domingo, 24 de abril de 2016

Mira más allá



 
          
            LAS VIVENCIAS DE KARDEC

El bosque de Dodona y la estatua de Memnón


Para llegar al bosque de Dodona, pasemos por la rue Lamartine y detengámonos un instante en la casa del Sr. B…, donde hemos visto un mueble dócil presentarnos un nuevo problema de estática. En un número cualquiera, los asistentes se colocan alrededor de la mesa en cuestión y en un orden igualmente indistinto, ya que no hay allí ni números ni lugares cabalísticos; ellos tienen las manos apoyadas sobre el borde de la misma; ya sea mentalmente o en voz alta, hacen un llamado a los Espíritus que tienen la costumbre de aceptar su invitación. Nuestra opinión sobre ese género de Espíritus es conocida, por lo que los tratamos casi sin ceremonia.

Apenas cuatro o cinco minutos hubieron transcurrido cuando un ruido claro de toc, toc se hace escuchar en la mesa, lo suficientemente fuerte como para ser escuchado en la habitación vecina, y se repite durante todo el tiempo y con la frecuencia que se desee. La vibración se hace sentir en los dedos, y al poner el oído en la mesa se reconoce sin error que el ruido tiene su fuente en la propia substancia de la madera, porque toda la mesa vibra, desde sus patas hasta la superficie.

¿Cuál es la causa de este ruido? ¿Es la madera que cruje o es – como dicen – un Espíritu? Para comenzar, apartemos toda idea de superchería; estamos en la casa de gente demasiado seria y muy bien relacionada como para divertirse a costa de los que han consentido en invitar; además, esta casa no es de manera alguna privilegiada; los mismos hechos se producen en otras cien igualmente honorables. A la espera de la respuesta, permitid una pequeña digresión.

Un joven candidato a bachiller estaba en su cuarto, ocupado en repasar su examen de Retórica; llaman a la puerta. Pienso que admitiréis que puede distinguirse la naturaleza del ruido y sobre todo su repetición, si es causado por un crujido de la madera, por la agitación del viento o por cualquier otra causa fortuita, o si es alguien que golpea para entrar. En este último caso el ruido tiene un carácter intencional que es inconfundible; esto es lo que dice nuestro estudiante. Sin embargo, para no distraerse inútilmente, quiso asegurarse poniendo al visitante a prueba.

Si es alguien – dijo –, dad uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis golpes; golpead arriba, abajo, a la derecha y a la izquierda; llevad el compás, tocad la llamada militar, etcétera, y a cada una de estas órdenes el ruido obedecía con la más perfecta puntualidad. Seguramente – pensó – no puede tratarse del crujido de la madera, ni del viento, ni tampoco de un gato, por más inteligentes que se lo suponga. He aquí un hecho; veamos a qué consecuencia nos conducirán los argumentos silogísticos. Entonces hizo el siguiente razonamiento: Escucho ruidos; por lo tanto, algo los produce. Este ruido obedece a mis órdenes; por lo tanto, la causa que lo produce me comprende. Ahora bien, lo que comprende tiene inteligencia; por lo tanto, la causa de ese ruido es inteligente. Si es inteligente, no es ni la madera ni el viento; por lo tanto, si no es ni la madera ni el viento, es alguien. Entonces fue a abrir la puerta.

Puede verse que no es necesario ser un doctor para sacar esta conclusión, y consideramos a nuestro aprendiz de bachiller lo suficientemente firme en sus principios como para obtener la siguiente: Supongamos que al abrir la puerta no encuentre a nadie y que el ruido continúe exactamente de la misma manera; él proseguirá su sorites: «Acabo de probar sin réplicas que el ruido es producido por un ser inteligente, ya que responde a mi pensamiento. Siempre escucho este ruido delante de mí y es cierto que no soy yo quien golpea; por lo tanto, es otro; ahora bien, a este otro yo no lo veo: por lo tanto, es invisible. Los seres corporales que pertenecen a la Humanidad son perfectamente visibles; ahora bien, el que golpea, siendo invisible, no es un ser humano corporal. Ahora bien, ya que llamamos Espíritus a los seres incorpóreos, el que golpea – no siendo un ser corporal – es, por lo tanto, un Espíritu.»

