lunes, 31 de marzo de 2014

Miedos y Temores


       
  ¿ El Temor es un defecto moral?

El temor es un sentimiento de inseguridad que se manifiesta de modo mas o menos irracional en forma de inquietud, ansiedad, recelo ante lo desconocido o ante una amenaza, temor, pavor,etc.

El temor racional o instintivo ante serios y concretos riesgos es un mecanismo natural de defensa ante peligros reales, pero existen también otros temores infundados o exagerados e irreales que son creación de la imaginación del afectado que los alimenta inconscientemente. Estos casos sí pueden considerarse un defecto o debilidad moral, porque debilitan las energías mentales y el entusiasmo, paralizando las facultades intelectivas y volitivas. Los estados de temor se acompañan de unas vibraciones mentales que sintonizan con otras de la misma frecuencia emitidas igualmente por espíritus, tanto encarnados como desencarnados y se alimentan, incentivan y fortalecen mutuamente. Debemos tener siempre en cuenta que por Ley de Atracción, una mente funcionando en positivo atrae lo positivo y funcionando en negativo, como son los casos de pesimismo y de temor, atraen lo negativo. El estado mental y anímico negativo que causa el miedo, atrae por ley de Vibración los hechos y resultados negativos que recelamos.
El temor siempre tiene origen en una falta de confianza en sí mismo y en Dios. La fe en nuestras propias potencialidades y en la protección de Lo Alto, proporciona un estado de seguridad al no sentirnos desamparados, aumentando nuestro grado de coraje ante los retos de la vida. El pesimismo es una forma negativa de ver y considerar los detalles que la vida nos pone delante cada día, cuando solamente se tratan de experiencias con las que adquirimos equilibrio y sabiduría. Y de ese pesimismo es que suelen nacer los miedos y los temores infundados. El antídoto contra el pesimismo es el razonamiento ponderado y justo, impregnado del sentimiento antagonista: el optimismo moderado que nos proporciona la fe.
Los temores nos incapacitan para enfrentar los peligros con la debida lucidez, necesaria para encontrar una solución que nos saque airosos ante una situación difícil.
No se debe sufrir por anticipado permitiendo que el fantasma del miedo nos perturbe el razonamiento y nos genere temores injustificados. Cuando tememos intensamente algo, estamos siendo dominados por una fuerza extraña a nosotros y esto nos hace entrar en un estado de desequilibrio nervioso y mental.
El miedo agiganta los acontecimientos, presentándolos de modo exagerado e irreal. Tenemos muchas clases de miedos, como el temor ante las enfermedades , cuando sabemos que estas hay que afrontarlas con valentía y confianza en la ayuda y en la Voluntad de Dios. También genera inseguridad y timidez, pudiendo llegar a llevar a quien lo sustenta o padece en grados extremos hasta estados emocionales de violencia irracional y de enloquecimiento.
Lo peor es que el miedo suele ser contagioso para otras mentes débiles o no preparadas ante la prueba, y además invalida la eficacia de la oración esparciendo pesimismo . Esta debilidad o defecto moral debe ser combatido continuamente, no dejando que se adueñe de nuestro ánimo.
No debemos dejarnos llevar por ninguna clase de miedo a nada, pues lo más grave que nos podría suceder es la muerte del cuerpo y aunque es natural y es deber moral preservar nuestra vida física, esto tampoco es motivo de ningún horror pues ya sabemos que la muerte no es el final de la vida, porque esta continúa existiendo en otra dimensión. Además, este es un trance natural por el que todos, antes o después, pasaremos, como ya hemos pasado anteriormente en la larga historia de nuestros espíritus. Recordemos que los seres humanos en nuestra parte consciente y racional, somos Seres inmortales. Nadie puede prever lo imprevisto ni evadirse del karma necesario para la Evolución espiritual.
El único temor que nos debiera preocupar es el de no conservar nuestra conciencia interior limpia. Así la mejor arma que tenemos para combatir el miedo y los temores ante las pruebas de la vida, son la confianza en Dios y la disposición al trabajo, enfrentando cuanto nos salga al paso y sabiendo que toda prueba que afrontemos no será nunca superior a nuestras fuerzas o a nuestra capacidad para superarla, además de que siempre tenemos unas presencias espirituales cercanas que velan por nosotros, y nada nos sucederá que no deba suceder.
El mejor modelo para vencer miedos y temores lo tenemos en la figura de Jesús de Nazaret, que nunca mostró temor ante ningún enemigo y el que experimentó humanamente ante su propio martirio, lo afrontó con su extraordinaria fe en el Padre Celestial . Si hay en la historia un ejemplo de valentía en el más amplio sentido de la palabra, lo tenemos en Él.
En la medida que logremos superar todas las lacras y defectos morales que tenemos en general, de la clase que sean , iremos eliminando así de nosotros los muchos aspectos negativos, incluidos los miedos y temores que nos impiden evolucionar como personas y Seres espirituales que somos.
Los miedos infundados o sin aparente motivo, pueden tener su origen en diversas causas, tal como conflictos acaecidos en otras vidas anteriores que han dejado huella en forma de sentimientos de culpa .También se puede originar por fuertes sentimientos a causa de vivencias que ha tenido el Ser durante su estancia en el llamado “Umbral” en el mas allá. O también puede ser debido a un desequilibrio emocional educativo, con origen en la infancia a causa de una posible maltrato de la personalidad infantil en desarrollo, ya sea por parte de sus padres u otros familiares, que en el trato doméstico quizás le han mostrado indiferencia o le trataron con demasiada agresividad.

