miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA MORAL


                                         

    LA MORAL

La palabra "moral", viene del termino del latín "mores", cuyo significado es "costumbres".

La moral es el conjunto de costumbres, creencias, valores y normas de una persona o grupo social determinado que ofician de guía para el obrar, vale decir, que orientan acerca del bien o del mal —o bien, correcto o incorrecto— de una acción.

Los conceptos y creencias sobre moralidad son generalizadas y codificadas en una cultura o grupo y, por ende, sirven para regular el comportamiento de sus miembros. La conformidad con dichas codificaciones es también conocida como moral y la civilización depende del uso generalizado de la moral para su existencia.

La moral también se identifica con los principios éticos, orientaciones o valores que una comunidad está de acuerdo en respetar.

Durante el siglo XIX se postuló que las causas de la degeneración de las razas era la promiscuidad y la perversión, origen de todos los problemas sociales. Se instaura así una moral victoriana basada en la represión sexual y la infravaloración de la mujer como responsable de todos los males sociales.
La ley del péndulo se manifiesta una vez más, cuando una sociedad va de un extremo al otro en leyes, conceptos y actitudes. Alcanzar un balance justo e intermedio entre la exageración de la moral victoriana (que todavía mantiene sus arraigos en algunas personas) y la total “liberación de cualquier freno social o ético; lo cual en exceso nos lleva al desenfreno moral y la total ausencia de la conciencia espiritual que debe regir nuestros pensamientos y actos. Esto no es sano, espiritual o correcto, para la evolución del espíritu aquí en la Tierra.
Analicemos todo bajo la luz justa del Centro Espiritual, de la Armonía Interna y de la Justa Ley del Amor.


-  Rey Formoso-
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EN EL FONDO, QUISIÉRAMOS SABER.....

No hay ser humano, por indiferente que sea, que no haya meditado alguna vez, en las horas de silencio a la Naturaleza y a su propio corazón preguntándoles el secreto de las cosas, el porque de la vida, la razón de ser del Universo. Todos hemos intentado alguna vez levantar el velo de la muerte, conocer nuestro destino, saber si Dios es una ficción o una realidad. Ante la dificultad de resolverlo, la incoherencia y la multiplicidad de las teorías que se han presentado, las deplorables consecuencias de la mayor parte de los sistemas conocidos, todo este desconcertado conjunto, a terminado fatigando al espíritu humano, le ha hecho caer en la indiferencia y el escepticismo.

Sin embargo el hombre tiene necesidad de saber; necesita el rayo que lo reanime, de la esperanza que lo consuela y de la certidumbre que lo guía y lo sostiene.

La criatura humana jamás podrá definir o identificar racionalmente la Realidad Absoluta del Creador, por más que sea una partícula divina. Si el hombre lograra tal solución, seria otro Dios para ser descubierto, descrito, identificado. Así como las hojas no pueden sentir o representar al árbol; y las gotas de agua no pueden describir la naturaleza inmensurable del océano, la parte no puede definir el todo, ni el creado a su Creador. Las células del hombre jamás podrán explicar los pensamientos, sentimientos y la correcta configuración del ser humano.

Lo que sobre todas las cosas le importa al hombre es saber: Que es, de donde viene y cual es su destino. Las ideas que nos formamos sobre el Universo y sus leyes y sobre el papel que cada uno de nosotros debe representar en este vasto teatro, tienen una importancia capital, pues con arreglo a ellas debemos dirigir nuestras acciones.

El hombre que ignora su destino se parece a un viajero que recorre maquinalmente un camino sin conocer el punto de partida ni el de llegada, ni por que viaja y, por consiguiente, está dispuesto a detenerse siempre ante el menor obstáculo y perder el tiempo por no importarle nada el fin que debía alcanzar.

El reino de Dios está en el hombre así como en la naturaleza del roble futuro reside en la semilla. Si consideramos a Dios como Espíritu Total y Cósmico, como “llama” o “luz” infinita, por siempre y más allá del tiempo y del espacio, obviamente, los espíritus de los hombres o hijos de Dios han de ser entonces, centellas emanadas de esa eterna, e infinita energía.

