EL
CAMBIO PLANETARIO
Por
la mañana, al despertar, enciendo el aparato de televisión y las primeras imágenes reflejan la crisis de la guerra,la terrible
situación del desempleo en el mundo, la situación ambiental en el
planeta,el hambre,
las catástrofes y el aumento de la
criminalidad en la Tierra.
Horas
después, los periódicos transmiten las noticias del momento
en una
repetición monótona de lo que pasa en todas partes,
destacando la
guerra entre Judíos y Palestino que significa una injuria
para
nuestra civilización y considerada un nuevo holocausto.
Pronto
antes en la meditación visualizo las multitudes descontentas de
las
ciudades, la violencia urbana en las chabolas de Brasil, en las
escuelas, el aumento del consumo de las drogas consideradas ilícitas,
la violencia entre las parejas y cada persona cargando con sus
problemas, la libertad sexual, sus pasiones, odios y amores,
victorias
ilusorias y sufrimientos, pero también, veo a muchas
personas
sirviendo al semejante.
¿Esta
crisis es en todo el mundo o en algún lugar específico? Decimos
que
es en todo el planeta, pues, es una nueva realidad que está
ocurriendo, el mundo se está transformando y que nosotros, sus
habitantes, no tenemos tiempo de percibir los profundos cambios en
nuestras vidas y en nuestras ciudades.
En
la hora presente es de muchas crisis, reflejándose en todas las
actividades humanas, existiendo una generadora responsable por todo
esto, la crisis moral que provoca el gran desajuste entre aquello a
que
el hombre aspira y la realidad en que él vive. Esta crisis moral
es del
Espíritu y no solamente de los intereses transitorios de la
violencia
y otros en la Tierra. El atraso espiritual del hombre
responde por todas
las consecuencias identificadas en la crisis
general.
La
corrupción moral genera la corrupción generalizada. La violencia
agasajada en el interior del ser responde por la violencia exagerada
y responde por la violencia individual y colectivamente.
El
egoísmo y el orgullo están en la raíz de todos los males. Esos
males
del alma y son responsables por muchas manifestaciones
negativas
que prenden al hombre a la inferioridad moral. La crisis es
sin duda,
de fondo espiritual del hombre de hoy, el religioso
materialista, que
frecuenta los templos pero no se transforma para la
vida
espiritual superior.
Aprender
a amar y a servir es tarea de auto-educación indispensable
para
todos nosotros en el despertar individual, de la era de
regeneración,
en este proceso evolutivo de la vida, como un farol
iluminando los
caminos de la vida espiritual.
Finalmente,
recordemos que la Doctrina Espírita es dirigida para
la educación
del Espíritu y que puede transformar al hombre egoísta
y orgulloso
para un ser amoroso y solidario encaminando el Espíritu
inmortal en
el camino de la paz y felicidad. ¡Piense en eso!
-João
Cabral -
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La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla. García Márquez
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Influencias negativas
Todos sabemos que no estamos nunca solos, que siempre estamos rodeados de espíritus afines a nosotros, que buscan en cierto modo influenciar en nuestras vidas. Los que nos aman tratan de sugerirnos
buenos pensamientos, buenas inspiraciones, para que nos dirijamos bien, y logremos hacer el bien, que es la puerta que nos abre la entrada en el reino de Dios.
También lamentablemente existen espíritus que no nos aman, enemigos de otras existencias a los que les hicimos daño, y desean a toda costa apartarnos del camino recto, por eso incentivan todas nuestras tendencias inferiores, para hacernos caer, y llevarnos al sufrimiento, al dolor, a la desesperación, dando paso al desequilibrio emocional que hace pesarosa nuestra vida.
El principal enemigo lo tenemos dentro de nosotros, somos nosotros mismos, ya que al ser aun imperfecto, cada una de nuestras imperfecciones son puertas abiertas a las malas influencias, a las debilidades, que nos hacen caer y después sufrir las consecuencias de esa caída.
La mejor terapia para el enfermo, es la cura de sí mismo, es aplicar la moral de Cristo, porque si cumplimos los mandamientos de la ley de Dios, y somos sanos no tendremos nada que temer, de esas influencias negativas, ya que nada que nos sugieran aremos, porque sabremos distinguir el bien del mal y aremos el bien que es el camino que más nos conviene para tener la conciencia tranquila y vivir en paz.
