EL SUEÑO DE LOS DOS NIÑOS. Estábamos, una noche del mes de julio, en que el calor dejaba sentir su fastidiosa influencia, sentados con varios amigos en el salón del Prado de Madrid. Se habló un poco de todo, y por último le tocó al espiritismo, y como es natural, unos hablaron en pro y otros en contra, llamándonos la atención que uno de los que componían el grupo, hombre que ya tendría sesenta años, persona muy entendida y de un trato excelente, al hablarse de espiritismo enmudeció, y mientras todos hablaban a la vez, él con su delgado bastón trazaba círculos en la arena y movía la cabeza como respondiendo a su pensamiento. -Y usted, ¿qué dice, Mendoza? - le preguntamos. -Yo no digo nada, Amalia. -Pero usted tendrá su opinión formada. -No, señora; no la tengo. -¿Que no la tiene usted? Pues es muy extraño, porque un hombre como usted, que ha viajado tanto, que ha tratado tanta gente, y que habrá visto tantas cosas, debe de haber oído hablar de espiritismo. -¡Ya lo creo! Y he leído las obras de Allán Kardec, y he asistido a muchas sesiones espiritistas; pero... estoy así... creo... no creo... compadezco a los que lo niegan, envidio a los que creen en la supervivencia del espíritu, y dejo pasar los años uno tras otro sin decidirme ni a negar, ni a conceder; estoy como estaba el loco del cuento. -¿Y cómo estaba ese loco? -Según dicen, iba desnudo, como Adán, y llevaba una pieza de paño en la cabeza, esperando que llegase la última moda para vestirse. Yo espero la última creencia para creer. Confieso que en punto a creencias no he fijado aún mis ideas; y crea usted que he tenido pruebas en mi vida que podían haberme convencido. -¿De qué podían haberle convencido? -De la verdad del espiritismo. -¡Sí!... ¿Y cómo? Cuénteme usted. -No es esta buena ocasión: somos muchos, y algunos se reirían. -Hable usted en voz baja, ellos no nos escuchan. ¿No ve usted que ya los hombres hablan de política y las mujeres de modas? Descuide usted, que no se distraerán. -También es cierto, y a usted, que emborrona papel, no le vendrá mal saber una nueva historia. -Ya lo creo; comience usted su relato. -No crea que es nada de extraordinario; es decir, para mí sí lo es, y ha influido poderosamente en mi vida. Usted quizá ignore que soy viudo. -Ciertamente, lo ignoraba. -No lo extraño; muchos me creen solterón, porque no soy aficionado a contar a los demás las cosas que sólo a mí me interesan. Pues, como le iba diciendo, hace más de treinta años que soy viudo. -¡Qué joven se casaría usted! -A los veinte años; y me casé como se casa uno a esa edad, loco de amor. Viví cerca de un año en el paraíso. Mi esposa era bella como un ángel y buena como una santa, y al dar a luz a un niño quedó muerta en mis brazos. No le puedo a usted pintar la desesperación que sentí y el odio tan profundo que desde aquel instante me inspiró mi hijo. Acusaba a aquel inocente de la muerte de su madre, y me enfurecía de tal manera, que no cometí un crimen, porque una hermana mía casada se apoderó del niño, lo crió ella misma, y me salvó de ser parricida. Estuve viajando cuatro años seguidos. Mi hermana me escribía hablándome del niño, diciéndome que era tan hermoso como su madre, que hablaba tan bien, que era tan
