¿
El tener mediumnidad conlleva alguna responsabilidad ?.-
Toda
persona que posea una facultad mediúmnica tiene una responsabilidad
moral que le obliga a su buen uso, pues no es casualidad que la
posea, sino que debe tener presente que es para beneficio de los
espíritus encarnados y desencarnados , así como para su propio
desarrollo evolutivo.
El
médium puede influir en la interpretación de la información que le
transmiten los espíritus comunicantes, debido a falta de higiene
mental, por la intervención de su súper ego, su conciencia, etc, o
bien por otros problemas humanos, como son las patologías de poder
o de egocentrismo, etc.
El
mejor médium es aquel que consigue que su facultad solamente sirva
como
instrumento o canal de manifestación a Espíritus positivos, sin
dejarse envolver por otros Espíritus mixtificadores de baja
condición moral , y sin perder de vista el importante objetivo de
emplear su mediumnidad para servir y ayudar a Seres sufrientes y
obsesores , mediante sus trabajos o actividades mediúmnicas.
Por
tanto el médium consciente de su responsabilidad se debe de
esforzar constantemente en ser ejemplo de virtudes humanas y en
llevar una vida sobria y sencilla, siendo desinteresado y
caritativo en la mayor medida posible, manteniendo una sintonía
espiritual lo más elevada posible. Asimismo deberá cuidar por
mantener un cuerpo sano y una mente sana, de modo que a ella solo
accedan espíritus moralmente sanos.
Todas
las manifestaciones de espíritus que reciba las deberá pasar
cuidadosamente por el tamiz de la razón, analizándolas
preferiblemente bajo el prisma de lo que aconseja la filosofía y el
conocimiento espírita, y huyendo así de la fácil credulidad y
del fanatismo. La vigilancia en este análisis debe ser siempre una
norma que no deberá descuidar, no impresionándose con nombres
pomposos ni con entidades engañosas que traen altas dosis de
banalidad.
Por el fruto se conoce al
árbol, y al médium se le conoce por su integridad y nivel moral,
cuando a través de su facultad solo se manifiestan Espíritus de
moral elevada, que jamás se contradicen o que usan un lenguaje
vulgar; sin embargo al médium de baja condición moral y por tanto
poco fiable, que mercadea con la mediumnidad y se alía con Espíritus
vulgares que vibran en su misma baja sintonía, y se complacen con
liviandades, si su facultad le es fuente de ingresos, aunque deje
de tenerla la sigue fingiendo para seguir viviendo del fraude y del
engaño. Los que así actúan teniéndose por espíritas,
posiblemente no sean conscientes del gran daño que hacen al
verdadero Espiritismo, al que emborronan, y a la mediumnidad que
presentan a la opinión pública como un fraude o una superstición.
Por
lo dicho anteriormente, el médium tiene el deber moral de vigilarse,
teniendo en cuenta de que es un ser humano falible como cualquier
otro, y portador de una facultad que le puede ser un instrumento de
felicidad o de desgracia, según el uso que le dé. Tiene la
responsabilidad moral de esforzarse por un mejoramiento espiritual
propio, que le permita atender a Seres elevados que tengan algo que
comunicar, y el único camino para lograr este mejoramiento es el
caminar con la Entidad Espiritual más elevada, que sea después de
Dios, el mayor exponente de su fe, como por ejemplo lo es Jesús para
los Cristianos; la cuestión es que vayan asumiendo el Pensamiento
Crístico
apoyado en una correcta educación espírita. Esto le llevará a un
aumento cada vez mayor de su capacidad de manifestar Amor y Caridad,
lo cual le conducirá a aumentar su capacidad de percepción
espiritual.
Asimismo
debe tener muy presente que siendo médium, tiene una facultad y
no la tiene por casualidad, ni es un juguete, sino que la tiene para
algo serio y positivo, y que deberá responder de su uso. Esto es así
de por vida, del mismo modo que el inteligente no puede dejar de
serlo voluntariamente, o el que sabe leer ya no puede volver a decir
que
no lee más, pues aunque no quiera toda palabra impresa que se ponga
ante su vista la leerá y sabrá lo que dice, pues en este ejemplo,
la facultad de la lectura ya es inherente a su realidad humana.
No
obstante lo dicho, hay casos de facultades mediúmnicas, que por
causa de mal uso con perjuicio grave de otras personas, finalmente
son retiradas o entorpecidas desde el plano espiritual, pues si un
médium se convierte en un obsesado y un coladero de Espíritus
malignos y obsesores, es mucho el daño que estos pueden hacer, en
él, cuando la mediumnidad está fuera de control. Esto mismo es lo
que ha sucedido a veces a médiums que lo eran realmente y por la
notoriedad alcanzada, llegaron a vivir cómodamente de su facultad;
cuando esta les fue retirada, tuvieron que seguir fingiendo por un
tiempo hasta que fueron descubiertos en el fraude.
- Jose Luis Martín-
“Precisa
dar de gracia lo que se recibe de gracia, porque es muy perjudicial y
antiespírita hacer de la protección de lo Alto una profesión
lucrativa.Es bueno hacer la caridad, pero es muy malo explotarla”
-Miguel
Vives (El tesoro de los espíritas)-
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AMOR A LA PATRIA
Amor a la patria, vemos aquí otro aspecto del Amor, digno de tener su propio apartado.
