martes, 3 de febrero de 2015

Alma y teoría celular

PADRE E HIJOS Y LA ELECCIÓN DE LOS PADRES
 Ricardo Di Bernardi

La paternidad y la maternidad son siempre decurrentes de vínculos pretéritos. El triangulo constituido por padre, madre e hijo siempre resulta de una continuidad necesaria para todos los involucrados en la nueva constelación familiar, donde también hermanos y parientes próximos son, normalmente, ligaciones de encarnaciones anteriores. Nuestras deudas se hacen, muchas veces, dentro del núcleo familiar y retornamos para corregir las distorsiones antiguas, en el mismo medio.
 Nuestros hijos son espíritus. Son espíritus con los cuales ya tuvimos anteriormente importantes vínculos. Con relación a la naturaleza de estos vínculos, podremos clasificarlos en vínculos de afecto y de desafectoMuchas veces, las dificultades vivenciadas por dos personas generaron entre ellas un odio mutuo u otra ligación fuertemente estrechada por las energías deletérias de sentimientos inferiores. Son los vínculos creados por el desafecto delpasado. Una vez establecido el intercambio recíproco de las vibraciones desestructurantes, se crea un eslabón magnético que prenderá mutuamente a los dos individuos. No sólo el amor, pero el odio une a las personas. Una unión en el sentido de dependencia energética que en algunos casos llega a consecuencias extremas.
Espíritus ligados uno a otro requieren una situación de terapéutica que, muchas veces, sólo encuentra la solución adecuada por la anestesia del pasado, apagándose temporalmente los recuerdos perturbados a través de una nueva encarnación. Son comunes los "reencuentros" del pasado, en el contexto familiar. Pero la encarnación, en su función educadora, mantendrá los dos involucrados próximos, creando condiciones para que haya un vínculo de amor entre ambos. Al renacer bajo el mismo techo en el templo del hogar, por el instituto divino de la reencarnación, anestesiados por la sabia ley del olvido del pasado, ellos caminarán para el perdón recíproco, para el mutuo aprecio que, inexorablemente, desatará las cadenas del odio.
 Aquel bebe rosado (o color de chocolate según el caso), que ahora el padre o la madre abrazan y acarician emocionados, muchas veces es una víctima del pasado que ahora recibirá la atención y los cuidados que le eran justamente debidos. Padre y madre pueden enternecerse delante la figura dulce, suave, de un bebe. La ley de la reencarnación propició condiciones para que en este instante víctima y verdugos se abracen, lloren de emoción y pasen a desarrollar una nueva experiencia: la experiencia del amor.
En determinadas reencarnaciones, padre y madre fueron las víctimas, y el espíritu que ahora viene a la cuna, es el verdugo del pasado.
Otras veces, el desentendimiento mayor se hacía entre dos del triangulo familiar, y el tercero se constituía en el elemento de aproximación entre ambos.
Las circunstancias son absolutamente peculiares a cada caso, pero sólo por el instituto de la reencarnación y el velo del olvido del pasado que podemos comprender la máxima cristiana de amar a los enemigos. Sin embargo, muchas encarnaciones se hacen nuevamente como continuidad de vínculos afectivos pretéritos. Podemos subdividir las situaciones de ligaciones afectivas anteriores en dos grupos: los afectos armónicos y los desarmónicos.
Analicemos inicialmente las situaciones de afecto armónico. Espíritus afines, presentando intereses comunes, semejansas de vibraciones energéticas, auras que se sintonizan suave y facilmente. Antiguos parientes, viejos conocidos, de esta o de otras encarnaciones, que retornan a la convivencia a fin de recibir el amparo necesario para que sean reconducidos a la tarea mayor de su evolución. Los hogares también reciben, por tanto, espíritus afines que ampliarán las ligaciones de la amistad, fortificando las uniones anteriores.
La tercera situación mencionada es aquella en que la elección de los padres es efectuada visando corregir un disturbio en el área afectiva: un afecto desarmónico. Vinculaciones anteriores, en este caso, fueron establecidas no por el odio, pero por un afecto egoísticamente creado. Situaciones donde dos personas mantuvieron uniones, lesionando una tercera en su equilibrio emotivo, por ejemplo, situaciones de ligaciones extra-conyugales de larga duración y de aparente estabilidad. Dos personas que, aunque hayan asumido compromisos con terceros, pasan a convivir sexualmente entre si durante una existencia, perjudican el equilibrio afectivo de sus compañeros programados. Se crea entre la dupla, una interdependencia energética donde ambos recíprocamente se alimentan de las energías sexuales del nuevo compañero. Establecen entre si un vínculo que carece de una reestructuración en nivel de valores espirituales más de acuerdo con la Ley Universal.
Veamos como la espiritualidad procede en estos casos: El plano espiritual programa, a través de las entidades encargadas de este sector, una reencarnación donde se deberá cambiar el patrón energético-afectivo establecido entre los dos personajes en cuestión. La solución más frecuentemente utilizada es la manutención de la unión entre ambos, pero no una unión conyugal. Reencarnan como padre e hija o madre e hijo. La sabiduría de la ley universal encuentra en la reencarnación el lenitivo del olvido para la manutención del vínculo afectivo, en moldes no lesivos a los involucrados. En esta nueva existencia la dupla pasará a ejercitar el amor desvinculado del envolvimiento sexual, pero cimentado por las bendiciones del hogar. En determinadas situaciones, la intensidad de la ligación es tan expresiva que los eslabones del pasado todavía ejercen fuerte interferencia en la nueva vida llegando a suplantar el instinto maternal y filial. Surge, entonces, el Complejo de Edipo, donde el hijo nutre por la figura materna la pasión del pasado, todavía no anestesiada suficientemente por apenas una reencarnación; el equivalente en el sexo femenino, el Complejo de Electra, cuando la hija todavía guarda fuertes reminiscencias de la vida anterior, tiene la misma explicación. Desvíos éstos que serán todos sanados si no en esta vida, en otra próxima, por el trabajo de los equipos de planificación y selección de los padres del espíritu que renace.
Sea cual sea la situación del histórico kármico de nuestras familias, es evidente que la Ley Universal es sabia y siempre está enseñándonos que el amor es el único camino.


