lunes, 27 de febrero de 2017

NUESTRA CASA




                                                                       
                                   
                                              UNA CONVERSIÓN

Un señor, al que designaremos con el nombre de Georges, farmacéutico en una ciudad del Sur, hacía poco había visto desencarnar a su padre, objeto de toda su ternura y de una profunda veneración. El Sr. Georges padre unía a una sólida instrucción todas las cualidades que hacen al hombre de bien, aunque profesaba opiniones muy materialistas. Al respecto, su hijo compartía e incluso sobrepasaba las ideas de su padre; dudaba de todo: de Dios, del alma, de la vida futura. El Espiritismo no podía concordar con tales pensamientos. Sin embargo, la lectura de El Libro de los Espíritus le produjo una cierta reacción, corroborada por una conversación directa que hemos tenido con él. «Si mi padre pudiese responderme –decía–, yo no dudaría más.» Fue entonces que tuvo lugar la evocación que vamos a narrar, y en la cual encontraremos más de una enseñanza.

 –En el nombre del Todopoderoso ruego a mi padre, en Espíritu, que se manifieste. ¿Estáis cerca de mí? «Sí.»
–¿Por qué no os manifestáis a mí directamente, ya que nos hemos amado tanto? «Más adelante.» –¿Podremos reencontrarnos un día? «Sí, pronto.»
– ¿Nos amaremos como en esta vida? «Más.»
–¿En qué estado os halláis? «Soy feliz.»
–¿Estáis reencarnado o errante? «Errante por poco tiempo.»
–¿Qué sensación habéis tenido cuando dejasteis vuestra envoltura corporal? «Turbación.»
–¿Cuánto tiempo ha durado esa turbación? «Poco para mí, mucho para ti.»
 –¿Podéis apreciar la duración de esa turbación, según nuestra manera de contar? «Diez años para ti, diez minutos para mí.»
–Pero no ha transcurrido todo ese tiempo desde que os he perdido, puesto que no han pasado más que cuatro meses. «Si tú, que estás encarnado, estuvieses en mi lugar, hubieras sentido ese tiempo.»
–¿Creéis ahora en un Dios justo y bueno? «Sí.»
–¿Y creíais en Él en vuestra vida en la Tierra? «Lo presentía, pero no creía en Él.»
– ¿Dios es Todopoderoso? «No me he elevado hasta Él para medir su poder; sólo Él conoce los límites de su poder, porque sólo Él es su igual.»
–¿Se ocupa Él con los hombres? «Sí.»
– ¿Seremos punidos o recompensados según nuestros actos? «Si haces el mal, sufrirás por ello.»
 –¿Seré recompensado si hago el bien? «Avanzarás en tu senda.»
–¿Estoy en la buena senda? «Haz el bien y lo estarás.»
–Creo ser bueno, pero yo sería mejor si como recompensa pudiese un día encontraros. «¡Que este pensamiento te sostenga y te dé coraje!»
 –¿Mi hijo será tan bueno como su abuelo? «Desarrolla sus virtudes, sofoca sus vicios.»
–Esto me parece tan maravilloso que no puedo creer que nos comuniquemos así en este momento. «¿De dónde viene tu duda?»
– De que por compartir vuestras opiniones filosóficas, me incliné a atribuir todo a la materia. «¿Ves a la noche lo que ves de día?»
 – ¡Oh, padre mío! ¿Estoy, entonces, en la noche? «Sí.»
–¿Qué veis de más maravilloso? «Explícate mejor.»
–¿Habéis encontrado a mi madre, a mi hermana, y a Ana, la querida Ana? «Las he vuelto a ver.»
–¿Las veis cuando queréis? «Sí.»
 –¿Os es penoso o agradable que me comunique con vos? «Es una felicidad para mí si puedo llevarte hacia el bien.»
–Al regresar a casa, ¿cómo podría hacer para comunicarme con vos, lo que me vuelve tan feliz? Eso serviría para conducirme y ayudarme mejor a educar a mis hijos. «Cada vez que un movimiento te lleve hacia el bien, síguelo; seré yo quien te ha de inspirar.»
–Me callo por temor a importunaros. «Habla más, si quieres.»
–Ya que me lo permitís, os haré todavía algunas preguntas. ¿De qué afección habéis muerto? «Mi prueba había llegado a su término.»
– ¿Dónde habíais contraído el absceso pulmonar que se hubo producido? «Poco importa; el cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo.»
 –¿De qué naturaleza es la enfermedad que me despierta tan a menudo de noche? «Lo sabrás más adelante.»
–Creo que mi afección es grave y quisiera vivir aún para mis hijos. «No es nada; el corazón del hombre es una máquina de vida; deja actuar a la Naturaleza.»
–Ya que estáis aquí presente, ¿con qué forma lo estáis? «Con la apariencia de mi forma corporal.»
–¿Estáis en un lugar determinado? «Sí, detrás de Ermance» (la médium).
–¿Podríais aparecernos visiblemente? «¿Para qué? Tendríais miedo.»
–¿Nos veis a todos aquí reunidos? «Sí.» –¿Tenéis una opinión sobre cada uno de los aquí presentes? «Sí.»
 –¿Quisierais decir algo a cada uno de nosotros? «¿En qué sentido me haces esta pregunta?» – Desde el punto de vista moral. «En otra ocasión; por hoy ha sido suficiente.»

