domingo, 5 de febrero de 2017

AMOR A LA PATRIA




¿ El tener mediumnidad conlleva alguna responsabilidad ?.-

Toda persona que posea una facultad mediúmnica tiene una responsabilidad moral que le obliga a su buen uso, pues no es casualidad que la posea, sino que debe tener presente que es para beneficio de los espíritus encarnados y desencarnados , así como para su propio desarrollo evolutivo.
El médium puede influir en la interpretación de la información que le transmiten los espíritus comunicantes, debido a falta de higiene mental, por la intervención de su súper ego, su conciencia, etc, o bien por otros problemas humanos, como son las patologías de poder o de egocentrismo, etc.
El mejor médium es aquel que consigue que su facultad solamente sirva como instrumento o canal de manifestación a Espíritus positivos, sin dejarse envolver por otros Espíritus mixtificadores de baja condición moral , y sin perder de vista el importante objetivo de emplear su mediumnidad para servir y ayudar a Seres sufrientes y obsesores , mediante sus trabajos o actividades mediúmnicas.
Por tanto el médium consciente de su responsabilidad se debe de esforzar constantemente en ser ejemplo de virtudes humanas y en llevar una vida sobria y sencilla, siendo desinteresado y caritativo en la mayor medida posible, manteniendo una sintonía espiritual lo más elevada posible. Asimismo deberá cuidar por mantener un cuerpo sano y una mente sana, de modo que a ella solo accedan espíritus moralmente sanos.
Todas las manifestaciones de espíritus que reciba las deberá pasar cuidadosamente por el tamiz de la razón, analizándolas preferiblemente bajo el prisma de lo que aconseja la filosofía y el conocimiento espírita, y huyendo así de la fácil credulidad y del fanatismo. La vigilancia en este análisis debe ser siempre una norma que no deberá descuidar, no impresionándose con nombres pomposos ni con entidades engañosas que traen altas dosis de banalidad.
Por el fruto se conoce al árbol, y al médium se le conoce por su integridad y nivel moral, cuando a través de su facultad solo se manifiestan Espíritus de moral elevada, que jamás se contradicen o que usan un lenguaje vulgar; sin embargo al médium de baja condición moral y por tanto poco fiable, que mercadea con la mediumnidad y se alía con Espíritus vulgares que vibran en su misma baja sintonía, y se complacen con liviandades, si su facultad le es fuente de ingresos, aunque deje de tenerla la sigue fingiendo para seguir viviendo del fraude y del engaño. Los que así actúan teniéndose por espíritas, posiblemente no sean conscientes del gran daño que hacen al verdadero Espiritismo, al que emborronan, y a la mediumnidad que presentan a la opinión pública como un fraude o una superstición.
Por lo dicho anteriormente, el médium tiene el deber moral de vigilarse, teniendo en cuenta de que es un ser humano falible como cualquier otro, y portador de una facultad que le puede ser un instrumento de felicidad o de desgracia, según el uso que le dé. Tiene la responsabilidad moral de esforzarse por un mejoramiento espiritual propio, que le permita atender a Seres elevados que tengan algo que comunicar, y el único camino para lograr este mejoramiento es el caminar con la Entidad Espiritual más elevada, que sea después de Dios, el mayor exponente de su fe, como por ejemplo lo es Jesús para los Cristianos; la cuestión es que vayan asumiendo el Pensamiento Crístico apoyado en una correcta educación espírita. Esto le llevará a un aumento cada vez mayor de su capacidad de manifestar Amor y Caridad, lo cual le conducirá a aumentar su capacidad de percepción espiritual.
Asimismo debe tener muy presente que siendo médium, tiene una facultad y no la tiene por casualidad, ni es un juguete, sino que la tiene para algo serio y positivo, y que deberá responder de su uso. Esto es así de por vida, del mismo modo que el inteligente no puede dejar de serlo voluntariamente, o el que sabe leer ya no puede volver a decir que no lee más, pues aunque no quiera toda palabra impresa que se ponga ante su vista la leerá y sabrá lo que dice, pues en este ejemplo, la facultad de la lectura ya es inherente a su realidad humana.
No obstante lo dicho, hay casos de facultades mediúmnicas, que por causa de mal uso con perjuicio grave de otras personas, finalmente son retiradas o entorpecidas desde el plano espiritual, pues si un médium se convierte en un obsesado y un coladero de Espíritus malignos y obsesores, es mucho el daño que estos pueden hacer, en él, cuando la mediumnidad está fuera de control. Esto mismo es lo que ha sucedido a veces a médiums que lo eran realmente y por la notoriedad alcanzada, llegaron a vivir cómodamente de su facultad; cuando esta les fue retirada, tuvieron que seguir fingiendo por un tiempo hasta que fueron descubiertos en el fraude.