Denominación de Patria según la R.A.E.:
- Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
- Lugar, ciudad o país en que se ha nacido.
Mencionaremos que estas definiciones tienen únicamente el valor de su trasfondo material y, este está limitado al tiempo que permanecemos en una existencia física. Por ello, debemos aprender a diferenciar en estas definiciones entre; su significado material y su trasfondo espiritual. Ello gracias a los conocimientos que hemos venido incorporando a nuestro acerbo espiritual.
Siendo como realmente somos, seres espirituales, debemos insistir en ello una y otra vez. Nuestra percepción de las cosas cambia con el transcurso del tiempo y las experiencias. Con los años vamos sumando madurez y experiencia, aprendiendo a enfocar los asuntos con mayor precisión y conocimientos, usando el raciocinio y la lógica, la sensatez y el sentido común y no dejándonos influenciar por las pasiones y la impaciencia. En idéntico modo, vamos asumiendo nuestro rol espiritual, vamos ordenando ideas y dándoles su verdadero sentido y transcendencia.
Evidentemente, no podemos contemplar los problemas desde el mismo punto de vista estrictamente material qué, cuando conocemos y profundizamos los asuntos espirituales. Los planteamientos cambian y los resultados también.
En este asunto que estamos tratando, debemos ampliar la visión materialista de la palabra “Patria”. Una visión espiritual nos hace comprender que somos ciudadanos universales, participes de toda la Creación, o cuanto menos, como ciudadanos de este planeta al que pertenecemos. Unas veces encarnamos en un determinado país, en otras, en cualquiera de los demás que integran el planeta. Todo ello, siempre en virtud de los méritos y necesidades evolutivas de nuestro espíritu.
Nada más lejos de nuestra imaginación querer dar a entender que no debamos valorar y amar la tierra que nos ha dado cuna y cobijo. Pero este sentimiento no debe empujarnos a rechazar países o tierras vecinas con los que posiblemente mantengamos antiguas raíces que desconocemos. ¿Quién no guarda en la memoria algún déjà-vu visitando otros lugares? Hoy nacemos españoles, en el pasado, posiblemente romanos, franceses, ingleses, americanos…; dondequiera que nuestro camino espiritual nos llevase y, en el futuro seremos “ciudadanos” de otros planetas y mundos. La evolución nos lleva en multitud de vidas a lugares distintos, siempre en función de nuestras necesidades evolutivas. Bebemos de las fuentes que el destino nos aporta en cada momento.
El amor y el reconocimiento a la tierra que nos da cobijo llegan como un sentimiento natural originado por nuestras raíces humanas. Se incorpora a nuestro acervo espiritual, independientemente del lugar, región, país o continente dónde nos haya llevado nuestro devenir como entidades en evolución, necesitadas de experiencia y progreso.
Ahora bien, en determinados momentos transcendentales para un país o nación, es necesario, revestirse de un sentimiento patriótico de coraje y valentía, a fin de defender los valores y las propia patria, en defensa de los ataques e injusticias externas que puedan sobrevenir y que de hecho han acontecido en diversos momentos de la historia de la humanidad, como nos relata León Denis, en su obra “Después de la muerte”, y que dice así: ”Ningún testimonio de la intervención de los Espíritus en la vida de los pueblos es comparable a la historia conmovedora de la virgen de Domrémy. Al comienzo del siglo XV, Francia agonizaba bajo el pie de hierro de los ingleses. Con la ayuda de una joven, de una niña de dieciocho años, (Juana de Arco); las potencias invisibles reaniman a un pueblo desmoralizado, despiertan el patriotismo extinto, inflaman la resistencia y salvan a Francia de la muerte”.
No obstante, los conocimientos espirituales nos ayudan a descartar los fanatismos que pudiésemos sentir hacia cualquier país pues, nos insisten en la temporalidad de las existencias físicas. El sentimiento de gratitud debe permanecer siempre y nada debe arredrarnos cuando sentimos una deuda de gratitud con nuestro país, si con ello beneficiamos su desarrollo.
Cuando el espíritu se ve libre de materia, tiene una visión y un sentimiento de justicia mucho más amplios, deja de considerarse ciudadano de un lugar concreto para convertirse en ciudadano del Universo. Atrás quedan los fanatismos, pasiones y vínculos materiales que confunden nuestro caminar, generando deudas para futuras existencias.
Todo aquello que separa a los seres humanos suele ser fruto del egoísmo, del fanatismo y de pretensiones equivocadas; son los síntomas de la inferioridad moral de aquellos que enarbolan banderas para crear diferencias entre personas.
Hay que guardar serias reservas hacia estas tendencias pues, a consecuencia del apasionamiento y del fanatismo, caemos en la falta de respeto y en el desamor hacia otros pueblos, hace que nos creamos superiores, que les ataquemos y menospreciemos, que volquemos nuestros resentimientos hacia ellos, creyendo que al hacerlo estamos defendiendo lo nuestro. Olvidamos que el destino puede, perfectamente, hacernos encarnar en un futuro, en diferentes lugares para, de ese modo hacernos comprender que somos espíritus, hermanos universales, sin distinción de razas y credos.
