miércoles, 11 de marzo de 2015

Reflexionando sobre la muerte


CONOCIMIENTO DE UNO MISMO

Para mejorarnos en esta vida  y resistir  a las  malas acciones el medio más eficaz es el de conocernos a nosotros mismos. Un sabio de la antigüedad lo dijo: conócete a ti mismo.
Esta máxima contiene mucha sabiduría.  No es fácil el conocernos a nosotros mismos, pero este conocimiento es fundamental  para lograr nuestra estabilidad emocional y el equilibrio psicológico.
Conocerse a uno mismo implica  el conocer las propias aptitudes y limitaciones, el de nuestro temperamento y las principales pautas de conducta personales, las tendencias fundamentales, interese y motivaciones, el saber leer e interpretar nuestros sentimientos…
Es algo que todos aspiramos pero no conseguimos hacerlo realidad. Es un trabajo diario que se debe realizar instante a instante. Nunca llegamos a conocernos de una forma absoluta, siempre surgen en nuestro interior nuevas facetas, que aun desconocemos. De ahí que muchas veces nos sorprendamos de nuestras actitudes y nos digamos: ¡No sé como fui capaz de tal cosa! ¡Nunca me creí capaz de reaccionar de esa manera!
Nuestra realidad  es extraordinariamente compleja e inabarcable,  y estamos expuestos a modificaciones  propias de nuestro desarrollo psicológico.
Para conocernos necesitamos examinarnos  de dos formas, interiormente, analizándonos, observándonos,  y exteriormente viendo como nos comportamos, nuestros logros, lo que los demás opinan de nosotros, etc.
El conocimiento de uno mismo mediante la auto-observación, clásicamente denominado «introspección», tiene grandes dificultades, ya que al autoanalizarnos psicológicamente, se ponen automáticamente en marcha mecanismos de defensa y auto justificación que nos hacen perder objetividad al juzgarnos. Por otro lado, esta falta de imparcialidad puede generarnos continuas dudas, que se pueden traducir en angustia e inseguridad.
Otras personas tienen una gran dificultad para analizar e interpretar sus sentimientos (alexitimia), por lo que les resulta muy difícil, no solamente conocerse, sino interpretar lo que ocurre en su interior durante momentos o épocas de su vida en que ven modificarse su afectividad.
En el Libro de los Espíritus, San Agustín en el ítem 919 nos aconseja que hagamos lo que él hacia cuando estuvo en la Tierra: al terminar el día interrogaba a su conciencia, pasaba revista a todo lo que había hecho y se preguntaba si no había infringido algún deber, si alguien tenía alguna queja de él. Llegando así a conocerse  y ver lo que en él debía reformar. 
Es necesario que cuando realicemos este ejercicio, antes pidamos a Dios nuestro Padre y a nuestro ángel de la guarda que nos ilumine, así adquiriremos  fuerzas  para perfeccionarnos, porque Dios nos asistirá. Hemos de proponernos, cuestiones, preguntarnos  lo que hemos hecho,  y el objeto que nos ha llevado a hacerlas, si hemos hecho algo que en otro hubiésemos censurado, y si hemos hecho algo que no nos atrevemos a confesar. También algo que nos  lo puede indicar es el estado de nuestra conciencia, siempre que hacemos algo recriminable, no nos gusta recordarlo porque en nuestro interior sentimos un malestar, una inquietud, un sentimiento de culpa que no nos permite estar tranquilos, entonces muchas veces, el pensar, si Dios nos llamase en este momento ¿tendría, al entrar en el mundo de los espíritus, donde nada queda oculto, que temer la presencia de alguien?  Hemos de analizar si hemos hecho algo contra Dios, contra nuestro prójimo y contra nosotros mismos. Estas preguntas nos dirán si  esta’ tranquila nuestra conciencia, o necesitamos curar algún mal.