- Jose Luis Martín-


Precisa dar de gracia lo que se recibe de gracia, porque es muy perjudicial y antiespírita hacer de la protección de lo Alto una profesión lucrativa.Es bueno hacer la caridad, pero es muy malo explotarla”
-Miguel Vives (El tesoro de los espíritas)-

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             AMOR A LA PATRIA

                                   
Amor a la patria, vemos aquí otro aspecto del Amor, digno de tener su propio apartado.
Denominación de Patria según la R.A.E.:
  • Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
  • Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.
Mencionaremos que estas definiciones tienen únicamente el valor de su trasfondo material y, este está limitado al tiempo que permanecemos en una existencia física. Por ello, debemos aprender a diferenciar en estas definiciones entre; su significado material y su trasfondo espiritual. Ello gracias a los conocimientos que hemos venido incorporando a nuestro acerbo espiritual.
Siendo como realmente somos, seres espirituales, debemos insistir en ello una y otra vez. Nuestra percepción de las cosas cambia con el transcurso del tiempo y las experiencias. Con los años vamos sumando madurez y experiencia, aprendiendo a enfocar los asuntos con mayor precisión y conocimientos, usando el raciocinio y la lógica, la sensatez y el sentido común y no dejándonos influenciar por las pasiones y la impaciencia. En idéntico modo, vamos asumiendo nuestro rol espiritual, vamos ordenando ideas y dándoles su verdadero sentido y transcendencia.
Evidentemente, no podemos contemplar los problemas desde el mismo punto de vista estrictamente material qué, cuando conocemos y profundizamos los asuntos espirituales. Los planteamientos cambian y los resultados también.
En este asunto que estamos tratando, debemos ampliar la visión materialista de la palabra “Patria”. Una visión espiritual nos hace comprender que somos ciudadanos universales, participes de toda la Creación, o cuanto menos, como ciudadanos de este planeta al que pertenecemos. Unas veces encarnamos en un determinado país, en otras, en cualquiera de los demás que integran el planeta. Todo ello, siempre en virtud de los méritos y necesidades evolutivas de nuestro espíritu.
Nada más lejos de nuestra imaginación querer dar a entender que no debamos valorar y amar la tierra que nos ha dado cuna y cobijo. Pero este sentimiento no debe empujarnos a rechazar países o tierras vecinas con los que posiblemente mantengamos antiguas raíces que desconocemos. ¿Quién no guarda en la memoria algún déjà-vu visitando otros lugares? Hoy nacemos españoles, en el pasado, posiblemente romanos, franceses, ingleses, americanos…; dondequiera que nuestro camino espiritual nos llevase y, en el futuro seremos “ciudadanos” de otros planetas y mundos. La evolución nos lleva en multitud de vidas a lugares distintos, siempre en función de nuestras necesidades evolutivas. Bebemos de las fuentes que el destino nos aporta en cada momento.
El amor y el reconocimiento a la tierra que nos da cobijo llegan como un sentimiento natural originado por nuestras raíces humanas. Se incorpora a nuestro acervo espiritual, independientemente del lugar, región, país o continente dónde nos haya llevado nuestro devenir como entidades en evolución, necesitadas de experiencia y progreso.
Ahora bien, en determinados momentos transcendentales para un país o nación, es necesario, revestirse de un sentimiento patriótico de coraje y valentía, a fin de defender los valores y las propia patria, en defensa de los ataques e injusticias externas que puedan sobrevenir y que de hecho han acontecido en diversos momentos de la historia de la humanidad, como nos relata León Denis, en su obra “Después de la muerte”, y que dice así: ”Ningún testimonio de la intervención de los Espíritus en la vida de los pueblos es comparable a la historia conmovedora de la virgen de Domrémy. Al comienzo del siglo XV, Francia agonizaba bajo el pie de hierro de los ingleses. Con la ayuda de una joven, de una niña de dieciocho años, (Juana de Arco); las potencias invisibles reaniman a un pueblo desmoralizado, despiertan el patriotismo extinto, inflaman la resistencia y salvan a Francia de la muerte”.
No obstante, los conocimientos espirituales nos ayudan a descartar los fanatismos que pudiésemos sentir hacia cualquier país pues, nos insisten en la temporalidad de las existencias físicas. El sentimiento de gratitud debe permanecer siempre y nada debe arredrarnos cuando sentimos una deuda de gratitud con nuestro país, si con ello beneficiamos su desarrollo.
Cuando el espíritu se ve libre de materia, tiene una visión y un sentimiento de justicia mucho más amplios, deja de considerarse ciudadano de un lugar concreto para convertirse en ciudadano del Universo. Atrás quedan los fanatismos, pasiones y vínculos materiales que confunden nuestro caminar, generando deudas para futuras existencias.
Todo aquello que separa a los seres humanos suele ser fruto del egoísmo, del fanatismo y de pretensiones equivocadas; son los síntomas de la inferioridad moral de aquellos que enarbolan banderas para crear diferencias entre personas.
