martes, 19 de enero de 2016

La relación de Causa y Efecto


                                                               

EL ORGULLO COMO PERDICIÓN DEL ESPIRITA


 Muchos centros espiritistas han fracasado por el orgullo.
Sin darnos cuenta, llevamos un gusanillo dentro de nosotros, al que vamos animando cada vez más, hasta que llegamos a perder el control.
Cuando un hermano nuestro da señales de ser un médium, todos le damos ánimos, le apoyamos para que se desarrolle; comienza a darnos unas comunicaciones satisfactorias y lógicas, pero que siempre las debemos de analizar. Un día, no está en condiciones de recibir a entidades superiores, y sin darse cuenta, piensa que si no puede decir nada, qué opinarán los demás. No sólo eso, sino que aquí viene la segunda parte, la de los hermanos del grupo: ¿cómo es que hoy no se han comunicado por ti? Ahí sale el gusanillo…
El médium se siente un poco defraudado y abre las puertas de su materia, y como no podernos ignorar que siempre alrededor nuestro hay hermanos con ganas de entrar por esas puertas, que no les pertenecen, nos dan un concierto muy agradable y nos llena; porque esos seres nos dan bienestar y muchas satisfacciones, diciendo que somos buenos y que sabemos más que los otros.
¿Y por qué no rechazamos nosotros esas comunicaciones que se identifican como las de San o San . . . . . . . . . ? Hermanos, creo en el refrán «quien bien te quiere te hará llorar”.
Pensemos que estamos en un planeta en evolución y necesitamos más consejos que alabanzas.
El espiritista tiene mucha responsabilidad, y si no intentamos erradicar el orgullo, tendremos muchos fracasos en los grupos espiritistas. Creo que nosotros podemos matar ese gusanillo del orgullo, porque cuando un hermano nuestro hace un mérito, para la doctrina o para lo que sea, no se le tiene que alabar tanto, porque no le estamos beneficiando, sino perjudicando, y lo estamos encerrando en esa envoltura del orgullo.
Cuando él haya hecho un mérito, es porque antes lo dejó por hacer y lleva un retraso en su carrera. No se le puede aplaudir al último de la carrera y por aquí, fallamos todos por lo general.
Damos una imagen del espiritismo no muy recomendable. Muchos grupos fracasan por los motivos más o menos explicados. Nosotros no podemos ignorarlos y tenemos que evitarlos. ¿De qué manera? Muy sencillo, no dando importancia a lo que hacemos. Cuando lo hagamos, pensemos que eso no es todo, que podemos hacer más y mucho mejor.
Nos debemos de mentalizar, que en un grupo espiritista no hay ni primero ni último. No obstante, siempre en los grupos tiene que haber portavoces, como es lógico, pero no jerarquías, porque entonces nos vemos envueltos por el orgullo.
Los grupos que crean que tienen seres de alta categoría y que siempre están con ellos, que piensen que en la Tierra, hay millares de grupos espíritas y que funcionan a veces, a la misma hora. Por tanto ese espíritu, es imposible que a la misma hora esté en tantos sitios al mismo tiempo. Quiero aclarar este asunto. Sabemos que un espíritu muy elevado, puede dar fluido a muchos grupos a la vez, pero no comunicarse más que en un sólo grupo en concreto.
Hermanos, se ha celebrado este Congreso para poder conocernos los espiritistas españoles y de esta manera, todos aprender y enseñar. Consideremos que a los espiritistas nos tienen catalogados con una mala imagen, debido entre otras cosas, al orgullo.
Nosotros podemos y debemos quitar esa imagen que tiene el espiritismo español. Con nuestro ejemplo y sin interés material, poniendo lo que cada uno sabe, sin importarnos lo que la gente diga de nosotros; que vean que el espiritismo español no se «comercializa»; que todos somos conscientes de lo que hacemos y de lo que pretendemos, “SOLO EL BIEN DE LA DOCTRINA Y EL BIEN DE A HUMANIDAD”, para que la humanidad sepa por qué viene y dónde va.