Dios es el centro hacia el cual converge y se orientan las potencias de todo el Universo. Es el foco de donde emanan todas las ideas de justicia, de solidaridad y de amor; el fin hacia el cual se encaminan todos los seres, consciente o inconscientemente. Dios es la inteligencia suprema causa primera de todas las cosas. De todas nuestras relaciones con el Gran Arquitecto de los mundos dimana la armonía universal, la comunidad, la fraternidad. En efecto, para ser hermanos se necesita tener un mismo padre, pues bien, ¿Qué otro padre que Dios podríamos tener?

Para vislumbrar esta verdad, el pensamiento debe desprenderse de los preceptos mezquinos y de las prácticas vulgares, rechazando las formas groseras con que las religiones han revestido al supremo ideal. Debe estudiarse a Dios en la majestad de sus obras.
Muchos se preguntan ¿Quién ha hecho a Dios? Esta pregunta no tiene sentido. Dios no es un ser que se añade a la serie de los seres. Es el Ser universal sin limites en el tiempo y en el espacio y, por tanto, infinito y eterno. No puede haber ningún ser superior a El. Dios es la fuente y el origen de toda vida.

Por El se ajustan, unen y armonizan todas las fuerzas individuales que sin El estarían aisladas y divergentes. Abandonadas a si mismas y no estando regidas por una ley y una voluntad superior, esas fuerzas solo hubieran producido caos y confusión. La existencia de un plan general, de un fin común en los cuales toman parte todas las potencias del Universo, prueba la existencia de una causa, de una inteligencia suprema, que es Dios.

El alma de la criatura humana es vitalizada por el Creador. A medida que el hombre amplia su conciencia, en permanente contacto y en forma educativa con la materia de los mundos planetarios, abarca mayor área de lo divino y va percibiendo a Dios con más precisión.

El acaso o un accidente imprevisible, no pueden producir fenómenos y hechos tan inteligentes como es la Vida en el Universo. Los astros que se mueven en dirección a un objetivo correcto y útil, con estructuras estables, perfectas y complejas, demuestra que existe una inteligencia poco común y muy superior, comparado al más avanzado índice de intelecto humano.

Si el hombre supiese describir satisfactoriamente la forma y la esencia de su Creador perdería el constante estimulo de acelerar su ascensión para una vida espiritual superior.

Mientras la criatura vibre en un estado espiritual primario, no está preparada para entender a Dios y su manifestación Cósmica. El espíritu del hombre necesita emanciparse del instinto primitivo a través del cultivo de los valores divinos, que están adormecidos en su propio “yo”. El hombre debe superar el linaje animal que le plasmo el organismo carnal y realizarse como ser espiritual e integral; necesita adquirir el estado angélico para liberarse definitivamente de las reencarnaciones.

Hasta que esto suceda, debe el hombre asumir una actitud sensata y tranquila; procurar entender los designios divinos a través del respeto y amor a todas las criaturas, que son manifestaciones palpables de la mente Creadora.

El vació y la oscuridad de las doctrinas religiosas y los abusos que han engendrado, son causa de que muchos Espíritu caigan en el escepticismo. Se cree fácilmente que todo termina con la muerte, que el hombre no tiene más destino que desvanecerse en la nada.

Conforme sea en la criatura su experiencia, sabiduría, sensibilidad y evolución, así será su concepción de Dios, sea fantasiosa o realista, nunca alcanzará la solución que sobrepase su capacidad mental.
La idea de Dios y de su existencia es innata en el hombre, porque este es un espíritu, una centella de luz que despierta y evoluciona constantemente en forma inconsciente en el seno del Espíritu Eterno del Creador. Jesús decía “el reino de Dios está en el hombre” y conforme asegura la Génesis “El hombre fue hecho imagen de Dios”.

Los viejos maestros de la espiritualidad de Oriente, hace miles de años, afirmaban que Dios es el macrocosmos, el mundo grande, y el hombre, el microcosmos, el mundo pequeño. Además, corroboran sus enseñanzas explicando: “lo que está arriba, también está abajo, porque el átomo es la miniatura perfecta de una galaxia que palpita en el Cosmos.

