martes, 26 de abril de 2016

Sócrates y la inmortalidad del alma


   
EL DIOS DE LOS 

ESPIRITAS (2ª parte) 


“Creemos que Dios ha impuesto a la Creación una ley inalterable: El bien”. “Creemos que se debe adorar a Dios, amando y practicando el Bien”. 
“Creemos que para adorar a Dios no hay necesidad de templos ni de sacerdotes, siendo su mejor altar el corazón del hombre virtuoso, y su mejor culto una moralidad intachable”. 
Que Dios no exige que el hombre profese determinada religión, sino que sea humilde, y sobre todo que ame a su prójimo como a sí mismo”. 
“Creemos en la existencia del alma o Espíritu, ser inmaterial, inteligente, libre en sus acciones y estrictamente responsable de ellas ante Dios”. 
“Creemos en la inmortalidad del alma”. 
“Que cada Espíritu es premiado o corregido según sus obras”. 
“Que las penas nunca son eternas, y que Dios acoge siempre bondadosamente al Espíritu que se arrepiente, apartándose del camino del mal”. 
“Que en el espacio hay infinidad de mundos habitados por seres pensadores, sometidos como nosotros a la ley del progreso universal e infinito que conduce a Dios”. 
“Que el Espíritu, antes de alcanzar la bondad eterna, puede elevarse o detenerse en jerarquía, según su albedrío, pero no puede retroceder ni sufrir una retrocreación, es decir, no puede transformarse su esencia en otra inferior”. 
“Y creemos, por último, que el Espiritismo, como ciencia consagrada a los trascendentales estudios de la verdad suprema, está llamado a regenerar el mundo, inculcando en el corazón de los hombres las sublimes verdades que enseña”. 
Esto creíamos ayer, esto creemos hoy y esto seguiremos creyendo mientras la ciencia y la razón, no pronuncien otro credo más armónico con la grandeza de Dios; en tanto llega ese día, seremos Cristianos Espiritistas Racionalistas, veremos en Dios la causa primera, en la ciencia su eterna manifestación, y en la razón humana la síntesis del progreso universal. 

Amalia Domingo Soler

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                                        EVOLUCIÓN


.-¿Cuando comenzó la evolución del  Espíritu humano ?

El Ser comenzó a ser humano cuando el alma animal procedente de su anterior etapa evolutiva, tras ir adquiriendo las experiencias psíquicas a través de su paso por diversas especies animales,  llegó a evolucionar madurando   psíquicamente  abandonando  definitivamente  sus experiencias en el Reino animal y alcanzar  la etapa humana  cuando tomó conciencia de su individualidad; entonces  a partir de  ese grado de madurez animal instintiva e irracional, comenzó su andadura evolutiva como Espíritu  sencillo e ignorante, pero  forjado de la propia Esencia Divina Creadora, lo que le confiere casi infinitas potencialidades..  
La cuestión del momento de su madurez para comenzar su andadura humana, no se restringe a su nacimiento como Espíritu en este planeta Tierra, sino que cuando el Espíritu habitó la Tierra por primera vez como ser humano, este ya había en muchos casos, comenzado su andadura en otros mundos planetarios, más o menos adelantados, que vinieron aquí para continuar su particular camino evolutivo.
En todo caso, es un misterio desconocido al ser humano, pero al paso de nuestro crecimiento evolutivo, posiblemente lleguemos algún día a comprender esta cuestión.
Lo que si sabemos, aunque al comienzo de su andadura evolutiva el Espíritu humano es sencillo e ignorante,  ya contiene  en sí mismo  todos los atributos Divinos latentes que después deberá desarrollar  hasta grados infinitos  con el  transcurso de su desarrollo en el tiempo a través del proceso reencarnatorio. El Espíritu del hombre aquí no termina su evolución, que es infinita, sino que seguirá trascendiendo también  algún día  la actual etapa humana y llegará  a etapas de angelitud  más próximos a  la comprensión y plenitud de la Mente Creadora.
La evolución del Espíritu humano supone  un incesante impulso hacia delante, hacia una inalcanzable perfección total, que no cesa. Así continúa progresando  permanentemente, aunque por un lapso de tiempo se pueda estancar voluntariamente, pero finalmente la propia ley de reajuste espiritual lo  termina por impulsar hacia delante, pues el Ser espiritual  siempre presiente o comprende que es lo que le falta para ser del todo feliz, y eso le impulsa en su resolución de conquistarlo. Así,  cada  existencia  humana es una continuación del grado de  evolución que  llegó a conquistar en  su  vida anterior.
Como ya se puede comprender, en  la  ley de la Reencarnación está la clave de este proceso. Lo que no pudo superar  o aprender  el Ser  espiritual en una vida,  se lo encuentra nuevamente en la siguiente, hasta que al fin consigue superarlo y asimilarlo.  Lo que no se asimila o no se supera en una  existencia humana,  nos lo volvemos a encontrar por delante en  otras existencias  humanas  futuras  hasta que al fin logramos superarlo o conquistarlo definitivamente, y es en ese momento cuando aquel aspecto que no habíamos superado antes,  deja de ser  como una asignatura pendiente y  este esfuerzo  para lograrlo nos habrá hecho  madurar y ganar esos grados de felicidad que ahora nos parecen inalcanzables.

