CONVERGENCIA DE HECHOS
Hay doce puntos fundamentales respecto a los cuales se encuentran de acuerdo todos los espíritus que han transmitido mensajes.
En base a los rasgos comunes de esos mensajes, se puede establecer el siguiente cuadro:
1) Los espíritus afirman que el mundo espiritual, todos se encontraron en forma humana.
2) En el interín de un tiempo que puede ser más o menos largo, ignoran que están muertos.
3) Dicen que poco después del transcurso de la crisis preagónica, pasaron por la reminiscencia sintetizada y panorámica de los acontecimientos de su existencia.
4) Confirman haber sido recibidos en el mundo espiritual, por los espíritus de sus familiares y amigos fallecidos.
5) Casi todos afirman haber pasado por una fase más o menos larga de sueño reparador.
6) Casi todos dicen haberse encontrado dentro de un ambiente espiritual radiante y maravilloso; aquellos casos de fallecidos, moralmente normales; y en un ambiente tenebroso; aquellos moralmente depravados
7) Informan haber encontrado, que el ambiente espiritual, es un mundo objetivo, sustancial, real y análogo al medio ambiente terrestre, pero espiritualizado.
8) Supieron que esto se debía al hecho, que, el mundo espiritual, el pensamiento constituye una fuerza creadora, capaz de reproducir a su alrededor, el ambiente de sus recuerdos.
9) No tardaron en comprender que la trasmisión del pensamiento constituye el lenguaje espiritual, a pesar de que los espíritus recién llegados, se hacen ilusiones y creen comunicarse por medio de la palabra.
10) Han observado, que gracias a la facultad de visión espiritual, eran capaces de percibir los objetos por dentro y a través de ellos.
11) Han constatado, que los espíritus pueden transportarse instantáneamente de un lugar a otro, aunque sean muy distantes, gracias a un acto de voluntad, y pueden pasearse por el medio espiritual, o sobrevolar a cualquier distancia del cielo.
12) Igualmente, dicen saber que los espíritus de los fallecidos, gravitan, fatal y automáticamente, hacia la esfera que les conviene, gracias a la “ley de afinidad”.
Ernesto Bozzano
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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Primera parte
El sueño, para el cuerpo físico, es una muerte de todos los días, aparente o incompleta, durante la cual él no pierde su integridad, cesando solamente los órganos de relación con el mundo exterior; mas, en compensación, para el espíritu, el sueño abre las puertas de los sueños, hendijas más o menos amplias hacia la visión de las extrañas escenas del mundo extraño del Más Allá, sus paisajes de coloridos bizarros, sus luces intensas y maravillosas, sus misteriosos habitantes.
EL SUEÑO
Todo En el mundo duerme, seres y cosas, por lo menos aparentemente. Un tercio de nuestras vidas, como mínimo, la pasamos durmiendo.
Mientras es de día y bajo la influencia del sol, cuya luz destruye las emanaciones fluídicas maléficas, predomina el dinamismo de las fuerzas materiales, regidas por la inteligencia; más, cuando el Sol se va y cae la noche, pasan a imperar las fuerzas negativas del Mundo espiritual inferior y el cuerpo humano se adormece, entonces, bajo su dominio.
Para algunos el sueño adviene por una congestión cerebral (hiperemia de los vasos sanguíneos del cerebro).
Para otros, es justamente lo contrario: ocurre una anemia cerebral (isquemia de los mismos vasos) lo que quiere decir que durante el sueño los vasos se dilatan y desagitan la sangre del cerebro.
Al lado de estas explicaciones está la teoría de las neuronas, células nerviosas cuyas prolongaciones se retraen durante el sueño interrumpiendo el paso de la corriente vital, la que restablecen al despertar, distendiendo las referidas prolongaciones y poniéndolas de nuevo en contacto.
El sueño puede resultar de una asfixia periódica del cerebro y, para el viejo Aristóteles, adviene de la acción de las tomaínas existente en los residuos digestivos.