Consideramos rigurosamente lógicas las conclusiones de nuestro estudiante; sólo que lo que hemos dado como una suposición es una realidad, en lo que respecta a las experiencias que se hacían en la casa del Sr. B… Hemos de agregar que no había necesidad de la imposición de las manos y que todos los fenómenos se producían igualmente cuando la mesa estaba aislada de cualquier contacto. De este modo, según el deseo expresado, los golpes eran dados en la mesa, en la pared, en la puerta y en el lugar designado verbal o mentalmente; indicaban la hora y el número de las personas presentes; ejecutaban el toque de tambores, la llamada militar y el ritmo de un aria conocida; imitaban el trabajo del tonelero, el chirrido de una sierra, el eco, los fuegos graneados o de pelotones y muchos otros efectos demasiado extensos de describir. Se nos ha dicho haber escuchado en ciertos Círculos imitar el silbido del viento, el murmullo de las hojas, el fragor del trueno, el embate de las olas, lo que nada tiene de sorprendente.

La inteligencia de la causa se volvía patente cuando, por medio de esos mismos golpes, se obtenían respuestas categóricas a ciertas preguntas; ahora bien, es a esta causa inteligente que nosotros llamamos o, mejor dicho, que a sí misma se ha llamado Espíritu. Cuando este Espíritu quería hacer una comunicación más desarrollada, indicaba por un signo particular que quería escribir; entonces, el médium psicógrafo tomaba el lápiz y transmitía su pensamiento por escrito. Entre los asistentes – no hablamos de aquellos que estaban alrededor de la mesa, sino de todas las personas que llenaban el salón – había los incrédulos genuinos, los medio creyentes y los fervientes adeptos, mezcla poco favorable, como sabemos. A los primeros, los dejamos de buen grado, esperando que la luz se haga para ellos. Nosotros respetamos todas las creencias, incluso hasta la incredulidad que también es una especie de creencia, cuando a sí misma se respeta lo suficientemente como para no herir las opiniones contrarias. Por lo tanto, no hablaríamos de esto si no nos proporcionara una observación útil.

Su razonamiento, mucho menos prolijo que el de nuestro estudiante, se resume generalmente así: Yo no creo en los Espíritus; por lo tanto, no deben ser Espíritus. Ya que no son Espíritus, debe tratarse de una prestidigitación. Naturalmente, esta conclusión nos lleva a suponer que la mesa estaba trucada a la manera de Robert Houdin. Nuestra respuesta a esto es bien simple: en primer lugar, sería necesario que todas las mesas y todos los muebles estuviesen trucados, puesto que no los hay privilegiados; en segundo lugar, no conocemos ningún mecanismo lo suficientemente ingenioso para producir a voluntad todos los efectos que hemos descrito; en tercer lugar, sería necesario que el Sr. B… hubiese trucado las paredes y las puertas de su residencia, lo que es muy poco probable; finalmente, en cuarto lugar, sería necesario que se hubiera hecho trucar del mismo modo las mesas, las puertas y las paredes de todas las casas donde diariamente se producen fenómenos semejantes, lo que no es muy presumible, porque se conocería al hábil constructor de tantas maravillas.

Los medio creyentes admiten todos los fenómenos, pero están indecisos sobre la causa de los mismos. A éstos los remitimos a los argumentos de nuestro futuro bachiller. Los creyentes presentan tres matices bien característicos: los que sólo ven en esas experiencias una diversión y un pasatiempo, y cuya admiración se expresa en estas palabras u otras análogas: ¡Es asombroso! ¡Es singular! ¡Es muy divertido! Pero no van más allá de eso. Luego vienen las personas serias, instruidas y observadoras, a las cuales no se les escapa ningún detalle y para quienes las mínimas cosas son objeto de estudio. Y finalmente se encuentran los ultracreyentes – por así decirlo – o, mejor dicho, los creyentes ciegos, a los cuales se les puede reprochar un exceso de credulidad, cuya fe no lo suficientemente esclarecida les da una confianza tal en los Espíritus, que les adjudican todos los conocimientos y principalmente la presciencia. Además, es con la mejor fe del mundo que piden noticias de todos sus asuntos, sin pensar que por dos centavos habrían sabido lo mismo del primer echador de la buenaventura. Para ellos, la mesa parlante no es un objeto de estudio y de observación: es un oráculo. No tiene en su contra sino su forma trivial y sus usos demasiado vulgares; pero si la madera de la que está hecha, en lugar de ser
utilizada para las necesidades domésticas, estuviese de pie, tendríais un árbol parlante; si fuese tallada como estatua, tendríais un ídolo ante el cual los pueblos crédulos vendrían a postrarse.