La idea de Dios siempre evolucionó conforme al progreso, entendimiento y cultura de la humanidad. A medida que vamos comprendiendo la vida nuestro psiquismo va percibiendo con más precisión la Verdad Cósmica.

No es la lucha para liberarnos de la materia lo que nos ara sentir a Dios sino que ha de ser el binomio “sentir” y “saber” lo que nos ofrecerá la realidad del infinito, pues la libertad sin sabiduría es poder sin dirección. No es suficiente creer en Dios para que la criatura se salve. ¡Creer en Dios no es lo mismo que vivir en Dios! El hombre que no desenvuelve en si mismo los atributos divinos se parece al enfermo, que confía en el medicamento pero no acata la prescripción medica, siguiendo la línea de un enfermo obstinado.

Creer en Dios no quiere decir que se ha encontrado. A Dios el hombre lo encuentra individualmente a través del estudio, de la abnegación, del servicio al prójimo, y sobre todo, en la acción totalmente desinteresada.
Si los atributos esenciales del Creador forman una Verdad, la cual sintetiza el Amor, la Sabiduría y el equilibrio infinito, el hombre debe activar en si mismo estos principios a fin de aproximarse a Dios. Poco adelanta al hombre creer en Dios, si no desenvuelve en si mismo los atributos divinos, que los tiene latentes en lo intimo de su espíritu. La creencia puramente intelectual y especulativa no tiene ninguna finalidad si no modifica la forma de actuar y sentir. La creencia en Dios tiene muy poco o nada de valor, cuando el hombre explota, maltrata, roba, destruye y mata al prójimo. ¿De que le sirve la creencia en Dios al rico si persiste en ser avaro, y egoísta? El que posee fortuna y , especula con la desgracia ajena y atesora dinero para si, rodeado de comodidades, lujos, placeres censurables y olvida a su hermano que gime de dolor, tirita de frió y padece hambre, jamás corresponde a la creencia divina por más que milite en algún movimiento religioso o espiritualista. No importa si debido a su creencia trata de fortificar su fe construyendo iglesias, arreglando templos, contribuyendo con tómbolas o iniciativas de caridad. ¡Generalmente lo hace por ganar el Cielo!

De nada vale que un hombre sea un creyente si aun, no consiguió modificarse interiormente. Son muchos los hombres que creen en Dios, pero son dictadores, ministros corrompidos, parlamentarios que comercian su posición, magistrados interesados, gobernadores deshonestos, comandantes inhumanos, profesionales competentes pero carentes de ética, religiosos fanáticos, sacerdotes lujuriosos.

Comprender a Dios exige de los hombres una realización interna, que consiste en buscar constantemente la sabiduría y el equilibrio psíquico y una acción externa de renuncia y servicio fraterno para todos los seres de la naturaleza. Solo así podrá comprobar que está regido por la sublime inspiración de la creencia. Jamás tendrá autenticidad y fidelidad, si odia, destruye, engaña y cultiva un fanatismo separativista.

El hombre necesita creer para recibir los impulsos íntimos de comunión con su Creador, buscando su ascensión espiritual. Es ignominiosa la creencia que divide a los hombres y los transforma en ruina, odio, tragedia, desavenencias y falsedades, cuyas acciones desmienten el valor autentico de los instintos inferiores de la animalidad. No se puede elaborar una creencia en Dios, cuando esta conduce a sus seguidores a luchas anti fraternas y religiosas, que aniquilan el placer espiritual de vivir.

El mal es una condición transitoria, de cuyo reajuste resulta un beneficio para el futuro. Un criminal solo destruye el “cuerpo” carnal y provisorio de la victima, sin llegar a dañar su espíritu inmortal. La ley de causa y Efecto otorga una nueva existencia física a la victima, otorgándole más provecho y compensación porque fue perturbado en su ciclo de evolución espiritual. El homicida, bajo la misma Ley rectificadora, es atraído hacia el camino del sufrimiento, a fin de rectificar ese desvió mórbido que late en su alma y es colocado oportunamente en la ruta del perfeccionamiento espiritual, a fin de proseguir y despertar los valores eternos de la inmortalidad y alcanzar su propia ventura.