Los ricos de hoy son los pobres del mañana, la bandera que hoy nos representa puede ser mañana la de nuestro adversario. Si sentimos aversión hacia una comunidad, mañana puede ser la nuestra. Seamos pues consecuentes y dejemos de lado los nacionalismos y todo aquello que por su temporalidad, es únicamente una herramienta de progreso que nos ha de servir para forjar interiormente la verdadera grandeza: “Servir con amor a nuestro prójimo” sea cual sea su origen.
De índole similar son los sentimientos entre razas. Existen personas que albergan sentimientos de odio hacia otras razas por el mero hecho de ser y pensar de diferente modo. Todos conocemos ejemplos de estos odios. El espíritu carece de raza, color y nacionalidad y, este es un conocimiento que esta Humanidad debe tener muy presente, especialmente cuando está en camino de una imparable transformación moral.
Afirmaban los religiosos de América del Norte, que los negros servían únicamente para ser esclavos porque no tenían alma. Que Dios no era negro, sino blanco y, con este obtuso argumento apoyaban la esclavitud. ¿Quizás ellos habían visto a Dios para afirmar que era blanco? (Extraído de la obra de Martin Luther King, La fuerza de Amar.)
Hoy viene sucediendo algo similar, la falta de conocimiento espiritual, junto con los defectos que llevamos impresos en nuestra personalidad nos llevan a apasionarnos, a fanatizarnos con la bandera de nuestra región o país, con nuestra religión, con la política, con el deporte… absolutamente con todo. Contaminamos el mundo con nuestros defectos morales y la ignorancia espiritual.
La vanidad y el orgullo mal entendidos nos impiden ver el lado bueno de las personas. Existen quiénes, teniendo algún tipo de conocimiento espiritual, por no ponerlo en práctica y no trabajar en su mejora interna, incurren en este tipo de errores. Su responsabilidad será aun mayor.
“Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Esta sencilla frase del Maestro traza una clara línea para darnos a entender y distinguir entre; lo que es material y por ello temporal y, lo que es espiritual, eterno. Hay que defender y amar a nuestra tierra, pero esto no debe llevarnos a prácticas xenófobas, a la falta de respeto y consideración hacia todo aquel diferente a nosotros. Recapitulemos pues sobre las consecuencias que esto puede acarrear a nuestras próximas existencias. Aprendamos la lección.
La justicia es inmanente, tenemos libertad para actuar pero, esa misma Ley kármica pondrá en marcha los ajustes necesarios para conseguir que aprendamos a evitar a los demás aquello que no deseamos para nosotros.
Fermín Hernández Hernández
© 2017, Amor, Paz y Caridad
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NO ES LA RELIGIÓN LA QUE HA FALLADO
Hubo un tiempo en que la rudeza del hombre
requería de mano firme y ley férrea. Era
necesario que la Justicia divina se diera a
conocer. La Primera Revelación se encargó de
aplacar la brutalidad animal de aquellos infantes
espirituales y darles un código moral. Lejos
estaba de la justicia perfecta, pero era un
comienzo.
Cuando la antigua Jerusalén, cuando el
pueblo judío estaba gobernado por doctores de
la ley mosaica autoproclamados campeones de
los hombres, los lujos de los líderes religiosos,
vasos limpios por fuera y sucios por dentro,
contrastaban con la insalubridad del valle de los
leprosos, donde personas honradas, repudiadas
por amigos y familia, yacían abandonadas a Dios
concluyendo su etapa de degradación sin
perturbar el orden público.
Fueron los tiempos de la Segunda Revelación.
Fueron los tiempos del carpintero de Nazaret
caminando sobre la Tierra y demostrando el
poder de la fe completa. Ejerciendo curaciones
naturales a los ojos del Eterno, sobrenaturales a
los del hombre. Moviendo montañas con un
grano de fe. Iluminando las conciencias por
donde pasaba. Obrando conversiones hasta con
su sola presencia.
Los corazones más endurecidos de la época
fueron incapaces de entender el mensaje.
Conocían la justicia de Dios, pero no su amor, ni
su bondad. Con todo, la experiencia quedaría
grabada en los pliegues de sus espíritus para
siempre. El Maestro enviado a rendir ejemplo
sincero, terminó de impartir su lección en la cruz
a la que fue conducido por quienes no podían
soportar su luz.
En las décadas posteriores, aparte de algunos
corazones bondadosos, cristianos de
sentimiento si bien no de verbo, el único
movimiento organizado y dedicado a atender a
todos esos espíritus sufrientes, era el secundado
por los primeros discípulos de Jesús,
encabezados por aquellos de los Doce que
estaban dispuestos a perpetuar su palabra.
Los edificios donde se atendía a los afligidos
estaban apenas dotados de lo mínimo necesario
para aportarles cobijo y paz, y propiciar
concentración en la tarea a aquellos que dentro
de él trabajaban. Las persecuciones a los
primeros cristianos no hicieron sino centrar la
atención sobre el movimiento reformador, y
aumentar la curiosidad de muchos que
acabarían adhiriéndose, sedientos de consuelo
en medio de la iniquidad.
