Hoy vamos a ver en este blog:
- Manipulación vibratoria
-Analizando los tiempos actuales
- Falanges espirituales
- El significado de los sueños
- Plegaria de Chico Xavier
- Quiero ir al Cielo
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MANIPULACIÓN VIBRATORIA
Todas y cada una de las personas de la creación, portamos una energía individual con una frecuencia vibratoria, la cual transmite su señal por el universo.
Todo el tiempo nosotros estamos enviando y recibiendo vibraciones, las cuales no se perciben a simple vista, pero éstas son completamente reales.
Es decir, todo ser humano es un almacén de energía y esta energía puede variar de acuerdo con la salud, calidad mental y estado de ánimo del individuo.
Nuestra vibración principalmente son nuestros pensamientos, junto con la emoción y el sentimiento que estos nos generan, sean positivos o negativos.
Cada átomo de nuestro cuerpo está constantemente respondiendo a los impulsos de nuestro entorno y nuestra energía vibrante puede ascender o abatirse.
Una persona optimista, con una presencia radiante y actitud constructiva, vibra con frecuencia alta, ya que sus pensamientos y emociones son armónicos.
En cambio, en una persona con una frecuencia baja sus pensamientos serán depresivos, negativos, de fracaso o de frustración y su actitud será pesimista.
Todo es energía, somos imanes de energía, por lo tanto energizamos eléctricamente cosas, estando en su misma frecuencia para que vengan hacia nosotros.
Cuando nos levantamos por la mañana tenemos una cantidad limitada y valiosa de energía, de atención, de intensidad, de impulso y de ganas de hacer.
Teóricamente toda la energía y vibración positiva la queremos invertir en las prioridades que anhelamos, en lo que buscamos, pero no siempre sucede así.
Debemos analizar algunas de las formas en las que tal vez estemos siendo programados inevitablemente por fuerzas oscuras para manipular nuestra vitalidad.
Quizá un grupo de vampiros busca robarnos la energía, la inteligencia y la voluntad día a día, para que así nosotros seamos sus esclavos.
El estado de la energía en baja vibración es una mala condición que puede contagiarse y extenderse, afectarnos a nosotros y a todos los que nos rodean.
Aunque puede tomar sólo unos momentos para que nuestra energía vital cambie de vibración, puede llevar horas, días o incluso semanas para recuperarla.
Esa falta de energía y de intensidad, suele ser más espiritual que física y puede deberse a ciertos hábitos que silenciosamente nos van robando esa energía.
Es decir, existen hábitos o actividades inconscientes que nos permitimos y fomentamos, que terminan por robarnos o manipularnos la energía.
En la actualidad los seres humanos somos parte de un lavado de cerebro mundial que nos lleva a ser una civilización de autómatas consumistas.
Muy conveniente para las grandes empresas y conglomerados con fines oscuros que crean productos innecesarios y explotan los recursos del planeta.
Relacionado a la publicidad, el control mental a través del sexo tiene que ver con la alteración de la frecuencia vibratoria y de la vitalidad del individuo.
La energía sexual es manipulada por la cultura para propagar el sistema consumista y para mantener al ser humano en un estado onanista de baja energía.
Actualmente el control mental a través del sexo se da a través de la sobrexposición del sexo en los medios masivos, haciendo “explícito lo implícito”.
Al igual que sucede con la religión, la sobre carga de información y la sobre estimulación sexual crea una enorme confusión mental en las personas.
Al punto de que podríamos estar drenando toda nuestra energía libidinal creativa, proyectándola a fantasmas electromagnéticos o tulpas imaginarias.
Igualmente la industria del alimento o bien la del veneno lento, ya que nadie puede negar que los alimentos industriales son perjudiciales para la salud.
Ya que uno de los grandes beneficiarios del envenenamiento, son las grandes farmacéuticas, corporaciones millonarias ligadas a bancos y a figuras políticas.
Así como si nuestra salud fuera un negocio, constantemente predispuesto a condiciones tratables con fármacos o medicamentos, como un círculo vicioso.
