martes, 19 de septiembre de 2017

Planos astrales o espirituales



Hoy os ofrezco :

- Tiempo de cambio
- El por qué del Ser y del destino
- Destinos y pruebas
- Planos Astrales o Espirituales




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                                            TIEMPO DE CAMBIO


Para que los hombres sean felices sobre la Tierra es preciso que sólo buenos espíritus -encarnados y desencarnados- la habiten, los cuales únicamente anhelan el bien. Ese momento ha llegado, actualmente se lleva a cabo una gran emigración entre sus habitantes. 
Quienes hacen el mal mismo y a quienes el sentimiento del bien no alcanza, no son dignos de la Tierra transformada y, por lo tanto, serán excluidos, porque de lo contrario volverían a traer la confusión y el desorden al planeta y serían un obstáculo para el progreso. Expiarán su obstinación, unos en los mundos inferiores, otros como miembros de las razas terrestres más atrasadas, nuestro equivalente de los mundos inferiores, llevando consigo los conocimientos ya adquiridos y con la misión de ayudar a su adelanto. Serán reemplazados por espíritus mejores que harán reinar entre sí la justicia, la paz y la fraternidad. 

La Tierra -al decir de los espíritus- no debe ser transformada por un cataclismo que aniquile súbitamente a una generación. La generación actual desaparecerá poco a poco y la nueva la sucederá del mismo modo, sin que haya perturbación en el orden natural de las cosas. 
Todo ocurrirá exteriormente como de ordinario, con la sola diferencia indicada. Mas esta diferencia tiene una importancia capital, y es que los espíritus indignos que encarnaban en la Tierra ya no volverán a hacerlo en ella. En el niño que nazca, en vez de un espíritu atrasado e inclinado al mal, encarnará un espíritu más avanzado e inclinado al bien.

- El Génesis- Allan Kardec-


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   EL POR QUÉ DEL SER Y DEL DESTINO


Cuando contemplamos el espectáculo del Universo con los ojos de la ciencia, la naturaleza entera se nos aparece bajo el carácter de un dinamismo inmenso, en cuyo seno se asocian o se transforman las fuerzas de la física y de la química. Una gran unidad envuelve el Universo. El movimiento universal arrastra a los átomos como a los mundos. La vida es un intercambio incesante de materia. 

Todos los seres están constituidos de las mismas moléculas, que pasan sucesivamente de uno a otro, de manera que lo que somos físicamente se nos presta de forma temporal. Nuestro cuerpo se renueva constantemente y la mayoría de nuestros tejidos y células desaparecen en poco tiempo. Los átomos que forman nuestra materia no están muchos años con nosotros, incluso las células que más viven, las neuronas del córtex, renuevan continuamente sus átomos. En este incesante cambio de materia nada nos pertenece en propiedad. Sólo nuestro ser pensante es realmente nuestro. Más allá de eso la materia que forma nuestros nervios, huesos, músculos y órganos viene y va, pasa de un ser a otro.