En contraposición, hay otros que afirman que, justamente, dormimos para desintoxicarnos, siendo así el sueño una función defensiva del organismo.
En fin, para no alargar esta exposición citamos a Marín, según el cual el sueño es un aspecto de la ley de alternativa, en virtud de la cual a la actividad sigue el reposo, como la noche al día, y como la muerte a la vida. Y eso concuerda con la “ley del ritmo”, de la filosofía egipcia, admirablemente expuesta en la obra iniciática kybalión, la cual la vida se manifiesta por una actividad incesante que obedece a un ritmo invariable y cuya compensación es el reposo. Aplicada al cuerpo humano la teoría, quiere decir que el organismo físico, en la vigilia, gasta energía que recupera en el reposo del sueño.
Últimamente la ciencia descubrió que en el momento del sueño ocurre una inversión original de las ondas cerebrales, del cerebro posterior hacia el anterior.
Mas ¿cómo se da el sueño?
Con el abandono provisorio del cuerpo por el espíritu, en la misma forma que la muerte, cuando el abandono es definitivo.
LOS SUEÑOS
Las teorías científicas sobre los sueños son también diversas. Para Freíd los sueños se originan en los deseos reprimidos: no pudiendo el hombre satisfacerlos en la vida normal, se esfuerza por vivirlos cuando duerme.
Para Maurí los sueños resultan de los automatismos psicológicos; de cerebraciones inconscientes o de asociaciones de ideas que, como es natural, originan imágenes mentales.
Según Saint-Denis en los sueños existe el desenvolvimiento natural del espontáneo de una serie de reminiscencia.
Delboeuf admite la conservación indefinida de impresiones que Richet bautizó con el nombre de pantomnesia (reminiscencia universal).
Conan Doyle admite solamente dos especies de sueños: los resultantes de experiencias hechas por el espíritu libre y las provenientes de la acción confusa de las facultades inferiores, que permanecen en el cuerpo cuando el espíritu se ausenta
Las teorías científicas sobre los sueños son también diversas. Para Freíd los sueños se originan en los deseos reprimidos: no pudiendo el hombre satisfacerlos en la vida normal, se esfuerza por vivirlos cuando duerme.
Para Maurí los sueños resultan de los automatismos psicológicos; de cerebraciones inconscientes o de asociaciones de ideas que, como es natural, originan imágenes mentales.
Según Saint-Denis en los sueños existe el desenvolvimiento natural del espontáneo de una serie de reminiscencia.
Delboeuf admite la conservación indefinida de impresiones que Richet bautizó con el nombre de pantomnesia (reminiscencia universal).
Conan Doyle admite solamente dos especies de sueños: los resultantes de experiencias hechas por el espíritu libre y las provenientes de la acción confusa de las facultades inferiores, que permanecen en el cuerpo cuando el espíritu se ausenta
Flammarion, Rosso de Luna, Dunne, Lombroso, Maeterlink y muchos otros estudiaron también el fenómeno y dejaron acerca de él interesantes pero no concluyentes teorías.
Podemos, entretanto, clasificar los sueños en dos categorías: sueños subconscientes y sueños reales.
SUEÑOS DEL SUBCONSCIENTE
Son reproducción de pensamientos, ideas e impresiones que afectan nuestra mente en la vigilia; hechos comunes de la vida normal que registran en los recovecos de la memoria y que, durante el sueño, continúan preocupando al espíritu, con mayor o menor intensidad. Esos elementos, subiendo del subconsciente se empujan los unos a los otros, si se puede decir así, y forman verdaderos enredos con reminiscencias presentes y pasadas, tornando tales sueños, casi siempre de difícil comprensión, justamente por ser confusos, complejos y extravagantes.
En los sueños subconscientes entran también otros factores, como ser: el temperamento imaginativo o emocional del individuo, sus resabios, mayormente los de naturaleza sexual, perturbaciones fisiológicas momentáneas, etcétera. Los durmientes ven, en tales sueños, sólo cuadros formados en su propia mente subconsciente, puesto que tañes sueños son únicamente producto mental inferior de ellos mismos.
