lunes, 4 de mayo de 2015

Nuestra realidad

Casamiento
No basta con casarse. Es necesario y urgente saber para qué.
Dirás probablemente que la respuesta es evidente, que las criaturas abrazan el matrimonio por amor.
El amor, sin embargo, reclama cultivo. Y la felicidad de la  comunión afectiva no es plato hecho y si en construcción dia-a-dia.
Las leyes humanas casan a  las personas para que las personas se unan según las Leyes Divinas.
Si desposaste alguien que era el más bello de los sueños y si encuentras en ese alguien el fracaso del ideal que soñabas, y llegado el tiempo de trabajar más intensivamente en la edificación de los planes que ideaste de início.
Construiste tu hogar  por amor y tan solo por amor conseguirás conservarlo.
No será exigiendo tiranicamente eso o aquello de quien  te comparte el techo y la existencia, y que te desentenderás de los compromisos en que te empeñaste.
Unicamente dándote a ti mismo en apoyo de la esposa o del esposo,  asegurarás  la estabilidad de la unión en que investiste los mejores sentimientos.
Si sabes que la tolerancia y la bondad  resuelven los problemas en pauta, a ti cabe dar el primer paso a fin de patentar la vida en común, garantizando la armonia doméstica.
Innegablemente no se te niega el derecho de adelantar realizaciones o de dilatar el plazo destinado al rescate de ciertos débitos,toda  vez que nadie puede aceptar la criminalidad en nombre del amor. Entretanto, en los dias difíciles del hogar recuerda que el divorcio es justo, pero en la condición de medida articulada en última instancia.
Y no te olvides  de que casarse es taréa para todos los dias, por cuanto solamente de la comunión espiritual gradual y profunda,  surgirá la integración de los cónyuges en la vida permutada, de corazón a corazón, en el que el casamiento se lanza sempre para Mas Alto, en plenitud de amor eterno.
 La Era del Espíritu - Emmanuel / Francisco Cândido Xavier

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"El Espiritismo es toda una Ciencia, toda una Filosofia. Quien desee conocerlo, seriamente debe pues como primera condición, someterse a un estudio serio y persuadido de que, más que qualquier otra ciencia, no se puede aprenderlo a saltos." – 
Allan Kardec 
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El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo

Francisca Vernhes

Ciega de nacimiento, hija de un colono de las cercanías de Tolosa, murió en 1855, a la edad de cuarenta y cinco años. Se ocupaba constantemente enseñando el catecismo a los niños para prepararles a su primera comunión. Habiéndose cambiado el catecismo, no tuvo ninguna dificultad en enseñarles el nuevo, porque sabía los dos de memoria. Una noche de invierno, volviendo de una excursión de muchas leguas en compañía de su tía, les fue preciso atravesar un bosque por caminos horribles y llenos de lodo. Las dos mujeres debían marchar con precaución sobre el borde de las
zanjas. Su tía quería conducirla por la mano, pero ella le respondió: “No tengáis cuidado por mí, no corro ningún peligro de caer. Veo sobre mi espalda una luz que me guía, seguidme, yo soy quien va a conduciros.” Así llegaron a su casa sin accidente alguno, conduciendo la ciega a la que tenía el uso de la vista.

Evocación en París, mayo de 1865

P.* ¿Tendríais la bondad de darnos la explicación de la luz que os guiaba en aquella noche oscura, y que sólo era visible para vos?
R. ¡Cómo! ¡Personas como vosotros, que están en relación continua con los espíritus, tienen necesidad dc la explicación de un hecho semejante! Era mi ángel de la guarda quien me guiaba.

P. Ésta era nuestra opinión, pero deseábamos verla confirmada. ¿Teníais en aquel momento conciencia de que era vuestro ángel de la guarda quien os servía de guía?
R. No convengo en ello. Sin embargo, creía en una protección celeste. ¡Había rogado tanto tiempo a nuestro Dios bueno y clemente para que tuviese piedad de mí!..., y es tan cruel ser ciego...
Sí, es muy cruel, pero reconozco también que es justicia. Los que pecan por la vista, deben ser castigados por la vista. y así de todas las facultades de que los hombres están dotados y de las cuales abusan. A los numerosos infortunios que afligen a la Humanidad, no busquéis, pues, otra causa que la que les es natural, la expiación. Expiación que no es meritoria sino cuando se sufre con sumisión,y puede ser suavizada por la oración atrayendo las influencias espirituales que protegen a los culpables del penitenciario humano y derraman la esperanza y el consuelo en los corazonesafligidos que sufren.

