viernes, 11 de mayo de 2018

Unas reflexiones sobre el conocimiento espiritual



Hola amigos;
Hoy veremos:

- Saludo matinal de Merchita
-Amor, perdón, cura y auto-cura.
-Unas reflexiones sobre el conocimiento espiritual
-Medios de conservación




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       BUENOS DÍAS ESPÍRITAS 

Queridos  amigos, hola buenos días, no debemos descuidar nuestra plantación por ser espiritas, en los espiritas existen las mismas miserias que entre los religiosos y ateos, el que sepamos que se vive eternamente no nos concede el privilegio de ser virtuosos, generosos y abnegados de golpe y porrazo. La ventaja que tenemos sobre la generalidad de los hombres,  es que sabemos, que de nosotros depende  el hundirnos en el abismo o remontarnos a los cielos. Es la única diferencia  que nos separa de las otras religiones y del indiferentismo; por lo demás , todos sabemos que los conocimientos Espiritas son de gran utilidad para las almas pensadoras y dispuestas  a  reconocer las grandezas de la vida eterna del Espíritu y esos conocimientos nos sirven  para guiarnos y salvarnos de los muchos tropiezos que encontramos los hombres en el camino; pero de esto a convertirnos de buenas a primeras en seres perfectos y angélicos, hay muchísimo de por medio; la verdadera santidad  no se infiltra en el alma del hombre  porque crea en Dios, esta se adquiere en un plazo tan largo que en la Tierra no se ha escrito aun la suma de siglos que necesita el hombre para desprenderse de sus vicios y adquirir a cambio virtudes, las virtudes necesarias para ser bueno y útil a su semejante.
Los espiritistas según Amalia Domingo Soler informada por Jaime Pairó, somos los hombres más imperfectos de la Tierra; ya que si está medianamente instruido sabe que tiene que vivir eternamente, que de su voluntad depende vivir en la luz o en la sombra; si pese a saber lo bueno que es ser bueno y lo malo que es ser malo sigue cometiendo abusos, asalta  la casa ajena, miente, calumnia y es un miserable que explota  a los débiles y a los vencidos ¿no es mil veces peor que creen  que muerto el perro se acabo la rabia?  Y bien lo sabemos, desde el momento  que sabemos que Cristo no vino a sanar a los sanos sino a los enfermos; y que el Espiritismo, que es la esencia del Cristianismo, viene a dar luz a los ciegos, no a los que tienen vista.
Muchos médiums dejan mucho que desear en su vida intima,  aunque se observe en ellos  que son dominados  por los Espíritus, encantan  con sus comunicaciones y hacen numerosos prosélitos  con sus instrucciones y enseñanzas. El Espiritismo viene a despertar a los perezosos, a los indiferentes,  a los que están embriagados por los vicios; pero de esto  a santificarles hay mil mundos por medio.
Da lo mismo que nos pasemos de pie en los altares, como que no nos acordemos de ningún santo; nadie nos hará más buenos de lo que nosotros queramos ser; es uno mismo  únicamente, el que según su voluntad, se irá despojando  de sus defectos o ira acumulando imperfecciones para sí. La verdadera santidad es obra de uno mismo.
No creamos, francamente, que los Espíritus  nos ayudan para llegar a la cumbre de las grandezas humanas y divinas, si nos ayudan,  pero hay aquello de ayúdate y el cielo te ayudará y lo de a Dios rogando y con el mazo dando; las enseñanzas espiritistas dicen a los indolentes: Si no ponéis voluntad  de vuestra parte para hacer girar la rueda del progreso, ella no se moverá. Los Espíritus no fabrican santos, pero enseñan el modo de conquistar la santidad.
“Todo lo que no es claro, no es bello”. ¡Qué bueno es ser bueno!, como dice el Espíritu del Padre Germán. Comprenderlo todo, es perdonarlo todo, es una comprensión que llega a veces muy tarde después de haber sufrido mucho. . Estudiando racionalmente  el Espiritismo  se acorta mucho el camino de la comprensión; hasta ahora no hay  ninguna escuela filosófica que presente a nuestra vista tan dilatados horizontes y nos ofrezca ejemplos  tan admirables  para reconocer y admirar la grandeza de Dios. El Espiritismo nos demuestra, que “No somos  un individuo, no somos un hombre o una mujer en el sentido ordinario de estas palabras,  somos una incesante corriente de hechos  que engendran experiencias, somos una serie  de inacabable de imágenes  de todo cuanto hemos hecho y de todo cuanto hemos sido, desde el más profundo y más terrorífico pasado de la eternidad a donde no ha llegado ni puede llegar la mirada del hombre”.
El Espiritismo nos dice que: “amar en realidad no es más que vivir, y que la falta de amor nos lleva a la muerte”.
Si esto nos dice el Espiritismo, si esto nos manifiestan  los Espíritus en sus comunicaciones, ¡bendita se la hora en la que comenzamos a estudiar las obras espiritistas.
El que aprende a querer, aprende a perdonar, y no conceptuando a ningún espíritu ser enemigo nuestro, comenzaremos a vivir en brazos de la Paz, de la Justicia y del Amor.
La ciencia astronómica ha demostrado que hay muchos mundos, pero no ha encontrado ni el infierno ni la gloria; desengañémonos amigos, el reposo del alma  no se compra con salmos ni con ofrendas a los santos; no tiene tarifa la verdadera santidad;  todos los tesoros acumulados  en la Tierra no son suficientes para pagar  un segundo de esa dicha inefable que siente el alma cuando comprende que ha hecho una buena obra. Las religiones, las filosofías, las negaciones de los sabios, las instrucciones  de los Espíritus, todo es letra muerta si el hombre no se decide  a ser bueno; nadie redime a nadie; cada cual se redime  a sí mismo. La verdadera santidad no es un mito, no es una ilusión, sino una hermosísima realidad y todos podemos llegar a ser santos  si hacemos nuestras  las penas de los demás. El que vive  para los demás hoy, mañana los demás vivirán para él.
Merchita
 Trabajo extraído de “Los albores de la verdad” de Amalia Domingo Soler