- José Luis Martín -

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         “Somos diamantes brutos,recibiendo lapidación para retener, en las aristas,el fulgor de las estrellas”
                                          -Divaldo Pereira Franco-


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COMPROBACIÓN UNIVERSAL DE LA 

ENSEÑANZA DE LOS ESPÍRITUS

 
                   Autoridad de la doctrina espiritista

Si la doctrina espiritista fuese una concepción puramente humana no tendría otra 
garantía que las luces del que la hubiera concebido, y nadie en la tierra podría tener la 
pretensión fundada de poseer él solo la verdad absoluta. Si los espíritus que la han 
revelado se hubiesen manifestado a un solo hombre, nada garantizaría su origen, porque 
sería menester creer bajo su palabra al que dijera que había recibido sus enseñanzas. 
Concediéndole una completa sinceridad, a lo más, podría convencer a las personas que le 
rodeasen; podría tener secretarios, pero nunca conseguiría reunir a todo el mundo. 
Dios ha querido que la nueva revelación llegase a los hombres por un camino 
más rápido y más auténtico, por esto ha encargado a los espíritus el llevarla de uno a 
otro polo, manifestándose en todas partes, sin conceder a nadie el privilegio exclusivo 
de oír su palabra. Un hombre puede ser engañado puede engañarse a sí mismo, más no 
podría suceder lo mismo cuando millones de ellos ven y oyen la misma cosa: esto es una 
garantía para cada uno y para todos. Por otra parte, puede hacerse desaparecer a un 
hombre, pero no puede hacerse que desaparezcan las masas; pueden quemarse los libros, 
pero no se pueden quemar los espíritus; pues si se quemaran todos los libros, el origen 
de la doctrina no sería menos invulnerable, por lo mismo que no está en la tierra, sino 
que surge de todas partes y que todos pueden obtenerla. A falta de hombres para 
explicarla, habrá siempre espíritus que alcanzan a todo el mundo y a quienes nadie puede 
alcanzar. 
En realidad, los mismos espíritus son los que hacen la propaganda, con el auxilio 
de innumerables médiums. que ellos mismos suscitan en todas partes: Si no hubiesen 
tenido más que un intérprete, por favorecido que se viera, apenas se conocería el 
Espiritismo; este mismo intérprete, a cualquier clase que perteneciése, sería objeto de 
prevención de muchas gentes, no le hubieran aceptado todas las naciones; mientras que 
comunicándose los espíritus en todas partes, a todos los pueblos, a todas las sectas y a 
todos los partidos, son aceptados por todos. El Espiritismo no tiene nacionalidad y está 
fuera de todos los cultos particulares; no se ha impuesto por ninguna clase de la 
sociedad, puesto que cada uno puede recibir instrucciones de sus parientes y de sus 
amigos de ultratumba. Así debía ser para que pudiese llamar a todos los hombres a la fraternidad, pues de no colocarse en un 
terreno neutral, hubiera mantenido las discusiones en vez de aclamarlas. 
Esta universalidad en la enseñanza de los espíritus constituye la fuerza del 
Espiritismo y esta es también la causa de su rápida propagación; mientras que la voz de 
un solo hombre, aun cuando hubiese tenido el auxilio de la prensa, hubiera tardado 
siglos en ser oída de todos. Ahora tenéis millares de voces que se hacen oír 
simultáneamente en todas partes para proclamar los mismos principios y transmitirlos, 
tanto a los más ignorantes como a los más sabios a fin de que nadie quede desheredado. 
De esta ventaja no ha gozado ninguna de las doctrinas que han aparecido hasta hoy. Sí, 
pues, el Espiritismo es una verdad, no teme ni la mala voluntad de los hombres, ni las 
revoluciones morales; ni los cataclismos físicos del globo, porque nada de todo esto 
puede alcanzar a los espíritus. 

