Hoy leeremos :
- Día de los difuntos
- Cuando el Espiritismo llegó
- Pérdida y suspensión de la mediumnidad
-Lo que enseña el Espiritismo
-Primera sesión, el encuentro con mi Guía.
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DÍA DE LOS DIFUNTOS
Traducción: Isabel Porras González
El origen del día de los Muertos nos lleva al año de 998, hace más de 1.000 años, cuando el abad de la Orden de los Benedictinos en Cluny, Francia, instituyó en todos los monasterios de la Orden en aquel país la conmemoración de los muertos el día 2 de noviembre, culto que la Santa Sé aplaudió y oficializó para todo el Occidente.
Si existen personas que lo observan solamente para atender a una tradición, hay personas que, inequívocamente, dedican ese día a una especie de reencuentro espiritual con sus amados. ¿Y los llamados muertos? ¿Ellos se sensibilizan con tales recuerdos?
El Espiritismo nos afirma que sí.
Quedan ellos contentos y sensibilizados con el recuerdo de sus nombres. Si son personas felices, ese recuerdo aumenta aún más su felicidad; si son infelices, el hecho constituye para ellos un alivio.
El día consagrado a los muertos, ellos atienden al llamamiento del pensamiento de los que buscan orar sobre su despojos, como en cualquier otro momento. Ese día, los cementerios están repletos de Espíritus, más que otros días, porque hay evidentemente en tal ocasión un número mayor de personas que los llaman.
Es un error, sin embargo, pensar que es la multitud de curiosos que los atrae al campo santo. No. Cada uno que allí comparece actúa así a causa de sus amigos y no por la reunión de los indiferentes que, muchas veces, visitan los cementerios como manera de pasar el tiempo.
| Espiritu |
Según lo que aprendemos en el Espiritismo, no es, sin embargo, indispensable comparecer al cementerio para homenajear al ente querido que partió. La visita al túmulo es un modo de manifestar que se piensa en el Espíritu ausente – sirve de imagen –, pero es la plegaria que santifica el acto de recuerdo, poco importando el lugar, si ella es dictada por el corazón.
Eso significa que las personas impedidas de moverse, sea por las condiciones de salud, sea por la edad avanzada, podrán enviar por las ondas poderosas del pensamiento su abrazo, su vibración, su cariño a los entes queridos que volvieron a la patria espiritual antes de nosotros.
Las voces del infinito vinieron a dar tea a nuestra oscuridad. Con sus voces de fuego, reavivaron la chispa de nuestra eternidad. Como un nuevo Pentecostés, libre de la censura eclesiástica, libre de su intento de dominio, como si sólo fuera cosa de santos o propio del genio maligno. Estas voces amigas, hermanas, queridas, son las de los seres que abandonaron esta vida antes de nosotros. Que nos aguardan. Ellos hablaron a los corazones, trajeron luz al siglo de la incertidumbre, de la incredulidad, el de la muerte de Dios, la muerte del dios que ya no servía, pues es el fin de la época de sumisión y vana servidumbre. La humanidad ha crecido y se rige por su propio razocinio. Tiene cultura, cosa que no tenía antes. Tiene posibilidad de verificar lo que les dicen, cosa que antes era imposible; el dogma acampaba por todas partes. Estas voces queridas, libres ya para la comunicación continua, trajeron a la humanidad el clamor de la nueva esperanza. La que tanto había sido sepultada y que sólo unos pocos conocían. Fuera logias, fuera secretismos. ¡A plena luz del día! Las religiones que violaron su mensaje de amor fraternal, cerniendo muros insondables, se desquebrajaban ante las verdades que ellas en sí contienen. Recordadas por los seres de ultratumba. Nació el espiritualismo moderno, Espiritismo bautizado por Allan Kardec, el codificador de los mensajes que llegaban por doquier. Y las viejas pasiones reprimidas rompieron los yugos que las mantenían
