El suicida de la Samaritana
Últimamente los diarios han informado el siguiente hecho: «Ayer (7 de abril de 1858), hacia las siete horas de la noche, un hombre de unos cincuenta años, y vestido apropiadamente, se presentó en el establecimiento de la Samaritana y pidió que le preparasen un baño. Admirándose el empleado de servicio de que después de un intervalo de dos horas este individuo no haya llamado, decidió entrar en el cuarto para ver si no estaba indispuesto. Entonces fue testigo de un horrible espectáculo: aquel desdichado se había cortado la garganta con una navaja de afeitar, y toda su sangre se había mezclado con el agua de la bañera. No habiendo podido establecerse su identidad, el cadáver fue transportado a la Morgue.» Pensamos que podríamos extraer una enseñanza útil a nuestra instrucción mediante una conversación con este hombre, en Espíritu. Por lo tanto, lo hemos evocado el 13 de abril, por consiguiente, sólo seis días después de su muerte. 1. Ruego a Dios Todopoderoso que permita al Espíritu del individuo que se ha suicidado el 7 de abril de 1858, en los baños de la Samaritana, comunicarse con nosotros. – Resp. Esperad... (Después de algunos segundos): Él está aquí. Nota – Para comprender esta respuesta es preciso saber que, en todas las reuniones regulares, hay generalmente un Espíritu familiar: el del médium o de la familia, que está siempre presente sin que se lo llame. Es él que hace venir a aquellos que se evoca y, según sea más o menos elevado, sirve él mismo de mensajero o da órdenes a los Espíritus que le son inferiores. Cuando nuestras reuniones tienen por intérprete a la Srta. Ermance Dufaux, es siempre el Espíritu san Luis que consiente en asistirla de oficio; es él que ha dado la respuesta anterior. 2. ¿Dónde estáis ahora? – Resp. No sé... Decidme dónde estoy. 3. Estáis en la rue de Valois (Palais-Royal) N° 35, en una reunión de personas que se ocupan de estudios espíritas y que os son benévolas. – Resp. Decidme si vivo... Me ahogo en el ataúd. 4. ¿Quién os indujo a venir a nosotros? – Resp. Me he sentido aliviado. 5. ¿Cuál es el motivo que os ha llevado a suicidaros? – Resp. ¿Estoy muerto?... No... Estoy en mi cuerpo... ¡No sabéis cuánto sufro!... ¡Me ahogo!... ¡Que una mano compasiva acabe conmigo! Nota – Su alma, aunque separada del cuerpo, aún está completamente sumergida en lo que se podría llamar el torbellino de la materia corporal; las ideas terrestres están todavía vivaces; no cree estar muerto. 6. ¿Por qué no habéis dejado ningún vestigio que pudiese haceros reconocer? – Resp. Estoy abandonado; he huido del sufrimiento para encontrar la tortura. 7. ¿Tenéis ahora los mismos motivos para permanecer desconocido? – Resp. Sí; no pongáis un hierro candente en la herida que sangra. 8. ¿Quisierais decirnos vuestro nombre, edad, profesión o domicilio? – Resp. No..., de ninguna manera. 9. ¿Teníais familia, mujer e hijos? – Resp. Yo estaba abandonado; ningún ser me amaba. 10. ¿Qué habíais hecho para no ser amado por nadie? – Resp. ¡Cuántos son como yo!... Un hombre puede ser abandonado en medio de su familia, cuando ningún corazón lo ama. 11. En el momento de llevar a cabo vuestro suicidio, ¿no has vacilado? – Resp. Tenía sed de muerte... Esperaba el descanso. 12. ¿Cómo es que el pensamiento del porvenir no os hizo renunciar a vuestro intento? – Resp. No creía en el futuro; estaba sin esperanzas. El porvenir es la esperanza. 13. ¿Qué reflexiones habéis hecho en el momento en que sentíais que la vida se os extinguía? – Resp. No reflexionaba, sentía... Pero mi vida no se ha extinguido... Mi alma está ligada al cuerpo... No he muerto... Sin embargo, siento que me roen los gusanos... 