Quizás en la industria de los fármacos su fin más oscuro sea la de ofuscar la energía y descender a las mentes inquietas, brillantes y espiritualmente creadoras.
Que no decir de los sistemas educativos en el mundo que están basados con un método que favorece el almacenamiento de información y no de reflexión.
Sin mencionar que la religión históricamente también ha sido usada para controlar la mente de las personas para situarse en un infierno psíquico.
Así manipulando las frecuencias a las que somos expuestos, aunado a lo comemos y a la propaganda que recibimos se crea una especie de realidad virtual .
Este mundo parece un programa informático, holográfico al cual hemos sido condicionados y afuera está el universo, mientras vivimos en una simulación.
Todas estas manipulaciones vibratorias tienen como principal fin mantener a toda la humanidad en una baja frecuencia vibratoria de forma constante.
Lo mejor para atraer el amor, la paz, la alegría y la calma a la humanidad, debemos empezar a vibrar de forma consciente para vibrar en altas frecuencias.
Los pensamientos superiores tienen la capacidad de transcender más allá de lo ordinario, son pensamientos originales, innovadores y flexibles.
Quizás estas manipulaciones sean solo varias teorías, aunque existen varias pruebas de que se está llevando a cabo una guerra invisible de frecuencias.
De cualquier forma es interesante como herramienta de conciencia conocer algunas de las formas en las que tal vez estemos siendo manipulados.
Fuente: lailuminacion.com
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ANALIZANDO LOS TIEMPOS ACTUALES
Por Mercedes Cruz Reyes
Los días actuales son de turbación y transición, la fe religiosa se entibia y las grandes líneas de la filosofía del porvenir son vislumbradas por muy pocos.
Es cierto que se han conseguido grandes progresos, la civilización moderna, prevista de grandes medios, ha transformado la faz de la Tierra, las distancias se han suprimido, y esto ha aproximado a los habitantes, todo se ha mejorado, los derechos han remplazado al privilegio y la libertad triunfa sobre el espíritu de rutina y el principio de la autoridad. Una gran batalla se mantiene entre el pasado, que no quiere morir y el porvenir, que se esfuerza por surgir en la vida. Todo esto hace que el mundo se agite y avance; grandes impulsos lo guían, en el recorrido camino, esto lleva al hombre a vislumbrar más maravillosas conquistas.
Los progresos materiales e intelectuales son de gran valía, en cambio el avance moral es nulo. Tanto es así, que parece que el mundo retrocede, la absorción del pensamiento humano, en la política, por las empresas industriales y financieras, etc., lo absorben, perjudicando sus intereses morales.
Es verdad que la civilización tiene aspectos magníficos, pero también presenta sombras. Ha mejorado en cierto modo las condiciones de la existencia, pero ha multiplicado las necesidades en su deseo por satisfacerlas; aguzando los apetitos y los deseos, ha fomentado el sensualismo y a aumentado la depravación. El amor, al placer, al lujo y a las riquezas se ha hecho cada vez más ardiente. Se quiere adquirir o se quiere poseer a toda costa.
La especulación vergonzosa es mantenida a plena luz. Proviniendo de ello el decaimiento de los caracteres y las conciencias, por ese culto fervoroso a la fortuna, ídolo cuyos altares han reemplazado a las divinidades derruidas.
La ciencia y la industria han centuplicado las riquezas de la humanidad; pero esas riquezas no se han aprovechado directamente más que a una reducida parte de sus miembros. La pobreza de los insignificantes sigue activa, y la fraternidad más que en los hechos se basa en discursos, en palabras que se las lleva el viento. El hambre existe aun, en las grandes ciudades, el trabajo de los obreros es aun un infierno.
Los vicios como la embriaguez, la prostitución, las drogas, el libertinaje, esparcen por todas partes sus venenos, empobrecen a las generaciones y agotan la fuente de la vida, en tanto que las hojas públicas siembran a porfía la injuria y la mentira y una literatura malsana excita los cerebros y debilita las almas.
