especial el
Evangelio de Cristo contó con hermanos que intentaron modificar su
contenido, pero la verdad prevalece sobre todas las cosas.
Muchos
centros espiritas, están divididos, hay hermanos que se desilusionan y
se marchan, y yo digo, que lo fácil es irse, lo difícil es quedarse, se
nos olvida, que en los centros residen hermanos para aprender amarse y
respetarse, hay cosas que se salen del contexto, pero con el estudio
serio y detallado de la codificación espirita, podemos discernir lo que
es y lo que no es espiritismo.
Sabemos
que no estamos solos, y que muchos que no se ven, no quieren que el
bien prevalezca, por eso debemos orar y vigilar, para no dejarnos llevar
por ellos, que se manifiestan a través de hermanos poco comedidos y que
en su afán de sobresalir sobre los demás, se dejan llevar y sirven a
las sombras. Hay que tener mucho cuidado. Porque al igual que en una
familia, topamos con enemigos del ayer, que vienen personificados en
nuestros seres (CONSANGUÍNEOS)),
para que aprendamos a amarlos, en todas las instituciones sucede lo
mismo, y no podemos abandonar el carro, dejarlo a la deriva, ya que
traemos compromisos asumidos que no podemos eludir.
Por la cuenta que nos tiene, con los conocimientos que tenemos, no podemos alegar desconocimiento, se nos han dado unos talentos, no para que los encerremos en la tierra, debemos multiplicarlos y no podemos dejar a un lado a los que no son buenos, hemos
de continuar firme en los conocimientos para nosotros, para no caer en
sus redes, Jesús nos dijo que cuando no pudiésemos opinar dijésemos si,
si. No, no. Así, no nos enojamos con los seudosabios que lo saben todo, y que no nos prestan atención, es la prueba más dura que puede sufrir
un espirita. El que esté en pos de la verdad, e intenten hacerle lo
blanco, negro. Que lo crea saber todo y que lo contradigan, se olvidan
que lo que de momento parece haber sido aceptado sin ser la verdad, el
tiempo se encarga de desmentirlo. Y que Jesús no
vino a tratar con los sanos, ellos no lo necesitaban, y si lo hizo con
los hermanos ignorantes, y enfermos, ellos necesitaban la medicina.
Solo
hace falta paciencia para esperar. Porque el tiempo se encarga de poner
cada cosa en su sitio. No entremos en querellas, ni en discusiones, el
Espiritismo no necesita de defensores, y si de trabajadores que sin
querer destacar sobre los demás sean capaces de divulgar la doctrina,
sin ningún tipo de interés.
Dice
que aquel que defiende su verdad, es porque no es verdad, la verdad no
necesita defensores. Podemos ser tratados de fanáticos y de locos, de
falsos espiritas, pero si en realidad cumplimos con la Doctrina
agradando a Dios por sobre todas las cosas, que es para quien
trabajamos, no nos ha de preocupar, y si los demás no lo hacen,
acordémonos de la tolerancia, hay muchos ciegos por el mundo, que no
ven, es peor el ciego falso, porque ese no tendrá ante el Padre ninguna
excusa. Y lamentablemente en las filas del espiritismo hay muchos que
dicen ser y no lo son, porque lejos de servirse de los conocimientos,
para ser una mejor persona, cambiar la vida a su alrededor con el bien,
que siempre lo mejora todo, se dedican a estudiar si, se lo saben todo
del dedillo, pero carecen de sentimiento en el corazón, estudian para
destacar sobre los demás, pero no saben sentir los efectos del bien,
porque no lo hacen. Son espejos de calle, que relucen gracias al sol,
pero en cuanto este se oculta, se quedan en la oscuridad, porque no han
sentido la luz, en si mismo, nada más que a través de la Doctrina desde
fuera, por dentro no penetró en ellos, en su interior y cualquier
contrariedad les enoja, les disgusta, no están tranquilos en ninguna
parte, porque quieren estar en todas, para sobresalir. No están nada más
que conspirando en las sombras, analizando la paja del ojo ajeno y
descuidan la `viga que tienen en el suyo.
Es
verdad que lo que se dice espiritismo en muchos casos no lo es, es
verdad que muchos que se llaman espiritas tampoco lo son, pero quien
somos nosotros para juzgarlos, el que este en pos de la verdad que dé
gracias a Dios por ello, y que trabaje en ella para hacerla prevalecer
sobre todas las cosas en el, ya que Dios no nos va a pedir cuenta de lo
que los demás hagan, es su trabajo y el nuestro que nada tiene que ver.
Más
dolor que nos puede causar el ver a esos niños, desvalidos con hambre,
sin techo, y no podemos hacer nada, están muy lejos, así debemos sentir
con los difamadores de la Doctrina, ellos están muy lejos, y nosotros
dónde estamos? Es verdad que hacen mucho mal, pero hay mucho bien para
servirnos de ello y no dejarnos embaucar, el internet, está lleno, de
páginas, de blog, espiritas, donde se exhiben las obras de Kardec,
pueden llegar a muchos hogares y de hecho llegan, también hay mucha
podredumbre, paginas de pornografía, pornografía infantil, etc., pero
ninguna persona sensata, buscará esas páginas, solo los enfermos, y que
podemos hacer, orar, y dejarles, porque día vendrán en que despertaran.