No pensemos nunca que estos defectos forman parte de nuestra personalidad natural; esto sería como una velada acusación contra Dios por habernos creado naturalmente así de imperfectos y cobardes, achacándole la responsabilidad por los mismos y eludiendo así nuestra propia responsabilidad para no esforzarnos en superarlos.

- Jose Luis Martín-
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No la hagas y no la temas “

Refranero popular
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 ENTRE LOS LLAMADOS Y ELEGIDOS

Apreciando  aquella enseñanza  de los “llamados y elegidos”,  destacadas de la palabra del Señor, en las lecciones del Evangelio, mentalicemos el asunto, transfiriéndolo  a una oficina terrestre.
A favor de la producción de servicio, son ahí admitidos colaboradores de variada procedencia, escalonados en diversas clases.
Todo son llamados por la obra a hacer, a fin de conjugar esfuerzos dentro de las finalidades de la institución  a que se ajustan.
Entretanto, raros se portan a la altura de los compromisos  que asumen.
Muchos de ellos devoran el tiempo, renovando indagaciones incesantes acerca de los problemas familiares de la casa, a pretexto de recoger esclarecimiento y directrices.
Son los siervos ociosos.
Otros muchos se confían  a la irascibilidad y a la cólera, arrojando de si los fluidos  apestados  de la indisciplina con la que esparcen el fuego de la rebeldía  y el hielo del desanimo, anulando maquinas  y desanimando a los compañeros.
Son los siervos rebeldes.
Muchos aun se entregan al culto a la lisonja, abandonando las obligaciones que les caben, para tejer elogios venenosos a la persona de los dirigentes, con el fin de sobornarles la conciencia, a la caza de ventajas materiales.
Son los siervos aduladores.
Muchos se refugian en los programas extensos, resaltando el futuro con discursos brillantes, en los cuales reportan imaginarias realizaciones, abominando los deberes humildes que consideran indignos  de la inteligencia que les es propia.
Más hay un tipo de cooperador que pregunta poco y hace mucho, que cultiva la dignidad personal sin descender a los desvaríos del orgullo, que sustenta el respeto debido al orden sin rendirse a la adulación y que traza directivas de trabajo para cumplirlas, cada día, al precio del propio amor y de la propia renuncia.
Siervos de esos son aquellos que el servicio elige por sus directores, sin cualquier recurso  a caprichos particulares.

Siendo así, para que seas elegido como sustentáculo en la obra de la luz del amor, no basta que te consagres a largas plataformas verbales o preciosas promesas de la boca, vacías de sustancia y sentido.
Ante todo, es  imprescindible sepamos elegir la propia luz y el  propio amor como normas de nuestra vida, porque así, a través del constante servicio a los otros, edificaremos el verdadero servicio a nosotros mismos en bendecida y permanente ascensión.

Por el Espíritu Emanuel- Del Libro: Fe, Paz y Amor, Médium: Francisco Cándido Xavier.
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¿QUE ES EL ESPIRITISMO?

