miércoles, 6 de mayo de 2015

¿La nada y la suerte, explican el Universo?




OLVIDO DEL PASADO. 

PREGUNTA- No me explico cómo puede aprovecharse el hombre de la experiencia adquirida en las anteriores existencias si no conserva el recuerdo de las mismas; porque, desde el momento que no las recuerda, cada existencia viene a ser como la primera, lo cual equivale a empezar siempre. Supongamos que al despertarnos cada día perdiésemos la memoria de lo que habíamos hecho en el anterior. Es indudable que no estaríamos más adelantados a los 
sesenta que a los diez años, mientras que recordando nuestras faltas, nuestras fragilidades y los castigos recibidos, procuraríamos no volver a incurrir en ellas. Sirviéndome de la comparación hecha por usted del hombre en la Tierra con el alumno de un colegio, no comprendería que este último pudiese aprovechar las lecciones del quinto año, por ejemplo, si no recordase las aprendidas en el cuarto. Estas soluciones de continuidad en la vida del espíritu interrumpen todas las relaciones, haciendo de él un ser nuevo hasta cierto punto, de donde puede concluirse que nuestros pensamientos mueren en cada existencia, para renacer sin conciencia de lo que hemos sido. Esto es una especie de anonadamiento. 
RESPUESTA DE A.K. - De cuestión en cuestión me conducirá usted a hacer un curso completo de Espiritismo. Todas las objeciones que usted hace son naturales en el que nada sabe en este asunto, y que encontraría, en un estudio profundo, una solución mucho más explícita que la que puedo dar en una explicación sumaria, que por si misma debe provocar incesantemente nuevas cuestiones. 
Todo se encadena en el Espiritismo, y cuando se estudia el conjunto, se ve que los principios se desprenden los unos de los otros apoyándose mutuamente, y lo que parecía entonces una anomalía contraria a la justicia de Dios, parece completamente natural y viene en confirmación de esa sabiduría y de esa justicia. 
       Tal es el problema del olvido del pasado que se relaciona con cuestiones de igual  importancia,  por lo cual no haré más que desbrozarle. 
     Si a cada nueva existencia se corre un velo sobre el pasado, nada pierde el espíritu de lo que ha adquirido en aquél; olvida únicamente la manera como lo ha adquirido. Sirviéndome 
de la comparación del alumno, poco le importa recordar dónde, cómo y con qué profesores 
cursó el cuarto año, si, al entrar en el quinto, sabe lo que se aprende en el cuarto. ¿Qué le 
importa saber que fue castigado por su pereza o por su insubordinación, si tales castigos le 
han hecho estudioso y dócil? De este modo, el hombre, al reencarnarse, trae instintivamente 
y como ideas innatas lo que ha adquirido en ciencia y en moralidad. Digo en moralidad, 
porque si durante una existencia se ha mejorado, si ha aprovechado las lecciones de la 
experiencia, cuando se reencarne será instintivamente mejor; su espíritu, robustecido en la 
escuela del sufrimiento y del trabajo, tendrá más solidez; lejos de tener que empezar, posee 
un abundante fondo, en el que se apoya para adquirir más y más. 
     La segunda parte de su objeción, respecto del anonadamiento del pensamiento, no es 
menos infundada, porque semejante olvido sólo tiene lugar durante la vida corporal. Al 
dejarla, el espíritu recobra el recuerdo del pasado: puede entonces juzgar del camino 
