martes, 11 de noviembre de 2014

¿Para qué el Espiritismo?





OBSESIONES SUTILES Y PELIGROSAS

Cuando el hombre se hace dócil a la inspiración  superior, sintoniza, con el programa que  ha de desarrollar,  recibiendo la ayuda que fluye de lo Alto y gracias a ello, logra disminuir las dificultades que son pruebas de resistencia en las luchas y desafíos para sus valores morales.

Los Buenos Espíritus no pueden cambiar el Karma de sus pupilos y devotos, porque les tornarían inoperantes, les atrasaría.  Sin embargo, cuando los ven luchar  en pruebas muy severas, interfieren, auxiliándolos a través  de fuerzas edificantes  con las cuales aumentan sus resistencias, con el fin  de que logren las metas que constituyen su victoria. Igualmente encaminan cooperadores  y amigos que se transforman en palancas  propulsoras  del progreso,  extendiéndoles manos  generosas dispuestas a contribuir a favor de su éxito.

 De la misma forma que las interferencias perniciosas encuentran resonancia en ellos, en razón de las afinidades que existen  por sus pasiones inferiores que caracteriza su estado evolutivo. Tan pronto cambien de objetivos, y aspiren a ideales  de ennoblecimiento y actúen de acuerdo con la ética del bien, se asocian a ellos  los laboriosos Mensajeros del Amor que los estimulan para que prosigan, renovando su entusiasmo, amparándolos ante las naturales desfallecimientos e inspirándoles  en la correcta elección del camino a seguir.   

Las imperfecciones permiten a los adversarios del ayer  los medios para inducir a la obsesión y problemas, ya que los Espíritus perversos e infelices siempre se sirven de las tendencias negativas de aquellos a quienes odian, para estimularlos, llevándolos de ese modo  a perturbaciones  y a penosas situaciones. Si el hombre  se apoya en los recursos de elevación, se vuelve difícil para sus malvados verdugos espirituales encontrar las brechas por las cuales infiltran sus torpes  sentimientos, en la saña de la persecución en que se complacen.

Toda obsesión es siempre el resultado  de la anuencia consciente o no de quien la sufre, por debilidad moral del espíritu encarnado,  que no le interpone defensas  o por deficiencias del comportamiento que propician  el intercambio, en razón de la preferencia psíquica  que le place al mismo mantener.

Cuando el hombre se candidata a una acción meritoria nunca debe esperar  de los otros los ejemplos de virtudes ni las lecciones de elevación continuada, más si examinar las propias disposiciones para verificar  lo que tiene, de lo que puede  disponer en nombre de Jesús para ofrecer.

Mediante este comportamiento, no verá en los otros los deberes de ser siempre Buenos y optimistas, misioneros de la renuncia y de la santificación, y si hermanos tal vez más experimentados y dedicados, con las mismas posibilidades  de errores y flaquezas, requiriendo, en silencio, apoyo y tolerancia.

El candidato  al bien no hace bueno al individuo, y la incursión en el compromiso de la fe, a nadie renueva de inmediato.

El adquirir cincelar la moral es de un esfuerzo continuado, un largo trabajo, que merece respeto,  no solo a los que triunfan, tan bien  a los que persisten  y actúan sin descanso, aunque no consigan con prontitud los resultados felices.

En las experiencias de elevación, entre otros impedimentos que surgen, la rutina de los acontecimientos es test grave  para ser superado.

Cuando las realizaciones se presentan nuevas, hay motivaciones y entusiasmos para realizarlas. Después a medida  que se hacen repetitivas, con las mismas manifestaciones, tienden a cansar, disminuyendo el ardor de los candidatos a la laboriosidad, llevándolos a la saturación, a la resistencia. Sucede que no se pueden innovar métodos para los mismos  problemas, cada día, ni modificar el paisaje aflictivo de los necesitados diversificándoles los cuadros de dolor y de sombra. Variando en la apariencia, sus casas matrices son las mismas, que se enredan en el espíritu endeudado, aturdido o atrasado, en viaje expurgador…  En esos momentos de cansancio, surgen las tentaciones  del reposo exagerado, de la acomodación, del excesivo tiempo  mal utilizado; abriéndose campo  a la censura indebida, que medra, que alarga, en forma de maledicencia  que esparce agrura y reproche, destruyendo, como plaga infeliz, los surcos donde la esperanza siembra el amor y la ternura que deberán florecer  como caridad y bendiciones.

Muchas obras del bien no resisten a este periodo, cuando las intenciones superiores ceden lugar al enfado y a la comodidad, que propician la invasión de las fuerzas destructivas y la penetración de los vigilantes adversarios de la luz…

Una forma  de obsesión peligrosa es aquella que pasa casi desapercibida y se instala lenta y firmemente en los cuadros mentales, estableciendo comportamientos equivocados con apariencia respetable.

Se suele presentar  en personas que denotan grave postura  y saben conquistar a otras por la facilidad de comunicación verbal, tornándolas afables  y gentiles, desde que no tengan sus caprichos e intereses contrariados. Dan impresiones  sociales que no corresponden  a su estado real, por cuanto adoptan comportamientos parásitos  que les acreditan a presumir de meritos  que no poseen.

Interiormente, viven bajo conflictos que disimulan  con habilidad, naciendo ahí,  esa doble actitud hacia la vida, situaciones que inducen  a la neurosis y desarticulan el equilibrio emocional, igualmente bajo el bombardeo de los arpones mentales destructivos de sus enemigos espirituales.