Los suicidios en la actualidad se multiplican al estar el hombre falto de energías y de sentido moral se refugian en lo que creen es el fin, todo porque el hombre se ignora aun a si mismo. Sabe poco de las leyes del Universo y no sabe nada de las fuerzas que están en el. El conócete a ti mismo es ignorado, no se preocupa en saber de donde vino, hacia donde va, y para que está en este mundo.
Dos son las potencias que hacen caminar indeciso al hombre, por un lado las religiones, con su cortejo de errores y supersticiones, su espíritu de dominación y de intolerancia, pero también de consuelos, los cuales tiene origen en los débiles resplandores que han conservado de las verdades primordiales. Por otro lado la ciencia, que materialista en sus principios y en sus fines, con sus frías negaciones y su inclinación desmedida al individualismo, pero también con el prestigio de sus descubrimientos y de sus beneficios.
Estos dos campos, la religión sin pruebas y la ciencia sin ideal alguno, se desafían, se acercan y combaten sin poder vencerse, pues cada una de ellas responde a una necesidad imperiosa del hombre: la una habla a su corazón y la otra dirigiéndose a su espíritu y a su razón. Ambas están rodeadas de numerosas ruinas de numerosas esperanzas y de aspiraciones destruidas, y es así como los sentimientos generosos se debilitan y la división y el odio reemplazan a la benevolencia y a la concordia.
En esta confusión de ideas, la conciencia ha perdido su camino, velando lo justo y el bien. Es intolerable la situación moral de todos los desgraciados que se doblegan entre dos doctrinas que no ofrecen remedio a sus males, la nada y la otra un paraíso inaccesible o una eternidad de suplicios.
La familia, la enseñanza y la sociedad sienten esta confusión. La educación viril ha desaparecido, ni la ciencia ni la religión saben en la actualidad formar a las almas fuertes y bien armadas para las luchas de la vida.
Para solucionar esta crisis, es preciso que en todos se haga la luz, grandes y pequeños, ricos y pobres, hombres y mujeres y niños; es preciso que una nueva enseñanza popular venga a iluminar las almas acerca de su origen, de sus deberes y de su destino.
Solo las soluciones formuladas por enseñanza pueden servir de base a una educación viril y tornar a la humanidad verdaderamente fuerte y libre. Su importancia es capital, tanto para el individuo, como para la sociedad, cuyas instituciones y relaciones regularizaran.
Las nuevas concepciones del mundo y de la vida cuando penetran en el espíritu humano y se filtra poco a poco en todos los ambientes, el orden social, las instituciones y las costumbres lo sienten de inmediato.
Una sociedad sin esperanza, sin fe en el porvenir es como un hombre perdido en el desierto. Lo bueno es combatir la ignorancia y la superstición, es preciso reemplazarlas por creencia racionales. Para caminar con paso firme en la vida, para preservarse de los desfallecimientos y de las caídas, se necesita una fuerte convicción, una fe que eleve por encima del mundo material; se necesita ver la finalidad y tender directamente hacia ella. El arma más efectiva para esta lucha terrenal es tener una conciencia recta e iluminada.
Con la creencia en la nada, y de que con la muerte todo termina, es lógico que el ser solo procure el bienestar en la vida presente, solo mire el interés personal e ignore todo otro sentimiento. Si solo existe para el una existencia efímera, este se aprovecha de la vida presente, se dedica a los placeres y abandona los deberes y los sufrimientos… Esta es la postura materialista, y que está circulando en muchos hermanos a nuestro alrededor, produciendo estragos que se dejan sentir en una sociedad rica y muy desarrollada en el sentido del lujo y de los goces físicos.
Esto no debe desanimarnos, todo no está perdido. El alma humana tiene a veces sentimiento de su miseria, de la insuficiencia de la vida presente y de la necesidad del más allá. Vagamente, confusamente, cree, aspira a la justicia. Y el culto del recuerdo de los seres amados que están en la tumba, denotan un instinto incierto de la inmortalidad.