14. ¿Qué sensación habéis tenido en el momento en que la muerte se completaba? – Resp. ¿Se ha completado? 15. ¿Ha sido doloroso el momento en que la vida se os extinguía? – Resp. Menos doloroso que después. Sólo el cuerpo ha sufrido. – San Luis continúa: El Espíritu se liberaba de un peso que lo abrumaba; sentía la voluptuosidad del dolor. (A san Luis.) Ese estado ¿es siempre la consecuencia del suicidio? – Resp. Sí; el Espíritu del suicida está ligado a su cuerpo hasta el término de su vida. La muerte natural es el enflaquecimiento de la vida: el suicidio la quiebra bruscamente. 16. Este estado ¿es el mismo en toda muerte accidental, independiente de la voluntad, y que abrevia la duración natural de la vida? – Resp. No. ¿Qué entendéis por suicidio? El Espíritu sólo es culpable por sus obras. Nota – Habíamos preparado una serie de preguntas que nos proponíamos dirigir a este hombre, en Espíritu, sobre su nueva existencia; en presencia de sus respuestas, aquéllas se volvieron sin objeto; era evidente que él no tenía ninguna conciencia de su situación; su sufrimiento fue la única cosa que pudo describirnos. Esta duda de la muerte es muy común en las personas fallecidas recientemente y sobre todo en aquellas que, cuando estaban encarnadas, no elevaron su alma por encima de la materia. A primera vista es un fenómeno raro, pero que se explica muy naturalmente. Si a un individuo puesto en sonambulismo por primera vez se le pregunta si duerme, casi siempre responde que no, y su respuesta es lógica: el interrogador es el que hace mal la pregunta, sirviéndose de un término impropio. La idea de sueño, en nuestro lenguaje usual, está ligada a la suspensión de todas nuestras facultades sensitivas; ahora bien, el sonámbulo que piensa y ve, que tiene la conciencia de su libertad moral, no cree estar durmiendo y, en efecto, no duerme en la acepción vulgar de la palabra. Por eso responde que no hasta que se familiarice con esta nueva manera de entender la cuestión. Y lo mismo sucede con el hombre que acaba de morir; para él la muerte era la nada; ahora bien, al igual que el sonámbulo, él ve, siente, habla; por lo tanto, él no se considera muerto, y lo dice hasta que haya adquirido la intuición de su nuevo estado.
Revista Espírita de Allan Kardec |
Año I – Junio de 1858 – Nº 6
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Fotografía de las niñas videntes en trance durante una de las apariciones de Garabandal
¿Los
médiums comunican siempre
en estado de “trance”?
Hay médiums que, con
independencia de la clase o especialidad de facultad que
posean, esta se manifiesta en ellos de diferentes modos según su
intensidad. Es de resaltar que la forma de comunicación entre el
espíritu manifestante y el médium, no es de mente a mente como
sucede entre personas que desarrollan la telepatía, sino de
periespíritu a periespíritu, entre los que se establece una
armonía vibratoria que les permite “acoplarse” con más o
menos intensidad en el organismo físico del médium.
A
veces la mediumnidad se manifiesta como la irradiación de una
energía desde el médium y su alrededor, capaz de mover cosas, de
materializar y desmaterializar objetos, etc.
La
mediumnidad en general, puede manifestarse de modo Consciente,
en la cual el médium sabe lo que se dice o se hace por medio de él,
que permanece relajado con su mente en ondas alfa y a veces
medio adormecida pero muy consciente de todo. En esta modalidad el
trance es superficial y al terminar la manifestación, el
médium recuerda todos los detalles de lo que ha transmitido.
Muchas veces esta clase de mediumnidad
hace sufrir al médium por causarle cierta inseguridad
sobre el auténtico origen de sus comunicados.