El Espiritismo es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en las relaciones que pueden establecer con los espíritus; como doctrina filosófica, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones.
Podemos definirlo así: El Espiritismo es la ciencia que trata de la naturaleza, origen y destino de los espíritus, y de sus relaciones con el mundo corporal.
En el año 1848, llamaron la atención en los Estados Unidos de América diversos fenómenos extraños, que consistirían en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida. Estos fenómenos, con frecuencia, tenían lugar espontáneamente con una intensidad y persistencia singulares; pero se notó también que se producían, más particularmente, bajo la influencia de ciertas personas que se designaron con el nombre de médiums, quienes podían, hasta cierto punto,provocarlos a su voluntad, lo que permitió repetir los experimentos. Con preferencia se servían de mesas, no porque este objeto fuese más a propósito que otro, sino únicamente porque es movible, más cómodo y porque podemos más fácil y naturalmente sentarnos justo a una mesa que junto a cualquier otro mueble. Se obtuvo de este modo la rotación de la mesa, después movimientos en todas direcciones, saltos, caídas, elevaciones, golpes violentos, etc. Este fenómeno fue designado, en un principio, con el nombre de mesas giratorias o danza de las mesas.
      Hasta aquí el fenómeno podía explicarse perfectamente por una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, y ésta fue la primera opinión que se formó. No tardó en reconocerse, en estos fenómenos, efectos inteligentes de manera que los movimientos obedecían a la voluntad; la mesa se dirigía a la derecha o a la izquierda de una persona determinada, se levantaba, cuando se le mandaba, sobre uno o dos pies, daba los golpes que se le pedían, marcaba el compás, etc. Quedó probado desde entonces, con evidencia, que la causa no era puramente física, y según el axioma de que si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, se dedujo que la causa de este fenómeno debía ser una inteligencia.
El primer pensamiento fue que podía ser un reflejo de la inteligencia del médium o de los asistentes, pero la experiencia demostró muy pronto la imposibilidad de que así fuese, porque se obtuvieron cosas completamente ajenas al pensamiento y conocimiento de las personas presentes, y hasta en contradicción con sus ideas, su voluntad y sus deseos; no podía proceder sino de un ser invisible. El medio de cerciorarse de esto era muy sencillo: se trató de entrar en conversación con aquel ser, lo que se hizo por medio de un convenido número de golpes que significaban sí o no o designaban las letras del alfabeto, y se obtuvieron de este modo respuestas a las diferentes preguntas que se le hacían. Este fue el fenómeno que se designó con el nombre de mesas parlantes. Preguntados todos los seres que se comunicaban de este modo sobre su naturaleza, declararon ser espíritus y pertenecer al mundo invisible. Habiéndose producido los mismos efectos en un gran número de localidades, por medio de diferentes personas, y siendo observados, además, por hombres muy respetables y muy ilustrados, no era posible que fuesen juguete de una ilusión.
Este fenómeno, desde América, pasó a Francia y al resto de Europa, y durante algunos años, las mesas giratorias o parlantes estuvieron de moda, llegando a ser diversión de salones
Luego, el fenómeno presentó un nuevo aspecto que le hizo salir del círculo de simple curiosidad.
Las comunicaciones por golpes eran lentas e incompletas; se notó que adaptando un lápiz a un objeto movible, como una cestita tablita u otra cosa sobre la cual se apoyaban los dedos, se ponía el objeto en movimiento y trazaba caracteres. Más tarde, se reconoció que aun estos objetos no eran más que accesorios, de los cuales se podía prescindir. La experiencia demostró que el Espíritu, obrando sobre un cuerpo inerte para dirigirlo a su voluntad, podía tener acción del mismo modo sobre el brazo o la mano para conducir el lápiz.
Entonces se obtuvieron médiums escribientes, esto es, personas que escribían de una manera involuntaria a impulso de los espíritus, las cuales venían a ser de este modo instrumentos e intérpretes de los espíritus.
Desde este momento, las comunicaciones no tuvieron límites y el cambio de pensamientos pudo hacerse con tanta rapidez y extensión como entre los vivos. Era, pues, un vasto campo abierto a la exploración, un descubrimiento de un nuevo mundo: el mundo de los invisibles, como el microscopio había hecho descubrir el mundo de los infinitamente pequeños.