Con el tiempo, corazones cautivados por la
bondad y la pureza de los cristianos devotos se
sumaron a la Causa. Concluían reencarnaciones
relativamente poco pobladas de
desenvolvimiento crístico, salvo por el hecho
mismo de encontrarse con el movimiento
cristiano activo y dejarse convencer por la
belleza de su moral, y desde el plano espiritual
accedieron a programar, bajo la tutela y sabio
consejo de espíritus milenarios, más avanzados
en conocimiento y moral, dignos encargados de
las divinas tareas de planificación planetaria,reencarnaciones en las que poco a poco se
desprenderían de sus hábitos pasados, como
quien retira capas de óxido, para quedarse,
algún día, cuya lejanía dependería de sus
propios esfuerzos, con la blancura de la trinidad
formada por una cabeza que entiende a Dios, un
corazón que se somete a sus designios, y unas
manos que se entregan laboriosas a la tarea.
El grado de éxito de los nuevos adheridos
varió según la fuerza de voluntad de los mismos.
Aquellos que se mantuvieron firmes en el
camino recto sirvieron de ejemplo a los demás
discípulos. Triunfadores sobre la materia,
lucharon y vencieron en las batallas del
autoconocimiento. Se sobrepusieron a las
aflicciones y a las decepciones de otros
compañeros de camino, y siguieron la estela de
Aquel que nunca falla. Trabajaron, y cumplieron.
Al regresar a casa, tuvieron la recompensa del
justo, en forma de paz de conciencia, y
reencuentros con antiguos familiares, entidades
de luz, que les recibieron como veteranos
victoriosos de sus pruebas.
Los hubo que, trabajadores incansables,
completaron existencias honradas
desempeñando cargos en segundo plano. No
estando, o no sintiéndose preparados para
ejercer de rostros visibles, aceptaron de buen
grado funciones de cuidado interno, siendo
apoyos fiables para aquellos compañeros a los
que se les encomendaría el estandarte. Estos
modestos obreros, tan fiables como necesarios,vivieron a la estela de hermanos mayores;
celebraron de corazón el ascenso de sucesores;
superaron sus propias envidias y celos; y
ganaron para la posteridad un tesoro de
crecimiento moral y humano, que sumado al
aprendizaje doctrinario, habría de capacitarlos
para labores de mayor rango. Por su lealtad en
pocos talentos, recibieron cientos.
Otros, con recursos limitados para
comprender la verdadera esencia del Cristo,
dada la distancia espacial, temporal, y sobre
todo moral, construyeron, en lo íntimo de su ser,
el edificio de su fe renovada, de sus nuevos
valores, aprovechando piedras, vestigios de sus
antiguas creencias, con resultados más o menos
aberrantes. Retuvieron, en su acervo de
conocimiento doctrinario, huecos, confusiones,
de los que se resentía su convicción y se limitaba
su capacidad persuasiva; a través de esos
espacios dejaron deslizar caprichos del ego, que
sostenían viva la tenue vela de primitivismo
animal que estaba condenada a apagarse. Sin
entregarse totalmente a la Causa, dieron parte
de sí mismos para salvación de sus conciencias. Y
su salario fue proporcional a sus esfuerzos.
Para algunos, en fin, las grietas de fe fueron
demasiadas… El hombre viejo al que
perdonaron la vida, se escondería en las grutas
oscuras de su bagaje espiritual, malviviendo de
instantes de desliz moral, temeroso del
escándalo. Intentando en vano esconderse del
Eterno que todo lo ve y todo lo sabe. Algunas de
esas pobres ovejas abandonarían los caminos de
la fe, otras creerían poder ocultar sus llagas, y
creyendo (o fingiendo) prestar un servicio,
harían más mal que bien al desprestigiar la causa
trascendental para la cual “trabajaban”. Hasta ser
destituidos por lo Alto, una vez agotadas todas
sus oportunidades de reformación dentro del
movimiento, sonada la corneta del relevo
necesario, en un justo control de daños para con
la familia cristiana.
El que debiera haber sido el edificio cálido y
modesto de fe cristiana rindiendo tributo a lo
divino, retuvo trazas de lujo y ostentación, del
fariseísmo acomodaticio; fragmentos de muro
frío, del cientifismo materialista; imágenes de
culto, del paganismo supersticioso; brechas
antrópicas, una por cada defecto humano,
puertas traseras, dando paso libre a las
inclemencias de la historia de la humanidad.
Impurezas que disminuían el rendimiento de la
tarea cristiana y se acrecentaban con la llegada
de nuevos conversos. ¡Cuál sería el disgusto de
los predecesores, al ver la deformación del
propósito elevado, que a tantas conciencias
condenaría al desánimo y al letargo…!
La alianza de la iglesia a los poderes de la
Tierra ayudó a extender la palabra, pero también
a adulterarla. Bastaron pocos siglos para que las
élites mundanas moldearan a su gusto y
conveniencia los preceptos de una línea
eclesiástica que, al principio por sobrevivir,
después por comodidad, se tornó demasiado
flexible, voluble. Que permitió la limitación del
alcance de la gracia divina a pequeñas esferas
bañadas en la riqueza de la transitoriedad.
