Hoy presentamos :
- Sentimientos y sentimentalismos
- Cambiando los puntos de vista habituales
- A los médiums
- Tus dificultades
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SENTIMIENTOS Y SENTIMENTALISMOS
Al descubrir lo positivo que resulta ofrecer ayuda a los demás, nuestros valores morales se van sensibilizando, y nos encontramos motivados a seguir pensando y viviendo inspirados por esos sentimientos altruistas. Sin embargo, dejarse llevar únicamente por el sentimiento puede resultar contraproducente y causar el efecto contrario al deseado: perjudicar a los demás en vez de ayudarles.
Aquí es donde pasamos a confundir el sentimiento con el sentimentalismo. El primer concepto es positivo, porque nos permite desarrollar esos valores humanos que todos llevamos dentro, es decir esas cualidades que nos permiten valorar a los demás, sus necesidades, sentimientos, comportamiento y aspiraciones, y no permanecer indiferentes ante los problemas o dificultades que pueden estar atravesando. Por el contrario, si nos dejamos llevar por una emoción desmedida y no la controlamos a tiempo, correremos el riesgo de acudir al sentimentalismo, de afectarnos en exceso por los problemas ajenos, o de caer en un estado desmedido de pena y desconsuelo por lo que a otros les ocurre, y por tanto no encontrarnos en disposición de ofrecerles el apoyo o ánimo que precisan.
La melancolía y la depresión pueden hacer mella al sentimental, sobre todo si no comprende el porqué de los males que bien a él o a otros le aquejan; y por si fuera poco, también puede llegar a sentirse angustiado y rebelde al comprobar que es difícil solucionar esos problemas (generalmente ajenos) los cuales desearíamos que nunca hubieran aparecido.
La principal causa que puede conducirnos al sentimentalismo hemos de buscarla en la interpretación de la palabra “ayudar”. Cuando ofrecemos ayuda a alguien queremos observar los resultados al instante, bien sea porque haya admitido y puesto en práctica nuestros consejos o porque sus problemas se le resuelvan rápidamente. No tenemos la paciencia suficiente para esperar a que poco a poco se consiga llegar a la solución, y nos olvidamos de que ese proceso ha de ser la otra persona quien libre y voluntariamente lo realice, porque nosotros no podremos afrontar por ella esas dificultades.
Ayudar no consiste únicamente en dar a los demás lo que ellos esperan o desean de nosotros, en ocasiones hay consejos que quizás pueden no gustarles, pero hay que dárselos, a pesar de que renieguen de nuestra amistad o se rebelen. El día de mañana, si son sinceros consigo mismos, comprenderán por qué actuamos así en aquella circunstancia.
Recordemos que ayudar en un momento dado a alguien no significa que seamos mejores o superiores a él, no hemos de albergar ese pensamiento en nuestro interior, porque de otro modo nuestros sentimientos, cuando demos ese apoyo, no serán limpios, no actuaremos porque los demás lo necesiten sino para sentirnos por encima de ellos, mas como un estímulo para nuestro orgullo y vanidad que por el puro deseo de ser útiles a los demás.
En ocasiones, resulta difícil que los demás puedan demostrarnos que desean servirnos de apoyo, sobre todo cuando podemos malinterpretar los consejos que nos dan o su aparente indiferencia ante nuestros problemas. En estos casos ha de ser el tiempo el que nos ayudará a valorar sus verdaderas intenciones y la amistad sincera que nos han brindado.
Son muchas las circunstancias que nos pueden conducir al sentimentalismo. Una de ellas es a causa del comportamiento de ciertas personas que considerábamos buenos amigos y que el tiempo se ha encargado de demostrar que únicamente se servían de nuestra amistad de forma egoísta; circunstancia que podría repercutir en nuestro interior a varios niveles, en primer lugar, sin comprender por qué esa persona ha actuado de esa forma, y después al sufrir más de lo debido por la situación en la que se pueda encontrar.
