martes, 12 de enero de 2016

La muerte nos llegará, ¿ Y luego qué ?


                                                           Eurípedes Barsanulfo
 
                                            La Pedagogía Espírita

Ante la inmensa responsabilidad que nos corresponde como educadores, algunos aspectos de la Pedagogía Espírita deben ser bien aclarados, para evitar las confusiones que aún ocurren. No se trata simplemente de una pedagogía (1) espiritualista, pues el propio Kardec creó los términos espírita y espiritismo, para diferenciarlos de espiritualismo, pues son muchas las corrientes espiritualistas existentes. “Para las cosas nuevas necesitamos de nuevas palabras”. Allan Kardec deja eso muy claro, en la Introducción de El libro de los Espíritus.

La Pedagogía Espírita se basa esencialmente en la Doctrina Espírita, en su triple aspecto: filosófico, científico y moral o religioso. Los tres aspectos están intrínsecamente unidos y cualquier tentativa de separarlos causaría mutilación en el cuerpo doctrinario. Tampoco resta ninguna duda de que el aspecto moral o religioso está íntimamente vinculado al Evangelio de Jesús. No obstante, como bien afirmó Kardec: “Muchos puntos del Evangelio, de La Biblia y de los autores sagrados en general, son inteligibles, muchos, incluso, no parecen racionales por la falta de una llave para comprender su verdadero sentido; esta llave está enteramente en el Espiritismo, como ya se convencieron aquellos que lo estudiaron con seriedad (…)”.

La Doctrina Espírita, en su triple aspecto, ofrece, pues, la llave que faltaba, y va más allá, ofreciendo también un derrotero fantástico que abarca la razón, el sentimiento y la voluntad. Con el lema: fuera de la caridad no hay salvación y con las recomendaciones de los Espíritus superiores “amaos e instruíos”, el Espiritismo revela el camino del progreso individual y social. La caridad, como ejercicio del amor universal, aliada a los conocimientos de la inmortalidad del alma, de la naturaleza de los Espíritus, de la comunicación de los Espíritus, de la reencarnación, de la Ley de Causa y Efecto, de las Leyes Morales y del futuro de la Humanidad en constante proceso evolutivo, representa la Verdad Universal, necesaria al conocimiento de sí mismo y al progreso individual y colectivo del planeta. Por el amor, se combate el egoísmo y el orgullo y, por la sabiduría, se combate la ignorancia y el fanatismo. No obstante, aún se levantan voces presentando propuestas dudosas y lanzando recelos injustificables en cuanto a la enseñanza de esa verdad Universal, presente en la Doctrina Espírita.

Enseñar una verdad Universal no es imponer una religión, ni un dogma, no es hacer “proselitismo” ni “catequesis”. Es presentar al mundo la realidad de la vida espiritual que los Espíritus Superiores, trabajadores de Jesús, luchan, desde hace siglos, por implantar en el corazón del hombre. Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres (Juan, 8: 32). La frase de Jesús resuena aún y su eco atraviesa siglos de luchas en defensa de esa misma verdad. Solo existe libertad en el conocimiento de la verdad. Sin ese conocimiento, lo que resta es la ignorancia que aprisiona y se sujeta a dogmas, prejuicios y fanatismo. La autonomía intelectual y moral pregonada por tantos pensadores modernos solamente se consigue con la práctica del amor y el conocimiento de la verdad. La ignorancia de sí mismo genera dependencia y esclavitud intelecto-moral. De esta forma, todo el contenido de la Doctrina Espírita debe formar parte de la Pedagogía Espírita, tanto en su cuerpo teórico como en todo lo que es aplicado y practicado en las instituciones que se denominan Espíritas.

De ninguna manera se trata de hacer proselitismo, como aún insisten en afirmar algunos, sino de presentar una verdad de carácter universal, conocimiento indispensable para conducir el Espíritu inmortal que somos todos nosotros, al conocimiento de sí mismo y de las Leyes Divinas que rigen los mundos y los seres. De la misma forma, la Doctrina Espírita no vino solo para los espíritas, es un patrimonio de la Humanidad. Como verdad de carácter universal que debe ser enseñada a todos cuantos se puedan interesar por ella. Sin ninguna imposición, la Doctrina Espírita “habla” a la razón y al buen sentido, respondiendo de forma clara a las preguntas que tanto han atormentado a los estudiosos en general; ¿quién soy yo, de dónde vengo, hacia dónde voy, y qué hago aquí?