Cuando somos atacados, por los enemigos, por los espíritus mistificadores, embusteros, viciosos, vanidosos, ellos tratan de que nosotros sintamos esos digamos apetitos que nos harán caer en sus redes, entonces la técnica más eficaz es llevarles la contra, hacer todo lo contrario de los que ellos nos digan.
Si nos crean el deseo del alcohol, debemos procurar hacer desaparecer ese deseo, ocupando nuestra mente haciendo alguna cosa, como es en la lectura de un libro, en una tarea, en un trabajo, tratando de apartar de nosotros el recuerdo de ese deseo, hasta que a fuerza de hacerlo, vallamos poco a poco aminorando ese apetito que nos domina al principio, porque quizás hemos sido dados al alcohol, pero que insistiendo en nuestro tesón de no ceder a ese deseo, ellos poco a poco irán perdiendo su dominio sobre nosotros.
Así sucede con todas las debilidades en general, atacándolas conseguiremos hacerlas cada vez más débiles en nosotros, hasta que un día consigamos hacerlas desaparecer.
A veces ellos ejercen un fuerte dominio sobre nosotros, porque nuestra debilidad es muy grande, el mal está muy arraigado en nosotros, entonces solos no podemos, necesitamos ayuda, y para obtenerla lo más inmediato y de mejor resultado es acudir a la oración, ella al ser dirigida con fe y sentimiento obtiene el beneplácito de los Buenos Espíritus, que se dedican al socorro de los más débiles, y que cuando ven nuestro deseo ardiente de superarnos, no dudan ni un momento en mandarnos su auxilio reparador, dándonos fuerzas para resistir.
Siempre es necesario adquirir conocimientos para saber la realidad de las cosas, por eso la Doctrina Espirita, basada en la moral de Cristo, en su Evangelio de Amor, nos ofrece luz y esclarecimiento para saber dónde está la solución para nuestros problemas, sean de índole moral o material, de conducta, de urbanidad, de buenas maneras, hay muchas cosas que por nuestra inferioridad no alcanzamos a comprender a verlas con el verdadero sentido, el conocimiento nos hace libres, porque vamos dando la verdadera utilidad y el verdadero sentido a las cosas.
Lo que muchas veces nos parece razonable, cuando lo estudiamos bajo la luz del evangelio adquiere diferente sentido, pues no lo miramos egoístamente, ni con las miras de satisfacer a terceros, lo miramos con la luz del Maestro que es el camino la Verdad y la Vida, y con el no nos perderemos.
No podemos echar la culpa a los malos espíritus de su dominio sobre nosotros, es nuestra la culpa, porque somos débiles y cedemos, pero tenemos la libertad para decir no, si decimos sí, es porque nos apetece, porque aun impera en nosotros esa maldad que ellos tratan de incentivar, si les cerramos la puerta ellos no podrán hacer nada contra nosotros.
El verdadero cristiano no busca solo socorrerse a sí mismo, para no caer y ser presa de los espíritus ignorantes, ha de buscar la forma de cambiar y hacerlos desistir de su empeño, tratando de que vean en el los beneficios que aporta ese cambio, la felicidad que da el ser fuerte y resistir cualquier sugestión que sabemos que nos domina, y que después de haberle dado paso, nos hace sentirnos mal, por el peso de nuestra conciencia que nos acusa por haber cedido, entonces una vez que sentimos ese dominio sobre nosotros mismos, esa alegría ese regocijo nos anima y les anima también a ellos porque nos ven fuertes y cada vez más libres más contentos con nosotros mismos, cosa que ellos observan perfectamente.
Un alma obsesada es un alma enferma, un alma débil, que ha sucumbido y se ha dejado dominar, es difícil liberar a estos enfermo de los espíritus que la dominan, ellos actúan sobre ella con total libertad, la hace la mayoría de las veces desgraciada, infeliz, y cuando les hablas del cambio, no lo aceptan se llenan de razón y no quieren dejar sus costumbres, solo a través del pase, la oración y la mucha entrega de los que están a su alrededor, pueden socorrerla, ya que no es fácil hacerle razonar.