Podemos, entretanto, clasificar los sueños en dos categorías: sueños subconscientes y sueños reales.
SUEÑOS DEL SUBCONSCIENTE
Son reproducción de pensamientos, ideas e impresiones que afectan nuestra mente en la vigilia; hechos comunes de la vida normal que registran en los recovecos de la memoria y que, durante el sueño, continúan preocupando al espíritu, con mayor o menor intensidad. Esos elementos, subiendo del subconsciente se empujan los unos a los otros, si se puede decir así, y forman verdaderos enredos con reminiscencias presentes y pasadas, tornando tales sueños, casi siempre de difícil comprensión, justamente por ser confusos, complejos y extravagantes.
En los sueños subconscientes entran también otros factores, como ser: el temperamento imaginativo o emocional del individuo, sus resabios, mayormente los de naturaleza sexual, perturbaciones fisiológicas momentáneas, etcétera. Los durmientes ven, en tales sueños, sólo cuadros formados en su propia mente subconsciente, puesto que tañes sueños son únicamente producto mental inferior de ellos mismos.
Finalmente, lo que los define y caracteriza, además de su aspecto confuso y neblinoso, es la incoherencia, la falta de nitidez, la luz, de colorido.
SUEÑOS REALES
Mientras el cuerpo físico reposa, el espíritu pasa a actuar en el plano espiritual, en el cual tendrá mayor o menor libertad de acción, según su propia condición evolutiva. Unos se conducen libremente, otros quedan en la dependencia de terceros, mas todos son atraídos hacia lugares que les son afines o correspondientes.
Son, por lo tanto, aquello que ve, oye o siente; los contactos que hace con personas o cosas de los lugares o esferas de acción y que constituyen los sueños reales que, como bien se comprende, no son más elaboraciones de la mente subconsciente individual sino perfectas visiones, directas y objetivas de esos mundos, verdaderos desdoblamientos, exteriorizaciones involutivas del espíritu.
Los encarnados, sujetos como están a las leyes que rigen el plano material, no se liberan de ellas sino con la desencarnación y, por eso, aún cuando están exteriorizaciones involuntarias del espíritu.
Esa es la razón por que los sueños, incluso los reales, son normalmente distintos, nebulosos, de difícil recordación. Por eso también es que cuando hay necesidad de obviar ese estado de cosas, haciendo que los sueños sean más fácilmente recordables, los agentes de lo invisible lanzan en la mente del durmiente poderosas sugestiones, fácilmente transformables al despertar, en forma de imágenes mentales y cuadros alegóricos representativos de las enseñanzas, advertencias o experiencias que el durmiente debe recordar.
Acostumbran también conducir al adormecido a regiones o instituciones del espacio, proporcionándole contactos y experiencias necesarias a su aprendizaje espiritual, de las cuales el recuerdo, por el referido procedimiento, siempre en alguna forma permanece.
Y si eso antecede en la relación a los espíritus buenos, también sucede con los malos que, valiéndose de la ley de afinidades vibratorias se apoderan de los durmientes y los conducen hacia sus antros inoculándoles o alimentando en sus mentes desprotegidas ideas o tendencias maléficas.
Los médiums, pues, que se guarden de esas infelices posibilidades, purificándose en cuerpo y espíritu para que su tonalidad vibratoria se eleve orando y vigilando como el Divino Maestro recomendó.
Esa es la razón por que los sueños, incluso los reales, son normalmente distintos, nebulosos, de difícil recordación. Por eso también es que cuando hay necesidad de obviar ese estado de cosas, haciendo que los sueños sean más fácilmente recordables, los agentes de lo invisible lanzan en la mente del durmiente poderosas sugestiones, fácilmente transformables al despertar, en forma de imágenes mentales y cuadros alegóricos representativos de las enseñanzas, advertencias o experiencias que el durmiente debe recordar.
