Hoy podemos leer aquí:
-¿ A donde vamos?
- Preguntas y respuestas de los Espiritus sobre los intereses materiales y morales.
- Código Divino
-Algunas razones de por qué yo quiero ser espírita
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¿ A DONDE VAMOS ?
¿A dónde va el alma, cuando abandona su cuerpo ya gastado e inútil para la vida física, cuando se desprende de esa pesada envoltura material que la sujetaba al globo terrestre?
He aquí la primera de las tres preguntas que hicimos a la ciencia espírita, y resuelve este problema con tanta lógica como ha resuelto tantos otros.
Hemos visto que, del espacio vienen los espíritus cuando revisten una forma material en nuestro mundo, para alcanzar por su medio, un grado más alto de progreso; hemos visto también que el objeto de la vida humana es precisamente este, la
purificación y la elevación del alma, por el trabajo y por el sufrimiento, siendo cada mundo un peldaño de la escala infinita del progreso por la que ha de ascender.
Realizado el fin de la encarnación, agotado el fluido vital que animaba su organismo, cae éste para dejar paso al Espíritu, que vuelve a reconquistar con este hecho, su perdida libertad, y regresa a la vida espiritual de donde había salido cuando encarnó.
Cada desencarnación en nuestro mundo representa, digámoslo así, un nacimiento en el espacio. Allí vuelve el Espíritu después de librada su batalla aquí bajo; allí vive contento e individualizado con su periespíritu o cuerpo espiritual que afecta
precisamente la forma de su última encarnación, cuyo periespíritu le permite relacionarse con los demás seres espirituales que le rodean.
Al llegar al espacio, al desprenderse de su cuerpo material, al reconocerse el Espíritu, se cumple en él una de las leyes admirables que rigen el mundo espiritual. Procede por sí mismo al reconocimiento del valor moral de los hechos que ha realizado en la vida que acaba de dejar, se erige en su propio juez; los actos, las palabras, los propios pensamientos que como hombre efectuó, pronunció o tuvo; se
presentan ante él como cuadros disolventes, y acata algunos, y reprueba
terminantemente los demás, es la conciencia desnuda y libre de la hipocresía humana que se juzga a sí misma y falla contra su propio ser.
No hay fallo más seguro, más exacto, más equitativo ni de mayores transcendencias para el Espíritu, puesto que la condena que pronuncia es a la que se somete él mismo, para cumplir la ley del Progreso.
No es Dios que juzga al Espíritu que regresa de la vida corporal; no, Dios no es Juez. Es el alma misma, la que penetra en los pliegues más recónditos de su conciencia, y al encontrar allí el mal bajo muchos aspectos, ansiosa de verlo desaparecer,
comprendiendo que sólo en medio de las pruebas, de las luchas, de los trabajos y de los sufrimientos de la vida material, podrá disminuir su carga de pesadas
inmundicias morales y fortalecerse en la práctica de la virtud, pide suplicante al Padre que la ha creado, una nueva existencia material de pruebas y de expiaciones para progresar.
Allí, en la vida errática, en el espacio, el Espíritu reconoce sus yerros mejor que en la Tierra, y toma resoluciones, adopta determinaciones que comprende son necesarias para su purificación y progreso. Al verse detenido en su vuelo hacia las alturas luminosas del espacio, por el peso de su periespíritu, aún demasiado denso, demasiado grosero, para permitir su elevación, se hace cargo de esa densidad, adquiere el convencimiento de que su detención en los planos inferiores de la atmósfera terrestre, es debida a las muchas manchas que afean su cuerpo espiritual, y entonces, indaga, busca, pregunta cómo ha de conquistar ese estado especial, que le dejará elevarse como los demás seres que cruzan veloces el espacio infinito, dejando tras ellos un reguero de luz.
La misericordia de Dios, auxilia al cumplimiento de la ley de justicia en aquel pobre ser, permitiendo que la contestación le sea dada por sus protectores espirituales, y al oírla se convence de que, efectivamente, sólo las luchas y los dolores de la vida material pueden obrar como reactivo purificador sobre él, transformando su periespíritu pesado, grosero, denso, incapaz de elevarse en un organismo fluídico de blancura inmaculada y de resplandeciente luz.