Se supo muy pronto, por ellos mismos, que no son seres excepcionales en la Creación, sino las mismas almas de aquellos que han vivido en la Tierra o en otros mundos; que estas almas, después de haberse despojado de la envoltura corporal, pueblan y recorren el espacio.
No fue ya lícito ponerlo en duda cuando entre ellos se reconocieron parientes y amigos, con los cuales se pudo entablar conversación, al venir a dar pruebas de su existencia, a demostrar que sólo muere el cuerpo, que el alma o Espíritu vive siempre; y nos hicieron comprender que están aquí a nuestro lado, como durante su vida, viéndonos, observándonos, rodeando solícitos a aquellos a quienes han amado y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.
Los golpes y los movimientos son, para los espíritus, un medio de atestiguar su presencia y llamar sobre ellos la atención, de la misma manera que lo haría una persona para avisar que alguien llama. Los hay que no se limitan a ruidos moderados, sino que producen un alboroto semejante al de la vajilla cuando se rompe, al de las puertas cuando se abren y cierran o al de los muebles cuando son arrastrados por el suelo.
Por medio de estos golpes y movimientos convencionales han podido expresar sus pensamientos: pero la escritura ha puesto a su alcance un medio más completo, más rápido y más cómodo, y por esto la prefieren a todos los otros.
Por la misma razón que pueden formar caracteres, pueden guiar la mano para hacer trazar dibujos, escribir música; en una palabra, en defecto de su propio cuerpo, que no tienen ya, se sirven del cuerpo del médium para manifestarse a los hombres de una manera palpable.
Los espíritus pueden también manifestarse de muchas maneras, entre otras por la visión y por la audición. Ciertas personas llamadas médiums auditivos tienen la facultad de oírles, y pueden así conversar con ellos; otros los ven: éstos son médiums videntes. Los espíritus que se manifiestan a la vista se presentan generalmente bajo una forma análoga a la que habían tenido durante su vida, pero vaporosa: otras veces esta forma tiene todas las apariencias de un ser viviente, hasta el extremo de producir completa ilusión y de que a veces se les haya tomado por personas de carne y hueso, con las cuales se ha podido hablar y cambiar apretones de manos, sin saber que se trataba con los espíritus más que por su desaparición instantánea.
La vista general y permanente de los espíritus es muy rara, pero las apariciones individuales son muy frecuentes, sobre todo en el momento de la muerte. El Espíritu, desprendido del cuerpo, parece que se da prisa en ir a ver a sus parientes y amigos, como para advertirles que acaba de dejar la Tierra y manifestarles que vive aún. Evoque cada uno sus recuerdos, y entonces verá cuántos hechos auténticos de este género, de los cuales no se ha hecho caso, han tenido lugar, no solamente por la noche durante el sueño, sino en pleno día y en el estado más competo de vigilia.
En otro tiempo se miraban estos hechos como sobrenaturales y maravillosos, y se atribuían a la magia y a la brujería; hoy los incrédulos los achacan a la imaginación; pero desde que la ciencia espiritista ha dado la clave de ellos, se sabe cómo se producen y que no salen del orden de los fenómenos naturales.
El Espiritismo, sin embargo, no es un descubrimiento moderno; los hechos y los principios en que descansa se pierden en la oscuridad de los tiempos, porque se encuentran sus huellas en las creencias de los pueblos, en todas las religiones, en la mayor parte de los escritos sagrados y profanos, sólo que los hechos incompletamente observados han sido interpretados con frecuencia con arreglo a las ideas supersticiosas de la ignorancia, y sin haber deducido de ellos todas las consecuencias.
El Espiritismo está fundado en la existencia de los espíritus, pero no siendo estos más que las almas de los hombres, desde que hay hombres hay espíritus. El Espiritismo, pues, ni los ha descubierto ni inventado. Si las almas o espíritus se manifiestan a los vivos, es porque esto es natural, y desde luego han debido hacerlo en todas las épocas. Así es que de todas ellas y en todas partes se hallan pruebas de sus manifestaciones, las cuales abundan, mayormente, en los relatos bíblicos. Lo moderno es la explicación lógica de los hechos, el conocimiento más completo de la naturaleza de los espíritus, de su misión y de su modo de obrar, la revelación de nuestro estado futuro, y en fin, su constitución en cuerpo científico y doctrinario y sus diversas aplicaciones. Los antiguos conocían el principio, los modernos conocen los detalles. En la antigüedad, el estudio de esos fenómenos era privilegio de ciertas clases, que no los revelaban más que a los iniciados en sus misterios. En la Edad Media, aquellos que se ocupaban de ellos ostensiblemente eran mirados como hechiceros y se les quemaba. Pero hoy no hay misterio para nadie, a nadie se quema, todo se hace a la luz del día, y todo el mundo está dispuesto a ilustrarse y a practicar, porque en todas partes se encuentran médiums y cada uno puede serlo, más o menos.