 Ricardo di Bernardi, médico pediatra, homeopata, ex- presidente da AME-SC e pres. do ICEF-SC

                                                       **************************************



ALMA Y TEORÍA CELULAR
Gabriel Delanne
 Todo el que sabe mirar la Naturaleza con ojos filosóficos descubre que ella es la gran educadora, donde reside toda la verdad, y observando ve los secretos que permanecen velados para los ignorantes. Nada aparece súbitamente  y en el estado perfecto, así lo dicen las leyes que rigen las múltiples evoluciones  de la materia física o viva.
 El sistema solar, nuestro planeta, los vegetales, los animales, el lenguaje, las artes, las ciencias, todo, lejos de haber brotado espontáneamente, es el resultado de una larga y gradual ascensión, desde las formas rudimentarias hasta las modalidades que en nuestros días conocemos.
 En el alma humana, sucede lo mismo, vemos en la Tierra que pasa por fases de diversas manifestaciones, desde el salvaje hasta el genio de las naciones civilizadas.
 El alma tanto en el ser humano como en el animal  es indivisible, dado que  los primeros fulgores   del instinto  son los signos reveladores  de su acción. A partir de los animales simples como los zoófitos, ha adquirido sucesivamente  el periespiritu, mediante transformaciones incesantes, sus propiedades funcionales.
 La envoltura del alma es el  “periespiritu” , tanto en los animales como en el hombre, individualiza al principio pensante por medio del fluido universal que lo constituye.
Este punto poco estudiado, ha sido corroborado y comprobado, con la intervención  de mediúms videntes, que el alma animal no se destruye con la muerte.
 Si el principio inteligente del animal sobrevive a la materia, si goza de individualidad, es posible aplicarle  las mismas reglas que rigen al alma humana, explicándose así todo.
Por medio del Espiritismo  se comprobó  experimentalmente  la necesidad de la reencarnación del alma humana; la ley de continuidad  en los seres vivos, permite  creer que el alma del animal está sometida a ese mismo proceso: de este modo el principio inteligente  animaría sucesivamente organismos y más organismos cada vez más perfeccionados, a medida que  fuera adquiriendo capacidad  para dirigirlos.
 El Espiritismo, no inventa nada,  al proclamar la existencia del periespiritu, demuestra que tal órgano  reproduce fluídicamente la forma corporal de los animales, que es permanente  en medio del flujo perpetuo de céculas vivas y, consecuentemente  que en él es donde radican  los instintos  y las modificaciones de la herencia. Por ser inmutable, pese  a los incesantes   cambios de que  es testimonio el hombre contiene – digámoslo así -  los estatutos y las leyes  que dirigen la evolución del Ser; no se disgrega con la muerte, sino que se constituye  la individualidad  póstuma  del principio intelectivo; tomando en registro  todas las modificaciones que le proporciona   las numerosas y sucesivas existencias, acabando por hacerse apto, después de haber recorrido toda la serie, no solo para organizar y dirigir organismos  muy complicados, sino para hacerlo sin conocimiento del alma.
 Si no sabemos como  están constituidos los seres vivos, es difícil comprender  el papel de periespiritu y del sistema nervioso. Los médicos, los naturalistas  y los filósofos hablan constantemente  en sus escritos de las sustancias vivas, de moléculas orgánicas, de materia organizada, de tejidos, de órganos, etcétera; pero pocos dan una definición precisa de tales frases. En los animales superiores se advierte la carne, los huesos, los tendones, los nervios, los vasos, las membranas, etcétera.  Se ha adquirido la certeza  de que el organismo de un vegetal o animal cualquiera, proviene  de la reunión,  de la asociación  de un número inmenso de células, y las partes diferentes del cuerpo animal o vegetal  son debido a las modificaciones  que las células sufren.  En química, por descomposiciones  sucesivas, los productos más complejos pueden siempre reducirse  a los elementos primordiales, a los cuerpos simples  de que están formados; en historia natural, la célula aparece  como el residuo último   de toda clase de residuos. La molécula orgánica, es el elemento   anatómico por excelencia de que están formados todos los seres vivos.
La célula esta compuesta de tres partes: aunque varía en su forma, siempre  se compone de tres partes,
1ª) un núcleo solidó que está en el interior
2ª) un liquido que baña al núcleo,
y la 3ª) una membrana que lo envuelve todo.
 La parte esencial, la parte verdaderamente viva, es el líquido, al que se ha dado el nombre de protoplasma; de manera que este líquido gelatinoso es el que constituye realmente el fundamento de la vida orgánica. En tanto él vive en los millones de células que forman un cuerpo, el cuerpo vive también; cuando él muere en una parte cualquiera de las células que componen un miembro, el miembro muere; si se destruye, en fin, el protoplasma en la totalidad de las células, el cuerpo entero muere.
 Si la teoría de la evolución es exacta, la vida debió principiar en la Tierra por la formación del protoplasma. Este hecho se verifica en nuestros días. Las exploraciones de los grandes fondos submarinos han dado a conocer una sustancia gelatinosa que parece ser la primera manifestación vital". Los notabilísimos trabajos de Haeckel respecto a tales seres rudimentarios, confirman plenamente las deducciones de Darwin y dan al transformismo una base seria.
 El modo de reproducción de las células  es muy simple: cuando ha alcanzado cierto volumen, se producen  una o muchas divisiones en su masa, se fracciona en dos o más partes, y cada una de ellas, se hace independiente, se nutre y crece como la célula, madre, hasta que llega el momento que a su vez da  nacimientos a otras células semejantes. Algunas veces las células originarias de la primera nos se separan, sino que forman una serie de células  asociadas, que dan nacimiento a su vez a otras y otras,  también unidas, según el grado de vitalidad que posean. Esto es lo que acontece a los animales, vegetales  y al hombre.
