martes, 1 de abril de 2014

Pobreza


               Pobreza

Debiéramos avergonzarnos de descansar o de disponer de una comida completa mientras haya un hombre o una mujer, físicamente apto , sin trabajo o sin alimento.

Le es permitido al mundo... reírse de mí,porque me desprendo de toda propiedad.
Para mí ese desprendimiento, ha sido una ganancia positiva. Me agradaría que la gente compitiera conmigo en mi satisfacción.
Es el más valioso tesoro que poseo. Por lo tanto acaso sería válido afirmar que aunque predico la pobreza, ¡soy un hombre rico!
Nadie ha sugerido nunca que el opresor pauperrimo, pueda conducir a algo que no sea la degradación moral.
Para el pobre, lo económico es lo espiritual. No se puede ofrecer otro estímulo a esas multitudes hambrientas, les resultaría muy indiferente. Pero si les entregáis alimentos te considerarían su Dios.
Son incapaces de ningún otro pensamiento.
Aun en un mundo más perfecto, fracasaríamos en el intento de evitar las desigualdades, pero podemos y debemos evitar la rivalidad y la amargura.
La idea de la guerra de clases, no me atrae. En la India una guerra de clases no sólo no es inevitable, sino que inclusive puede evitarse, si hemos comprendido el mensaje de la no violencia. Quienes hablan de la guerra de clases como de algo inevitable, no han comprendido las implicaciones de la no violencia o las han comprendido, sólo a flor de piel.
No puede terminarse con la explotación del pobre por medio de la destrucción de unos cuantos millonarios, sino eliminando la ignorancia del pobre y enseñándole a no cooperar con sus explotadores.
Esto también convertirá a los mismos explotadores. Inclusive he sugerido que en última instancia eso colocaría a ambos, en una situación de camaradas iguales.
El capital en sí mismo no es un mal; lo que está mal es su uso injusto. 
El capital, de una u otra manera, siempre será necesario.
La absoluta renuncia a todas las posesiones personales, es algo que muy pocos, inclusive entre la gente común, son capaces de poner en práctica.
Todo cuanto legítimamente puede esperarse de la clase acaudalada se reduce a que conserve su riqueza y su talento en depósito y los use para servir a la sociedad.
Pedir más significaría matar a la gallina de los huevos de oro.

Ghandi
Recopilación: Oswaldo E. Porras D.
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¿Es el Espiritismo la 

Religión  natural ?


(...) Creer en  un Dios Todopoderoso, soberanamente justo y bueno; creer en al alma y en su inmortalidad; en la preexistencia del alma como única justificación del presente; en la pluralidad de existencias como medio de expiación, de reparación y adelanto intelectual y moral; en la perfectibilidad de seres más imperfectos; en la felicidad creciente  con la perfección; en la equitativa remuneración del bien y del mal, según el principio: “a cada cual según sus obras”;  en la igualdad de la justicia para todos, sin excepciones, favores ni privilegios para ninguna criatura; en la duración de la expiación limitada a las imperfecciones; en el libre arbitrio del hombre, que le deja siempre escoger entre el bien y el mal; creer en la continuidad de las relaciones entre el mundo visible y el mundo invisible; en la solidaridad que religa a todos los seres pasados, presentes y futuros, encarnados y desencarnados; considerar la vida terrestre como transitoria y una de las fases de la vida del Espíritu, que es eterno; aceptar valerosamente las pruebas, en vista de un futuro más deseable que el presente; practicar la caridad en pensamiento, en palabras y obras en las más amplia acepción del término; esforzarse cada día para ser mejor que en la víspera, extirpando toda imperfección de su alma; someter todas las creencias al control del libre examen y de la razón, y no aceptar nada por la fe ciega; respetar todas las creencias sinceras, por más irracionales que nos parezcan, y no violentar la conciencia de nadie; ver, en fin, los descubrimiento de la  Ciencia, la revelación de las leyes de la Naturaleza, que son las leyes de Dios: ese es el Credo, la religión del Espiritismo, religión que puede conciliarse con todos los cultos, esto es, con todas las maneras de adorar a Dios. Es el lazo que debe unir a todos los espíritas en una santa comunión de pensamientos, esperando que una a todos los hombres sobre la bandera de la fraternidad universal.
Con la fraternidad, hija de la caridad, los hombres vivirán en paz y se evitarán males innumerables, que nacen de la discordia, a su vez hija del orgullo, del egoísmo, de la ambición, de la envidia y de todas las imperfecciones de la Humanidad.
El Espiritismo da a los hombres todo lo que es preciso para su felicidad aquí en la Tierra, porque les enseña a contentarse con lo que tienen. Que los espíritas sean, pues, los primeros en aprovechar los beneficios que el les trae, y que inauguren entre sí el reino de la armonía, que resplandecerá en las generaciones futuras.
Los Espíritus que nos acompañan aquí  son innumerables, atraídos por el objetivo que nos propusimos  al reunirnos, a fin de dar a nuestros pensamientos la fuerza que nace de la unión. Ofrezcamos a los que nos son caros un buen recuerdo, y la garantía de nuestro afecto, coraje y consuelos a los que de ello necesiten. Hagamos de modo que cada uno recoja su parte de los sentimientos de caridad benevolente de que  estuviéremos animados, y que esta reunión de los frutos que todos tienen  derecho a esperar.
Allan Kardec