    ¿Cuál es pues la naturaleza de nuestro ser pensante? ¿Sobrevive a la muerte? ¿O será el resultado de las funciones cerebrales? Según los materialistas, toda nuestra conciencia e inteligencia es el resultado de la materia. Pero los átomos no pueden representar la razón, el genio, el amor, las altas cualidades morales. La materia no puede engendrar cualidades que no tiene. Unos átomos y una materia, dice la ciencia, que se transforman continuamente dentro de nosotros, de tal forma que no somos ni un 10% de lo que éramos hace 5 años, materialmente hablando. La realidad es que nuestra materia se transforma, mientras que nuestra conciencia y nuestro ser pensante permanecen. ¿De qué modo la memoria, la personalidad, el yo, pueden persistir y mantenerse en medio de las continuas destrucciones y reconstrucciones orgánicas? Cuestión sin solución real para el materialismo. Si el ser humano estuviese contenido por entero en el germen físico tendría los mismos defectos y cualidades de sus padres y en la misma proporción, cuando sucede justo lo contrario, pues vemos por todas partes niños que difieren de sus padres, que les adelantan o bien les son inferiores. La historia nos muestra impresionantes ejemplos en los hombres de genio. Hermanos gemelos de gran parecido físico presentan, intelectual y moralmente, caracteres muy diferentes entre sí y sus progenitores. ¿Cómo explicar las experiencias cercanas a la muerte? ¿Los recuerdos comprobados de vidas anteriores en los niños? ¿Las regresiones de memoria? No es el organismo material lo que da la personalidad sino el ser interior, el ser psíquico. Nuestro cerebro no es más que un instrumento, un intermediario entre el espíritu y la materia. Mientras la materia se dispersa y se desvanece, y el átomo se subdivide, sólo el espíritu representa en el Universo el elemento indestructible, imperecedero e inmortal. La sobrevivencia del alma, escudriñada desde el punto de vista filosófico, tiene numerosos argumentos racionales a su favor y ninguno en contra, que sea verdaderamente legítimo. Invitamos al lector a profundizar en ellos a través de la lectura de las obras de Allan Kardec, comenzando por ¿Qué es el Espiritismo? Pero han sido los hechos los que han venido a mostrar con rotundidad la existencia del alma, del espíritu inmortal. Unos hechos denostados, escarnecidos y atacados hasta la saciedad por materialistas y religiosos de todo tipo. Esa infamia, desde tantos interesados frentes, no ha podido ocultar completamente la verdad, quizá sí tender algunos velos que los vientos de nuevos hechos han ido e irán apartando. Y como no tenemos espacio en este artículo para adentrarnos en esos hechos, es muy oportuna otra recomendación bibliográfica, por su reciente lanzamiento desde la Fee. Se trata del libro Historia del Espiritismo, de Arthur Conan Doyle. Esta obra no tiene parangón en lo relativo al relato histórico, detenido y minucioso de los hechos más importantes del Espiritismo, que vienen fundamentalmente a demostrar la existencia de nuestro ser inmortal. Este ser inmortal que en todos anida, ¿qué camino habrá seguido para remontarse hasta el punto actual de su carrera? Le ha sido necesario revestir innumerables formas, animar seres y organismos de los que se despojaba al final de cada existencia. Todos esos cuerpos han perecido, más el alma persiste, prosigue su marcha ascendente y se dirige hacia un fin grande y dichoso, un fin divino, que es la perfección. El alma necesita mucho más que una sola existencia para desarrollar su entendimiento, fortificar su conciencia, asimilar el genio y la sabiduría. Necesita un campo sin límites, dentro del tiempo y del espacio. Nuestro ser pensante, nuestro espíritu, aprende y se desarrolla encarnación tras encarnación, ampliando cualidades, logrando conquistas con el propio mérito de todas ellas. Nuestros grandes errores no están exentos de dolores, aunque temporales, y en esas caídas voluntarias, dentro de nuestra libertad de elección, aparece siempre un aprendizaje, una nueva oportunidad y como consecuencia también un progreso moral e intelectual. Pero el camino puede ser más recto y con menos abrojos, siempre y cuando escuchemos más de cerca la voz de nuestra conciencia, que si atendemos nos puede indicar el camino de la responsabilidad, del deber y de todas y cada una de las leyes morales que rigen nuestros destinos hacia el fin mayor de la perfección espiritual. Somos todos herederos del infinito en una escala evolutiva ineludible. Detrás de nuestros conflictos existenciales, de las dificultades de la vida, de la situación particular de cada uno, hay un cúmulo de circunstancias, de causas y porqués que desconocemos de forma particular, pero que objetivan pruebas, desafíos, reparaciones y/o expiaciones que van curtiendo nuestras almas, engrandeciéndolas, aportándonos la paz y el progreso que necesitamos hacia una felicidad real que nace del interior y que poco tiene que ver con las ilusiones de la materia, siempre tan fugaz y perecedera. Las rutas del infinito se abren ante nosotros, sembradas de maravillas inagotables. Un día llegará en el que nuestra alma ya engrandecida dominará el tiempo y el espacio. Un siglo no será para nosotros más que un instante ante la eternidad y con una ráfaga del pensamiento traspondremos los abismos del Universo. Nuestro organismo sutil, afinado por miles de vidas, vibrará a todos los soplos, voces y llamamientos de la inmensidad, con una memoria que podrá buscar en las edades desvanecidas, que podrá revivir a voluntad todo lo que ella haya vivido. Podremos reunirnos con las almas amadas que han compartido nuestras penas y alegrías. Nuestros destinos son idénticos. No hay privilegiados ni malditos. Todos recorremos el mismo camino, y, a través de mil obstáculos, lograremos los mismos fines. Aunque somos libres de aminorar o acelerar nuestra marcha, de hundirnos en la ociosidad vidas enteras, tarde o temprano, el sentimiento del deber se despierta, el dolor llega a sacudir nuestra apatía y forzosamente reanudamos nuestra carrera.