subyugadas. Europa se cernía en múltiples revoluciones y guerras. Pues todo era cambio en el siglo XIX, el siglo de su nacimiento. Se habló de la religión de los espíritus, craso error, nada nuevo traía el espiritismo, sino desbancar las falsedades añadidas a los credos ya existentes, debidos a la mano humana, interesada en mezclar los intereses políticos con las directrices de sus religiones. Los espíritus hablaron del fin de la esclavidad, del fin de la pena de muerte, de verdadera igual entre hombres y mujeres, de la necesidad de un mundo más justo a través de la educación universal, la cual había de asentarse más en la comprensión y estimulación emocional, que en la adquisición alocada de conocimientos impersonales. No habló de un credo superior a ninguno, ni de la necesidad de ser religión; filosofía espiritualista puso Kardec en el frontispicio del libro clave: Libro de los Espíritus; y dijo que era ciencia, pues los nuevos tiempos ya eran llegados. Cualquier persona, sea cual sea su credo o no credo, podía abrazar los postulados base del espiritismo. Pues su voz era clara y contundente, maciza; lejos de la melifluidad de otras doctrinas. Hoy día hay corrientes que se engañan y tratan de hacer religión al espiritismo. Cuando éste es de todos y todas, no sólo de un credo, sea el que fuera. Jesús es un modelo a seguir según la respuesta 625 del Libro de los Espíritus, pero ello no indica nada más al respecto. Para el espiritismo no es Dios, sino un enviado. Y se nos presenta su doctrina depurada de los intereses mundanos, como una base racional para guiar nuestra conducta. No como la única posible, sino que en ella, tal cual la explicaban los espíritus, se halla la esencia de todas las demás habidas. Pues se va a la pureza de la enseñanza: la pureza del mensaje de Jesús, la del profeta Mahoma, la de las máximas de Confucio, o de la sabiduría de Buda, etc. Sin ser ninguna tal cual las conocemos lo que el espiritismo nos revela. Siendo todas respetables, pero con la mira puesta en la existencia clara de un mundo extracorpóreo; que el espiritismo demostraba con fehacientes hechos y datos, dado su carácter científico: en los investigadores serios que no se arredraban ante las inconveniencias de un paradigma científico todavía precario, para poder abarcar toda la riqueza que nos proponían los efectos investigados. Dados estos hechos, la posibilidad de la comunicación con nuestros seres queridos, éstos se comunicaban según habían sido, pero con su concepción un tanto maravillada ante los nuevos hechos que vivenciaban en el otro plano. Ahí al comunicarse, seguían con sus antiguas creencias, pero con matices diferenciados. Algunos se sentían engañados, por su falso celo en actitudes premiadas por los humanos, pero no acordes con la “justicia divina”; justicia muchas veces de sentido común, que cualquiera lejano del fanatismo sabe aprehender cabalmente. Y muchos sentían liviandad, al ver que era todo mucho más hermoso de lo que pensaban. O sentían pesar si su actitud había sido mezquina para sus allegados. He aquí la grandeza de esta gran enseñanza espiritual. El Consolador Prometido, en palabras de Jesús. Pero no únicamente para los cristianos, sino para todos, sean cuales fuera su credo. Pues la hermandad más allá de la muerte, la libertad de elección del libre albedrío, la posibilidad de comprender, conocer y estudiar, hacen esta filosofía espiritualista, todo un compendio que aglutina el buen hacer de todo librepensador/a. Corazones listos para el amor, mentes dispuestas para la comprensión. Ser humano en evolución.
Artículo publicado en Zona Espírita Espiritismo Sin Fronteras
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220. La facultad mediúmnica se halla sujeta a intermitencias y suspensiones transitorias, tanto en lo que se refiere a las manifestaciones físicas, como a la escritura. Veamos las respuestas de los Espíritus a algunas preguntas planteadas sobre este asunto:
1. Los médiums, ¿pueden perder su facultad?
“Eso sucede con frecuencia, sea cual fuere el género de la facultad. Pero también, muchas veces, es sólo una interrupción transitoria, que cesa con la causa que la produjo.^
“Eso sucede con frecuencia, sea cual fuere el género de la facultad. Pero también, muchas veces, es sólo una interrupción transitoria, que cesa con la causa que la produjo.^
2. La causa de la pérdida de la mediumnidad, ¿se debe al agotamiento del fluido?
“El médium, sea cual fuere la facultad de que esté dotado, nada puede hacer sin el concurso de los Espíritus que simpatizan con él. Cuando no obtiene nada más, no siempre se debe a que ha perdido la facultad. Sucede, muchas veces, que los Espíritus no
quieren o no pueden servirse más de él.”