inteligente, que besaba mi retrato y siempre preguntaba cuándo vendría su papá; pero yo, nada, sin conmoverme con estos preciosos detalles. Volví a España y persistí en no verle, sintiendo a la vez un odio feroz por todos los muchachos. Una noche, estando en el café, vi llegar a mi cuñado, que corría como un loco. Cogióme del brazo y me dijo: "Tu hijo se muere, y el pobrecito te llama; dice que ha soñado que se va a morir, y quiere ver a su padre". Al oír estas palabras me pareció que me habían atravesado el corazón, y salí corriendo y llorando como un chiquillo. ¡Qué misterios guarda el corazón humano! ¡Le había odiado en vida y le lloraba muerto!... Llegué a casa de mi hermana, que salió a mi encuentro sollozando y me llevó al cuarto de mi hijo. El niño estaba dominado por la fiebre; parecía dormido. Yo no sé lo que hice; le cogí en mis brazos; le cubrí de besos, le pedí perdón, y maldije mi locura de haber huido de aquel ángel. ¡Cuán hermoso era mi hijo! -¿Y el niño, qué hizo? -¿Qué hizo? ¡Abrazarme, mirarme con delirio! Se volvía loco de alegría. Y aquella violentísima sensación le fue beneficiosa; pues, según dijo el médico, salió del peligro. Quince días viví extasiado con mi hijo. ¡No puede usted figurarse qué talento y qué penetración tenía! Yo no me quise separar de él, ni aún para dormir. Dormíamos los dos juntos. Una mañana al despertarse me miró sonriéndose con tristeza, me acarició mucho y me dijo: -¡Ahora sí que me voy! -¿Dónde? - le dije yo temblando, sin saber por qué. -Me voy con mamá; me lo ha dicho esta noche. -¿Qué dices? ¡No te entiendo! -Sí; con esta ya ha venido dos veces, y me ha dicho que con ella estaré muy bien; pero siento dejarte. -Déjate de tonterías -exclamé yo-: ahora nos levantaremos y nos iremos de paseo. -No, no, no me quiero levantar; que me están diciendo que ahora verás como se cumple mi sueño. - Y reclinando su cabecita en mi pecho, se quedó muerto. -¡Cómo se quedaría usted!... -¡Como un idiota! Durante mucho tiempo no sabía lo que me pasaba, y cuando salí de aquel atontamiento, me principiaron a atormentar unos remordimientos tan horribles, que no descansaba ni de noche ni de día. Siempre pensando en mi hijo; siempre lamentando el tiempo que pasé lejos de él. Huí de la gente, y estuve lo menos diez años sin querer tratar con nadie. Al fin, entré en mi estado normal: murió mi padre, y entre arreglar la herencia y atender a los negocios conseguí distraerme, y volví de lleno a la sociedad; pero sin mirar a ninguna mujer: tenía miedo de crearme una nueva familia. Así las cosas, estando una noche en el café con varios amigos, dijo uno de ellos: -Reparen ustedes este chiquillo que viene aquí: qué cara tan distinguida tiene. ¡Qué lastima que sea tan pobre! Todos miramos, y vimos venir a un niño que tendría seis o siete años, vestido pobremente y con un cajoncito entre las manos en el cual llevaba cajas de fósforos. Acercóse a nuestra mesa, y nos ofreció su mercancía con una voz tan dulce, que nos encantó. Tenía una cara preciosa. Todos le compramos cerillas, y le dimos azúcar. El se puso tan contento y tomó tanta confianza, que, dejando su caja sobre la mesa, se me acercó diciéndome: "Déjame un poquito de café, que me gusta mucho". Me acordé de mi hijo, y suspiré interiormente. Preguntéle si tenía padres, y me dijo: "Tengo mi abuela; mi madre se murió cuando yo vine al mundo". Al oír estas palabras me estremecí, y seguí preguntándole si tenía padre. Contestó negativamente; y en esto vino el mozo que nos servía, y exclamó mirando al niño: -¡Qué muchacho más guapo! ¡Y lo que éste sabe... es tan pillo!... - El niño entretanto parecía que me conocía de toda la vida; cogió mi bastón, y alrededor nuestro se pasó toda la velada. Cuando salí del café, pensé mucho en aquel chicuelo, y pensé mil planes. 