Odio y Perdón
Educación para la muerte
¿ Qué es el magnetismo animal?
¿Por qué los espiritistas no tienen miedo a la muerte?
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”Si las críticas dirigidas a usted son verdad, no reclame por ello; si son falsas no le de importancia” Francisco Cándido Xavier |
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LEYES UNIVERSALES
PASIONES HUMANAS
Odio y perdón
Análisis psicológico y espiritual de este par de opuestos.
Diversos son los grados de manifestación del odio, esa pasión dañina en alto grado, que sólo anida en las almas pobres y ruines, al dar cabida en sí a esa pasión destructiva, por ignorancia de las consecuencias dañinas que habrá de ocasionarle. Porque el odio comienza por perturbar la tranquilidad de quien lo siente, por su acción perturbadora sobre las facultades del alma, cuyas vibraciones desequilibrantes afectan la mente y perjudican la salud, por la incidencia de esa vibración enconosa en los sistemas nerviosos y glandulares. Y, además de dañar la salud de quien da cabida en sí al odio, le convierte en una persona amargada que, en sus relaciones de trabajo, negocios, etc., desbarata oportunidades de progreso por la actitud negativa del afectado y los errores que induce a cometer.
Conocéis ya la ley de las vibraciones. Por consiguiente, sois conscientes ya de que los pensamientos y sentimientos son vibraciones que contienen en sí una fuerza benéfica o maléfica, constructiva o destructiva, según su naturaleza. Y siendo el odio un sentimiento cargado de deseos de mal, es destructivo por su propia naturaleza enconosa. Por ello, cada sentimiento de odio es una vibración-fuerza, dañina en alto grado hacia quien se dirija, pero que actúa también contra el mismo que la emite. Y cuanto más odie una persona, más y más se envuelve en esas vibraciones intensamente negativas, desequilibrantes, que le atormentarán.
Si pudiéseis apreciar el aura de una persona vibrando en odio,os asombraría al verla envuelta en un halo negro, en forma de torbellino. Y quien odia, no tiene paz en su mente ni en su alma, ya que ese sentimiento ponzoñoso produce una desarmonía psíquica mortificante, convirtiendo la vida del afectado en un tormento. Todas esas extrañas misantropías y neurastenias que a veces apreciamos en nuestras relaciones humanas, tienen por causa alguno o varios de esos estados pasionales de odios, rencores, malquerencias, etc., cuyo origen puede ser el egoísmo, envidia, celos, etc. que son sentimientos frecuentes en las almas mezquinas y ruines. Y cuanto más una persona odie a otra, más se une a ella psíquicamente. Y, ¡paradoja! cuanto más lejos la desee, cuanto más en ella piense, más la acerca (vibratoriamente); porque, la persona que odia atrae mentalmente hacia sí a la persona odiada, con la fuerza de su pensamiento, y su imagen no le deja vivir en paz, le sigue y le persigue como una sombra, por que ella misma la mantiene en su mente. Y aquí está el tormento. ¿Hasta cuándo? Hasta que deje de odiarla.
Puede que alguno, juzgando a la ligera ese fenómeno de la fuerza de atracción, por afinidad, del pensamiento os diga: vaya una ley rara. Pero, si se considera que esa ley de vibración y atracción no ha sido creada para ser vehículo de odio, sino de amor, para unir las almas que se aman y contribuir a su felicidad; comprenderá mejor. Cuando el sublime Maestro Jesús dijo: “Amad a vuestros enemigos”, no estaba enseñando tan solo moral, sino que también una psicoterapia para librarnos de los efectos destructores del odio. Porque, vivir odiando, no es vida; es un tormento. Cuando una persona exclama: “Yo no le perdonaré lo que me hizo”; esa persona está cometiendo un gravísimo error, error que puede significarle muchos y muchos años de dolor. Porque, cada vez que se acuerda de ese acontecimiento, perjuicio u ofensa, está impregnando su alma con el magnetismo mórbido contenido en sus propias vibraciones de odio, que irán densificando y oscureciendo esa alma; y además de que está fortaleciendo esa unión vibratoria con la persona odiada, quien al recibir el impacto de esas vibraciones de odio, percibe también (mentalmente) la figura de quien las envía, reaccionando también del mismo modo, con una andanada de odio, rencor o desprecio, según sea el caso. Y con esa actitud descabellada, ambas partes están destruyéndose mutuamente. ¿No os parece absurda esa actitud? Sin embargo, así acontece con harta frecuencia.