Entonces; ante el reproche de la propia conciencia y el convencimiento de no haber empleado debidamente las horas de su última encarnación, el Espíritu formula ardientes deseos, fervientes súplicas que serán atendidas cuando llegue la hora oportuna de cumplirse en él la ley del regreso a la vida material, para continuar labrando en ella, la obra magna de su progreso.
He ahí la respuesta de la ciencia espírita: Después de la desencarnación, vuelve el Espíritu al espacio, allí ve acumularse ante él toda la obra de su pasado, examina lo que está hecho y lo que le queda por hacer para cumplimentar la ley
progresiva a la que está sometido, reconoce sus errores, sus caídas, sus múltiples tropiezos con las leyes de justicia y de amor que debían haber regido todos sus actos. Comprende que no existe castigo eterno para los prevaricadores de la ley, y sí, como efecto de la infinita Misericordia de Dios, la eternidad de tiempo para redimirse y los mundos de expiación y de pruebas con sus puertas abiertas a las almas
impuras, para que se regeneren ellos, en las aguas del sufrimiento.
Acepta, bendiciendo a su Hacedor, el medio que le concede para purificarse y elevarse y se prepara para sus futuros destinos, bajo la dirección de sus guías espirituales, que tratan de desarrollar en él la inteligencia para que adquiera una concepción cada vez más exacta del Universo y de su Autor, concepción que despertará en él la ternura, el sentimiento y la fuerza de voluntad que necesitará en sus futuras encarnaciones para tratar a sus semejantes como a hermanos y para amarles como a sí mismo, amor que es precisamente la base de todo el edificio de su progreso. ¿No es verdad que llena el Espíritu de consuelo, de satisfacción y de bienhechora esperanza, esta doctrina? Que transmitida a los hombres por los mismos seres desencarnados, no deja lugar a la menor
duda, en los que quieren estudiar, profundizar y meditar sobre estos fenómenos admirables.
En lo que enseña esta ciencia, nada encuentra el hombre que repugne a su razón, todo lo ve explicado, las mil y mil anomalías de la vida, las dudas constantes de su corazón; y lo que tienen de más grandioso a sus ojos, es que, en vez de empequeñecer a Dios, le coloca a tal altura, que goza el alma con
esa nueva concepción de la divinidad, que le muestra a Dios (si bien como un ser incomprensible para su pobre y limitada inteligencia), como Padre Amorosísimo e Incomparable de Previsión y de Bondad para todas sus criaturas.
¡Espiritismo!
¡Bendita seas, ciencia admirable, moral sublime, que has de regenerar y de redimir a nuestra pobre humanidad!
¡Mil veces bendito seas, Padre adorado, que has permitido que esa Luz brille sobre tus pobres hijos de la Tierra!
LA LUZ QUE NOS GUÍA -CAPÍTULO V
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Preguntas y respuestas de los Espíritus sobre los intereses morales y materiales.
- ¿Pueden pedirse consejos a Espíritus?
Sí, ciertamente; los Espíritus buenos jamás, rehúsan ayudar a aquellos que les evocan con confianza, principalmente por lo que concierne al alma; pero rechazan a los hipócritas,
aquellos que parece que quieren pedir la luz y se complacen en las tinieblas.
18. ¿Los Espíritus pueden dar consejos sobre las cosas de intereses privados?
Alguna vez, según el motivo. Esto depende de aquellos a quienes uno se dirige. Los consejos concernientes a la vida privada, se dan con más exactitud por los Espíritus familiares, porque se unen a una persona y se interesan por lo que le concierne; es el amigo, el confidente de vuestros pensamientos más secretos; pero a menudo les fatigáis con preguntas tan descabelladas, que os dejan. Sería también absurdo el pedir cosas
íntimas a Espíritus que os son extraños, lo mismo que si para esto os dirigierais al primer individuo que encontraseis en la calle.
Vosotros no deberías olvidar jamás que la puerilidad de las demandas es incompatible con la superioridad de los Espíritus.
Es también preciso tomar en cuenta las cualidades del Espíritu familiar que puede ser bueno o malo, según sus simpatías por la persona con quien se comunica. El Espíritu familiar de un hombre malo es un mal Espíritu, cuyos consejos pueden serle perniciosos,
pero que se aleja y cede el puesto a un Espíritu mejor, si el hombre se mejora a sí mismo.