P. Os habéis dedicado a la instrucción religiosa de niños pobres. ¿Os ha causado trabajo adquirir los conocimientos necesarios para la enseñanza del catecismo, que sabíais de memoria a pesar de vuestra ceguera y de haberse cambiado?
R. Los ciegos tienen en general los otros sentidos dobles, si puedo expresarme así. La observación no es una de las menores facultades de su naturaleza. Su memoria es como una papelera donde están colocadas con orden. y no desaparecen nunca, las enseñanzas cuyas tendencias y aptitudes tienen. No siendo capaz de perturbar esta facultad ningún hecho exterior, resulta de ello que puede ser desenvuelta de una manera notable por la educación. No me
encontraba en este caso, porque no había recibido educación.
Doy gracias a Dios por haberme permitido que fuese bastante para llenar mi misión de abnegación al lado de aquellos niños, lo que era al mismo tiempo una reparación por el mal ejemplo que les di en mi precedente existencia. Todo es objeto serio para los espiritistas. Para eso no deben sino mirar a su alrededor, y les será más útil que el dejarse extraviar por las sutilezas filosóficas de ciertos espíritus, que se burlan de ellos, lisonjeando su orgullo con frases de gran efecto, pero vacías de sentido.
P. Por vuestro lenguaje, os consideramos adelantada intelectualmente, lo mismo que vuestra conducta en la Tierra es una prueba de adelanto moral.
R. Me falta adquirir mucho todavía. Pero hay personas en la Tierra que pasan por ignorantes, porque su inteligencia está velada por la expiación. Mas estos velos caen a la muerte, y los pobres ignorantes son muchas veces más instruidos que aquellos que les desdeñaban. Creedme,el orgullo es la piedra de toque en que se reconocen los hombres. Todos aquellos cuyo corazón es accesible a la lisonja, o que tienen demasiada confianza en su ciencia, están en el mal camino. En general no son sinceros. Desconfiad de ellos. Sed humildes como Cristo, y llevad como él vuestra
cruz con amor, a fin de tener acceso en el reino de los cielos.