3 www.espiritismo.cc FEE Sus más hermosos escritos Amalia Domingo Soler 4 Para no cansarla le diré que durante unos veinte días, todas las noches veía al niño en el café, cada vez me gustaba más, y hacía el propósito de encargarme de él; pero este carácter mío, que es la irresolución personificada, no me dejaba decidirme de una vez. Y cuidado, que al ver marchar a aquel inocente, solo, para ir en busca de su abuela, que vendía periódicos en otro café, me daba pena; sufría, y deseaba que llegase la noche siguiente para volverle a ver. Una noche llegó al café, y nos dijo con mucha gracia: -Cómprenme entre todos, las cerillas que llevo; que cuando las vendo todas, mi abuela me da cuatro cuartos para mí; y yo quiero mis cuatro cuartos esta noche. -¿Para qué? - le preguntamos. -Para comprarme un bollo; que hace tres noches que sueño que me voy a morir; y dice mi abuela que cuando se sueña una misma cosa tres veces seguidas, aquello sucede; y por si me muero mañana, me quiero comer el bollo esta noche. -Pues no te mueras con ese sentimiento - le dijo uno de mis amigos, y le dio los cuatro cuartos. Yo pretexté que tenía que hacer, y me salí con el niño. Entré con él en una pastelería inmediata, y le dije: "Toma lo que tú quieras". Comió lo que quiso, y al salir me hice acompañar por él hasta su casa. -¿Me haréis el favor de ir mañana a mi casa con vuestro nieto? - dije a la abuela del niño. Este se sonrió, y exclamó: "Abuela, ¿cuándo crees tú que se cumple lo que sueña tres veces un niño?" -Cuando Dios quiere, muchacho -dijo la anciana-; déjame en paz. - Y volviéndose a mí, me preguntó afectuosamente a qué hora deseaba que fuera. Díjele la hora y nos despedimos. Quiso el niño acompañarme algunos pasos, y antes de separarnos, se me acercó con cierto misterio. "Oye, exclamó, ¿es verdad que sucede lo que los niños sueñan?" Yo no supe qué contestarle: pensaba en los sueños de mi hijo, y me horrorizaba. -No seas tonto -le dije por último-; no hagas caso de sueños, y hasta mañana. - Sin replicarme me cogió la mano; me la apretó, cosa que nunca había hecho, y se fue. Yo llegué a mi casa, y en toda la noche no me fue posible conciliar el sueño. Al día siguiente contaba las horas con afán. Dieron las once, que era la hora señalada, las doce, la una, y la anciana no venía con el niño. Yo que sabía donde vivían, fui a su casa, y me encontré a la pobre mujer rodeada de unas cuantas vecinas, que trataban de consolarla. Al verme, la infeliz me dijo sollozando: -Ha muerto llamándole a usted. ¡Hijo de mis entrañas! ¡No era para este mundo! Llevóme donde yacía el niño, el cual parecía estar durmiendo. Al verlo, sentí mi corazón destrozado como cuando murió mi hijo. Ordené que le hicieran un buen entierro, y que le depositasen en el panteón de mi familia, y no le puedo a usted decir lo triste que me quedé y lo preocupado que estuve durante algún tiempo. Un amigo mío espiritista me dijo que tal vez yo había visto dos veces a mi hijo sobre la tierra. Entonces leí; asistí a algunas sesiones; pregunté, y distintos médiums me dijeron que el espíritu de mi hijo tenía una historia muy triste y original. Que él era efectivamente el pequeño fosforero que supo ganarse mi simpatía; que antiguamente había poseído el don de profetizar; mas habiendo hecho mal uso de la revelación, tenía que pagar algunas deudas. Los presentimientos de sus dos últimas existencias no habían sido sino manifestaciones del espíritu profético que antes