19. Los Espíritus familiares, ¿pueden favorecer los intereses familiares por las revelaciones?
Pueden, y lo hacen algunas veces según las circunstancias, pero estad seguros que los Espíritus buenos nunca se prestan a servir a la ambición. Los malos hacen reflejar a vuestros ojos mil atractivos para estimularla y enseguida mixtificaros por la decepción. Sabed también, que si vuestra prueba es de sufrir tal o cual vicisitud, vuestros Espíritus protectores pueden ayudaros a suportarla con más resignación y endulzarla algunas veces; pero en interés de vuestro porvenir no les es permitido el libraros de ella, De la misma manera que un buen padre no concede a su hijo todo lo que desea.
Observación. — Nuestros Espíritus protectores pueden en algunas circunstancias, indicarnos el mejor camino, sin que por esto nos conduzcan con la mano; de otro modo perderíamos toda iniciativa y no nos atreveríamos a dar un paso sin su socorro, y esto sería en perjuicio de nuestro perfeccionamiento. Para progresar, el hombre necesita a menudo adquirir la experiencia a sus expensas; por esto los Espíritus prudentes, aconsejándonos, nos entregan muchas veces a nuestras propias fuerzas, como lo hace un hábil preceptor con sus discípulos. En las circunstancias ordinarias de la vida, nos aconsejan por la inspiración y de este modo nos dejan todo el mérito del bien, como nos dejan toda la responsabilidad de la mala acción.
Sería abusar de la condescendencia de los Espíritus familiares y comprender mal su misión, el preguntarles a cada instante sobre las cosas más vulgares como lo hacen ciertos médiums. Algunos de estos por cualquier cosa toman el lápiz y piden consejo sobre las cosas más sencillas. Esta manía denota la pequeñez de las ideas, al mismo tiempo hay la presunción de creer que siempre se tiene un Espíritu a sus órdenes, no teniendo otra
cosa que hacer que ocuparse de nosotros y de nuestros pequeños intereses.
Es además, aniquilar su propio juicio y reducirse a un papel pasivo, sin provecho para la vida presente y con seguridad perjudicial para el adelantamiento futuro. Si hay puerilidad en preguntar a los Espíritus por cosas fútiles, no la hay menos de parte de los Espíritus que se ocupan espontáneamente de lo que pueden llamar detalles caseros; pueden ser buenos, pero seguramente son muy terrestres.
20. Si una persona deja al morir sus negocios en confusión, ¿puede pedirse a su Espíritu el que ayude a ponerlos en claro y se puede también preguntar sobre el haber real que ha dejado, en el caso que este haber no sea conocido, si es en interés de la justicia?
¿Vosotros olvidáis que la muerte es salir de los cuidados de la Tierra? Creéis vosotros que el Espíritu que es feliz por su libertad venga voluntariamente a volver a tomar su cadena y a ocuparse de cosas que ya no le pertenecen, para satisfacer la ambición de sus herederos que pueden haberse alegrado de su muerte con la esperanza de que les será más provechosa? Habla de justicia; pero la justicia está en la decepción de su codicia; es el principio de los castigos que Dios reserva a su ambición por los bienes de la Tierra. Por otra parte, los enredos que algunas veces deja la muerte de una persona hacen parte de las pruebas de esta vida, y no está en el poder de ningún Espíritu el libraros, porque están en los decretos de Dios.
Observación. — La contestación anterior contrariará sin duda aquellos que se figuran que los Espíritus no tienen otra cosa que hacer que el servirnos de auxiliares lúcidos para guiarnos, no hacia el cielo, sino sobre la Tierra. Otra consideración en apoyo de esta respuesta. Si un hombre ha dejado durante su vida sus negocios en desorden por incuria, no es verosímil que después de la muerte tenga por ello cuidado, porque debe ser feliz de
haber quedado libre de las incomodidades que le causaban, y por poco que esté elevado les dará menos importancia como Espíritu que como hombre.
En cuanto a los bienes desconocidos que ha podido dejar, no tienen ningún motivo de interesarse por sus ávidos herederos que seguramente no se acordarían de él, si no esperasen sacar algún provecho, y si aun está imbuido de las pasiones humanas, puede tener un placer pernicioso por su contrariedad.