Conociéndonos podemos cambiar en nosotros aquellas cosas que no son buenas, y como sabemos las cosas que son buenas y son malas, estudiando las leyes de Dios. Porque el amor propio a veces nos juega malas pasadas, excusando nuestras faltas  y las mengua. Lo observamos en la conducta del avaro que se cree previsor, en la del orgulloso que solo cree tener dignidad. La mejor forma de calificar una acción de la que no estemos seguros, y es viéndola hecha por otra persona. , si la censuramos en esa persona, también la deberemos censurar en nosotros. Dios tiene una misma justicia para todos sus hijos. Procurad también lo que piensan los otros, sobre todo mirar que opinan de vosotros los enemigos, estos no tienen necesidad de falsear la verdad y a menudo Dios lo coloca a nuestro lado  como un espejo,  para advertiros  con mayor franqueza que un amigo. Las opiniones de estas personas pueden ser más objetivas y pueden constituir una valiosa fuente de información sobre nuestra propia realidad; pero de ningún modo hay que intentar conocerse exclusivamente a través de opiniones ajenas, sino que éstas deben ser solamente una información complementaria que sirva de contraste a los datos obtenidos por medio de la introspección y de la valoración de nuestro modo de comportarnos.
Si deseamos realmente mejorarnos, hemos de procurar vigilar nuestro propio jardín,  cuidarlo con esmero, arrancar de él las malas  hiervas, pasemos, al anochecer cuando nos retiremos para descansar,  ha realizar un examen de nuestras acciones durante el día, hagamos un balance  de nuestras ganancia y de nuestras pérdidas, viendo que uno será  más provechoso que el otro. Si ha sido buena nuestra jornada podremos irnos tranquilos a dormir y  esperar sin temor  el despertar a otra vida.
No pensemos que el hacernos preguntas, el analizar nuestro comportamiento es una pérdida de tiempo, solo serán unos minutos, y esto nos dará la dicha  eterna. Al igual que trabajamos incansablemente cuando somos jóvenes, con las miras de llegar a la vejez con medios para  descansar en la ancianidad. El mejorarnos día a día nos hace merecedores de una mejor vida al otro lado de la vida, verdadera patria del Espíritu.
Muchas de las faltas que cometemos nos pasan desapercibidas. En efecto, si seguimos el consejo de San Agustín, de interrogar nuestra conciencia, veremos cuantas veces hemos faltado sin pensarlo por no examinar la naturaleza y móvil de nuestras acciones. La forma interrogativa es algo más precisa que una máxima  que a menudo no nos aplicamos. Exige respuestas categóricas,  afirmativas o negativas que no consienten alternativas; son otros tantos argumentos personales,  y por la suma de  las respuestas puede computarse la suma del bien y del mal que en nosotros existe.
Es necesario que consigamos el equilibrio psicológico y la madurez de nuestra personalidad.  Si conocemos nuestras aptitudes podemos desarrollarlas; si conocemos nuestras limitaciones y defectos, ya podemos ponernos a superarlas, para comprender mejor nuestro sentir y evitar objetivos que no somos capaces de lograr, evitando así posibles frustraciones.
Si nos conocemos podemos procurar un proyecto personal de vida realista, para aceptarnos tal y como somos, dentro de un espíritu de superación y de coherencia interna, que favorece la constancia y la continuidad biográfica, traduciéndose en sentirnos a gusto con nosotros mismos, punto clave para lograr una buena adaptación dentro de un entorno y unas relaciones interpersonales solidas, creativas y satisfactorias en todos los sentidos.
Trabajo realizado por Merchita
Extraído de “El Libro de los Espíritus” y de internet