Luego vinieron las escisiones. Discípulos que
abrían abismos por no saber cerrar grietas.
Circunscribían la felicidad eterna a preceptos
efímeros, que con el paso de los siglos retocarían
casi a placer. Propugnaban obras nuevas, o
versiones apócrifas de obras conocidas. A su
paso, desdecían lo que las otras facciones
decían, deshacían lo que las otras hacían.Asumían la pesada responsabilidad de decirse
portadores únicos de la verdad. Se lanzaban el
anatema, e impotentes para aniquilar las ideas,
quemaban libros y a personas.
No sin motivo recomendó el Cristo a sus
aprendices que evitaran las disensiones. De ellas
nació la indiferencia del vulgo. En vista de tantas
corrientes difiriendo en sus principios,
condenándose entre ellas a las llamas del
infierno, ¿cómo no iba el espíritu indeciso, la
oveja desorientada, a pensar que, eligiera la
variante que eligiera, acabaría abocado al
infierno por todas las que descartara? Y sin saber
cuál de todas ellas estaba próxima a la realidad,
¿cómo no iba a concluir que daba igual
quedarse con una u otra, si el resultado final iba
a ser el mismo?
Los tiempos avanzaban, y el crecimiento del
raciocinio humano reclamaba explicaciones
lógicas, argumentos más sólidos. Rechazando las
comprobaciones positivas de la ciencia, que
debían ser acogidas como un amigo que viene a
ratificar sus palabras, y no como un invasor vil, el
inmovilismo dejó que la religión fuera segregada
de la vida pública, que perdiera credibilidad. La
palabra religiosa comenzó a ser asociada a
mentes de miras cerradas.
Del fundamentalismo de los representantes
religiosos nació la incredulidad popular. En vista
de pastores y parroquianos prescribiendo las
doctrinas de los ángeles caídos; de la creación en
seis días, a pesar de los descubrimientos
científicos; del fuego eterno y las penas no
proporcionadas a la falta, incluso para quienes
nacieran, vivieran y murieran sin llegar a conocer
sus postulados; ¿cómo podía el espíritu
indagador no acusar una falta de lógica en
aquellos argumentos? Y viéndolos faltos de
recursos para explicar la justicia de las aflicciones
desde la unidad de existencias, ¿cómo podía no
despecharse de la espiritualidad y abandonarse
al materialismo?
Así fue como tantas conciencias ávidas de
felicidad, decepción tras decepción, dormitarían
durante años o vidas en los senderos de la
incredulidad, el tedio, el desaliento, la
impiedad... Y en vista del flaco trabajo hecho por
tantos discípulos, ¿es de sorprender? Todas y
cada una de las cicatrices en el rostro de la
religión provienen de mano humana, no divina.
Y la humanidad preadolescente, en su
propensión a tomar la parte por el todo, y los
juicios rápidos, asoció la perdición de algunos a
la de toda la Causa. De la sombra de la
invigilancia nacieron las sectas del cinismo, el
agnosticismo, la misantropía, la detracción…Dos mil años después, la sociedad sigue
gobernada por orgullosos campeones
materialistas, rodeada de valles de leprosos
morales, que no dejan de proliferarse,
alimentados por tantas herramientas de
perdición. La puerta ancha se ha hecho muy
ancha. Religiosos “no practicantes”, y
descreyentes “no buscadores” que repudian la fe
religiosa, aun la sincera procedente de personas
de buen corazón, y vilipendian cualquier
esfuerzo de hacer del mundo un lugar mejor, sin
hacer ellos mismos ninguna propuesta. Ovejas
descarriadas, que ante cada vicisitud de la vida,
suspiran a su modo por alguien que les dé
consuelo, que calme su sed. Alguien que se
encargue del trabajo que ya debería haberse
hecho.
Con todo, a pesar de las dudas, los defectos,
los vicios y hasta las fechorías de algunos de sus
sirvientes, la palabra cristiana se extendió lo
suficiente para arrojar luz sobre casi cualquier
rincón del globo. Tal es la fuerza del mensaje
divino. No faltaron puntales, ni corazones
bondadosos dispuestos a colaborar, en el
cristianismo y en todas las religiones sinceras
que guían hacia la plenitud.
La psique humana, suficientemente
desarrollada para la compresión profunda de los
secretos del cielo, y a pesar de todo,
indeseablemente apartada de la obediencia que
caracteriza al buen heredero, requiere de una
explicación más completa de por qué es
necesario admirar la Creación.
Llegaron los
tiempos de la Tercera Revelación.
No falló la religión: fallaron los religiosos. Y en
vísperas de la nueva era de regeneración, la
Doctrina Espírita, impartida por los espíritus
superiores, codificada por Allan Kardec,
consolida la Buena Nueva en firme soporte
científico, filosófico y moral. Lejos de reivindicar
el monopolio de la verdad, se torna humilde y
proclama: “Fuera de la caridad no hay salvación”.
Divina herramienta de salvación al alcance de
todos, no circunscrita a rangos de edad, sexo,
credo, posición social o condición religiosa.
Siendo Dios sabio y justo, ¿cómo podía ser de
otro modo?