recorrido y del que aún le falta recorrer; de modo que no hay solución de continuidad en la 
vida espiritual, que es la normal del espíritu. 
      El olvido temporal es un beneficio de la providencia, ya que la experiencia se adquiere a 
menudo por rudas pruebas y expiaciones terribles, cuyo recuerdo sería muy penoso, 
viniendo a juntarse a las angustias de las tribulaciones de la vida presente. Si parecen 
largos los sufrimientos de la vida, ¿qué no parecerían si se aumentase su duración con el 
recuerdo de los sufrimientos del pasado? Usted, por ejemplo, caballero, es hoy un hombre 
honrado, pero acaso lo debe a los rudos castigos sufridos por faltas que hoy repugnarían a 
su conciencia; ¿le gustaría a usted recordar el haber sido ahorcado alguna vez? ¿No le 
perseguiría constantemente la vergüenza, pensando que el mundo sabe el mal por usted 
cometido? ¿Qué le importa a usted lo que haya podido hacer y lo que haya sufrido para 
expiarlo, si es usted actualmente un hombre apreciable? A los ojos del mundo, es usted un 
nuevo hombre. A los de Dios, un espíritu rehabilitado. Libre del recuerdo de un pasado 
importuno, obra con más libertad; la vida actual es un nuevo punto de partida; las deudas 
anteriores de usted están satisfechas, le corresponde ahora no contraer otras nuevas. 
¡Cuántos hombres quisieran poder, durante su vida, correr un velo sobre sus primeros años! 
¡Cuántos se han dicho al fin de su existencia!: "Si volviese a empezar, no haría lo que he 
hecho." Pues bien, lo que no pueden deshacer en esta vida, lo desharán en otra; en una 
nueva existencia, su espíritu traerá consigo, en estado de intuición, las buenas resoluciones 
tomadas. Así se realiza gradualmente el progreso de la Humanidad. 
     Supongamos aún, lo que es muy ordinario, que entre sus relaciones, en su misma familia, 
se encuentre un individuo del cual esté usted quejoso, que quizá le ha arruinado o 
deshonrado en otra existencia, y que viene arrepentido a encarnarse junto a usted, a 
unírsele por lazos de familia para reparar los agravios por medio de su interés y afecto, ¿no 
se encontrarían ustedes mutuamente en la posición más falsa, si ambos recordaran sus 
enemistades? En lugar de apaciguarse éstas, se eternizarían los odios. 
     Deduzca usted de todo esto que el recuerdo del pasado perturbaría las relaciones sociales y  sería una traba al progreso. ¿Quiere usted una prueba de actualidad? Si un hombre 
condenado a presidio tomase la firme resolución de ser honrado, ¿qué sucedería a su 
salida? Sería rechazado por la sociedad y esta repulsión casi siempre volvería a arrastrarle 
hacia el vicio. Si suponemos, por el contrario, que todo el mundo ignora sus antecedentes, 
sería bien recibido, y si él mismo pudiese olvidarlo, no seria menos honrado y podría caminar con la cabeza alta, en vez de bajarla a la vergüenza del recuerdo. 
     Esto concuerda perfectamente con la doctrina de los espíritus acerca de los mundos 
superiores al nuestro. En ellos, donde sólo el bien reina, el recuerdo del pasado no es nada 
penoso, y por eso sus habitantes recuerdan la existencia precedente como nosotros lo que 
hemos hecho el día anterior. En cuanto a lo que ha podido hacerse en los mundos 
inferiores, viene a ser como un sueño pasado. 

