jueves, 14 de julio de 2016

NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN



MUNDOS REGENERADORES.

Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos hay como el vuestro designados por el Señor para expiación y para prueba! Pero los hay también más miserables y mejores, así como los hay transitorios que pueden llamárseles regeneradores. 

Cada torbellino planetario, corriendo en el espacio alrededor de un foco común, arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma naciente,cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios, dueña de si misma, en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben y no queriendo Dios anonadarlas, las permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que se les ha destinado.

17. Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos el hombre está aun sujeto a las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y vuestros deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos; allí no existe el orgullo que hace callar el corazón, la envidia que lo tortura y el odio que lo ahoga; la palabra amor está escrita en todas las frentes, y una perfecta equidad arregla las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y procuran ir a El siguiendo sus leyes.

Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta felicidad, pero sí su aurora. El hombre aun es carnal y por lo mismo está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen sino los seres completamente desmaterializados; aun quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos mundos, comparados con la tierra, son muy felices y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí porque es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la cruel enfermedad; pero el hombre menos entregado a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que vosotros,comprende que hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen merecedores de ellos, cuando la muerte ha segado de nuevo sus cuerpos para darles la verdadera vida. Entonces será cuando el alma libre dominará todos los horizontes; ya no tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un espíritu puro y celeste, aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor y de caridad que se derraman de su seno.

18. Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible, y el espíritu del mal no ha perdido en ellos completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y más terribles pruebas.
Contemplad, pues, esa bóveda azulada por la noche, a la hora del descanso y de la oración, y en esas innumerables esferas que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid  vuestras súplicas a Dios y rogadle que un mundo regenerador os abra su seno después de la expiación de la tierra. (San Agustín. Paris, 1862.)

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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ESPÍRITUS QUE SE PUEDEN EVOCAR

Se pueden evocar todos los Espíritus a cualquier grado
de la escala a la que pertenezcan; lo mismo los buenos que los malos; tanto los que hace poco que murieron como los que vivieron en los tiempos más remotos, a los hombres ilustres como a los más obscuros, a nuestros parientes, a nuestros amigos, lo mismo que a aquellos que nos son indiferentes; pero no se dice por esto que quieran o puedan venir siempre a nuestro llamamiento; independientemente de su propia voluntad o del permiso que puede serles negado por un poder superior, pueden  estar impedidos por motivos que no siempre nos está permitido penetrar. Queremos decir que no hay impedimento absoluto que se oponga a las comunicaciones; los obstáculos que pueden impedir a un Espíritu el manifestarse, casi siempre son individuales y dependen a menudo de las circunstancias.

275. Entre las causas que pueden oponerse a la manifestación de un Espíritu, las unas les son personales y las otras les son extrañas. Es menester colocar entre las primeras sus ocupaciones o las misiones que cumple y de las que no puede separarse para ceder a nuestros deseos; en este caso, su visita sólo queda aplazada.

Las causas extrañas tienen relación, principalmente, con la naturaleza del médium, con la de la persona que evoca, con el centro en el cual se hace la evocación, y finalmente con el fin que uno se propone. Ciertos médiums reciben más particularmente comunicaciones de sus Espíritus familiares, que pueden ser más o menos elevados; otros son aptos para servir de intermediarios para todos los Espíritus; esto depende de la simpatía o de la antipatía, de la atracción, o de la repulsión, que el Espíritu personal del médium ejerce sobre el Espíritu extraño, que puede tomarle por intérprete con gusto o con repugnancia. Por lo demás, lo mismo sucede en cuanto a las condiciones morales; cuanta más facilidad tiene un médium para escribir o para expresarse, más se generalizan sus relaciones con el mundo de los Espíritus.
La facultad de evocar a cualquier Espíritu no implica para el Espíritu la obligación de estar a nuestras órdenes; que él pueda venir en un momento y no en otro, con tal médium o tal evocador que le plazca y no con tal otro; decir lo que él quiere sin que se le pueda obligar
a decir lo que él no quiera, marcharse cuando le convenga; en fin, que por causas dependientes o no de su voluntad, después de haberse manifestado asiduo durante algún tiempo, de repente puede dejar de venir.

Por todos estos motivos, cuando uno quiere llamar un Espíritu nuevo, es necesario preguntar a su guía protector si la evocación es posible; en el caso de que no lo sea, generalmente da los motivos y entonces es inútil insistir.

278. Aquí se presenta una grande cuestión: la de saber si hay o no inconveniente en evocar a los Espíritus malos. Esto depende del objeto que uno se propone y del ascendiente que se
puede tener sobre ellos. El inconveniente es nulo cuando se les llama con un objeto formal, instructivo y con el fin de mejorarles; por el contrario, es muy grande si es por pura curiosidad o diversión, o si uno se pone bajo su dependencia pidiéndoles algún servicio. Los Espíritus buenos, en tal caso, pueden darles el poder de hacer aquello que se les pide, dejando a salvo y para más tarde el castigar severamente al temerario que se hubiera atrevido a invocarles en su socorro y creerles con más poder que Dios. En vano se prometería hacer un buen uso para lo sucesivo, y despedir al servidor una vez obtenido el servicio; aun este servicio que se ha solicitado, por pequeño que sea, es un verdadero pacto hecho con un Espíritu malo, y éste no deja la presa fácilmente.

