sábado, 4 de abril de 2015

HOMOSEXUALIDAD


ENTREVISTA CON DIVALDO PEREIRA FRANCO SOBRE HOMOSEXUALIDAD



Divaldo Pereira Franco
Responde
¿Cómo tratar al hijo homosexual? ¿Debemos aceptarlo, corregirlo, condenarlo, en fin, cercear su personalidad, cuando ella sea un inconveniente? ¿Cómo el padre espirita, principalmente, debe encauzar ese problema dentro de su hogar?
Divaldo – Primero, tenemos el deber de acompañar al hijo desde la infancia, para observarle las tendencias y la conducta comportamental. Muchas veces,  los padres frustrados estimulan comportamientos equivocados en la conducta sexual de sus hijos: la madre que esperaba una niña,  y vino un niño; ella comienza  a vestir al niño de niña, a transferir sus conflictos y las cosas no realizadas  para el hijo, o el padre que deseaba un hijo varón para preservar el nombre,  y vino una hija; el pasa a tratarla con dureza, porque en el inconsciente, está marcando  a ese espíritu profundamente y sometiéndolo  a una conducta de comportamiento sexual que  no armonizará su psicología  con su anatomía.
Si los padres, desde temprano, acompañaran el desarrollo emocional de los hijos, notarían las primeras manifestaciones que los alertarían para el homosexualismo, que, al final de cuentas, es una experiencia evolutiva en el proceso de desenvolvimiento de los valores éticos del ser.
El Espiritismo, de forma alguna, es contrario a la estructura homosexual del individuo, no comulgando, sin embargo con la pederastia, la entrega del homosexual  a los hábitos y prácticas perturbadoras, lo que es muy diferente.
La persona puede tener una sensibilidad masculina en un cuerpo femenino,  sin embargo no es necesario que tenga una vida promiscua solo porque existe ese choque entre su psicología y su anatomía.
 Si los padres acompañan al hijo, al llegar el momento  en el que en la pubertad  sienta necesidad de  mantener relaciones homosexuales, ellos lo advertirán, orientaran, más no expulsaran al hijo del hogar. Aquel que tiene el problema, es quien más necesita de paciencia y ayuda.
Muchas veces, se confunde, la ayuda que se da  como anuencia o convivencia con el error. Ahora, si el afligido, estando a nuestro lado, se entrega a conductas reprochables, fuera de nosotros,  se entregará a la promiscuidad, a la prostitución. A nuestro lado, por lo menos, conserva el pudor, la dignidad, y menos se rinde a  los estados angustiantes del comportamiento. Si lo hace, los padres deben llamarle la atención, estableciendo un código de ética mientras permanezca en el hogar… A partir de la desobediencia de ese compromiso, que asuma su propio papel, viviendo la vida como le plazca.
Los hijos no son de los padres y si de la Vida, como asevera Gibran Khalil Gibran, en El Profeta. No educamos a los hijos para nosotros.
Es común un padre, una madre decir:  yo me decepcioné con mi hijo.
Psicológicamente esa es una postura equivocada y espiritualmente, aun lo es más. Los educamos para ellos mismos, y deberemos darles la libertad para vivir conforme consideren  la mejor manera de ser felices.
Antes, presentaremos las directrices  de paz, sin embargo, la opción es de ellos. No cabe, de ese modo,  a los padres detestarlos, expulsarlos del hogar,  por arrobos de pudor herido, cuando los hijos demostraran su propia preferencia sexual, duera de los padrones procreativos. Somos del parecer  que el homosexualismo es una experiencia para el Espíritu y no una enfermedad, como pretenden algunos estudiosos. Sea, sin embargo, como fuera, el hijo homosexual merece  la necesaria asistencia, educación y amor.
( Aportado por Merchita)
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¡CADA DÍA ES UNA HOJA EN BLANCO UNA NUEVA OPORTUNIDAD!

El propósito de todo ser humano es alcanzar la felicidad sin perder la noción de responsabilidad individual por los propios actos.

Ser feliz es posible a través  de la libertad con responsabilidad. Quien no es capaz de asumir las consecuencias de sus actos, no conseguirá vivir  con la conciencia en paz y en armonía.
 Ley de Causa y Efecto
Intente dejar de lado sus culpas y sus miedos, y empiece con perdonarse a usted mismo y seguir adelante tratando de no cometer los mismos errores y de perdonar a quienes le hayan lastimado a fin de que pueda adquirir instrumentos que posibiliten alcanzar la paz que desea.

Retire el  velo que cubre su visión de sí mismo, despojarse de la ropa que el mundo le ayudó a tejer  y vístase con el manto de la sencillez y con  deje salir ese amor que hay en su corazón, a fin de captar el significado más profundo y los sentimientos de fraternidad que usted tiene  en su interior. 

Acuérdese que no hay nada en el mundo  que valga más que la paz interior. Y que ella, para ser real, debe manifestarse en el mundo  en su práctica diaria y en su vida, con cada persona que este a su alrededor.