QUE ES EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
                             

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El contacto con nuestro 

espíritu protector 'Ángel de la 

guarda' 


      Aprovechándonos de algunas palabras del cantante y compositor Fabio Júnior que, al hacer un homenaje a su fallecido padre, nos hace recordar cuan intensa es esa relación que mantenemos con los amigos espirituales y, más específicamente, con nuestro `ángel de la guarda´. Dice así: “Entre las puertas de lo visible y de lo invisible, una tenue barrera nos separa de la eternidad. 
Más allá de la materialidad pasajera de las cosas, queda el reino de las cosas verdaderas, que la gente carga como un tesoro en el corazón. 
Lazos inquebrantables de un amor insuperable; ternuras profundas de una amistad real… 
Manos que sellan como guardias en nuestro camino; espíritus de luz iluminando nuestro corazón; fantasmas familiares como guías, como fuerzas de protección. 
Ahí la gente ve que el tiempo no vale nada; es pobre en el camino de la evolución”. 

Según lo que podemos aprender en la Doctrina Espírita, más allá del mundo material, existe otra dimensión denominada como `mundo espiritual´. Y esas dos realidades del Universo no están disociadas, ya que una ejerce gran influencia sobre la otra.
A través de los conceptos reencarnacionistas, tenemos que todos somos espíritus inmortales cuya trayectoria evolutiva está mezclada por dos fases que se alternan de manera ininterrumpida: la vida espiritual seguida de una vida material, a través del fenómeno de la encarnación (nacimiento) ; que, a su vez, es nuevamente seguida de la vida espiritual por medio de la desencarnació n (muerte). Y, así, sucesivamente… 

Con eso, cuando no estamos encarnados, habitamos en el plano espiritual regiones compatibles con los valores morales, emocionales, intelectuales y espirituales que aun cargamos. El capítulo IV, de 
EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO, al abordar sobre `los lazos de familia fortalecidos por la reencarnación´ (item 18), dice: “Los espíritus forman en el espacio, grupos o familias unidas por el afecto, por la simpatía y semejanza de inclinaciones; esos espíritus, felices por estar juntos, se buscan; la encarnación no los separa sino momentáneamente, porque, después de su reentrada en la Erraticidad, se reencuentran, como amigos a la vuelta de un viaje. 
(...) Si unos están encarnados y otros no lo están, por eso no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres (viviendo en el mundo espiritual) velan sobre los que están cautivos (viviendo en el mundo material), los más avanzados procuran hacer progresar a los retardados.” 

Pero es en el capítulo IX (libro II), de 
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS, que encontramos 33 preguntas que más ampliamente nos esclarecen sobre lo que serían esos desencarnados que velan sobre nosotros de manera más directa. 

En la cuestión 490, tenemos: “¿Qué se debe entender por ángel guardián?” Respuesta: “El Espíritu de un orden elevado”. O sea, él es un gran afecto que traemos del pasado, y que por ser más evolucionado, nos asiste en esta encarnación. 
¿Y cuál es su misión?
Como respuesta de la cuestión 491, encontramos: “La de un padre sobre sus hijos: guiar a su protegido en el buen camino, ayudarlo con sus consejos, consolar sus aflicciones, sustentar su coraje en las pruebas de la vida”. 
Es bastante compleja la tarea de ese espíritu que nos ampara, pues su asistencia tiene que transcurrir de forma de no herir nuestro libre albedrío. Por conocer nuestras dificultades íntimas y fragilidades, él nos orienta, pero no determina el camino a ser seguido; nos protege y alerta, pero, no impone las decisiones que debemos tomar, justamente para no quitar de nosotros méritos de nuestros descubrimientos y conquistas. 

¿Qué nos predispone a un contacto más intenso con él? 

El reconocimiento íntimo y la oración sincera. Por el hecho de que ambos elevan la frecuencia energética (patrón vibratorio) y ampliar nuestra capacidad de sintonía, a través del intercambio mental (intuición), nuestro espíritu protector actúa de manera más efectiva a nuestra sensibilidad. Es como si él nos susurrase algo; y ese fenómeno se asocia a nuestra “voz de la conciencia”, pues algo dentro de nosotros nos sugiere, por ejemplo, lo que debemos o no hacer. 

Pero por el factor de la intuición es una percepción rápida, momentáneamente y pasajera; un flash súbito o una idea que brota de forma espontánea e inesperada, muchos juzgándola sin mayores créditos y no atienden a esos pensamientos más íntimos. 

No obstante, no es solamente por medio de ella que nuestro “ángel de la guarda” intenta auxiliarnos. Existen otras maneras. Y quien nos da la revelación es el Espíritu 
Emmanuel“Ora y pide. Enseguida, presta atención. Algo vendrá por alguien o por intermedio de alguna cosa, dándote, en esencia, las informaciones o los avisos que solicites. 
En muchas circunstancias, la advertencia o el consejo, la frase orientadora o la palabra de bendición te alcanzarán el alma, en el verbo de un amigo, en la página de un libro, en una nota sencilla de la prensa y hasta incluso en un simple anuncio que se te cruce en el camino.”
 [1] 

Con estas palabras, podemos percibir que son muchos los caminos que la Espiritualidad Mayor usa para hacer llegar hasta nosotros todo cuanto necesitamos para la sustentación del equilibrio y de la firmeza delante de nuestros desafíos: consuelo, advertencia, energías saludables, luz,… 

Mientras tanto, existe una determinada ocasión en que nuestro protector conversa directamente con nosotros, “ojos en los ojos”. ¿Cuál sería ese momento? 