Propugnada no por creyentes, sino sapientes,
impulsados no por fe ciega, sino fe razonada, ha
de avanzar y propiciar la reconciliación de la
ciencia y la religión, la caída de muros entre
hermanos, y en definitiva reparar el daño hecho
por falsos defensores de la verdad, recordando
que la verdad siempre ha sabido sostenerse por
sí misma, y que en realidad son ellos los
defendidos. No siendo el Espiritismo la religión del futuro, sino
el futuro de las religiones, ha de devolver el
mensaje de Dios, de la inmortalidad del alma y
de la pluralidad de existencias a todo su
esplendor.
Si bien los actos ordinarios de la vida de
Cristo, los milagros, las profecías, y las palabras
que sirvieron para establecer los dogmas de la
Iglesia han sido objeto de controversia, su
enseñanza moral ha subsistido inatacable. Y
es a esa última baliza que nos aferramos los
espíritas, antiguos espíritus impíos en redención,
antiguos trabajadores carentes en reeducación,
apurando los últimos latidos del reloj de la
evolución antes de la medianoche del reajuste
planetario.
Érigos- Revista Actualidad Epiritista-
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DIÁLOGO ENTRE UN SACERDOTE
CATÓLICO Y ALLAN KARDEC
Dialogo tercero. El sacerdote.
Un Sacerdote. PREGUNTA - ¿Me permitirá usted, caballero, que le dirija algunas preguntas?
RESPUESTA DE A.K. - Con mucho gusto. Pero, antes de responderlas, creo útil manifestarle el terreno en que espero colocarme para responderle.
Un Sacerdote. PREGUNTA - ¿Me permitirá usted, caballero, que le dirija algunas preguntas?
RESPUESTA DE A.K. - Con mucho gusto. Pero, antes de responderlas, creo útil manifestarle el terreno en que espero colocarme para responderle.
Debo manifestarle que de ningún modo pretenderé convertirlo a nuestras ideas. Si desea
conocerlas detalladamente, las encontrará en los libros donde están expuestas; allí las
podrá usted estudiar detenidamente, y libre será de rechazarlas o aceptarlas.
conocerlas detalladamente, las encontrará en los libros donde están expuestas; allí las
podrá usted estudiar detenidamente, y libre será de rechazarlas o aceptarlas.
El Espiritismo tiene por objeto combatir la incredulidad y sus funestas consecuencias, dando pruebas patentes de la existencia del alma y de la vida futura. Se dirige, pues, a los que no creen en nada o que dudan, y usted lo sabe, el número de ellos es grande. Los que tienen una fe religiosa, y a los que basta esa fe, no tienen necesidad de él. Al que dice: "Yo creo en la autoridad de la Iglesia y me atengo a lo que enseña sin buscar nada más", el Espiritismo responde que no se impone a nadie ni viene a forzar convicción alguna.
La libertad de conciencia es una consecuencia de la libertad de pensar, que es uno de los
atributos del hombre, y el Espiritismo se pondría en contradicción con sus principios de
caridad y tolerancia si no la respetase. A sus ojos, toda creencia, cuando es sincera y no
induce a dañar al prójimo, es respetable aunque fuese errónea.
Si alguien se empeña en creer, por ejemplo, que es el Sol el que da vueltas y no la Tierra, le diríamos: Créalo usted, si le place; porque eso no impedirá que la Tierra dé vueltas; pero del mismo modo que nosotros no procuramos violentar su conciencia, no procure usted violentar la de otros. Si convierte usted en instrumento de persecución una creencia inocente en si misma, se trueca en nociva y puede ser combatida.
atributos del hombre, y el Espiritismo se pondría en contradicción con sus principios de
caridad y tolerancia si no la respetase. A sus ojos, toda creencia, cuando es sincera y no
induce a dañar al prójimo, es respetable aunque fuese errónea.
Si alguien se empeña en creer, por ejemplo, que es el Sol el que da vueltas y no la Tierra, le diríamos: Créalo usted, si le place; porque eso no impedirá que la Tierra dé vueltas; pero del mismo modo que nosotros no procuramos violentar su conciencia, no procure usted violentar la de otros. Si convierte usted en instrumento de persecución una creencia inocente en si misma, se trueca en nociva y puede ser combatida.
Tal es, señor sacerdote, la línea de conducta que he observado con los ministros de
diversos cultos que a mí se han dirigido. Cuando me han interrogado sobre puntos de la
doctrina, les he dado las explicaciones necesarias, absteniéndome empero de discutir
ciertos dogmas, de que no debe ocuparse el Espiritismo, ya que cada uno es libre de
apreciarlos. Pero jamás he ido en busca de ellos con el intento de destruir su fe por medio
de la coacción. El que a nosotros viene como hermano, como hermano lo recibimos. Al que
nos rechaza le dejamos en paz. Este es el consejo que no ceso de dar a los espíritas,
porque jamás he elogiado a los que se atribuyen la misión de convertir al clero. Siempre les he dicho: Sembrad en el campo de los incrédulos, que en él hay abundante mies que
recoger.
diversos cultos que a mí se han dirigido. Cuando me han interrogado sobre puntos de la
doctrina, les he dado las explicaciones necesarias, absteniéndome empero de discutir
ciertos dogmas, de que no debe ocuparse el Espiritismo, ya que cada uno es libre de
apreciarlos. Pero jamás he ido en busca de ellos con el intento de destruir su fe por medio
de la coacción. El que a nosotros viene como hermano, como hermano lo recibimos. Al que
nos rechaza le dejamos en paz. Este es el consejo que no ceso de dar a los espíritas,
porque jamás he elogiado a los que se atribuyen la misión de convertir al clero. Siempre les he dicho: Sembrad en el campo de los incrédulos, que en él hay abundante mies que
recoger.