Si nos encontramos atravesando alguna dificultad o prueba, desearíamos encontrar a alguien que, sin verse afectado por el mismo sufrimiento que a nosotros nos aqueja, supiera ofrecernos una solución adecuada, sin esos sentimentalismos que empeoran las cosas, dado que únicamente nos sirven para autocompadecernos, sino más bien dándonos esos consejos que aunque en un primer momento nos “duelan” o nos hagan “rebelarnos” ante el dolor físico o moral, nos ayuden a ser humildes y a reconocer nuestros errores, y permitan orientarnos con firmeza hacia la recuperación del ánimo perdido, la confianza en nuestras posibilidades internas y la fe en la Justicia Divina.
El refranero popular español tiene una máxima que nos aclara lo anterior: “quien bien te quiere te hará llorar”. Es decir, que en realidad un verdadero amigo no está para “regalarnos el oído”, para adularnos en todo lo que hacemos, sino más bien para advertirnos de aquellas cosas que no nos convienen, de los errores que cometemos y darnos el suficiente apoyo para que solucionemos esos problemas internos que son en realidad los causantes de todas las dificultades externas que nos depara la vida. No significa que nos vayan a enjuiciar o a actuar con dureza y sin contemplaciones con nosotros. No confundamos los términos y analicemos los verdaderos sentimientos e intenciones que nos mueven en todos nuestros actos.
Los verdaderos sentimientos que albergamos en nuestro interior no siempre sabemos o podemos manifestarlos abiertamente a nuestro alrededor; hemos de saber el momento más conveniente, la respuesta que los demás nos van a dar, y actuar en consecuencia. Sin embargo, el fondo, la intención, ha de ser siempre positiva, sin apariencias ni engaños. Por esa razón, y para nuestro autoconocimiento, hemos de formularnos preguntas tales como: ¿en qué posición me encuentro o siento con respecto a los demás?, ¿me creo superior a ellos y pienso en que únicamente debo de ayudar, pero nunca en recibir ayuda, y por ello actúo con cierta prepotencia y dureza?, ¿me considero inferior e intento, desesperadamente, simular o aparentar unos sentimientos y comportamientos que no son reales para dar una imagen de superioridad?
Nuestro comportamiento además de estar regido por la honestidad y sinceridad con uno mismo y con los demás, debe acogerse al altruismo y el respeto hacia nuestros semejantes. Sin embargo, tengamos presente que si deseamos ayudar, hemos de hacerlo lo mejor posible, y para ello hay que valorar las necesidades que tienen los demás, no caer en sentimentalismos, y tampoco en la dureza ni en el frío razonamiento, pues así enjuiciaremos a los demás, impidiendo que afloren los verdaderos sentimientos de ayuda, que sí son positivos y que hemos de fomentar al máximo a nuestro alrededor.
F.M.B.
-Redacción Revista Amor,Paz y Caridad, año 2015
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CAMBIANDO LOS PUNTOS DE VISTA
HABITUALES
La doctrina espiritista varía completamente el modo de mirar el porvenir. La vida futura no es ya una hipótesis y si una realidad. El estado de las almas después de la muerte no es ya un sistema. sino un resultado de la observación. El velo se ha descorrido, el mundo espiritual se nos manifiesta en toda su realidad práctica. No son los hombres los que lo han descubiertos por el esfuerzo de una imaginación ingeniosa, sino los habitantes mismos de esos mundos que vienen a descubrirnos su situación. Los vemos allí en todos los grados de la escala espiritual, en todas las fases de la dicha y las desgracia. Presenciamos todas las peripecias de la vida de ultratumba. Ésta es para los espiritistas la causa de la serenidad con que miran la muerte, y de la calma de sus últimos instantes sobre la Tierra.
L o que les sostiene no es solamente la esperanza, sino la certidumbre. Saben que la vida futura no es más que la continuación de la vida presente en mejores condiciones, y la esperan con la misma confianza con que esperan la salida del sol después de una noche tempestuosa.
Los motivos de esta confianza están en los hechos de los que son testigos, y en la concordancia de estos hechos con la lógica, la justicia y la bondad de Dios, y las aspiraciones íntimas del hombre.