Alguien dijo: “Si mis enemigos supiesen el daño que se hacen odiándome, no me odiarían”. Esta frase contiene una gran verdad que todos debieran conocer; y que contribuiría grandemente a liberar al mundo del odio, causa de ¡tantas desdichas!. Porque, aquel que odia está dando poder a su enemigo sobre su tranquilidad, sobre sus nervios, sobre su sueño, su presión sanguínea, su salud toda, y su propia personalidad. ¡Meditemos sobre esto! Por ello, insensato es responder al odio con el odio, rencor o malquerencia hacia aquellos que, por lo que fuere, llegasen a odiarnos; y sí con amor, deseos de bien, ya que de este modo, esas vibraciones cargadas de energía psíquica negativa, no penetrarán en nosotros y rebotarán: porque el amor genera energía positiva, conformando un campo magnético de protección. Además de esos efectos perturbadores, con la actitud de odio y malquerencias resultantes, esas personas están conquistando un puesto en las zonas oscuras del astral inferior, al desencarnar.
¡Cuán frecuentemente es ver personas que, por ignorancia, son esclavas de esa y otras pasiones absurdas. ¡He aquí, la necesidad de la divulgación de este conocimiento y otros conceptos de verdad! He aquí una oportunidad de progreso espiritual para vosotros, divulgando éstos y otros conceptos de verdad.
Pongamos en práctica esa maravillosa enseñanza del sublime Maestro: “Amad a vuestros enemigos”. Y con ello quebraréis el poder que sobre vosotros pudieran ejercer a través del odio o rencor. Puede que alguno diga: ¿Cómo puedo yo sentir amor por quien me ha hecho daño? Y yo os pregunto, hermanos muy queridos, ¿no habéis hecho sufrir alguna vez a alguien o causado daño en algún modo? ¿Y no querríais que ese error os fuese perdonado y olvidado? De cierto que sí. Entonces... Y ¿sabíais que sólo el amor es productor de perdón? Porque, quien ama, perdona; quien mantiene odio, no perdona. Quien ama y perdona, se engrandece; quien odia, se empequeñece. Quien ama es comprensivo y perdona las ofensas, no dando cabida en su alma a sentimiento alguno de odio que pueda desarrollar un deseo de malquerencia, venganza o represalia, aun cuando en el momento del daño u ofensa perciba ese impacto. ¡Sólo las almas débiles y ruines albergan odio! Pedid al sublime Maestro Jesús, con fervor, con verdadero deseo de perdonar y anhelo de superación, que os enseñe a perdonar, que os enseñe a amar a quien daño o agravio os haya hecho. Haced esto una y otra vez, muchas veces. Si así lo hacéis, con fe y humildad sentida; pronto comenzaréis a percibir que una sensación de paz y sosiego inunda todo vuestro ser. Esa es la señal de haber alcanzado la vibración de Amor del Cristo. Y un nuevo deseo de bien comenzaréis a sentir hacia la persona o personas que por error o falta de control de su emotividad, y aún por ruindad os haya causado ese agravio o daño. Y no os desaniméis si no conseguís de inmediato ese propósito digno. Perseverad, perseverad hasta que hayais establecido la unión vibratoria con la Ley del Amor Universal, generadora de paz y armonía, y liberadora del odio y su secuela de malquerencias y amarguras. Y la paz interna (mental-emocional) aumentará vuestra capacidad intelectual, vuestra alegría de vivir y ansia de progreso. Porque, un alma y una mente despojadas de odios, rencores y malquerencias, con ideales elevados, vibrando en amor fraterno, se exteriorizará en una personalidad más eficiente, ágil y realizadora. Y cada vez que llegue a vuestra mente, en el comienzo, el recuerdo o imagen del motivo del agravio (que poco a poco irá desvaneciéndose) desechadlo y proyectad sobre esa persona vibraciones de amor, a modo de comprensión y deseos de bien; poniendo todo vuestro deseo de bien en ese sentimiento, para