El Espiritismo no se impone, porque, como he dicho, respeta la libertad de conciencia. Sabe, por otra parte, que toda creencia impuesta es superficial y sólo da las apariencias de fe, pero no la fe sincera. A la vista de todos expone sus principios, de modo que pueda cada uno formar opinión con conocimiento de causa. Los que los aceptan, laicos o sacerdotes, lo hacen libremente y porque los encuentran racionales; pero de ninguna manera abrigamos mala voluntad respecto de los que no son de nuestro parecer. Si hay lucha entre la Iglesia y el Espiritismo, estamos convencidos de que no la hemos provocado nosotros.
QUE ES EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.
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VIGILEMOS EL
PENSAMIENTO, PUES ES DEMASIADO PODEROSO
Podemos conceptuar
el pensamiento como un flujo de ideas, símbolos y asociaciones, cuyos elementos
consisten en agrupar y coordinar imágenes, en prenderles las conexiones
constituidas, con el fin de retocarlas y agruparlas en nuevas correlaciones más
o menos originales y completas según la mayor o menor potencia intelectual del individuo, junto con la
capacidad de percepción y comparación, para promover la asociación de ideas.
El proceso por el
cual se opera el fenómeno del pensamiento es problema que la ciencia oficial no
puede, hasta hoy, desbandar. Podemos
interpretar el “pensamiento” como algo
que se tiene “en mente”, cuando se refleja
con el propósito de conocerse algo y entender alguna cosa. En cuanto a
la mente, es algo abstracto, equivalente
al espíritu, a la inteligencia, y por la cual entendemos el que dentro de ella se encuentra bajo la forma
de idea, de concepto y de representación.
El pensamiento
tiene como objeto: las cosas, o mejor, las ideas de las cosas y es, sin duda,
fuerza creadora de nuestra propia alma y, por esto mismo, es la continuación de nosotros mismos. A
través de él, actuamos en el medio en que vivimos y procedemos, estableciendo
el padrón de nuestra influencia, en el bien o en el mal.
Filosóficamente,
observamos que hay la realidad que depende de la existencia de un observador y
la realidad que es independiente del
observador. Elementos como átomos, fuerza, gravedad, fotosíntesis, son ejemplos de que existe independientemente del observador- es la realidad natural. En
contrapartida, dinero, propiedad y gobierno son ejemplos que dependen de
nosotros para existir – es la realidad social, cultural, existencial. El peso
que las ideas o palabras ejercen sobre
nuestras acciones, sobre nuestros estados emocionales, sobre la construcción de
nuestras vidas, casi siempre es inmenso.
El pensamiento
actua a la manera de onda, con una velocidad muy superior a la de la luz, y la
mente es la dinamo generadora de la fuerza creativa. Siendo materia, la onda
mental es formada por corpúsculos, los
cuales André Luiz denominó de “partículas mentales, que se expresan como ONDAS Y FORMAS MENTALES.” (1) En
situaciones extraordinarias de la mente, excitación de los micros “núcleos
atómicos mentales”, cuáles sean, las emociones profundas, los dolores
indivisibles, las laboriosas y aturadas
concentraciones de fuerza mental o las suplicas aflictivas, el dominio
de los pensamientos emite rayos muy
cortos, teóricamente semejantes a los que se aproximan a los rayos gama.
Decididamente,
muchas de nuestras acciones solo acontecen porque pensamos algo, deseamos algo,
acreditamos en algo, tememos algo, o sea, hay un estado subjetivo que provoca
un tipo de movimiento en el concreto mundo. Si eso es hecho – y es difícil,
empíricamente, dudar de ese hecho – entonces, la interferencia de lo que
pensamos sobre lo que vivimos es mucho mayor de lo que, habitualmente,
imaginamos. De esta forma, el dicho popular, “cuidado con lo que usted piensa”,
posee un sentido mucho más amplio. A rigor, nuestros pensamientos
interfieren y determinan nuestras
acciones, nuestros posicionamientos, y el mundo en que vivimos se
constituye a partir de la interferencia
de esas acciones nuestras sobre él.
Tenemos, entonces,
pensamientos que generan acciones, que generan pensamientos, que generan acciones. Acciones que generan el
mundo, que genera acciones. El pensamiento del otro que constituye mi pensamiento, que constituye el pensamiento
del otro. ¿Cuáles son los límites, las líneas divisorias entre esos elementos?