El mal es tan solo un accidente en el camino de la evolución, la fase negativa que perturba, pero se corrige, perjudica y después compensa, y que desaparece cuando el espíritu alcanza la fortificación y contextura definitiva, de su conciencia.

En los reinos de la vida física, el sufrimiento y el dolor son características fundamentales para el perfeccionamiento y belleza de las formas y de los seres, bajo la égida de la Justicia verdadera. El dolor y el sufrimiento indeseables, aunque no agraden al hombre, son manifestaciones implacables que subliman a todos los seres creados por Dios a fin de alcanzar estados y niveles superiores.
El hombre por su primitivismo utiliza los recursos y objetos físicos, para manifestar el sentimiento religioso que lleva innato en el alma. A medida que se espiritualiza mejora su concepción respecto a Dios y abarca una mayor área de manifestación Divina. Por eso, Cristo advertía en su evangelio “Buscad la Verdad y ella os libertará”.

Percibir la existencia de Dios es puramente una cuestión de sensibilidad psíquica, pues cuando la criatura siente que existe como una individualidad o conciencia definida en el seno del Cosmos, también, siente en lo intimo de su alma la naturaleza divina y creadora del Padre. El hombre no es un ser estático o el producto del acaso accidental, que después de haber sido creado fue abandonado como una causa sin inteligencia o discernimiento evolutivo. En verdad, es una entidad que evoluciona constantemente, cuyo linaje inferior se apresura y eleva por sobre su especie animal, que le brinda su cuerpo carnal.

Las religiones día a día se debilitan, ante la obstinación de sus responsables que aun conservan y divulgan postulados anacrónicos, supersticiosos y místicos, que no resisten el más diminuto análisis científico.

El hombre del siglo atómico reacciona irónicamente, ante la concepción Biblia y tradicional de un Dios antropomorfo, que puede alegrarse u odiar, premiar o castigar, perdonar o sentenciar. Ya no cree en una divinidad que solo se preocupa con amigos y enemigos de ciertos pueblos. La Administración Sideral providenció la codificación del Espiritismo, a través del trabajo fecundo de Allan Kardec, entregando una doctrina sin dogmas, y cuyos postulados retoman los temas de la Creación, la Vida del Espíritu Inmortal, pero sin forzar el progreso de la ciencia y el avanzado raciocinio del hombre moderno.

El sentimiento ilumina y clarifica la razón, pues mientras el intelecto planifica, investiga y saca sus conclusiones, el corazón sublima la actividad mental, que sobrepasa los límites comunes de las formas físicas del mundo transitorio.

El dogmatismo religioso, actualmente aísla a las personas por fuerza de las preferencias devocionales, exigencias dogmáticas y excéntricas, expuestas por la religión y según el temperamento y costumbres de cada pueblo. En cambio la libertad del culto y la libre investigación que proporciona la actividad científica, puede unir fraternalmente a los hombres y hermanarlos en la búsqueda de Dios y de la vida inmortal.

No existen antipatías ni competiciones, cuando los investigadores se basan en el mismo proceso de investigación espiritual. A medida que el hombre abarca una mayor área de conciencia espiritual, se libera de los dogmas, formulas, ritos y símbolos que lo aíslan de la pureza iniciativa y siente con más precisión la frecuencia divina.

No importan los aspectos que de Dios tenga la humanidad ignorante de la Realidad Divina, lo que más importa es que puedan sentirlo o identificarlo a través de las sabias y justas Leyes, que rigen la Creación.

La sabiduría y el poder de la Divinidad son perceptibles en los sencillos fenómenos de la naturaleza, en las constantes mutaciones de las cosas y de los seres orgánicos del mundo, y ante la sabia intervención humana.

