lunes, 19 de diciembre de 2016

La Culpa y el Perdón


                   ENSEÑANZAS DE EMMANUEL
 SERVICIO DE SALVACIÓN 

“Y acontecerá que todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo.” – (Hechos, 2:21) 
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Los espíritus más obstinados en el crimen serán salvados de las garras del mal, si invocasen verdaderamente el amparo del Señor. 
Y es forzoso observar que siempre llega un instante, en la experiencia individual, en el que somos obligados a recurrir a lo que poseemos de más precioso, en el terreno de la creencia. 
Los propios materialistas no escapan a semejante impositivo de la lucha humana; pues tal y como ocurre con los demás, en las contingencias dilacerantes requieren el socorro del dinero, de la ciencia provisoria, de las posesiones convencionalistas, que, además, en buena tesis, auxilian pero no salvan. 

Se hace indispensable recurrir a Jesús para la solución de nuestras cuestiones fundamentales. 
Invoquemos la compasión de Él y no nos faltarán los recursos adecuados. Pero, no bastará solo aprender a rogar. Estudiemos también el arte de recibir. 
A veces, surgen diferencias superficiales entre lo pedido y la entrega. El trabajo salvador del Cielo vendrá a nuestro encuentro, pero no obedecerá, en gran número de ocasiones, a la expectativa de nuestra visión imperfecta. En muchos casos, la Providencia Divina nos visita en forma de enfermedad, escasez y contrariedad. 
Sin embargo, la miopía terrena, mientras tanto, de modo general, sólo interpreta la palabra “salvación” como “ventaja inmediata” y, por eso, un leve disgusto o una desilusión útil provocan torrentes de lamentaciones improductivas. Pero, a pesar de todo, el Cristo nunca deja de socorrer y aliviar, y su sublime esfuerzo de redención asume variados aspectos, tantos como son diversas las necesidades de cada uno. 