El hombre no es ateo, cree en la justicia inmanente, como cree en la libertad, ambas existen en las leyes terrenas y divinas. Este sentimiento, el más grande, el más hermoso, que se puede encontrar en el fondo del alma, ese sentimiento nos salvará. Bastará, para ello, que hagamos comprender a todos que esa noción grabada en nosotros es la ley misma del Universo, la que rige a todos los seres y a todos los mundos, y que por ella, el bien a de triunfar finalmente al mal y la vida ha de salir de la muerte.
El pueblo busca su realización al igual que aspira a la justicia, tanto en el terreno político como en el económico y en el principio de asociación. El poder popular ha comenzado a extender sobre el mundo una vasta red de asociaciones obreras, un agrupamiento socialista que abarca a todas las naciones, y que, bajo una única bandera, deja oír en todas partes las mismas llamadas, las mismas reivindicaciones. Es un espectáculo lleno de enseñanzas para el pensador, una obra plena de consecuencias para el porvenir.
Inspirada por las teorías materialistas y ateas, el alma se convertiría en un instrumento de destrucción, pues sus acciones se resolverían a través de la violencia, en revoluciones dolorosas. Contenida en los límites de la prudencia y de la moderación, puede hacer mucho por la felicidad de la humanidad.
La hora que atravesamos es de crisis y de renovación, el mundo está en fermentación; la corrupción aumenta, las sombras se extienden, el peligro es grande; pero no olvidemos que tras las sombras entrevemos la luz; tras el peligro vemos la salvación. Una sociedad no puede perecer. Es verdad que lleva en si elementos de descomposición, pero también lleva gérmenes de transformación y de reedificación. La descomposición anuncia la muerte, pero procede también al renacimiento. Puede ser también preludio de otra vida.
Para elevarse moralmente el hombre y detener esas dos corrientes de la superstición y el escepticismo que conducen a la esterilidad, es necesario que cree en si una concepción nueva del mundo y de la vida y apoyándose en el estudio de la naturaleza y de la conciencia; en la observación de los hechos, en los principios de la razón, fije la finalidad de la existencia y regularice su marcha hacia delante. Necesita una enseñanza de la que se deduzca un móvil de perfeccionamiento, una sanción moral y una certidumbre para el porvenir.
Esta concepción y esta enseñanza ya existen ya se vulgarizan todos los días. En medio de disputas y divagaciones de las escuelas, una voz se ha dejado oír: la de los Muertos. Desde el otro lado de la tumba, se han revelado más vivos que nunca; con sus instrucciones, ha caído el velo que ocultaba la vida futura. La enseñanza que nos han dado reconcilia todos los sistemas encontrados, y de las cenizas del pasado lacen brotar una llama nueva. En la filosofía de los Espíritus encontramos la doctrina oculta que abarca todas las edades. Esta doctrina las hace revivir; reúne los restos esparcidos y los adhiere unos a los otros con un poderoso cemento para reconstituir un monumento capaz de amparar a todos los pueblos y a todas las civilizaciones.
Esta doctrina puede transformar a pueblos y sociedades, llevando la claridad a todas partes donde existe la noche, haciendo que se funda con su calor todo el hielo y egoísmo de las almas, revelando a todos los hombres las leyes que les unen con los vínculos de una estrecha solidaridad. Gracias a ella, aprenderemos a obrar con una misma inteligencia y con un mismo corazón. Más conscientes de nuestra fuerza, avanzaremos con un paso más firme hacia nuestros destinos.
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FALANGES ESPIRITUALES
" Existen falanges de espíritus interesados en el atraso moral de la Humanidad"
Ellos gustarían de hacer de la Tierra o de su habitat, su cuartel general en el Sistema Solar....
" ¡ Son los opositores de Cristo ! "
Chico Xavier
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EL SIGNIFICADO DE LOS SUEÑOS
Miramez
¿Qué se debe pensar sobre los sueños? Muchas cosas tienen relación con los sueños, y no es otra cosa que el Espíritu se libera un poco de la prisión corpórea para ver, oír, y sentir la vida espiritual.
Las interpretaciones, exageradas de los sueños y visiones deben quedar en el olvido porque solamente la verdad quedará en pie.