¿Quién nos dice que en el ayer nosotros no hicimos lo mismo? porque la
luz sea en nosotros en esta existencia, no habla de las otras. Entonces
hay que seguir adelante, trabajando y haciendo nuestra parte. Por lo
menos que por nosotros no quede.
No se encuentra la felicidad fuera del amor, él es, el lazo sublime de unión entre
todas las fuerzas vivas de la Naturaleza, es el alimento de las almas,
es fortalecimiento de la psiquis, es vida y fuerza espiritual (Juana de
Angelis)
Hagamos
nuestra parte. Sirvamos con amor a aquellos que van por delante, al
igual que a los que nos siguen los pasos por detrás, todos necesitamos
aprender, si fuéramos santos no estaríamos aquí.
Con mucho amor y mucho cariño vuestra amiga Merchita
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Dejemos todas las ofensas, las injusticias o insultos que según nosotros nos hicieron alguna vez en nuestras vidas atrás y en nuestro olvido. Ahí es donde tienen que estar. No volvamos a sufrir por lo que ya quedó en el pasado. Vivamos el presente plenamente, para ir creando memorias bellas para nuestro futuro.
- Mercy Ingaro -
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ESPIRITISMO: DOCTRINA DE
VANGUARDIA
Manuel S. Porteiro
“Porque el Espiritismo no es una religión, sino una ciencia, de la que apenas conocemos el abecedario.
El tiempo de los dogmas ha concluido”.
Gabriel Delanne, uno de los pioneros más valientes y Destacados del Espiritismo en Francia, escribe a este respecto: “El
Espiritismo no es una
religión: no tiene dogmas, ni misterios ni
ritual. Es una ciencia de experimentación, de la que se desprenden
consecuencias morales y filosóficas de inmensa importancia”.
A
esta concepción amplia y desprejuiciada del Espiritismo, podemos
agregar la del eminente naturalista Russel Wallace, espiritista de no
dudosa procedencia:
“El
Espiritismo es una ciencia experimental y suministra la única base
segura para una filosofía verdadera y una religión pura. Suprime los
nombres sobrenatural y milagro...”
“Una
ciencia de la naturaleza humana, fundada en los hechos observados; que
sólo apela a los hechos y experimentos; que no toma creencias sin
pruebas; que insiste en la investigación y en la conciencia de si misma
como los primeros deberes de los seres inteligentes; que enseña que la
felicidad en una vida futura puede ser asegurada cultivando y
desarrollando hasta donde es posible más altas facultades de nuestra
naturaleza intelectual y moral y no de ningún otro modo; es y tiene que
ser el enemigo natural de toda superstición”.
Por su parte dice el Dr. Gustavo Geley: “Para
los verdaderos creyentes en la doctrina espiritista, esta es una
ciencia positiva, basada sobre el estudio experimental de los fenómenos
psíquicos y las enseñanzas de los espíritus
elevados”.
A
estas autorizadas opiniones podríamos agregar la de todos los
verdaderos espiritistas y demostrar que sus convicciones se formaron en
el terreno de los hechos, por el estudio, la observación y la
experiencia de los mismos y no por creencias religiosas anticipadas, por
la fe ciega o por la predisposición mística desarrollada por la
necesidad de ampliar los horizontes de esta vida, por esa ansiedad
imperiosa que, según los materialistas, sienten las almas cándidas, los
espíritus débiles, atormentados por el deseo de penetrar las sombras del
misterio y de hallar lo que no alcanza a descubrir la ciencia... a la
cual suelen mirar con desdén...
No
son los verdaderos espiritistas los que creen en la bancarrota de la
ciencia frente a los problemas del alma; por el contrario, es la ciencia
para éstos el fundamento de sus creencias, sin los hechos positivos,
experimentales, el Espiritismo carece de base, y su filosofía sería uno
de tantos sistemas metafísicos, una de tantas religiones, agregados al
acervo común de la historia. El Espiritismo no tiene por punto de
partida la fe, sino sus fenómenos y el estudio racional de los mismos:
es sobre la base fundamental del fenomenismo psicológico supranormal que
descansa su filosofía, su ética y su sociología, y es sobre esa misma
base que afianzamos nuestras creencias los verdaderos espiritistas. Las
conclusiones filosóficas que sustentamos emanan de los mismos hechos y
no de creencias o de razonamientos a priori: ni siquiera tienen
la desventaja -si tal pudiera llamarse a la especulación filosófica
subjetiva- de atribuirse a inducciones o deducciones personales, ya que
la doctrina espiritista surge espontánea de la naturaleza misma de los
hechos, de las manifestaciones inteligentes que de ellos se desprenden.