Creo no es posible, establecer esos
límites, o sea, cuando un elemento termina y el otro comienza. No hay
fronteras, territorios específicos del pensar, del actuar, de yo, del otro. La
constatación de la fluidez de nuestro
pensar y, consecuentemente, de nuestras acciones, en fin, de aquello que somos,
tal vez permita una mejor comprensión de cómo vivir en un mundo, donde no
haya una única posibilidad, más todas
las posibilidades, o sea, donde todo sea posible.
Bajo el punto de
vista espirita, “nuestro pensamiento residirá donde proyectemos nuestros
pensamientos, cimientos vivos del bien o del mal”. (2) Los pensamientos
negativos corrompen los fluidos espirituales, como los miasmas deletéreos
corrompen el aire respirable, o sea, el optimismo es expansión de la luz y el
pesimismo es condensación de la sombra. Los infelices imaginan que el viento
gime; los alegres y llenos de optimismo confirman que el canta, hasta porque la
vida tiene el colorido que le damos, pues el mundo es como un espejo: devuelve
a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos.
Los fluidos que
envuelven a los Espíritus obsesores, lo que estos proyectan, son viciados,
variando de acuerdo con el grado de imperfección de cada uno, al paso que los
que envuelven los Benefactores espirituales, o que ellos emiten, son puros, tanto como comporta el grado de
perfección moral que hayan conquistado. “El pensamiento es el generador de los
infra corpúsculos o de las líneas de fuerza del mundo subatómico, creador de:
corrientes del bien o del mal, grandeza o decadencia, vida o muerte, según la
voluntad que exterioriza y dirige.” (3)
Otro aspecto a
considerar es que tanto los buenos pensamientos como los malos, emitidos por un
ser encarnado, afectan, considerablemente. Las mentes de hermanos, también
encarnados, en fajas mentales equivalentes.
Es imprescindible comprender que, después de la muerte del cuerpo
físico, proseguimos desenvolviendo los pensamientos que cultivamos en la
experiencia carnal. Nuestros pensamientos generan nuestras acciones y nuestras
acciones generan los pensamientos de los otros. Toda carga que el pensamiento
exterioriza y proyecta, alcanza a aquel
a quien va dirigido. Cuando es benigno y
edificante, se ajusta a las Leyes que
nos rigen, creando armonía y felicidad. En cambio, cuando es desequilibrado y
deprimente, establece aflicción y ruina. En otras palabras: el pensamiento
actúa y re actúa, propiciando para el emisor todo lo que sustenta, como,
también, todo lo que carga a quien pretende dirigir. Determina para cada
criatura los estados psíquicos que varían según los tipos de emociones y
conducta a que se aficiona. “Esa corriente de partículas mentales se
exterioriza de cada espíritu con calidad de inducción mental, tanto mayor cuanto más amplios se evidencia,
las facultades de concentración y el
tenor de persistencia rumbo a los objetos que demande.” (4)
El sentimiento de amor cristiano puede
impulsar el correcto pensamiento, sin los cuales adolecemos por la insuficiencia
de equilibrio intimo, imprimiendo en el cuerpo físico las distonía y las
variadas patologías que le son consecuentes. Para términos de salud, es importante
saber como estamos pensando. Los pensamientos negativos operan en
nuestro estado interior determinada perturbación, instaurando desarmonías de
grandes proporciones en los centros del alma y provocando lesiones funcionales variadas. “De este modo
establecen fulcros mórbidos de
naturaleza singular en el organismo físico, imponiendo a las células la
desarmonía por lo cual la vulnerabilidad de
los recursos de defensa, sedimentan un
campo fértil para la
proliferación de bacterias patogénicas
en los tejidos menos propensos a la defensa. Cualquier enfermedad surge
como efecto, residiendo a causa del desequilibrio de los reflejos de la vida
interior, una vez que los síntomas
mentales depresivos influencia a la células fisiológicas.” (5)
Es obvio que, no lejos de la nutrición, el
cuerpo paga pesados tributos de sufrimiento, puesto que posibilita la
implantación de gran cantidad de
microorganismos patogénicos que, instalándose en las células orgánicas, pueden
inducir a molestias infecciosas de caracteres múltiples. Sin embargo, no es
solamente de esa forma que se originan los procesos patológicos multiformes.
Nuestras emociones más profundas, cualquiera que sean, también, generan, agudas
enfermedades.
Los reflejos de los sentimientos y
pensamientos menos dignos que alimentamos se vuelven contra nosotros mismos,
después de transformados en ondas mentales, tumultuando nuestras funciones
neurológicas, y esos reflejos inconsecuentes, derramándose sobre el tejido
cortical, generan alucinaciones que pueden variar del miedo manifiesto al estado neurótico, situación en
que los obsesores nos atienden con sugestiones destructoras, directa o
indirectas, conduciéndonos a deplorables fenómenos de descontrol
psicoemocional. Lo más importante es no olvidarnos, en ningún momento, de que
solamente el amor cristiano puede impulsar
el correcto pensamiento y nos hace libres. Sin el amor pleno, adolecemos, espiritualmente, por la
insuficiencia del equilibrio intimo, imprimiendo en el cuerpo físico las
distonía y las variadas patologías que le son consecuentes.
Por eso debemos tener mucho cuidado con lo que
pensamos.
Jorge Hessen
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