En ese clima psíquico, que rezuma de las experiencias de vidas pasadas, se hospeda el agresor desencarnado que insufla  mayor dosis de interferencia  por los problemas ajenos, desbordando  el egocentrismo que termina por alienarlos en cuanto cobijan y vitalizan las pasiones disolventes.

Este tipo de perturbación espiritual es la más difícil de ser erradicada, en razón de que el paciente niega su situación de enfermo, antes complaciéndose  en ella, porque el narcisismo a que se entrega, se convierte  en auto fascinación por valores que se atribuye y está lejos de poseer, anulando cualquier contribución que le es ofrecida.

Solamente la humildad, que da la dimensión de la pequeñez y flaqueza humana ante la grandiosidad de la vida, faculta una visión legitima, a través  de la cual se puede hacer una  justa evaluación de recursos, recurriéndose  a la Divinidad por la oración ungida  de amor, antídoto eficaz para los disturbios obsesivos.

La oración libera la mente bichada de sus clichés perniciosos, abriéndola para la captación de las energías inspiradoras, que fomentan el entusiasmo  por el bien  y la  conquista  de la paz a través  del amor. Para que esa oración  se revista de fuerza desobsesiva, ella necesita combustible de la fe, sin la cual no pasa de ser palabras destituidas  de compromiso  emocional entre aquel  que la dice  y a quien son dirigidas. También son necesarios el recogimiento y concentración para que se exteriorice la potencialidad por la voluntad del que anhela, dirigida con la certeza de que alcanzará el destino.

 Este tipo de obseso se caracteriza por el desdén a la oración porque cree que no la necesita, dudando igualmente de su eficacia o menospreciando su utilidad.

Exacerbado en sus sentimientos infelices, el obseso se auto realiza, adoptando  una actitud de falsa superioridad con la cual anestesia  los centros de la razón y se deleita en el estado en que se encuentra. A largo plazo, sin embargo, pierde el control de la voluntad,  que deja de dirigir, bajo la pertinaz imposición, volviéndose ostensivamente agresivo y deshaciendo la apariencia, que cede lugar al desequilibrio que se le instala con fuerte penetración en los mecanismos nerviosos.

En ese cuadro de obsesión constrictiva, se encuentran innumerables individuos hospedando adversarios que los vampirizan  por largo tiempo, hasta culminar la venganza con los golpes largos de las caídas en la locura, en el crimen o en el suicidio.

¿Muchas veces se preguntamos  que porque, determinados pacientes portadores de la obsesión, y que frecuentan la Casa Espirita donde se viven los postulados de Allan Kardec, y que se especializan en ese menester,  al tratar  a tales alineados, estos no se recuperan? Muchos inquieren, también, a respecto  de la razón por la que los Mentores Espirituales no liberan a los obsesos y subyugados, en nombre de la caridad.

Nunca será de mas repetirse que, en todo proceso obsesivo, la aparente víctima es el legitimo verdugo apenas transferido en el tiempo, siéndole la deuda la razón del mecanismo perturbador. Vencido por la insania del odio, aquel que fue cincelado se imanta al infractor que le torno desdichado y asume la igualmente indebida posición de cobrador o justiciero, incidiendo, por su parte, en error no menos importante. En cuanto el amor no luzca en el defraudado, ante la mudanza de comportamiento de su adversario, cierto es que el problema permanece. De igual modo, debidamente esclarecido sobre el equívoco en que permanece, el actual sayón, mediante adoctrinamiento por alguien que tenga sobre él autoridad moral y lo sensibilice, puede cambiar de actitud, decidiéndose por abandonar la pugna, lo que no exenta al incurso en la deuda de rescatarla por otro proceso de que se utilizan los códigos de la Soberana Justicia.

En la terapia desobsesiva, los cuidados para con el encarnado no pueden ser menores que los aplicados con relación al enfermo psíquico que le aflige, en desarreglo e infortunio cual se encuentra en la otra dimensión de la vida.

Debe tenerse en mente que el hecho de no ser visto siempre el perseguidor desencarnado, por los hombres, no significa que la tarea de estos, aliada a la de los Guías Espirituales, deba ser la de apartarlos, pura y simplemente. Seres vivos e inteligentes, apenas desnudados de la materia, sufren y aman, odian y luchan, esperando la ayuda que no supieran o no quisieran ofrecerse. Por tanto, el amor debe alcanzar la victima de ayer, que sufre hace más tiempo, amparándola, de modo a que despierte para no sufrir más ni provocar sufrimiento.

Y como la función del dolor se reviste de un poder terapéutico de liberación para quien lo sabe aprovechar, justo es que el encarnado se modifique para mejor, mediante cuyo comportamiento también sensibiliza a su opositor, a su vez adquiriendo recursos de paz y títulos de trabajo para su crecimiento espiritual.

Sin embargo, hay pacientes, obsesos o no, para los cuales, gracias a su rebeldía sistemática y tozuda acomodación en las disposiciones inferiores, la mejor terapia es la permanencia de la enfermedad, ahorrándoles males mayores.

Hay paralíticos que recuperan los movimientos y marchan para desastres que podrían evitar, si lo quisiesen; portadores de micosis, llagas y pústulas, rehacen la apariencia física, curándose de las dermatosis e infectan la mente y el alma con los contagios de los actos deprimentes y viciosos; ciegos que recobran la visión y la utilizan erróneamente en la observación de los hechos; enfermos por virosis y portadores de limitaciones que se restablecen, arrojándose de inmediato, lúbricos y desesperados, en los laberintos de la insatisfacci6n, de la agresividad, causándose mayor infelicidad...