Ahora crucemos los mares y veinticinco siglos, transportándonos al pie del monte Tomaros en el Epiro; allí encontraremos el bosque sagrado, cuyas encinas daban oráculos; añadid ahí el prestigio del culto y la pompa de las ceremonias religiosas, y fácilmente os explicaréis la veneración de un pueblo ignorante y crédulo que no podía ver la realidad a través de tantos medios de fascinación. La madera no es la única substancia que puede servir de vehículo a las manifestaciones de los Espíritus golpeadores. Nosotros las hemos visto producirse en la pared y, por consecuencia, en la piedra. Por lo tanto, tenemos también las piedras parlantes. Si estas piedras representasen un personaje sagrado, tendremos la estatua de Memnón, o la de Júpiter Ammón, dando oráculos como los árboles de Dodona.

Es cierto que la Historia no nos dice que esos oráculos eran dados por golpes, como lo vemos en nuestros días. En el bosque de Dodona, era por el silbido del viento a través de los árboles, por el murmullo de las hojas o el susurro de la fuente que brotaba al pie de la encina consagrada a Júpiter. Se dice que la estatua de Memnón emitía sonidos melodiosos con los primeros rayos de sol. Pero la Historia también nos dice – como tendremos ocasión de demostrarlo – que los Antiguos conocían perfectamente los fenómenos atribuidos a los Espíritus golpeadores. No hay ninguna duda de que éste es el principio de su creencia en la existencia de seres animados en los árboles, en las piedras, en las aguas, etc. Pero desde que este género de manifestaciones fue explotado, los golpes ya no eran más suficientes; los visitantes eran demasiado numerosos como para darles una sesión particular a cada uno; además, esto hubiera sido una cosa bastante sencilla: era necesario el prestigio, y desde el momento en que enriquecían el templo con sus ofrendas, era necesario retribuir su dinero convenientemente. Lo esencial era que el objeto fuese visto como sagrado y habitado por una divinidad; desde ese momento, se podía hacerle decir todo lo que se quisiera, sin tomar tantas precauciones.

Los sacerdotes de Memnón usaban – dicen – la superchería; la estatua era hueca, y los sonidos que emitía eran producidos por algún medio acústico. Esto es posible y hasta probable. Los Espíritus – incluso los simples golpeadores, que en general son menos escrupulosos que los otros – no están siempre a la disposición del primero que llegue, como ya lo hemos dicho; tienen su voluntad, sus ocupaciones, sus susceptibilidades y ni a unos ni a otros les gusta ser explotados por la codicia. ¡Qué descrédito para los sacerdotes si no hubieran podido hacer hablar a su ídolo en esa ocasión! Era preciso suplir su silencio y, en caso de necesidad, ayudarlo; además, era mucho más cómodo no tener tanto trabajo, al poder formular la respuesta según las circunstancias. Lo que vemos en nuestros días no prueba menos que las creencias antiguas tenían como principio el conocimiento de las manifestaciones espíritas, y es con razón que hemos dicho que el Espiritismo moderno es el despertar de la Antigüedad, pero de la Antigüedad esclarecida por las luces de la civilización y de la realidad.

Allan Kardec
Extraído de la “Revista Espirita 1858″


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             RECUERDOS ESPONTÁNEOS DE VIDAS ANTERIORES Y OBSESIÓN


 ¿Cómo se diferencia el recuerdo espontáneo de vidas anteriores, de los inducidos por un  caso de  obsesión?