Las criaturas entregadas a la práctica del Evangelio de Jesús y que llevan una vida de constante servicio de amor al prójimo, del cual Francisco de Asís es una de las figuras más representativas, perciben con más rapidez la Realidad Divina, que además se encuentra implícita en el precepto evangélico que dice: “Llamad y se os abrirá”, o “Pedid y se os dará”. De esta forma, los hombres alcanzan la realización por la comunión con Dios.

Cuando el hombre, venga de donde venga, sea religioso, ateo, librepensador, etc., entra en el Espiritismo, se abre ante el un campo tan amplio de investigaciones, que, de momento, no se da cuenta de tamaña grandiosidad. A medida que va ampliando sus estudios y sus experiencias, más ancha se torna la perspectiva de lo que antes le era desconocido, y en todo comienza a ver la grandeza de Dios.

Tanto es así, que se queda maravillado ante tanta justicia, tanto amor, belleza y poder. Entonces ve lo que significa su individualidad en esta Creación, comprende que su vida es eterna, por lo menos en principio, y que no se encuentra aquí por acaso, que no es un ser llegado a la Tierra sin motivo ni razón, más que su existencia está ligada al concierto universal de la Creación. Comprende que jamás será abandonado, pues está sujeto a una ley que a todos abarca, y que, con los demás seres humanos, alcanzará por sus esfuerzos, más temprano o más tarde, su felicidad, su belleza y su sabiduría.

Debemos ser agradecidos a nuestro Padre, debemos adorarlo por su grandeza, admirarlo por las maravillas de la Creación y respetarlo por ser uno de sus hijos. Porque en verdad fuimos creados por Dios. El es nuestro Padre, nuestro bien y nuestra Esperanza.



Trabajo realizado por Merchita

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¡Qué hermosa es la naturaleza! ¡Qué prudente es la Providencia en su previsión! Pero vuestra ceguedad y vuestras pasiones humanas impiden el tomar paciencia en la prudencia y bondad de Dios.

"El Libro de los Médiums"

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        ¿Somos Médiums?

Entrevista concedida a Luis Hu Rivas, para «La Revista Espírita»
Inicio de la mediumnidad de Divaldo Franco 


Cuando contaba aproximadamente con cuatro años y medio de edad, cierto día por la mañana, mientras jugaba en la sala de entrada de mi casa, se me apareció una señora que me pidió que llamase a mi madre (Anna), que estaba en la cocina, puesto que deseaba hablarle. Me dijo que se llamaba Maria Senhorinha. Acto seguido llamé a mi madre y le informé al respecto. Ella acudió apurada y sin ver a nadie me reclamó, porque estaba muy ocupada, regresando a sus quehaceres domésticos. La señora, que permanecía en el mismo lugar, me repitió: «Llame a Anna y dígale que es Maria Senhorinha. Di (como era llamando en casa), yo soy su abuela». Como yo no conocía a ninguno de mis abuelos, ya que todos desencarnaron antes que yo naciera, no experimenté ninguna emoción, volviendo a llamar a mi madre con insistencia, quien vino a atenderme algo contrariada.

Le narré lo sucedido y ella se quedó sorprendida, al verificar que yo sabía el nombre de mi abuela, que nunca lo había mencionado, puesto que al nacer, su madre falleció víctima de fiebre puerperal, quedando huérfana y criada por una hermana mayor.

Viéndome que estaba pálido y algo agitado, me llevó a la casa de mi tía Edwiges, quien la crió y le explicó lo ocurrido.

Mi tía me preguntó a cerca de lo sucedido y le repetí conforme los hechos. Ella me interrogó: ¿Dónde se encuentra esa señora? Se quedó allá en casa respondí.

En ese momento la vi llegando, entonces lo informé. Mi tía me pidió que la describiera, lo cual hice con un lenguaje infantil, llamándome la atención algo que tenía en el cuello del vestido: un broche. 

Ante lo ocurrido, mi tía confirmó: ¡Anna, es mamá! Ese camafeo fui yo quien se lo colocó en la indumentaria antes de ser sepultada.