La vida actual es, pues, la consecuencia directa, inevitable, de nuestras vidas pasadas, como nuestra vida futura será la resultante de nuestras acciones presentes. Con la ley de la reencarnación, la soberana justicia resplandece sobre los mundos. Todo ser, cuando alcanza el grado suficiente de conciencia, se convierte en el artesano de sus destinos. No tenemos otro juez ni otro verdugo que nuestra conciencia. Pero nuestra alma no está unida para siempre a esta tierra oscura. Después de haber adquirido las cualidades necesarias, la abandonaremos para ir a otros mundos más esclarecidos. Aprendiendo y mejorándonos hasta llegar al grado en el que no necesitemos más de la reencarnación, gozando en nuestra verdadera vida, que es la espiritual, al tiempo que contribuimos con nuestras obras a la ejecución del plan divino. Tal es el misterio del ser y del destino. Si lo aprehendemos con la necesaria conciencia, estudio y trabajo, el conocimiento del objeto real de la existencia tiene consecuencias incalculables para nuestro progreso. Saber adónde vamos da firmeza a nuestros pasos, imprime a nuestros actos un impulso hacia el objeto real de la vida. Nos evita malgastar el tiempo en la búsqueda de la escasa y etérea felicidad del mundo. Mientras buscamos el mejoramiento, nuestra alma siente atisbos de la felicidad imperecedera y, en cada bien realizado, en cada virtud conquistada, una brisa de paz y satisfacción llena nuestro ser, dejándonos un sentimiento más imponente que el más placentero de los manjares o goces materiales. Luchemos contras las adversidades que cada uno encontramos en la existencia, con determinación, ¡sin miedo!, con el arrojo y el valor que da la certeza del mañana. Y levantemos con ahínco la cruz que nos ha tocado; es mucho menos grande y menos pesada de lo que nuestras fuerzas pueden abarcar. Caminemos con ella sin pausa mientras alzamos la mirada, observando las estrellas, felices y sonrientes porque todo lo de aquí abajo tiene un porqué y lo que vemos allí arriba es nuestra herencia y nuestro destino.

- Salvador Martín-

Bibliografía : FLAMMARION, C. Dios en la Naturaleza.
                      DENIS, L. El Problema del Ser y del Destino. y  Después de la Muerte.

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                                    DESTINOS Y PRUEBAS