 Aun en las asociaciones más complejas las células que constituyen un ser vivo no pierden por completo su independencia: cada una de ellas vive por su cuenta, y las diversas funciones fisiológicas del animal, no son otra cosa que la resultante de los actos cumplidos por un cierto grupo de células.
 El objeto de todo organismo es vivir, y cada parte concurre a la consecución de este resultado en la esfera que le es propia. Se puede comparar el cuerpo vivo a una manufactura, cada órgano a un conjunto de obreros y cada obrero a una célula. Cada obrero tiene que efectuar un trabajo especial, pero uniendo las piezas elaboradas de este modo, se obtiene el objeto manufacturado.
 "La comunidad, como el individuo, tiene su unidad abstracta y su existencia colectiva; es una reunión de individuos, frecuentemente en número inmenso, que no obstante puede ser considerada como un individuo solo, como un ser único, aunque compuesto. Y es así, no solamente para la abstracción más o menos racional, sino para la realidad, materialmente, lo mismo para nuestra inteligencia que para nuestros sentidos, porque está constituida como un ser organizado, de partes continuas y recíprocamente dependientes, todas ellas fragmentos de un mismo todo, aunque cada una por sí sea a su vez un todo más o menos bien circunscrito; todas ellas miembros de un mismo cuerpo, aunque cada una constituye un cuerpo organizado, un pequeño colectivo...
 "Como la familia y la sociedad, la comunidad puede estar muy diversamente constituida. La fusión anatómica, y, por consecuencia, la solidaridad fisiológica de los individuos así reunidos, puede estar limitada a unos pocos puntos y a unas pocas funciones vitales, o extenderse a la casi totalidad de los órganos y de las funciones. Todos los grados intermedios pueden presentarse también,y se pasa por gradaciones insensibles de seres organizados  en quienes las vidas colectivas permanecen aún casi independientes y los individuos claramente diferenciados, a otras en que los individuos son de más en más dependientes y mixtos, y tras éstas a otras en que todas las vidas se confunden en una vida común y las individualidades propiamente dichas desaparecen más o menos completamente en la individualidad colectiva".
 Los animales superiores son estas individualidades colectivas, aunque sólo desde el punto de vista vital. Hemos visto ya que la fuerza vital es un principio y un efecto: un principio porque es necesario un ser vivo para comunicar la vida, y un efecto, porque una vez fecundado el germen, las leyes físicas y químicas se encargan del mantenimiento de la vida. Aquí no caben equívocos: la fuerza vital tiene existencia propia, puesto que cada ser puede reproducirse en un semejante suyo, y puesto que no se puede dar vida artificialmente a un compuesto inorgánico. Más todavía: suponiendo que se llegara, por ejemplo, a fabricar un músculo sensible de manera que produjese los mismo fenómenos que un músculo ordinario, el músculo fabricado no podría regenerarse, como acontece incesantemente en el organismo vivo. Luego, aunque el principio vital opere y se mantenga por medio de leyes naturales, no cabe ninguna duda de que es distinto de tales leyes. Aquel principio es una fuerza, una transformación especial de la energía;no goza de existencia sobrenatural, pero sí es el producto  necesario de la evolución ascendente, el primer grado, no de la organización, pero sí del mantenimiento, de la reparación de la materia viva. Pueden hallarse indicios de este principio reparador hasta en la materia bruta: un cristal está capacitado para cicatrizar sus heridas. Pasteur ha puesto este hecho en evidencia (véase Comptes rendus, del 16 de mayo de 1881).
 Si a un cristal roto en cualquiera de sus partes se le coloca en la disolución a que debe su origen, se observará que no solamente crece en todas sus caras, sino que se inicia un trabajo de reconstitució n mucho más activo en la parte lesionada, hasta que el daño queda reparado; una vez conseguido esto, se reestablece la simetría. Si se colora el agua madre con una sustancia violeta, por ejemplo, se verá distintamente el trabajo suplementario que se realiza para la reconstitució n de la parte destruida.
El principio vital, por consiguiente, es una fuerza esencialmente organizadora  y reparadora y, en los vegetales y los animales, él es quien repara las células destruidas por el uso, siguiendo un plan determinado. Podemos considerarle en cierto modo como el desenvolvimiento, el grado superior, la transformació n exaltada de esa fuerza que en los cuerpos brutos conocemos por afinidad. Además, el fluido vital obra sobre las moléculas que produce el fantasma magnético. Si se niega la existencia de una fuerza vital, aunque invisible e imponderable, no es posible comprender cómo un cuerpo vivo conserva una forma fija, invariable, según la especie a que pertenezca, a pesar de la renovación incesante de las moléculas del cuerpo.
 En tanto la vida es difusa, como en los animales inferiores; en tanto todas las células pueden vivir individualmente sin necesitarse unas a otras, el principio inteligente no se revela en ellas de un modo claro, puesto que en estos seres rudimentarios no se observa sino la irritabilidad, es decir, la reacción a una influencia externa sin sensibilidad apreciable; pero desde el momento en que el sistema nervioso aparece, se concentran en él las funciones animales, la comunidad viviente se transforma en individuo, y el principio inteligente toma a su cargo el gobierno del cuerpo, manifestando su presencia por los primeros fulgores del instinto.
 Extraído del libro Evolución Anímica de Gabriel Delanne
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
                                               *************************