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                                          EL  EGO Y YO

La batalla más difícil de entablar se desarrolla en tu mundo íntimo.
Nadie la ve, nadie la aplaude ni la censura.
Es tuya. La victoria o la derrota te pertenecerá a ti en silencio.
Ninguna ayuda exterior podrá contribuir a tu éxito, ni circunstancia alguna te conducirá al fracaso.

Joanna de Ângelis / Divaldo P. Franco

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                REFLEXIONANDO SOBRE LA MUERTE

  La muerte  hace su acto de presencia en nuestras vidas, sin nadie llamarla, porque muchos de los que dicen querer morirse, no lo dicen de verdad. Cuando llega, siempre nos afecta, porque ella hace que nos desprendamos de nuestros seres queridos.
Somos viajeros de la Eternidad realizando nuestro propio progreso de etapa en etapa, las experiencias vividas en cada jornada carnal establecen los mecanismos de la evolución, con referencia a la próxima, facilitándonos un interminable desarrollo.
Desde que fuimos creados, sufrimos las incesantes transformaciones que nos hacen surgir, rompiendo las mazmorras en que nos encarcelamos y crecemos buscando el destino eterno, que aun no nos es dado vislumbrar, por falta de recursos y aptitudes que nos capaciten al entendimiento, profundo.
Cuando comprendemos la vida futura, el temor de la muerte disminuye, aguardamos el fin con calma, resignados y serenamente. La certeza de la vida futura da otro curso a las ideas, otro hito al trabajo.
La certeza de reencontrar a los amigos después de la muerte, de reanudar las relaciones que tuviésemos en la tierra, de no perder un solo fruto de nuestro trabajo, de engrandecernos incesantemente en inteligencia, perfección, nos da paciencia para esperar y coraje para soportar las fatigas transitorias de la vida terrestre.
Él haber penetrado con el pensamiento en el mundo espiritual y haber hecho de la una idea lo más exacta posible, nos hace liberarnos del temor a la muerte
Morimos o desencarnamos conforme hemos vivido. Nuestros pensamientos y actos son los tejedores responsables por el desenlace final del Espíritu del cuerpo.
La existencia en la Tierra es un libro que estamos escribiendo y cada día añadimos en el una página.
Cada hora es una afirmación de nuestra personalidad, a través de las personas y de las actuaciones que nos buscan. No menospreciemos la oportunidad de crear epopeya de amor alrededor de nuestro nombre.
Las buenas obras son frases de luz que dirigimos a la Humanidad entera.
En cada respuesta a los demás, en cada gesto hacia los semejantes, en cada manifestación de nuestros puntos de vista y en cada demostración de nuestra alma, grabamos, con tinta perenne, la historia de nuestro pasaje.
En las impresiones que producimos, se yergue el libro de nuestro testimonios.
La muerte es la gran coleccionadora que recogerá las hojas esparcidas de nuestra biografía, grabada por nosotros mismos, en las vidas que nos rodean.
No despreciemos la compañía de la indulgencia, a través de la senda que el Señor nos dio a trillar.
Hagamos un área de amor alrededor del propio corazón, porque solo el amor es suficientemente fuerte y sabio para orientarnos en la escritura individual, convirtiéndonos en compendios de auxilio y esperanza para cuantos nos siguen los pasos.
Vivamos con Jesús, en la intimidad del corazón, no nos alejemos de Él en las acciones de cada día y el libro de nuestra vida se convertirá en un poema de felicidad y en un tesoro de bendiciones.

 Merchita

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                Cuando te abandonan