         Es de  subrayar que la   Posesión, se refiere a un grado mayor de obsesión o de influencia espiritual negativa,  pero  la realidad de la misma  nada tiene que ver con  las posesiones diabólicas  que admiten  las religiones, porque estas se refieren a la posesión por “demonios” como seres condenados eternamente al mal, lo cual, no existe.
          A veces puede parecer difícil diferenciar entre  el caso de un Espíritu que estando encarnado como Ser humano, manifiesta espontáneamente o mediante hipnosis, recuerdos de vidas anteriores en donde se le manifiesta otra personalidad o personalidades si son varias las existencias humanas recordadas, y entre el caso diferente de un Espíritu desencarnado que ya está en el plano espiritual (mental) que le corresponde y se  manifiesta a través de una mediumnidad, desplazando del todo o en parte al Espíritu de su víctima encarnada o médium, de un modo habitual y hasta constante.
La reencarnación y la posesión son las explicaciones alternativas para todos aquellos casos en que una personalidad aparece para ocupar o asumir la de otro sujeto. Hay que señalar que  entre los casos de Obsesión o Posesión  y los de Reencarnación existe una diferencia importante, y es que en los de Reencarnación, como más adelante veremos,  el Espíritu siempre es el mismo Ser que para regresar a este mundo, lo hace cada vez bajo una nueva personalidad humana, tomando cada vez un cuerpo físico para encarnar una personalidad humana diferente, para poder  relacionarse y evolucionar  durante su vida en la Tierra.  En esta clase de manifestaciones las personalidades que aparecen lo hacen sucesivamente en un tiempo pasado,  en diferentes épocas, sin mezclarse unas con otras , ni con la actual de la persona que recuerda bajo trance sus vidas pasadas; sin embargo, en los casos de Obsesión, cualquiera que sea su intensidad,  el espíritu obsesor  manifiesta una personalidad  humana diferente de la de su víctima  y se suele mezclar en el presente con  la personalidad de ella, apareciendo ambas indistintamente entremezcladas.  En los casos de Obsesión  más complejos, a veces son varios los espíritus  que asedian,  porque en esos casos raramente suele actuar uno solo.

El  cuerpo físico del obsesado, como el de todo ser humano, fue diseñado  y forjado solo para él,  así como  planificado  para vivir una vida más o menos larga o corta en este mundo, por tanto nadie más que él, lo puede “habitar” hasta el momento de su desencarnación en que su cuerpo pasa a ser solo materia y ya no es habitable por nadie.  Sin embargo en el poseído, la personalidad  o personalidades extrañas del Ser que se manifiesta, nada tienen que ver con  la  de la persona poseída, no porque ocupen su cuerpo, sino porque la influencia vibratoria es tan grande, que el sujeto subyugado o poseído queda anulado, pero no desplazado de su cuerpo al que está ligado por lazos fluídicos que solo se cortan en el momento de la muerte.
La diferencia entre los auténticos casos de  reencarnación y los  de posesión, también estriba en que si es un caso de memoria del pasado,  el sujeto recuerda los detalles de alguna existencia humana anterior, permaneciendo mientras tanto consciente de su personalidad presente, mientras que en el “poseido” no se manifiesta su propia personalidad, sino que lo hacen  una o varias personalidades diferentes a la vez, en un tiempo presente y sin la consciencia personal de la víctima. Por otro lado, cuando la causa  es la de recuerdos reencarnatorios, estos datos del pasado son susceptibles de ser comprobados o confirmados, pero cuando los datos son de un Espíritu extraño que está interviniendo sin permiso, sus historias suelen ser inciertas e incomprobables.
La posesión, como la subyugación, que son grados muy fuertes de obsesión,  acontecen cuando un Ser desencarnado, por cuestiones de venganza hacia la persona poseída o hacia otras personas cercanas a la misma, es capaz de desplazar a la víctima  de su propio cuerpo físico por tener mayor  poder psíquico que él, pero nunca el desplazamiento del “poseído” es total, pues sigue unido a su organismo físico por el “cordón de plata” o lazo de energía que une su organismo periespiritual con el físico; si así no fuese y el desplazamiento de su cuerpo fuese total, sin ningún lazo de unión, la separación sería definitiva y le sobrevendría la muerte.
El Espíritu invasor, llevado por su malignidad y su mayor fuerza psíquica, se puede manifestar a través del cuerpo físico de la víctima, y normalmente lo hace de forma violenta y compulsiva, buscando dañarle  psíquica y físicamente.
Los llamados “Exorcismos” que practican algunas religiones, funcionan en cuanto el Ente invasor crea y tema  la eficacia del  ritual religioso que se le aplique para echarlo; si no es así, el fracaso de estos rituales suele ser total. Lo único que puede hacer a un Espíritu  obsesor dejar en paz a su víctima, es un adoctrinamiento  moral impartido por alguien espiritualmente superior a él, que le ayude a  razonar y lo sensibilice del error que comete con su acción  malévola, enseñándole como el único camino cierto en su situación, el  del arrepentimiento y la práctica del bien, como indispensable  para  alcanzar  finalmente su propia felicidad.

