viernes, 26 de septiembre de 2014

ADVERTENCIA FRATERNA

ADVERTENCIA FRATERNA


   ¡Amigo mío! Pida usted una noticia del país donde vivo ahora, no a la manera del turista desocupado, más si como aprendiz atento a los misterios de la vida.
   Es casi imposible satisfacer su curiosidad.
   Ante el cariño de la solicitación, me acuerdo de los amigos que aun en Europa, saboreando expectativas y novedades. Nos abrazaremos cuando partamos, como los perros regurgitan con miradas ansiosas, y después recibamos por el correo marítimo las cartas de salud y afecto. Si pasan por Italia, tenían el cuidado de seleccionar postales preciosas. Nos enviaban acuarelas del Vaticano o fotografías encantadoras donde figurasen las palomas de San Marcos. De Francia, nos mandaban bellos grabados alusivos a los monumentos históricos, relacionando museos y castillos, plazas y jardines. De Suiza, nos remetían, invariablemente, los invariablemente, deliciosos y blancos paisajes de nieve. No podíamos gozar la compañía en la contemplación de la Torre de Pisa o del Lago de Como, entretanto, para comprenderlos poseíamos igualmente nuestras torres, museos, pájaros y lagos. Al regreso, nos abrazamos de nuevo, escuchando sus narraciones, encantados y felices. Vuelven siempre tomados de profunda admiración y llenos de proyectos grandiosos. Algunos llegan a intentar mentalmente la transformación inmediata de la Candelaria en un templo análogo a la Abadía de Westminster, a fin de recordar el pasaje por Londres; otros idealizan nuevas calles para su barrio, idénticas a las grandes arterias que se comunican con el Arco del Triunfo, en París. Otros, sin embargo, se olvidan del primer asombro y se reajustan al café humilde, al accesible tranvía y a los edificios menos suntuosos.
   Entre nosotros, sin embargo, amigo mío, la distancia y las condiciones no se igualan a las que separan Lisboa de Río de Janeiro. Es muy diferente la situación. Expresándome con franqueza, no dispongo ni siquiera de recursos para decirle lo lejos que me encuentro. Los astrónomos tendrán medios de alinear números, ofreciendo informes de las medidas macro cósmicas, y los bacteriólogos disponen de aparatos con los que demuestran las actividades del plano infinitesimal. Pero el hombre desencarnado aun no puede contar,ante ustedes, con la precisa facilidad de expresión.
   Nos movemos en el sublime Universo, que somos nosotros mismos, y las sorpresas son tantas y tan grandes que, a titulo de rigor, no tenemos, por cuanto, el vocabulario imprescindible para el amoldamiento verbal de las diferentes sensaciones. No tengo postales, ni pinturas, con las que pueda transmitirle las informaciones deseables. Tengo apenas ideas que le envió a la mente generosa por el telégrafo mediúmnico. Y debiendo aprovechar los pensamientos y concepciones que usted posee, para hacerme comprender, es casi inútil que yo le describa mi nuevo campo residencial… Su sentimiento amigo tal vez entendiese algunos nuevos conceptos, relativamente de la vida eterna del espíritu inmortal, más su raciocinio me cerraría la puerta. La razón, de hecho, es una luz en la conciencia humana, más, alguna veces, se convierte en un Cerebro feroz, para ejercer terrible control sobre el corazón.
   Se, con todo, que su interés por mis noticias se prende, por encima de todo, a su propia situación. Usted reconoce que su destino será igual al mío y que, tal vez, no tarde el instante en el que deberá tomar aquel mismo carro, incensado de flores, que transportó mi despojos para el soporte debido para la misteriosa y bella región que hoy me sirve de morada.
   En razón de eso, tomo la libertad de sugerirle que procure un camino para el viaje, antes de buscar cualquier emoción del noticiario
   Su necesidad fundamental, en el momento, no es la de informarse en cuanto a las revelaciones de aquí, más si la de prepararse, convenientemente, para venir.
   Disminuya sus bagajes de naturaleza terrestre. Es este mi consejo inicial. Cuando abandone el margen de donde usted me escribe, tripule, yo solito, el salvavidas que la Providencia me lanzó por misericordia, y me acerque a algunos pequeños tesoros que deseaba conservar, a cualquier precio. Me separé sin esfuerzo de ciertos patrimonios materiales que mantenía como valiosos triunfos, más, algunas joyas y recuerdos quedaron, por fin, para enriquecimiento de mi corazón. Todavía, fui compelido a abandonarlas, también, con el fin de llegar aquí convaleciente y esperanzado. Hasta aun mismo los sencillos anillos que yo portaba en los dedos, fui obligado a tirar a las aguas pesadas del olvido, para sobrevivir.
   Usted dice, que los espíritus desencarnados predican demasiadamente la virtud y que se refieren, probablemente en exceso, a la caridad, a la fe y al amor cristiano, y por eso desea notificarlo aquí, más preciso y concreto.
   ¿Que adelanta, sin embargo, hablar de un país que ustedes no comprenden, ahora, y para el cual todos los hombres se dirigen de manera fatal, sin prepararlos para el gran viaje? ¿No será más lógico inducirlos a pensar en los cuidados del presente, para que el futuro les sea favorable? De ese modo, yo no puedo, responderle a usted, dejar de recordar las mismas imágenes de mis compañeros que ya se encuentran igualmente “en este lado”.
   Haga el bien cuanto le sea posible; conserve la rectitud de la conciencia y ríndale culto diario. Sobre todo, si desea un aviso más exacto, desate el corazón, cortando los bonos que lo prenden a la esfera de las pasiones inferiores, antes de que suene su toque de partir.
   No se descuide. Trace su camino y siga. No pierda su tiempo rogando orientaciones en ese sentido, porque todos nosotros poseemos el padrón de Cristo. Atienda a la preparación indispensable, por cuanto, dentro de algunas semanas posiblemente, estarás también con nosotros, sin el coraje de ofrecer noticias a nadie.

