jueves, 7 de mayo de 2015

Conflictos familiares

REDENCIÓN Y PROGRESO

Prosiguiendo en el camino de la redención, procuramos ilusionados superarnos, intentamos hacer a nuestro alrededor un mundo mejor, y contribuimos a la mejoría del planeta, todos unidos por los lazos del amor y de la fraternidad,  tenemos nuestros compromisos dentro de la familia, del hogar, de la sociedad en la que nos desarrollamos, y nuestra doctrina nos dice, que el espirita no debe serlo, solo a ratos, y dentro de los centros, y con los compañeros del ideal, el espirita hade serlo a todas horas, y en todas partes, con todo el mundo.
Todos conocemos sobradamente lo que la enseñanza de los Espíritus  nos dice a cerca de la ley moral. Procurando esta elevación es donde reside la verdadera grandeza  del Espiritismo. Los fenómenos no son más que su prefacio, es como en un fruto la corteza, ambos inseparables  en la gestación,  aunque de valor muy diferente.
El estudio científico debe conducir al estudio filosófico, coronado por el conocimiento de esa ley moral en la que se complementan, se esclarecen y se funden  todas las partes del pasado. Es entonces cuando obtendremos  la moral universal, fuente  de toda sabiduría  y de toda virtud, y cuya práctica  y experiencia  solo se adquieren  c consecuencia de numerosas encarnaciones.
La posesión y la comprensión de la ley moral, en efecto, es lo más necesario y lo más  valioso que existe para el alma. Nos permite  medir nuestros recursos íntimos, regularizar su ejercicio y disponerlos  de forma  que nos proporcionen  el mayor bien posible. Nuestras pasiones  son fuerzas peligrosas  cuando somos esclavos de ellas y útiles y bienhechoras  cuando hemos aprendido a dirigirlas; dominarlas, es ser grande; dejándonos dominar por ellas, es ser pequeño y miserable.
Si queremos emanciparnos de los males terrenales y escapar  a las reencarnaciones dolorosas, hemos de gravar  en nosotros esta moral y llevarla a la práctica. Dando únicamente al ser material lo indispensable –  pues siendo efímero se desvanecerá después de la muerte -; cultiva con mucho cuidado, el Ser espiritual, que vivirá siempre. Librémonos de las cosas perecederas: honores, riquezas, placeres, todo ello no es más que humo, solo el bien, la belleza y la verdad son eternos.
Conservando el alma  sin mancha y la conciencia sin reproches. Todo pensamiento, todo acción mala atrae hacia el ser las impurezas de fuera; todo ímpetu, todo esfuerzo hacia el bien aumenta nuestras fuerzas y hace que nos comuniquemos con las potencias superiores. Desarrollemos dentro de nosotros  la vida intima  que nos pone en relación con el mundo  invisible y con la Naturaleza entera. Encontrando en ello la fuente de nuestro verdadero poder y, al mismo tiempo, la de los goces y sensaciones exquisitas que irán aumentando, a medida que  las impresiones de la vida  exterior se debiliten con la edad y con ello el desligamientos de las cosas terrestres.
Por eso, en las horas de recogimiento, cuando el sol de nuestra alma se retire para meditar, procuremos  oir la armonía  que se eleva de las profundidades de nuestro Ser,  como una suave melodía,  como un eco de los mundos que soñamos, esos que muchos entreven,  y que hablan de grandes luchas morales y de nobles acciones. En estas sensaciones intimas, en estos sueños de paz y de amor,  en estas inspiraciones ignoradas  por los sensuales y por los malos, los ignorantes, reconoceremos el preludio de la vida libre de los espacios, como una fruición anticipada  de las felicidades  reservadas  para el Espíritu justo y bueno.
Hermanos muchos son los jardines que hemos sondeado, y muchas son las flores que se nos han ofrecido, para deleite de nuestro “Yo”, no las desdeñemos, aun estamos a tiempo, de servirnos de su perfume, de su fragancia embriagadora, y una vez que formen parte de nuestro jardín, de nuestro patrimonio espiritual, no nos quedemos ahí, procuremos ir más lejos, esparzámoslas por todas parte, el Cielo es Grandísimo, inmensurable, tan grande que nos acogerá un día a todos, cuanto antes logremos fijar en el nuestra morada, antes gozaremos de los bienes celestes que en el siguen preparados para todos los que llegan, nadie puede ocupar allí nuestro lugar, el permanece vacio, hasta que nosotros lo podamos ocupar, pero tengamos por seguro que por mucho que nos detengamos sin avanzar, por muy perdidos que estemos, ese lugar un día lo ocupará nuestro espíritu, único ser que lo puede  gozar, en los bienes inconmensurables de la Divinidad.