La doctrina que enseñan hoy los espíritus no tiene nada de nuevo; se encuentran fragmentos de ella en la mayor parte de los filósofos de la India, de Egipto y de Grecia, y completa en la enseñanza de Cristo. ¿A qué viene, pues, el Espiritismo? A confirmar con nuevos testimonios, a demostrar con hechos, verdades desconocidas o mal comprendidas, y a restablecer en su verdadero sentido aquellas que han sido mal interpretadas o voluntariamente alteradas.
Cierto es que el Espiritismo no enseña nada nuevo: ¿Pero es poco probar de una manera patente e irrecusable la existencia del alma, la supervivencia al cuerpo, su individualidad después de la muerte, su inmortalidad, las penas y las recompensas futuras?
Desde el punto de vista religioso, el Espiritismo tiene por base las verdades fundamentales de todas las religiones: Dios, el alma, la inmortalidad, las penas y las recompensas futuras, pero es independiente de todo culto particular. Su fin es probar la existencia del alma a los que la nieguen o dudan de ella; que sobrevive al cuerpo, y que sufre después de la muerte las consecuencias del bien o del mal que ha hecho durante la vida corporal, lo cual pertenece a todas las religiones.
Como creencia en los espíritus, pertenece a todas las religiones y forma parte de todos los pueblos, puesto que donde hay hombres hay almas o espíritus, y puesto que las manifestaciones han tenido lugar siempre, y su relato se encuentra en todas las religiones sin excepción. Se puede ser, pues, griego o romano, protestante, judío o musulmán, y creer en las manifestaciones de los espíritus, y por consiguiente, ser espiritista; la prueba está en que el Espiritismo tiene adeptos en todas las sectas.
Como moral, es esencialmente cristiano, porque la que enseña no es más que el desarrollo y la aplicación de la de Cristo, la más pura de todas y cuya superioridad no es negada por nadie; prueba evidente de que es la ley de Dios, y que la moral está a disposición de todo el mundo.
Siendo independiente el Espiritismo de toda forma de culto, no prescribiendo ninguno, y no ocupándose de dogmas particulares, no es una religión especial, porque no tiene sacerdotes ni templos. A los que le preguntan si hacen bien o mal en seguir tal o cual práctica, responde: Si creéis vuestra conciencia obligada a hacerlo, hacedlo: Dios tiene siempre en cuenta la intención. En una palabra, no impone a nadie; no se dirige a los que, teniendo fe, están satisfechos de ella, sino a la numerosa categoría de los vacilantes e incrédulos. No los arrebata a la iglesia, puesto que moralmente se han separado de ella total o parcialmente; les hace recorrer las tres cuartas partes del camino para volver a aquélla, a la cual toca hacer lo demás.
Es verdad que el Espiritismo combate ciertas creencias, tales como las penas eternas, el fuego material del infierno, la personalidad del diablo, etc., ¿Pero no es verdad que estas creencias, impuestas como absolutas, han hecho en todas las etapas de la humanidad incrédulos y los hacen aún hoy en nuestros días? Y si el Espiritismo, dando a estos y a otros dogmas una interpretación racional, conduce a la fe a aquellos que la abandonan, ¿No presta un servicio a la religión? Así es que un venerable eclesiástico decía con respecto a este asunto: “El Espiritismo hace creer algo, y vale más creer algo que no creer nada.”
No siendo los espíritus más que las almas, no pueden negarse aquéllos sin negar éstas. Admitiendo las almas o espíritus, la cuestión, reducida a su más simple expresión, es ésta: ¿Las almas de aquellos que han muerto pueden comunicarse con nosotros? El Espiritismo prueba la afirmación con hechos materiales: ¿Qué prueba puede darse de que no sea posible? Si lo es, todas las negaciones del mundo no impedirán que lo sea, porque esto no es ni un sistema, ni una teoría, sino una ley de la Naturaleza, y contra las leyes de la Naturaleza es impotente la voluntad del hombre. Es, pues, preciso aceptar de buen o de mal grado las consecuencias y conformar a ellas sus creencias y sus costumbres.
Extraído del libro “Que Es el Espiritismo” de Allan Kardec  

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