279. El ascendiente sólo se ejerce sobre los Espíritus inferiores por la superioridad moral. Los Espíritus perversos reconocen a los hombres de bien como sus señores; frente a frente
de aquellos que no les oponen sino la energía de la voluntad, especie de fuerza brutal, luchan y a menudo son los más fuertes.
Uno que quería de este modo dominar a un Espíritu rebelde, por su voluntad, el Espíritu le contestó: Déjame tranquilo con tu aspecto de matamoros; tú, que no vales más que yo, ¿no se diría que un ladrón moraliza a otro ladrón?
Nos asombramos de que el nombre de Dios que se invoca contra ellos sea, a menudo, impotente; San Luis ha dado la razón en la respuesta siguiente:

El nombre de Dios no tiene influencia sobre los Espíritus imperfectos sino en la boca de aquel que puede servirse de él con autoridad por sus virtudes; en la boca del hombre que no tuviera sobre el Espíritu ninguna superioridad moral, es una palabra como otra cualquiera. Lo mismo sucede con las cosas santas que se les opone. El arma más terrible es inofensiva cuando está en manos inhábiles para poderse servir de ella o incapaces de llevarla.

EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS. ALLAN KARDEC.

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                      SUICIDIO Y REENCARNACIÓN


Uno de los problemas más graves a los que se enfrenta el ser humano de hoy día es, sin ninguna duda, a la posibilidad del suicidio. Casi todos los días leemos en los periódicos casos de personas en situaciones límite, que han perdido o están a punto de perder lo que consideramos esencial para nuestras vidas: Por ejemplo, la pérdida de la custodia de los hijos o la posibilidad de poder verlos, un fuerte desengaño amoroso, los desahucios viéndose en la calle, la falta de recursos para poder subsistir, etc. Son situaciones que llevan a muchos a verse como en un callejón sin salida. Una aparente derrota moral y existencial, que, salvo aquellos que confían en sí mismos y mantienen el coraje de la fe en algo superior, en muchos otros significa tirar la toalla y adoptar una decisión lamentablemente extrema.
Salvo en los casos de locura o de obsesión espiritual, se puede considerar el suicidio como la máxima expresión del egoísmo. Una gran prueba existencial, una lucha extrema contra las propias debilidades, para que afloren, como contrapeso, los recursos internos que todos poseemos pero que muchas veces no utilizamos: La fe, el coraje, la esperanza, la fortaleza, la paciencia, la resignación, etc.
El matiz más importante se encuentra en la siguiente idea: Ya no son los problemas sino lo que se interpreta de esos problemas lo que verdaderamente puede hacer más daño. Las dificultades y reveses de la vida se observan como una losa infranqueable en lugar de verlos como retos y posibilidades de crecimiento.
Como comentábamos anteriormente es la ignorancia de las consecuencias lo que lleva a estas personas a la búsqueda de la nada, o un atajo a la piedad divina muy mal entendida,  que creen les llevará a eliminar los sufrimientos a los que se ven sometidos. ¡Gravísimo error!
Dios es misericordioso, es todo amor, pero también es justo. A cada quien según sus obras. Cada caso es diferente, existen agravantes y atenuantes que sólo puede juzgar Dios, sin embargo, no podemos ignorar las consecuencias, a tenor de lo que nos cuentan los múltiples casos recogidos a través de la mediumnidad como aquellos testimonios de personas suicidas, más bien de intento de suicidio, que han experimentado una ECM (experiencias cercanas a la muerte), como recoge en sus libros el doctor Raymond Moody. Las experiencias que narran en unos casos como en los otros son muy similares. El siguiente testimonio de un espíritu es bastante significativo: “¡No sabéis cuanto sufro!… Estoy abandonado, he huido del sufrimiento para encontrar el tormento.”
Para poder comprender las consecuencias de dichos actos hemos de elevarnos por encima de la materia y observar las diferentes vidas físicas como instantes muy cortos en la evolución. Esto desde el cuerpo físico y sus limitaciones cuesta trabajo entenderlo, sin embargo, hemos de ser conscientes de que, por muy severas que puedan llegar a ser las consecuencias del acto del suicidio, le van a servir de gran lección al espíritu. Es muy importante tener presente la “dimensión temporal” de las penas, aunque para el suicida puedan parecerle eternas. Por cierto, nadie se encuentra desamparado en el mundo espiritual. Existen hospitales y colonias de recuperación para estos casos, empero, las dificultades son muy grandes y requieren, por lo general, mucho tiempo para conseguir resultados satisfactorios, es decir, una cierta recuperación psíquica y espiritual de los afectados. Al mismo tiempo, la oración sentida por ellos es un bálsamo poderoso que les alivia sobremanera sus sufrimientos.