Mercedes Cruz Reyes
Trabajo  del libro “Después de la muerte” de León Denis.

                                                   ********************************************


Desde el rincón del alma.

Es obligatorio para la reconducción de mi espiritualidad, el recogimiento y la quietud, siempre me produjeron una profunda manifestación en mi interior que hacía vibrar todo mi ser las catedrales, monasterios, los grandes y pequeños lugares de culto y recogida en el fervoroso sentir del alma afligida, necesitadas de la mano piadosa del Creador. Ello me llevo a la asimilación que mi espiritualidad no era nada nuevo, que como agua transformadora iba limpiando cauces en los ciclos reencarnatorias en diversas existencias terrenas. Ya desde mi primera manifestación en este foro lo he indicado, gracias al encuentro de un espiritista pude encontrar senderos liberadores para la propia autodeterminación del alma en el estudio de la ciencia eterna; sin sujeciones de fe ni conceptos doctrinarios terrenos que limitan en la total liberación. 
Conozco la vieja ciudad Compostelana, sus calles, sus rincones; la catedral y el impresionante pórtico de la gloria con sus esculturas, manifestaciones vivas de un ayer. De arte amor y fe en la realización de una obra que determina el paso del tiempo en la cultura y evolución de nuestra humanidad. Más todavía cuando los que trabajaron en esa majestuosa labor podemos compartir con ellos el aliento de nuestra realidad terrena como es el caso del escultor Manolo Carra que a través de los siglos terrenos en carne propia nos habla de esta verdad del espíritu que determina el sendero continuador que transciende sobre toda realidad corporal, en esta ciencia del alma en la cual necesitamos un rincón para seguir la misión de nuestra labor terrena. Un abrazo en la luz en el despertar del alma y misión.