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Amor, perdón, cura y autocura

Entrevista com Andrei Moreira


Dr. Andrei,  ¿que es la salud, la enfermedad, la cura y la autocura en un abordaje médico-espírita?

La salud es entendida como el reflejo del ser en relación a las leyes Divinas. En la visión espírita, el hombre es un ser inmortal. alguien que preexiste a la vida física, que sobrevive al fenómeno biológico de la muerte y, a lo largo del proceso evolutivo, a través de la reencarnación, va creciendo, desarrollándose en dirección a Dios.
La salud del cuerpo físico es un reflejo del nivel e equilibrio de ese espíritu en proceso evolutivo, mediante el amor, lo bello y lo bueno. Y la enfermedad es una señalización interior de reequilibrio, invitando al ser a reconectarse con el amor y con la Fuente. Es un mensaje generado en lo más profundo de la realidad espiritual del ser, y que se refleja en el cuerpo físico como una invitación para la reconexión con el amor, el desarrollo del autoamor y con el amor al prójimo.
En esa visión, la salud y la enfermedad, son construcciones del propio hombre y nadie es víctima de nada, salvo de sí mismo, de sus propias decisiones, de sus propias elecciones, de aquello que decide y determina en su vida. Por tanto, toda cura es también un fenómeno de autocura, porque para que esta se instale definitivamente, es necesario que haya no simplemente un alivio de los síntomas y una resolución del proceso biológico en el cuerpo físico, sino también una reformulación moral del pensamiento, del sentimiento y de la acción, haciendo que el ser se transforme en profundidad, en consonancia con la ley divina, o sea, más en sintonía con la ley del Amor.

¿El amor es, entonces, el camino para la cura?

El amor es el gran medicamento y la gran finalidad de la existencia. En realidad nosotros caminamos en dirección a Dios, como el "hijo pródigo" de la parábola de Jesús, reconectando nuestra relacción con el Padre y con el propio corazón, donde Dios está. Poco a poco, vamos haciendo eso, descubriendo nuestras virtudes, la grandeza íntima que hay dentro de nosotros, todo aquello que Dios nos dió como posibilidad evolutiva y que puede realizarnos plenamente.
En ese contexto, el amor representa un movimiento medicamentoso por excelencia, en cuanto movimiento de respeto, de consideración, de valoración, de inclusión. Él nos trata las enfermedades del alma, que son el orgullo, egoísmo, vanidad, prepotencia, arrogancia, y nos coloca en sintonía con la FUente, que es Dios, ayudándonos a reconectarnos con nuestro Padre. Desarrollar el amor es el camino más rápido, fácil y eficaz para la cura del alma y del cuerpo.

En los seminarios, usted presentó también el perdón como el camino para la salud integral. ¿Puede hablar algo sobre eso?

