lunes, 10 de noviembre de 2014

Pensamiento y enfermedad

                                   



El universo nos apoya totalmente en todo lo que decidimos pensar y creer, el poder Universal jamás nos juzga ni nos critica. Louise L.Hay.

A veces la vida en un cuerpo puede desorganizarse, la vida en un cuerpo no siempre se manifiesta a un ritmo equilibrado. Este ritmo puede encontrar a la vez agresiones materiales externas pero también agresiones espirituales internas, agresiones que van a fomentar la enfermedad.

Las diferentes causas

Para tomar el ejemplo de una enfermedad extendida como el cáncer, se presentan oficialmente muchos agentes externos al cuerpo humano como causa de las formaciones cancerosas: agentes industriales en sus desperdicios, agentes alimenticios en los azúcares, en las carnes, en los productos que acompañan a esos mismos alimentos en cuanto a su producción y su conservación, agentes tóxicos como el tabaco. Todos esos elementos, juntos o por separado, serían fuente de creaciones tumorales que conllevan la anarquía irreversible del desarrollo celular de naturaleza cancerosa. Aunque a veces estos agentes externos pueden participar en el desarrollo de ciertos cánceres, no son su causa principal. Con gran frecuencia, las enfermedades son definidas como una disfunción del organismo, dependiente de nuestro entorno, de nuestra vida y también de las predisposiciones que son un conjunto de factores que aumentan en una persona el riesgo a desarrollar tal o cual enfermedad.
Ejemplo: el patrimonio genético en materia de cáncer puede aumentar una predisposición al cáncer. Es la teoría de la herencia y si nos detenemos en esta definición, podemos pensar entonces que si nuestros abuelos o nuestros padres, murieron como consecuencia de un cáncer, entonces es muy probable que nosotros desarrollemos un cáncer… Semejante pensamiento no puede ser positivo y esa teoría de la herencia carece de elementos y sobre todo de espiritualidad. En materia de espiritismo, no podemos ocultar las fuentes espirituales que llegan a nuestros cuerpos físicos; por eso decimos que las enfermedades son el resultado de nuestra evolución, de nuestro modo de ser, de nuestra manera de existir, de nuestro comportamiento social y de nuestras vidas anteriores. Aun cuando hoy en día la medicina se abre más a la noción de lo psicosomático, creando el vínculo entre el cuerpo y el espíritu, está lejos de considerarlo todo, y entonces hablamos de una fuente totalmente desconocida por el mundo médico que es la de las vidas anteriores, de la anterioridad que continúa manifestándose a través del doble periespiritual transmitiendo una memoria vivida a nivel de nuestro cuerpo. Es lo que llamamos la genética periespiritual, la genética del recuerdo, la genética de la transposición de las enfermedades anteriores, de los conflictos anteriores, de los desórdenes anteriores.
A la pregunta: Durante la elaboración de su cuerpo, ¿puede el espíritu imprimir genéticamente ciertas enfermedades?
El espíritu nos responde: “No es el espíritu el que imprime genéticamente las enfermedades. El espíritu recibe los materiales genéticos de sus progenitores y a partir de estos materiales dados, evoluciona como puede, en la construcción de su nuevo cuerpo. La única genética que el espíritu puede aportar en la construcción de su futura envoltura carnal es una genética periespiritual”.