Hay que guardar serias reservas hacia estas tendencias pues, a consecuencia del apasionamiento y del fanatismo, caemos en la falta de respeto y en el desamor hacia otros pueblos, hace que nos creamos superiores, que les ataquemos y menospreciemos, que volquemos nuestros resentimientos hacia ellos, creyendo que al hacerlo estamos defendiendo lo nuestro. Olvidamos que el destino puede, perfectamente, hacernos encarnar en un futuro, en diferentes lugares para, de ese modo hacernos comprender que somos espíritus, hermanos universales, sin distinción de razas y credos.
Los ricos de hoy son los pobres del mañana, la bandera que hoy nos representa puede ser mañana la de nuestro adversario. Si sentimos aversión hacia una comunidad, mañana puede ser la nuestra. Seamos pues consecuentes y dejemos de lado los nacionalismos y todo aquello que por su temporalidad, es únicamente una herramienta de progreso que nos ha de servir para forjar interiormente la verdadera grandeza: “Servir con amor a nuestro prójimo” sea cual sea su origen.
De índole similar son los sentimientos entre razas. Existen personas que albergan sentimientos de odio hacia otras razas por el mero hecho de ser y pensar de diferente modo. Todos conocemos ejemplos de estos odios. El espíritu carece de raza, color y nacionalidad y, este es un conocimiento que esta Humanidad debe tener muy presente, especialmente cuando está en camino de una imparable transformación moral.
Afirmaban los religiosos de América del Norte, que los negros servían únicamente para ser esclavos porque no tenían alma. Que Dios no era negro, sino blanco y, con este obtuso argumento apoyaban la esclavitud. ¿Quizás ellos habían visto a Dios para afirmar que era blanco? (Extraído de la obra de Martin Luther King, La fuerza de Amar.)
Hoy viene sucediendo algo similar, la falta de conocimiento espiritual, junto con los defectos que llevamos impresos en nuestra personalidad nos llevan a apasionarnos, a fanatizarnos con la bandera de nuestra región o país, con nuestra religión, con la política, con el deporte… absolutamente con todo. Contaminamos el mundo con nuestros defectos morales y la ignorancia espiritual.
La vanidad y el orgullo mal entendidos nos impiden ver el lado bueno de las personas. Existen quiénes, teniendo algún tipo de conocimiento espiritual, por no ponerlo en práctica y no trabajar en su mejora interna, incurren en este tipo de errores. Su responsabilidad será aun mayor.
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Esta sencilla frase del Maestro traza una clara línea para darnos a entender y distinguir entre; lo que es material y por ello temporal y, lo que es espiritual, eterno. Hay que defender y amar a nuestra tierra, pero esto no debe llevarnos a prácticas xenófobas, a la falta de respeto y consideración hacia todo aquel diferente a nosotros. Recapitulemos pues sobre las consecuencias que esto puede acarrear a nuestras próximas existencias. Aprendamos la lección.
La justicia es inmanente, tenemos libertad para actuar pero, esa misma Ley kármica pondrá en marcha  los ajustes  necesarios para conseguir que aprendamos a evitar a los demás aquello que no deseamos para nosotros.
                                                      Fermín Hernández Hernández
© 2017, Amor, Paz y Caridad
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NO ES LA RELIGIÓN LA QUE  HA FALLADO
Hubo un tiempo en que la rudeza del hombre requería de mano firme y ley férrea. Era necesario que la Justicia divina se diera a conocer. La Primera Revelación se encargó de aplacar la brutalidad animal de aquellos infantes espirituales y darles un código moral. Lejos estaba de la justicia perfecta, pero era un comienzo. Cuando la antigua Jerusalén, cuando el pueblo judío estaba gobernado por doctores de la ley mosaica autoproclamados campeones de los hombres, los lujos de los líderes religiosos, vasos limpios por fuera y sucios por dentro, contrastaban con la insalubridad del valle de los leprosos, donde personas honradas, repudiadas por amigos y familia, yacían abandonadas a Dios concluyendo su etapa de degradación sin perturbar el orden público. Fueron los tiempos de la Segunda Revelación. Fueron los tiempos del carpintero de Nazaret caminando sobre la Tierra y demostrando el poder de la fe completa. Ejerciendo curaciones naturales a los ojos del Eterno, sobrenaturales a los del hombre. Moviendo montañas con un grano de fe. Iluminando las conciencias por donde pasaba. Obrando conversiones hasta con su sola presencia. Los corazones más endurecidos de la época fueron incapaces de entender el mensaje. Conocían la justicia de Dios, pero no su amor, ni su bondad. Con todo, la experiencia quedaría grabada en los pliegues de sus espíritus para siempre. El Maestro enviado a rendir ejemplo sincero, terminó de impartir su lección en la cruz a la que fue conducido por quienes no podían soportar su luz.