Para los espíritus el alma no es ya una abstracción. Tiene un cuerpo etéreo que hace de ella un ser definido, que el pensamiento abarca y comprende. Esto es ya mucho para fijar las ideas sobre su individualidad, sus aptitudes y sus percepciones. El recuerdo de aquellos seres queridos descansa sobre algo real y positivo. No nos los representamos ya como llamas fugitivas que nada recuerdan al pensamiento, sino bajo una forma concreta que nos los manifiesta mejor como seres vivos. Además, en lugar de estar perdidos en las profundidades del espacio, están a nuestro alrededor. El mundo corporal y el mundo espiritual están en perpetuas relaciones, y se asisten mutuamente. No cabiendo ya duda sobre el porvenir, el temor a la muerte no tiene razón de ser.
Se la ve venir con serenidad, como a una libertadora, como la puerta de la vida y no como la de la nada.
El Cielo y el infierno.
Allan Kardec
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“En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la Tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no dejan fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen. La creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada sus tendencias instintivas.”
Allan Kardec. El Evangelio Según el Espiritismo. Cap. 17, Ítem 4. El hombre de bien
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A los médiums
Desde el momento en que las hermanas Fox, en Hydesville, empezaron a soportar la ironía y la desconfianza del prójimo, por haber establecido una nueva modalidad de comunicación con el Más Allá, todos vosotros, amigos míos, fuisteis marcados con el mismo destino. Para los cristianos de los tiempos apostólicos no bastaban las cuerdas y las cruces; para vosotros, es preciso inventar un nuevo género de sarcasmo y burla. No es suficiente el ridículo, se hace necesaria la persecución.
Los soldados, en el campo de batalla, mayormente los que soportan la metralla en el frente, adquieren ventajas ante las fuerzas políticas que representan, y si son heridos o mutilados, reciben especial consideración. Vosotros, no obstante, combatientes por la victoria de la espiritualidad, no gozaréis de semejantes prerrogativas en el mundo, porque la tarea representativa de la cual sois portadores obedece a títulos que vienen de más alto.
Los sacerdotes de las varias confesiones religiosas de la Tierra, diplomados en la cultura del siglo, disfrutarán de garantías sociales respetables, en su ministerio de orientación de las almas, ligados a los intereses temporales de las facciones a que sirven, pero vosotros lucharéis en las vanguardias de trabajo por la restauración de la fe viva y no tendréis horas de esparcimiento ni privilegios establecidos.
En actividad permanente para reducir la invasión de las sombras, lloraréis en silencio porque conocéis, como pocos, los indecibles e irremediables dolores que no pueden ser narrados por la boca a fin de que se extingan en el corazón. Serviréis sin treguas, observados atentamente por la crueldad de los enemigos y amenazados por la imprudencia de muchos amigos, que no saben dónde situar el entusiasmo y la contención. Porque vuestros ojos divisan otros dominios vibratorios y vuestros oídos registran sonidos que la mayoría de los mortales no perciben, la calumnia rondará la puerta de vuestro hogar, el ridículo seguirá a vuestro nombre. Por un amigo sincero, tendréis mil adversarios gratuitos, y si llegaseis a caer exánimes en el combate silencioso debido a las deficiencias y limitaciones corporales, muchos de aquellos que os sonreían ayer, preguntarán, maliciosos, si habéis traicionado el mandato recibido.
A menudo, si el sueño y las exigencias del organismo dilatan la pausa para el reposo, indispensable para el mecanismo de las células físicas, seréis acusados de malos hermanos. Por eso, muchos de vosotros os retraéis al santuario doméstico, donde las glorias de la confianza y del amor son laureles imperecederos del alma. Entre tanto, siempre llegará el día de enfrentaros a la larga y espesa jungla humana, donde los encarnados, en su mayoría, se baten como jabalíes feroces, unos contra otros. No tengáis duda. Las horas difíciles sonarán siempre y es necesario armar el corazón para los grandes testimonios.
Consolaos en la certidumbre de que no sufrís inútilmente. Tiempo vendrá en que los hombres comprenderán que la mediumnidad no está circunscrita a determinados seres. Todas las criaturas son instrumentos del bien o del mal, médiums del plano superior o inferior, en el campo infinito de la vida. Nadie escapa a la corriente de inspiración con la cual se sintoniza. Y todos los que han marchado en la vanguardia de la verdad y de la luz han sufrido el acoso de la mentira y de las tinieblas, no obstante su condición de instrumentos de la Providencia Divina para el perfeccionamiento y la felicidad del mundo.