El efecto placebo o nocebo

El pensamiento es creador, influencia la materia y somos, aunque no siempre nos demos cuenta, efecto de nuestros pensamientos. Cuando decimos: “Estoy hasta la coronilla”, es muy probable que nos dé dolor de espalda o bien: “Me tienes harto” y poco después tengamos un dolor de cabeza, (*)
Desde hace algún tiempo, los científicos han comprobado que una sustancia totalmente desprovista de principio activo puede tener un efecto muy real, aunque no mágico, pues la convicción de recibir un tratamiento activo desencadena un alivio del dolor y de diversos otros síntomas, es el efecto placebo. Al contrario, si un médico sugiere a su paciente que un medicamento tiene efectos secundarios, este paciente experimentará los efectos desagradables, es el efecto nocebo.
Las enfermedades pueden ser mentales, como por ejemplo las depresiones, vinculadas a un estado de ánimo como consecuencia de acontecimientos dolorosos o difíciles de la vida, como por ejemplo la pérdida de un pariente, un divorcio, una enfermedad, la pérdida de un empleo, etc., se caracterizan por varios síntomas como tristeza, falta de interés, pensamientos mórbidos, ideas suicidas, problemas de sueño, etc.
Las numerosísimas investigaciones realizadas para probar medicamentos contra la depresión, han demostrado que el efecto placebo podía variar del 20% al 49%. Lo cual es superior a lo que se observa con otros tipos de medicamentos.
Las enfermedades pueden ser físicas, como por ejemplo la poli artritis reumatoide, vinculada a una o a varias anterioridades precisas, en las cuales los cuerpos han sido mutilados o torturados. Las personas afectadas por esta enfermedad son absorbidas por el dolor y el tiempo de pensar es muy difícil. El tiempo de pensar corresponde entonces al entorno, a los que no están absorbidos por el dolor, por la enfermedad, por el desequilibrio psíquico.
Todas las fuerzas del espíritu, como las fuerzas de la hipnosis, la telepatía, la clarividencia, el magnetismo, incluso hasta revelaciones de vidas anteriores, deben ser consideradas en tal circunstancia.


La autosugestión


Para hablar de la autosugestión, es necesario saber que en nosotros existen dos individuos absolutamente distintos uno del otro. Ambos son inteligentes, pero mientras que uno es consciente, el otro es inconsciente.
El farmacéutico de Nancy, Émile Coué, fue el precursor de la utilización de la autosugestión consciente con su célebre frase: “Cada día estoy mejor desde todo punto de vista”. La autosugestión, bien utilizada, resulta ser de una ayuda cierta en el dominio de sí mismo y en la resolución de buen número de problemas a los cuales el individuo es confrontado en la vida.
Poseemos en nosotros una fuerza de un poder incalculable que, cuando la manejamos en forma inconsciente, con frecuencia nos es perjudicial. Si, por el contrario, la dirigimos de manera consciente y sabia, nos da el dominio de nosotros mismos y nos permite, no sólo ayudar a sustraernos a nosotros de la enfermedad física y la enfermedad moral, sino también a sustraer a los demás, y hasta a vivir relativamente feliz, cualquiera que sea la condición en que podamos encontrarnos”. Émile Coué.
En cuanto al inconsciente, es la parte más íntima del espíritu. Para penetrar su misterio, es preciso volver a su fuente. En su primera encarnación, el espíritu va a crear su primera memoria inconsciente, luego, de vida en vida, el espíritu acumulará por medio de la memoria, un número de imágenes, de sentimientos reprimidos, todos los eventos vividos, todos los hechos de sus existencias. Son numerosos los ejemplos donde se manifiesta el inconsciente, uno de ellos es el sonambulismo. El sonámbulo se levanta en la noche, se pasea, realiza ciertos actos y se vuelve a acostar sin tener ningún recuerdo al despertar.

En este ejemplo, el cuerpo obedece al inconsciente.