 En las décadas posteriores, aparte de algunos corazones bondadosos, cristianos de sentimiento si bien no de verbo, el único movimiento organizado y dedicado a atender a todos esos espíritus sufrientes, era el secundado por los primeros discípulos de Jesús, encabezados por aquellos de los Doce que estaban dispuestos a perpetuar su palabra. Los edificios donde se atendía a los afligidos estaban apenas dotados de lo mínimo necesario para aportarles cobijo y paz, y propiciar concentración en la tarea a aquellos que dentro de él trabajaban. Las persecuciones a los primeros cristianos no hicieron sino centrar la atención sobre el movimiento reformador, y aumentar la curiosidad de muchos que acabarían adhiriéndose, sedientos de consuelo en medio de la iniquidad. Con el tiempo, corazones cautivados por la bondad y la pureza de los cristianos devotos se sumaron a la Causa. Concluían reencarnaciones relativamente poco pobladas de desenvolvimiento crístico, salvo por el hecho mismo de encontrarse con el movimiento cristiano activo y dejarse convencer por la belleza de su moral, y desde el plano espiritual accedieron a programar, bajo la tutela y sabio consejo de espíritus milenarios, más avanzados en conocimiento y moral, dignos encargados de las divinas tareas de planificación planetaria,reencarnaciones en las que poco a poco se desprenderían de sus hábitos pasados, como quien retira capas de óxido, para quedarse, algún día, cuya lejanía dependería de sus propios esfuerzos, con la blancura de la trinidad formada por una cabeza que entiende a Dios, un corazón que se somete a sus designios, y unas manos que se entregan laboriosas a la tarea.
 El grado de éxito de los nuevos adheridos varió según la fuerza de voluntad de los mismos. Aquellos que se mantuvieron firmes en el camino recto sirvieron de ejemplo a los demás discípulos. Triunfadores sobre la materia, lucharon y vencieron en las batallas del autoconocimiento. Se sobrepusieron a las aflicciones y a las decepciones de otros compañeros de camino, y siguieron la estela de Aquel que nunca falla. Trabajaron, y cumplieron. Al regresar a casa, tuvieron la recompensa del justo, en forma de paz de conciencia, y reencuentros con antiguos familiares, entidades de luz, que les recibieron como veteranos victoriosos de sus pruebas. Los hubo que, trabajadores incansables, completaron existencias honradas desempeñando cargos en segundo plano. No estando, o no sintiéndose preparados para ejercer de rostros visibles, aceptaron de buen grado funciones de cuidado interno, siendo apoyos fiables para aquellos compañeros a los que se les encomendaría el estandarte. Estos modestos obreros, tan fiables como necesarios,vivieron a la estela de hermanos mayores; celebraron de corazón el ascenso de sucesores; superaron sus propias envidias y celos; y ganaron para la posteridad un tesoro de crecimiento moral y humano, que sumado al aprendizaje doctrinario, habría de capacitarlos para labores de mayor rango. Por su lealtad en pocos talentos, recibieron cientos. Otros, con recursos limitados para comprender la verdadera esencia del Cristo, dada la distancia espacial, temporal, y sobre todo moral, construyeron, en lo íntimo de su ser, el edificio de su fe renovada, de sus nuevos valores, aprovechando piedras, vestigios de sus antiguas creencias, con resultados más o menos aberrantes. Retuvieron, en su acervo de conocimiento doctrinario, huecos, confusiones, de los que se resentía su convicción y se limitaba su capacidad persuasiva; a través de esos espacios dejaron deslizar caprichos del ego, que sostenían viva la tenue vela de primitivismo animal que estaba condenada a apagarse. Sin entregarse totalmente a la Causa, dieron parte de sí mismos para salvación de sus conciencias. Y su salario fue proporcional a sus esfuerzos. Para algunos, en fin, las grietas de fe fueron demasiadas… El hombre viejo al que perdonaron la vida, se escondería en las grutas oscuras de su bagaje espiritual, malviviendo de instantes de desliz moral, temeroso del escándalo. Intentando en vano esconderse del Eterno que todo lo ve y todo lo sabe. Algunas de esas pobres ovejas abandonarían los caminos de la fe, otras creerían poder ocultar sus llagas, y creyendo (o fingiendo) prestar un servicio, harían más mal que bien al desprestigiar la causa trascendental para la cual “trabajaban”. Hasta ser destituidos por lo Alto, una vez agotadas todas sus oportunidades de reformación dentro del movimiento, sonada la corneta del relevo necesario, en un justo control de daños para con la familia cristiana. 
El que debiera haber sido el edificio cálido y modesto de fe cristiana rindiendo tributo a lo divino, retuvo trazas de lujo y ostentación, del fariseísmo acomodaticio; fragmentos de muro frío, del cientifismo materialista; imágenes de culto, del paganismo supersticioso; brechas antrópicas, una por cada defecto humano, puertas traseras, dando paso libre a las inclemencias de la historia de la humanidad. Impurezas que disminuían el rendimiento de la tarea cristiana y se acrecentaban con la llegada de nuevos conversos. ¡Cuál sería el disgusto de los predecesores, al ver la deformación del propósito elevado, que a tantas conciencias condenaría al desánimo y al letargo…! La alianza de la iglesia a los poderes de la Tierra ayudó a extender la palabra, pero también a adulterarla. Bastaron pocos siglos para que las élites mundanas moldearan a su gusto y conveniencia los preceptos de una línea eclesiástica que, al principio por sobrevivir, después por comodidad, se tornó demasiado flexible, voluble. Que permitió la limitación del alcance de la gracia divina a pequeñas esferas bañadas en la riqueza de la transitoriedad. Luego vinieron las escisiones. Discípulos que abrían abismos por no saber cerrar grietas. Circunscribían la felicidad eterna a preceptos efímeros, que con el paso de los siglos retocarían casi a placer. Propugnaban obras nuevas, o versiones apócrifas de obras conocidas. A su paso, desdecían lo que las otras facciones decían, deshacían lo que las otras hacían.Asumían la pesada responsabilidad de decirse portadores únicos de la verdad. Se lanzaban el anatema, e impotentes para aniquilar las ideas, quemaban libros y a