Acostumbran también conducir al adormecido a regiones o instituciones del espacio, proporcionándole contactos y experiencias necesarias a su aprendizaje espiritual, de las cuales el recuerdo, por el referido procedimiento, siempre en alguna forma permanece.
Y si eso antecede en la relación a los espíritus buenos, también sucede con los malos que, valiéndose de la ley de afinidades vibratorias se apoderan de los durmientes y los conducen hacia sus antros inoculándoles o alimentando en sus mentes desprotegidas ideas o tendencias maléficas.
Los médiums, pues, que se guarden de esas infelices posibilidades, purificándose en cuerpo y espíritu para que su tonalidad vibratoria se eleve orando y vigilando como el Divino Maestro recomendó.
Edgard Armond
CONTINÚA…
CONTINÚA…
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Herculano Pires |
ESCLARECIENDO EL PROBLEMA DE LA MUERTE DENTRO DE LA NUEVA CONCEPCIÓN DE LA VIDA
Desaparición de los antiguos misterios que cercaban el hecho natural – La muerte, simple fase de la vida - Las palabras del apóstol Pablo: “Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible”.
La comprensión exacta del fenómeno de la muerte, en su verdadero sentido, en su verdadera significación, es una de las más bellas contribuciones del Espiritismo para el hombre de nuestros días. En el pasado, principalmente en las grandes civilizaciones orientales, el hombre disfrutó de elevada comprensión del sentido de la vida, y consecuentemente de la muerte. Pero esa comprensión era alterada por la falta de esclarecimiento científico del problema. Se encontraba envuelta en la ganga mística o teológica del misterio. La supervivencia constituía una certeza, pero una certeza de tipo enigmático, de consecuencias imprevisibles. Los muertos no sólo eran resucitados, no solo eran hombres desprovistos del cuerpo físico, sino almas de un mundo desconocido.
El Espiritismo, como explica Allan Kardec en “La Génesis”, viniendo tras el desarrollo científico, tiene la ventaja de analizar el problema de la supervivencia, de colocarlo en el plan de la observación y de la experiencia, de someterlo a los procesos de verificación e investigación científica. Gracias a ese nuevo análisis del problema, la muerte fue despojada de sus aparatos místicos y de su sentido cabalístico. Pasó a ser encarada de manera natural, como un hecho que pertenece al orden natural de las cosas, tan sujeto a las leyes de la vida como el propio nacimiento. “Nacer, morir, renacer, progresar siempre, tal es la ley”, afirmó Kardec. Nacimiento, vida y muerte son tres fases de un mismo y único proceso, el proceso de la vida.
Acabando con los llamados “misterios de la muerte”, el Espiritismo demostró
experimentalmente, que el hombre se libera de su cuerpo físico de modo tan natural, como la larva se transforma en mariposa. Recordando las enseñanzas de Cristo y de sus apóstolos, mostró que la resurrección, como escribió el apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios, es de orden espiritual y no material.
“Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se entierra el cuerpo material, nace el cuerpo espiritual”. Ni ángel, ni demonio, ni alma del otro mundo, ni entidad misteriosa, el espíritu de aquel que murió es el propio muerto que resurgió de la muerte. Es el mismo hombre que conocíamos en la Tierra, con sus adicciones y sus virtudes, sólo que desprovisto de su envoltorio grosero, como un buzo que, al quitarse la escafandra, no deja de ser lo que era.