En el campo de las obsesiones, no son pocos aquellos que, una vez que se mejoran, abandonan las disposiciones de trabajo y progreso, para correr precipitados, de vuelta a los hábitos vulgares en los que antes se complacías...

Aun delante de Jesús, este fenómeno era habitual. En principio, porque conociese la procedencia de los males que afligían a los enfermos e infelices que Le buscaban, como es comprensible, el Señor no curo a todos... Y de entre los muchos curados, quedo memorable la interrogación que El dirigió al ex enfermo del mal de Hansen que le fue expresar la gratitud por el beneficio recibido. "- ¿No fueran diez los curados, porque solo este vino a agradecer?" (*)

Es común hacerse compromiso intimo de renovación y trabajo, en cuanto permanece la enfermedad, negociándose con Dios la salud que se desea por lo que se promete realizar, como si la práctica de las virtudes del bien fuese útil al Padre y no un deber de todos nosotros, que nos beneficia y da felicidad.

Tan pronto pasa la agudeza del sufrimiento y el tiempo distancia la mente ex enferma del momento de la dolencia, la ilusión sustituye a la realidad; la voluptuosidad del placer enflaquece los deseos de servir y el cae en la indiferencia, cuando no sucede ocurrir males peores.

Cuanto a aquellos que frecuentan las Instituciones Espiritas, portando obsesiones y no se recuperan, merece que se tenga en mente el hecho de que la visión del medicamento no propicia la salud, si no la ingestión de el y la posterior dieta conforme convenga, al lado de otros factores que permiten el retorno del bienestar. Además, ni todos los males deben ser solucionados conforme a la óptica de quien los padece, mas de acuerdo con programas superiores que establecen lo que es mejor para la criatura. La función del Espiritismo es esencialmente la de iluminación de la conciencia con la consecuente orientación del comportamiento, armando a su aprendiz con los recursos que lo capaciten a vencerse, superando las pasiones salvajes y sublimando las tendencias inferiores mediante cuyo procedimiento se eleva.

En la terapia desobsesiva, el tributo del enfermo, tan pronto razone y entienda la asistencia que se le administra, es de vital importancia; por cuanto, serán sus pensamientos y actos los que responderán por su transformación moral para mejor, con la real disposición y posterior acción para recuperarse de los males practicados, ahora beneficiando a aquellos que le sufrieran los perjuicios y por cuya regularización los mismos se empeñan, a pesar de los métodos equivocados e ilícitos de que se sirven.

La evangelización del Espíritu desencarnado es de suma importancia mas, igualmente, la de la criatura humana que se enzarzo en la delincuencia y todavía no se recupero del delito practicado.

Con frecuencia, es más fácil de objetivarse resultados en la terapia desobsesiva con pacientes de mente obnubilada, de que con aquellos que razonan y no se disponen a la tarea de mudanza interior, de la acción dignificante, ahogados en dudas que cultivan e indisposiciones que les agradan.

En la actualidad, gran número de pacientes portadores de alineación por obsesión, transita por gabinetes de respetables psiquiatras que les prescriben drogas adictivas de que se encharcan, viciando la voluntad, que pierde los comandos, permaneciendo abúlicos y sufriendo dependencias de demorada erradicación. Sin el control de la voluntad, que sufre la acción barbitúrico de la droga y la perniciosa interferencia de la mente perturbadora, el enfermo tiene dificultad de luchar, utilizándose de los recursos desobsesivas cuyos efectos de él dependen.

Es claro que no censuramos este procedimiento psiquiátrico, teniendo en vista que, en determinados cuadros de la locura, la providencia es saludable, especialmente en los que presentan gran agitación, en los catatónicos, en los sicótico-maniaco-depresivos - aun cuando se encuentren bajo la inducción de adversarios desencarnados, evitándose, de esta forma, la consumación del suicidio provocado -, pero no su uso genérico.

El futuro próximo contribuirá con criterios más rigurosos y seleccionados en la aplicación de tales terapéuticas, especialmente cuando el prejuicio  científico ceda lugar al discernimiento cultural, que verá en el paciente, no apenas el soma, sino, y principalmente, el Espíritu con sus equipamientos de  periespiritu y materia...


Trabajo realizado por Merchita
Extraído del Libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco

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 "La religión del futuro será cósmica. Una religión basada en la experiencia y que rechace los dogmatismos.
 Si hay alguna religión que colme las necesidades de la ciencia, esa sería el Budismo..."
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   ¿PARA QUÉ  EL ESPIRITISMO ?         

Hace muchos años que estudio la Humanidad. En ese tiempo he tenido ocasión de conocer a varios espiritistas cuya vida es un ejemplo de virtudes morales y sociales; y sin embargo, hay ignorantes o impa­cientes que dicen:

-¿Y de qué sirve el Espiritismo? ¿Qué bien ha reportado a la socie­dad? ¡Ninguno!...Todo sigue de la misma manera; los mismos espiritis­tas son juguete de las malas pasiones.

Cuando oigo éstas o parecidas frases, el recuerdo de algunos seres virtuosos que han debido su progreso al estudio del Espiritismo me hace exclamar: «Moderad vuestra impaciencia; aprended a leer en la frente del hombre, y si sabéis escudriñar, veréis y os convenceréis de que por el Espiritismo muchísimos árboles secos se han cubierto de hojas, de perfumadas flores y de abundantes y sazonados frutos.»