personas. No sin motivo recomendó el Cristo a sus aprendices que evitaran las disensiones. De ellas nació la indiferencia del vulgo. En vista de tantas corrientes difiriendo en sus principios, condenándose entre ellas a las llamas del infierno, ¿cómo no iba el espíritu indeciso, la oveja desorientada, a pensar que, eligiera la variante que eligiera, acabaría abocado al infierno por todas las que descartara? Y sin saber cuál de todas ellas estaba próxima a la realidad, ¿cómo no iba a concluir que daba igual quedarse con una u otra, si el resultado final iba a ser el mismo? Los tiempos avanzaban, y el crecimiento del raciocinio humano reclamaba explicaciones lógicas, argumentos más sólidos. Rechazando las comprobaciones positivas de la ciencia, que debían ser acogidas como un amigo que viene a ratificar sus palabras, y no como un invasor vil, el inmovilismo dejó que la religión fuera segregada de la vida pública, que perdiera credibilidad. La palabra religiosa comenzó a ser asociada a mentes de miras cerradas.
 Del fundamentalismo de los representantes religiosos nació la incredulidad popular. En vista de pastores y parroquianos prescribiendo las doctrinas de los ángeles caídos; de la creación en seis días, a pesar de los descubrimientos científicos; del fuego eterno y las penas no proporcionadas a la falta, incluso para quienes nacieran, vivieran y murieran sin llegar a conocer sus postulados; ¿cómo podía el espíritu indagador no acusar una falta de lógica en aquellos argumentos? Y viéndolos faltos de recursos para explicar la justicia de las aflicciones desde la unidad de existencias, ¿cómo podía no despecharse de la espiritualidad y abandonarse al materialismo? Así fue como tantas conciencias ávidas de felicidad, decepción tras decepción, dormitarían durante años o vidas en los senderos de la incredulidad, el tedio, el desaliento, la impiedad... Y en vista del flaco trabajo hecho por tantos discípulos, ¿es de sorprender? Todas y cada una de las cicatrices en el rostro de la religión provienen de mano humana, no divina. Y la humanidad preadolescente, en su propensión a tomar la parte por el todo, y los juicios rápidos, asoció la perdición de algunos a la de toda la Causa. De la sombra de la invigilancia nacieron las sectas del cinismo, el agnosticismo, la misantropía, la detracción…Dos mil años después, la sociedad sigue gobernada por orgullosos campeones materialistas, rodeada de valles de leprosos morales, que no dejan de proliferarse, alimentados por tantas herramientas de perdición. La puerta ancha se ha hecho muy ancha. Religiosos “no practicantes”, y descreyentes “no buscadores” que repudian la fe religiosa, aun la sincera procedente de personas de buen corazón, y vilipendian cualquier esfuerzo de hacer del mundo un lugar mejor, sin hacer ellos mismos ninguna propuesta. Ovejas descarriadas, que ante cada vicisitud de la vida, suspiran a su modo por alguien que les dé consuelo, que calme su sed. Alguien que se encargue del trabajo que ya debería haberse hecho. 
Con todo, a pesar de las dudas, los defectos, los vicios y hasta las fechorías de algunos de sus sirvientes, la palabra cristiana se extendió lo suficiente para arrojar luz sobre casi cualquier rincón del globo. Tal es la fuerza del mensaje divino. No faltaron puntales, ni corazones bondadosos dispuestos a colaborar, en el cristianismo y en todas las religiones sinceras que guían hacia la plenitud. La psique humana, suficientemente desarrollada para la compresión profunda de los secretos del cielo, y a pesar de todo, indeseablemente apartada de la obediencia que caracteriza al buen heredero, requiere de una explicación más completa de por qué es necesario admirar la Creación.
 Llegaron los tiempos de la Tercera Revelación. No falló la religión: fallaron los religiosos. Y en vísperas de la nueva era de regeneración, la Doctrina Espírita, impartida por los espíritus superiores, codificada por Allan Kardec, consolida la Buena Nueva en firme soporte científico, filosófico y moral. Lejos de reivindicar el monopolio de la verdad, se torna humilde y proclama: “Fuera de la caridad no hay salvación”. Divina herramienta de salvación al alcance de todos, no circunscrita a rangos de edad, sexo, credo, posición social o condición religiosa. Siendo Dios sabio y justo, ¿cómo podía ser de otro modo? Propugnada no por creyentes, sino sapientes, impulsados no por fe ciega, sino fe razonada, ha de avanzar y propiciar la reconciliación de la ciencia y la religión, la caída de muros entre hermanos, y en definitiva reparar el daño hecho por falsos defensores de la verdad, recordando que la verdad siempre ha sabido sostenerse por sí misma, y que en realidad son ellos los defendidos. No siendo el Espiritismo la religión del futuro, sino el futuro de las religiones, ha de devolver el mensaje de Dios, de la inmortalidad del alma y de la pluralidad de existencias a todo su esplendor. 
Si bien los actos ordinarios de la vida de Cristo, los milagros, las profecías, y las palabras que sirvieron para establecer los dogmas de la Iglesia han sido objeto de controversia, su enseñanza moral ha subsistido inatacable. Y es a esa última baliza que nos aferramos los espíritas, antiguos espíritus impíos en redención, antiguos trabajadores carentes en reeducación, apurando los últimos latidos del reloj de la evolución antes de la medianoche del reajuste planetario. 
Érigos- Revista Actualidad Epiritista-