Los sueños nada más son, ya lo dijimos, que la vivencia del Espíritu en parcial libertad, en el descanso del fardo físico. El pasea y aprende en la gran escuela espiritual; recoge aquí y allí valiosas lecciones, de modo que su vida va cambiando y su concepto en relación al bien y al mal pasa a modificarse.
Siendo que nadie retrocede, avanzamos, pues en cada periodo que dormimos,Interpretar los sueños tal como ellos se presentan, es incurrir en el error, pues sus variaciones son diversas en el cómputo de las ocurrencias. Está llegando la hora de los sueños perfeccionarse y pasar a ser realidad sin interpretaciones, porque la luz ya se hará en su propio marcha.
Mientras, la Doctrina de los Espíritus tiene mayor capacidad de revelar lo desconocido para la humanidad, porque no se basa en el interés individual y material. Vemos la vida de verdaderos santos y profetas, en su lucidez cristiana: que sus primeros pasos fueron en el desprendimiento, renunciando a los bienes terrenos. Así el resto queda más fácil para ser dominado.
Se comprende que la vida feliz es aquella donde el corazón no queda preso a las cosas pasajeras, limitándose su uso a lo necesario en los caminos de la vida.
Incluso el espíritu libre por el sueño, en el mundo espiritual, no siempre se encuentra frente a frente con lo acontecido; el alma puede estar viendo y oyendo cosas, teniendo una visión a distancia. Aun mismo teniendo una imaginación fértil, ella puede ser intuición de la realidad, recuerdos en el silencio de la conciencia de sueños que tuviera… la nada no existe en parte alguna; existen siempre señales de la verdad en todo lo que pasa con nosotros.
Se comprende que la vida se expande dentro y fuera de nosotros, más nunca fuera de Dios.
Pensemos en los sueños y busquemos su perfección; hay varias modalidades de elevación de los sueños, que con el tiempo se podrá descubrir. Sueños y visiones, en la urdidura de los hombres que desconocen la verdad, sirven para el comercio ilícito, y pueden desorientar a muchas criaturas, que extorsionan el salario del pobre para eludirlo, plantan vientos y recogen tempestades que los hacen sufrir, más tarde, las mismas carencias de lo que hacen carecer.
Existe tambien la mediúmnidad en función de los sueños; esa capacidad mediúmnica puede hacer mucho bien, a la humanidad: visitar y curar enfermos, consolar y amparar a los tristes, levantar caídos, y aun mismo trabajar para retirar de las tinieblas a hermanos prontos para entender y comenzar a aprender las primeras lecciones de servir.
Que Jesús nos bendiga a todos nosotros, en todos los sentidos de los sueños y visiones, para que la luz se encienda en nuestros corazones, fuente de amor, para que la caridad sea un todo en nuestros corazones.
Libro. Filosofía Espirita – Volumen VIII
Miramez / João Nunes Maia.
Traducido por: M.C.R
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PLEGARIA DE CHICO XAVIER, QUE HACEMOS NUESTRA:
¡ Señor !, Que Tu paz nos auxilie en la conquista de la paz que aún no tenemos...
Queremos, Maestro, un mundo sin guerras, sin odio.
Que podamos comprender que, fuera de Tu amor no tenemos una vida feliz.
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¡QUIERO IR AL CIELO!
Amalia Domingo Soler
Libro: La luz del futuro
Siempre he sido amante de la verdad, y como en las visitas de pésame se miente tanto, nunca he acudido a ver a mis amigos en los primeros momentos de llorar al ser amado, sino después del duelo oficial, cuando en torno de la viuda afligida, o de la madre desolada no ha habido una caterva de seres indiferentes que llevan el luto en el traje y la alegría o la indiferencia en el alma.
Por eso, cuando Clementina perdió a su esposo, no fui a verla hasta que se quedó sola con sus hijos y sus recuerdos; Clementina estaba inconsolable. Yo, que ya tenía algunas nociones del Espiritismo, traté de hacerle comprender que tras la tumba germinaba la vida; pero Clementina se reía amargamente de mis palabras, diciéndome con triste ironía: -Los que se van, no vuelven, esos son cuentos de viejas y leyendas de ilusos; el Espiritismo es otra de las muchas farsas del mundo.