Emmanuel

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                              La Culpa y el Perdón
 Por detrás de nuestras tristezas y frustraciones, de nuestras insatisfacciones en la vida, de nuestros tedios y angustia, está uno sentimiento, el  mas arraigado en nuestro comportamiento e responsable por grandes sufrimientos psicológicos, que es el sentimiento de Culpa. El sentimiento de culpa es el apego al pasado, es una tristeza por alguien no haber sido como debería haber sido, es una tristeza por tener cometido algunos errores que no debería de haber cometido. El núcleo del sentimiento de culpa son estas palabras: "no debería...". La Culpa es la frustración por la distancia entre lo que nosotros fuimos y la imagen de como nosotros deberíamos de haber sido. En ella consiste la base para la auto-tortura. En la culpa, nos dividimos en dos personas: una real, mala, errada, ruin y una ideal, buena, cierta y que tortura a la otra. Dentro de nosotros se procesa un juzgamiento en que el Yo ideal, imaginario, es el Juez,  y el Yo real, concreto, humano, es el reo. El Yo ideal siempre hace exigencias imposibles y perfeccionistas. Así, cuando estamos atormentados por el perfeccionismo, estamos absolutamente sin salida. Como el pensamiento nos exige algo imposible, nunca nuestro Yo real podrá atenderlo. Este es un punto fundamental.
 Muchas personas dedican su vida a intentar realizar la concepción de lo que ellas deben ser, en vez de realizarse a si mismas. La diferencia entre auto-realización y realización de la imagen de como deberíamos ser es mucho mas importante. La mayoría de las personas vive solamente en función de su imagen Real y este es un instrumento fenomenal para así  hacer el juego preferido del neurótico: la autotortura, el auto-aborrecimiento , el auto-castigo, el auto-castigo, la culpa.
 Cuanto mayor sea la expectativa cuanto a nuestro respecto, cuanto mayor sea el modelo perfeccionista de como debe ser nuestra vida, mayor será nuestro sentimiento de Culpa. La culpa es la tristeza por no ser perfectos, es la tristeza por no somos Dios, por no ser infalibles; es un profundo sentimiento de orgullo y omnipotencia; es la incapacidad de trabajar con los errores, con la imperfección; es un deseo frustrado; es el contacto directo con la realidad humana, en contraste con sus intenciones perfeccionistas, con sus pensamientos megalómanos  respecto de si mismo. ¡Y lo mas grave es que aprendemos el sentimiento de culpa como virtud!
 La culpa siempre si oculta bajo la mascara del auto-perfeccionamiento como garantía de mudanza y nunca acierta. Los errores de los cuales nos culpamos son aquellos que menos corregimos. La lista de nuestros "pecados" en el confesionario es siempre la misma. La culpa, lejos de  proporcionarnos el incentivo al crecimiento, nos hace gastar las energías en una lamentación interior por aquello que ya ocurrió, en vez de invertir en nuevas cosas, nuevas acciones y nuevos comportamientos. Por eso mismo, en todas las líneas terapéuticas, este es un sentimiento considerado enfermo. No existe ninguna línea de tratamiento psicológico que no esté interesado en quitar de sus pacientes el sentimiento de culpa. La culpa es un auto-desprecio  por la naturaleza humana, en sus limites y en su fragilidad. La culpa es una venganza de nosotros mismos por no tener atendida la expectativa de alguien respecto a nosotros, y sea esta expectativa clara y explícita, o sea una expectativa interiorizada en el transcurso da nuestra vida. Por esto es que si dice que, al  sentirnos culpables, estamos alejados de nosotros mismos  nuestra recriminación interna no es, ni mas ni menos,  que voces recriminatorias de los nuestros padres, nuestras madres, nuestros maestros o otras personas todavía dentro de nosotros.
 Pero aquello que nos leva a este sentimiento de culpa, aquello que alimenta esta nuestra enfermedad auto-destructiva son algunas creencias falsas. Trabajar el sentimiento de culpa es, primordialmente, descubrir las convicciones falsas que existen en nosotros, aquellas verdades en que creemos que son erróneas y nos llevan a este sentimiento. La primera de ellas es la creencia en la posibilidad de la perfección. Quien acredita que es posible ser perfecto, quien piensa que está en el mundo para ser perfecto, quien piensa que debe procurar en la su vida la perfección, vivirá necesariamente atormentado por el sentimiento de culpa. La expectativa perfeccionista de la vida es  producto de nuestra fantasía, es un concepto alienado de que es posible no errar, que es posible vivir sin cometer errores.
 Cuanto mayor sea la discrepancia entre la realidad objetiva y nuestras fantasías, entre aquello que podemos cambiar a través de nuestro verdadero potencial y los conceptos idealistas impuestos, tanto mayor será nuestro esfuerzo en la vida y mayor nuestra frustración. Respondiendo a esta creencia opresora de la perfección, actuamos en un papel que no tiene fundamento real en nuestras necesidades. Nosotros nos  volvemos falsos, evitamos encarar de frente  nuestras limitaciones y desempeñamos papeles sin base a nuestra capacidad. Construimos un enemigo dentro de nosotros, que es el ideal imaginario de como deberíamos ser y no de como realmente somos. Respondiendo a un ideal de perfección, nosotros mostramos  una fachada falsa para manipular y impresionar a los otros.
 Es muy común, en la relación conyugal, que el marido y la mujer no se estén amando el uno al otro, sino que estén amando la imagen de perfección que cada uno espera del otro. Está claro que ninguno de los dos, consigue corresponder a esta expectativa irreal y la frustración mutua de no encontrar la perfección, genera tensiones y hostilidades, en un juego mutuo de culpa y cobranza. Esta situación  se  aplica a todas las relaciones donde las personas  creen que amar al otro es ser perfecto. Cuando  nosotros nos planteamos exigencias perfeccionistas, nos dividimos neuróticamente para atender lo irreal. Mientras las personas crean que errar es humano, ¡ellas simplemente no  creen que son humanas! Mientras digan que la perfección no existe, continúan  torturándose, castigándose y continúan torturando y castigando a  los otros porque  no corresponden al ideal perfeccionista del cual no quieren abrir la  mano.