“El médium, sea cual fuere la facultad de que esté dotado, nada puede hacer sin el concurso de los Espíritus que simpatizan con él. Cuando no obtiene nada más, no siempre se debe a que ha perdido la facultad. Sucede, muchas veces, que los Espíritus no
quieren o no pueden servirse más de él.”
3. ¿Cuál es la causa que puede determinar el abandono de un médium por parte de los Espíritus?
“El uso que él hace de su facultad es lo que más influye en los Espíritus buenos. Podemos abandonarlo cuando se vale de ella para cosas frívolas o con propósitos ambiciosos; al igual que cuando se niega a transmitir nuestras palabras, o a mostrar los hechos que producimos, a los encarnados que apelan a él o que tienen necesidad de ver para convencerse. Ese don de Dios no se le concede al médium para su deleite, y menos aún para que satisfaga sus ambiciones, sino para contribuir a su propio mejoramiento y para dar a conocer la verdad a los hombres. Si el Espíritu percibe que el médium ya no corresponde a sus propósitos y no aprovecha las instrucciones ni los consejos que le da, se aparta en busca de un protegido más digno.”
“El uso que él hace de su facultad es lo que más influye en los Espíritus buenos. Podemos abandonarlo cuando se vale de ella para cosas frívolas o con propósitos ambiciosos; al igual que cuando se niega a transmitir nuestras palabras, o a mostrar los hechos que producimos, a los encarnados que apelan a él o que tienen necesidad de ver para convencerse. Ese don de Dios no se le concede al médium para su deleite, y menos aún para que satisfaga sus ambiciones, sino para contribuir a su propio mejoramiento y para dar a conocer la verdad a los hombres. Si el Espíritu percibe que el médium ya no corresponde a sus propósitos y no aprovecha las instrucciones ni los consejos que le da, se aparta en busca de un protegido más digno.”
EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC.
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. Al probar las relaciones que existen entre el mundo corporal y el mundo espiritual, el Espiritismo muestra, en este último, una de las fuerzas activas de la naturaleza, una potencia inteligente, y da la razón de una multitud de efectos atribuidos a causas sobrenaturales y que han alimentado la mayoría de las ideas supersticiosas.
Allan Kardec, Revista Espírita –Periódico de Estudios Psicológicos, 8, agosto de 1865
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PRIMERA SESIÓN, EL ENCUENTRO CON MI GUÍA
NATHALIE BOUT
Miembro desde hace seis años del Círculo Espírita Allan Kardec, aún no había tenido la posibilidad de asistir a una sesión de espiritismo. Desde mi llegada al grupo de Belfort, he tratado de comprender, aprender y asimilar de la mejor manera dentro de mis posibilidades lo que era el espiritismo, la mediúmnidad y la importancia de las acciones a tomar.
Ante la lectura de los mensajes recibidos del mundo de los Espíritus y de compartir vivencias con diferentes espíritas, sentía emociones intensas y particulares. Sin embargo, tenía el deseo y la necesidad de pasar, yo también, de la teoría a la práctica. Tuve esa suerte en febrero de 2013, gracias a la invitación de Karine, médium y espírita apasionada y apasionante, de asistir a mi primera sesión de escritura automática.
Llegué a la cita teniendo en el espíritu esa noción de seriedad de la comunicación con el más allá, con la sensación de que iba a vivir un momento de excepción. Sentía igualmente cierta aprensión: temía no concentrarme correctamente para aportar los fluidos necesarios para el buen desarrollo de la sesión de escritura.
Dos médiums estaban presentes: Karine que iba a ejercer la escritura automática y Valérie, la escritura intuitiva. Éramos un grupo de seis personas alrededor de ellas, en la penumbra de la habitación iluminada por algunas velas, en una atmósfera propicia al recogimiento. Entre la asistencia, otras dos amigas espíritas vivirían como yo su primer contacto.