El Espíritu 
Cairbar Schutel así nos dice: “En todo instante de su peregrinación por la vida     

Caibar Schutel
material, el individuo está recibiendo importantes orientaciones del Plano Espiritual a través de las intuiciones o inspiraciones. Durante el sueño, cuando está en desprendimiento del cuerpo físico, el Espíritu, liberado momentáneamente, recibe, si estuviera al tanto receptivo, buenos consejos de los mentores y amigos espirituales. 
Dar valor, es sobre todo, seguir tales alertas haciéndole más fácil la búsqueda de la evolución… 
(...) Tales advertencias pueden servir para resaltar la necesidad de la autocrítica, incentivar el cambio de actitudes e incluso detener un procedimiento menos digno o anticristiano”
 [2]
La Doctrina Espírita enseña que durante el sueño físico, apenas nuestro cuerpo reposa. Al encontrarnos, en espíritu, parcialmente liberados de la materia que descansa, siempre buscamos regiones astrales de nuestro interés inmediato y mantenemos contacto con seres que nos son afines, sean ellos superiores o inferiores. 

Con el reconocimiento íntimo y la oración, positivamente abrimos los canales de comunicación (nuestra sensibilidad) y dormimos predispuestos a permitir que nuestro espíritu protector nos ofrezca una orientación más indirecta. A veces, nos acordamos vagamente de tal asistencia, afirmando que soñamos eso o aquello. Pero, incluso que no tengamos recuerdo alguno, guardamos en nuestro interior la orientación proporcionada y, en el momento oportuno – cuando en vigilia (despiertos) –, obramos de acuerdo con aquella “voz interior” que nos habla para hacer o para evitar alguna cosa. 

De ahí la importancia de la oración. A través de ella deshacemos nuestras disposiciones íntimas fuertemente envueltas en la desesperación, en la aflicción, en la no creencia, en el sufrimiento y cosas así, y nos volvemos más receptivos a las sugestiones superiores. 

Efectivamente, ¿qué espera de su protegido el “ángel de la guarda”? 

Utilizando las palabras dictadas por el Espíritu 
André Luiz, podemos afirmar que: “Los instructores de la verdad espiritual desean, antes de todo, nuestra renovación íntima, para la vida superior. Si apenas buscamos consuelo, sin adquirir fortaleza, no pasaremos de

niños espirituales. Si procuramos la compañía de orientadores benevolentes, tan sólo para el gozo de ventajas personales, ¿dónde estará el aprendizaje? ¿Acaso no permanecemos, aquí, en la Tierra, en aprendizaje? ¿Habríamos recibido el cuerpo al renacer, apenas para reposar? Es increíble que nuestros amigos de la esfera superior nos vengan a suprimir la posibilidad de caminar por nosotros mismos, usando los propios pies. Naturalmente, no nos quieren los benefactores del Más Allá para eternos necesitados de la casa de Dios y, sí, como compañeros de gloriosos servicios del bien, tan generosos, fuertes, sabios y felices como ellos ya lo son.” [3] 

Con la intuición de finalizar el asunto, es imposible no citar a San Agustín (Espíritu) que, con sublimes palabras, vehementemente nos invita a la creencia y búsqueda de nuestro “ángel de la guarda”, pues es él que habla más directamente a nuestro corazón. Es con él que alimentamos "ternuras profundas de una amistad leal”, porque lo que nos sustenta unidos son "lazos inquebrantables de un amor insuperable”. 

Está a nuestro alrededor el espíritu protector, incluso que no podamos verlo. La fe es la puerta que abre nuestro corazón y nos permite reconocer su presencia y su acción, inclusive cuando no lo miramos con los ojos del cuerpo físico. 