Sin entrar a analizar ciertos destinos de vidas fáciles o difíciles, que son pruebas de superación para el espíritu, y que analizaremos más adelante, podemos afirmar que por difícil que sea una vida, por desventurado que un destino sea, puede ser modificado y superado. Para ello, necesario es una firme determinación y poner en acción los recursos internos que en todo individuo existen en proporción a las vicisitudes que le corresponda vivir.
Por carencia de una educación psicológica, la generalidad de las personas adoptan la actitud desacertada de inconformidad y aún rebeldía ante las vicisitudes adversas, desperdiciando así la oportunidad de desarrollar las facultades mentales, desarrollo indispensable en el proceso evolutivo.
Por ello, ante las circunstancias o vicisitudes adversas, ante un destino difícil, pongamos en acción nuestras fuerzas internas. Nada ni nadie puede vencer a quien esté firmemente determinado a triunfar en su propósito y a hacer el esfuerzo necesario.
No obstante lo expuesto, hay vidas dolorosas y otras, como si la fatalidad se cebara en ellas. Son el reajuste consecuencial de actuaciones efectuadas en sus vidas pasadas, reajuste kármico para limpiar las impurezas de las que esas almas se han impregnado por hechos abominables.
¿Qué son esas vidas humanas de tarados ya desde la infancia y otras vidas dolorosas en diverso modo, como las enfermedades incurables, pérdida de fortuna, pérdida de seres queridos a destiempo, las llamadas desgracias personales inesperadas, etc., etc., sino fatalismos consecuenciales? (Sugerimos el estudio de la obra psicografiada: “Sembrando y Recogiendo’ de Ramatis.)
Con excepción de los casos kármicos graves como los de imbecilidad, idiotez, parálisis, mongolismo, etc.; los destinos, por adversos que sean, pueden ser modificados. Y aun estos pueden ser modificados, según está siendo ya demostrado en algunos centros de rehabilitación, pero los más de los casos pueden ser modificados con el esfuerzo del mismo afectado.
Sea cual fuere, y por difícil que sea nuestro destino, no debemos lamentarnos. Cada lamento debilita las energías mentales, y conduce al desaliento y estados depresivos del ánimo, con el consiguiente perjuicio. Más aún, por ley de vibración y ley de afinidad, se atraen fuerzas depresivas e impiden la ayuda de los seres espirituales superiores que colaboran en nuestro progreso.
Cualquiera de nosotros que esté pasando por vicisitudes adversas o dolorosas, Jamás deberíamos de adoptar la actitud de rebeldía y sí recurrir a lo Alto, al Cristo Jesús que es Amor, Sabiduría y Poder. Pidamos con fe y humildad: luz y fortaleza para ver con claridad la solución y recibir la energía necesaria para superarla.
Si nuestro destino actual es placentero, agradecer al eterno Amor, y con nuestra conducta, hacer méritos para continuar mereciendo esa condición venturosa.
Pero si nuestro destino es doloroso, no nos rebelemos; esforcémonos en modificar esa condición, mediante una conducta de bondad y una actitud mental de fortaleza, fortaleza que está en nuestra Mente, en nosotros mismos.
Pues, es ley de Vida, que todos tengamos los recursos internos para superar toda situación por adversa que sea.
Al pedir a lo Alto, Luz y Fortaleza, estaremos atrayendo vibraciones sutiles que despertarán esos recursos internos, esas energías que, puestas en acción, nos harán invencibles.
Es ley de Vida que, en el largo camino de la evolución, el Espíritu ha de pasar por múltiples pruebas y experiencias para desarrollar las facultades recibidas, potencialmente, dé la Divinidad Creadora Cósmica; comenzando en los mundos nuevos, propicios para espíritus nuevos en donde, en las vidas salvajes, adquieren sus primeras experiencias en vidas humanas dolorosas, continuando en mundos más adelantados a medida de su progreso. Y en la clasificación planetaria, nuestro planeta o mundo ha venido siendo de expiación y prueba para espíritus necesitados de experiencias, y cuyas almas están aún cargadas de impurezas que van siendo filtradas a traves de la carne, en vidas de expiación y dolor.
Si bien las vicisitudes felices y dolorosas de la vida humana, son necesarias para el fortalecimiento y progreso del Espíritu, como factores evolutivos, su origen está en el deseo de progreso que el Ser espiritual siente antes de encarnar, con el objeto de reajustar el equilibrio violentado en sus actuaciones contrarias a las leyes de la Vida, en el devenir de sus vidas humanas.
 Las experiencias y pruebas que hemos de pasar son variadas. Pero, tres son las principales, en las cuales el Espíritu necesita superar para su desarrollo y evolución: la de la pobreza, la de la riqueza y de la autoridad, en sus diversos aspectos; para poder alcanzar la sabiduría, la fortaleza, el amor y la pureza.
Destinos y pruebas 2 por:  Sebastián de Arauco


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PLANOS ASTRALES O ESPIRITUALES