Estela Blasco Vega

                                          *****************************



Decisiones

 Nuestra vida es una secuencia infinita de decisiones.
A cada instante, para vivir, cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones, con variados grados de importancia, que pasan a modelar nuestro comportamiento de forma significativa, generando consecuencias para los otros y para nosotros mismos, automáticamente, pues el hombre no vive de forma aislada, pero si en sociedad, con dependencia de unos para con los otros.
Es el uso del libre albedrío, de la libertad de vivir, que Dios sabiamente nos concede.
El acto decisorio está íntimamente conectado, a las elecciones selectivas que hacemos en las acciones de cada segundo.
Involucra pequeñas y grandes cosas como, por ejemplo, decidir el tipo de alimento que vamos ingerir diariamente; el tipo de transporte que vamos a utilizar para irnos de casa para el trabajo (autobús, taxi, tren o metro), o si vamos o no, a cazar con esta o aquella persona; si vamos optar por esta o aquella carrera profesional, y así por ejemplo.
Tomada la decisión, elegido lo que vamos hacer, solamente nos resta aguardar las consecuencias de nuestros actos, en su debido tiempo.
Algunas decisiones son tomadas casi que instintivamente y ni siquiera nos enterarnos que estamos decidiendo, o sea, haciendo una elección.
Otras veces, la decisión es compleja y por eso mismo, causa en nosotros preocupaciones serias, pudiendo causar stress y no raras veces depresión, por no conseguir descubrir, de inmediato, cual es la mejor decisión.
El libre albedrío nos es concedido por Dios, como una verdadera dádiva, pero la utilización de esa libertad de vivir tiene que si fundamentar en decisiones responsables, o sea, nadie tiene el derecho de perjudicar nadie y de esa forma, la libertad de acción que todos poseemos, no es totalmente absoluta, muy por el contrario, es relativa, poniendo limites que necesitan ser bien visualizados.
Esas barreras divisorias están colocadas en la posición exacta en donde los derechos de una persona terminan y los derechos de sus semejantes empiezan.
Siempre que esos límites de libertad son invadidos, acabamos perjudicando a alguien, consciente o inconscientemente y por la ley de justicia divina, pasamos a ser infractores delante la armonía del Universo, condición que tendrá que ser reparada, oportuna y convenientemente, para que la ley de causa e efecto se cumpla.
De ahí una de las razones del dolor y sufrimiento aquí en la Tierra, ya que no son eternos, pero exactamente proporcionales a los dolores y sufrimientos que hemos causado a nuestros semejantes.
Allan Kardec explica en el libro EL CIELO Y EL INFIERNO, que los deslices que cometemos, crean como manchas en el Espíritu, de mayor o menor intensidad, de acuerdo con la extensión del mal que creamos.
Solo hay un medio de borrar estas manchas del Espíritu; el cual está compuesto de tres etapas fundamentales: Arrepentimiento, Expiación y Reparación.
El primer paso es el arrepentimiento sincero, esto es, el reconocimiento de que hicimos algo errado. Esta fase del proceso es importantísima, pues significa que el discernimiento entre el bien y el mal ya existe. Hay personas que, infelizmente, practican el mal, pensando que están haciendo un bien. Estas personas todavía no despiertan la conciencia para distinguir correctamente, el bien del mal. Es nuestro deber supremo practicar, única y exclusivamente el bien, pero si, por cualquier motivo, no pueda realizar el bien, jamás debemos practicar el mal.
La depuración en cuanto a los errores cometidos, empiezan con el arrepentimiento.
Pero solo el arrepentimiento, no es suficiente para borrar la mancha creada por el error cometido. Es necesario pasar por la expiación, esto es, sufrir conforme hicimos nosotros sufrir.
Es verdad que esta fase del proceso puede ser atenuada, después que el infractor la practique, por libre y espontánea voluntad, usando la  Caridad, en beneficio de sus semejantes, anulando para eso, su propio egoísmo, lo que no siempre es tarea fácil.
Llamamos la atención por otro punto especial, pues podría parecer que el arrepentimiento, seguido de la expiación de las faltas, fuese suficiente para librarnos de los estragos que causamos con nuestros errores. Y no es así.
Es necesaria una tercera y ultima etapa: la reparación, que consiste en nosotros hacer el bien, a quien hicimos el mal. Solo después que pasamos por tal procedimiento es cuando conseguimos librarnos totalmente de los nudos de nuestros errores.
Por lo tanto, usar mal el libre albedrío, es decidir de forma equivocada, no es un buen negocio, pues las consecuencias para el Espíritu son desastrosas, exigiendo mucha comprensión, determinación, coraje, fuerza de voluntad y resignación, además de disponer de mucho tiempo para la realización de las tres etapas signadas: Arrepentimiento, Expiación y Reparación.
Autor: Nelson Oliveira e Souza - Presidente do CETJ
Fuente: O Mensageiro
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
                                  ***************************