MIEDO DE ESPÍRITUS

Este es un miedo antiguo de la mayoría de las personas, pues conduce al ser humano al campo de lo ‘sobrenatural’, al oscuro terreno de la imaginación llevada a lo sombrío.
El dominio de los espíritus es la noche, lo oscuro, lo mágico y fantasmagórico. La cultura y la superstición llevaron al ser humano a hacer esas asociaciones. Es preciso que desmitifique esa idea, colocando en la conciencia la razón y la madurez.
Tales asociaciones pertenecen a la fase infantil del ser humano y de la propia humanidad. Los espíritus deben ser entendidos como personas, y siendo así, no tienen un poder ilimitado sobre la Vida.
Les atribuimos un poder que de hecho no poseen. En cualquier sistema de creencia ellos son considerados casi como divinidades y eso genera el temor que se tiene.
Temerles es atribuirles poder sobre su conciencia. Procure una relación con ellos como la que tiene con las demás personas, o sea, de respeto y de límites.
Ningún espíritu podrá perjudicar su felicidad si no se le da poder.
Del otro lado de la vida están los espíritus, que como nosotros; odian, trabajan, sufren, aman y buscan ser felices.
En caso que no crea en su existencia, es un contrasentido tener miedo de aquello en que no cree. Ahora, si usted cree en la existencia de ellos, busque comprender su naturaleza, sus hábitos y límites.
De cualquier forma no les tema, pues, entre usted y ellos existe apenas una barrera vibratoria, pero no emocional.
Al igual que ellos, continúe buscando su felicidad, independiente del tipo de relación que tenga con ellos.
Considere que existen.

AUTOR DESCONOCIDO
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

                                              ****************


No hay comentarios:

Publicar un comentario