- Allan Kardec -

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SÓCRATES
Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA


En al año 399 antes de la era cristiana, el Tribunal de los Heliastas, constituido por representantes de las diez tribus que componían la demócrata Atenas, se reunía con sus 501 integrantes para cumplir una obligación muy difícil.
        Representantes del pueblo, escogidos al azar,  estaban allí para juzgar el filósofo Sócrates.
        El pensador era acusado de rechazar a los dioses del Estado y corromper a la juventud.
        Figura muy controvertida Sócrates era admirado por unos, criticado por otros.
Tenía la costumbre de andar por las calles con  grupos de jóvenes, enseñándolos a pensar, a cuestionar sus propios conocimientos acerca de las cosas y de ellos mismos.
        Sócrates desarrolló el arte del dialogo, la mayéutica, ese momento del “parto”intelectual, de la búsqueda de la verdad en el interior del hombre.
Sus palabras “Sólo sé que no sé nada” representan la sabiduría más grande de un ser reconociendo su ignorancia, reconociendo la necesidad de aprender, buscar la verdad
        Por eso, fue sabio y más allá de sabio, ofreció ejemplos inigualables de conducta moral.
Vivió sencillamente y siempre reflexionó acerca del mundo materialista, de los valores ilusorios del ser  y de las creencias vigentes en la sociedad.
Delante de sus acusadores fue capaz de dejarles lecciones importantísimas, como cuando afirmó:
“No tengo otra ocupación sino esa de persuadiros a todos, jóvenes y viejos, para que cuidéis menos de vuestros cuerpos y de vuestros bienes que la perfección de vuestras almas.”
El gran filósofo fue condenado a la muerte por cerca de 60 votos de diferencia.
        La gran mayoría incentivaba a que él intentase negociar su pena, asumiendo el crimen, librándose así de la punición capital con el pago de algunas monedas.
Seguramente todos saldrían con las consciencias menos culpables.
                             Todos, menos Sócrates que, de ninguna manera, se permitió actuar en contra de sus principios de moralidad. Así, aceptó la pena impuesta.
Aprisionado durante 40 días, tuvo la oportunidad de huir, una vez que sus amigos encontraron una forma ilícita de darle la libertad.
No la aceptó. No se permitió ser deshonesto con la ley, aunque esta lo hubiera condenado injustamente. Una vez más ejemplificó la grandeza de su alma.
Y fueron extremadamente tranquilos los últimos instantes de Sócrates en La Tierra.
Una calma espantosa invadía su semblante y causaba la admiración en todos los que iban a visitarlo.
                      Indagado acerca de tal sentimiento, el pensador reveló lo que le animaba el espíritu:
        “Todo hombre que llega adonde voy a ir ahora, ¡qué gran esperanza no tendrá, de que poseerá allí lo que buscamos en esta vida con tanto trabajo!
Este es el motivo que el viaje que me ordenan me llena de tan dulce esperanza.”
Si, Sócrates tenía la seguridad interior de la inmortalidad del alma y lo expresó claramente en varios momentos de sus diálogos.
La perspicacia de sus pensamientos y reflexiones ya había llegado a tal conclusión lógica.
El gran filósofo partía seguro que continuaría su tarea, que proseguiría pensando, dialogando y que desvendaría un nuevo mundo, una nueva perspectiva de la vida, que es una sola, sin muerte, sin destrucción.
 El Codificador de la Doctrina Espírita, Allan Kardec, preguntó a los inmortales:
        “En el instante de la muerte, ¿cuál es el sentimiento que prevalece en la gran mayoría de los hombres: la duda, el temor o la esperanza?”
Y los Espíritus le contestan: “La duda, para los escépticos empedernidos; el temor, para los que son culpables; la esperanza, para los hombres de bien.”
Que podamos todos, a ejemplo de Sócrates, dejar este mundo con el corazón lleno de esperanza.
Redacción del Momento Espírita con base en los  libros: O Fédon, de Platão, Coleção Filosofia –  Textos nº 4. ed. Porto y Apologia de Sócrates, de Platão, Coleção Aos pensadores, ed. Nova Cultural – Brasil

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

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