martes, 10 de marzo de 2015

Funciones de los Guías Espirituales




EVANGELIO Y CARIDAD

Antes de Jesús no se conocía la caridad.

Los monumentos de las civilizaciones antiguas no honran a la divina virtud.

Las ruinas del palacio de Nabucodonosor, en el suelo en el que se alzaba la grandeza de
Babilonia hablan, sencillamente, de la pompa y el poder que los siglos han extinguido.

En las memorias del Egipto glorioso, las pirámides no se refieren a la compasión.

Los famosos hipogeos de Persépolis son certificados de orgullo racial.

Las murallas de la China trasuntan la preocupación por la defensa.

En los viejos santuarios de la India, el Todopoderoso es venerado por millones de fieles
indiscutiblemente sinceros, pero deliberadamente apartados de sus semejantes nacidos
en la condición de parias despreciables.

La Acrópolis de Atenas, con sus respetables columnas, es loor a la inteligencia.

El Coliseo de Vespasiano en Roma, es un monumento levantado al triunfo bélico, para
las expansiones de la alegría popular.

Durante miles de años el hombre ha admitido la hegemonía de los más fuertes y la ha
consagrado a través del arte y la cultura que fue susceptible de crear y desarrollar.

Sin embargo, con Jesús el panorama social experimenta transformaciones decisivas.

El Maestro no se limita a enseñar el bien. Desciende a convivir con la multitud y lo
materializa con su propio esfuerzo.

Cura a los enfermos en la vía pública, sin ceremonias, y ayuda a millares de oyentes,
amparándolos en la solución de los más complica dos problemas de índole moral, sin
valerse de la etiqueta del culto externo.

Lega a sus discípulos la parábola del buen samaritano que enaltece, para siempre, la
misión sublime de la caridad.

La anécdota es sencilla y elocuente.

Transmite Lucas la palabra del Celeste Orientador explicando que "descendía un
hombre desde Jerusalén hacia Jericó y cayó en manos de ladrones que lo asaltaron,
apaleándolo y dejándolo casi muerto. Ocasionalmente pasó por el mismo camino un
sacerdote, y al verlo siguió de largo. Y del mismo modo también un levita, acercándose
al lugar y observándolo, continuó su camino. Pero un samaritano que iba de viaje llegó
hasta él, y al verlo se conmovió de íntima piedad. Aproximándose al infortunado curó
sus heridas, lo ubicó sobre su cabalgadura y solícito le proporcionó asilo en una
posada".
Vemos, en el relato, que el Señor coloca como necesitado, sencillamente, a "un
hombre".

No identifica su raza, color, posición social o sus puntos de vista.

En él está representada la Humanidad sufriente que carece del auxilio de criaturas que
enciendan la luz de la caridad, por sobre cualquier preconcepto de clase o religión.

Desde entonces surge en la Tierra un nuevo movimiento de solidaridad humana.

Con el transcurso del tiempo, los apóstoles se dispersan y enseñan en diferentes lugares
del mundo que “mas vale dar que recibir”.

E inspirados en la lección del Señor, los pioneros del bien sustituyen los valles de
inmundicia por confortables hospitales, combaten vicios multímilenarios con orfanatos
y albergues infantiles, instalan escuelas donde se proporciona cultura a los esclavos,
crean instituciones de socorro y previsión, mientras que la sociedad da lugar a la
mendicidad en los mas débiles. Y como genio cristiano en la Tierra, la caridad continúa
creciendo con los siglos a través de la bondad de un Francisco de Asís, de la dedicación
de un Vicente de Paúl, de la beneficencia de un Rockefeller o de la fraternidad de un
compañero anónimo de la vía pública, para evidenciar, valerosa y sublime, que el
Espíritu de Cristo continúa obrando con nosotros y por nosotros.

( Del libro "Derrotero" del espíritu Emmanuel )

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