Si por interés de la justicia y de personas por las que tiene afecto, un Espíritu juzga útil hacer revelaciones de esta clase, lo hace espontáneamente, y para esto no tiene necesidad de ser médium, ni valerse de otro que lo sea; conduce al conocimiento de las cosas por circunstancias inesperadas, pero si esto no es por las preguntas que se le hacen, considerando que esta pregunta no puede cambiar la naturaleza de las pruebas que deben
sufrir; sería más bien a propósito para agravarlas, porque casi siempre es
un indicio de avaricia, y prueba al Espíritu que se ocupan de él por interés.
El libro de los médiums. Allan Kardec
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ALGUNAS RAZONES DE POR QUÉ QUIERO SER ESPÍRITA
El otro día un hermano hizo esta pregunta, y quedó dando vueltas en mi mente una y otra vez. En la meditación matutina del 28/1/2010 recibí esta comunicación :
....Es el espiritismo una doctrina clara y sencilla. Su propósito principal es ayudar al hombre a ser mejor ser humano, y practicar la doctrina es cultivar el amor entre todos los hermanos como nos enseño Jesús.
El deber de un espirita es conocerse bien a si mismo, con sus virtudes y sus defectos para poder así, trabajar en su mejoramiento, trabajar de forma consciente para mejorar sus imperfecciones.
Para lograrlo solo es necesario dedicar todos los días un rato a la meditación y al autoanálisis. A través del espiritismo, si lo practicamos sinceramente, seremos mejores hijos, hermanos, padres, esposos, amigos, seremos mejores seres humanos.
El espiritismo nos enseña que somos espíritus inmortales, que no debemos temer a la muerte, pues el espíritu sobrevive a este momento, que no es mas que un tránsito hacia la vida espiritual. Que la vida espiritual es la verdadera vida del espíritu, y que en ella continuamos aprendiendo y acumulando experiencias que nos hacen mejores.
Que luego reencarnamos y ponemos en práctica lo aprendido, y en este ciclo vamos convirtiéndonos en espíritus cada vez mejores y acercándonos paso a paso a la luz Divina, al Ser creador de todo el universo, a esa energía que llamamos Dios.
Y la doctrina nos enseña que este ciclo es un camino hacia el progreso,pues Dios ha creado el universo regido por leyes naturales y el progreso es una de ellas.
Y la doctrina nos enseña también una verdad sencilla e infalible, cuya comprensión nos va a ayudar a comprender nuestras circunstancias y como podemos cambiarlas; esta verdad es la ley de afinidad, atraemos a nuestras vidas circunstancias, personas y espíritus afines a nuestros pensamientos.
Es decir, que la calidad de nuestro pensamiento determina la calidad de la energía que vibra a nuestro alrededor y con ello de aquello que atraemos. De ahí la importancia de nuestra elevación moral.
Somos los artífices de nuestra vida, tenemos libre albedrío para practicar el bien o apartarnos de él; para esforzarnos cada día en ser mejores y comprender que con amor, paciencia, tolerancia, bondad, construimos un futuro mejor para nosotros mismos y para aquellos que nos rodean.
Y la Doctrina Espírita es mucho mas, es la justicia de la ley de causa y efecto, que nos enseña que cada acción nuestra tiene un resultado, una consecuencia acorde con la misma, y esta consecuencia vendrá a nosotros indefectiblemente, ya sea en esta vida o en una vida futura. Y esta ley explica las desigualdades que tanto nos acongojan; y es también una luz que nos inspira a cultivar el bien.
Hay mucho mas para descubrir en la doctrina espírita, pero estas sencillas razones que hemos expuesto, bastan por si solas para decir: "Yo quiero ser Espírita"
psicografiado 28 de enero 2010
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Preguntas y respuestas de los Espíritus sobre los intereses morales y materiales.
- ¿Pueden pedirse consejos a Espíritus?
Sí, ciertamente; los Espíritus buenos jamás, rehúsan ayudar a aquellos que les evocan con confianza, principalmente por lo que concierne al alma; pero rechazan a los hipócritas,
aquellos que parece que quieren pedir la luz y se complacen en las tinieblas.
18. ¿Los Espíritus pueden dar consejos sobre las cosas de intereses privados?
Alguna vez, según el motivo. Esto depende de aquellos a quienes uno se dirige. Los consejos concernientes a la vida privada, se dan con más exactitud por los Espíritus familiares, porque se unen a una persona y se interesan por lo que le concierne; es el amigo, el confidente de vuestros pensamientos más secretos; pero a menudo les fatigáis con preguntas tan descabelladas, que os dejan. Sería también absurdo el pedir cosas
íntimas a Espíritus que os son extraños, lo mismo que si para esto os dirigierais al primer individuo que encontraseis en la calle.