 Otra creencia que nos lleva à la Culpa,  tal vez más sutil, mas encubierta y profunda en nuestra vida es creernos que hay una relación necesaria entre el Error y la Culpa. Es la vinculación automática entre el error y la culpa. Casi todas las personas a quienes hemos preguntado de donde vienen sus sentimientos de culpa le responden taxativamente que vienen de sus errores.  Creemos que la culpa es una consecuencia natural del error, que no puede, de manera alguna, haber error sin haber culpa. Si creemos en esto, estamos en un problema insoluble. O vamos pasar toda la vida  intentando no errar para no sentir culpa y esto es imposible, porque siempre habrá errores en nuestra vida, o entonces pasaremos la vida entera sintiéndonos culpables porque siempre erramos. Esta vinculación causal entre error y culpa es profundamente falsa. La culpa no sucede del error, pero si de la manera como nos colocamos delante del error; viene de nuestro concepto relativo al error, viene de nuestra rabia por haber  errado. Una cosa es el error, Otra cosa es la culpa; errores son errores, culpas son culpas. Son dos cosas distintas, separadas, y que nosotros unimos de mala fe, con intención de no dejarnos salida para nuestro sentimiento de culpa. El error es la manera de  hacer algo distinto, fuera de algún modelo.
 Lo que es llamado error es la opción, la alternativa de un modelo determinado, que puede estar errado hoy y no mañana, puede ser errado en uno país y no ser errado en otro. La culpa es un sentimiento, viene de nosotros, viene de la creencia de que el  error es errar, que no podemos errar, que debemos ser castigados por las faltas cometidas; la creencia de que a cada error debe corresponder necesariamente a uno castigo, de que  a cada falta debe corresponder necesariamente un castigo. Además, el sentimiento de culpa es el castigo que  nos damos a nosotros mismos por el error cometido. No es posible no equivocarse; el error es inherente a  la naturaleza humana y es necesario a nuestra vida. En la perfección humana está incluida la imperfección. Solamente crecemos a través del error.
 Las personas confunden asumir el error con sentir culpa. Asumir el error es aceptar que erramos, es responsabilizarnos por lo que hacemos o dejamos de hacer. Pero cuando creemos que la culpa deriva de nuestro error, intentamos imputar a los otros la responsabilidad de nuestros errores, en un  intento infructuoso  de acabar con nuestra culpa.
 A propósito del error, hay un texto interesantísimo en el libro "Buscando Ser lo que Yo Soy", de Ilke Praha, que dice: "El perfeccionismo es una muerte lenta. Si todo pasase perfectamente, como me gustaría, exactamente como yo planease, jamás experimentaría algo nuevo, mi vida seria una repetición interminable de éxitos ya vividos. Cuando cometo uno error, vivo algo inesperado. Algunas veces reacciono al cometer errores como si me hubiera traicionado a mi mismo. El miedo de cometer errores parece fundamentarse en la recóndita presunción de creer que yo soy potencialmente perfecto y de que, si no soy  muy cuidadoso, perderé el cielo. Sin embargo, el error es una demostración de como soy Yo, es un tropiezo en el camino que tracé, un  recordatorio de que no estoy trabajando con los hechos. Cuando admita  mis errores, en vez de lamentarme por dentro, habré crecido". Este es el texto.
 Algunas personas nos preguntan: "Pero como avanzar en relación a este sentimiento, como arrancar de mi este hábito de deprimirme con los errores cometidos?". Solamente existe una salida para el sentimiento de culpa. Hagamos una fantasía: Imaginemos por un instante que estamos a la muerte y nuestros sentimientos en ese  momento son de angustia, tristeza y frustración, por todos los errores cometidos, por todo lo que deberíamos haber hecho y no hicimos; remordimientos por nuestros fracasos como padre, como madre, como profesional, como esposo, como esposa, como religioso, como ciudadano, pero, al mismo tempo, estamos con un profundo deseo de morir en paz, de salir de este  proceso íntimo de angustia y morir tranquilos.  ¿ Cual es la única palabra que, si es pronunciada en ese momento, sentida con todo corazón, tendría el poder de transformar nuestro dolor en alegría, o nuestro conflicto en armonía,  nuestra tristeza en felicidad? Solamente hay una palabra tiene esta magia. La palabra es: Perdón.
 El Perdón es una palabra perdida en nuestra vida. El primer sentimiento que se pierde en el camino de la locura es el sentimiento del perdón, el sentimiento de auto-perdón. Si la culpa es la vergüenza por la caída, el auto-perdón es el eslabón entre la caída y el levantarse de nuevo. El auto-perdón es el retorno al juego después de la caída: "Yo me perdono por los errores cometidos, Yo me perdono por no ser perfecto, Yo me perdono por mi naturaleza humana, Yo me perdono por mis limitaciones, Yo me perdono por no ser omnipotente, por no ser omnipresente, por no ser omnisciente, Yo me perdono por...". El perdón es siempre así, es personal e intransferible.
 El perdón a los otros es  solamente un  modo de decir a los otros que ya  nos perdonamos. Perdonarnos es reestablecer nuestra propia unidad,  nuestra entereza delante de la vida, es unir otra vez lo que la culpa dividió, es una aceptación integral de aquello que ya aconteció, de aquello que ya pasó, de aquello que ya no tiene vuelta atrás; es el encuentro  valiente  y amoroso con la realidad.
 Solamente aquellos que desarrollaron la capacidad del auto-perdón consiguen energía para una vida psicológica sana. Los niños hacen esto muy bien. El perdón es la propia aceptación de la vida como verdaderamente ella es, en los altos y los bajos del camino. El auto-perdón es la capacidad de decir adiós al pasado, es la aceptación de que el pasado es una fantasía, es apenas saber perder lo que ya está perdido. El auto-perdón es un si a  la vida que nos rodea ahora, es una adhesión al presente, la única cosa viva que poseemos, que son nuestras posibilidades en este momento. No podemos abrazar el presente, la vida, el pasado y a la muerte al mismo tempo. El perdón es una opción para la vida, el auto-perdón es la paciencia delante de la oscuridad, es el vislumbre de la aurora al final de la noche. El auto-perdón es el espabilar, es la renovación de la auto-estima y de la alegría de vivir, es el agradecimiento por sabernos que mas importante  que haber cometido un error, es que estarnos vivos, que estamos presentes.
 Para cerrar este tema, quiero sugerirles una reflexión sobre este texto escrito por Frederick Pearls: "¡Que esto quede para el hombre! Intentar ser algo que no es, tener la plaga del perfeccionismo de forma  que no vamos a estar nunca libre de críticas, es abrir la senda infinita de la tortura mental. Amigo, no seas un  perfeccionista. El perfeccionismo es una maldición y  una prisión. Cuanto más tembláis, mas erráis en el blanco. Amigo, no tengas miedo de los errores, errores no son pecados, errores son formas de hacer algo de manera diferente, quizás creativamente nueva. 
Amigo, no te quedes malhumorado por tus errores. Alégrate por ellos, pues has tenido el coraje de dar algo de tí ".
 Traducido y adaptado por Cássio del estudio del original hecho por Antonio Roberto Soares
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                                        REENCARNACIÓN:
 ESQUEMA EVOLUTIVO