Por eso hay que aprovechar los momentos de lucidez, que ellos tienen para poder hablarles, esclarecerlas, hacerlas razonar, bajo otras perspectivas, a las que ellas se entregan, y para ello el mediador debe ser muy comedido, hasta hacerla razonar y poder poco a poco ir cambiando de actitud frente al mal que las aflige. Pues todos sabemos que hay que crecer ante el dolor, que este no es eterno, y que tiene toda la fuerza que queramos darle.
Otra de las cosas que nos libera es el saber perdonar las ofensas, siempre que el rencor anida en nuestro corazón, abre la puerta al resentimiento, y un espíritu resentido, es un espíritu preso, que no puede hacer el bien, porque está enfermo, para liberarnos de las ataduras del rencor, hemos
de perdonar, y olvidar las ofensas, eso nos deja caminar y nos permite el acceso en todas partes, porque lo hacemos de corazón, mientras que con el resentimiento estamos predispuestos a caer en cualquier contrariedad.
Ya que la ofensa nos impide muchas veces ceder a cosas pequeñas, que adquieren un volumen grandioso cuando están animadas por el resentimiento de ofensas que no cicatrizaron y que cualquier pinchacito hace de nuevo abrir la herida y dañar al espíritu atribulado.
El amor es la mejor terapia para poder caminar libres, hagamos posible que este crezca dentro de nuestro corazón, y podremos comprender a todos los enfermos, no esperemos a que ellos cambien para nosotros, somos nosotros los que hemos de cambiar para ellos, démonos de lleno en cualquier servicio, la nobleza de corazón nos abrirán muchas puertas que permanecen cerradas para el enfermo, es como si para caminar nos dieran unos zapatos, con los cuales no sintiéramos las piedras del camino, y gracias a esos zapatos, podríamos acceder a los sitios más agrestes, causando a nuestro alrededor mejor sintonía, mayor amplitud, porque dejamos a un lado todas las piedras del camino, para centrarnos solo en el caminar y hacerlo debidamente, sin miedo a los atavismos del camino, ya que los hicimos desaparecer, al superar los defectos que permitían la entrada a las sombras de nuestra propia sombra, pues la culpa es solo nuestra por nuestras debilidades.
Esos zapatos son el amor, cuanto más desarrollado mejor material, más fuerza, menos riesgos ante los impedimentos, estos pierden intensidad al no ofrecerles resistencia, sino aceptarlos humildemente en bien de nuestros semejantes.
Mientras nos distraemos con las cosas materiales, muchas veces descuidamos el patrimonio divino dentro de nosotros mismos, y los verdugos de la paz rodean nuestra residencia carnal, amenazando nuestra felicidad.
Hemos de procurar despertar si estamos enfermos hacia nuestra responsabilidad, y para ello, el autoanálisis honesto, nos puede hacer romper definitivamente con nuestras imperfecciones, reformulando propósitos de salud moral, sumergiéndonos en la meditación, para que prosigamos renovados, en la marcha constante…
Frente a este esfuerzo sincero, el enemigo desencarnado, no tiene nada que hacer con nosotros, solo admirar nuestro comportamiento, ver su efecto, en muy raras veces dejan de sensibilizarse, con nuestra nueva forma de dirigirnos, al contrario reaccionan positivamente, por eso debemos utilizar la Doctrina Espirita como medida profiláctica. Al estar endeudados con ellos, debemos procurar adquirir riqueza espiritual por medio de ser virtuosos, caminando con rectitud, pese a los impedimentos, esto nos ayudará a liberarnos de las sombras y sicarios del ayer, resarciendo del fango y del lodo que nos mantiene en la retaguardia…
Gracias a la Doctrina Espirita, podemos resguardarnos y honrar nuestros días, elevándonos por el amor, trabajando infatigablemente en el bien de nuestros semejantes, auxiliándoles, y con la mente puesta en Jesucristo, comulgaremos con las esferas elevadas donde absorberemos las fuerzas necesarias para vencer todas las sugestiones de las que podamos ser víctimas, y sentiremos que orando y ayudando, la paz continua con nosotros.
Autor Merche
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