Francisca Vernhes

- Allan Kardec -
                          
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¿MILAGRO…FATALIDAD? ¿ACASO?.. ¿LIBRE ALBEDRIO? … ALGUNOS ARGUMENTOS ESPIRITAS
 Thomas Magill, un americano de 22 años, sufrió una caída del 39 piso de un edificio en Nueva York. El cayo sobre un coche estacionado en la calle, su cuerpo atravesó el vidrio trasero y se  estampó en el asiento de cuero del Dodge Charger. Magill cayo, más o menos, a una velocidad de 160 kilómetros por hora y sobrevivió.
¿Fue un Milagro?... ¿Fatalidad?.. ¿Acaso?.. ¿Accidente?...
Hay muchos fenómenos naturales que desafían la razón humana y permanecerán en la dimensión de lo invisible en el círculo de la ciencia tradicional por mucho tiempo. ¿Magill será en el episodio que se produjo un cruce de lo espiritual, es decir,  habrían los Espíritus neutralizado el efecto de la Ley de Gravedad y disminuido la extensión del impacto sobre el coche? ¿Por qué  en varios otros sucesos semejantes  no hay ese tipo de supuesta intervención espiritual?
¿Acaso es una palabra vacía de significado  y siquiera existe en el diccionario espirita. ¿Un milagro? Para los espiritas, el milagro  seria una postergación inconcebible de las leyes eternas fijadas por Dios, obras que son de su voluntad, y seria poco digno de la Suprema Potencia exorbitar de su propia naturaleza y variar en sus decretos. ¿Entonces, habrá fatalidad en los accidentes y, u otros acontecimientos de la vida, conforme  el sentido que se da a este vocablo? Quiere decir: ¿que  los accidentes y/u acontecimientos diversos  son predeterminados? ¿Y el Libre albedrio como quedaría?”. La fatalidad existe únicamente por la elección que el Espíritu hizo al encarnar, de esta  o aquella prueba que ha de sufrir. Y, más aun, “fatalidad”, en el verdadero sentido de la palabra, solo los es el instante de la muerte, según el Espiritismo.
¿Así, cualquiera que sea el peligro que nos amenace, si el instante de la muerte aun no nos llegó, no moriremos? Según los espíritus: no desencarnaremos y sobre eso tenemos muchos ejemplos. De hecho, en todas las épocas muchas criaturas han salido ilesas de las más extremadas situaciones de peligro. Por otro lado, sin embargo, habrá quien pregunte: ¿Más, con qué finalidad pasan ciertas personas por tales peligros que ninguna consecuencia grave les causan? En la cuestión 855 del Libro de los Espíritus. el asunto es mejor explicado por los Espíritus “Si escapas de ese peligro, cuando aun bajo la impresión del riesgo que corriste,  tienes en mente, más o menos seriamente, el mejorar, conforme sea más o menos fuerte  sobre tila influencia de los buenos Espíritus”.
El tema y  el estudio sobre la fatalidad tienen múltiples facetas. Deben ser considerados bajo diversos ángulos. La fatalidad existe únicamente por la elección que hacemos, al encarnar, de esta o aquella forma para sufrir. Eligiéndola, instituimos  para nosotros una especie de destino, que es la consecuencia misma  de la posición donde nos encontraremos colocado. Si estamos cumpliendo, nuestro libre albedrio, la programación reencarnatorio, no tenemos, pues, que ser visitados por la fatalidad. Por eso, creemos que  no hay libre albedrio, ni determinismos absolutos, en la encarnación, más si libertad condicionada. 
Por lo tanto, la doctrina de los espíritus, con sede en El Libro de los Espíritus, no respalda la idea de la fatalidad, mereciendo por  eso lectura y reflexión. ¿Entonces, cual es la finalidad de esos accidentes que causan tanto espanto? Como la Justicia Divina  puede ser percibida en esas situaciones extremas? ¿Por qué alguna personas escapan, y otras no, de caídas, por ejemplo, como vimos antes, al principio del escrito?  Recordando que la fatalidad, destino, azar, suerte son palabras siempre citadas en situaciones como esa.
La fatalidad física, el momento de la muerte vendrá naturalmente, en el tiempo y en la manera pre establecida, a no ser  que lo precipitemos, por el uso de nuestro libre albedrio a través del suicidio, por ejemplo.  Instante es un momento, una fracción de tiempo indefinido, más o menos dúctil, diferente de ahora, minuto y segundo de la muerte. Es evidente que Dios todo provee, más los acontecimientos no están acondicionados a eso; Dios previó nuestras acciones, pero no actuamos porque Dios había previsto, más si porque utilizamos nuestro libre albedrio de esta o aquella manera y El tenia conciencia de esa manera de actuar nuestra.
¡Ahora! Si usamos bebidas alcohólicas y conducimos un vehículo a 150 Km/h, o atravesamos  una avenida de intenso flujo de automóviles, con los ojos cerrados, por ejemplo, estamos exponiéndonos  y sujetándonos a la “fatalidad”, más antes de nuestro procedimiento erróneo, utilizamos nuestro libre albedrio.
¿Que tiene que ver  estas reflexiones con el caso del americano que cayó del 39º piso de un edificio en  Manhattan, Nueva York? ¡Bien! Bajo el punto de vista, y por lo expuesto, creemos que la espiritualidad superior no tiene  cualquier compromiso con la fatalidad, pudiendo alterar las programaciones reencarnatorios de acuerdo con el merecimiento del reencarnado; para tal, sobre el prisma espiritual, la fatalidad  no es fatal, pudiendo ser modificada, ya que es posible renovar nuestro destino todos los días  y no dudemos de eso.
 Jorge Hessen
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NUESTRA REALIDAD
HERNANI GUIMARAES ANDRADE