Espiritistas he visto cuyas virtudes me han inspirado respeto y entusiasta admiración, sintiéndome tan bien a su lado, que cuando he tenido que separarme de ellos, las lágrimas han llenado mis ojos. Almas generosas engrandecidas por las sublimes máximas del Espi­ritismo son las que me han hecho pensar en mi porvenir; las que, con su vida ejemplar, me han inducido al progreso.

Pregunta la generalidad, sin saber lo que se dice: «¿Qué ha hecho el Espiritismo?» -Dar la salud a muchos enfermos del alma -les contestamos-, dar la resignación a innumerables desesperados; dar la felicidad relativa a los que por las especiales circunstancias de su vida nunca pudieron soñar en ser dichosos. Como útil enseñanza, y siguiendo mis estudios del natural, bosquejaré la figura de un hombre que hace algunos años conocí en San Sebastián, ferviente propagandista del Espiritismo con sus palabras y con sus hechos.

II

Antes de conocerle personalmente, tenía noticias de Ezequiel por otros espiritistas, que lo pintaban como modelo de buenas costumbres y de incansable actividad. Siempre me han gustado los buenos trabajadores; así es que, cuando en una reunión espiritista tuve ocasión de saludar a Ezequiel, sentí verdadera satisfacción al estrechar su mano. Ezequiel de Góngora jamás hace alarde de sus virtudes. Durante algún tiempo le traté con intimidad, y cada día descubría en él alguna virtud oculta.

Enemigo acérrimo de la murmuración, cuando delante de él se chismografiaba, aunque se tratase de cosas de poca monta, comenzaba por fruncir el entrecejo; su mirada límpida y tranquila perdía su dulce serenidad, retratándose en sus ojos el disgusto, una sonrisa amarga se dibujaba en sus labios, y hacía cuanto le era posible por mudar de conversación. Si ésta era entre amigos de confianza, decía claramente que el asunto no era de su agrado, y si entre desconocidos, su obstinado silencio revelaba su mortificación interior, traduciéndose en su muda protesta.

Si alguna vez, hablándose de los pobres, se describía el goce que siente el alma al hacer una obra buena, y él, dejándose llevar de aquella suave corriente, contaba algún rasgo de su generosidad quedábase después triste y pensativo. Interrogándole un día sobre esto, me contestó:

-Estoy disgustado de mí mismo, porque he hablado más de lo que debía. Hay cosas que nunca se deben decir: con que el que da y el que recibe lo sepan, basta.

He dicho en otros varios artículos que no acostumbro juzgar a las personas por sus actos ostensibles; pues, a veces, el hombre llega hasta el sacrificio del heroísmo, por orgullo, por hacerse superior a los demás. Donde se conoce la verdadera elevación del sentimiento y la grande­za del alma, es en la vida íntima, cuando el hombre se presenta en toda su desnudez y lo que habla no es escuchado más que por uno o dos amigos de su mayor intimidad: entonces se manifiestan su bondad y sus defectos sin artificio alguno. A semejanza de las violetas, que exhalan su perfume escondidas entre el follaje, Ezequiel levanta el velo que oculta sus hermosas aspiraciones y deja entrever las virtudes de su alma, en el silencio del hogar, entre sus más caros amigos.

Una tarde, al entrar en un salón donde había varios espiritistas, los unos hablando y los otros escribiendo, observé que Ezequiel estaba parado delante de una niña de unos doce años. Sus ojos, animados por dulce expresión, estaban fijos en ella con cariño paternal, a la vez que le dirigía frases afectuosas explicándole cómo la comunicación de los espíritus no le debía inspirar ningún temor. En su rostro resplandecía la ternura. Y contemplándole, pensaba yo: ¿Quién será Ezequiel? ¿Qué histo­ria guardará su existencia? ¿En el límpido cielo de sus ojos no habrá relámpagos de ira? ¿Las nubes del enojo nunca habrán empañado su brillo? ¿Qué fue ayer?...

Hoy es un buen apóstol de la buena nueva. La austeridad de sus principios le pone a cubierto de la crítica; la maledi­cencia no puede cebarse en él; cuantos le conocen dicen que vive consagrado al bien y a la propaganda de su ideal: ¿habrán transcurrido todos los años de su existencia de igual manera? ¿Habrá disfrutado siempre de esa dulcísima tranquilidad que revela su semblante? Cerré involuntariamente los ojos, y sin embargo, mi espíritu conti­nuaba viendo a Ezequiel, pero no con sus cincuenta y dos años encima y sus escasos cabellos grises, sino joven, arrogante, coronada su espacio­sa frente de abundantísimo cabello.

Sus ojos pardos lanzaban rayos de ira y de venganza; en su boca, medio oculta por un largo bigote, se dibujaban volterianas sonrisas; y todas sus actitudes y ademanes revela­ban la desesperación y la soberbia. Volví a levantar mis párpados y Ezequiel continuaba hablando dulcemente con la niña. ¡Qué contraste! ¡Qué diferencia entre uno y otro cuadro, entre la realidad que contemplaba y la anterior creación de mi fantasía! A la fogosidad indomable había sucedido la mejestuosa calma; al escepticismo, la fe; a las contracciones del odio, las expansio­nes del amor. Las huellas del tiempo y del dolor habían borrado en el rostro de Ezequiel las de la juventud y la soberbia.

¿Será ilusión de mis sentidos -me preguntaba-, o realmente habrá en la historia de mi amigo páginas tristes, de esas que el hombre quisiera poder borrar con nerviosa mano para olvidar todo recuerdo? No me atreví a interrogarle, pero a los pocos días, en ocasión que nadie podía oírnos, le referí mi entrevisión. Ezequiel me escuchó atentamen­te, meditó algunos instantes, como si evocara todos sus recuerdo, lejanos, y luego, con voz apagada. que se fue animando gradualmente me habló así­.