- Volviendo al tema de la reencarnación: si hemos vivido otras vidas, y el nacimiento a la vida física no es el principio ¿cuál es entonces el principio de la vida del espíritu, si es que lo hay?

El espíritu es creado ignorante. En realidad lo que se crea es el principio espiritual, la chispa vital. A partir de ese momento, la chispa vital primigenia, a través de un proceso que dura millones de años, va experimentando un proceso de mejoramiento a través de la experiencia, que consigue al ligarse a las formas materiales adecuadas a su nivel evolutivo.
- No entiendo a qué te refieres con la frase “ligarse a las formas materiales
adecuadas a su nivel evolutivo” ?

Me estoy refiriendo a la encarnación. Cuando el principio espiritual primigenio ya ha evolucionado bastante, y ya es mucho más que eso, le llamamos espíritu. El espíritu se liga a la forma material, que es el cuerpo, para aprender de esta experiencia. En etapas más primitivas, el principio espiritual primigenio se liga a formas materiales más simples, primero del reino mineral (primer nivel), luego del vegetal (segundo nivel), después del animal (tercer nivel), y más adelante, ya como espíritu en fase humana (cuarto nivel), y en cada una de esas experiencias físicas aprende.Este aprendizaje es retenido por el ser espiritual para siempre,de forma que cuando inicia una nueva encarnación lo hace con el
conocimiento obtenido en la suma de las incontables encarnaciones anteriores. 
- ¿Qué es lo que se pretende conseguir con esa especie de programa de
encarnaciones sucesivas?

Que el ser espiritual avance tanto en conocimiento como en sentimiento, que crezca en sabiduría y en amor.
- ¿Hasta cuándo? Es decir, ¿hay algún límite máximo al que podamos llegar?