Una noche que estábamos hablando sobre si los muertos se comunicaban o no, entró el doctor Sánchez, amigo íntimo que fue del esposo de Clementina, a quien ella respetaba muchísimo, por su preclaro talento, oyó nuestra charla, y sonriéndose bondadosamente, dijo en tono festivo: -Señoras: escucho con gusto su discusión sobre muertos y espíritus.
Y exclamó Clementina: -Figúrese usted qué disparate sostiene Amalia, asegura que los muertos se comunican. Si tal cosa sucediera, ya hubiera venido mi Pepe a decirme: “¡Clementina, no llores, que aquí estoy yo!” El doctor la miró fijamente, y volviéndose a mí, me preguntó: -¿Es usted espiritista?
-Quiero serlo. -Yo también. -¡Usted!... –gritó Clementina en el colmo del asombro. -Sí, yo; ¿Por qué te admiras? -¿Usted, tan formal y tan sabio?...
Mi Pepe decía que no había en el mundo dos hombres como usted. -Tu marido me miraba con los ojos del cariño, y éste es el cristal de más aumento que se conoce; pero dejando a un lado mi suficiencia, lo que yo puedo decirte es que hay muertos que se comunican; no diré que sean todos, pero yo he tenido pruebas innegables de la comunicación de los espíritus.
-Explíquese, por Dios; cuénteme… ¡Ay, si yo pudiese hablar con mi Pepe!...
-Si te hablo así, es para demostrar que es muy aventurado decir sin conocimiento de causa: tal cosa no puede ser. Creer a ciegas, denota sobra de ignorancia, y negar porque sí, escasez de entendimiento. Dudar es de sabios; creer, es de tontos; negar, es de locos. -¡Ah!, no; si usted me asegura que hay muertos que se comunican, lo creeré; me merece toda la confianza.
-Lo que voy a contarte no es para convencerte de si es verdad o no la comunicación de los espíritus; por otra parte, creyendo ciegamente en mí, correrías peligro de engañarte, Clementina, el hombre puede abdicar de todos sus derechos, hacer donación de todos sus bienes, pero no de su criterio, ni de su corazón. Ahora escucha:
A los dieciocho años me enamoré de Lidia, hermosa criatura, de la que podía decirse como dice Campoamor:
“Es tan bella esa mujer, que bien se puede decir: sólo por verla…, nacer; después de verla…, morir.”
Durante un año, viví en el paraíso. Lidia me quería con delirio, y vivíamos el uno para el otro. Andrés, mi hermano mayor, que estaba viajando, al volver y al ver a Lidia, quedó prendado de su belleza y de su bondad; pero supo ocultar su admiración y arregló las cosas de manera que mi padre me hiciera marchar a Sevilla, para acompañar a un hermano suyo, Deán de la Catedral, que estaba enfermo. Aprovechándose de mi ausencia, mi hermano interceptó nuestras cartas, y dijo a Lidia que yo estaba resuelto a seguir la carrera eclesiástica, por cuya causa me había reunido con mi tío el Deán. Así pudo Andrés lograr que le concediera su mano, aunque no su corazón.
Mi madre, cuyas ilusiones se cifraban en que yo fuera sacerdote, creyendo la infeliz, en su ignorancia, que así me abría las puertas del cielo, ayudó a mi hermano en su inicua obra. Se hizo el casamiento sin yo saberlo; los novios se fueron a viajar, y mi madre vino a Sevilla, a prepararme para recibir el fatal golpe. Creía yo en el amor de Lidia con tanta fe, la creía tan buena… tan santa… tan pura… que cuando mi madre, después de decirme que Dios me llamaba para ser uno de sus ministros, me participó el casamiento de Lidia con mi hermano, perdí la razón, de cuyas resultas estuve más de dos años demente.
Al recobrar la lucidez de mi inteligencia, supe que Lidia había muerto a los diez meses de casada. Mi pobre madre, arrepentida de su obra, se convirtió en mi ángel tutelar: no me abandonó ni un segundo mientras estuve loco, ni después de recobrar el juicio, e hizo bien, porque yo conservaba tal odio a mi hermano, que hubiera sido un segundo Caín sin remordimiento alguno.