Comenzó la sesión. Karine recibió el primer mensaje. Recuerdo que tenía tanto miedo a pensar en otra cosa, que me concentraba, pensaba en los Espíritus, pero de una manera totalmente crispada. Por otra parte, mi curiosidad me producía deseos de abrir los ojos y mirar la estilográfica que corría sobre el papel, pero no me atrevía.
El primer Espíritu, Gabriel Delanne, nos acogió con mucho amor y nos anunció la venida de nuestros guías, en consecuencia, potencialmente el mío.
En ese instante experimenté una emoción de una rara intensidad: teníamos cita con lo invisible. Iba al encuentro de mi guía, ese Espíritu en el cual pensaba con frecuencia, pero cuya identidad no conocía.
Antes de retomar el hilo de la sesión, Karine nos dio algunas indicaciones precisas sobre la manera de aportar nuestros fluidos. Ella había sentido ese estado de crispación en la forma de concentrarse: bastaba con relajarse, estar presentes en conciencia, pensar en los Espíritus protectores de la sesión, con la sencillez del sentimiento, y al mismo tiempo vivir esos momentos dentro de una solemnidad recogida.
Karine precisó también que podíamos observar la expresión del Espíritu, por el brazo, por la mano del médium. En ese instante tuve la prueba formal de que Karine recibía el pensamiento de los Espíritus tanto como el nuestro.
Efectivamente, miré enseguida y repetidas veces la mano del médium y quedé estupefacta por la rapidez de la escritura, por la forma en que el espíritu se apropiaba de la estilográfica, el estado de “ausencia” del médium y su “regreso” al momento presente, al final del mensaje.
Viví cada mensaje enviado por un guía espiritual a su protegido, con la emoción de la belleza de las palabras acompañada de un amor inconmensurable. Cuando Karine comenzó la lectura del tercer mensaje, no me imaginaba que pudiera tratarse de mi guía. Desde la primera línea, las palabras poéticas se apoderaron de mí, pero cuando oí mi nombre y comprendí entonces que ese mensaje me estaba destinado, lo que sentí fue indescriptible.
Más allá de la maravillosa sensación de conocer y recibir a mi guía, quedé conmocionada por sus palabras, en resonancia con lo que me embargaba desde siempre. ¡Quién mejor que él podía conocer esa parte íntima, esa que no se revela nunca a nadie!
“Es a esa felicidad que te invito, es ese camino ya emprendido por tu espíritu en búsqueda y exploración absoluta del sentido de la vida (...)”. Tan lejos como llegan mis recuerdos, siempre he tenido esa interrogación, esa necesidad de comprender el sentido de la vida.
Además, desde mi adhesión al Círculo me preguntaba muy a menudo, a saber: “¿Estoy en la ruta correcta? ¿No me estaré extraviando en el camino de la cotidianidad?” Mi guía me confirmó que estaba por el buen camino, a mí me corresponde seguirlo. Vendrá luego, un poco más tarde en su escrito, a poner el acento con benevolencia sobre una de mis infracciones:
“No tendrás ninguna dificultad para encontrarme y leerme”. En efecto, en estos seis últimos años yo había encontrado muchas dificultades para instruirme con la lectura de las obras obligatorias e indispensables de la enseñanza espírita. Cuando al final del mensaje, él declinó su identidad (sólo recuerdo que fue un pionero del espiritismo) debí confesar que tenía cierta vergüenza, vergüenza de no acordarme de su rostro, vergüenza de no haber leído nada de sus obras.
Pero, ¡qué alegría, qué felicidad, sentir su amor, oír sus palabras! ¡Qué oportunidad me era concedida de seguir sus amorosos consejos! Ese primer encuentro con el mundo del más allá fue de una notable intensidad, de una emoción que yo nunca antes había experimentado.
Igualmente, pude darme cuenta, tomar un poco la medida, de lo que es la mediúmnidad, pues ese contacto excepcional no puede tener lugar sin un médium, un hombre o una mujer que da más allá de sí mismo o de sí misma. También evalúo más lo que debe ser mi implicación en el seno de nuestra asociación. Soy feliz de dar testimonio de esta magnífica experiencia y espero seguir el camino espiritual propuesto con tanto amor por este espíritu protector que es mi guía.
TOMADO DEL
LE JOURNAL SPIRITE N° 95 janvier 2014
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