que esa vibración sea poderosa y le beneficie intensamente, con lo cual os beneficiaréis vosotros mismos. Cuanto más améis, más felices habréis de sentiros; ya que, la LEY que es Amor, os devolverá ese amor en felicidad. Si dais amor, afectos, alegrías, servicio desinteresado (que es amor en acción); eso mismo recibiréis en la proporción que deis y más aún. Pero, si dominados por una pasión, envidia, egoísmo o amor propio, causáis sufrimiento de algún modo o realizáis actos de venganza o cometéis alguna bajeza; iréis acumulando un karma doloroso, y esos mismos daños causados recibiréis en la proporción que hayais causado o deseado; porque, la Ley es justa.
Retened en vuestra conciencia este axioma; la siembra es voluntaria; pero, la cosecha es obligatoria. Ahora que ya conocéis las desventajas (algunas tan sólo) del odio, rencor, malquerencias y resentimientos; comprenderéis que, mantener esos enemigos, es un lujo que se paga muy caro.Y lo curioso es... sin disfrutarlo.
Necesario es saber dar a conocer que, con la muerte del cuerpo físico no mueren las pasiones, antes al contrario, se intensifican; porque, están en la propia naturaleza psíquica que, al dejar la envoltura carnal continúa con los mismos pensamientos, sentimientos y tendencias que mantenía como humano, sin los atenuantes de la vida en la carne. De aquí que, un enemigo en el “otro lado” es mucho más peligroso. Aquí apegados al plano físico, en nuestra propia atmósfera, se agitan millones y millones de almas de los que fallecieron cargados de pasiones. Son seres atrasados que, por sus bajas tendencias no pueden elevarse y deambulan imantados al ambiente en donde han vivido, e inciden o tratan de incidir con harta frecuencia, en la vida de los humanos; quienes, por falta de vigilancia sobre sus sentimientos y reacciones, pueden ser sus víctimas. A más de esos, existen otros seres de maldad y organizaciones maléficas, compuestas por seres desencarnados que continúan viviendo sus pasiones y tratan de arrastrar a los humanos hacia la maldad y el crimen. Son los demonios a que hacen referencia las iglesias del cristianismo. Y buscan continuar sus gamberradas y la acción de sus odios, rebeldías y maldad de todo género, influyendo en aquellas personas con sentimientos ruines, azuzando sus bajas pasiones. No obstante, esas fuerzas negativas nada podrán hacer en vosotros si no les dais cabida. Las pasiones e imperfecciones humanas, son las puertas de entrada a esas influencias maléficas. No lo olvidéis.
La venganza es un sentimiento de las almas ruines, que les liga con el ofensor o enemigo al pasar el umbral del Más Allá, ocasionando grandes sufrimientos. Y a demás de eso, volviendo a ligarlo como humano, en alguna de las siguientes vidas planetarias.
Aquellos que, impregnados de creencias religiosas, manteniendo todavía conceptos dogmáticos apartados de la Verdad, y que obrando mal creen que, arrepintiéndose y confiando sus faltas y actos de maldad a los oídos de un confesor puedan quedar libres de esas deudas espirituales, o indultados por hombres que se atribuyen poderes divinos; están en un craso error. Ni el arrepentimiento, ni la confesión, ni la penitencia les darán el perdón; porque, el perdón no existe en lo espiritual. Existe la Ley justa de: a cada cual según sus obras. Y toda transgresión a la Ley del Amor, produce un desequilibrio en la sección espiritual del causante, cuyo equilibrio tendrá que ser restablecido por el mismo causante: ya por el amor, ya por el dolor. ¡No nos engañemos con espejismos! Termino mi artículo y análisis, con una llamada a vuestra razón: Perdonad todo agravio y ofensa que os hagan y seréis los más gananciosos. ¡Engrandeceos por el perdón! ¡Perdonad siempre!.