Debemos mencionar, además, otros factores decisivos que repercuten directamente en el proceso de separación del espíritu de la materia en el caso de los suicidas; como es la cuota de energía vital que traemos al nacer, la suficiente para abastecer toda una vida física programada. Si se corta de una forma voluntaria antes de tiempo, tiene sus consecuencias puesto que esa energía no desaparece por arte de magia. Además cabe recordar que el espíritu se vale de un cuerpo intermedio, semimaterial que sirve de lazo de unión, de conexión entre el espíritu y la materia. Todas las agresiones que podamos hacerle al cuerpo físico también repercuten en ese cuerpo espiritual, lo cual significa que, el suicida con su acción le causa daños graves al periespíritu, sufriendo desde el mismo instante en que se ha quitado la vida, y  por lo general, debiendo retornar al plano físico con graves problemas y deficiencias físicas en la zona donde se auto agredió, para drenar, restaurar y equilibrar el daño causado.
Por otro lado, contribuyen inconscientemente en la expansión de esta lacra algunos científicos e intelectuales materialistas que pregonan, apoyándose en su prestigio académico y su influencia en la sociedad, que después de la vida existe la “nada”. Al menos, no deberían ser tan categóricos puesto que con sus afirmaciones crean opinión, y las opiniones como las corrientes de pensamiento generan consecuencias. Es de una gran presunción afirmar categóricamente la no existencia de Dios o la imposibilidad de la vida después de la vida. Al menos deberían ser prudentes y no aseverar lo que no han comprobado o no alcanzan a ver. La ciencia avanza a pasos agigantados, empero, no poseen sus investigadores la verdad absoluta, ha tenido que rectificar muchas veces sobre sus postulados.
En este sentido, hay suicidas, y también seres orgullosos, intelectuales  del saber material que al pasar al otro lado y enfrentarse a su nueva realidad se han llevado una gran sorpresa, y han llegado a manifestar a través de la mediumnidad la siguiente reflexión: “Sufro cuando me veo obligado a creer todo lo que negaba.”
Por cierto, esa falta de fe en Dios de algunas personas es la que lleva a mucha gente a preguntarse cómo es posible que hayan materialistas si todos hemos pasado por el mundo espiritual, hemos reencarnado muchas veces. La explicación se encuentra en el atraso evolutivo en el que nos encontramos. El orgullo y el no reconocer nuestras faltas, convierte a muchos espíritus en seres endurecidos cuya situación les impide, una vez vuelven a la vida corporal, desarrollar de forma sencilla la fe innata. Son aquellos que, muchas veces dicen: “Me gustaría creer pero no puedo. Hay algo en mí que me lo impide”. Esta reflexión, refleja muchas veces, la necesidad y la obligación de tener que hacer un esfuerzo mayor que el resto para recuperar la intuición natural, aquella que nos permite reconocer sin dificultad a un Dios Todopoderoso, al Padre amoroso que nos guía y nos conduce.
En conclusión, la posibilidad del suicidio es una prueba difícil para los espíritus débiles, faltos de fe y confianza, en la que muchos espíritus se estancan durante varias existencias. Viéndose en la necesidad de volver a la vida física, en unas condiciones que le empujarán a vivir serias dificultades, hasta el punto de tener que afrontar la tentación que no la necesidad de volver a caer en el suicidio.
Además, es necesario poner de relieve otro tipo de suicidio considerado indirecto, nos referimos al abuso de drogas, del alcohol, del tabaco. También hay que incluir los deportes de riesgo extremo, exponiendo la vida de un modo innecesario, tan sólo por el orgullo de conseguir algún record, o formar parte del libro Guinness. Todos estos casos con final fatal, aunque pueden tener atenuantes, también son considerados como suicidios, por la falta de responsabilidad a la hora de cuidar su vehículo de progreso que es su cuerpo, y por los compromisos que tenemos con nuestros semejantes a los que se dejan de atender por la falta de prudencia en sus actos.
Todo lo contrario a quienes arriesgan su vida por salvar a otros. Esto es diferente. Se trata de un grado de altruismo y de abnegación que el Padre tiene muy en cuenta. No hay que olvidar que aquel que arriesga su vida por salvar a otro, no tiene la menor intención de perderla. Se trata de un acto espontaneo, generoso y de gran valor moral.
La vida es un don precioso. No podemos menospreciarla.
La doctrina espírita nos aporta las claves, el mensaje de esperanza que la sociedad necesita. Avanza poco a poco, cada vez son más sus estudiosos y seguidores. Nos ofrece la certeza en el porvenir, nos explica la temporalidad de las desgracias, también que Dios es justo y jamás nos abandona.
Por todo ello, es necesario un cambio de rumbo. Retomar nuestra esencia espiritual. La nada no existe, y la vida es un ejercicio de amor y de misericordia de Dios. No debemos menospreciarla y sí aprovechar las oportunidades que se nos ofrecen de crecimiento. Hemos sido creados para caminar hacia la perfección, hacia la felicidad más absoluta. Es lo que nos han transmitido los grandes avatares de la humanidad y es la gran verdad de la que no debemos prescindir. Pensemos en ello.
José M. Meseguer-2016, Amor,paz y caridad
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LA NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN 
Nadie puede ver el Reino de los Cielos sino aquel que renaciere.de nuevo.." cap 4 
Del Evangelio según el espiritismo. 
Allan Kardec. 