poseyera. Yo pedía que mi hijo se comunicara, y una noche me dieron una comunicación, que no sé si sería de mi hijo. -¿Pero usted es médium? -No sé si me inspiran o si escribo yo solo. Yo nunca he hecho versos, y el espíritu de mi hijo me dictó unos versos sencillos, pero llenos de sentimiento. -¿Se acuerda usted de ellos? -Unicamente de la cuarteta final, que decía: Sus más hermosos escritos Amalia Domingo Soler Es la duda tu martirio, Es tu calvario y tu cruz; Mas los sueños de dos niños. Pueden darte mucha luz". -¿Y aun duda usted de la verdad del espiritismo? -¡Qué se yo, Amalia, qué sé yo! Soy la personificación de la duda; pero a pesar mío, a pesar de todo, viven en mi memoria esos dos niños, y están tan enlazados a mi vida, que me he hecho viejo pensando en ellos. -¿Y la abuela del niño? -En mi casa de Aranjuez murió no hace mucho tiempo. -Mas yo creo que si usted no se declara completamente espiritista, al menos no lo negará. -Ah no, negarlo no; hago lo que he hecho esta noche, callarme, y entonces me parece que oigo la voz de mi hijo que me dice: "Acuérdate del sueño de los dos niños", y me quedo tan absorto en mis pensamientos, que me olvido de cuanto me rodea. Que hay algo más allá de la tumba no hay duda; porque si no, no tendrían explicación ni las simpatías ni las aversiones. -Es muy cierto; se necesita estar loco para no creer en la vida de ultratumba. -Entonces, amiga mía -dijo Mendoza levantándose-: yo le debo la razón "al sueño de los dos niños".
Amalia Domingo Soler-(Sus más hermosos escritos)-( Aportación de Juan Carlos Mariani -
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CONSEJOS DE UN ESPIRITU PARA EL NUEVO CICLO
" En el Nombre del Padre:Hijitos míos. En el nuevo ciclo que pronto comienza permitidme que os aconseje sobre la conveniencia de dulcificar vuestras acciones,aplicando las enseñanzas de Nuestro Maestro Jesús, para que Él interceda por todos vosotros antes el Rey de la Creación, empezando por vuestros seres queridos y también por todos los que os rodean, sin distinción de raza, color y creencias, ya que todos los seres vivientes, ya sea prójimo, animales y plantas, son vuestros hermanos, por eso os recomiendo que mientras estéis en el camino, empleéis con ellos palabras de Amor, comprensión y tolerancia. Si los problemas que estáis enfrentando son insufribles, más méritos tendréis a los ojos de Dios, solo pedid fuerzas y nos os faltarán. Los seres que os rodean, tanto visibles,como invisibles, los animales y las plantas, son criaturas salidas de las manos del Padre y si algún día queréis arribar hasta los mundos de Paz y Sosiego, hoy tenéis la oportunidad de ir labrando el camino. Actuad con Amor amados míos, ya sabéis como hacerlo, renunciando a todo,amando con pasión, así como nos amó el Maestro, porque el tiempo se puede acabar, mañana, hoy, dentro de una hora, quizás unos minutos o un segundo. Para este nuevo periodo que ahora comienza arrojad de vosotros al hombre viejo de ayer y aunque os cueste, disponeos a la obra,esto es: amando, comprendiendo, tolerando, donando y haciendo por los demás todo lo que quisierais para vosotros mismos, pues como os decía al principio, el cambio de esta nueva era, exige vuestro cambio de actitud, si queréis figurar entre los elegidos del Padre.Ayudad soportando, siempre con el pensamiento puesto en el Cielo y raudales de felicidad inundarán vuestras vidas, augurándoos el próximo encuentro con Nuestro Señor Jesucristo; Él os elevará hasta los Confines