III

-Razón tienes en hacer tus estudios filosóficos en la Humanidad: en cada hombre hallarás abismos insondables; por mucho que te esfuer­ces, nunca llegarás al fondo. No he podido eximirme de la ley general: tengo mi historia, con sus episodios de novela y sus trágicos sucesos, sucesos que no te referiré con todos sus detalles, ciñéndome por hoy a bosquejarte uno de los cuadros de mi actual existencia. Retrocedamos veinte años. Entremos en un palacio, crucemos pa­tios, galerías y penetremos en un gran salón, donde veremos pasearse solo, desde las ocho de la tarde a igual hora de la mañana, a un hombre joven dominado por una terrible idea que hierve en su cerebro.

Aquella idea ha apartado de sus ojos el sueño: la noche ha transcurrido en un minuto. Luego abandona el palacio, y anda, anda doce horas seguidas sin descansar ni fatigarse. Es que el espíritu de la venganza se ha apoderado de su alma y de su cuerpo. Tenía un dios en la Tierra, su orgullo, este orgullo había sido cínicamente ofendido por una mujer, y sólo con sangre podía lavarse la afrenta recibida. A medida que se acercaba a su venganza, se decía interiormente: «La muerte lo borra todo; los muertos no hablan; el fuego purifica. Pues bien, entraré cautelosamente; sorprenderé a la infame y a su cómplice; heriré, mataré, pegaré fuego a la casa y moriré entre las llamas, sobre las restos de aquellos que tuvieron la osadía de ofenderme. »

Estos horribles pensamientos fueron los que germinaron en mi mente aquella noche memorable; porque aquel hombre, Amalia, era yo. Tales eran veinte años atrás mi orgullo, mi carácter en una palabra. las condiciones de mi espíritu. Las circunstancias, más poderosas que mis instintos y propósitos, frustraron mis planes de venganza. Hoy, gracias al Espiritismo, ruego en mis oraciones por aquellos que me ofendieron, después de haberlos perdonado con toda la efusión de mi alma. El Espiritismo es luz y vida; ¡dichosos nosotros, amiga mía, que hemos llegado a ver la luz de la verdad!

Las tormentas de mi vida no han pasado sin dejar huellas profundas: motivos especiales me obligan a vivir solo, sin haberme creado una familia; pero vivo feliz con la tranquilidad de mi conciencia, auxiliando a los desgraciados en lo que humanamente puedo, ajustando mis accio­nes al credo de mi doctrina, que consiste en hacer el bien por el bien mismo. Por eso con ardor infatigable propago la buena nueva, sabien­do, como sé, por experiencia propia, que sólo el estudio y la práctica del Espiritismo podrán regenerar a la Humanidad. Al hablar así, Ezequiel estaba transfigurado: el recuerdo de sus pasadas desventuras había dado más animación a su semblante, más vibración a su acento. Lentamente se fue apagando el brillo de sus ojos, y Ezequiel volvió a ser el hombre grave y reposado que sólo piensa en practicar el bien.

IV

A vosotros los impacientes, los que preguntáis: ¿Qué ha hecho el Espiritismo?, os contestamos: Leed; en nuestros estudios del natural todo es verídico; el anterior relato demuestra los inmensos beneficios que puede reportar el Espiritismo a los hombres.

Amalia Domingo Soler
Extraído del libro "Cuentos espiritistas"


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Conversaciones familiares del Más Allá:

Allan Kardec entrevista al Espíritu Alexander von Humboldt 

Enrique Eliseo Baldovino Fallecido el 6 de mayo de 1859; evocado en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas en los días 13 y 20 del mismo mes. 
(A San Luis). 

Podemos llamar al Espíritu Alexander von Humboldt que acaba de desencarnar? –Resp. Como queráis, amigos. 

1. Evocación. –Resp. Aquí estoy; ¡ esto es asombroso! 

2. ¿Por qué esto os asombra? –Resp. Estoy lejos de lo que fui, hace apenas algunos días. 

3. Si nosotros pudiésemos veros, ¿cómo  os veríamos? –Resp. Como hombre. 

4. ¿Nuestro llamado os contraría? –Resp. No, no. 

5. ¿Tuvisteis conciencia de vuestro nuevo estado poco después de vuestra muerte? –Resp. Yo la esperaba hacía mucho tiempo. 

Nota – Entre los hombres que, como el Sr. Humboldt, fallecen de muerte natural y por la extinción gradual de las fuerzas vitales, el Espíritu se reconoce con mucha mayor rapidez que en aquellos en que la vida se ha interrumpido bruscamente por accidente o muerte violenta, puesto que ya existe un comienzo de desprendimiento antes de la cesación de la vida orgánica. En el Sr. Humboldt la superioridad del Espíritu y la elevación de sus pensamientos han facilitado ese desprendimiento, siempre más lento y más penoso en aquellos cuya vida es totalmente material. 
6. ¿Extrañáis la vida terrestre? –Resp. No, de ningún modo; me siento feliz; no estoy más en la prisión; mi Espíritu es libre... ¡Cuánta alegría! ¡Y qué dulce momento que me ha traído esta nueva gracia de Dios! 

7. ¿Qué pensáis de la estatua que en vuestro homenaje será erigida en Francia, aunque seáis extranjero?1 –Resp. Mis agradecimientos personales por el honor que me hacen; lo que sobre todo estimo en eso, es el sentimiento de unión que este hecho revela: el deseo de ver extinguir todos los odios. 