Así, Agustín se expresa: 
“Es una doctrina que debería convertir a los más incrédulos por su encanto y por su dulzura: la de los ángeles guardianes. Pensar que se tienen siempre cerca de sí seres que os son superiores, que están siempre ahí para aconsejaros, sustentaros, ayudaros a escalar la áspera montaña del bien, que son los amigos más seguros y más dedicados que las más íntimas uniones que se pueda contraer sobre esta Tierra, ¿no es una idea bien consoladora? Esos seres están ahí por orden de Dios; él los colocó junto a vosotros y ahí están, por su amor, cumpliendo una bella, pero penosa misión. Sí, donde estéis, él estará con vosotros: las prisiones, los hospitales, los lugares de libertinaje, la soledad, nada os separa de ese amigo que no podéis ver, pero del cual vuestra alma siente los más dulces estímulos y oye los más sabios consejos. 

¡Deberéis conocer mejor esta verdad! ¡Cuantas veces ella os ayudará en los momentos de crisis; cuantas veces ella os salvaría de los malos Espíritus! 

(...) ¡Ah! Interrogad a vuestros ángeles guardianes (a través de la oración, del pensamiento,…); estableced entre ellos y vosotros esa ternura íntima que reina entre los mejores amigos. No penséis en esconderles nada, porque ellos tienen los ojos de Dios, y no podéis engañarlos. 

(...) Cada ángel guardián tiene su protegido sobre el cual vela como un padre vela sobre su hijo, y es feliz cuando lo ve en el buen camino, y sufre cuando sus consejos son menospreciados. 

No temáis fatigarnos con vuestras preguntas; estad, al contrario, siempre en relación con nosotros: seréis más fuertes y felices”.
 [4] 
«Presentes siempre al lado de sus tutelados, los amigos espirituales de todos los encarnados están a disposición en las horas cruciales y difíciles de los destinos de aquellos que tomaron como discípulos para ayudarlos a enfrentar las adversidades, cumpliendo con las tareas a que se comprometieran antes de reencarnar. 

Eso es porque no existe ningún ser humano que venga a la vida física, después de experiencias anteriores en las cuales acabó fracasando, que no se había preparado para enfrentar los mismos obstáculos y vencerlos definitivamente. Todo regreso al mundo físico es precedido de una preparación profunda y meticulosa que respeta, en primer lugar, la Misericordia del Creador, que no da fardo más pesado de las fuerzas de quien los transportará. 

(...) De cualquier manera, todos renacen con condiciones de superar las caídas, elevarse sobre los escalones, saltar sobre los agujeros, atravesar las corrientes que fueran surgiendo en su trayectoria. 

Y cuando todo pueda estar nebuloso, confuso, de difícil comprensión al encarnado, Dios le permite tener acceso personal a los que le están auxiliando a través de la intuición, a los amigos que, en lo invisible, nos mantienen con los pensamientos volcados para el poder de vencer a sí mismo que cada uno posee. 

Por medio de la oración sincera y recogimiento íntimo, cada encarnado puede entrar en sintonía con esos amigos vigilantes y presentes en nuestra vida y que, lejos de resolver por nosotros los problemas que nos cabe solucionar, buscan infundirnos buenas ideas, pensamientos más claros y estado de ánimo propicio al caminar correcto, dentro de las necesidades evolutivas de cada uno. 

Todas las personas, sin depender de ningún intermediario, ni de cualquier sensitivo especialmente dotado, pueden ser sus propios oráculos*, a través de la elevación interior, de la confianza en la bondad de Dios, en la oración simple y sincera, que dispensa todas las fórmulas ritualistas o artificiales, para transformarse, tan solamente, en la conversación franca entre hijo confuso y Padre comprensivo y sabio. 

Por eso, haciendo el silencio interior, el reencarnado está abriendo condiciones de escuchar las vibraciones sutiles que le tocan el alma y que, en forma de intuiciones, le aconsejan siempre el mejor camino, dentro de la armonía de las leyes del Universo.» 

* Este romance pasa en el Egipto Antiguo; por eso, el uso de este término. Los oráculos eran personas que vivían en templos y cuyas palabras tenían gran peso e inspiraban confianza, porque todo lo que hablaban era derivado de su consulta a las divinidades. Aquellos que los buscaban, siempre deseaban obtener consejos, revelaciones y las más variadas orientaciones para sus problemas y dudas existenciales.