SEBASTIAN DE ARAUCO
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EDUCACIÓN PARA LA MUERTE.
HERCULANO PIRES.
Dios es uno porque es Consciencia Cósmica, no en figura humana, sino en un dinamismo conciencial abarcante, que todo lo envuelve, de manera que al mismo tiempo supera la realidad universal y en ella se entraña. Por esto, como quería Flammarión, Dios está en la Naturaleza y es Naturaleza. No obstante, el hecho de ser naturaleza no obliga a Dios a la materialidad. La diferencia entre Dios y la Naturaleza ecualitativa, su cualidad consciencial lo distingue de la cualidad material de la Naturaleza. Espinosa ubicó bien este problema en su teoría de la Natura Naturata y de la Natura Naturans, correspondientes a los principios platónicos de sensible e inteligible. Pero esto no implica una división de la Naturaleza de Dios, que es una. Como en Platón, la Naturaleza Ideal de Dios se refleja en el Universo como proyección creadora. Esto nos lleva a la teoría del alma creadora de Bergson, este impulso vital que penetra en las entrañas de la materia para producir la vida. Y llevándonos también a la teoría estética de Hegel, en que lo Bello se infiltra y se desenvuelve en la creación artística, desde las formas primitivas y monstruosas del arte hasta el equilibrio armonioso del arte clásico.
Es evidente la relación de todos estos pensamientos con el problema de la muerte, en que la vida anima los cuerpos materiales y los lleva a toda la perfección posible, como quería Kant, para después revertir los elementos vitales, con la muerte, a nuevas experiencias creadoras. Sobre las teorías de Platón y Aristóteles, Tomás de Aquino y San Agustín forjaron las bases de la Teología Cristiana, despreciando el pensamiento griego y desfigurando los principios del Cristo en la retorta de los dogmas sincréticos sacados de modelos paganos.
De estos intentos atrevidos surgieron las Religiones del Miedo y de la Muerte, que llevaron a la Civilización Terrenal a la aberración del materialismo.
El estudio de un tema como el de la educación para la muerte exige incursiones difíciles en el pensamiento antiguo, moderno y contemporáneo, para establecer las conexiones orientadoras. No se podrá entrar en el laberinto sin el hilo de Ariádna en las manos, puesto que el Minotauro puede estar esperándonos. En una fase de transición cultural como la de este siglo el problema de la muerte exige de todos nosotros un esfuerzo mental muchas veces aturdidor. Pero tenemos que hacer este esfuerzo, para que la vida no fracase en nosotros.
Es evidente la relación de todos estos pensamientos con el problema de la muerte, en que la vida anima los cuerpos materiales y los lleva a toda la perfección posible, como quería Kant, para después revertir los elementos vitales, con la muerte, a nuevas experiencias creadoras. Sobre las teorías de Platón y Aristóteles, Tomás de Aquino y San Agustín forjaron las bases de la Teología Cristiana, despreciando el pensamiento griego y desfigurando los principios del Cristo en la retorta de los dogmas sincréticos sacados de modelos paganos.
De estos intentos atrevidos surgieron las Religiones del Miedo y de la Muerte, que llevaron a la Civilización Terrenal a la aberración del materialismo.
El estudio de un tema como el de la educación para la muerte exige incursiones difíciles en el pensamiento antiguo, moderno y contemporáneo, para establecer las conexiones orientadoras. No se podrá entrar en el laberinto sin el hilo de Ariádna en las manos, puesto que el Minotauro puede estar esperándonos. En una fase de transición cultural como la de este siglo el problema de la muerte exige de todos nosotros un esfuerzo mental muchas veces aturdidor. Pero tenemos que hacer este esfuerzo, para que la vida no fracase en nosotros.