Para ilustrar este papel determinante del pensamiento, he aquí un extracto de mensaje: “Buscáis vuestra salud y en esa salud buscáis vuestra tolerancia, vuestro equilibrio y vuestra quietud. Ya estas tres palabras solas pueden aliviaros de muchos males físicos. En realidad, mis amigos y hermanos del más allá, que con todas sus fuerzas buscan conmigo vuestro mejor ser, para vuestro mejor vivir, tienen una sola palabra que vuelve sin cesar: pensar, pensar, pensar. Hablo del verbo y no sólo de la naturaleza descrita en forma abstracta o relativa, y hablo de la función y del acto. Debéis pensar, y pensar bien. El hombre que piensa bien encontrará en su cuerpo todas las cualidades indispensables a su equilibrio y eso dentro de un vasto movimiento solidario, y eso dentro del compartir. Vuestras sociedades injustas, vuestras sociedades decadentes, vuestras sociedades de jerarquía y de dinero, fomentan la enfermedad pues, en verdad, el hombre trabaja mal, produce mal. Vivir en el temor, es crear ya su enfermedad del mañana. Vivís en alerta, vivís con envidia y demasiado a menudo quizás hasta con celos. Vivís con odio, vivís en un mal reparto y os desequilibráis sin cesar. Vivís en estrés, vivís dentro de un movimiento que no se corresponde con vuestras verdaderas naturalezas, y por consiguiente, vivís en lo que sufre vuestro inconsciente. No sois vosotros solos, como individuos, los responsables de esta mala realidad, pero como espíritas, podéis volveros más conscientes. De buena gana buscamos para vosotros todo lo que pueda convenir y lo que pueda integrarse por nuestras palabras a vuestras conciencias de hoy. Pero, sin verdad, sin espíritu y sin conciencia de verdad de ese espíritu, nosotros no podemos nada, y vosotros no podéis nada. ¿Me atrevería yo a decir que vosotros sois los autores de vuestras enfermedades? Sí, en la medida en que la sociedad es responsable, en la medida en que vuestras asambleas colectivas son responsables de vuestros desequilibrios individuales, en la medida en que vivís mal. Vosotros fomentáis la enfermedad, mantenéis la enfermedad, sois los autores del desequilibrio con vuestra inferioridad terrestre.
No os juzgo, hago la comprobación de una realidad de desequilibrio entre el alma y el cuerpo. Es pues tiempo de que la medicina se convierta en medicina de la conciencia y del espíritu. La fitoterapia es uno de los enfoques. La fitoterapia es una cita con la naturaleza y aun cuando no esté contaminada. Pero el camino será diferente cuando hayáis encontrado vuestras verdaderas naturalezas y cuando la hipnosis haya triunfado sobre vuestros cuerpos. Permitidme terminar este mensaje salmodiando tres veces la palabra, pues cuenta: hipnosis, hipnosis, hipnosis, en lo que os invita al encuentro de vosotros mismos. Todo se vuelve posible para un país o para una sociedad que reconoce el valor de la filosofía espiritual”.