La Historia los localiza en todos los tiempos. Giordano Bruno fue quemado por enseñar las leyes de la Naturaleza. Galileo murió ciego, después de sufrir, ya septuagenario, escandalosas acusaciones por divulgar algunos detalles de las maravillas celestes. Juan Huss, el precursor de la Reforma, experimentó la hoguera. Gutenberg fue procesado, entre sinsabores y vicisitudes, llegando al final de su existencia en extremo infortunio, en compañía de un clérigo que lo recogió caritativamente. Pestalozzi, al principio, estaba considerado como un mal alumno. Edison soportó el sarcasmo de los técnicos y académicos en sus últimos tiempos. Pasteur, en cierta ocasión, en la cátedra de Química del Instituto de Dijon, fue tenido por mediocre. ¿Para qué multiplicar los ejemplos?
Casi todos los que pugnaron con Jesús por un mundo mejor, en los primeros siglos del Cristianismo, recibieron bofetadas y azotes, querellas y embargos, pedradas de ingratos e insultos de ignorantes, sirviendo de pasto a las fieras, gimiendo en las cárceles o atados a postes de martirio. Y como solo el objetivo del tiempo consigue fijar las verdaderas imágenes del bien, las generaciones posteriores han ensalzado sus sacrificios, aureolando su nombre de gloria universal.
Trabajad y sufrir, pues, amando la tarea a que os habéis consagrado, no solo para el rescate del pasado, sino también por la sublime alegría de la iluminación del presente. Luchad y esperad. No solo vosotros, sino todos los hombres dedicados al trabajo constructivo y redentor del mundo, ya estén en la pobreza o en la prosperidad, en las artes o en las ciencias, en las letras de los libros o en la labranza de los campos, son misioneros de la elevación de la Tierra, no al servicio de las dominaciones efímeras del planeta, sino en valiosa cooperación con aquel Rey coronado de espinas.
Por el espíritu Hermano x
Médium Francisco Cândido Xavier
Médium Francisco Cândido Xavier
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TUS DIFICULTADES
Imagina como seria de difícil soportar a un educador con unos alumnos que solamente supiesen llorar a la hora de la enseñanza. Reportémonos a la imagen para considerar que siendo la Tierra nuestra escuela multimilenaria, ruge recibir las dificultades por lecciones aceptando la utilidad y el objetivo.
Ante los obstáculos, nadie precisa fijarse en el lado oscuro que se presenten.
Un naufrago, hambriento de estabilidad, al sabor de las olas, no se acordará de examinar el lodo en el fondo de las aguas, más si reflexionará en el mejor medio de alcanzar tierra firme.
Todo minuto de queja es minuto perdido, arruinando potencialidades preciosas para la solución de los problemas, sobre los cuales estamos tirando lamentación.
Toda prueba, sea cual sea, aparece en el camino, con el fin de ofrecernos la fuerza y experiencia para perfeccionarnos.
En síntesis, casi toda dificultad implica sufrimiento y todo sufrimiento, notadamente aquellos que no provocamos, redunda en renovación y auxilio para nosotros mismos, recordando la noche oscura, en cuyo ápice comienza la alborada nueva.
Sepamos afrontar los obstáculos de la vida, sin recelarlos. Cada uno de ellos es portador de un mensaje determinado. Ese es un desafío que atesora paciencia, aquel otro te impele sublimación la capacidad de amar en el camino de la prueba.
Aprendamos, sobretodo, a descifrar los enigmas de la existencia, en la oficina del Bien Eterno.
Sirve y comprende.
Sirve y soporta.
Sirve y construye.
Sirve y beneficia.
Tus dificultades – tus bendiciones. En ellas y por ellas, encontrarás el estimulo necesario para que no te precipites en los despeñaderos del orgullo, y ni te encarceles en las trampas del marasmo, prosiguiendo, paso a paso, grado a grado, en tu jornada de mejoramiento y ascensión.
Por el Espíritu Emmanuel – Del Libro: Coraje, Médium: Chico Xavier
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