        Desde los planos físicos de mundos como la Tierra, hasta los planos superiores habitados por Seres muy evolucionados, hay toda una gama  intermedia de planos de evolución más o menos elevada o atrasada, e incluso más que la de la Tierra, con una  vibración más lenta que la de nuestro mundo al que rodean, tal como son los planos del Astral Inferior o Bajo Astral.
     Según comunicados de Seres de cierta evolución, parece ser que todos estos planos se estructuran en siete planos principales que se superponen entre ellos a modo parecido a como se estructuran  las capas que forman una cebolla. Los menos evolucionados contienen  los mundos espirituales y materiales más atrasados  formando  como el núcleo de la Creación; por el contrario  a medida que han ganado grados evolutivos, se van alejando de ese núcleo espiritual más primario y atrasado, quedando  ubicados  en otros planos más adelantados  desde los que los espíritus  no acceden normalmente a otros diferentes al que les corresponde.  Así  la Tierra se encontraría  en la tercera capa o plano, de modo que quedarían  con respecto  al plano que ocupamos cuatro planos superiores al nuestro, y dos inferiores.  Cada plano tiene  en la franja o dimensión vibratoria que comprende, mundos semejantes al nuestro en número indeterminado, aunque de mayor belleza en el caso de los de  superior evolución, y más fealdad  y tristeza  en los de  inferior evolución o mundos del Plano más inferior.
        Curiosamente, hay artistas de la pintura que en un alarde de inspiración, a veces  han plasmado cuadros idílicos de esos mundos superiores, con sus paisajes, edificios, firmamento, que parecen salidos de una fantasía oriental. Estos sorprendentes casos de sensibilidad para plasmar paisajes y escenas de esos mundos, van más allá de la fantasía y son producto de una elevada inspiración en la que visualizaron  esos otros mundos y planos.  La fantasía y la inspiración a veces van de la mano y son el producto de recuerdos e imágenes almacenadas en el subconsciente porque alguna vez  en el pasado de su historia espiritual, han visto y vivido realmente estas escenas en otro plano, impresionando los sentidos, o bien  pueden ser  producto del trance de inspiración artística o recogidos durante el sueño en donde se lo han transmitido o le han permitido visitar en espíritu esos lugares.
      Debo señalar también, que existe el llamado Plano de Transición,  que se interpenetra con nuestra atmósfera psíquica terrestre, diferente al  que habitan los Seres  del Bajo Astral, y se llama así porque los Seres que lo habitan lo hacen transitoriamente mientras esperan una próxima reencarnación  cerca del plano físico hacia el que se sienten atraidos. Es como la sala de espera antes de regresar a este mundo y allí planifican como va a ser su próxima vida humana y fijan los objetivos a alcanzar en ella. En este mismo plano, a veces perdidos y  despistados  están los Espíritus errantes, que no se han acoplado o sintonizado todavía con el plano espiritual de sus correspondientes  mundos y alojamientos, que por afinidad y sintonía les corresponde. Estos Seres se caracterizan por su atracción hacia lo material y entre estos hay muchos que tratan de influir  para bien o para mal entre los seres humanos. En estos planos o franjas vibratorias  en donde se desenvuelven los  Espíritus errantes,  habitan Seres de  muy diversos grados de atraso espiritual, que se entremezclan y se encuentran perdidos , desorientados, y llenos de incertidumbre porque no se sienten a gusto hasta que no se ubican en la franja vibratoria  o lugar espiritual con el  que naturalmente deben sintonizar, y desde el que son esclarecidos y dirigidos  para una próxima reencarnación en los mundos físicos..
       Los planos más elevados están libres de influencias físicas planetarias y constituyen las dimensiones más sutiles. Están habitados por Seres bastante evolucionados, ya libres completamente del proceso de la reencarnación en mundos físicos.
     Y aun por encima de estos, existen otros de mayor superioridad y elevación espiritual, incomprensibles para nuestras mentes humanas.
       En ellos coordinan sus actividades estos  elevadísimos Seres de Luz llamados  Arcángeles, Arquitectos Siderales o Cristos Planetarios, directos colaboradores y hacedores de la  Suprema Voluntad Divina, en la gran obra del Universo, interviniendo en la formación de los mundos y de las humanidades que los pueblan.

- Jose Luis Martín-

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