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    DIÁLOGO ENTRE UN SACERDOTE 

      CATÓLICO Y ALLAN KARDEC


Dialogo tercero. El sacerdote. 

Un Sacerdote. PREGUNTA - ¿Me permitirá usted, caballero, que le dirija algunas preguntas? 

RESPUESTA DE A.K. - Con mucho gusto. Pero, antes de responderlas, creo útil manifestarle el terreno en que espero colocarme para responderle. 

Debo manifestarle que de ningún modo pretenderé convertirlo a nuestras ideas. Si desea 
conocerlas detalladamente, las encontrará en los libros donde están expuestas; allí las 
podrá usted estudiar detenidamente, y libre será de rechazarlas o aceptarlas. 

El Espiritismo tiene por objeto combatir la incredulidad y sus funestas consecuencias, dando pruebas patentes de la existencia del alma y de la vida futura. Se dirige, pues, a los que no creen en nada o que dudan, y usted lo sabe, el número de ellos es grande. Los que tienen una fe religiosa, y a los que basta esa fe, no tienen necesidad de él. Al que dice: "Yo creo en la autoridad de la Iglesia y me atengo a lo que enseña sin buscar nada más", el Espiritismo responde que no se impone a nadie ni viene a forzar convicción alguna. 

La libertad de conciencia es una consecuencia de la libertad de pensar, que es uno de los 
atributos del hombre, y el Espiritismo se pondría en contradicción con sus principios de 
caridad y tolerancia si no la respetase. A sus ojos, toda creencia, cuando es sincera y no 
induce a dañar al prójimo, es respetable aunque fuese errónea. 
Si alguien se empeña en creer, por ejemplo, que es el Sol el que da vueltas y no la Tierra, le diríamos: Créalo usted, si le place; porque eso no impedirá que la Tierra dé vueltas; pero del mismo modo que nosotros no procuramos violentar su conciencia, no procure usted violentar la de otros. Si convierte usted en instrumento de persecución una creencia inocente en si misma, se trueca en nociva y puede ser combatida. 

Tal es, señor sacerdote, la línea de conducta que he observado con los ministros de 
diversos cultos que a mí se han dirigido. Cuando me han interrogado sobre puntos de la 
doctrina, les he dado las explicaciones necesarias, absteniéndome empero de discutir 
ciertos dogmas, de que no debe ocuparse el Espiritismo, ya que cada uno es libre de 
apreciarlos. Pero jamás he ido en busca de ellos con el intento de destruir su fe por medio 
de la coacción. El que a nosotros viene como hermano, como hermano lo recibimos. Al que 
nos rechaza le dejamos en paz. Este es el consejo que no ceso de dar a los espíritas, 
porque jamás he elogiado a los que se atribuyen la misión de convertir al clero. Siempre les he dicho: Sembrad en el campo de los incrédulos, que en él hay abundante mies que 
recoger. 