                GRUPO FRATERNIDAD HUMANA TARRASA

Tomado del Congreso Nacional de Espiritismo 1981
Publicación De La Asociación Parapsicològica
Villenense

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El tener una mente abierta, nos lleva a poder sentir mas amor hacia nosotros y los demas. Porque nos libera para poder aceptar a todas las personas tal como son, disfrutando y aprendiendo de sus diferencias.
- Mercy Ingaro -
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EL COMPORTAMIENTO NEURÓTICO



 El gran pensador espírita Herminio Correa de Miranda, en el excepcional libro La Memoria y el Tiempo, así describe la memoria:
" es un receptáculo de ideas que en algún tiempo fueron allí depositadas y que pueden, con relativa facilidad y presteza, ser recuperadas o retiradas. Diríamos con la terminología de la moderna informática que la memoria es un banco de datos. La expresión presupone la idea de un registro o grabación y una clasificación ordenada, permanentemente abierta a consulta, con respuestas, la mayoría de las veces instantáneas".

El registro a que alude Herminio Miranda realmente representa una clasificación ordenada, conforme se desprende de la cuestión trescientos ocho(1) de El Libro de los Espíritus.

"no se recuerda de una  manera absoluta de todos los actos, se recuerda de los actos en razón de la influencia que tiene sobre su estado presente."
Se deduce entonces, que la memoria es atributo del espíritu inmortal con participación activa en su conciencia y no debemos olvidar que en la consciencia es donde está escrita la Ley de Dios, según nos enseña la cuestión seiscientos veintiuna.

Al agredir la Ley Divina, promovemos un archivamiento en la consciencia de aquello que podríamos llamar " paquete de energía psíquica" en desajuste con la Ley, por tanto fuera de sintonía, que reclamará una solución para que el equilibrio se establezca en lo íntimo del espíritu, lo que se dará en mayor o menor tiempo, siempre de acuerdo con la Justicia Divina.

En la primera parte del capítulo siete del libro El Cielo y el Infierno, Allan Kardec nos esclarece: - "Toda falta cometida, todo mal realizado, es una deuda contraida que deberá ser pagada; si no fuese en una existencia, lo será en la siguiente o siguientes, porque todas las existencias son solidarias entre sí. Aquel que se quita en una existencia no tendrá necesidad de pagar una segunda vez".
Eso ocurre a despecho de todo olvido del pasado espiritual, que es de la voluntad Divina, conforme se observa en la cuestión trescientos noventa y dos:
" ¿ Por qué el espíritu encarnado pierde el recuerdo de su pasado?
- El hombre no puede ni debe saber todo. Dios en Su sabiduría lo quiere así. Sin el velo que le cubre ciertas cosas, el hombre quedaría deslumbrado, como aquel que pasa sin transición de la oscuridad para la luz. El olvido del pasado le hace sentirse más señor de sí."
Respecto a las desarmonías implantadas en la consciencia del espíritu, la Benefactora Joanna de Angelis, por la psicografía de Divaldo Pereira Franco, en el Libro del Hombre Integral, nos esclarece:
 " Productos del inconsciente profundo, se manifestarán como comportamientos neuróticos, los factores psicogénicos tienen sus raices en la conducta del propio paciente en reencarnaciones pasadas, en las cuales de desarmonizó interiormente. Si fuese mediante conflictos de consciencia o resultados de acciones innobles, los mecanismos propiciadores de rehabilitación íntima, imprimen en el inconsciente actual las matrices que se exteriorizan como disociaciones y fragmentaciones de personalidad, alucinaciones, neurosis y psicosis.
Instaladas en el indivíduo, esas causas endógenas se asocian a otras, de naturaleza exógena, tornándose disgregadoras de la individualidad victimada por las presiones que experimenta.

    Las presiones de cualquier naturaleza son decisivas para establecer el clima comportamental de la criatura."

Resultan, por tanto, de los errores cometidos en el pasado y del modo de vida en el presente, ls disturbios comportamentales de la criatura humana, y la Benefactora encierra sus observaciones al respecto diciendo que:
"Los comportamientos neuróticos son desgastantes, extrapolando los límites de las resistencias orgánicas, que pasan a somatizarlas abriendo el campo para varias enfermedades que podrian ser evitadas."

En esa misma obra, Joanna de Angelis nos presenta la solución:
" El amor es el antídoto más eficaz contra cualquier mal.  Actúa en las causas y altera las manifestaciones, cambiando la estructura de los contenidos negativos cuando estos se exteriorizan.

....instaura la paz e irradia la confianza, promueve la no violencia y establece la fraternidad que une y solidariza a los hombres, unos con los otros, anulando las distancias y las sospechas. 
Es el más poderoso vín con la Causa Generadora de Vida.
Es el motor que conduce a la acción bondadosa, desdoblando el sentimiento de generosidad, al mismo tiempo que estimulando la paciencia.