«La unión con el mundo invisible a través de la oración representa, siempre, la lámpara en busca del motor que le ofrezca el caudal de energías para mantenerse encendida. 

Y en las contingencias que envuelven al ser humano en los diversos desafíos de todas las horas, la oscuridad interna parece ser la dominante por olvidarse el sufrimiento de que él es lámpara y Dios es el Motor. 

Enciéndase, ligándose a Él y, con certeza, iluminado, usted iluminará el camino y encontrará la trilla que le encaminará los pasos para la solución de aquella situación difícil. 

Caminar en la oscuridad, al contrario, los llevará siempre a la caída y al aumento de los propios dolores por las heridas que el caminar ciego puede proporcionar. 

Los amigos invisibles que usted posee están esperando el gesto simple de la oración desvinculada de cualquier gesto o conducta formales. Recójase, haga silencio interno, y por el pensamiento humilde y sincero, procure el Motor y hable con el. 

En ese periodo, todos esos compañeros espirituales que lo aman, estarán montando la Línea de Transmisión que hará llegar hasta usted la luz que necesita, en el tiempo adecuado al suyo. 

Y no se espante si, al establecer ese contacto con los que los aman, una suave sensación de alivio, un dulce escalofrío recorriendo su cuerpo físico, algún estremecimiento o una ola de calor estableciera su curso por su organismo. 

Estas y muchas otras pueden ser las formas de percibir que nuestra unión, en forma de Oración, llegó hasta el Motor.

Tengamos entonces el coraje de seguir al frente, sin esperar soluciones milagrosas que no dependan de nuestra propia mejora, una vez que debemos acordarnos de que el Motor nos escucha, acepta nuestros pedidos, manda Sus fuerzas, pero quien tiene que producir la luz es la propia lámpara. Es la Lámpara que precisa encenderse. 

Y usted es quien precisa iluminarse primero. 

Aproveche la oración y únase al Creador que, ciertamente, quedará muy feliz de verlo iluminado por si mismo con la energía que, ciertamente, Él ya le envía a través de los amigos invisibles que lo rodean y auxilian. 

Por eso, Jesús ya ordenaba: `Brille vuestra luz.´» (reseña del autor) 

Juan Carlos Mariani-

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¿LA “NADA” Y LA “SUERTE” EXPLICAN EL UNIVERSO?