8. ¿Han cambiado vuestras creencias? –Resp. Sí, mucho; pero todavía no revisé todo; esperad aún para hablarme más profundamente. 

Nota – Esta respuesta y la palabra reví son características del estado en que se encuentra; a pesar del rápido desprendimiento de su Espíritu, hay todavía alguna confusión en sus ideas; al haber dejado el cuerpo hace apenas ocho días, aún no tuvo tiempo para comparar sus ideas terrestres con las que puede tener ahora. 

9. ¿Estáis satisfecho con el empleo que hicisteis de vuestra existencia terrestre? –Resp. Sí; he cumplido (casi) el objetivo que me había propuesto. He servido a la Humanidad: por eso es que soy feliz hoy. 

10. ¿Cuándo os habéis propuesto ese objetivo? –Resp. Al venir a la Tierra. 

Nota – Puesto que se había propuesto un objetivo al venir a la Tierra, es porque entonces había realizado un progreso anterior y su alma no había nacido al mismo tiempo que su cuerpo. Esta respuesta espontánea no puede haber sido provocada por la naturaleza de la pregunta o por el pensamiento del interrogador. 
11. ¿Habíais elegido esta existencia terrestre? –Resp. Había numerosos candidatos para esta obra; he pedido al Ser por excelencia que me la concediera, y lo he conseguido. 

12. ¿Recordáis la existencia que ha precedido a la que acabáis de dejar? –Resp. Sí; la misma ha tenido lugar lejos de la Tierra y en un mundo bien diferente del vuestro. 

13. Ese mundo, ¿es igual, inferior o superior a la Tierra? –Resp. Superior; perdonadme. 

14. Sabemos que nuestro mundo está lejos de la perfección, y por consecuencia no nos sentimos humillados porque hayan otros más adelantados que el nuestro; pero entonces, ¿cómo habéis venido a un mundo inferior al que habitabais? –Resp. No se da a los ricos. Yo he querido dar: por eso he descendido a la cabaña del pobre. 

15. ¿Podéis darnos una descripción de los seres animados del mundo en que habitáis? –Resp. Tenía ese deseo al hablaros hace poco, pero comprendí a tiempo que yo tendría dificultad en explicaros perfectamente esto. Allí los seres son buenos, muy buenos; ya conocéis este punto que es la base de todo el resto del sistema moral en esos mundos; nada allí obstaculiza el desarrollo de los buenos pensamientos; nada recuerda a los malos; todo es felicidad, porque cada uno es feliz en sí mismo y con todos los que lo rodean. Con relación a la materia y a los sentidos, toda descripción es inútil. ¡Qué simplificación en el mecanismo de una sociedad! Hoy, que me encuentro en condiciones de comparar los dos, me admiro con la distancia. No penséis que os digo esto para desanimaros; no, al contrario. Es necesario que vuestro Espíritu esté bien convencido de la existencia de esos mundos; entonces tendréis un ardiente deseo de alcanzarlos, y vuestro trabajo os abrirá el camino. 

16. ¿Ese mundo hace parte de nuestro sistema planetario? –Resp. Sí, está muy cerca de vosotros. Sin embargo, no se puede verlo porque no es un foco luminoso, y no recibe ni refleja la luz de los soles que lo rodean. 

17. Acabáis de decir que vuestra precedente existencia tuvo lugar lejos de nosotros, y ahora decís que ese mundo está muy cerca; ¿cómo conciliar estas dos cosas? –Resp. Está lejos de vosotros si consultáis vuestras distancias, vuestras medidas terrestres; pero está próximo si tomáis el compás de Dios, y si intentáis abarcar de un vistazo toda la Creación. 

Nota – Es evidente que puede ser considerado como lejos si tomamos como término de comparación las dimensiones de nuestro globo; pero está cerca con relación a los mundos que se encuentran a distancias incalculables. 
18. ¿Podríais especificar la región del Cielo donde el mismo se encuentra? –Resp. Es inútil: los astrónomos nunca la conocerán. 

19. ¿La densidad de ese mundo es la misma que la de nuestro globo? –Resp. La proporción es de mil para diez. 

20. ¿Sería ese mundo de la naturaleza de los cometas? –Resp. No, de modo alguno. 

21. Si no es un foco de luz y si no recibe ni refleja la luz solar, ¿entonces reina allí una perpetua oscuridad? –Resp. Los seres que viven allá no tienen ninguna necesidad de luz: la oscuridad no existe para ellos; no la comprenden. 

Es como si el ciego pensase que nadie puede tener el sentido de la visión. 

22. Según la opinión de ciertos Espíritus, el planeta Júpiter es muy superior a la Tierra; ¿esto es exacto? –Resp. Sí; todo lo que os ha sido dicho al respecto es verdad. 

23. ¿Habéis vuelto a ver a Arago 2 desde que regresasteis al mundo de los Espíritus? –Resp. Ha sido él quien me ha tendido la mano cuando dejé vuestro mundo. 

24. ¿Conocíais el Espiritismo cuando estabais encarnado? –Resp. El Espiritismo, no; el magnetismo, sí. 

25. ¿Cuál es vuestra opinión sobre el futuro del Espiritismo entre las corporaciones científicas? –Resp. Grande; pero su camino será penoso. 

26. ¿Pensáis que un día será aceptado por las corporaciones científicas? –Resp. Ciertamente; ¿pero creéis pues que esto sea indispensable? Ocupaos antes de poner los primeros preceptos en el corazón de los infelices que repletan vuestro mundo: es el bálsamo que calma las desesperaciones y que da esperanza. 