Con eso podemos hacer un paralelo a la recomendación del Apostol Pedro, conforme el versículo ocho del capítulo cuatro de su Primera Epístola:
 "Pero sobre tdo, tener ardiente amor de los unos para con los otros, porque el amor cubrirá a multitud de pecados."

Como la aplicación del amor es la práctica del bien, y el bien es prescripción Divina, cuanto más se practica, más se tranquiliza la conciencia, elimin ando paulatinamente la presión provocada por los errores, disminuyendo en consecuencia, los disturbios comportamentales y aumentando la percepción de la felicidad posible de ser alcanzada en la Tierra.

¡ Pensemos en eso!

Referencia:
(1) Todas las cuestiones citadas en el presente articulo son de El Libro de los Espíritus.
Antônio Carlos Navarro  es miembro de la Red Amigo Espírita, estudioso y conferenciante espírita. Trabajador del Centro Espírita Francisco Cândido Xavier en San José de Rio Preto - SP.





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 LA RELACIÓN DE CAUSA Y 

EFECTO

 En lo relativo  a la cuestión de las pruebas y expiaciones según El Libro de los Espíritus, ampliemos la reflexión sobre el tema de la relación de causa y efecto cuya fórmula dejó Allan Kardec: “Todo efecto tiene una causa. Todo efecto inteligente tiene una causa inteligente. El poder de la causa inteligente está en razón del tamaño del efecto”. Esta máxima vale en cuanto a la afirmación de una fuerza divina en el origen de todas las cosas, pero sirve igualmente de hilo conductor al pensamiento kardecista respecto a la ley de causalidad en la vida del ser reencarnado, aun cuando ya no esté en el registro del tamaño de una inteligencia divina. Estamos esta vez en el corazón del ser humano dependiente de su progreso de vida y heredero de sus anteriores existencias. Si tuviéramos toda la memoria del pasado (que puede existir más allá pero no aquí) podríamos desenrollar la madeja de todos los eventos que han construido nuestra personalidad desde hace muchas vidas. Sabríamos por qué y cómo se han desarrollado las afinidades y antipatías con aquellos que hemos encontrado en esta vida en diversos grados de relación. Tendríamos acceso así a diferentes causas profundas y remotas que pueden estar en el origen de nuestras realidades vividas hoy. Ese conocimiento no nos es dado en estado consciente, pero sabemos que nada se debe al azar y que con frecuencia los encuentros son resultado de la necesidad de encontrarse. Allí tenemos ya una relación de causa y efecto: encontrar inconscientemente a aquellos con quienes habíamos decidido vivir, ya sea en buenas o malas condiciones, para cumplir la ley de evolución tanto individual como colectiva. Dicho esto, respecto al reencuentro con los seres queridos o por el contrario con los enemigos de ayer, ¿llega la relación de causa y efecto hasta la terrible ley del talión, según la cual sería necesario sufrir a su vez lo que se ha hecho sufrir anteriormente? En otras palabras, ¿habría que pagar las deudas kármicas según un principio expiatorio donde fuera preciso sufrir punto por punto todos los sufrimientos que se ha podido hacer soportar a los demás en una o muchas vidas anteriores? Es lo que dirán algunos, incluidos algunos medios espíritas conservadores. Esta concepción simplista ha sido atacada frontalmente desde hace tiempo por los espíritas progresistas, a partir de una reflexión más amplia sobre las realidades de la naturaleza humana y sobre las complejidades de la vida en sociedad que no pueden resumirse en consecuencias directas de vidas anteriores. Y luego, por los testimonios de los espíritus desencarnados, se ha podido comprender mejor la evolución reencarnacionista dentro de una relación de causa y efecto que se aleja de estas concepciones demasiado simplistas. En el curso de las primeras encarnaciones terrenales, el ser más primitivo se busca todavía en su identidad que se construye. Pasa por fases de inferioridad que pueden llevarlo a todos los excesos del mal dominante o criminal. Y así, puede recaer durante muchas vidas en los mismos extravíos antes de medir el peso de sus errores en un primer relámpago de conciencia. Eso ya significa que el criminal no es castigado inmediatamente por sus faltas con un doloroso más allá, pues al reencarnar de manera instintiva, recobra sus impulsos que podrán expresarse de nuevo en la siguiente vida. No sufre pues una expiación particular sino que se vuelve a