Celestes, en donde como dice nuestra amada hermana Amalia,ya no habrá más dolor ni más lágrimas.Habladle a todos los seres que os rodean mientras estéis con ellos en esta escuela, con palabras cálidas y amorosas y muy pronto llegarán los resultados de ese Amor, recibiendo en vuestros espíritus, esa Paz y esa serena armonía que tanto anheláis.Trabajad, trabajad hasta el cansancio, educad educándoos, perdonad perdonándoos. No luchéis contra los demás sino contra vosotros mismos.También os digo que debéis ser enérgicos con los hijos que el Padre os concedió como custodia para convertirlos en hombres de bien; amadlos, pero que vuestro Amor no se vuelva un prejuicio para ellos, consintiéndole todo. Su futuro ahora depende de vosotros y algún día tendréis que dar cuenta de ello. Y a ese retoño que tanto adoráis,podéis verlo un día, si no desde vuestra terrena dimensión o desde en la que yo me encuentro, sufriendo en un mañana los graves trastornos que provoca el haberlos dejado crecer torcidos, bien por vuestra negligencia o por un Amor equivocado. Hijitos míos, también os advierto sobre la degradación espiritual que producen los vicios incontrolados. No envenenéis vuestros cuerpos con substancias que os pueden provocar la muerte física prematuramente, pues verdaderamente con esta acción estáis violando la Ley Divina, por la sagrada obligación que tenéis de conservar el vehículo de vuestro Espíritu inmortal en armonía con el infinito.Muchos hermanitos nuestros, hoy se encuentra sufriendo atroces tormentos por la infracción de dicha ley, tanto en la cárcel del cuerpo, como en la del bajo astral.En cuanto a los bienes materiales, pensad que solo sois administradores y depositarios de los mismos, por lo tanto os aconsejo que no sigáis anclados a la gleba de dichos bienes, pues transitorios como son, os pueden ser retirados sin que podáis impedirlo y quedar en la más absoluta de las miserias. Nos os hagáis ilusiones, pues el dinero y la sin razón, os pueden conducir mañana a las tinieblas si no sabéis emplearlo. Todo lo que por Amor donéis, tened por seguro que seréis compensados hasta la saciedad y no sufráis gratuitamente, pues el Padre tiene muy presente la moneda terrestre, como vehículo de ayuda al que porta su cruz y sin embargo comparte con sus hermanos de camino.Ayudad hijos míos y si tenéis poco, más méritos tendréis, pues os puedo asegurar que haciendo esto, estáis invirtiendo para recoger el día de mañana,montañas de Amor, de Luz y de Paz por toda la Eternidad.Fraternales abrazos de un hermano que aunque en la distancia suele estar muy cerca de todos vosotros y que a pesar de vuestra rebeldía, cada día os quiere más. "
alboradaespiritacristiana
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EL DAR Y RECIBIR AMOR ME LIBERA DE
LA NEGATIVIDAD.
Después de ser liberado, Nelson Mandela disfrutó de su libertad dando gracias por las bendiciones de la vida. Él se convirtió en un canal abierto, recibiendo el amor de los demás y compartiéndolo con todas las personas con quienes entraba en contacto.
Quizás ése es el verdadero significado de la libertad —dar y recibir amor. Adopto ese concepto hoy. Si siento que me tratan injustamente, perdono y me libero del rencor. El amor me libera del resentimiento y me hace receptivo a experiencias más felices y satisfactorias. Mi modo de vida es inclusivo.
Soy libre para vivir en armonía. Al dar amor, recibo amor, y recuerdo las palabras de Pablo: “El amor es el cumplimiento de la ley”.