 La felicidad real y la paz verdadera son vividas en el mundo si cada uno quiere, porque nadie nos ha prohibido amar, somos nosotros quienes ponemos barreras de odios y rencores que no nos dejan amar.

Reúna ese amor que tiene en su corazón y junte-lo a  sus mejores intenciones, fortalézcase con las mejores energías y entre en contacto siempre con  Dios agradeciendo la vida que tiene y todo lo que él nos da para seguir adelante y trabaje siempre en encontrar su plena felicidad. ah!!! y No se olvide de repartirla por donde pase  y con quien esté, pues eso es la garantía de su crecimiento personal.

Cada día es una hoja en blanco, una nueva oportunidad que Dios nos da para grabar nuestras buenas acciones con amor fraterno hacia nuestro prójimo y hacia nosotros mismos; ahora imaginen la bondad de nuestro Padre Celestial al darnos un nuevo año, el  año 2012 ya inicio, no olvidemos seguir aplicando en nuestras acciones las enseñanzas que nuestro maestro y hermano Mayor Jesús de Nazareth nos dejo como un bello legado de amor para el crecimiento de la humanidad; la paz y el amor fraterno depende de cada uno porque Dios no prohíbe que las apliquemos en nuestras acciones y pensamientos;

 Y tú qué piensas escribir en esas hojas en blanco que Dios nos da en la vida llamados días?, responde para ti, porque cada uno es responsable de ese libro que escribimos cada día; amemos sin esperar nada a cambio y combatamos la violencia con amor, que hayan pasado lindos momentos al lado de su familia y seres queridos  en paz y armonía, abrazos con amor fraterno!!

Rogelia de Bravo
Enviado por Damas Heliosophicas Guatemala 

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Sufrimos demasiado por lo poco que nos falta y nos alegramos poco por lo mucho que tenemos...”
(W. Shakespeare)

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     LAS REFLEXIONES DE MERCHE

Todos los vicios son malos, pero es la soberbia  la más temible, pues siembra tras de si todos los demás vicios. Cuando penetra en el alma, se adueña de ella, se acomoda  a su gusto y se fortifica en ella hasta el punto de hacerse inexpugnable. Ella es la hiedra monstruosa siempre preñada  y cuyos vástagos son monstruosos como ella.

Todo el que se deja inundar por ella, es un desgraciado porque no podrá liberarse de ella  sino es a costa  de terribles luchas, a consecuencia de sufrimientos dolorosos, de existencias oscuras, de todo un porvenir de envilecimiento y de humillación, pues es el único remedio para los males que engendra la soberbia.

Este vicio constituye el azote más grande de la humanidad. De el proceden todos los desgarramientos de la vida social, las rivalidades de clases y de pueblos, las intrigas, el odio y la guerra. Inspirador de locas ambiciones, ha cubierto la tierra de sangre  y de ruinas, y es también es el quien causa nuestros sufrimientos  de ultratumba, pues sus efectos se extienden hasta más allá de la tumba.

No solo nos desvía la soberbia del amor a nuestros semejantes, sino que hace imposible todo mejoramiento, abusando de nuestro valor y cegándonos con nuestros defectos. Solo un examen riguroso de nuestros actos y de nuestros pensamientos nos permite reformarnos. Y el soberbio es el que menos puede  conocerse. Engreído de su persona, nada puede desengañarle, pues aparta con cuidado todo aquello que puede esclarecerle; odia la contradicción, y solo se complace en la sociedad de los halagadores.

Corrompe las obras más meritorias. A veces, incluso las torna perjudiciales para quienes las realizan. El bien, realizado con ostentación,  con un secreto deseo de ser aplaudido y glorificado, se vuelve contra su autor. En la vida espiritual, las intenciones, los móviles ocultos que nos inspiran  a hacer las cosas reaparecen como testigos, abruman al soberbio y reducen a la nada sus meritos ilusorios.

La soberbia nos oculta toda la verdad. Para estudiar con fruto el Universo y sus leyes, se necesita, ante todo, la sencillez, la sinceridad, la rectitud del corazón y de la inteligencia, virtudes desconocidas por el soberbio.