encontrar en la continuidad de lo que es, con riesgo de renovar sus fechorías, puesto que su personalidad no ha cambiado fundamentalmente de una vida a otra y además, no ha alcanzado conciencia de su más allá como para hacer el balance de su estado espiritual. Si en cambio tal espíritu ha podido ser liberado de su turbación, ayudado por la oración o por la liberación espírita, la situación es diferente, puesto que, obligado a mirarse de frente, ese espíritu conoce entonces el dolor de lo que él es, dentro de un terrible remordimiento sobre el que esta vez, no temamos decir, la palabra expiación, por lo menos en lo que se refiere a su penosa toma de conciencia en el más allá. Pero, eso no significa necesariamente que la siguiente vida será de carácter expiatorio: podrá, o bien recaer en sus hábitos anteriores, o en el mejor de los casos tener chispazos de lucidez sobre sí mismo para comenzar una vida diferente, que repare las anteriores. Tal es el proceso de los comienzos de una lenta evolución hacia una parte de conciencia más grande. En la etapa siguiente, donde el espíritu se reconoce mejor en su travesía del más allá entre cada vida, se convierte progresivamente en el responsable de su futura encarnación con la ayuda de su guía y de otros espíritus. Más consciente de lo que es y de lo que debe, vive lo que es capaz de vivir en su más allá y cuando siente la necesidad, considera una nueva encarnación y decide entonces los grandes lineamientos y encuentros futuros que desea, para proseguir su progreso con los que ya ha conocido y querido en otras vidas. Si se habla entonces de relación de causa y efecto, será para cada espíritu el hecho 3 de encontrarse tal y como es, con su personalidad imperfecta, en una nueva situación de vida, con otros que a menudo ha conocido anteriormente para seguir el camino, para eventualmente reparar las faltas anteriores, pero sobre todo para aprender a amar mejor, para aprender también con el pasar del tiempo, el perdón y la reconciliación. La antipatía de una vida puede convertirse en simpatía en una vida siguiente; mejor aún, el odio debe transformarse en amor el día en que cada uno reconozca para lo que ha regresado. En este lento proceso que se extiende a través de muchas vidas, muchos conflictos pueden perdurar, muchas oposiciones pueden renovarse, y sin embargo se tratará de encontrarse al final en una relación convertida en armoniosa. ¿Justificar el sufrimiento? El sufrimiento no es un mal necesario, sino una realidad inherente a la inferioridad general del planeta. Por esa razón, un espíritu superior reencarnado puede sufrir tanto como un espíritu inferior. El uno sufre por su falta de amor, el otro por la dificultad de expresar su verdad que puede convertirse en objeto de persecución. Si se partiera del principio de que el sufrimiento es el estricto resultado de nuestras faltas anteriores, ¿qué debería decirse de los espíritus superiores que, por el don de su persona a través de su misión terrenal, son confrontados a grandes sufrimientos? Un día me dijeron que si Jesús había muerto en la agonía que se sabe, es porque aún debía quedar en lo profundo de alguna remota vida anterior como un resto de su karma que no había sido definitivamente cancelado. He aquí una forma dudosa de concebir la relación de causa y efecto, cuando es mucho más simple decir: Jesús se había impuesto por misión traer una verdad divina para liberar la conciencia humana, perturbando por lo mismo los poderes instituidos, y eso no podía acabar de otra manera, es obvio que quien conduce su lucha sin apartarse nunca de su ideal, tiene muy poca oportunidad de terminar su vida en su cama… y muchos otros ejemplos en la historia lo demuestran. No hay pues que justificar ninguna deuda kármica, sino considerar las cosas a partir del sentido común: un espíritu que quiere aportar una forma de verdad a una humanidad poco evolucionada, se expone a todos los peligros para la integridad física de su persona. La causa primera de una persecución, es entonces la voluntad y el amor de un espíritu encarnado. Y esta causa conduce a la consecuencia previsible para él, de pagar su audacia con su propia vida. No hay misterio en la circunstancia: la lucha por el amor al prójimo nunca ha carecido de riesgo y se tiene allí la perfecta ilustración de la relación de causa a efecto, sin ir a buscar más lejos no conocemos ninguna justificación de orden kármico. 