Por el espíritu Hermano X. Del Libro: Lázaro Redivivo, Médium Francisco Cándido Xavier.

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EL YUGO LIGERO

   El sufrimiento, sea físico o bien moral,  es uno de los elementos  necesarios de la evolución, un poderoso medio  de desenvolvimiento y de progreso. Nos enseña a conocernos mejor, a dominar las pasiones y a amar a los demás.
  El sufrimiento es la purificación suprema, la escuela donde se aprendern  la paciencia, la resignación y todos los austeros deberes. Es el crisol donde se funde el egoísmo, donde se disuelve el orgullo.
   No maldigamos el dolor, ya que solo el nos arranca de la indiferencia, de la voluptuosidad. Esculpe nuestra alma, le da su forma más pura, su más perfecta belleza. Estas enseñanzas hacen perder a la muerte todo su carácter espantoso; la dejan reducida  a una transformación necesaria, para una  renovación. En realidad, nada muere. La muerte no es nada más que aparente. Solo la forma exterior cambia; el alma continúa  en su unidad permanente, indestructible. Se recobra más allá de la tumba, ella y su cuerpo fluídico, en la plenitud de sus facultades, con todas sus adquisiciones.
   Desde el punto de vista humano, infortunio o desgracia significa todo lo que perturba la comodidad y contraria  las ambiciones inmediatas en la que se complace la criatura humana. los dolores de cualquier  procedencia, las enfermedades consideradas incurables, la pobreza material, todo sufrimiento son necesidades elaboradas por nosotros mismos, a fin de  reparar  las faltas cometidas, encontrando en el dolor  que se debe superar, los recursos valiosos para la liberación de gravámenes  desdichados y de la paz de conciencia.
   Muchos imprudentes consideran que la “pérdida de los seres queridos”  es la verdadera desgracia, cuando en verdad, morir no es acabarse ni consumirse, sino liberarse.
    El Dolor es la advertencia y lección que nadie debe  despreciar. Hay infortunios que nos elevan e infortunios que nos hacen desgraciados.
   Cada uno somos constructores de nuestro propio destino, recibiendo conforme producimos, el dolor y el agravio, la angustia y la desesperación, son vigorosas terapéuticas de la vida para que el enfermo espiritual inveterado se preocupe  con la curación real y se dirija definitivamente hacia los elevados objetivos de la Vida Mayor, en cuyo rumbo se encuentra desde ahora, a ella legando cuando la desencarnación lo despoje  de la transitoria indumentaria en que marcha intentando la felicidad, que solo  más tarde alcanzará, después de haber rescatado los compromisos atrasados.
   Por eso Jesús el médico excelso de las almas afligidas nos da la medicina para aliviar nuestros pesares, en su Evangelio de Amor y de Luz, donde morir es vivir, y donde la felicidad real existe, siempre que el hombre se haga merecedor de ella.
   Somos ciudadanos del Universo; pertenecemos a los siglos pasados, como a los futuros hemos de preparar nuestra elevación, soportemos con calma los males elegidos por nosotros mismos.
   La ascensión es ruda, y el sudor inundará con frecuencia nuestro rostro, pero  por la cima veremos asomarse la luz, veremos brillar el sol de la verdad y de la justicia…
   La voz que nos habla así es la de los muertos, la de las almas amadas que nos han precedido en la región de la verdadera vida. Muy lejos de dormir  bajo las losas, velan por nosotros. Desde el fondo de lo invisible nos contemplan  y nos sonríen. ¡Adorable, y sublime misterio!  Se comunican con nosotros.  Nos dicen:
   Basta de dudas estériles, trabajad y amad. ¡Un día, cumplida vuestra tarea, la muerte nos reunirá.
   El hombre porta un yugo ligero, su misma palabra lo indica, Dios no da al hombre una carga tan pesada que no pueda sobrellevar. Ante los impedimentos, ante la adversidad, debe el hombre tener calma esperar, crecer y superar los obstáculos, hasta que la fin consiga superarlo, crecer por encima de el, y asi poco a poco conseguir llegar a la cima donde la felicidad es completa, porque habremos llegado al Seno de Dios,  allí nuestro gozo y dicha será grande, tanto que al sentirla y contemplar la inmensidad del Universo, no quedara en nosotros el menor resquicio de lucha, de nuestros pesares  que han desaparecido por ser un buen cristiano, amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, pues esto es resumida la ley de Dios, y todo el que la cumple se hace merecedor de la Gloria Celestial.