En
los casos auténticos, las ideas de fondo no son del
médium, aunque si lo son las expresiones verbales que
utiliza para manifestarlas. Las dos formas típicas de la
mediumnidad consciente son
la
Inspiración y la Intuición.
Por la inspiración los seres espirituales comunicantes, hacen
recordar alguna cosa conveniente en ese momento entre los archivos
mentales del médium, y por la Intuición, comunican ideas nuevas
ajenas a los conocimientos conscientes o subconscientes del médium.
La
mediumnidad también se puede manifestar en un grado más
profundo, llevando al médium a un estado de trance leve, del modo
llamado Semi-
inconsciente,
en la que el médium se da cuenta solamente de parte de lo
sucedido, acordándose al final de solo algunos aspectos de lo
acontecido durante la comunicación. Aquí la mente del médium
interfiere poco en los mensajes, causando apenas alguna leve
distorsión en los mismos.
Por
último la Inconsciente,
en
la que el estado
de trance es profundo,
tanto si es la mediumnidad parlante o la escribiente, mientras el
espíritu manifestante domina los centros nerviosos del médium. Se
le ha llamado también mediumnidad de Incorporación;
en
esta clase de trance el espíritu del médium se aparta
momentáneamente de su organismo físico, del mismo modo que cuando
duerme en sueño profundo. Esta forma de manifestación es en la que
menos interferencias del médium puede sufrir la comunicación, por
lo que sus mensajes suelen ser los más genuinos de los Seres
espirituales que se manifiestan por ella.
- Jose Luis Martín-
“Aunque
la mediumnidad es de esencia única, posee un
extraordinario
polimorfismo y se presenta en muy variadas
situaciones y categorías”.
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Desertores del Espiritismo
Queridos amigos, hola buenos días, de nuevo comenzamos una nueva semana, y hemos de dar gracias a Dios por seguir animados, procurando cada día, crecer y mejorarnos, hacernos mejores personas, con mejores sentimientos y procurando aumentar nuestro amor y caridad para todo y para todos.
Son muchos los hermanos, que ilusionados entran en las filas de la Doctrina Espirita, y que desilusionados se apartan porque no consiguen lo que desean, es muy cierto que muchas veces lo que decimos sentir con el desconocimiento de la causa, nos parece fácil, y después comprobamos que no es así. Ello proviene por desconocer la naturaleza y el objetivo del Espiritismo y no entrevieron su transcendencia. Así podríamos enumerar muchas las razones que provocan el abandono de la doctrina espirita.
Han sido espiritas mientras acarician la esperanza de sacar de él algún provecho, pero cuando no lo consiguen, al comprobar que no se obtienen milagros, ni privilegios por parte de Dios, que para el Padre todos somos iguales, y que los explotadores, no benefician al Espiritismo, son parásitos, que es mejor desaparezcan, hasta que cuando adquieran la razón y el buen sentido de las cosas, la capacidad de valorar el tesoro que ella encierra y de nuevo entren para dar para merecer, y no recibir, sin merecerlo.
Esto sucede en todas las doctrinas, y no iba a ser menos en el Espiritismo y esto nos enseña que como buenos espiritas, seamos prudentes, circunspectos, y a no fiarnos de las apariencias.
En Obras Póstumas, en el apartado desertores del Espiritismo, nos dice Allan Kardec es preciso desconfiar de los arrebatos calenturientos, que son casi siempre fuegos fatuos o simulacros, entusiasmo de circunstancias, que suple los actos con la abundancia de palabras. La verdadera convicción es apacible, reflexiva, motivada; como el verdadero valor, se revela por hechos, es decir, por la firmeza, la perseverancia, y sobre todo, por la abnegación. El desinterés moral y material es la verdadera piedra de toque de la sinceridad.