Para evaluar correctamente nuestro destino final, sería indispensable conocer nuestra verdadera realidad. Nos hallamos en la misma situación que los pasajeros de un inmenso navío, que hubiesen nacido, crecido y adquirido ciertas experiencias, durante un largo viaje.
Supondríamos que varias generaciones de pasajeros, se sucediesen dentro del gran navío, transmitiendo a sus descendientes las experiencias conquistadas, a lo largo de la jornada, mientras la embarcación no llegase a su destino.
Los viajeros del navío, conseguirían con el tiempo, aprender mucho acerca de él y acerca del inmenso océano, sobre el cual flota. Pero los pasajeros ignorarían todo el itinerario, e incluso la geografía del mundo, en que se encuentra el mar.
Ellos podrían llegar a conocer minuciosamente su realidad relativa; el navío. Se conocerían también, hasta cierto punto.
Podrían formular hipótesis adecuadas a su situación particular, incluso aquella concerniente a su destino, pero difícilmente tendrán certeza absoluta, acerca de la realidad mayor, o sea del Universo en que viven, ni  del exacto destino que buscan.
Supongamos que algunos de esos pasajeros, consiguiesen comunicarse, gracias a cualquier medio desarrollado por ellos, con personas que habiten en las tierras firmes, de los continentes, que hablen su lengua y conozcan su condición de viajeros.
Digamos además que los comunicadores continentales, ya hubiesen pasado por condiciones semejante a las de los pasajeros.
Está claro que los habitantes del navío podrían entenderse con los de afuera, en todo aquello que se relacionase con su limitada realidad; la de la embarcación.
Para ellos las ideas referentes a los árboles, casas, planicies, automóviles, etc., sonarían como cosas sin sentido.
Más sin sentido aún, sería la perspectiva de llegar, en el porvenir, a habitar ciudades o países, con sus problemas típicos, tales como embotellamientos de tránsito, cuestiones sociales, inflación, guerras y otros acontecimientos típicos de las sociedades humanas.
Dentro del navío, surgirían los incrédulos que pondrían en duda, las informaciones obtenidas por los compañeros, que consiguiesen las comunicaciones. Los propios comunicadores del navío, tendrían las mayores dificultades en convencer a sus compañeros de viaje, de la existencia de los continentales.
Peor aún sería la situación de unos pocos pasajeros, que por suerte pudiesen abandonar temporalmente la nave, visitar una región continental y volver a la embarcación.
Ellos no sólo se sentirían imposibilitados, de dar una información correcta, a sus colegas de viaje, sino que correrían el riesgo  de ser malentendidos y hasta segregados.
Nuestra situación se asemeja a la de los ocupantes del navío.
Aquí nacemos, aquí vivimos, morimos, volvemos a nacer y vamos aprendiendo cada vez más, acumulando conocimientos y trasmitiéndolos a las generaciones que nos suceden. Sin embargo, nuestro conocimiento estará siempre limitado, por las circunstancias en que nos encontramos. Será el conocimiento de una realidad particular.
Volviendo al ejemplo de los navegantes confinados al gran navío, supongamos que cuando se aproximasen al puerto de destino, comiencen a observar los primeros signos de tierra firme. Algunos de los tripulantes podrán levantar el nivel del puesto de vigía, aumentando su radio de visión.
Avistaran colinas, planicies, matas, etc. y algunos pocos viajeros se irán convenciendo de que la realidad-navío, es apenas una parte, de la realidad mayor que los circunda.
Sus hipótesis acerca del mundo, serán en consecuencia más amplias y se aproximaran a la verdad. Sin embargo, aún así, estarán lejos del modelo ideal, de la imagen correcta a su alrededor.
Actualmente los fenómenos paranormales, equivalen para nosotros a las primeras señales de tierra firme. Vamos a tener que reajustar muchos conceptos de nuestra realidad.
Lo que ya conquistamos como conocimientos, es válido, sin duda, pero no definitivo, aunque nos sirva mucho para atender las necesidades, en la vida dentro del <navío>
Por esta razón, es muy posible que tengamos una respuesta aproximada a esta pregunta: ¿para qué vivimos?

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