La vida nunca fracasa en si misma, pues la vitalidad nunca se debilita, pero puede fracasar en nosotros.
Los que se apegan a su vida, como enseñó el Cristo, la perderán, mas los que la pierden por amor a El la reencontrarán en abundancia. Quien impide el flujo de la vida se suicida en la barrera de su egoísmo y regresa al círculo vicioso de las reencarnaciones repetitivas. Estas serán la consecuencias que el espíritu perezoso se impone a si mismo.
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¿Qué
es el magnetismo animal?.
Se
llama así a la energía vivificante que pueden transmitir unas
personas a otras, sin que la distancia física entre ellas sea un
factor influyente en el que este proceso de transmisión energética
que está dentro de los márgenes de la Naturaleza, se cumpla.
Este flujo de energía
humana o “magnetismo” fue descubierto y experimentado por
Mesmer, que en un principio creyó que los fluidos invisibles que se
transmitían de unos seres a otros, era el mismo fluido que ejerce la
fuerza de atracción o repulsión de los imanes; de ahí su nombre.
Esta energía actúa
y se transmite como un fluido que posee
propiedades eminentemente curativas. Es
el mismo fluido vital que ciertos magnetizadores, capaces de
almacenarla naturalmente en su organismo, la transmiten bajo el
nombre de bio-energía, o Prana, y en esta transmisión se cumple,
naturalmente, la ley física de los vasos comunicantes: El fluido
siempre circula desde el que tiene más hacia el que tiene menos,
hasta equilibrar los niveles de ambos.
Así
acontece cuando se trata de la bio-energía propia del magnetizador
que mediante su voluntad trata de transmitir estos efluvios
imponderables hacia otra persona que presenta un bajo nivel de su
energía vital o algún desequilibrio en la misma. Como en este caso
“transmite” un fluido suyo, al final puede quedar mermado de
estas energías vitales él mismo, porque cada persona tiene unos
niveles o cantidades diferentes, según sea su alimentación, su
grado de salud o de enfermedad, si su vida se desarrolla en un
ambiente sano, etc., y cuando estos están desequilibrados en su
distribución orgánica, o son insuficientes en general, sobreviene
la enfermedad física y psíquica; por eso vemos que muchos de estos
magnetizadores necesitan tener a mano agua fluidificada para reponer
muy a menudo las energías que de ellos salen hacia sus pacientes u
otras personas, y explica también la necesidad de mantener la salud
con una vida saludable y sana, en la que no debe incluir ciertos
alimentos y bebidas algo tóxicos para su organismo, pues esas
energías que transmite para la curación y el restablecimiento de
otras personas, no deben llevar contaminación alguna, porque el
efecto de lo que se transmite podría no ser el deseado.
Sin embargo cuando el
fluido transmitido a través de un médium sanador, procede de los
planos espirituales, al no ser esta una energía acumulada en su
organismo, la transmisión de la misma no le afecta física o
psíquicamente, pues él solo actúa en este caso como un canal
transmisor de energías sanadoras que desde un plano espiritual, los
Espíritus encargados de esa función, con permiso de Dios,
transmiten a través de él. En general la energía vital que
transmiten, cuando hablamos de una mediumnidad de cura, en parte
procede de ellos mismos y en muchos casos le es añadida desde el
plano espiritual, dependiendo de las necesidades físicas y psíquicas
del receptor.
Como responsable de lo que
transmite, no deberá contaminar esas energías que a él le
trasmiten para a su vez entregarlas a otra persona, para su mejora y
sanación, por lo que deberá llevar una vida tranquila y sana, con
una alimentación sana, sencilla y equilibrada.