 

Nota – François Arago, al haber sido llamado en la sesión del 27 de mayo, y por intermedio de otro médium, respondió así a preguntas análogas: 
¿Cuándo estabais encarnado, ¿cuál era vuestra opinión sobre el Espiritismo? –Resp. Lo conocía muy poco y, por consecuencia, le daba poca importancia; he cambiado de opinión y esto os da que pensar. 

¿Pensáis que un día Él será aceptado y reconocido por las corporaciones científicas? Me refiero a la Ciencia oficial, porque ya hay muchos científicos que individualmente lo aceptan. –Resp. No solamente lo pienso, sino que tengo la certeza de eso; Él tendrá el destino de todos los descubrimientos útiles para la Humanidad: ridiculizado al principio por los científicos orgullosos y por los tontos ignorantes, terminará siendo reconocido por todos. 

27. ¿Cuál es vuestra opinión acerca del Sol que nos ilumina? –Resp. Aquí todavía no he aprendido nada sobre Ciencia; entretanto, siempre he considerado al Sol como un vasto centro eléctrico. 

28. ¿Esta opinión es el reflejo de la que teníais como hombre o es la vuestra como Espíritu? –Resp. Es la opinión que tenía cuando encarnado, corroborada por lo que sé ahora. 

29. Puesto que venís de un mundo superior a la Tierra, ¿cómo se explica que no tuvisteis conocimientos precisos sobre esas cosas antes de vuestra última existencia, y de los cuales hoy os recordaríais? –Resp. Ciertamente los tenía, pero lo que preguntáis no tiene relación alguna con todo lo que pude aprender en existencias precedentes, tan diferentes de la que he dejado; por ejemplo, la Astronomía ha sido para mí una Ciencia totalmente nueva. 

30. Muchos Espíritus nos han dicho que habitaban o que habían habitado otros planetas, pero ninguno nos ha dicho que habitaba el Sol; ¿por qué esto? –Resp. Porque el Sol es un centro eléctrico y no un mundo; es un instrumento y no una morada. –Preg. ¿Entonces no tiene habitantes? –Resp. Habitantes fijos, no; visitantes, sí. 

31. ¿Creéis que dentro de algún tiempo, cuando hayáis podido hacer nuevas observaciones, podríais informarnos más sobre la naturaleza del Sol? –Resp. Sí, tal vez; será un placer; sin embargo, no esperéis mucho de mí: no estaré errante por mucho tiempo. 

32. ¿Dónde pensáis ir cuando no estéis más errante? –Resp. Dios me permite reposar por algunos momentos; voy a disfrutar esta libertad para encontrarme con amigos muy queridos que esperan por mí. Después, no sé todavía. 

33. Pedimos vuestro permiso para dirigiros aún algunas preguntas, que vuestros conocimientos de Historia Natural sin duda permiten que respondáis. 

La sensitiva y la dionea tienen movimientos que denotan una gran sensibilidad, y en ciertos casos una especie de voluntad, como por ejemplo la última, cuyas hojas aprisionan a los insectos que se posan en las mismas para libar el zumo, y a los cuales la dionea parece tender una trampa para después matarlos. Preguntamos: ¿estas plantas están dotadas de la facultad de pensar? ¿Poseen voluntad? ¿Forman una clase intermediaria entre el reino vegetal y el reino animal? En una palabra, ¿son una transición entre dichos reinos? –Resp. Todo es transición en la Naturaleza, por el hecho de que nada es semejante y, sin embargo, todo se encadena. Las plantas no piensan y, por consiguiente, no poseen voluntad. La ostra que se abre, así como todos los zoófitos, no tienen pensamiento: solamente poseen un instinto natural.3 

34. Las plantas, ¿experimentan sensaciones dolorosas cuando se las mutila? –Resp. No. 

Nota – Un miembro de la Sociedad expresa la opinión de que los movimientos de las plantas sensitivas son análogos a los que se producen en las funciones digestivas y circulatorias del organismo animal, y que suceden sin la participación de la voluntad. En efecto, ¿no vemos que el píloro se contrae al contacto de ciertos cuerpos para impedirles el paso? Lo mismo debe ocurrir con la sensitiva y con la dionea, cuyos movimientos no implican de modo alguno la necesidad de una percepción y menos todavía de una voluntad. 
35. ¿Hay hombres fósiles? –Resp. El tiempo los ha desgastado. 

36. ¿Admitís que hayan existido hombres en la Tierra antes del diluvio geológico? –Resp. Sería bueno que te expliques más claramente sobre este punto, antes de hacer la pregunta. El hombre estaba en la Tierra mucho antes de los diluvios. 

37. ¿Adán no fue, entonces, el primer hombre? –Resp. Adán es un mito; ¿dónde ubicas a Adán? 

38. Mito o no, hablo de la época que la Historia le asigna. –Resp. Es poco calculable para vosotros; incluso es imposible evaluar el número de años en que los primeros hombres permanecieron en estado salvaje y bestial, que no cesó sino mucho tiempo después de su primera aparición en el globo. 

39. ¿La Geología hará conque un día se encuentren los rastros materiales de la existencia del hombre en la Tierra antes del período adámico? –Resp. La Geología, no; el buen sentido, sí. 

40. El progreso del reino orgánico en la Tierra está marcado por la aparición sucesiva de los acotiledóneos, de los monocotiledóneos y de los dicotiledóneos; ¿existía el hombre antes de los dicotiledóneos? –Resp. No, su fase siguió a aquélla. 