El conocimiento que la Doctrina Espírita nos ofrece, causará alteraciones profundas en todas las ramas del conocimiento humano: en la Pedagogía, en la Psicología, en el Derecho y la Justicia, en la Medicina y, en especial, en el corazón del hombre. Si alguna duda pueda restar aún, basta verificar el precioso ejemplo de Eurípedes Barsanulfo, uno de los baluartes de la Pedagogía Espírita, en nuestro planeta. Eurípedes Barsanulfo, valientemente, incluyó el estudio de la Doctrina Espírita, en el programa del Liceo Sacramentano, en la ciudad de Sacramento, en Minas Gerais, Brasil. Y ante la amenaza de los padres de retirar a los hijos del Liceo, Eurípedes afirmó:

“–Que retiren a sus hijos, pero la finalidad salvadora del aprendizaje espírita será mantenida”.

Ante la tristeza de Eurípedes que se hallaba casi abandonado, María, la madre de Jesús, le envió un mensaje sugiriéndole cambiar el nombre de la escuela y ponerle Colegio Allan Kardec, lo que lo caracterizaba como una escuela espírita.

“No cierre las puertas de la escuela. Borre la denominación Liceo Sacramentano, que es un resquicio del orgullo humano. En substitución, coloque el nombre: Colegio Allan Kardec. Enseñe el Evangelio de mi Hijo los miércoles e instituya un curso de Astronomía. Cubriré al Colegio Allan Kardec con el manto de mi Amor. María, Sierva del Señor”. Eurípedes siguió al pie de la letra las Instrucciones espirituales de María (Eurípedes – el hombre y la misión – Corina Novelino, Edición IDE).

Así nacía el Colegio Allan Kardec, bajo la égida de María, la primera escuela Espírita, con un carácter de estudios eminentemente espírita. Sin prejuicios, Eurípedes enseñaba el Espiritismo, como verdad esclarecedora que ilumina la razón y eleva el corazón. Comprendió que la Doctrina Espírita es obra de Jesús, parte integrante de su Evangelio, currículo de una nueva etapa evolutiva de todo el planeta Tierra. Los antiguos alumnos del Liceo Sacramentano retornaron, y otros doscientos alumnos más fueron recibidos en el Colegio Allan Kardec, surgiendo también nuevos profesores, como colaboradores de Eurípedes.

Los miércoles estaban enteramente consagrados al estudio de El Evangelio según el Espiritismo y El libro de los Espíritus, de Allan Kardec. Asistían a las clases los alumnos del Colegio y numerosos visitantes. Al final de la clase, en el instante de la oración de cierre, a veces, la voz de Eurípedes cambiaba de tono. Celina venía a traer unas palabras de estímulo de la propia madre de Jesús. Otras veces, comparecían Juana de Arco, Pablo de Tarso, Pedro, Felipe y otros discípulos del Cristo. El aspecto espiritual de la vida estaba siempre presente en la vivencia diaria de la escuela y en las clases específicas. Además de incluir la enseñanza de la Doctrina Espírita en el programa de estudios de la escuela, percibimos que no se trataba apenas de una enseñanza teórica, sino de una vivencia constante. Los alumnos, además de estudiar El Evangelio según el Espiritismo y El libro de los Espíritus, de Allan Kardec, iniciaban las clases de los miércoles con una oración, finalizándolas con la plegaria final y con la recepción de mensajes de Espíritus Superiores, todo eso estaba abierto a todos cuantos quisiesen participar de esas reuniones.

Según Corina, “esas clases despertaban tanto interés, que los alumnos del curso superior no se perdían las sesiones mediúmnicas, buscando enriquecer sus investigaciones con los conceptos emitidos por los Espíritus Benefactores”.

Ocurrían fenómenos mediúmnicos dentro del mismo salón de clases, cuando el profesor “se desprendía del cuerpo físico, transportándose en Espíritu hacia otros lugares, muchas veces distantes”. Corina también nos cuenta que Eurípedes desarrolló un amplio estudio sobre la evolución de la idea religiosa, a través de las civilizaciones… “desde el horizonte tribal con su mediumnismo primitivo hasta el horizonte espiritual con la mediumnidad positiva, abarcando el escenario del siglo XVI”. En estas clases, los alumnos “ansiaban por llegar a la época del Espiritismo”, a lo que Eurípedes respondía: “-Ya llegaremos, pero necesitaremos de un espacio de tiempo muy extenso para dedicarlo a los estudios de los principios fundamentales del Espiritismo”.

Ese estudio, muy a propósito, demostraba la evolución del pensamiento religioso del hombre, culminando con el Espiritismo que representa el retorno del Evangelio de Jesús al escenario pedagógico del Planeta, así como el currículo de una nueva etapa evolutiva de los seres humanos reencarnados aquí.

Entonces, ¿qué es Pedagogía Espírita?