 Luchar contra el sufrimiento 
La antigua noción de karma punitivo implicaría la idea de una resignación total ante la adversidad, en una relación de causa a efecto que sería ineluctable y como escrita por adelantado. En la que no habría ninguna perspectiva de lucha emancipadora que fuera provechosa para la humanidad. En este sentido (y según lo que ya he oído en nuestros medios más conservadores), sería necesario a pesar de todo hacer el bien para nuestra propia evolución, pero no obstante, el que recibe nuestro amor no avanzará más porque sus deudas kármicas se le pegarán a la piel hasta que haya “pagado su deuda” mediante sus propios sufrimientos contra los que no podemos hacer nada… Entonces, según esta idea, ¡el amor es un beneficio para el que lo da pero no sirve de nada al que lo recibe! ¿Se puede aceptar decentemente tal caricatura de la ley divina? No, por supuesto, porque eso sería verdaderamente rebajar la justicia divina a nuestras pobres concepciones de la justicia humana que, con mucha frecuencia, está privada de todo sentido de perdón y de amor al prójimo. En realidad, el espíritu debe ser considerado en toda su complejidad existencial, y cada uno de nosotros lo sabe muy bien, por vivir en ambivalencias de toda clase en el plano de las faltas a la moral que a todos nos conciernen más o menos. Se trata de nuestra condición humana que en diversos grados no está libre de orgullo y egoísmo; se trata por ejemplo de lo que podríamos hacer y que, sin duda, no tenemos el coraje ni la voluntad de hacer. Y como se dice en religión, se puede pecar por omisión, dicho de otra manera, no actuar según nuestro deber altruista cada vez que tenemos la ocasión. Eso significa simplemente que en la curva de la evolución, entre el espíritu primario y el espíritu superior, hay todo un progreso de vidas que no debe reducirse a un recorrido de errores por expiar. Las vidas se suman unas a otras, entre el descubrimiento y la toma de conciencia, en el desarrollo de un sentido moral, en la experiencia humana bajo todos sus aspectos, y es en la complejidad donde el espíritu avanza frente a sus propias contradicciones, impulsado por lo que está en el fondo de él, a saber, una chispa divina inherente a su ontología, chispa que acaba por surgir en algún momento de su evolución. Entonces hablamos más bien de una trayectoria ascendente, donde el espíritu que se reconoce a sí mismo, aprende a reconocer al otro en su particularidad, sabiendo que ese otro también aprende el reconocimiento mutuo. Y de allí, se llega inexorablemente a considerar, no ya la unidad sino el conjunto, es decir, una sociedad que se construye a partir de individualidades reunidas en una convergencia comunitaria, cultural o ciudadana. Se crean así entidades sociales que con  demasiada frecuencia se oponen entre ellas, ya sean comunidades, etnias o Estados, por razones de supremacía o de conflicto de intereses. A ese nivel uno ya no puede contentarse con explicaciones sobre pruebas individuales, sino que debe considerar al colectivo a nivel de responsabilidades diversas, midiendo siempre la noción de poder y en el mejor de los casos la noción de participación colectiva cuando una entidad estatal u otra se ha vuelto democrática. En la fase de entidad social, sería ridículo hacer intervenir formas de pruebas colectivas, como si las víctimas expiatorias se hubieran reunido en una misma comarca para sufrir una suerte común e idéntica. Es más simple referirse a la ley de causa y efecto. Y en este punto, las causas y los efectos son fácilmente analizables, cuando se estudian los fenómenos sociales, culturales y de civilización, mirando el encadenamiento de eventos que nunca tienen nada de fortuitos. En materia de espiritualidad, incluso de espiritismo, con demasiada frecuencia se ha insistido en el individuo ante su destino, y considerado aisladamente, aun cuando el individuo es ante todo interdependiente de su medio cultural y social, asumiendo su evolución en un contexto que es resultado de la historia. Entonces si uno quiere analizar correctamente la relación de causa a efecto, no puede limitarse al recorrido particular de cada espíritu reencarnado que asume su propia evolución. Hace falta integrar igualmente ese recorrido dentro de la evolución general de las civilizaciones edificadas con el pasar del tiempo, y con nuestra participación, cualquiera que ésta sea, en el transcurso de nuestras vidas anteriores.