¿Es un castigo la encarnación y solamente los Espíritus culpados están sujetos a sufrirla? 
El pasaje de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que puedan cumplir, por medio de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confía. Les es necesario, por el bien de ellos, ya que la actividad que son obligados a ejercer les auxilia el desarrollo de la inteligencia. Siendo soberanamente justo, Dios tiene que distribuir todo igualmente para todos sus hijos; Es así que estableció para todos el mismo punto de partida, la misma aptitud, las mismas obligaciones que cumplir y la libertad de proceder. Cualquier privilegio sería una preferencia, una injusticia. Pero, la encarnación, para los Espíritus, es un estado transitorio. Es una tarea que Dios les impone, cuando inician la vida, como primera experiencia del uso que harán del libre arbitrio. Los que desempeñan con celo esa tarea transponen rápidamente y menos penosamente los primeros grados de la iniciación y más temprano gozan del fruto de sus labores. Los que, al contrario, usan mal la libertad que Dios les concede retardan su marcha y, tal sea la obstinación que demuestren, pueden prolongar indefinidamente la necesidad de la reencarnación y es cuando se torna un castigo S.Luis (Paris, 1859). 

Del Libro: El Evangelio Según el Espiritismo
 RESURRECCIÓN Y REENCARNACIÓN         
1. Jesús, habiendo venido por los lados de Cesárea de Filipo, interrogó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Qué dicen los hombres con relación al Hijo del Hombre? ¿Quién dicen que soy? Ellos le respondieron: Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros Elías, otros Jeremías, o uno de los profetas. Jesús les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, le dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente. Jesús le respondió: 
Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no fue ni la carne, ni la sangre que te lo reveló, sino nuestro Padre que está en los cielos. (San Mateo, cap. XVI, v. 13 a 17; San Marcos, cap. VIII 
v. 27 a 30). 

2. Entretanto Herodes el Tetrarca, oyendo hablar de todo lo que Jesús hacía, tenía su Espíritu en suspenso –porque los unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos, otros que Elías había aparecido y algunos que uno de los antiguos profetas había resucitado. –Entonces Herodes dijo: Yo hice cortar la cabeza a Juan, pero, ¿quién es éste de quien oí hablar tan grandes cosas? 
Y tenía voluntad de verlo. (San Marcos, cap. VI, v. 14 y 15; SanLucas, cap. IX, v. 7,8 y 9). 

3. (Después de la transfiguración). Sus discípulos le preguntaban, diciéndole: ¿Por qué, pues, los escribas dicen que es preciso que Elías venga antes? Mas Jesús les respondió: Es verdad que Elías debe venir y restablecer todas las cosas; mas yo les declaro que Elías ya vino, y no le conocieron, mas lo trataron como quisieron. Así ellos harán sufrir al Hijo del Hombre. Entonces sus discípulos comprendieron que era de Juan de Bautista que les había hablado. (San Mateo, cap. XVII, v. de 10 a 13; San Marcos, cap. IX, v. 11, 12, y 13). 


4. La reencarnación formaba parte de los dogmas judaicos, bajo el nombre de resurrección; sólo los saduceos que creían que todo terminaba con la muerte, no creían en ella. Las ideas de los Judíos en este punto, como en muchos otros, no estaban claramente definidas, porque sólo tenían nociones vagas e incompletas sobre el alma y sus lazos con el cuerpo. Creían que un hombre que vivió podía revivir, sin explicarse con precisión la manera cómo esto podía suceder; designaban con la palabra resurrección, lo que el Espiritismo llama más juiciosamente reencarnación. En efecto, la resurrección supone el regreso a la vida del cuerpo que murió, lo que la Ciencia demuestra ser materialmente imposible, sobre todocuando los elementos de ese cuerpo están, desde hace mucho, dispersos y absortos. La reencarnación es el retorno del alma o Espíritu, a la vida corporal, pero en otro cuerpo nuevamente formado para ella, y que nada tiene de común con el antiguo. La palabra resurrección podía de este modo, aplicarse a Lázaro, pero no a Elías, ni a los profetas. Pues, si según su creencia, Juan el Bautista era Elías, el cuerpo de Juan no podía ser el de Elías, puesto que se había visto a Juan niño y se conocía a su padre y a su madre. 
Así, Juan podía ser Elías reencarnado, pero no resucitado. 

5. Había un hombre entre los fariseos llamado Nicodemo, senador de los Judíos, que fue de noche a encontrarse con Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios para instruirnos como un doctor; porque nadie puede hacer los milagros que haces, si Dios no estuviese con él. 
Jesús le respondió: En verdad, en verdad, os digo: Nadie puede ver el reino de Dios si no naciere de nuevo. 

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede nacer un hombre que yaestá viejo? ¿Puede volver al vientre de su madre, para nacer por segunda vez? 

Jesús le respondió: En verdad, en verdad, os digo: Si un hombre no renaciere del agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne es carne y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu. No os maravilléis de lo que os he dicho; os es necesario nacer de nuevo. El Espíritu sopla donde quiere y oís su voz, pero no sabéis de donde viene y hacia donde va. Sucede lo mismo con todo hombre que es nacido del Espíritu. 

Nicodemo le respondió: ¿Cómo puede darse eso? Jesús le dijo: ¡Qué! ¿Sois maestro en Israel e ignoráis esas cosas? 
En verdad, en verdad os digo que no decimos sino lo que sabemos y no atestiguamos sino lo que hemos visto; y, sin embargo, vos no recibisteis nuestro testimonio. Mas si no me creéis cuando os hablo de las cosas de la Tierra, ¿cómo me creeréis cuando os hable de las cosas del cielo? (San Juan, cap. III, v. de 1 a 12). 