El efecto que esta comunicación produjo en el Sr. Georges fue inmenso, y una luz totalmente nueva parecía ya aclarar sus ideas; en una sesión que tuvo lugar al día siguiente en la casa de la señora Roger, sonámbula, acabó de disipar las pocas dudas que pudieron haber quedado. He aquí un extracto de la carta que nos ha  escrito al respecto. «Esta dama ha entrado espontáneamente conmigo en detalles muy precisos en lo que atañe a mi padre, a mi madre, a mis hijos y a mi salud; ha descrito con tal exactitud todas las circunstancias de mi vida, incluso recordando hechos que habían escapado hacía mucho tiempo de mi memoria; en una palabra, ella me ha dado pruebas tan patentes de esta maravillosa facultad de la que están dotados los sonámbulos lúcidos, que la reacción de las ideas en mí ha sido completa desde ese momento. En la evocación, mi padre me había revelado su presencia; en la sesión sonambúlica, yo era –por así decirlo– el testigo ocular de la vida extracorpórea, de la vida del alma. Para describir con tanta minuciosidad y exactitud, y a doscientas leguas de distancia, lo que sólo era conocido por mí, era algo digno de ser visto; ahora bien, ya que no podía hacerlo con los ojos del cuerpo, había por lo tanto un lazo misterioso e invisible que unía a la sonámbula con las personas y las cosas ausentes, a las que nunca había visto; por consecuencia, había algo fuera de la materia. ¿Qué podía ser ese algo, si no es lo que se llama alma, el ser inteligente del cual el cuerpo es sólo la envoltura, pero cuya acción se extiende mucho más allá de nuestra esfera de actividad?»

 Hoy el Sr. Georges no sólo ha dejado de ser materialista, sino que es uno de los adeptos más fervientes y activos del Espiritismo, por lo que es doblemente feliz, por la confianza que ahora le inspira el porvenir y por el placer motivado que encuentra en hacer el bien. Esta evocación, muy simple al principio, no es menos notable en más de un aspecto. El carácter del Sr. Georges padre se refleja en sus respuestas breves y sentenciosas que le eran habituales; hablaba poco y jamás decía una palabra inútil; pero el que habla, ya no es más el escéptico: reconoce su error; su Espíritu es más libre, más clarividente, y describe la unidad y el poder de Dios con estas admirables palabras: Sólo Él es su igual; antes, cuando estaba encarnado, él atribuía todo a la materia; ahora dice: El cuerpo no es nada, el Espíritu lo es todo; y esta otra frase sublime: ¿Ves a la noche lo que ves de día? Para el observador atento, todo tiene un alcance, y es así que encuentra a cada paso la confirmación de las grandes verdades enseñadas por los Espíritus.

- Revista Espírita de 1861, de Allan Kardec-

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INFLUENCIA DE LOS ESPÍRITUS EN LOS ACONTECIMIENTOS DE LA VIDA. 

525 – ¿Ejercen los Espíritus alguna influencia en los acontecimientos de la vida?... 
– Seguro que sí, puesto que te aconsejan. 
– ¿Ejercen esta influencia de otro modo que por los pensamientos que sugieren, es decir, tienen una acción directa en la realización de las cosas? 
– Sí; pero nunca actúan fuera de las leyes de la Naturaleza. 
Imaginamos injustamente que la acción de los Espíritus no debe manifestarse sino por fenómenos extraordinarios. Quisiéramos que nos viniesen a ayudar por medio de milagros y siempre nos los representamos provistos de una varita mágica. No es así, y he aquí por qué su intervención nos parece oculta y lo que se hace con su concurso nos parece muy natural. Así, por ejemplo, provocarán el encuentro de dos personas que creerán encontrarse por casualidad; inspirarán a alguien la idea de pasar por un lugar determinado; llamarán su atención sobre tal punto, si eso debe causar el resultado que quieren obtener; de modo que, creyendo el hombre seguir su propio impulso, conserva siempre su libre albedrío. 