A cada descubrimiento sobre el infinito Cosmos, se tiene la certeza de que el Universo ofrece enigmas  más profundos y mayores sobre la verdadera esencia, trastornando a la inteligencia académica. Si analizáramos, con serenidad, la rica historia de la evolución de la Física, descubriríamos que ya hubo diversos momentos en los que se imaginó que la investigación científica  se había agotado,  o sea no había nada más que descubrir.
En el final del Siglo XIX, Kelvin, el Padre de la Termodinámica, se mantuvo firme en su afirmación: ¡Se acabó!” Ya se sabía cómo estudiar el movimiento, la electricidad y el magnetismo, y él creía que nada había más allá de aquello que ya se conocía. Sin embargo, después descubrieron el átomo, el electrón y, ya  al comienzo del siglo XX, Einstein  desarrolló la Teoría de la Relatividad. (2)
Actualmente, el misterioso bosón de Higgs (1), un tipo de partícula decisiva en el estudio de la física cuántica, llamada  “partícula de la creación”, o “partícula de Dios” , que  supuestamente transformó la materia dispersa en estrellas y planetas  al principio del Universo y continúa sin ser encontrado por los científicos. Algunos estudiosos creen que la emblemática “partícula” surgió en el 2012. El Gran Colisor de Hádrons (acelerador de partículas), un proyecto  de 10 billones de dólares inaugurado en el 2008, con el objetivo de “recrear” el  Big Bang, la mayor maquina  construida  de la Tierra, ya realizó más de 70 millones de colisiones de partículas, con todo ninguna de ellas fue capaz de identificar el bosón de Higgs. 
El descubrimiento de la “partícula de Dios” podría completar los elementos esenciales del llamado Modelo Clásico de la física, derivado de la faina de Albert Einstein y sus herederos al comienzo del siglo 20, y que abrió camino para la “nueva física”. En ese norte casi metafísico de  la física  los científicos ya consiguieron capturar átomos de antimateria por más de 16 minutos. La antimateria  es uno de los grandes misterios aun no completamente comprendidos por las teorías modernas de la ciencia.
Por definición, la antimateria es idéntica a la materia, a no ser por el hecho de poseer carga opuesta – por eso, las dos se aniquilan cuando entran en contacto una con la otra. La teoría actual indica que durante el Big Bang la materia  y antimateria  se habían formado en partes iguales. Si ellas se hubiesen aniquilado, nuestro universo material no existiría. ¿Entonces qué es lo que ocurrió? Son misterios que la Ciencia no consigue responder.
¿Será que descartando la existencia de Dios el Universo  explica el Universo? ¡Qué irrisión! Hay científicos famosos que ni bajo el  dolor profundo le extirpan la prepotencia materialista y continúan negando la existencia del Creador.
Es el caso del astrofísico Stephen William Hawking, considerado uno de los más
Stephen W. Hawking
 brillantes  científicos modernos, que afirmó el que no existe razón para evocar a Dios para explicar la creación del Universo. En el libro de su autoría titulado Una Breve Historia del Tiempo, Stephen Hawking   asegura que “hay un modelo que describe el origen del Universo. Eso significa que existe un conjunto de ecuaciones  que describen su surgimiento, pero, esa no es la cuestión fundamental. Lo crucial es saber de dónde vienen esas ecuaciones, de donde vienen las leyes de la Física, que ayudan a explicar el Universo. “Stephen reiteró su opinión de que todo se resume  a la suerte- “suerte” (¿1)” El astrofísico declaró que la ciencia prevé que muchos universos pueden ser  creados espontáneamente de la nada – “nada”(¿¡) y que es cuestión de suerte “suerte”(¿¡) en cuál de ellos estamos.
Stephen, con 70 años de edad, pasó la mayor parte de su vida en la  eminencia de la desencarnación. A los 20 años fue diagnosticado  con una esclerosis lateral amiotrofica, una rara dolencia degenerativa  que paraliza los músculos del cuerpo sin tocar las funciones cerebrales, que lo obligó a utilizar  una silla de ruedas y un aparato para hablar. Pese a estar  bajo el yugo de la descomposición muscular, que podría disminuirle la morfea vanidad, Stephen Hawking no aprendió  a empequeñecerse sin perder altura, infelizmente! Con un carácter experimentado, infectado de insensata vanidad, encharcado por un endiosamiento académico, discurre sobre la “suerte" para explicar el Universo. ¡ Es deplorable tanta  infantilidad espiritual!
Como no todo investigador es necio, vale  citar un libro de significativa importancia científica, titulado La Partícula de Dios, publicado en los Estados  Unidos, el físico León Lederman, ganador del Premio Nobel, en 1988, defendiendo la tesis de que Dios existe y está en el origen de todas las cosas. el desempeño de investigación del físico holandés,  Willem B. Drees, autor  del libro Más allá del Big Bang – Cosmología Cuántica y Dios – comprueba con nitidez que hay un empeño creciente  por la investigación científica, fundamentado en la certeza de la existencia de Dios.
En el análisis  sobre el Creador del Universo topamos con el atestado lógico y, científicamente, probado  sobre Su esencia, cuando concluimos que todo aquello  que no es obra del Hombre, lógicamente, tiene que ser obra de Dios, como elucidan los espíritus , hace más de 150 años. El físico americano Paul Davies, en su libro titulado Dios y la Nueva física, afirma, categóricamente, para martirio del  obtuso Stephen Hawking,, quiera él o no, Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas. ¡Y punto final!
JORGE HESSEN

Nota:
(1)            Homenaje al nombre físico británico Peter Higgs, que afirmó ser ese el agente que transformó en masa la materia expelida por el Big Bang hace 13;7 billones de años, permitiendo así el surgimiento de la vida material.
(2)            Muchos historiadores y físicos atribuyen a la creación de la famosa formula que explica la relación entre masa y energía al físico italiano  Olinto De Pretto, que, según especulaciones, desenvolvió la formula dos años antes que Albert Einstein, y que habría previsto su uso para fines bélicos  y catastróficos, como el desenvolvimiento de bombas atómicas. A pesar de eso, fue Einstein el primero  en dar al cuerpo  a la teoría juntando los diversos hechos hasta entonces des conexos  e interpretándolos correctamente.