Mi madre había ayudado a mi desgracia; pero empleó después todo su cariño en reparar el mal hecho. Viendo que rechazaba yo el sacerdocio eclesiástico, ella misma se encargó de buscarme esposa, y me casé con una joven muy buena, a la cual hablé con toda franqueza, porque la imagen de Lidia no se borraba de mi mente.
Me conformé a todo, y me casé por transigir, por complacer a mi madre y por ver si teniendo hijos vivía mejor. Tuve mucha suerte, pues mi compañera ha sido discretísima. Su dulzura y su conformidad consiguieron despertar en mi alma un hondo afecto, que era menos que amor y más que amistad.
Cinco hijos, dos mujeres y tres varones, inundaron mi casa de muñecas y caballos, y entre mi madre, mi esposa y mis hijos, para el mundo he sido un hombre feliz, mientras que me he creído desgraciado.
Mi hermano mayor se estableció en la Habana, desde donde sostenía correspondencia con mi madre. Así pasaron dieciséis años. Por fin, una mañana ella entró en mi despacho, llorando; se sentó a mi lado, cogió mis manos entre las suyas y me dijo: -Felipe, tu hermano Andrés se ha casado nuevamente. Quiere volver a su país; quiere que tú le perdones; quiere que yo sea la madrina de su primer hijo. Si él pecó, bastante castigo ha tenido. El rencor es propio de almas ruines, y como tú eres bueno, no me podrás negar lo que voy a pedirte. Reflexiona que cuanto mayor es la ofensa, es más grande el que perdona. Tu hermano te escribe: lee. Y me entregó una carta de Andrés, escrita con la mayor humildad, acompañada de algunas líneas muy expresivas de su esposa.
Por un momento se me representó mi juventud, mi perdida felicidad, la perfidia de mi hermano; pero la entrada de una de mis hijas, que vino a referirme sus cuitas con motivo de haberle roto su hermano una muñeca, hizo olvidarme de mi agitación, y al sentarla en mis rodillas miré a mi pobre madre, que me suplicaba con sus ojos, y le dije: -No puedo negarle a usted nada, madre mía. Cuando venga Andrés, iré con toda la familia al muelle, y nada le diré de lo pasado.
¿Está usted contenta? La pobre me abrazó y me besó como si yo fuese un chiquillo: parecía loca de alegría. Un mes después llegó mi hermano a Sevilla, acompañado de su esposa. Fuimos a recibirle. Cuando le vi, no le conocí: parecía un viejo setentón, y eso que aún no contaba cincuenta años. Yo, en cambio, tenía más de cuarenta, y nadie me echaba treinta.
Al verle, me convencí de que en la culpa va la penitencia. Nos abrazamos fraternalmente. Mi madre, emocionada, nos estrechó a ambos en su seno, exclamando: -¡Ahora ya no me importa morir! La esposa de mi hermano a todos nos fue muy simpática: era uno de esos seres vividores que se granjea el cariño de todos. Formamos todos una sola familia. Mi cuñada Anita intimó mucho con mi mujer; mi hermano se convirtió en abuelo de mis hijos, y tanto los mimó, que al preguntarles quién era Dios, decían que su tío Andrés.
Al ver aquel cuadro, me sentí conmovido, y decía para mí: Este hombre que hoy es la alegría de mi casa, fue ayer mi desgracia, la causa de mi locura y del perjurio de Lidia. ¡Pobre niña!... ¡Tan buena… tan hermosa!...
Seis meses después, se verificó el parto de Anita, que tuvo una niña preciosa: mi madre y yo fuimos padrinos. Se le puso por nombre Consuelo. Desde el nacimiento de aquella niña me sentí feliz, sin explicarme la causa entonces; el inmenso vacío de mi corazón se llenó por completo con las inocentes caricias de la niñita mimada de todos.