6. El pensamiento de que Juan el Bautista era Elías y que los profetas podían volver a vivir en la Tierra, se encuentra en muchos pasajes de los Evangelios, particularmente en los relatos anteriores (números 1, 2 y 3). Si esa creencia hubiese sido un error, Jesús no hubiera dejado de combatirla, como combatió tantas otras; lejos de esto, la sancionó con toda su autoridad, y lacolocó como principio y como una condición necesaria cuando dice: Nadie puede ver el reino de los cielos si no naciere de nuevo; e insiste, añadiendo: No os maravilléis de los que os dije, que es NECESARIO que nazcáis de nuevo. 

7. Estas palabras: “Si un hombre no renace del agua y del Espíritu”, fueron interpretadas en el sentido de la regeneración por el agua del bautismo; pero el texto primitivo traía simplemente: No renace del agua y del Espíritu, mientras que en ciertas traducciones, se ha substituido Espíritu por Santo Espíritu, lo que no corresponde al mismo pensamiento. Este punto capital resalta de los primeros comentarios hechos sobre el Evangelio, lo que un día será constatado sin equívoco posible. (1) 

8. Para comprender el verdadero sentido de esas palabras, es menester referirse a la significación de la palabra agua, que no era empleada en su acepción propia. 
Los conocimientos de los antiguos, sobre las ciencias físicas, eran muy imperfectos, pues creían que la Tierra había salido de las aguas y por eso, consideraban el agua como el elemento generador absoluto; así es que en El Génesis se dice: “el Espíritu de Dios era llevado sobre las aguas; flotaba en la superficie de las aguas; que el firmamento fue hecho en medio de las aguas; que las aguas que están bajo el cielo se reúnan en un solo lugar y que el element oárido aparezca; que las aguas produzcan los animales vivos que naden en el agua y los pájaros que vuelen sobre la tierra y bajo el firmamento”. 

Según esta creencia, el agua venía a ser el símbolo de la naturaleza material, como el Espíritu era el de la naturaleza inteligente. Estas palabras: “Si el hombre no renace del agua y del Espíritu, o en agua y en Espíritu”, significan, pues: “Si el hombre no renace con su cuerpo y su alma”. En este sentido fueron comprendidas al principio. 

Esta interpretación está, además, justificada por estas otras palabras: Lo que es nacido de la carne es carne y lo que es nacid odel Espíritu es Espíritu. Jesús hace aquí una distinción positiva entre el Espíritu y el cuerpo. Lo que es nacido de la carne es carne, indica claramente que sólo el cuerpo procede del cuerpo, 
y que el Espíritu es independiente del cuerpo. 

9. El Espíritu sopla donde quiere; oís su voz, pero no sabéi sni de donde viene, ni para donde va, se puede entender como el Espíritu de Dios, que da vida a quien quiere o el alma del hombre; en esta última acepción, “vosotros no sabéis de donde viene, ni a donde va” significa que no se conoce lo que fue, ni lo que el Espíritu será. Si el Espíritu, o alma, fuese creado al mismo tiempo que el cuerpo, se sabría de donde vino, puesto que se conocería su principio. Como quiera que sea, este pasaje es la consagración del principio de la preexistencia del alma y, por consiguiente, de la pluralidad de existencias. 

10. Desde los tiempos de Juan el Bautista, hasta el presente,el reino de los cielos es tomado por la violencia, y son los violentosq ue lo obtienen; porque, hasta Juan, todos los Profetas así como la ley, profetizaron; y si queréis comprender lo que os dije, él es el mismo Elías, que debe venir. Oiga aquél que tenga oídos para oír. (San Mateo, cap. XI, v. de 12 a 15) 

11. Pero si el principio de la reencarnación expresado en San Juan, podía en rigor ser interpretado en un sentido puramente místico, no podía suceder lo mismo en este pasaje de San Mateo, que es inequívoco: ÉL ES EL MISMO Elías que debe venir; aquí no hay figura ni alegoría: es una afirmación positiva. “Desde el tiempo de Juan el Bautista hasta el presente, el reino de loscielos es tomado por la violencia”. ¿Qué significan estas palabras, puesto que Juan el Bautista vivía aún en aquel momento? Jesús las explica claramente diciendo: Si queréis comprender lo que os digo, él es el mismo Elías que debe venir” No siendo Juan otro que Elías, Jesús hacía alusión al tiempo en que Juan vivía bajo el nombrede Elías. “Hasta el presente, el reino de los cielos es tomado por laviolencia”, es otra alusión a la violencia de la ley mosaica que ordenaba el exterminio de los infieles para ganar la Tierra Prometida, Paraíso de los Hebreos, mientras que según la nueva ley, el cielo se gana con la caridad y la dulzura. 

Después añade: Oiga el que tenga oídos para oír. Estas palabras repetidas con tanta frecuencia por Jesús, dicen claramente que no todo el mundo estaba en condiciones de comprender ciertas verdades. 

12. Aquellos de vuestro pueblo a los que hicieron morir vivirán de nuevo; los que estaban muertos a mí alrededor, resucitarán. Despertad de vuestro sueño y cantad loas a Dios, vosotros que habitáis en el polvo; porque el rocío que os cae encima es rocío de luz, y porque arruinaréis la Tierra y el reino de losgigantes. (Isaías, cap. XXVI, v. 19). 