(Últimos cuatro párrafos. Extractado de Revista Espírita, diciembre de 1868, Ed.  FEB, pág. 487-495)
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ANTE EL DOLOR

Muchos reaccionamos de una manera muy negativa a los sufrimientos.
Creemos en Dios, hablamos de fe, esperanza y gratitud al Padre si nuestra vida transcurre tranquilamente.
Sin embargo, cuando los vientos de los reveses nos atormentan, la revuelta se instala y gritamos: ¿Por qué, Dios? ¿Por qué conmigo?
En estos momentos, nos olvidamos de que Dios es el Padre del Amor y de la Justicia, nos olvidamos del poder de la plegaria, nos olvidamos de tantas cosas...
No obstante, al analizar la vida de algunas criaturas, nos damos cuenta de que sufren mucho más que nosotros y no se muestran rebeldes, ni ingratas.
Recordamos que, unos seis años antes de morir, Francisco de Asís empezó a sufrir de una enfermedad en los ojos, que le causaba fuertes dolores.
La visión parecía cubierta por un velo. Primero, él comenzó a sentir como si los ojos se estuvieran rasgando. Más tarde, las pálpebras hincharon debido a la irritación e infección.
Frotar los ojos solamente ponía peor la situación. La luz lo molestaba. Y su visión se fue poniendo siempre peor.
Se cree que se trataba de una enfermedad que se propagaba en el clima seco y suelo arenoso de Egipto: el tracoma.
Francisco había pasado bastante tiempo en el campamento de los cruzados, en las márgenes fétidas y húmedas del río Nilo. Allí faltaba una higiene adecuada y las enfermedades se propagaban.
En el inicio de la primavera de 1225, uno amigos llevaron a Francisco a un médico que había imaginado un método revolucionario en el tratamiento de las enfermedades de los ojos.
El médico llegó con el instrumento de hierro usado para la cauterización. Encendió el fuego y después colocó el hierro.
Los amigos le explicaron a Francisco lo que iba a hacer el médico: rojos, los hierros se aplicarían para quemar la carne de los dos lados de la cabeza de Francisco, de pómulos a las cejas.
Las venas de las sienes se abrirían y la esperanza era que la infección que causaba la ceguera se drenara.
Mientras los hierros enrojecían, Francisco espantó a todos.
Con una voz débil y, seguramente, ansiosa, dijo:
Mi hermano fuego, eres noble y útil entre todas las criaturas del Altísimo. Sé bondadoso conmigo en este momento.
Durante mucho tiempo te amé. Ruego a nuestro Criador que te hizo para que ablande tu calor, a fin de que pueda soportarlo.
Y con un gesto, bendijo el fuego.
Los amigos, aterrorizados con el procedimiento que se ejecutaría, huyeron y él se quedó solo con el médico.
Los hierros se aplicaron y la quemadura se extendió de las orejas a las cejas. La cabeza quedó cauterizada. Las venas abiertas.
Cuando los compañeros volvieron al salón, el paciente estaba extraordinariamente calmo y no se quejaba.
Todo el procedimiento fue ineficiente pero lo que sobresale es la fe de Francisco, ejemplificando que el verdadero cristiano debe soportar el dolor, con serenidad, atestando su coraje.
* * *
Seguramente aún tenemos mucho que aprender. Pero, mientras los días de bonanza nos abracen, oremos y pidamos a Dios que nos fortalezca para los días de tempestad que podrán advenir, en algún momento.
Pensemos en eso.

Redacción del Momento Espírita, basada en el cap. Quince (1225-1226), del libro Francisco de Assis, o santo relutante, de Donald Spoto, ed. Objetiva.

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