–Es la ciencia y el arte de la educación, el proceso a través del cual se desarrolla el “germen” de la perfección, en lo íntimo de cada uno, como Espíritus inmortales que somos, hijos y herederos de Dios. Es el desenvolvimiento gradual y progresivo de las potencias del alma, a través del ejercicio del amor y del “conocimiento de sí mismo”, que hace germinar esa esencia Divina y dar los frutos del amor y de la sabiduría.

–Es el retorno del amor y de la verdad universal al escenario pedagógico de la humanidad a través del valor de expresar esa verdad sin prejuicios, sin medias verdades, como lo hizo Eurípedes Barsanulfo.

El conocimiento de la verdad universal es indispensable para el conocimiento de sí mismo y, por tanto, para el desarrollo de las cualidades interiores del alma, de las potencialidades del Espíritu.

En verdad, no existen dos pedagogías. Lo que llamamos Pedagogía Espírita, representa pues, la Pedagogía por excelencia, iluminada por los conocimientos que la Doctrina Espírita nos ofrece hoy. Sus raíces se remontan a los principios de la Humanidad y posee, en su retaguardia, mi llares de Espíritus, trabajadores del Cristo, en la iluminación intelectual y moral del Planeta.

La Pedagogía Espírita está presente hoy en la mente y en el corazón de los educadores que enfrentan todos los prejuicios por amor a la verdad, independiente del título de profesor, maestro o doctor, que son resquicios de la vanidad humana. Está presente en los jóvenes y adultos que laboran en la evangelización infantil y juvenil, que dan charlas en las casa Espíritas, que participan en los grupos de estudios, en las actividades asistenciales, ejercitando y ejemplificando el amor al prójimo. Está presente en el joven que actúa en el teatro, que canta y baila, haciendo del sublime arte, la escalera para su elevación como Espíritu.

La Casa Espírita representa hoy la Escuela Espírita en toda su sencillez, belleza y dinamismo espiritual, viviendo el amor, iluminando el corazón y la mente de los niños, de los jóvenes, de los adultos e incluso del Espíritu desencarnado, pues somos todos en esencia, Espíritus en evolución. No existe educación en su significado profundo, sin el ejercicio del amor y sin el conocimiento de sí mismo, o sea, sin que el educando se reconozca como un Espíritu inmortal, hijo de Dios, dotado del germen de la perfección, sujeto a las leyes de causa y efecto y, por tanto, responsable por sus pensamientos y actos, a nacer y renacer en un perfeccionamiento gradual, pero continuo, rumbo a la perfección. No existe educación espírita, si no se incluye en su currículo ese conocimiento libertador de la verdad espiritual de nuestras vidas, de esa verdad universal contenida en la Doctrina Espírita, como lo hizo Eurípedes Barsanulfo.

Auxiliar al Espíritu con la verdad absoluta de nuestra existencia espiritual es nuestra tarea prioritaria. Es nuestro compromiso con Jesús, con Kardec, con Eurípedes y con nuestra propia conciencia.

Walter Oliveira Alves

(1) Pedagogía es la “ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza” y “en general, lo que enseña y educa por doctrina o ejemplos”. (Diccionario de la Lengua Española, Vigésima segunda edición, Real Academia Española, 2001, p. 1160). Anuario Espirita 2015.


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CUIDAR EL CUERPO Y EL ESPÍRITU


     La perfección moral, ¿consiste en la maceración del cuerpo? Para resolver esta cuestión me apoyo en los principios elementales, y comienzo por demostrar la necesidad de cuidar el cuerpo, que, según las alternativas de salud y de enfermedad influye de una manera muy importante sobre el alma, que es preciso considerar como cautiva de la carne. Para que esta prisionera viva,
se divierta y conciba aun las ilusiones de la libertad, el cuerpo debe estar sano, dispuesto, vigoroso. Sigamos la comparación:
Helos, pues, a ambos, en perfecto estado, ¿qué deben hacer para mantener el equilibrio entre sus aptitudes y sus necesidades tan diferentes?
He aquí dos sistemas que se enfrentan: el de los ascetas, que quieren abatir el cuerpo y el de los materialistas, que quieren rebajar el alma; dos violencias, que son casi tan insensatas una como la otra. Al lado de esos grandes partidos hormiguea la numerosa tribu de los indiferentes, que sin convicción y sin  pasión, aman con tibieza y gozan con economía. ¿En dónde está pues, la sabiduría? ¿En dónde está, pues, la ciencia de vivir? En ninguna parte; y este gran problema quedaría enteramente por resolver, si el Espiritismo no viniese en ayuda de los investigadores demostrándoles las relaciones que existen entre el cuerpo y el alma, y diciendo que, puesto que son necesarios el uno a la otra, es preciso cuidarlos a ambos. Amad, pues, vuestra alma, pero cuidad también el cuerpo, instrumento del alma; desconocer las necesidades que están indicadas por la propia Naturaleza, es desconocer la ley de Dios.
No le castiguéis por las faltas que vuestro libre albedrío le ha hecho cometer y de las que tampoco tiene responsabilidad, como no la tiene el caballo mal dirigido, por los accidentes que causa. ¿Seréis,acaso, más perfectos, si martirizando vuestro cuerpo no sois menos egoístas, orgullosos y poco caritativos con vuestro prójimo? No;la perfección no consiste en esto; está enteramente en las reformas que haréis sufrir a vuestro Espíritu; doblegarlo, sometedlo,humillarle, mortificad le; éste es el medio de hacerle dócil a la
voluntad de Dios y el único que conduce a la perfección.