13. Este pasaje de Isaías, también es explícito: “Aquellos de vuestro pueblo a los que hicieron morir vivirán de nuevo”. Si el profeta pretendiese hablar de la vida espiritual, si quisiese decir que aquellos a los que hicieron morir no estaban muertos en Espíritu, hubiera dicho: viven aún y no vivirán de nuevo. En el 
sentido espiritual, esas palabras serían un contra sentido puesto que implicarían una interrupción de la vida del alma. En el sentido de regeneración moral, serían la negación de las penas eternas, 
puesto que establecen en principio, que todos aquellos que están muertos, volverán a vivir. 

14. Mas cuando el hombre está muerto una vez, que su cuerpo, separado de su Espíritu, está consumido, ¿en qué sec onvierte? El hombre estando muerto una vez, ¿podría acaso revivir de nuevo? En esta guerra en que me encuentro todos los días de mi vida, espero que mi transformación llegue. (Job, cap. XIV, v. 10, 14. Traducción de Le Maistre de Sacy). 

Cuando el hombre muere, pierde toda su fuerza y espira; después, ¿dónde está? Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? ¿Esperaré todos los días de mi combate, hasta aquel en que me llegue alguna transformación? (Ídem. Traducción protestante deOsterwald). 

Cuando el hombre está muerto, vive siempre; terminandolos días de mi existencia terrestre, esperaré, porque a ella volveréde nuevo. (Ídem. Versión de la Iglesia griega). 

15. El principio de la pluralidad de existencias está claramente expresado en estas tres versiones. No se puede suponer que Job haya querido hablar de la regeneración por el agua del bautismo, que ciertamente no conocía. “El hombre estando muerto una vez, ¿podría acaso revivir de nuevo? La idea de morir una vez 
y volver a vivir implica la de morir y volver a vivir muchas veces. 
La versión de la iglesia griega es aún más explícita, si eso es posible. “Terminando los días de mi existencia terrestre, esperaré, porque a ella volveré de nuevo”, es decir, yo volveré a la existencia terrestre. Esto está tan claro como si alguien dijese: “Salgo de mi casa, pero volveré a ella”. 

“En esta guerra en que me encuentro, todos los días de mi vida, espero que mi transformación llegue”. Job, evidentemente, quiere hablar de la lucha que sustenta contra las miserias de la vida; espera su transformación, es decir, se resigna. En la versión griega esperaré, parece más bien aplicarse a la nueva existencia: “Cuando mi existencia terrestre finalice, esperaré porque volveré a ella de nuevo”; Job parece colocarse, después de su muerte, en el intervaloque separa una existencia de otra y dice que allí esperará su regreso. 

16. No es, pues, dudoso que bajo el nombre de resurrección, el principio de la reencarnación era una de las creencias fundamentales de los Judíos, siendo confirmada por Jesús y los profetas de una manera formal; de donde se sigue que negar la reencarnación, es negar las palabras de Cristo. Estas palabras constituirán un día, autoridad sobre este punto, como sobre muchos otros, cuando se mediten sin prevención. 

17. Pero a esta autoridad, desde el punto de vista religioso, viene a unirse desde el punto de vista filosófico, el de las pruebas que resultan de la observación de los hechos; cuando se quiere remontar de los efectos a la causa, la reencarnación aparece como una necesidad absoluta, como una condición inherente a la Humanidad, en una palabra, como una ley natural; se revela por sus resultados de una manera, por decirlo así, material, como el motor oculto se revela por el movimiento; sólo ella puede decir al hombre de donde viene y para donde va y porque está en la Tierra, y justificar todas las anomalías y todas las injusticias aparentes que presenta la vida. (2) 

Sin el principio de la preexistencia del alma y de la pluralidadde existencias, la mayor parte de las máximas del Evangelio son ininteligibles; por eso dieron lugar a interpretaciones tan contradictorias; ese principio es la clave que debe restituirles su verdadero sentido. 

LOS LAZOS DE FAMILIA FORTALECIDOS POR LA REENCARNACIÓN Y QUEBRADOS POR LA UNICIDAD DE LA EXISTENCIA 

18. Los lazos de familia no son destruidos por la reencarnación, como piensan ciertas personas; al contrario, se fortifican y se estrechan; el principio opuesto es el que los destruye. 
Los Espíritus en el espacio forman grupos o familias unidas por el afecto, la simpatía y la semejanza de inclinaciones; esos Espíritus, felices porque están juntos, se buscan; la encarnación sólo les separa momentáneamente, porque después que vuelven a la erraticidad se encuentran como los amigos al regresar de un viaje. 
Inclusive, con frecuencia, se siguen en la encarnación, donde se reúnen en una misma familia, o en un mismo círculo, trabajando en conjunto para su mutuo adelanto. Si unos están encarnados y otros no, no están menos unidos por el pensamiento; los que están libres velan por los que están cautivos; los más adelantados procuran hacer progresar a los rezagados. Después de cada existencia, han dado un paso en el camino de la perfección, cada vez menos unidos a la materia, su afecto es más vivo, por el hecho mismo de ser más puro y que ya no es turbado por el egoísmo ni por las nubes de las pasiones. 
De este modo pueden recorrer un número ilimitado de existencia scorporales, sin que nada perturbe su mutuo afecto. 