F A B I E N N E  D U  C O U R N E A U
LE JOURNAL SPIRITE N° 89 JUILLET 2012

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"La rabia hace subir la energía, la alegría la vuelve más lenta, la aflicción la disipa, el temor la hace descender, el susto la dispersa, el agotamiento la marchita y la preocupación la estanca."
Clásico de Medicina Interna del emperador Amarillo. Siglo II A.C.
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LECCIÓN DE LA EXPERIENCIA
  “El Cielo y el Infierno”, de Allan Kardec, como se sabe, es un libro que trata de la Justicia Divina según el Espiritismo. En ese libro encontramos, no muy habladas entre nosotros, diversas comunicaciones de Espíritus en situaciones muy variadas.
Una de ellas es de un bohemio, uno de esos tipos humanos, que, si jamás hicieron mal a nadie, nunca lesionaron el patrimonio de los otros, tampoco hicieron el bien.
Y pasan por la vida en blancas nubes, como dice un poeta. Pues bien, tiempo después de haber pasado hacia el otro plano, vino el Espíritu, que dijo llamarse Lisbeth, cuando estaba encarnado, se comunicó a través de un médium, lamentando amargamente la vida inútil que llevó en la Tierra. Tuvo el mérito de arrepentirse, así que se dio cuenta, pero todavía necesitaba tiempo para poder empezar una nueva jornada, después de una experiencia tan llena de extravagancias.
Sufriendo mucho, por que no supo o no quiso sacar provecho de la existencia terrena, en beneficio de su elevación espiritual, habló de esta forma el deprimido Espíritu:
“- Estoy libre, sí, pero todavía no expié, es preciso que repare el tiempo perdido si no quiero prolongar los sufrimientos. Espero que Dios, teniendo en cuenta la sinceridad del arrepentimiento, me conceda la gracia de su perdón. Hombres, hermanos míos, yo viví solo para mí, y ahora, expío y sufro. Que Dios os conceda la gracia de evitar las espinas que ahora me laceran.”
Véase bien lo que es una existencia encerrada en el egoísmo, sin tener conocimiento de nada más, como si no perteneciese a la Humanidad.
El sufrimiento de ese Espíritu, realmente, era grande, por el remordimiento de haber sido tan solo, un gozador de la vida, sin haber sentido jamás, interés por el dolor ajeno.
De esta forma vive mucha gente. Pero cuando el Espíritu se enfrenta con la cruda y desnuda realidad, fuera de la materia, siente una incalculable decepción, una depresión tremenda, porque nada hizo de útil, tan solo cuidó de sí mismo, gozó la vida con todos los excesos y después vio claramente el cuadro de su propia realidad.
Es lo que nos enseñan, del mundo espiritual, las lecciones de los mentores.
Después de que el Espíritu comunicante hubiese llorado su amargura, vino el guía de la sesión y dio esclarecimiento, haciendo una advertencia, aún hoy oportuna, sobre las personas que viven a su modo, rindiendo culto a la materia, corriendo y bebiendo en demasía, sin jamás haber procurado el alimento espiritual. He ahí una lección válida, a pesar de que la comunicación ya tenga más de un siglo.
Es de esta forma.
Hay personas que solo piensan en sus intereses, exageran la medida de los placeres de la vida y nunca tienen, por lo menos, un minuto para la meditación sobre los problemas espirituales. La vida de esas personas es un corre-corre constante, ¡como si el mundo tuviera que acabar en el próximo minuto!.. Y, por ello mismo, el momento jamás llega para las cosas inherentes al Espíritu.
En las situaciones difíciles, sin embargo, se agarran a todo, desesperadamente, y quieren que después vengan las soluciones, rápidas y concluyentes.
Cuando llega la hora del desenlace, están completamente sin preparación desde el punto de vista espiritual y, después, encararán la situación que enfrentó el Espíritu del bohemio en la sesión mencionada en “El Cielo y el Infierno”: mucha perturbación y desolación, porque pasó una vida desarreglada y vacía, ¡dolorosamente vacía!
La enseñanza espírita es de equilibrio en todas las cosas. Sin exagerar sobre la abstención sistemática, pues la pretensión de santidad, muchas veces es una violencia al orden natural de la vida, ni la exageración opuesta, que es justamente el de la extravagancia, del bienestar físico sin límites.
Dice la Doctrina que el hombre debe vivir según sus necesidades y las leyes de su propio mundo.
No quiere, por tanto, que el hombre reine el mundo o viva en penitencia, pues es un tipo de vida improductiva. Pero también advierte, claramente, que el hombre debe aprovechar bien las oportunidades de la existencia terrenal para su mejoramiento, no tan solo desde el punto de vista material, sino, sobre todo, del punto de vista espiritual.
El Espiritismo no condena las satisfacciones del mundo, como tampoco prohíbe las expansiones de alegría, ni siquiera ciertas futilidades inofensivas.
Si el hombre está en el mundo debe ser del mundo. Pero es preciso saber estar en el mundo y no dejarse esclavizar por tantas cosas. Es ahí que esta el sentido de equilibrio. Las ventajas materiales, que no son ilícitas, una vez conquistadas a través del trabajo honesto, debe ser instrumento del bien, nunca el opio que emborracha y ciega al espíritu.
Por la experiencia traída por tantos Espíritus, que ya vivieron sus dramas, nosotros debemos, naturalmente, por nuestra parte, procurar de cerca, encaminar la vida hacia el lado espiritual, sin que sea necesario vivir fuera de las leyes naturales o repeler las satisfacciones que el mundo ofrece.
 El peligro no está en el uso de los bienes de la vida, sino en los abusos, porque todo procedimiento abusivo compromete la situación del Espíritu.
La comunicación recogida en “El Cielo y el Infierno” hace pensar mucho....

 “Mundo Espírita” - Curitiba ( BR)

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¿Recuerda el Espíritu todas las existencias que precedieron a la última que acaba de abandonar? 

- Todo su pasado se desarrolla ante él, así como las etapas que el viajero ha recorrido. Pero –lo hemos dicho ya-, no tiene presentes de una manera absoluta la totalidad de los hechos. Sólo los recuerda en virtud de la influencia que han tenido sobre su actual estado de Espíritu. En cuanto a las primeras existencias, aquellas que se pueden considerar como la infancia del Espíritu, se pierden en el vacío, desapareciendo en la noche del olvido. 

309. ¿Cómo considera el Espíritu al cuerpo que acaba de dejar? 
- Como una ropa inadecuada, que le molestaba, y de la cual está dichoso de haberse desembarazado. 


EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC
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