    Sentirse abandonado es sentirse huérfano. Una orfandad que aniquila toda alegría y esperanzas en el porvenir. El abandono sume al ser adulto en la frecuencia del paso resbaladizo, del letargo desesperado. No existen condiciones de rendición, ni tan solo estatutos que aprobar, simplemente te dejan en la estacada de la soledad inoperativa. Proyectos inacabados que jamás verán la luz, expectativas derrotadas sin llegar a construirse. El abandono es la mueca en la sonrisa, que da paso al dolor que queda congelado en el alma. El abandonado cubre su soledad con el crespón negro de la tristeza. El tiempo queda parado en el instante en que el otro dice adiós. Algo se rompe en el alma abandonada, sabe que no habrá retroceso, que pase lo que pase a continuación, la vida ha cambiado para ti. Suena entonces la melodía dramática del cambio inesperado. Los sentidos se agudizan ante todo aquello que convivía contigo pero apenas percibías. El hogar, ese hogar ahora vacío de sentimientos correspondidos, se llena de pesadumbre y nostalgia. Todo se cubre con la oscuridad del luto, no por quien se fue, sino por el que se queda de pie, vivo, con la muerte entre las manos. La herida se abre de par en par en el centro del corazón, y la víctima va desangrándose poco a poco. Pero nadie lo ve. El verdugo que alza su mano criminal, no será castigado por la ley. Las marcas de su vio
lencia tan solo quedan grabadas en lo íntimo del ser humano que a duras penas puede mantenerse en pie. Sabes que no es una pesadilla, porque permaneces despierto. ¿Por qué entonces no puedes salir de este sopor que no acaba?  Te rompes en mil pedazos que quedan esparcidos por todos los espacios compartidos. Son pequeñas porciones emocionales que se han convertido en un rompecabezas. El problema es que ese rompecabezas eres tú mismo y que durante mucho tiempo no sabrás como recomponerte. La cuerda floja del tiempo oprime la cotidianidad, transformando en caricaturas fantasmales los actos sencillos del presente. El silencio emocional se hace insoportable, y los ruidos de la calle acompañan la lenta agonía de quien se quiere morir. Deja de brillar por unos instantes existenciales, el faro seguro que rige el rumbo firme. El barco vital está a punto de zozobrar ante la embestida brutal en el insensible iceberg. La luz que hasta ese momento alumbraba el camino se apaga… Vuelve la claridad de la mañana día tras día, pero sigues sintiendo que la noche persiste entre las brumas oscuras que el dolor eterniza. La vida continúa con paso amenazante, cuyo anodino tic-tac martillea incesante cada minuto del día y de la noche. El cuerpo plomizo se niega a seguir los rumbos fijados por el programa humano, que ahora 
Octubre 2011 · Revista actualidad Espiritista |  4
parece burlarse de todos los sueños y proyectos. Solo se puede llorar. Lágrimas de sentimiento, de culpa, de miedo. Lágrimas solidarias con el momento expiatorio acarician las mejillas de quien no puede entender. ¡Qué duro es ser abandonado! La sorpresa es el factor humillante de quien juega sabiendo que va a ganar. Mientras tanto, el que confía, sonríe, sin 
saber que en breve, caerá el telón de la vida que juntos compartieron. La verdad en ese momento se destapa con escarnio, entretanto, se dice que no puede ser verdad. Pero lo es. Es verdad que quien te amaba, no te quiere, quien te acariciaba, te golpea. 
SEGUNDA PARTE El abandono es un acto de crueldad y cobardía, exponiendo sin rubor, las sombras identificativas de aquel/lla que huye cobardemente. Existe una gran diferencia entre una separación y un abandono. La separación es la consecuencia de la falta de entendimiento, de la cual, ambos actores son conscientes. El abandono es una huida por la falta de responsabilidad ante el compromiso asumido. No abandona solo el que marcha, también muchos de los que permanecen en el mismo espacio de la convivencia, han abandonado a sus parejas al frio de la indiferencia. No comparten sus ilusiones, ni sus creencias, ni tan solo son capaces de ponerse en el lugar del otro para intentar entender. La pareja asume junta unos retos que están por llegar. Unidos deben encontrar la fuerza necesaria para apoyarse mutuamente. 
La convivencia es la oportunidad que se le da al individuo para que aprenda a construir su individualidad. No la individualidad egoísta, herencia de la animalidad, sino aquella que engendrará las nuevas virtudes de la conquista humanista. Compartir a partir de la convivencia significa apoyarse en el otro, para aprender a levantarse solo. La cesión por ambas partes, en sus distintas prerrogativas, reflejan los valores fraternales a los que se renuncia en favor de los demás. Es la construcción necesaria para que ambos aprendan a construir dentro del hogar, las cualidades óptimas que formarán la psicología nueva que lo apartará definitivamente del instinto depredador. La formación de la pareja constituyó en su inicio, el núcleo esencial sobre el que se desarrollaría la evolución humana. Asentó las bases de una estructura inédita que le ayudaría a modelar los instintos agresivos, egoístas y sexuales de su anterior etapa primaria. Así que el hombre fue avanzando en las diversas conquistas de la evolución, suavizó los instintos mediante la irrupción de los sentimientos. El abandono humano nada tiene que ver con la forma de vida animal. El animal no tiene conciencia de pareja, puesto que esta conciencia llega con el vínculo que crea el amor, aunque este sea imperfecto. No siempre la convivencia sale bien, por lo que la sinceridad y el diálogo, serán los instrumentos adecuados para que ambos decidan sobre su próximo futuro. Cuando la afinidad se acaba y cada uno madura en direcciones diferentes, la vida siempre ofrece la oportunidad de empezar de nuevo. Podría compararse dicha situación, a una nueva encarnación, en la que el individuo toma la decisión adecuada en el marco diferencial, que ha tomado posesión de sus vidas. Ambos comprenden llegada esta situación, que una nueva etapa se abre sin tener que cerrar la otra con dolor. Jesús aseveró, que el divorcio se permitía “a causa de la dureza de vuestros corazones” En aquella época la demanda de divorcio era más un acto de capricho que de evolución. Los intereses coronaban en muchas ocasiones con un divorcio, las expectativas machistas del poder patriarcal. El abandono sin embargo, estaba condenado, por no permitir las leyes que en ningún caso, la madre y los hijos en especial, quedasen desprotegidos. En la actualidad, ya no priman los intereses machistas, sin embargo, la voluptuosidad y el capricho, son todavía más incisivos que en épocas anteriores. Hoy no se castiga al que abandona, pero más que nunca la conciencia que nunca descansa, llama al orden progresivamente, al autor descuidado que abandonó al frio de la soledad a aquellos que le necesitaban. Si la soga de la convivencia te está ahogando, deslígate, para que tu servicio a la comunidad, a Dios y a ti mismo, no se convierta en una simiente podrida que acabe corrompiendo tu mundo interior. Si los deseos serviles y egoístas priman en el abandono de tus deberes familiares, revisa tus prioridades para que la noche del desencanto no te deje con las manos vacías y el corazón seco.
       Longina 
 Revista actualidad Espiritista

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