           Conflictos familiares

Según André Luiz todos hemos de procurar “Mejorar, sin desanimo, los contactos directos o indirectos con los padres, hermanos, tíos, primos y demás parientes, en los combates del mundo, para que la Ley no venga a cobrarle nuevas y más enérgicas experiencias en próximas encarnaciones.
La reencarnación es la abertura que la providencia divina concede a la criatura, para que emprenda nuevas experiencias y cuente con otras oportunidades de aprendizaje y lecciones, que puedan atestar, en el tiempo, mayor avance en la escala evolutiva, rumbo a la felicidad a que todos estamos destinados.
Nuestro nacimiento en la Tierra solo es posible mediante la participación de un hombre y de una mujer. No en tanto, para mayor seguridad en el proceso reencarnatorio, mirando crear todas las posibilidades necesarias al progreso del Espíritu reencarnante, decidió el Código Divino por el establecimiento de la familia, la célula primera de la sociedad.
Entonces, padres, hijos, hermanos, tíos, abuelos, primos y otros forman los lazos de la consanguinidad, creando estrictos hilos de compromisos unos para los otros. La familia, por tanto, precisa ser el nido acogedor donde podamos reposar nuestras esperanzas, sueños, propuestas, objetivos, buscando la concretización de las metas de crecimiento y prosperidad espiritual.
Por tanto el deber urgente de cada uno de nosotros, mirar la forma de contribuir decisivamente, para que nuestra familia consiga cumplir con sus responsabilidades, ósea, la de ofrecer recursos y mecanismos para la estabilidad de todos sus miembros.
¿Si Jesús, con su notable sabiduría, nos enseñó que es preciso amar hasta a los enemigos, como entonces, no debe ser nuestro amor para con nuestros familiares?
Moisés, en el Decálogo, anotó que es indispensable honrar padre y madre, informó que no debemos cometer adulterio y aun nos advirtió para que no deseemos a la mujer de nuestro prójimo. Tres observaciones preciosas contenidas en los diez mandamientos que recibió del Creador, por vía mediúmnica, hablando exactamente de los compromisos y responsabilidades familiares.
De esa forma, menospreciar los lazos familiares, actuar de manera que comprometamos el reducto doméstico son comportamientos y actitudes extremadamente infelices, que más tarde o más temprano, responderán con las naturales consecuencias desagradables, generando desequilibrios y aflicciones.
Sabiendo eso y conociendo las orientaciones y las advertencias advenidas de la Providencia Divina seamos entonces en el contexto de nuestra familia el miembro participativo, fraterno, cariñoso, amigo y conciliador.
No esperemos que nuestros parientes piensen como nosotros, hagamos como nos gustaría que nos hiciesen, seamos como desearíamos que fuesen, pues a medida que consigamos convivir con las diferencias, respetando a cada familiar  tal como sean,  sin duda, nuestros seres queridos sabrán, también, entender como somos nosotros.
Hagamos uso de la paciencia con aquellos que son intrigantes y obstinaciones, utilicemos el perdón con aquellos que nos ofenden y dañan, descubramos la fraternidad a favor de aquellos que saben y pueden menos que nosotros, extendamos las manos a los que no consiguen acompañarnos en el camino del progreso, aprendamos a respetar los puntos de vista y opiniones de aquellos que diverjan de nuestra manera de interpretar la vida y las situaciones, y, en todos los momentos y ocasiones, permitamos que el amor pueda nortear todos nuestros comportamientos y acciones, objetivando fortalecer, cada vez más, los lazos de cariño y ternura que precisan existir en el contexto de todas las familias.
Si las sabias leyes de Dios decidieron que nadie deba nacer solo es porque en el aislamiento, las oportunidades de victoria son menores, mientras tanto en el abrigo confortador de la familia, dentro de las funciones reales del grupo consanguíneo, tiene la criatura humana mayores y mejores condiciones de vencer todos los desafíos y obstáculos que surgen en el camino.
En la familia Dios unio a aquellos que por varios motivos precisan estar juntos. Contribuyamos, entonces, para la paz en el ámbito del hogar.
Todos en nuestra familia, tenemos serios compromisos, que atender, el núcleo familiar es nuestro lugar principal de trabajo, si este queda sin atención, los otros trabajos no nos eximirán del deber incumplido.
- Merchita-
                                            **************************


No hay comentarios:

Publicar un comentario