El límite máximo al cual se puede llegar a través de la evolución progresiva es la capacidad de Dios. Y como ésta es infinita, llegamos a la conclusión de que no hay límites. Es un proceso de evolución constante e infinito. Pero si te refieres al proceso de encarnaciones materiales, a medida que el espíritu avanza, las encarnaciones se van espaciando cada vez más, y el tiempo que pasa el espíritu sin encarnar aumenta. Hasta que llega a un punto en el que el espíritu ya no necesita seguir encarnando en el mundo físico para evolucionar, y entonces
continúa su evolución en los planos más sutiles de la existencia.
Entraríamos entonces en el quinto nivel, habiendo otros dos más por encima de éste. Pero a los humanos de la Tierra todavía os falta bastante para llegar a ese punto, por lo que no tiene sentido que hablemos ahora de ello. 

- Si el espíritu tiene un principio, ¿tiene un final? Es decir, ¿el espíritu puede morir?
El espíritu no puede morir. Sería un contrasentido que, después de todo
el esfuerzo realizado por el espíritu para avanzar, en el más elevado estado de su evolución dejara de existir. Tened clara una cosa: el espíritu es inmortal. Sólo mueren los distintos cuerpos en los que se encarna para evolucionar.
V.G
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                    APRENDE A SUFRIR
Hombre, hermano mío, aprende a sufrir, porque el dolor es santo! Él es el más noble agente de la perfección. Penetrante y fecundo, es indispensable a la vida de todo aquel que no quiere quedar petrificado en el egoísmo y en la indiferencia. Es una verdad filosófica que Dios envía el sufrimiento a aquellos a quienes ama: "Yo soy esclavo, mutilado, decía Epicteto, otro Irus en pobreza y miseria y, todavía, amado de los dioses."
Aprende a sufrir. No te diré: busca el dolor. Mas, cuando él se yergue inevitable en tu camino, acógelo como a un amigo. Aprende a conocerlo, a apreciar su belleza austera, a entender sus secretas enseñanzas. Estudia su obra oculta. En vez de revelarte contra él, o en vez, de quedar postrado, inerte y débil ante su acción, asocia tu voluntad, tu pensamiento al blanco que él visa, trata de sacar de ella, en su paso por tu vida, todo el provecho que él puede ofrecer al espíritu y el corazón.
Esfuérzate por ser a tu turno un ejemplo para los otros; por tu actitud ante el dolor, por el modo voluntario y corajudo con que lo aceptes, por tu confianza en el futuro, hazlo más aceptable a los ojos de los otros.
En una palabra, haz al dolor más bello. La armonía y la Belleza son leyes universales y, en ese conjunto, el Dolor tiene su papel estético. Seria pueril rabiarnos contra este elemento necesario a la belleza del mundo. Exaltémoslo antes, con visión y esperanzas más elevadas! Veamos en él el remedio para todos los vicios, para todas las decadencias, para todas las caídas!
Vosotros que os dobláis bajo el peso del fardo de vuestras pruebas o que lloráis en silencio, acontezca lo que acontezca, nunca os desesperéis.
Recordaos de que nada sucede de balde, ni sin causa; casi todas nuestros dolores vienen de nosotros mismos, de nuestro pasado y nos abren los caminos del Cielo El sufrimiento es un iniciador; nos revela el sentido grave, el lado serio e imponente de la vida. Esta no es una comedia frívola, es una tragedia conmovedora; es la lucha para la conquista de la vida espiritual y, en esa lucha, lo mayor que hay es la resignación, la paciencia, la firmeza, el heroísmo. En el fondo, las leyendas alegóricas de Prometeo, de los Argonautas, dos Nibelungos, los misterios sagrados del Oriente no tienen otro sentido.
Un instinto profundo nos hace admirar aquellos cuya existencia no es sino un combate perpetuo contra el dolor, un esfuerzo constante para escalar las abruptas laderas que conducen a las cumbres vírgenes, a los tesoros inviolados; y no admiramos solo el heroísmo que se evidencia, las acciones que provocan el entusiasmo de las multitudes, mas también la lucha oscura y oculta contra las privaciones, la enfermedad, la miseria, todo lo que nos desprende de los lazos materiales y de las cosas transitorias.
Dar tensión a las voluntades; retemplar los caracteres para los combates de la vida; desarrollar la fuerza de resistencia; alejar del alma de la criatura todo lo que puede ablandarla; elevar el ideal a un nivel superior de fuerza y grandeza - es lo que a educación moderna debería adoptar como objetivo esencial; mas, en nuestra época, se ha perdido el hábito de las luchas morales para buscarse los placeres del cuerpo y del espíritu; por eso la sensualidad extravasa de nosotros, los caracteres se envilecen, la decadencia social se acentúa.
Elevemos los pensamientos, los corazones, las voluntades! Abramos nuestras almas a los grandes soplos del Espacio! Levantemos la mirada hacia el futuro sin límites; recordemos que ese futuro nos pertenece, nuestra tarea es conquistarlo.
Vivimos en tiempos de crisis. Para que las inteligencias se abran a las nuevas verdades, para que los corazones hablen, serán necesarios avisos ruidosos; serán precisas las duras lecciones de la adversidad. Conoceremos días sombríos y períodos difíciles. La desgracia aproximará a los hombres sólo el dolor les hará verdaderamente sentir que son hermanos.
León Denis
Libro: El problema del ser, del destino y del dolor.