El Espiritismo no se impone, porque, como he dicho, respeta la libertad de conciencia. Sabe, por otra parte, que toda creencia impuesta es superficial y sólo da las apariencias de fe, pero no la fe sincera. A la vista de todos expone sus principios, de modo que pueda cada uno formar opinión con conocimiento de causa. Los que los aceptan, laicos o sacerdotes, lo hacen libremente y porque los encuentran racionales; pero de ninguna manera abrigamos mala voluntad respecto de los que no son de nuestro parecer. Si hay lucha entre la Iglesia y el Espiritismo, estamos convencidos de que no la hemos provocado nosotros. 

QUE ES EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.

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VIGILEMOS EL PENSAMIENTO, PUES ES DEMASIADO PODEROSO


Podemos conceptuar el pensamiento como un flujo de ideas, símbolos y asociaciones, cuyos elementos consisten en agrupar y coordinar imágenes, en prenderles las conexiones constituidas, con el fin de retocarlas y agruparlas en nuevas correlaciones más o menos originales y completas según la mayor o menor potencia  intelectual del individuo, junto con la capacidad de percepción y comparación, para promover la asociación de ideas.

El proceso por el cual se opera el fenómeno del pensamiento es problema que la ciencia oficial no puede, hasta hoy, desbandar.  Podemos interpretar  el “pensamiento” como algo que se tiene “en mente”, cuando se refleja  con el propósito de conocerse algo y entender alguna cosa. En cuanto a la mente, es algo abstracto,  equivalente al espíritu, a la inteligencia, y por la cual entendemos el  que dentro de ella se encuentra bajo la forma de idea, de concepto y de representación.
El pensamiento tiene como objeto: las cosas, o mejor, las ideas de las cosas y es, sin duda, fuerza creadora de nuestra propia alma y, por esto mismo,  es la continuación de nosotros mismos. A través de él, actuamos en el medio en que vivimos y procedemos, estableciendo el padrón de nuestra influencia, en el bien o en el mal.
Filosóficamente, observamos que hay la realidad que depende de la existencia de un observador y la realidad  que es independiente del observador. Elementos como átomos, fuerza, gravedad, fotosíntesis, son ejemplos  de que existe independientemente  del observador- es la realidad natural. En contrapartida, dinero, propiedad y gobierno son ejemplos que dependen de nosotros para existir – es la realidad social, cultural, existencial. El peso que las ideas  o palabras ejercen sobre nuestras acciones, sobre nuestros estados emocionales, sobre la construcción de nuestras vidas, casi siempre es inmenso.

El pensamiento actua a la manera de onda, con una velocidad muy superior a la de la luz, y la mente es la dinamo generadora de la fuerza creativa. Siendo materia, la onda mental es formada  por corpúsculos, los cuales André Luiz denominó de “partículas mentales, que se expresan  como ONDAS Y FORMAS MENTALES.” (1) En situaciones extraordinarias de la mente, excitación de los micros “núcleos atómicos mentales”, cuáles sean, las emociones profundas, los dolores indivisibles, las laboriosas y aturadas  concentraciones de fuerza mental o las suplicas aflictivas, el dominio de los pensamientos emite rayos muy  cortos, teóricamente semejantes a los que se aproximan  a los rayos gama.
Decididamente, muchas de nuestras acciones solo acontecen porque pensamos algo, deseamos algo, acreditamos en algo, tememos algo, o sea, hay un estado subjetivo que provoca un tipo de movimiento en el concreto mundo. Si eso es hecho – y es difícil, empíricamente, dudar de ese hecho – entonces, la interferencia de lo que pensamos sobre lo que vivimos es mucho mayor de lo que, habitualmente, imaginamos. De esta forma, el dicho popular, “cuidado con lo que usted piensa”, posee un sentido mucho más amplio. A rigor, nuestros pensamientos interfieren  y determinan nuestras acciones, nuestros posicionamientos, y el mundo en que vivimos se constituye  a partir de la interferencia de esas acciones nuestras sobre él.
Tenemos, entonces, pensamientos que generan acciones, que generan pensamientos,  que generan acciones. Acciones que generan el mundo, que genera acciones. El pensamiento del otro que constituye  mi pensamiento, que constituye el pensamiento del otro. ¿Cuáles son los límites, las líneas divisorias entre esos elementos? Creo no es  posible, establecer esos límites, o sea, cuando un elemento termina y el otro comienza. No hay fronteras, territorios específicos del pensar, del actuar, de yo, del otro. La constatación  de la fluidez de nuestro pensar y, consecuentemente, de nuestras acciones, en fin, de aquello que somos, tal vez permita una mejor comprensión de cómo vivir en un mundo, donde no haya  una única posibilidad, más todas las posibilidades, o sea, donde todo sea posible.