Si, el perdón es condición esencial para la salud. Sin el perdón no hay paz interior, no hay salud ni física, ni emocional. Shakespeare decía que
no perdonar o guardar odio, es como beber veneno, dejando que el otro muera. El veneno actúa en aquel que lo guarda, que lo cultiva dentro de sí. Y la angustia actúa dentro de nosotros a semejanza de una planta que, una vez guardada, cultivada, va creciendo, creando raices, dando frutos y multiplicándose.
Y nosotros acabamos enredados en una serie de dolores emocionales, sin que sepamos a veces, en donde comenzó todo. Y todo porque vamos guardando cosas dentro de nosotros, sin trabajar, sin dialogar, sin metabolizar emocionalmente aquello que estamos sintiendo y vivenciando. Cuando nos damos cuenta, la situación ya  es un asunto muy profundo y muy grave.
Para que tengamos paz, es necesario que abracemos el perdón como un proyecto.  El perdón es una decisión para la paz, que se traduce en actitudes por el establecimiento de esa paz, en el entendimiento de las cuestiones emocionales, de nuestras características personales, de las circunstancias que envuelven el acto agresor y de la responsabilidad y corresponsabilidad nuestra en el proceso. Él se traduce como un proceso, porque no se da de la noche al día. Él se construye a lo largo del tiempo a través de actitudes sucesivas de búsqueda de esa metabolización emocional, que muchas veces precisa de un acompañamiento terapeútico profesional, a través de un psicólogo que haga ese abordaje íntimo y nos ayude a encontrar nuestras respuestas, sentidos y significados más profundos.
El perdón pasa también por el acogimiento y aceptación de nuestra humanidad y de la humanidad del otro, sobre todo, en la superación de los traumas, porque solo aceptando la condición fundamental del ser humano, de estar en un proceso contínuo de errar y acertar, es como la gente se da cuenta de que conviven con los equívocos del otro que nos hiere, e incluso también con los propios nuestros.
Naturalmente, nosotros solo hacemos para el  otro aquello que hacemos para nosotros mismos. Entonces solo conseguimos aceptar la humanidad del otro cuando aceptamos nuestra propia humanidad, cuando acogemos en nosotros nuestra capacidad de equivocarnos y recomenzar, abrazando el auto amor como una propuesta de vida.
El auto-amor es hijo de la humildad, una de las representaciones magníficas de amorosidad divina, aquella decisión interna de acogernos, de tratarnos con ternura, compasión, y con la benevolencia que nosotros necesitamos, aunque con la firmeza necesaria para dominar nuestras pasiones y renovarnos de nuestros defectos que juzguemos necesario. Entonces, el perdón es una actitud de conquista de ese estado de paz interior, a través del entendimiento de las circunstancias que nos envuelven en la decisión por el amor.
De la Revista Verdad y Luz

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                 UNAS REFLEXIONES SOBRE EL                                CONOCIMIENTO ESPIRITUAL


     Nuestro  mundo de hoy está en urgente y apremiante necesidad del conocimiento espiritual verdadero. 
     Porque, sólo el conocimiento espiritual, que comprende los diversos aspectos de la Verdad, puede sacar a la humanidad del cáos en que se halla. 
     Necesario es comprender, grabar bien en la mente, que el objeto de la vida y vidas humanas, es progresar, avanzar en el camino de la evolución. Y a medida de este progreso, de este avance, iremos animando personalidades cada vez más destacadas, con mayor inteligencia, mayor poder y mayor bondad o amor; realizando misiones cada vez de mayor importancia, hasta la fase final de la etapa humana, que es la reintegración y liberación de las vidas en los mundos físicos de sufrimiento. Y tanto o más importante es todavía, la condición de felicidad que le aguarda y encuentra en el mundo espiritual al final de cada una de esas vidas humanas. 
     De aquí, la necesidad imperiosa de adquirir el conocimiento de las leyes de la Vida, ya que, siendo el conocimiento la luz que puede iluminar el camino de la vida humana, mostrando los escollos y peligros, nos ayudará a liberarnos de los mismos. 
     Y abundando en este aspecto, os digo: ¿Qué debemos conocer?: 
-Que el conocimiento de la responsabilidad de nuestros actos, nos debe llevar a vigilar los pensamientos, sentimientos y deseos, que son fuerzas psíquicas que inducen a la acción; acción o acciones de las cuales somos responsables. Cuando comprendamos que los sentimientos y pensamientos, buenos o malos, son fuerzas reales que presionan sobre la mente, para manifestarse, comprenderemos también la necesidad de aprender a controlarlos, ya que somos responsables de sus consecuencias. De aquí se deduce fácilmente que, los errores humanos son, casi siempre, el resultado de la ignorancia de las consecuencias. 
-Que todos los pensamientos, sentimientos y deseos negativos, influyen grandemente sobre las glándulas de secreción interna, toda vez que producen desequilibrios en las mismas, que afectan la salud; además de manchar y densificar el alma con esas vibraciones negativas, de un psicomagnetismo morboso que enferman el alma y son causa de sufrimiento al pasar al Más Allá. 
-Que el conocimiento del propio organismo humano (cuerpo físico) y el funcionamiento de los diversos órganos en relación con la salud, nos capacita para evitar cometer errores en la alimentación, en las relaciones sexuales, en la conducta afectiva, etc. 
-Que el egoísmo es una enfermedad psíquica ignorada por el afectado, que ejerce presión sobre su mente y sobre su alma, insensibilizándola, endureciéndola; por lo que conduce a la infelicidad. Del egoísmo nacen sentimientos acaparadores y dominantes que perturban la buena armonía en las relaciones familiares y sociales, y amargan la vida del afectado.