(GEORGES, ESPÍRITU PROTECTOR, París, 1863).

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   LA COMPASIÓN 
 
 La compasión es  un sentimiento que todos hemos sentido alguna vez. Llamamos compasión a la capacidad de sentirnos próximos al dolor de los demás y la voluntad de aliviar sus penas, pero a menudo somos incapaces de llevar a la práctica lo que nos proponemos, y esa hermosa palabra muere sin haber dado sus frutos.
 Compadécete de cuantos se encarcelan  en las redes abrasadas de la violencia.
A fin de prestarle auxilio, acuérdate de cultivar la paz, como quien se decide a socorrer a las víctimas de un incendio, usando comprensión y ternura.
Aquellos que  abandonan la órbita de la prudencia, cayendo en la agresividad exagerada, entran más tarde en cuadros patológicos de la locura. Y ya no saben lo que hacen.
Cuando estamos compadeciendo a alguien es que deseamos que no sufra,  y vienen a nuestra mente pensamientos  beneficiosos, y debemos procurar desarrollarlos en pro del bien.
Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir Es un sentimiento de responsabilidad, de preocupación por esa persona. Con el fin de desarrollar esta cercanía es necesario reflexionar sobre las virtudes implícitas en la alegría por el bienestar de los otros. Debemos llegar a ver la paz mental y la felicidad interna que se deriva de ello, al mismo tiempo que reconocemos las carencias que provienen del egoísmo y observamos cómo este nos induce a actuar de un modo poco virtuoso y cómo nuestra fortuna actual se basa en la explotación de aquellos que son menos afortunados.
Compadécete siempre.
Debemos trabajar para reconocer la dependencia que sufrimos de aquellos por quienes sentimos compasión. Este reconocimiento les acerca aún más a nosotros si cabe. Hace falta mantener la atención para ver a los demás a través de lentes libres de egoísmo. Es importante que nos esforcemos por distinguir el enorme impacto que los demás causan en nuestro bienestar. Cuando nos resistamos a dejarnos llevar por una visión del mundo centrada en nosotros mismos podremos sustituir esta visión por otra que incluya a todos los seres vivos, pero no debemos esperar que este cambio de actitud se produzca de forma repentina.

Tras las palabras candentes que te amargan, comúnmente existe un corazón avinagrado por la carencia de amor, suplicando apoyo afectivo.
En la retaguardia de esas caras contraídas, parecidas  a mascaras de odio despejando condenación, muchas veces se esconde el dolor de la criatura  que se ve sin fuerzas suficientes para soportar la molestia que carga en el propio cuerpo.
Y moviendo las manos que laten, sin pensar, casi, siempre, yacen sufrimientos ocultos o influencias obsesivas que las hacen desvariar.
Si te encuentras en el camino con semejantes enfermos del alma, bendícelos con  la oración muda y sigue adelante.
Cuando alguien consigue sentir esa gran compasión y la bondad que la acompaña, cuando su corazón se agita en pensamientos altruistas, puede emprender la tarea de liberar a todos los seres del sufrimiento que soportan en su existencia cíclica, el círculo vicioso de nacimiento, muerte y renacimiento del que todos somos prisioneros. El sufrimiento no se limita a nuestra situación actual.
Si te gritan en el rostro improperios e insultos, continua orando por ellos, nada repliques  y confíalos en pensamientos, a la Providencia Divina. Los agresores son hermanos  enfermos, en cuya alma la rebeldía instaló peligrosas tomadas  de ligación con las tinieblas que les atormenta la vida.
Ante ellos, recuerda la paz que el Señor te concede y entregarlos a la farmacia del Bien Eterno.