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DISERTACIONES DE MERCHITA

   La mayor parte de los hombres no tienen conciencia de sus defectos. Se ignoran a sí mismos y acumulan faltas sobre faltas, sin darse siquiera cuenta. Bajo este punto de vista, las indicaciones de los guías son muy útiles para conducirse el hombre, para dominarse y frenar los fogosos arranques de su naturaleza.

Por la práctica del espiritismo y las  instrucciones de los Espíritus elevados el hombre puede adquirir la ciencia preciosa de la vida, el dominio de las emociones y de las sensaciones, la facultad de gobernarse y de imponerse a los sordos impulsos del propio ser.

El nuevo Espiritualismo ha logrado ya la unión de adeptos de todos los rangos y de todos los países; algún día unirá a todas las religiones y a todas las sociedades humanas.

Poco a poco, el círculo de la vida colectiva se ha ensanchado. Se han constituido agrupamientos y han surgido conflictos. Las guerras se han sucedido. A través de luchas perpetuas, luchas de razas, de religiones, de ideas, es como  se prosigue la marcha dolorosa y se despierta la conciencia de la humanidad.

A despecho de las pasiones y de los odios, las barreras se rebajan entre los pueblos; las relaciones se multiplican haciéndose más fáciles; se cambian ideas, las civilizaciones se compenetran  y se fecundan. La noción de la humanidad se edifica, se habla, se sueña en la paz, en la lengua, en las religiones universales.

El nuevo espiritualismo, apoyado en la ciencia, nos trae esta concepción, esta revelación en la cual se fusionan y reviven, bajo formas más sencillas y más elevadas, las grandes concepciones del pasado, las enseñanzas de los Mesías enviados por el cielo a la tierra. Y el será un nuevo elemento de vida  y de regeneración para todas las religiones del globo.

El Espiritismo facilitará la unidad religiosa y moral. La solidaridad que une a los vivos  de la tierra con los del cielo, se extenderá poco a poco por toda la tierra y todos comulgaran en una misma creencia, en un mismo ideal realizado.

El hombre aprenderá a desprenderse de las cosas materiales y a remontar más alto sus aspiraciones.

Todo subirán, a través de la pruebas y de las lagrimas, desde las regiones oscuras hasta la luz divina. La senda de la misericordia y del perdón está siempre abierta para los culpables.

La revelación de los espíritus disipa las tinieblas del odio, las incertidumbres y los errores que rodean al hombre ¡Ella hace brillar sobre el mundo el gran sol de la bondad, de la concordia, de la verdad!

El Espiritismo, practicado con prudencia  y conocimiento además de ser un manantial de enseñanza, es también un medio de impulsión moral. Las advertencias, los consejos de los espíritus, sus descripciones de la vida del más allá, influyen en los pensamientos y en los actos del hombre. Van modificando su carácter y su modo de vivir.

El Espiritismo es una doctrina que ha venido a restablecer el equilibrio y la armonía entre estas dos fuerzas, a unirlas y a imprimirles un impulso común hacia el bien. El Espiritismo es la religión científica del porvenir. El hombre, libre de los dogmas que violentan y de las inhabilidades que oprimen, recobra su independencia y el uso de sus facultades. Examina juzga libremente y solo acepta lo que le parece bueno.

Sigamos adelante, el camino  que nos ofrece la Doctrina Espirita es alentador, no nos detengamos, la vida continua, y es necesario aplicar todos los conocimientos en nuestras vidas, si queremos recoger buenos frutos.

Amigos os deseo un lindo miércoles. Este trabajo lo extraje del libro de León Denis “En lo Invisible”

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