Dentro de la normalidad de sus adeptos, también veremos ciertas flaquezas humanas, de las que no triunfa inmediatamente la doctrina. Las más difíciles de vencer son el egoísmo y el orgullo, pasiones originales del hombre. Entre los adeptos convencidos, no hay deserción en la acepción de la palabra, porque el que desertase por motivo de interés u otro cualquiera, no habría sido nunca sinceramente espiritista; pero hay desalientos, El valor y la perseverancia pueden flaquear ante un desengaño, una ambición fracasada, una preeminencia no alcanzada, un amor propio lastimado o una prueba difícil. Se retrocede ante el sacrificio del bienestar, el temor de comprometer sus intereses materiales y el reparo del qué dirán, se siente desazón por un fraude; no se renuncia, pero se desanima; se vive para sí y no para los otros; se quiere sacar beneficio de la creencia, pero siempre que no cueste nada. Ciertamente que los que así proceden pueden ser creyentes; pero, a no dudarlo, son creyentes egoístas, en quienes la fe no ha encendido el fuego sagrado del
desinterés y de la abnegación; su alma se desprende con trabajo de la materia. Forman número nominal, pero no puede contarse con ellos. Muy distintos son los espiritistas que verdaderamente merecen tal nombre. Aceptan para sí todas las consecuencias de la doctrina y se les reconoce por los esfuerzos que hacen para mejorarse. Sin descuidar inconsideradamente los intereses materiales, son éstos para ellos lo accesorio y no lo principal; la vida terrestre es solo una travesía más o menos penosa; de su empleo útil o inútil depende el porvenir; sus alegrías son mezquinas comparadas con el objeto esplendido que entrevén más allá; no se desazonan por los obstáculos que encuentran por el camino; las vicisitudes, los desengaños, son pruebas ante las cuales no se desalientan, puesto que el descanso es el premio del trabajo, y por estas razones, no se ven entre ellos deserciones y desfallecimientos.
Los Espíritus buenos protegen visiblemente a los que luchan con valor y perseverancia y cuyo desinterés es sincero y sin miras ulteriores; le ayudan a triunfar de los obstáculos y aligeran las pruebas que no pueden evitarles, al paso que abandonan no menos visiblemente a los que les abandonan y sacrifican la causa de la verdad a su ambición personal.
En cuanto a las rivalidades, a las tentativas para suplantarnos, tenemos un recurso infalible para no temerlas. Trabajemos por comprender, por ensanchar nuestra inteligencia y nuestro corazón; luchemos con los otros, pero luchemos por superarnos en caridad y abnegación. Sea nuestra única divisa el amor al prójimo inscrito en nuestra bandera, y nuestro objeto único inquirir la verdad, venga de donde viniere.
No debemos asombrarnos que a nuestro alrededor haya desertores, y aniden en muchos hermanos ciertas pasiones y ambiciones comprometidas, intereses lastimados, pretensiones frutadas, todo se extinguirá poco a poco, la fiebre se calma, los hombres pasan pero las ideas subsisten. Si los Espiritas queremos ser invencibles, hemos de ser benévolos y caritativos; el bien es una coraza contra la cual se estrellarán siempre las maquinaciones de la malevolencia...
Las bases del Espiritismo están hoy puestas de un modo inquebrantable: los libros escritos sin reticencias y puestos al alcance de todas las inteligencias, serán siempre la expresión clara y exacta de la enseñanza de los Espíritus, y la transmitirán intacta a los que vengan en pos de nosotros. Vivamos, pues, sin temor: el porvenir es nuestro; dejemos que nuestros enemigos se retuerzan comprimidos por la verdad que les ofusca: toda oposición es impotente contra la evidencia, que triunfa inevitablemente por la fuerza misma de las cosas. La vulgarización universal del Espiritismo es cuestión de tiempo, y en este siglo, el tiempo avanza a pasos de gigante impulsado por el progreso.
Amigos os deseo todo lo mejor, dentro de las filas del Espiritismo, pero sobre todas las cosas, que merezcamos el concurso de los buenos espíritus para que la luz siempre sea en nosotros y no las sombras. Sigamos estudiando la Doctrina de los Espíritus.
Merchita
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