Este fluido es
transmitido al enfermo por el médium curandero o
sanador durante el acto de sanación o magnetización,
dirigido con la fuerza de su fe, de su mente y de su voluntad,
de modo que este fluido lo transmiten normalmente a través de
los chacras de sus manos, a veces masajeando sobre la
zona enferma, y otras veces sin llegar a rozar la piel del enfermo
e incluso a notable distancia física de él. Curiosamente quien
recibe este fluido suele experimentar una sensación física de
“cosquilleo” o de calor sobre la piel de la zona tratada.
Según
definición de los espíritus de los Doctores Demeure,
Corvisant, etc, magnetizar
es el acto de dirigir sobre un enfermo o sobre el sitio del
mal, este agente fluídico, a fin de ocasionar calor o
movimiento.
Siguen diciendo estos Espíritus:
“El
agente magnético puede penetrar en todo el cuerpo del enfermo y
producir en él numerosos fenómenos; sus efectos son una
aceleración en el movimiento tónico y también en la
circulación de todos los fluidos; por estos hechos manejar el
magnetismo animal es un arte y una facultad”.
Y añaden: “Todos
los hombres pueden aprenderlo y ejercerlo, según la energía de
su fuerza, de su voluntad y de su salud”.
Según
manifestó un médium en estado sonambúlico : “El
hombre lleva en sí mismo tanto fluido como necesita para
existir; pero no siempre tiene bastante para transmitirlo a los
demás. Este fluido es elemental, ligero, sutil, de color
blanquecino cuando emana de nuestro cuerpo y cuando es movido
con viveza resulta brillante. Los enfermos cuando se les
magnetiza, lo atraen según sus diferentes necesidades”
- Jose Luis Martín-
“Imponed
las manos sobre los enfermos y sanarán.”
- Jesús de Nazaret -
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POR QUÈ LOS ESPIRITISTAS NO TIENEN MIEDO A LA MUERTE
10. La doctrina espiritista varía completamente el modo de mirar el porvenir. La vida futura
no es ya una hipótesis y sí una realidad. Es estado de las almas después de la muerte no es ya un sistema, sino un resultado de la observación. El velo se ha descorrido, el mundo espiritual se nos manifiesta en toda su realidad práctica. No son los hombres los que lo han descubierto por el esfuerzo de una imaginación ingeniosa, sino los habitantes mismos de esos mundos que vienen a descubrirnos su situación. Los vemos allí en todos los grados de la escala espiritual, en todas las fases de la dicha y de la desgracia. Presenciamos todas las peripecias de la vida de ultratumba.
Ésta es para los espiritistas la causa de la serenidad con que miran la muerte, y de la calma de sus últimos instantes sobre la Tierra.
Lo que les sostiene no es solamente la esperanza, sino la certidumbre. Saben que la vida
futura no es más que la continuación de la vida presente en mejores condiciones, y la esperan con la
misma confianza con que esperan la salida del sol después de una noche tempestuosa. Los movimientos de esta confianza están en los hechos de los que son testigos, y en la concordancia de estos con la lógica, la justicia y la bondad de Dios, y las aspiraciones íntimas del hombre.
Para los espíritus el alma no es ya una abstracción. Tiene un cuerpo etéreo que hace de ella un ser definido, que el pensamiento abarca y comprende. Esto es ya mucho para fijar las ideas sobre su individualidad, sus aptitudes y sus percepciones. El recuerdo de aquellos seres queridos descansa sobre algo real y positivo. No nos los representamos ya como llamas fugitivas que nada recuerdan al pensamiento, sino bajo una forma concreta que nos los manifiesta mejor como seres vivos.
Además, en lugar de estar perdidos en las profundidades del espacio, están a nuestro alrededor. El mundo corporal y el mundo espiritual están en perpetuas relaciones, y se asisten mutuamente. No cabiendo ya duda sobre el porvenir, el temor a la muerte no tiene razón de ser. Se la ve venir con serenidad, como a una libertadora, como la puerta de la vida y no como la de la nada.
Tomado del libro, El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo -
Allan Kardec
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