Sebastián de Arauco.

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            LOS MEDIOS DE CONSERVACIÓN

– Al dar Dios al hombre la necesidad de vivir, ¿le ha 
proporcionado siempre los medios? 
– Sí, y si no los encuentra, es por que no los comprende. Dios no podría dar al hombre la necesidad de vivir sin darle los medios, y por esto hace producir a la tierra para abastecer lo necesario a todos sus habitantes, porque solo lo necesario es útil; lo superfluo no lo es 
nunca. 
705 – ¿Por qué la Tierra no produce siempre lo bastante para proporcionar lo necesario al hombre? 
– Es porque el hombre la descuida, ¡oh ingrato! Y, sin embargo, es una excelente madre. Con frecuencia, también acusa a la Naturaleza de lo que es efecto de su impericia o de su imprevisión. La tierra produciría siempre lo necesario, si el hombre, supiese contentarse 
con ello. Si no basta a todas las necesidades es porque el hombre emplea en lo superfluo lo que podría ser dado a lo necesario. Mira al árabe en el desierto, siempre encuentra con qué vivir, porque no se crea necesidades artificiales. Cuándo la mitad de los productos se 
malbarata en satisfacer fantasías, ¿debe admirarse el hombre de no encontrar nada al día siguiente, y tiene razón para quejarse de encontrarse desprovisto cuando viene el tiempo de escasez? En verdad os digo, que no es la Naturaleza la imprevisora, sino el hombre que no sabe gobernarse. 
706 – ¿Por bienes de la tierra sólo se debe entender los productos del suelo? 
– El suelo es el origen primero de donde emanan todos los otros recursos, porque, en definitiva éstos no son más que una transformación de los productos del suelo. Por eso, es preciso entender por los bienes de la tierra todos aquellos de que el hombre puede 
disfrutar en este mundo. 
707 – Con frecuencia faltan a ciertos individuos los medios de subsistencia, aun en medio de la abundancia que les rodea, ¿a qué se debe atribuir eso? 
– Al egoísmo de los hombres, que no siempre hacen lo que deben; después, y es lo más frecuente, a ellos mismos. Buscad y encontraréis; estas palabras no quieren decir que basta mirar al suelo para encontrar lo que se desea, sino que ha de buscar con ardor y 
perseverancia, y no con pereza, sin desanimarse ante obstáculos que con mucha frecuencia no son más que medios de poner a prueba vuestra constancia, paciencia y firmeza, (534). 
Si la civilización multiplica las necesidades, multiplica también las fuentes de trabajo y los medios de vivir; pero preciso es convenir en que, bajo este aspecto, mucho le resta aún por hacer. Cuando haya terminado su obra, nadie podrá decir que carece de lo necesario, a no ser por culpa suya. La infelicidad de muchos consiste en que van por un camino que no es el que le ha trazado la Naturaleza, y entonces es cuando les falta inteligencia para tener éxito. Para todos hay un lugar bajo el Sol, pero con la condición de que cada uno ocupe el suyo y no el de los otros. La Naturaleza no puede ser responsable de los vicios de la organización social y de las consecuencias de la ambición y del amor propio. 
      Sin embargo, se necesitaría ser ciego para no reconocer el progreso realizado bajo este aspecto entre los pueblos más adelantados. Gracias a los laudables esfuerzos que la filantropía y las ciencias reunidas no cesan de hacer para el mejoramiento del estado material de los hombres, y a pesar del aumento incesante de la población, es atenuada la insuficiencia de la producción, en gran parte por lo menos, y los años más calamitosos no tienen comparación con los de otros tiempos. La higiene pública, ese elemento tan esencial de la fuerza y de la salud, desconocido de nuestros padres, es objeto de una solicitud esclarecida. 
El infortunio y el sufrimiento encuentran lugares de refugio. Por todas partes la Ciencia contribuye para aumentar el bienestar. ¿Quiere esto decir que se haya llegado a la perfección? ¡Oh! Ciertamente que no; pero lo que se ha hecho da la medida de lo que puede hacerse con perseverancia, si el hombre es bastante sabio para buscar su felicidad en las cosas positivas y graves, y no en utopías que le retrasan en vez de adelantarle.
 

El libro de los Espíritus. Allan Kardec.

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