Bajo el punto de vista espirita, “nuestro pensamiento residirá donde proyectemos nuestros pensamientos, cimientos vivos del bien o del mal”. (2) Los pensamientos negativos corrompen los fluidos espirituales, como los miasmas deletéreos corrompen el aire respirable, o sea, el optimismo es expansión de la luz y el pesimismo es condensación de la sombra. Los infelices imaginan que el viento gime; los alegres y llenos de optimismo confirman que el canta, hasta porque la vida tiene el colorido que le damos, pues el mundo es como un espejo: devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos.
Los fluidos que envuelven a los Espíritus obsesores, lo que estos proyectan, son viciados, variando de acuerdo con el grado de imperfección de cada uno, al paso que los que envuelven los Benefactores espirituales, o que ellos emiten,  son puros, tanto como comporta el grado de perfección moral que hayan conquistado. “El pensamiento es el generador de los infra corpúsculos o de las líneas de fuerza del mundo subatómico, creador de: corrientes del bien o del mal, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la voluntad que exterioriza y dirige.” (3)
Otro aspecto a considerar es que tanto los buenos pensamientos como los malos, emitidos por un ser encarnado, afectan, considerablemente. Las mentes de hermanos, también encarnados, en fajas mentales equivalentes.  Es imprescindible comprender que, después de la muerte del cuerpo físico, proseguimos desenvolviendo los pensamientos que cultivamos en la experiencia carnal. Nuestros pensamientos generan nuestras acciones y nuestras acciones generan los pensamientos de los otros. Toda carga que el pensamiento exterioriza y proyecta, alcanza  a aquel a quien va dirigido.  Cuando es benigno y edificante, se ajusta a las Leyes  que nos rigen, creando armonía y felicidad. En cambio, cuando es desequilibrado y deprimente, establece aflicción y ruina. En otras palabras: el pensamiento actúa y re actúa, propiciando para el emisor todo lo que sustenta, como, también, todo lo que carga a quien pretende dirigir. Determina para cada criatura los estados psíquicos que varían según los tipos de emociones y conducta a que se aficiona. “Esa corriente de partículas mentales se exterioriza de cada espíritu con calidad de inducción mental,  tanto mayor cuanto más amplios se evidencia, las facultades  de concentración y el tenor de persistencia rumbo a los objetos que demande.” (4)
El sentimiento de amor cristiano puede impulsar el correcto pensamiento, sin los cuales adolecemos por la insuficiencia de equilibrio intimo, imprimiendo en el cuerpo físico las distonía y las variadas patologías que le son consecuentes. Para términos de salud,  es importante  saber como estamos pensando. Los pensamientos negativos operan en nuestro estado interior determinada perturbación, instaurando desarmonías de grandes proporciones en los centros del alma y provocando lesiones  funcionales variadas. “De este modo establecen  fulcros mórbidos de naturaleza singular en el organismo físico, imponiendo a las células la desarmonía por lo cual la vulnerabilidad de  los recursos de defensa, sedimentan un  campo fértil  para la proliferación de bacterias patogénicas  en los tejidos menos propensos a la defensa. Cualquier enfermedad surge como efecto, residiendo a causa del desequilibrio de los reflejos de la vida interior, una vez que  los síntomas mentales depresivos influencia a la células fisiológicas.” (5)
Es obvio que, no lejos de la nutrición, el cuerpo paga pesados tributos de sufrimiento, puesto que posibilita la implantación de gran cantidad  de microorganismos patogénicos que, instalándose en las células orgánicas, pueden inducir a molestias infecciosas de caracteres múltiples. Sin embargo, no es solamente de esa forma que se originan los procesos patológicos multiformes. Nuestras emociones más profundas, cualquiera que sean, también, generan, agudas enfermedades.
Los reflejos de los sentimientos y pensamientos menos dignos que alimentamos se vuelven contra nosotros mismos, después de transformados en ondas mentales, tumultuando nuestras funciones neurológicas, y esos reflejos inconsecuentes, derramándose sobre el tejido cortical, generan alucinaciones que pueden variar del miedo  manifiesto al estado neurótico, situación en que los obsesores nos atienden con sugestiones destructoras, directa o indirectas, conduciéndonos a deplorables fenómenos de descontrol psicoemocional. Lo más importante es no olvidarnos, en ningún momento, de que solamente el amor cristiano puede impulsar  el correcto pensamiento y nos hace libres. Sin el amor  pleno, adolecemos, espiritualmente, por la insuficiencia del equilibrio intimo, imprimiendo en el cuerpo físico las distonía y las variadas patologías que le son consecuentes.
Por eso debemos tener mucho cuidado con lo que pensamos.

Jorge Hessen
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