526 – Teniendo los Espíritus una acción directa en la materia, ¿pueden provocar ciertos efectos para que se cumpla un acontecimiento? Por ejemplo, un hombre debe perecer; sube una escalera, la escalera se rompe y el hombre se mata; ¿son los Espíritus quienes han hecho que se rompiese la escalera, para cumplir el destino de aquel hombre? 
– Es muy cierto que los Espíritus tienen una acción en la materia, pero para el cumplimiento de las leyes de la Naturaleza y no para derogarlas, haciendo surgir en el momento oportuno un acontecimiento inesperado y contrario a esas leyes. En el ejemplo que citas, la escalera se rompe porque estaba corroída o no era bastante fuerte para soportar el peso del hombre. Si estaba en el destino de este hombre perecer de esta manera, le habrán inspirado el pensamiento de subir por esa escalera, que deberá romperse con su peso, y su muerte será un efecto natural sin que haya sido preciso un milagro para lograrlo. 

527 – Tomemos otro ejemplo en que el estado normal de la materia no sea relevante. Un hombre debe morir por un rayo, se refugia bajo un árbol, cae el rayo y muere el hombre. ¿Pueden los Espíritus provocar la caída del rayo y dirigirlo sobre él? 
– Es siempre lo mismo. Cayó el rayo en aquel árbol y en aquel momento, porque estaba en las leyes de la Naturaleza que fuese así. 
No fue dirigido a propósito sobre ese árbol porque el hombre estaba debajo, pero le fue inspirado al hombre el pensamiento de refugiarse debajo de un árbol que recibiría el rayo. Pero este árbol no dejaría de ser alcanzado por estar o no el hombre debajo de él. 

528 – Un hombre mal intencionado lanza sobre alguien un proyectil que le roza sin herirle, ¿puede haberlo desviado un Espíritu benévolo? 
– Si el individuo no debe ser alcanzado, el Espíritu benévolo le inspirará el pensamiento de separarse, o bien podrá ofuscar a su enemigo de modo que no apunte bien, porque el proyectil, una vez lanzado, sigue la línea que debe recorrer. 

529 – ¿Qué debe pensarse de las balas encantadas de que se habla en ciertas leyendas y que alcanzan fatalmente un blanco? 
– Pura imaginación. El hombre ama lo maravilloso y no se contenta con las maravillas de la Naturaleza. 
– Los Espíritus que dirigen los acontecimientos de la vida, ¿pueden ser contrariados por otros Espíritus que deseen lo contrario? 
– Lo que Dios quiere debe ser; si hay atrasos u obstáculos, es por su voluntad. 

530 – ¿No pueden los Espíritus ligeros y burlones suscitar esos pequeños obstáculos que dificultan nuestros proyectos y desvían nuestras previsiones, en una palabra, son ellos los autores de lo que vulgarmente se llaman las pequeñas miserias de la vida humana? 
– Se complacen en esos enredos que son pruebas para ejercitar vuestra paciencia, pero se cansan cuando ven que no obtienen resultado. No sería, sin embargo, justo ni exacto achacarles todos vuestras decepciones, de las que vosotros sois los principales artífices 
gracias a vuestra irreflexión. Pues si se te rompe la vajilla, se debe más a tu falta de pericia que a la acción de los Espíritus. 
– Los Espíritus que suscitan disgustos, ¿actúan a consecuencia de animosidad personal o atacan al primero que llega, sin motivo determinado y sólo por malicia? 
– Por uno y otro motivo. A veces son enemigos que os habéis creado en esta u otras vidas y que os persiguen. En otras ocasiones no hay motivos. 

531 – ¿La malevolencia de los seres que nos han hecho mal en la Tierra termina con la vida corporal? 
– Con frecuencia, reconocen su injusticia y el mal que han hecho; pero a menudo también su animosidad os persigue, si Dios lo permite, para continuar probándoos. 
– ¿Puede ponérsele término a esto, y de qué modo? 
– Sí, se puede orar por ellos y devolviéndoles bien por mal, acaban por comprender sus faltas. Por lo demás, sabiendo uno hacerse superior a sus maquinaciones, cesan viendo que nada ganan con eso. 

La experiencia prueba que ciertos Espíritus continúan su venganza de 
una a otra existencia, y que tarde o temprano se expían así, los daños que se le 
hayan hecho a alguien. 

532 – ¿Tienen los Espíritus poder de alejar los males de alguna persona y de atraerle prosperidades? 
– No del todo, porque hay males comprendidos en los decretos de la Providencia; pero aminoran vuestros dolores dándoos paciencia y resignación. 
Sabed también que a menudo depende de vosotros el alejar esos males o por lo menos atenuarlos. Dios os dio la inteligencia para que os sirváis de ella y en especial es por ella que los Espíritus os vienen a ayudar, sugiriéndoos pensamientos propicios. Pero no 
asisten más que a los que a sí mismo saben asistirse, y tal es el sentido de estas palabras: Buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. 
Sabed también que lo que os parece un mal no siempre lo es, pues con frecuencia, ha de resultar un bien de él, que será mayor que el mal, y esto es lo que no comprendéis, porque solo pensáis en el  momento presente o en vuestra persona. 