Vosotros no deberías olvidar jamás que la puerilidad de las demandas es incompatible con la superioridad de los Espíritus.
Es también preciso tomar en cuenta las cualidades del Espíritu familiar que puede ser bueno o malo, según sus simpatías por la persona con quien se comunica. El Espíritu familiar de un hombre malo es un mal Espíritu, cuyos consejos pueden serle perniciosos,
pero que se aleja y cede el puesto a un Espíritu mejor, si el hombre se mejora a sí mismo.
19. Los Espíritus familiares, ¿pueden favorecer los intereses familiares por las revelaciones?
Pueden, y lo hacen algunas veces según las circunstancias, pero estad seguros que los Espíritus buenos nunca se prestan a servir a la ambición. Los malos hacen reflejar a vuestros ojos mil atractivos para estimularla y enseguida mixtificaros por la decepción. Sabed también, que si vuestra prueba es de sufrir tal o cual vicisitud, vuestros Espíritus protectores pueden ayudaros a suportarla con más resignación y endulzarla algunas veces; pero en interés de vuestro porvenir no les es permitido el libraros de ella, De la misma manera que un buen padre no concede a su hijo todo lo que desea.
Observación. — Nuestros Espíritus protectores pueden en algunas circunstancias, indicarnos el mejor camino, sin que por esto nos conduzcan con la mano; de otro modo perderíamos toda iniciativa y no nos atreveríamos a dar un paso sin su socorro, y esto sería en perjuicio de nuestro perfeccionamiento. Para progresar, el hombre necesita a menudo adquirir la experiencia a sus expensas; por esto los Espíritus prudentes, aconsejándonos, nos entregan muchas veces a nuestras propias fuerzas, como lo hace un hábil preceptor con sus discípulos. En las circunstancias ordinarias de la vida, nos aconsejan por la inspiración y de este modo nos dejan todo el mérito del bien, como nos dejan toda la responsabilidad de la mala acción.
Sería abusar de la condescendencia de los Espíritus familiares y comprender mal su misión, el preguntarles a cada instante sobre las cosas más vulgares como lo hacen ciertos médiums. Algunos de estos por cualquier cosa toman el lápiz y piden consejo sobre las cosas más sencillas. Esta manía denota la pequeñez de las ideas, al mismo tiempo hay la presunción de creer que siempre se tiene un Espíritu a sus órdenes, no teniendo otra
cosa que hacer que ocuparse de nosotros y de nuestros pequeños intereses.
Es además, aniquilar su propio juicio y reducirse a un papel pasivo, sin provecho para la vida presente y con seguridad perjudicial para el adelantamiento futuro. Si hay puerilidad en preguntar a los Espíritus por cosas fútiles, no la hay menos de parte de los Espíritus que se ocupan espontáneamente de lo que pueden llamar detalles caseros; pueden ser buenos, pero seguramente son muy terrestres.
20. Si una persona deja al morir sus negocios en confusión, ¿puede pedirse a su Espíritu el que ayude a ponerlos en claro y se puede también preguntar sobre el haber real que ha dejado, en el caso que este haber no sea conocido, si es en interés de la justicia?
¿Vosotros olvidáis que la muerte es salir de los cuidados de la Tierra? Creéis vosotros que el Espíritu que es feliz por su libertad venga voluntariamente a volver a tomar su cadena y a ocuparse de cosas que ya no le pertenecen, para satisfacer la ambición de sus herederos que pueden haberse alegrado de su muerte con la esperanza de que les será más provechosa? Habla de justicia; pero la justicia está en la decepción de su codicia; es el principio de los castigos que Dios reserva a su ambición por los bienes de la Tierra. Por otra parte, los enredos que algunas veces deja la muerte de una persona hacen parte de las pruebas de esta vida, y no está en el poder de ningún Espíritu el libraros, porque están en los decretos de Dios.