El hombre sencillo, humilde de corazón, rico en cualidades morales, llegará más pronto a la verdad, a pesar de su inferioridad posible de sus facultades, que el presuntuoso, vano de ciencia  terrestre y sublevado contra la ley, que le rebaja y destruye su prestigio.
La enseñanza de los Espíritu nos pone de manifiesto, bajo su verdadera luz, la situación de los soberbios en la vida de ultratumba. Los humildes y los débiles  de este mundo se encuentran allí más levados; los vanidosos y los poderosos, empequeñecidos y humillados. Los unos llevan consigo lo que constituye la verdadera superioridad: las virtudes, las cualidades adquiridas con el sufrimiento; en tanto que los otros han de abandonar a la hora de la muerte títulos, fortuna y vano saber. Todo lo que constituye su gloria y su felicidad se desvanece como el humo. Llegan a los espacios pobres, despojados, y esa súbita desnudez, contrastando  con su pasado esplendor, aviva sus preocupaciones y sus grandes pesares. Con una profunda amargura, ven por encima de ellos, en la luz, a aquellos a quienes desdeñaron  y despreciaron en la Tierra. La soberbia, la ávida ambición  no puede atenuarse y extinguirse sino mediante vidas atormentadas, vida de trabajo y de renunciación, en el transcurso de las cuales el alma soberbia en si misma, reconoce su debilidad y se abre a mejores sentimientos.
En las horas de peligro, todas las distinciones sociales, los títulos y las ventajas de la fortuna se miden en su justo valor. Todos somos iguales ante el peligro, el sufrimiento y la muerte. Solo su valor moral los distinguirá. El más grande en la Tierra puede convertirse uno de los últimos en el espacio, y el mendigo puede vestir un traje resplandeciente. No tengamos la vanidad de los favores y de las ventajas pasajeras. Nadie sabemos lo que nos reserva el mañana.

 Merchita 

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MI HERMANO EL PROJIMO

¿Quién es nuestro prójimo?  Es una interrogación que aún permanece para muchos, a pesar de los siglos transcurridos, desde las explicaciones del Maestro en la Parábola del Samaritano.
Por falta de ese entendimiento, algunas veces dejamos de atender a uno u otro, creyendo no ser nuestra responsabilidad.
Posiblemente, en el siglo XX, una de las criaturas que mejor había entendido sobre la identidad del prójimo haya sido la religiosa Madre Teresa.
Erigiendo el Hogar de las Misioneras de la Caridad, paso a atender a los pobres más pobres, iniciando en Calcuta, en la India. 
Se cuenta que, nunca al caer de la tarde, en Calcuta, cuando las cayes estaban repletas, el transito confuso y las luces de la ciudad a todos atraían la atención, ella y dos compañeras más se dirigían a un callejón aislado, entre oscuras calles.
En aquel local, el torbellino de los sonidos de las bocinas, de los tubos de escape de los coches y el barullo de las personas no llegaban sino como apagado eco.

Lo que allí había eran solamente los gemidos sordos de los que fueron olvidados por la multitud.
Las tres mujeres se aproximan al local. Los olores venidos del callejón no las espantan. En nombre de la fraternidad, rumbeaban siempre más adentro.

Teresa percibe la figura de un enfermo. Es un hombre, carcomido por el cáncer. La dolencia le devorará casi la mitad del cuerpo. Por todos era considerado un caso perdido.
Teresa se aproximó y comenzó a lavarlo. La reacción del enfermo es de desdén. El le pregunta: ¿Cómo consigue usted soportar el mal hedor de mi cuerpo?
Ella no respondió, apenas sonrió, prosiguiendo en su tarea, con extremada delicadeza, como si estuviese bañando a un recién nacido.
La señora no es de aquí, habla el enfermo otra vez. Nadie por aquí actúa como la señora.
Los minutos pasan y el enfermo está ahora limpio. Ante el dolor que le agoniza las carne, en una típica expresión indiana, exclama: ¡Gloria a ti mujer!
No, responde la Madre Teresa. Gloria a usted, que sufre con Cristo.
El sonríe. Ella también. Una sensación de alivio se estampa en la cara del enfermo terminal. Las Misioneras de la Caridad lo recogen en el hogar que, para tales criaturas, edificaron en Calcuta.
Dos días después, entre atenciones y oraciones, en un lecho aseado, el moribundo se despide de la vida física.
El prójimo es siempre aquel que tiene la necesidad más premiativa, en el momento. Algunas veces, es el prójimo más próximo, en el propio hogar, en la vecindad, en el ambiente del trabajo.
Otras veces, es alguien que aguarda el gesto de amparo del Samaritano que transita por donde el se encuentra.
Partir en busca del dolor, para calmarlo es la actitud de quien se  enseñoreo de las palabras del Evangelio y habiéndolas abrigado en la intimidad del ser, las vive en esencia.
No siempre los mayores necesitados son los que buscan socorro, otros no lo hacen por vergüenza o por no disponer de condiciones mínimas para solicitarlo.
Son los encamados que permanecen en sus casas, los deficientes del habla que no consiguen expresarse, y tantos otros…
El prójimo es nuestro hermano, a nuestro lado o a distancia, desde que todos somos hijos del mismo Padre.
La Madre Teresa de Calcuta extendió su trabajo de amor por casi todo el mundo.
La invitación de los gobernantes de diferentes naciones, ella abrió sus casas de caridad en los más lejanos países.
Así, la meta de las Misioneras de la Caridad y de sus colaboradoras es buscar el dolor donde asile y atender al carente más carente.
Autor:
REDACCIÓN DEL Momento Espirita

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