Entre Consuelo y yo se estableció un cariño tal, que ni ella quería estar con nadie más que conmigo, ni yo gozaba con nada, sino teniéndola en mis brazos y llenándola de caricias y de besos. Seis años, fui completamente feliz. Lo que turbaba mi dicha era que mi sobrina aún no tenía dos años cuando ya me decía: “¡Tío, quiero ir al cielo!” Frase que repetía con frecuencia, especialmente cuando por las noches fijaba su expresiva mirada en las estrellas. De pequeña se crió robusta; pero al ir creciendo enflaqueció y se puso pálida. Sus grandes ojos adquirieron una expresión melancólica, y cuando comenzó a andar diríase que dejó de ser niña, convirtiéndose en mujer. Yo, como médico, adivinaba el germen de una enfermedad incurable. La hice pasar largas temporadas en el campo, al pie de la sierra, y prolongué sus días en la Tierra cuanto la ciencia puede prolongarlos. Dábamos largos paseos por la tarde, y aun me parece verla con su vestido blanco y sus largas trenzas, pues tenía un cabello hermosísimo, que nunca permití se lo cortaran.
Al regresar a casa solía detenerse mirando al espacio, a la vez que con la mayor dulzura me decía: -Tío, quiero ir allá… Y señalaba el horizonte. -¿Pero no estás bien aquí? –Le replicaba yo-; ¿No te queremos todos mucho?... ¿Qué deseas? Dímelo y te lo daré. -No te enfades –añadía ella cariñosamente-, yo no te puedo decir qué me falta, ni qué deseo… pero… ¡Quiero ir al cielo! Y como una luz que se apaga, se fue acabando la vida de Consuelo.
Predijo la hora de su muerte, sin equivocarse ni en un segundo; quiso que toda la familia rodeara su lecho; llamó a su padre y a mí, nos juntó las manos, y con una voz dulcísima que aún vibra en mis oídos, nos dijo: -¡No me lloréis, porque me voy al cielo!... Y quedó muerta con la suavidad de un pájaro que dobla la cabecita. Sus padres se resignaron, pero yo estuve próximo a perder por segunda vez la razón. No podía acostumbrarme a su ausencia. Iba frecuentemente a visitar su sepultura, cuando un año después oí hablar de Espiritismo, y sin decir nada a mi familia, asistí a una sesión espiritista.
Evoqué mentalmente al Espíritu de Consuelo, y los médiums empezaron a escribir. Una joven, al terminar, dijo sonriéndose: -No entiendo lo que he escrito: no responde a las preguntas que se han hecho; es una comunicación de carácter íntimo, y hay un nombre desconocido. -¿Qué nombre es ese? –Pregunté con emoción. -Lidia. Al oír aquel nombre, no sé lo que experimenté; pero arrebaté a la joven el papel que tenía en la mano, y salí de la habitación llorando a lágrima viva. Dos amigos me siguieron, me calmaron, y cuando estuve tranquilo, uno de ellos me leyó la comunicación, y tantas veces la leí después, que quedó grabada en mi memoria. Decía así: “¡Pobre alma enferma! ¡Calma tu impaciencia! Para que salieras de ese mundo limpio de pecado, volví a la Tierra. ¡Ya has perdonado!... Y perdonadas te serán tus culpas en el cielo, donde te espera el Espíritu de tu Lidia”. No puedo describir la conmoción que experimenté: comprendí perfectamente que Lidia y Consuelo eran un mismo Ser. Entonces comprendí y me di explicación racional del ciego amor que yo había sentido por Consuelo.
Sin necesidad de asistir a más sesiones, me convencí de que los muertos viven, y comprendí que estaba tan debilitado mi cerebro, que no le convenía recibir fuertes emociones. Pero desde entonces soy en secreto un convencido espiritista.
Clementina escuchó atentamente tan interesante relato y le sirvió de gran consuelo. Estudió luego las obras de Allan Kardec, y formó un grupo familiar, dirigido por el doctor Sánchez, el cual, siempre que tomaba el lápiz para ensayarse en la mediumnidad, trazaba las mismas palabras: “¡Quiero ir al cielo!”
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" Dudar es de sabios; creer es de tontos; negar es de locos."
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