41. Os agradecemos por haber consentido atender a nuestro llamado, y por las enseñanzas que nos habéis dado. –Resp. Ha sido un placer. Adiós; hasta la vista. 

Nota – Esta comunicación se distingue por un carácter general de bondad, de benevolencia y de una gran modestia, señal indiscutible de la superioridad del Espíritu; en efecto, no hay trazos de jactancia, de fanfarronería, de deseo de dominar o de imponerse, que se observa entre los que pertenecen a la clase de los pseudosabios, Espíritus que siempre están más o menos imbuidos de sistemas y de prejuicios que buscan hacer prevalecer; en el Espíritu Humboldt, todo –inclusive los más bellos pensamientos– respira simplicidad y denota ausencia de pretensión. 
Allan Kardec - Revista Espírita de junio de 1859

Traducción de los originales franceses y notas de Enrique Baldovino


1 Alexander Friedrich Heinrich von Humboldt (Berlín, Alemania, 14/09/1769 – Berlín, 06/05/1859). Naturalista, geógrafo, viajero, astrónomo, geólogo, demógrafo y diplomático alemán, llamado en su época «el Aristóteles moderno» por sus profundos conocimientos en la mayoría de los ramos del conocimiento humano. Fundador, junto con el Prof. Karl Ritter (1779-1859), de la moderna Geografía. Como hombre de Ciencia alcanzó prestigio inigualado y su presencia fue reclamada por casi todos los soberanos de Europa. Con el naturalista alemán Georg Forster (1754-1794) visitó Inglaterra, Bélgica, Holanda y Francia, en 1790. Realizó estudios de Botánica y Geología en Suiza e Italia en 1795. En 1799 obtuvo con el naturalista francés Aimé Bonpland (1773-1858), autorización del rey de España para su expedición a América del Sur. Recorrió el curso del Orinoco y descubrió su unión con el Amazonas; escaló el Pichincha y el Chimborazo; en el puerto del Callao observó el tránsito del planeta Mercurio, y analizó las propiedades del guano, cuya introducción en Europa se le debe; estudió las riquezas del subsuelo de México, y después de una corta estada en los EE.UU., regresó a Europa en 1804. Ese mismo año comunicó al Instituto de París sus descubrimientos sobre la disminución de la intensidad del magnetismo terrestre desde los polos al ecuador.

En 1827 el barón de Humboldt fijó residencia en Berlín. Dos años más tarde recorrió Rusia con el geólogo y biólogo alemán Christian Gottfried Ehrenberg (1795-1876). Descubrieron los yacimientos de diamantes del Ural y corrigieron la estimación excesiva que los geógrafos precedentes habían hecho de la altura de las mesetas del Asia Central. De 1830 a 1848 realizó diversas misiones diplomáticas para el gobierno alemán. Reunió lo fundamental de sus investigaciones bajo el título general de Cosmos (4 volúmenes, 1845-1858; 1 volumen, 1862). Otro importantísimo libro es: Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente; esta gigantesca obra fue, en su mayor parte, redactada en francés por el mismo Humboldt. Tuvo en ella como colaboradores a Bonpland y al botánico alemán Karl Sigismund Kunth (1788-1850). La publicación comenzó en 1807 y concluyó en 1834, y constituye uno de los monumentos de la Ciencia geográfica. A su autor se le ha llamado también «el segundo descubridor de América». Obras de importancia, además de las ya mencionadas, son: Ensayo sobre la geografía de las plantas; Fragmentos de Geología y Climatología asiáticas; Colección de observaciones de Zoología y Anatomía comparadas, en colaboración con el naturalista Georges Cuvier (1769-1832), con el zoólogo francés Achille Valenciennes (1794-1865), con el entomólogo francés Pierre André Latreille (1762-1833) y con el fisicoquímico Gay-Lussac (1778-1850).

2 Dominique-François-Jean Arago (Estagel [Rosellón], Francia, 26/02/1786 – París, 02/10/1853), conocido también con su nombre abreviado: François Arago. Célebre físico, político y astrónomo francés, elegido a los 23 años miembro de la Academia de Ciencias de París, de la que luego fue secretario perpetuo, y director del observatorio astronómico de esta ciudad. (RE jun. 1859–III a: Conversaciones familiares del Más Allá – Humboldt [Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, 13 y 20 de mayo de 1859], págs. 154-159.)

3 A través de este texto histórico de la Revista Espírita identificamos que el autor de la respuesta Nº 589 (Los tres reinos – Los minerales y las plantas) de El Libro de los Espíritus ha sido el Espíritu François Arago. La pregunta de Kardec es realmente notable en todos los sentidos, puesto que la dionea, también conocida con el nombre de atrapamoscas, es una planta americana de la familia de las Droseráceas, cuyas hojas tienen en su haz numerosas y diminutas glándulas y seis pelos sensitivos. Cuando un insecto toca estos pelos al posarse sobre la hoja, las dos mitades del limbo de ésta giran sobre el nervio central y se juntan, aprisionando al insecto, cuyas partes blandas son digeridas por el líquido que segregan las mencionadas glándulas. La próxima pregunta Nº 34 corresponde a la interrogación Nº 587 de la referida Obra Magna del Espiritismo. Finalmente, el Codificador aprovecha el juicioso parecer de un miembro de la Sociedad de París (cf. la Nota de Allan Kardec a dicha cuestión 34) para componer su lúcido comentario a la respuesta de la citada cuestión 589 del libro Luz.

- Aportado por Claribel Díaz -
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