A partir de ese momento, continuaron los fenómenos mediúmnicos hasta el día de hoy.

Los Médiums
La palabra médium viene del latín médium, medio, e indica precisamente el medio o puente por el cual los Espíritus pueden comunicarse con los hombres.

Todos somos médiums porque percibimos en mayor o menor grado la influencia de los Espíritus y porque transmitimos hacia el ambiente de la materia los más variados influjos de nuestro Espíritu, influenciando a los otros con nuestros pensamientos, actos y sentimientos.

1. Divaldo, si todos somos médiums, ¿a quién se debe aplicar el término «médium»?
En el sentido más profundo de la palabra médium, aunque todos poseen rudimentos de la facultad mediúmnica, genéricamente así denominamos a las personas portadoras de expresiones ostensivas, que tienen facilidad para comunicarse con los Espíritus, manteniendo un constante y continuo contacto con los mismos.

2. ¿Qué debemos hacer si detectamos la mediumnidad ostensiva en nosotros?
Debemos buscar inmediatamente conocer esta facultad, estudiando El Libro de los Médiums, de Allan Kardec, naturalmente después de haber tomado conocimiento de la Doctrina Espírita a través de El Libro de los Espíritus.

A medida que cada quien tome conciencia de las responsabilidades que le pesan sobre los hombros y del compromiso asumido con los Mentores Espirituales, debe dar inicio a la educación de la mediumnidad, participando de reuniones serias en organizaciones equipadas con los recursos necesarios.

3. En el caso de que no sintamos ningún tipo de manifestación espiritual, ¿algún día podrá aparecer dicha manifestación?
La mediumnidad, como lo definió el preclaro Codificador Allan Kardec «es una cierta predisposición orgánica», lo que equivale a decir que existen en el individuo órganos capaces de decodificar los contenidos provenientes de la interferencia de los Espíritus en nuestras existencias. Puede manifestarse en cualquier período de la jornada física, siendo de preferencia, en la infancia.

4. ¿Cuál es el camino que debe seguir todo médium?

Después de tener conciencia de las responsabilidades pertinentes, mediante el estudio y la reflexión de las lecciones edificantes del Espiritismo, mantener un comportamiento de acuerdo con el pensamiento espírita, de forma que se transforme en ejemplo dignificante, abrazando los valores morales y vivenciando la humildad, la pureza de sentimientos y el trabajo de dedicación al prójimo, encarnado y desencarnado.

5. ¿Cómo el médium es preparado en el mundo espiritual antes de reencarnar?
Cuando se trata de médiums trabajadores del Bien, antes de la reencarnación reciben directrices y orientaciones de seguridad para el buen ejercicio de la facultad.

Cuando se trata de médiums misioneros, en número más reducido, además del concurso de los Bienhechores Espirituales, son sometidos a un entrenamiento específico, recibiendo «baños» magnéticos en las áreas especiales del cerebro y de otros núcleos (chakras), con el fin de tener facilitadas las posibilidades de comunicaciones espirituales.

6. ¿Cuándo el médium puede publicar el contenido de los mensajes?
Cuando haya obtenido la suficiente experiencia, con una buena hoja de servicios prestados a la Causa, destituido de la vanidad de exhibir lo que no es de su procedencia, evitando los nombres de Entidades veneradas, presentando los mensajes a personas serias y conocedoras del Espiritismo, para la crítica saludable, y siendo portadoras de contenidos edificantes. 

Es siempre un buen criterio esperar a que madure la facultad mediúmnica, mediante el ejercicio cuidadoso y entrenamiento continuo, sin dejar jamás de vigilar y orar.

7. ¿Cuál sería su consejo para los médiums?
Aunque no me sienta idóneo para dar consejos a los compañeros de mediumnidad, sugeriría que fuese mantenida la fidelidad doctrinaria al Espiritismo, evitando los modismos perturbadores, las discusiones estériles, el campeonato de la exhibición y de las disputas por lugares de destaque, la competitividad a través de la maledicencia con relación a los demás, nunca olvidando la simplicidad en el tratamiento con las demás personas. 