- Jose Luis Martín-

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“Las enfermedades mentales deben ser atribución de los filósofos y no de los médicos, porque ellas son enfermedades del alma”.

                                                - Kant -

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                                                  Mira más allá
-Se cuenta una historia de una familia pobre que tenía la facultad de tomar todas las cosas por su lado positivo. Una mujer rica se interesó por ayudarlos.
Un día la visitó un vecino de la familia pobre y le dijo a la señora que no les ayudara porque la estaban engañando.
Los niños de aquella familia siempre comen cosas deliciosas, lujos que ni yo puedo permitirme – dijo el vecino, La mujer rica fue a visitar esta familia al mediodía.
Estaba parada junto a la puerta, a punto de llamar, cuando oyó que una de las niñitas le preguntaba a otra:- ¿Te vas a servir carne con puré hoy?
– No, creo que comeré pollo asado – respondió la otra niña. Al oír eso la mujer golpeó la puerta y entró inmediatamente.
Vio a las dos niñas sentadas a la mesa en la que habían unas pocas rebanadas de pan seco, dos papas frías, un jarro de agua y nada más.
A sus preguntas contestaron que imaginaban que su pobre comida era toda suerte de manjares y el juego hacía que la comida les fuera un verdadero festín.
– Usted no sabe lo delicioso que es el pan cuando una lo llama torta de frutillas.
– Pero es mucho más rico si lo llamas helado de crema – dijo la otra niña.
La señora rica salió de allí con una nueva idea de lo que significa el contentamiento.
Descubrió que la felicidad no está en las cosas, si no en los pensamientos y nuestra actitud ante las cosas, No pidamos que cambie nuestra suerte, pidamos ser transformados nosotros.
Entonces, veremos que hay bendiciones que nos aguardan en la situación que nos ha correspondido.
Nunca Dejes De Sonreír
La Vida Es Maravillosa!
¿Me Regalas Una Sonrisa?
Enviado por Jacob

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Algunas Conclusiones del libro: 

Las Vidas Sucesivas por Gabriel Delanne 



1º El ser vivo en realidad, no es más que una forma por la cual pasa la materia. 

2º Que la conservación de esta forma es debida al principio inteligente revestido de cierta sustancialidad. 

3º Que tanto en el hombre como en el animal, esta forma se conserva hasta después de la muerte. 

4º Que las modificaciones moleculares de esta envoltura, son indestructibles. 

5º Que la repetición de los mismos actos, tanto físico como intelectuales, tiene por objeto hacerlos más fáciles, más habituales, más reflejos, es decir, automáticos e inconscientes (los instintos no son otra cosa que hábitos, millones de veces seculares). 

6º Que la serie de seres orgánicos es físicamente continua, tanto actualmente como en el pasado. 

7º Que las manifestaciones del instinto, y más tarde de la inteligencia, en todos los seres vivos, son graduales en su conjunto e íntimamente ligadas al desarrollo de los organismos. 

8º Que el hombre reasume y sintetiza todas las modalidades anatómicas e intelectuales que han tenido lugar sobre la Tierra. 

9º Que los hechos de observación establecen la reminiscencia de estados anteriores en los animales, y el recuerdo de precedentes vidas en el hombre. 
10º Por último, que ciertos espíritus predicen su retorno aquí a la Tierra, mientras que otros afirman las vidas sucesivas

- Amilcar Pertuz Reyes-

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