Es cierto que muchos de los principios o postulados de nuestra doctrina
se encuentran diseminados entre las religiones y sistemas filosóficos,
pero éstos, las primeras, se fundan en la fe ciega, en el dogma
infalible y en absurdas, cuando no mentidas, revelaciones, y los
segundos, en deducciones o hipótesis más o menos lógicas, pero siempre
discutibles por carecer de fundamento científico que pruebe
experimentalmente la veracidad de los principios sustentados.
De
todo esto se infiere que si el Espiritismo se impone a la consideración
humana por sobre todas las creencias religiosas e ideológicas, es por
sus hechos observables y experimentables, y no por un sentimiento
místico o por las halagüeñas perspectivas que de él se desprenden para
el porvenir del espíritu: deja de ser religión, en el sentido místico y
ritual del concepto, pero no puede dejar de ser ciencia sin dejar de
existir como verdad demostrable y perder su interés y valor positivos;
pues, si le faltan los hechos, los principios ciertos en que se apoya y
el conocimiento, aunque relativo, de las leyes que los rigen, ya pasa a
la categoría de misticismo, sin que su caudal filosófico y moral pese un
gramo más en la balanza del progreso humano. No tienen, pues, razón
aquellos espiritistas que, imbuidos de religiosidad, creyentes por
ingenuidad o por simples razonamientos filosóficos, se bastan a su fe y
miran con ojeriza a los hombres de ciencia y a sus mismos compañeros que
bregan por encauzar el Espiritismo en la corriente científica señalada
por los sabios espiritistas que hacen honor a nuestro credo, y, mucho
menos, los que hacen de éste una religión como cualquier otra y creen
que la Ciencia -por hallarse aún en los balbuceos de esta nueva y
fecunda rama de la psicología experimental y no haber llegado aún, en
algunos casos, a las mismas conclusiones espiritistas, por buscar la
correlación entre los fenómenos fisiológicos y psíquicos o explicar por
las mismas leyes anímicas todos los fenómenos supranormales sin hacerse
cargo de las manifestaciones de espíritus desencarnados- conduce al
materialismo.
No
hay que olvidar que así como mucha ciencia conduce a Dios y poca nos
aleja de él, lo mismo sucede con la creencia en la existencia del mundo
espiritual: un conocimiento incompleto del fenomenismo espírita y de sus
manifestaciones no convence a nadie, pero el estudio continuo con
métodos adecuados lleva al convencimiento: la mayor parte de los sabios o
simples estudiosos que han abrazado el Espiritismo, primero lo negaron;
después, con poca ciencia, afirmaron los hechos pero negaron la teoría,
y luego, al correr de los tiempos, con más ciencia y experiencia,
aceptaron esta última. La ciencia, la verdadera ciencia, no conduce al
materialismo sino cuando es incipiente y carece de la madurez necesaria
para llegar a las conclusiones espiritistas.
En
muchos casos los que penetran en el santuario de esta profunda ciencia
del alma por las puertas de la fe, suelen salir por las del escepticismo
o la incredulidad; mientras que otros que entran incrédulos y
materialistas salen llenos de fe y de esperanza, después de estudiar los
hechos con todo rigor científico y de exigir de ellos toda la luz que
anhelaban sus espíritus ávidos de ciencia y de verdad. Ejemplos de esto
entre otros mil, William Crookes, Russel Wallace y Lombroso.
Al
hablar de ciencia no nos referimos a esa ciencia incompetente,
infructuosa, llena de orgullo y de suficiencia que niega la existencia, y
aun la posibilidad, de las manifestaciones del mundo espiritual; que no
tiene más de positiva que lo que alcanza en la materialidad de las
cosas; que, en materia de fenomenismo espírita o de metapsiquismo, en
vez de adaptarse a la naturaleza y a las modalidades de los hechos, les
impone condiciones y métodos arbitrarios, y, como en semejantes
condiciones no halla lo que, por prejuicio de escuela, sus
representantes tienen interés en no encontrar -el espíritu como
sustancia independiente del organismo- lo niegan: porque su caudal
seudocientífico está formado a base de negaciones. A estos
“científicos”, que forman una “ciencia” de relumbrón, sí, no titubeamos
en declararlos en bancarrota. Hablamos aquí de la verdadera ciencia, de
esa diosa augusta que no afirma ni niega nada a priori; que no teme la
investigación de ningún hecho, por absurdo e inverosímil que parezca, ni
a las condiciones y métodos que su naturaleza impone; que, animado de
un profundo amor a la verdad, no se alimenta de prejuicios, sino de la
luz espiritual que irradia la renovación constante de la vida.
El
Espiritismo es una ciencia integral y progresiva: abarca todos los
conocimientos humanos. No es una religión, aunque cultiva y
espiritualiza los sentimientos religiosos. “La religión se va, la
ciencia viene”, ha dicho alguien. Y no estará demás recordar a los
neófitos y profanos que nuestro lema es: Hacia Dios por el amor y la
ciencia.
Trascrito de “Espiritismo: Doctrina de Vanguardia”
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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