Observación. — La contestación anterior contrariará sin duda aquellos que se figuran que los Espíritus no tienen otra cosa que hacer que el servirnos de auxiliares lúcidos para guiarnos, no hacia el cielo, sino sobre la Tierra. Otra consideración en apoyo de esta respuesta. Si un hombre ha dejado durante su vida sus negocios en desorden por incuria, no es verosímil que después de la muerte tenga por ello cuidado, porque debe ser feliz de
haber quedado libre de las incomodidades que le causaban, y por poco que esté elevado les dará menos importancia como Espíritu que como hombre.
En cuanto a los bienes desconocidos que ha podido dejar, no tienen ningún motivo de interesarse por sus ávidos herederos que seguramente no se acordarían de él, si no esperasen sacar algún provecho, y si aun está imbuido de las pasiones humanas, puede tener un placer pernicioso por su contrariedad.
Si por interés de la justicia y de personas por las que tiene afecto, un Espíritu juzga útil hacer revelaciones de esta clase, lo hace espontáneamente, y para esto no tiene necesidad de ser médium, ni valerse de otro que lo sea; conduce al conocimiento de las cosas por circunstancias inesperadas, pero si esto no es por las preguntas que se le hacen, considerando que esta pregunta no puede cambiar la naturaleza de las pruebas que deben
sufrir; sería más bien a propósito para agravarlas, porque casi siempre es
un indicio de avaricia, y prueba al Espíritu que se ocupan de él por interés.
El libro de los médiums. Allan Kardec
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ALGUNAS RAZONES DE POR QUÉ QUIERO SER ESPÍRITA
El otro día un hermano hizo esta pregunta, y quedó dando vueltas en mi mente una y otra vez. En la meditación matutina del 28/1/2010 recibí esta comunicación :
....Es el espiritismo una doctrina clara y sencilla. Su propósito principal es ayudar al hombre a ser mejor ser humano, y practicar la doctrina es cultivar el amor entre todos los hermanos como nos enseño Jesús.
El deber de un espirita es conocerse bien a si mismo, con sus virtudes y sus defectos para poder así, trabajar en su mejoramiento, trabajar de forma consciente para mejorar sus imperfecciones.
Para lograrlo solo es necesario dedicar todos los días un rato a la meditación y al autoanálisis. A través del espiritismo, si lo practicamos sinceramente, seremos mejores hijos, hermanos, padres, esposos, amigos, seremos mejores seres humanos.
El espiritismo nos enseña que somos espíritus inmortales, que no debemos temer a la muerte, pues el espíritu sobrevive a este momento, que no es mas que un tránsito hacia la vida espiritual. Que la vida espiritual es la verdadera vida del espíritu, y que en ella continuamos aprendiendo y acumulando experiencias que nos hacen mejores.
Que luego reencarnamos y ponemos en práctica lo aprendido, y en este ciclo vamos convirtiéndonos en espíritus cada vez mejores y acercándonos paso a paso a la luz Divina, al Ser creador de todo el universo, a esa energía que llamamos Dios.
Y la doctrina nos enseña que este ciclo es un camino hacia el progreso,pues Dios ha creado el universo regido por leyes naturales y el progreso es una de ellas.
Y la doctrina nos enseña también una verdad sencilla e infalible, cuya comprensión nos va a ayudar a comprender nuestras circunstancias y como podemos cambiarlas; esta verdad es la ley de afinidad, atraemos a nuestras vidas circunstancias, personas y espíritus afines a nuestros pensamientos.
Es decir, que la calidad de nuestro pensamiento determina la calidad de la energía que vibra a nuestro alrededor y con ello de aquello que atraemos. De ahí la importancia de nuestra elevación moral.
Somos los artífices de nuestra vida, tenemos libre albedrío para practicar el bien o apartarnos de él; para esforzarnos cada día en ser mejores y comprender que con amor, paciencia, tolerancia, bondad, construimos un futuro mejor para nosotros mismos y para aquellos que nos rodean.
Y la Doctrina Espírita es mucho mas, es la justicia de la ley de causa y efecto, que nos enseña que cada acción nuestra tiene un resultado, una consecuencia acorde con la misma, y esta consecuencia vendrá a nosotros indefectiblemente, ya sea en esta vida o en una vida futura. Y esta ley explica las desigualdades que tanto nos acongojan; y es también una luz que nos inspira a cultivar el bien.
Hay mucho mas para descubrir en la doctrina espírita, pero estas sencillas razones que hemos expuesto, bastan por si solas para decir: "Yo quiero ser Espírita"
psicografiado 28 de enero 2010
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