Entiéndase que se trata aquí del afecto real de alma a alma, el único que sobrevive a la destrucción del cuerpo, porque los seres que no se unen en este mundo sino por los sentidos, no tienen ningún motivo para buscarse en el mundo de los Espíritus. Sólo son duraderos los afectos espirituales; los carnales se extinguen con la causa que los hizo nacer; pero esta causa no existe en el mundo de los Espíritus, mientras que el alma existe siempre. 
En cuanto a las personas unidas por el sólo móvil del interés, no están realmente unidas en nada, la una a la otra: la muerte las separa sobre la Tierra y en el cielo. 

19. La unión y el afecto que existen entre parientes, son indicio de la simpatía anterior que les aproximó; también se dice, hablando de una persona cuyo carácter gustos e inclinaciones no tiene ninguna semejanza con el de sus parientes, que ella no es de la familia. Diciendo eso, se enuncia una verdad más grande de lo que se cree. Dios permite en las familias estas encarnaciones de Espíritus antipáticos o extraños con el doble objeto de servir de prueba para los unos y de medio de adelanto para los otros. 
Además, los malos se mejoran poco a poco con el contacto de los buenos y por los cuidados que de éstos reciben; su carácter se suaviza, sus costumbres se purifican, sus antipatías se deshace ny así es cómo se establece la fusión entre las diferentes categorías de Espíritus, como ocurre en la Tierra, entre las razas y los pueblos. 

20 El temor al aumento indefinido de la parentela, como consecuencia de la reencarnación, es un temor egoísta, y prueba que no se siente un amor bastante grande para tenerlo a un gran número de personas. Un padre que tiene muchos hijos, ¿acaso no les ama tanto como si tuviera uno? Pero tranquilícense los egoístas, pues ese temor no tiene fundamento. Del hecho que un hombre haya tenido diez encarnaciones, no se sigue que encontrará en el mundo de los Espíritus diez padres, diez madres, diez mujeres y un número proporcionado de hijos y de nuevos parientes; encontrará siempre los mismos objetos de su afecto, que se le habrán unido en la Tierra con títulos diferentes, o tal vez con el mismo título. 

21. Veamos ahora las consecuencias de la doctrina de la no-reencarnación. Esta doctrina anula, necesariamente, la preexistencia del alma; siendo las almas creadas al mismo tiempo que el cuerpo, no existe entre ellas ningún lazo anterior; son completamente extrañas unas a las otras; el padre es extrañoa su hijo; la filiación de las familias se encuentra de este modo reducida a la sola filiación corporal, sin ningún lazo espiritual. 

No hay, pues, ningún motivo para vanagloriarse de haber tenido por antepasados tales o cuales personajes ilustres. Con la reencarnación, antepasados y descendientes pueden ser conocidos, haber vivido juntos, haberse amado y encontrarse reunidos más tarde para estrechar sus lazos simpáticos. 

22. Esto es en cuanto al pasado. En cuanto al futuro, según uno de los dogmas fundamentales que se desprende de la nreencarnación, el destino de las almas está irrevocablemente fijado después de una sola existencia; la fijación definitiva del destino implica la cesación de todo progreso, pues si hay algún progreso no hay destino definitivo; según hayan vivido bien o mal, van inmediatamente para la morada de los bienaventurados o para el infierno eterno; son así, separados para siempre, y sin esperanza de aproximarse jamás, de tal modo, que padres, madres e hijos, maridos y mujeres, hermanos, hermanas, amigos, nunca están seguros de volverse a ver; esta es la ruptura más absoluta de los lazos de familia. 
Con la reencarnación y el progreso, que es su consecuencia, todos los que se han amado se reencuentran en la Tierra y en el espacio, y marchan juntos para llegar a Dios. Los que fallan en el camino, retardan su adelanto y su felicidad, pero no se ha perdido toda esperanza; ayudados, animados y sustentados por aquellos que los aman, saldrán un día del cenagal en que están sumergidos. 
Con la reencarnación, en fin, hay solidaridad perpetua entre los encarnados y los desencarnados, con estrechamiento de los lazos afectivos. 

23. En resumen, cuatro alternativas se presentan al hombre para su futuro de ultratumba; primera: la nada, de acuerdo con la doctrina materialista; segunda: la absorción en el todo universal, de acuerdo con la doctrina panteísta; tercera: la individualidad con la fijación definitiva de su suerte, según la doctrina de la Iglesia; y, cuarta: la individualidad con progreso indefinido, según la Doctrina Espírita. De acuerdo con las dos primeras, los lazos de familia se rompen después de la muerte y no hay ninguna esperanza de reencuentro; con la tercera, hay la oportunidad de volverse a ver con tal de que estén en un mismo medio, ese medio puede ser tanto el infierno como el paraíso; con la pluralidad de existencias, que es inseparable del progreso gradual, hay la certeza en la continuidad de relaciones entre aquellos que se amaron, y esto es lo que constituye la verdadera familia. 

INSTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS: 

LÍMITES DE LA ENCARNACIÓN 

24. ¿Cuáles son los límites de la encarnación? 

Propiamente hablando, la encarnación no tiene límites bien marcados, si se entiende por eso la envoltura que constituye el cuerpo del Espíritu, ya que la materialidad de ese envoltorio disminuye a medida que el Espíritu se purifica. En ciertos mundos más avanzados que la Tierra, es ya menos compacto, menos pesado y menos grosero y por consiguiente, menos sujeto a las vicisitudes; en un grado más elevado y diáfano y casi fluídico; de grado engrado se desmaterializa y acaba por confundirse con el periespíritu. 
Según el mundo al que es llamado el Espíritu a vivir, toma éste la envoltura apropiada a la naturaleza de aquel mundo. 