Mercedes Cruz-
                                                                     **************************

           
              Amar, el mayor desafío de la Vida 

Siendo el Amor el más noble sentimiento de que es capaz un ser humano, evidentemente no consiste en una mera simpatía romántica, y mucho menos en una atracción sexual; consiste en algo mucho más profundo, consiste en la afirmación de Cristo: - Maestro, ¿Cuál es el mayor mandamiento de la ley? – “Amar al Señor, vuestro Dios con todo vuestro corazón, con toda vuestra alma y con todo vuestro espíritu; he ahí el mayor y el primer mandamiento.  Y el segundo, que es semejante a aquel: Amaréis a vuestro semejante como a vosotros mismos. (S. Mateo, Cap. 22, v. 34-40).

Si comprendiésemos la grandiosidad de esa máxima enseñada por Jesús, ciertamente la humanidad ya no se lamentaría de tanto dolor y sufrimiento, ya no se lamentaría tanto de las vicisitudes de la vida, porque la vida, se deslizaría tranquila como las aguas limpias de un río calmado; no habría tantas amarguras, ni tantas lágrimas. El dolor de cada uno, el río de lágrimas que corre por la frente de los más desalentados, con seguridad, son vestigios de desamor a sí mismo y al prójimo. 

Amar al prójimo como así mismo, es la receta prescrita por el divino Maestro, capaz de
desarmar corazones enfurecidos, capaz de transformar pensamientos desprovistos de ese sentimiento que se puede afirmar que es la mayor necesidad del ser humano que lo imposibilita para experimentar y aprender y amar; amar para ser feliz, amar para hacer al otro también feliz.

Leo Buscaglia, autor de un libro que habla sobre la mayor experiencia de la vida, que es el Amor, escribió: -“Nadie puede dar aquello que no posee, para dar amor, necesitamos tener amor. Nadie puede enseñar aquello que no sabe, para enseñar amor, necesitamos comprenderlo. Nadie puede conocer aquello a lo que no se entrega; para entregarse al amor, necesitamos estar vulnerables a el”.

Estar vulnerables al amor, es vivirlo de tal forma que nuestras actitudes y ejemplos puedan servir de puente recíproco para tantos cuantos por el transiten, o sea, para la consolidación en lo pragmático de la regla de oro, que es hacer al otro solamente lo que nos gustaría que fuese hecho a nosotros. plida esta afirmación, nadie jamás se quejaría de nadie, porque siendo el aprendizaje del amor, el mayor desafío en la vida del hombre, y este tuviese que perecer por no absorberlo, la humanidad entera ciertamente, perecería, por falta de amor.

Pero, habiendo sido la criatura humana, creada para ser feliz, y la felicidad consistiendo en la vivencia y práctica del amor, estamos todos dados a conocer, experimentar, practicar y vivir la mayor experiencia y desafío de la vida, que es el AMOR.

Nadie, tan bien expresó el sentimiento de amor que Pablo de Tarso, el apóstol de los
gentiles, en su primera Epístola a los Corintios, en el Cap. 13, en una bella forma poética :


Aunque yo hablase lenguas, la de todos los hombres y la de los ángeles, y no tuviese amor, sería como una campana ruidosa o un címbralo estridente
Y aunque yo tuviese el don de todas las profecías y el conocimiento de todos los misterios y de toda la ciencia, y aunque yo tuviese toda la fe al punto de transponer montañas, si yo no tuviese amor, yo no sería nada.
Y aunque yo distribuyese toda mi fortuna para alimentar a los pobres, y que yo entregase mí cuerpo para ser quemado, si no tuviese amor, nada de eso me adelantaría, porque el amor no es vanidoso, es benigno…, no es superficial y no se envanece.

Artículo de Zenaide Ramos da Silva

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