El amor no hace daño a nadie. De modo que el amor es el cumplimiento de la ley.—Romanos 13:10 *************************
LA NATURALEZA SE COMPLACE EN SUS
CONTRASTES
La Naturaleza se complace con estos contrastes. Los montes, tan pronto agrestes y desprovistos de vegetación como adornados de verdor, se levantan por encima de profundos valles y de las vastas orillas del mar; hermosos lugares de bella perspectiva o de austero aspecto rodean a la sábana líquida de los lagos. Por encima de todo, se extiende el espacio y en el seno de los cielos los astros prosiguen su eternal carrera. La obra es variada hasta en sus más mínimos detalles; pero de los diversos elementos que la componen, se desprende una grande y potente armonía que revela el arte del divino Autor. Lo mismo sucede en el dominio moral. Existen innumerables almas de aptitudes infinitamente variadas: almas opacas o brillantes, nobles o vulgares, tristes o alegres, almas de fe, almas de duda, almas de hielo y almas de fuego. Todas parecen mezclarse, confundirse en el inmenso circo de la vida.* De estas discordancias aparentes, de estas atracciones y contrastes nacen las luchas, los conflictos, los odios, los locos amores, las embriagadoras felicidades y los agudos dolores. Pero este continuo roce produce una mezcla; perpetuamente se producen cambios y un creciente orden nace. Los fragmentos de rocas, las piedras arrastradas por el torrente se transforman con el tiempo en cantos rodados. Igual cambio se efectúa en las almas: contrariadas, arrolladas por el río de las existencias, de grado en grado y de vida en vida, van adelantando en el camino de la perfección. LEÓN DENIS ***************************++
Necesidad de la idea de Dios
En las líneas precedentes hemos demostrado la necesidad de la idea de Dios. Ésta se afirma y se impone fuera y por encima de todos los sistemas, de todas las filosofías, de todas las creencias. Por eso nos entregamos a este estudio libres de todo prejuicio religioso, con absoluta independencia de nuestro cerebro y de nuestra conciencia. Dios es más grande que todas las teorías y que todos los sistemas. Por esto no le perjudican ni llegan hasta El los errores ni las faltas que los hombres han cometido en su nombre. Dios está por encima de todo. No hay nombre para Él, y si le llamamos Dios es por falta de una palabra más excelsa - como dijo Víctor Hugo. La existencia de Dios es el más grave de todos los problemas suspendidos sobre nuestras cabezas y cuya solución está ligada estrecha, imperiosamente, al problema del ser humano y de su destino, al problema de la vida individual y de la vida social. El conocimiento de la verdad sobre Dios, sobre el mundo y la vida es lo más esencial, lo más necesario, pues este conocimiento es el que nos sostiene, inspira y dirige, aun a pesar nuestro. Y esta verdad no es inaccesible, como vamos a verlo. Es simple y clara; está al alcance de todos. Basta buscarla, libres de prejuicios, con ayuda de la conciencia y de la razón. No repasaremos aquí las teorías, los sistemas innumerables que las religiones y las escuelas filosóficas han edificado a través de los siglos. Poco nos importan hoy las disputas, las cóleras, las agitaciones vanas del pasado. Para dilucidar este punto disponemos hoy de medios más eficaces que los del pensamiento humano. Tenemos la experiencia de los que han abandonado ya la Tierra, la apreciación de las almas que, habiendo franqueado la tumba, nos hacen oír desde el seno del Mundo Invisible sus avisos, sus llamamientos y sus exhortaciones. Es verdad que no todos los Espíritus son igualmente aptos para tratar estas cuestiones. Con los Espíritus de ultratumba sucede lo mismo que con los hombres: no están todos desarrollados en la misma medida, no han llegado todos a un mismo grado de evolución. Es por eso que suceden las contradicciones, las diferencias de apreciación. Pero detrás de la multitud de las almas oscuras, ignorantes, atrasadas, hay Espíritus eminentes, descendidos de las altas esferas para alumbrar y guiar a la humanidad. Mas, ¿qué dicen esos Espíritus sobre la cuestión de Dios?* La existencia del Poder supremo es afirmada por todos los Espíritus elevados. Aquellos de entre nosotros que han estudiado el Espiritismo filosófico, saben que todos los grandes Espíritus, todos aquellos cuyas enseñanzas han reconfortado a nuestras almas, endulzado nuestras miserias y sostenido nuestros desfallecimientos afirman unánimemente, proclamando y reconociendo a la suprema Inteligencia que gobierna a los seres y los mundos. Dicen que esta Inteligencia se revela más esplendorosa y sublime a medida que se ascienden los peldaños de la vida espiritual.
LEÓN DENIS. *******************
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