533 – ¿Los Espíritus pueden hacer que obtengamos los bienes de fortuna, si se los pedimos? 
– A veces como prueba; pero lo rehúsan con frecuencia, como se rechaza la petición inconsiderada de un niño. 
–¿Los que conceden esos favores son los Espíritus buenos o los malos? 
– Unos y otros; eso depende de la intención. Pero, con frecuencia, son Espíritus que os quieren arrastrar al mal y que encuentran un medio fácil en los placeres que la fortuna 
proporciona. 

534 – Cuándo parece que los obstáculos se oponen fatalmente a nuestros proyectos, ¿es por influencia de algún Espíritu? 
– A veces se debe a los Espíritus, otras veces y esto es lo más frecuente, es que escogisteis mal. La posición y el carácter influyen mucho. Si os obstináis en un camino que no es el vuestro, ninguna influencia tienen los Espíritus, pues sois vuestros propios genios malos. 

535 – Cuándo nos sucede alguna cosa feliz, ¿debemos dar por ello gracias a nuestro Espíritu protector? 
– Dad gracias a Dios sobre todo, sin cuyo permiso nada se realiza, pues los Espíritus buenos han sido sus agentes. 
– ¿Qué sucedería si dejásemos de hacerlo? 
– Lo que sucede a los ingratos. 
– Sin embargo, ¿hay personas que no oran, ni agradecen y a las que todo les sale bien? 
– Sí; pero es preciso esperar el fin. Pagarán muy cara esa dicha pasajera que no merecen; porque mientras más hayan recibido más tendrán que restituir. 

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC
                
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                        NUESTRA CASA
La mente es la casa viva donde cada uno de nosotros reside,según nuestras propias concepciones.
La imaginación es el arquitecto de nuestro verdadero domicilio.
Si juzgamos que el oro necesita erigirse en el único material adecuado a nuestra construcción,prematuramente sufrimos el el viento destructor o congelante de la ambición y de la envidia,del remordimiento y del tedio,que acostumbra envolver la fortuna,en su castillo de imprevisión.
Si suponemos que le poder humano debe ser el abrigo exclusivo de nuestro Espíritu,somos rápidamente enfrentados por la desilusión que habitualmente señala la frente de las criaturas engañadas por los desvaríos de la autoridad.
Si encontramos alegría en la crítica o en la liviandad,naturalmente no demoramos en cárceles de perturbación y maledicencia.
Moramos.en Espíritu donde proyectamos el pensamiento.
Respiramos el bien o el mal,de acuerdo con nuestras preferencias en la vida.
En la tierra,muchas veces tenemos la máscara física envuelta en distinciones y esplendores,conservándonos íntimamente en deplorables cubículos de padecimientos y tinieblas.
Solo el trabajo incesante en el bien puede ofrecernos la milagrosa
química del amor para la sublimación del hogar interno.
Por eso mismo,dice Jesús:"mi Padre trabaja hasta hoy y yo trabajo también"
Idealicemos mas luz para el camino.
Abracemos el servicio infatigable a los semejantes y nuestra experiencia con base en la tierra,culminará,feliz y victoriosa,en los esplendores del cielo.
EMMANUEL
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   ¿LA REENCARNACIÓN ES SOLO PARA LOS ESPÍRITUS CULPABLES?

¿Es un castigo la encarnación y solamente los Espíritus culpados están sujetos a sufrirla? 
El pasaje de los Espíritus por la vida corporal es necesario para que puedan cumplir, por medio de una acción material, los designios cuya ejecución Dios les confía. Les es necesario, por el bien de ellos, ya que la actividad que son obligados a ejercer les auxilia el desarrollo de la inteligencia. Siendo soberanamente justo, Dios tiene que distribuir todo igualmente para todos sus hijos; Es así que estableció para todos el mismo punto de partida, la misma aptitud, las mismas obligaciones que cumplir y la libertad de proceder. Cualquier privilegio sería una preferencia, una injusticia. Pero, la encarnación, para los Espíritus, es un estado transitorio. Es una tarea que Dios les impone, cuando inician la vida, como primera experiencia del uso que harán del libre arbitrio. Los que desempeñan con celo esa tarea transponen rápidamente y menos penosamente los primeros grados de la iniciación y más temprano gozan del fruto de sus labores. Los que, al contrario, usan mal la libertad que Dios les concede retardan su marcha y, tal sea la obstinación que demuestren, pueden prolongar indefinidamente la necesidad de la reencarnación y es cuando se torna un castigo S.Luis (Paris, 1859). 

Del Libro: El Evangelio Según el Espiritismo


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