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El objetivo esencial del Espiritismo es el mejoramiento de los hombres. No es necesario procurar sino lo que pueda ayudar al progreso moral e intelectual. 
Allan kardec 
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       LOS PRIMEROS Y LOS ÚLTIMOS 
            (Sin palabras, belleza para el alma) 
La Ley de Dios, es una ley tan equitativa, tan justa, la que regula todas las cosas en cualquier orden que quieran considerarse, que no queda impune la más ligera desviación del curso recto trazado por la Sabiduría infinita, ni sin compensación la obediencia por el individuo a los secretos del Soberano Hacedor. 

Todo busca su equilibrio, porque en él reside la armonía y en la armonía la belleza, la sublimidad más alta que haya soñado jamás criatura humana. 

De ahí la necesidad de la reencarnación. 

El espíritu, chispa pura, emanada de la Perfección absoluta, tiene necesidad imperiosa de volver a ella, y sublimado todo lo impuro que halla a su paso en su evolución, se impregna de ciertas impurezas que ha de ir expeliendo en el curso de su viaje; pero con tanta fuerza se le adhieren aquellas, que en ocasiones le hacen olvidar su origen, y tropieza y cae, para volver a levantarse y caer de nuevo, hasta que por fin llega a imponerse su naturaleza divina, y sobre la materia, triunfante se enseñorea, habiendo dejado rastro luminoso a su paso y dejos de pureza que santifica cuanto ha estado en su contacto. De este modo todo progresa, todo busca su equilibrio, hallado ya por el Espíritu que ha triunfado. 

En sucesivas encarnaciones el alma humana sostiene lucha tenaz con la materia, buscando equilbrarse, pero no lo consigue hasta haber pasado por todas las experiencias marcadas en el Código Divino. Y sufrido la correspondiente sanción de ese mismo código. 

Cuando el espíritu, seducido o contaminado por la materia que representa las vanidades del mundo, quiere levantarse por sobre los demás, dando pábulo al sentimiento de grandezas terrenas, de goces groseros, entonces tiene que experimentar las penalidades y privaciones consiguientes a una existencia modesta y miserable. De ahí que el emperador de ayer sea el pordiosero de hoy; que el que sembró la desolación y el luto, tenga a su vez que ser objeto de vilipendio, de persecución y de muerte; que el que abusó de su inteligencia para el mal, renazca idiota, etc., etc. La ley tiende a equilibrarlo todo, no cesa en su acción y para obrar no nos consulta. 

Los primeros serán los últimos, bien lo dijo Jesús. Esto es lo justo. 

Para no caer en esa decepción, para no sufrir esos altos y bajos que tanto hacen sufrir al espíritu y tanto tiempo le hacen perder, hay un remedio, un remedio infalible: trabajar sin descanso, tanto como nos permitan nuestros medios, nuestras facultades y nuestras fuerzas; en cultivar nuestra inteligencia; en elevar nuestro Yo; en hacer bien al prójimo, con humildad y amor, considerándose el administrador, no el propietario de sus bienes, el servidor de todos. 

ANGEL AGUAROD 

Extraído de la “REVISTA DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS” AÑO XXX Nº 1; Barcelona, Julio de 1899

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