El mismo periespíritu sufre transformaciones sucesivas; se hace cada vez más etéreo hasta la completa depuración, que constituyen los Espíritus puros. Si mundos especiales están destinados, como estaciones, a los Espíritus más avanzados, estos no están sujetos allí como en los mundos inferiores; el estado de libertad en que se encuentran les permite transportarse por todas partes a que les llaman las misiones que les son confiadas. 

Si se considera la encarnación bajo el punto de vista material, como ocurre en la Tierra, se puede decir que está limitada a los mundos inferiores; por consiguiente, depende del Espíritu librarse de ella, con mayor o menor rapidez, trabajando por su purificación. 

Se debe considerar también que, en estado errante, es decir, en los intervalos de las existencias corporales, la situación del Espíritu está en relación con la naturaleza del mundo al que le liga su grado de adelanto; que, así, en la erraticidad, es más o menos feliz, libre e ilustrado, según esté más o menos desmaterializado. 
(SAN LUIS, París, 1859). 

NECESIDAD DE LA ENCARNACIÓN 

25. ¿Es un castigo la encarnación y sólo están sujetos a ella los Espíritus culpables? 

El tránsito de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que puedan cumplir, con la ayuda de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confió; es necesario para ellos mismos porque la actividad que están obligados a desempeñar ayuda el desarrollo de su inteligencia. Siendo Dios soberanamente justo, debe considerar igualmente a todos sus hijos; por esto da a todos un mismo punto de partida, la misma aptitud, las mismas obligaciones que cumplir y la misma libertad de obrar, todo privilegio sería una preferencia y toda preferencia una injusticia. 

Pero la encarnación, para todos los Espíritus, sólo es un estado transitorio; es un deber que Dios les impone al empezar su vida, como primera prueba del uso que harán de su libre albedrío. Los que desempeñan ese deber con celo, pasan rápidamente y con menos pena los primeros grados de iniciación, y gozan más pronto del fruto de sus trabajos. Por el contrario, aquellos que hacen mal uso de la libertad que Dios les concede, retardan su adelanto; asíes que por su obstinación, pueden prolongar indefinidamente la necesidad de reencarnarse, y entonces es cuando la encarnación se torna un castigo. (SAN LUIS, París, 1859). 

26. Nota. Una comparación vulgar hará comprender mejor esta diferencia. El estudiante no obtiene los grados de ciencia sino después de haber recorrido la serie de clases que a ellos conducen. 
Esas clases, cualquiera que sea el trabajo que exijan, son un medio de alcanzar un fin y no un castigo. El estudiante laborioso abrevia el camino, y encuentra en él menos abrojos; lo contrario sucede alq ue por pereza o negligencia le obligan a reparar ciertas clases. 
No es el trabajo de la clase lo que constituye un castigo, sino la obligación de volver a comenzar el mismo trabajo. 
Así ocurre con el hombre en la Tierra. Para el Espíritu del salvaje, que está casi al principio de la vida espiritual, la encarnación es un medio de desenvolver su inteligencia; pero para el hombre esclarecido, en el cual el sentido moral está ampliamente desarrollado, y que está obligado a comenzar de nuevo las etapas de una vida corporal plena de angustias, mientras que podría haber alcanzado ya el objetivo, es un castigo por la necesidad en que se encuentra de prolongar su morada en los mundos inferiores e infelices. Por el contrario, aquél que trabaja activamente por su progreso moral, puede no sólo abreviar la duración de la encarnación material, sino vencer, de una sola vez, los grados intermedios que lo separan de los mundos superiores. 

¿No podrían los Espíritus encarnarse sólo una vez en el mismo globo y cumplir sus diferentes existencias en esferas diferentes? Esta opinión sólo sería admisible si todos los hombres estuviesen en la Tierra, en el mismo nivel intelectual y moral. Las diferencias que existen entre ellos, desde el salvaje al hombre civilizado, muestran los grados que están llamados a vencer. Por otra parte, la encarnación debe tener un objeto útil; de otro modo, ¿cuál sería el de las encarnaciones efímeras de los niños que mueren en edad temprana? Hubieran sufrido sin provecho para ellos ni para otro; Dios, cuyas leyes son soberanamente sabias, no hace nada inútil. Mediante la reencarnación en el mismo globo, ha querido que los mismos Espíritus, encontrándose de nuevo en contacto, tuviesen ocasión de reparar sus faltas recíprocas: en razón de sus relaciones anteriores, quiso además, asentar los lazos de familia sobre una base espiritual y apoyar sobre una ley natural los principios de solidaridad, de fraternidad y de igualdad. 

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(1) La traducción de Osterwald, está conforme al texto primitivo; ella trae: no renace del agua y del Espíritu; la de Sacy dice: del Santo Espíritu; la de Lamennais: del Espíritu Santo. 

(2) Para el estudio del dogma de la reencarnación, véase: El Libro de los Espíritus, cap. IV y V; Que es el Espiritismo, cap. II, por Allan Kardec; y Pluralidad de existencias, por Pezzani. 
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