De la misma forma, conducirse de manera que los nobles Espíritus encuentren facilidad para las comunicaciones, enriqueciéndolo de bendiciones de paz y buen ánimo para las luchas iluminativas.

Cuando sea atacado, jamás defenderse, no discutir con nadie, manteniéndose coherente con las enseñanzas de la Doctrina abrazada.

Serán las experiencias personales que equiparán a los médiums para una mejor y más feliz vivencia de su facultad, ejerciéndola al servicio de Jesús. 

Entrevista concedida a Luis Hu Rivas, para «La Revista Espírita»

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PRINCIPIOS DE LA MEDIUMNIDAD

Las primeras comunicaciones espíritas Las primeras manifestaciones inteligentes tuvieron lugar por medio de mesas que se levantaban y daban, con un pie, un número determinado de golpes, respondiendo de esa manera con un sí o un no. Se consiguieron luego respuestas más acabadas por medio de las letras del alfabeto. Este medio de correspondencia era largo e incómodo. Los propios espíritus indicaron un método más práctico para comunicarse, y se hizo con la ayuda de un lápiz unido a una cestita o a una tablilla. El objeto al cual se adapta el lápiz es sólo un instrumento, se reconoció que en realidad no era más que una prolongación de la mano, y el médium, tomando directamente el lápiz, comenzó a escribir por un impulso involuntario y casi febril. Por este medio, las comunicaciones se hicieron más rápidas, más fáciles y más completas. Finalmente la experiencia dio a conocer diversas otras variedades en la facultad mediadora, y se supo que las comunicaciones podían tener lugar igualmente por la palabra, el oído, la vista, el tacto, etc., y hasta por la escritura directa de los espíritus, es decir sin el concurso de la mano del médium ni del lápiz, la neumatografía.
¿Qué es un médium? Se llama mediumnidad al conjunto de facultades que permiten al ser humano comunicarse con el más allá. El médium goza de facultades, percepciones y sensaciones que habitualmente son exclusividad de los espíritus desencarnados. El médium es el vínculo entre los dos planos vibratorios. Durante mucho tiempo se creyó adecuado clasificar a los médiums en la categoría de seres enfermos e histéricos, cuando toda extensión de las percepciones del alma es una vía de conducción hacia una vida más amplia y más elevada. Gracias a la mediumnidad  ha existido siempre un vínculo entre los dos mundos. Por medio de las diferentes mediumnidades, los espíritus superiores se esfuerzan en despertar el alma humana aportándole un suplemento de espiritualidad donde se suman conocimiento y sentimiento, fuerzas mayores de la evolución espiritual. El estudio y la aplicación de las facultades mediúmnicas son de una importancia capital pues, según su empleo, pueden ser una luz benéfica o un arma peligrosa que sirve a los espíritus. Así, la mediumnidad, mucho más que una simple práctica divertida de los salones, es una verdadera ciencia y como toda ciencia su aplicación es dejada al buen cuidado de la moral. Además, descubre leyes pero éstas son todas particulares pues son espirituales, un argumento que ha constreñido tanto al mundo científico y materialista a lo largo de la historia del espiritismo.
De la importancia de los fluidos espirituales Como todo medio de comunicación, la mediumnidad es una herramienta que necesita energía para funcionar. Estamos en el campo espiritual y las leyes que caracterizan la mediumnidad son de orden fluídico y vibratorio, es decir vinculadas directamente con la fuerza y calidad de los pensamientos. Ya Allan Kardec recomendaba la oración antes de toda manifestación de espíritus. En efecto, las precauciones siguen siendo indispensables y la primera de todas es la protección de la sesión mediante el llamado a los espíritus protectores. Así, para ser eficaz, la oración debe ser un llamado ardiente, de expresión elevada para encauzar los fluidos que permiten comunicarse a los espíritus elevados. La unión de los pensamientos es primordial así como su sinceridad. 

por RÉGIS BERTHAUT

 ( Obtenido de la Revista "LE JOURNAL SPIRITE"  N° 79 ENERO 2010

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