Delante de cualquier problema, el Cielo tiene soluciones que desconocemos.
Es por eso que Jesús proclamo en el Sermón del Monte: “Bien aventurados los misericordiosos porque encontraran misericordia, ante las Leyes de Dios.
La compasión nos permite evitar el pensamiento egocéntrico. Experimentamos una gran alegría y nunca caemos en el extremo de buscar solo nuestra felicidad o salvación personales. Luchamos a todas horas para desarrollar y perfeccionar nuestra virtud y nuestra sabiduría. Con ese nivel de compasión, llegaremos a poseer todas las condiciones necesarias para alcanzar la iluminación. Por lo tanto, la compasión debe ser nuestro objetivo desde el inicio del viaje espiritual.
 No hay ninguna receta mágica que haga brotar la compasión o la bondad; hay que dar forma a nuestra mente de manera hábil, y con paciencia y perseverancia veremos cómo crece nuestra preocupación por el bienestar de los otros.
- Merchita-
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         LA MUERTE NOS LLEGARÁ, ¿ Y LUEGO QUÉ ? 
Muchas personas después del desencarne permanecen aquí mismo en la costra de la Tierra, en los ambientes donde vivieron. Otros consiguen “desligarse” y son llevados o atraídos para regiones espirituales compatibles con su evolución y merecimiento. De esa forma, en cuanto algunos siguen para regiones o franjas vibratorias más altas, otras quedan en la Tierra o van para zonas del umbral y hasta mismo de las tinieblas. El umbral, o los umbrales son regiones espirituales más cercanas a la costra de la Tierra, donde se localizan espíritus más atrasados o que no merecen elevarse a franjas más altas por causa de sus culpas y/u omisiones durante la vida. Son zonas de sufrimientos, desequilibrios y aflicciones; algo semejante al purgatorio del concepto católico. Las tinieblas, por lo que informan algunos espíritus, son zonas aun mas “bajas” y tenebrosas, de las cuales poca noticia se tiene. Pero la permanencia de los espíritus en las regiones de sufrimiento no es eterna. Siempre que alguno de ellos, sinceramente arrepentido de sus actos, pida ayuda a Dios, acaba siendo ayudado por las falanges de espíritus que trabajan en aquellas zonas de purgación, en nombre del amor. En el umbral existen infinidad de esas instituciones que dan atendimiento a espíritus que se desviaron del bien, o que no quisieron vivir, cuando estaban en la Tierra, el gran mandamiento: “Ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo” La gran parte de los sueños refleja nuestra vivencia en la dimensión espiritual, cuando, al dormir, salimos del cuerpo carnal, aunque permanezcamos unidos a el por filamentos fluídicos, conocidos como el “cordón de plata” Hay varios tipos de sueños. Hay aquellos en que estamos fluctuando sobre el cuerpo físico, sumergidos en las imágenes del subconsciente o del inconsciente, viendo acontecimientos recientes y hasta escenas de vidas pasadas. Esas imágenes generan sueños que, generalmente, nos parecen sin sentido y hasta absurdos. Hay los sueños producidos por las andanzas en el mundo espiritual. En esas andanzas nuestra unión con la materia no nos permite mucha lucidez. Por eso, mucho de lo que vemos, nuestra mente unida al cerebro carnal, lo interpreta de forma distorsionada. También al despertarnos, cuando el cerebro del cuerpo espiritual se yuxtapone al carnal, las imágenes que trae en la memoria se recodifican en los archivos del cerebro carnal. Esto porque las condiciones espirituales son dimensionalmente diferentes de las materiales. Por eso los sueños que recordamos, son casi siempre extraños y hasta mismo absurdos. Pero hay también aquellos sueños producidos por los espíritus, buenos o malos, que nos quieren pasar alguna idea, avisos, orientaciones o desean perturbarnos. Muchas personas igualmente son llevadas a participar de encuentros, cursos, conferencias y mismo de actividades en el mundo espiritual durante el sueño. En la mayoría de los casos ningún recuerdo guardan al despertar. Como se puede ver, esa otra dimensión no es un lugar de reposo eterno, sino un universo paralelo al nuestro, donde la vida se desarrolla con infinitas posibilidades de aprendizaje y progreso, mucho más allá de los límites de nuestra comprensión. Cuando comenzamos a tomar consciencia de los potenciales de nuestra mente, percibimos que también somos capaces de dominarla, de forma para crear y mantener los estados de espíritu que deseamos, a pesar de los circunstantes y de las circunstancias. Sugerencia: Siempre que se acuerde (procurar de acordarse siempre) imprimir en sí mismo un sentimiento de fraternidad y de felicidad.
- El exmonje renovado-
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