Esa nueva concepción de la muerte libera el hombre del miedo de morir, le enseña la conveniencia y la necesidad de morir, cuando suena naturalmente su hora, y quita a los que quedan los motivos de angustia y desesperación. Una suave comprensión sustituye, en la mente y en el corazón de las criaturas, el viejo temor y la antigua rebelión contra las leyes naturales. Ernesto Bozzano, el gran investigador italiano, entre sus muchas monografías espíritas, incluyó un estudio sobre “La Crisis de la Muerte”, que merece ser leído por todos los que se preocupan con ese problema universal. Un estudio objetivo, sereno, claro y lógico, basado en observaciones del momento de la muerte, realizadas en varias partes del mundo.Decía Víctor Hugo: “Morir no es morir, mis amigos, morir es cambiarse”. Y Charles Richet,
el gran fisiologista francés, premio Nóbel de Fisiología, le escribió a Cairbar Schutel: “La muerte es la puerta de la vida”. El Espiritismo prueba la realidad de esos conceptos. A través de la inmensa y variada fenomenología mediúmnica, desde las simples manifestaciones de tipología hasta las de incorporación, de voz directa y de materialización, el Espiritismo viene demostrando positivamente la realidad de la supervivencia. Los que se obstinan en ignorar esas experiencias, en cerrar los ojos para el nuevo mundo que se abre ante los hombres, pagan el duro tributo del sufrimiento sin remedio que las viejas concepciones les imponen.
J. HERCULANO PIRES
Victor Hugo |
La comprensión exacta del fenómeno de la muerte, en su verdadero sentido, en su verdadera significación, es una de las más bellas contribuciones del Espiritismo para el hombre de nuestros días. En el pasado, principalmente en las grandes civilizaciones orientales, el hombre disfrutó de elevada comprensión del sentido de la vida, y consecuentemente de la muerte. Pero esa comprensión era alterada por la falta de esclarecimiento científico del problema. Se encontraba envuelta en la ganga mística o teológica del misterio. La supervivencia constituía una certeza, pero una certeza de tipo enigmático, de consecuencias imprevisibles. Los muertos no sólo eran resucitados, no solo eran hombres desprovistos del cuerpo físico, sino almas de un mundo desconocido.
El Espiritismo, como explica Allan Kardec en “La Génesis”, viniendo tras el desarrollo científico, tiene la ventaja de analizar el problema de la supervivencia, de colocarlo en el plan de la observación y de la experiencia, de someterlo a los procesos de verificación e investigación científica. Gracias a ese nuevo análisis del problema, la muerte fue despojada de sus aparatos místicos y de su sentido cabalístico. Pasó a ser encarada de manera natural, como un hecho que pertenece al orden natural de las cosas, tan sujeto a las leyes de la vida como el propio nacimiento. “Nacer, morir, renacer, progresar siempre, tal es la ley”, afirmó Kardec. Nacimiento, vida y muerte son tres fases de un mismo y único proceso, el proceso de la vida.
Acabando con los llamados “misterios de la muerte”, el Espiritismo demostró
experimentalmente, que el hombre se libera de su cuerpo físico de modo tan natural, como la larva se transforma en mariposa. Recordando las enseñanzas de Cristo y de sus apóstolos, mostró que la resurrección, como escribió el apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios, es de orden espiritual y no material.
“Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se entierra el cuerpo material, nace el cuerpo espiritual”. Ni ángel, ni demonio, ni alma del otro mundo, ni entidad misteriosa, el espíritu de aquel que murió es el propio muerto que resurgió de la muerte. Es el mismo hombre que conocíamos en la Tierra, con sus adicciones y sus virtudes, sólo que desprovisto de su envoltorio grosero, como un buzo que, al quitarse la escafandra, no deja de ser lo que era.
Esa nueva concepción de la muerte libera el hombre del miedo de morir, le enseña la conveniencia y la necesidad de morir, cuando suena naturalmente su hora, y quita a los que quedan los motivos de angustia y desesperación. Una suave comprensión sustituye, en la mente y en el corazón de las criaturas, el viejo temor y la antigua rebelión contra las leyes naturales. Ernesto Bozzano, el gran investigador italiano, entre sus muchas monografías espíritas, incluyó un estudio sobre “La Crisis de la Muerte”, que merece ser leído por todos los que se preocupan con ese problema universal. Un estudio objetivo, sereno, claro y lógico, basado en observaciones del momento de la muerte, realizadas en varias partes del mundo.Decía Víctor Hugo: “Morir no es morir, mis amigos, morir es cambiarse”. Y Charles Richet,
Charles Richet |
J. HERCULANO PIRES
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