 por JACQUES PECCATTE-  EDITORIAL 2 LA REVISTA ESPIRITA N° 83 ENERO 2011

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PSICOQUINESIA ESPONTÁNEA 

por KARINE CHATEIGNER 

TESTIMONIO Jean-Pierre Girard Uri Geller LA REVISTA ESPIRITA N° 83 ENERO 2011 


Transformar las moléculas de la materia es un acto posible. Esta transformación de la materia bajo una influencia mental lleva el nombre de psicoquinesia. La psicoquinesia o telequinesia no es una facultad de orden mediúmnico, es inherente al espíritu encarnado y se adiestra.
    En nuestra época, los psicoquinesistas más mediatizados fueron, y siguen siendo, Jean-Pierre Girard y Uri Geller. ¿Son impostores, ilusionistas, o poseen una verdadera facultad? En este ámbito, como en otros, el hombre aborda una tesis y su contraria según sus ideas, sus a priori, a veces según sus conocimientos y su examen. Tanto Uri Geller como JeanPierre Girard han sido pillados en fraude, lo cual ha desacreditado el conjunto de su trayectoria cuando incontestablemente numerosas experiencias han tenido éxito sin ilusión. 
    Para estos sujetos “psi” o para los sujetos “médiums”, las condiciones de experimentación son de extrema importancia. Estos hombres, a veces solicitados como ratones de laboratorio, a menudo demasiado cuestionados, demasiado criticados, en ciertas ocasiones han abandonado su rigor experimental forzando las cosas, lo cual no pone en duda la realidad del fenómeno. La fabricación de vino adulterado no excluye la realidad del buen vino, así como la fabricación de billetes falsos no excluye a los verdaderos. La prueba de ello es que durante la presencia en la televisión de Jean-Pierre Girard o de Uri Geller, se han producido múltiples fenómenos psicoquinéticos entre los telespectadores: llaves, cucharas que se tuercen, despertadores que se vuelven a poner en marcha, etc. 
    Estos hechos también se produjeron en el domicilio de espíritas y en este caso en mi domicilio para la época. He aquí los hechos: cómodamente instalados delante de nuestro aparato de televisión, seguíamos con gran atención las experiencias emprendidas por Uri Geller. El clima era de ironía y Uri Geller experimentaba cierta dificultad para concentrarse y trabajar en ese escenario refractario. Sin embargo, fueron realizadas varias experiencias concluyentes. Al comienzo del programa se había hecho la invitación a los televidentes y cada uno podía intentar el experimento en su casa tomando un objeto, sugiriéndole que se torciera. Fue lo que hicimos y dos de nosotros, de los que yo formaba parte, seguíamos aquel desarrollo experimental sosteniendo concienzudamente en la mano una pequeña cucharita y alentándola regularmente la torsión. No se produjo nada y estábamos algo decepcionadas. 
     Ya tocando a su fin el programa, me levanté para ir a buscar una bebida. Al querer tomar el destapador que se encontraba en una gaveta, comprobé que esta última ofrecía cierta resistencia a abrirse. De naturaleza poco paciente,tiré entonces bruscamente. La gaveta cedió y se abrió. Entonces, descubrí, con una mezcla de sorpresa y alegría, que quince de las pequeñas cucharitas estaban dobladas en ángulo recto. Llamé enseguida a mis amigos para comprobar los hechos. Todo efecto tiene una causa pero no comprendíamos por qué, mientras nosotras nos habíamos ensañado con nuestras pequeñas cucharitas, cada una prisionera en nuestras manos, por qué ésas habían quedado bien derechas, mientras que otras se habían doblado sin nuestra voluntad.

       Por ser al mismo tiempo espíritas, pensamos entonces, tanto más por cuanto estaban presentes dos médiums, que los espíritus estaban en el origen de este fenó- meno. Por otra parte lo encontramos muy divertido y es la razón por la que repetimos la experiencia. Retomando en las manos nuestras arrogantes cucharitas, participamos de nuevo por medio del pensamiento proyectando la torsión o el plegado del objeto; como siempre, nada visible entre nuestras manos pero de nuevo, cuatro cucharitas dobladas en la gaveta. Entonces, no satisfechas con una suposición o una hipótesis, poniendo en escena la participación del más allá, decidimos requerir al espíritu para conocer la explicación. He aquí lo que se nos respondió por escritura por el espíritu Thomas Edison: 
     - “Queridos amigos espíritas, no son los desencarnados los que originan la torsión de sus cucharitas, sino ustedes. Quiero decir más precisamente a Karine y Michèle que, pensando sinceramente en torcer el objeto que estaba entre sus dedos, produjeron inconscientemente un efecto psicoquinético sobre objetos de la misma naturaleza. Si ese experimento hubiera durado más tiempo, todos los metales de sus cubiertos hubieran sufrido la misma torsión. Se trata de un efecto natural. A esta hora, sus ondas cerebrales exteriorizadas todavía pueden ser localizadas en la gaveta del aparador de la cocina. Su consciente ha pensado el material que tocaba, su inconsciente se ha puesto automáticamente en relación con la naturaleza de este material y su localización en su vivienda”. 

Extracto del libro Entre cielo y tierra - Karine Chateigner

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