sábado, 1 de noviembre de 2014

Amistad real

LA AMISTAD REAL

Un gran señor que supo amontonar sabiduría, más allá de la riqueza,auxiliaba a diversos amigos pobres, en el mantenimiento del buen animo en la lucha por la vida.
Sintiéndose más viejo, llamó al hijo para que cooperara. El joven debía aprender con él a distribuir gentilezas y bienes.
Para comenzar, lo envió a la residencia de un compañero de muchos años, al cual destinaba trescientos cruceiros mensuales.
El joven siguió sus instrucciones.
Viajó seis kilómetros y encontró la casa indicada. Pero contrariamente a lo que él esperaba, no halló una vivienda en ruinas. El domicilio, a pesar de ser modesto, mostraba encanto y confort. Las flores perfumaban el ambiente y albo lino vestía los muebles con belleza y decencia.
El beneficiario de su padre lo saludó con efusiva alegría, y, después de una inteligente conversación, mandó a traer el café en un servicio agradable y distinguido. Le presentó a los familiares y amigos que se envolvían,felices, en una aureola enorme de salud y alegría.
Dándose cuenta de la tranquilidad y la abundancia, allí reinantes, el  portador regresó al hogar, sin entregar la dádiva.
– ¿Para qué? – Conversaba consigo mismo – aquel hombre no era un mendigo. No parecía tener problemas que mereciesen compasión y caridad.
En verdad, su progenitor se engañaba.
De vuelta, explicó a su viejo padre, con detalles, restituyéndole el importe de que fuera emisario.
El anciano, con todo, después de oírlo tranquilamente, retiró más dinero de la cartera, dobló la cantidad y consideró:
– Hiciste bien, volviendo hasta aquí. Ignoraba que nuestro amigo estuviese bajo más amplios compromisos. Vuelve a la residencia de él y, en vez de trescientos, entrégale seiscientos cruceiros, mensualmente, en mi nombre, de ahora en adelante. Su nueva situación reclama recursos duplicados.
– Pero, padre mío – acentuó el mozo – no se trata de una persona en posición miserable. Por lo que supongo, el hogar de él posee tantas comodidades como el nuestro.
– Descanso bastante con la noticia – exclamó el viejo, e imprimiendo tierna censura a la voz consejera, añadió:
– Hijo mío, si no es lícito dar remedio a los sanos y limosnas a los que no precisan de ellas, semejante regla no se aplica a los compañeros que Dios nos confió. Quien socorre al amigo, solamente en los días de extremo infortunio, puede ejercer la piedad que humilla en vez del amor que santifica.
Quien espera el día del sufrimiento para prestar el favor, muchas veces no encontrará sino silencio y muerte, perdiendo la mejor oportunidad de ser útil. No debemos exigir que el hermano de jornada se convierta en un mendigo,con el fin de parecer superiores a él, en todas las circunstancias. Tal actitud de nuestra parte representaría crueldad y dureza. Extendámosle nuestras manos hagámoslo subir hasta nosotros, para que nuestro concurso
no sea orgullo vano. Toda gente en el mundo puede consolar la miseria y compartir las aflicciones, pero son raros los que aprenden a acentuar la alegría de los entes amados. El amigo verdadero, con todo, sabe hacer esto.
Vuelve, pues, y atiende mi consejo para que nuestro afecto constituya una sementera de amor para la eternidad. Nunca desees improvisar necesitados,alrededor de nuestra puerta y, sí, crear compañeros para siempre.
Fue entonces que el joven, envuelto en la sabiduría paterna, cumplió cuanto le fue determinado, comprendiendo la sublime lección de la amistad real.

NEIO LÚCIO
FRANCISCO CANDIDO XAVIER


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EL QUE SIEMPRE NOS ESPERA

Llamó a mi puerta un anciano, yo le pregunté quién era,
y en lugar de contestarme
Volvió a llamar con más fuerza.
Bajé a abrir y ya no estaba, y tan sólo vi en la puerta un letrero que decía:
“El tiempo llama y no espera”


Con el tiempo aprenderás a saber lo que es el tiempo, lo malo es que algunas veces llega muy tarde el remedio. Es muy cierto, si no se acepta más que una existencia hay que convenir que el hombre es inmensamente desgraciado, porque la juventud la empleamos generalmente en solazarnos, en aturdirnos, en correr infatigablemente tras ese imposible llamado felicidad.

El ser humano se ama tanto a sí mismo en su primera edad que no se fija más que en aquello que puede complacerle, y cuando se ocupa de su prójimo, cuando piensa en los desgraciados, cuando procura enjugar las lágrimas de los desvalidos es cuando los desengaños han dejado hondas arrugas en su frente y la nieve de los años enerva sus fuerzas y le postra a veces por medio de dolencias físicas hundiéndole en el abismo del dolor, entonces es cuando el hombre con suficiente experiencia dice con amargo acento:
-¡Ay! ¡Si la juventud supiera y la vejez pudiera! Más ¡Ay! Ya es tarde, el hombre enfermo es un buque sin timón, es un árbol que no presta sombra, y entonces a pesar suyo se vuelve egoísta y tiene que pensar más en sí mismo que en los demás, no puede ser útil a nadie, y sufre porque conoce lo improductiva que ha sido su existencia: que fue egoísta en su juventud por su descuido y aturdimiento, y egoísta en la ancianidad por el instinto de conservación. Se arrepiente sinceramente de sus errores pero con el arrepentimiento no hay bastante, y en esta lucha le sorprende la muerte, y exhala su último suspiro.
¿Qué ha vivido aquel hombre para su progreso? ¿Qué méritos ha contraído para su porvenir? Ninguno.
Por larga que sea una existencia es muy breve el plazo que le queda al Espíritu para perfeccionarse, y llega como dice el poeta muy tarde el remedio, advirtiendo que hay millones de seres que mueren en la infancia y en la juventud sin haber dado un paso en la senda de su mejoramiento moral.
Considerando al hombre con una sola existencia es un libro sin prólogo ni epílogo, es el bosquejo de un cuadro, es la segunda escena de un drama, es algo dudoso, incompleto, imperfecto.
¡A cuántos seres conocemos que el mundo llama sabios, grandes y eminentes y que nosotros miramos con profunda compasión porque han vivido sin vivir!. En este número entran multitud de mujeres, que agotan los mejores años de su existencia sacrificándose en aras de una diosa más despótica que todos los Nerones y Calígula que dominaron un día en la soberbia Roma, esa diosa es la Moda, y ella es la causa de la mayor parte de los desaciertos que cometen las mujeres, y esta subyugación domina a la mujer casi toda la vida; poco adelanto hace el hombre en una sola encarnación, pero muchísimo menos hace la mujer.
Cuantas veces la observamos en una reunión espiritista, mientras los hombres atienden a las comunicaciones o lecturas morales, ellas se miran unas a otras los trajes, los lazos, los peinados; se preguntan a hurtadillas cuanto les ha costado el abrigo, quien les ha hecho el vestido, si es muy cara la peinadora, al menor ruido vuelven la cabeza, parecen en fin el movimiento continuo, a todo atienden menos a lo que las puede instruir.
La murmuración es su más agradable entretenimiento, nada respeta la lengua de la mujer, empezando por murmurar de su marido, rara es la mujer que al hablar del compañero de su vida, no dice sonriéndose, -Mi esposo no es de los peores, no me puedo quejar, pero ¡Ay! Tiene un genio... que, ¡Bendito sea Dios! Y como la paciencia toda la agotó Job, francamente, hay ocasiones... que me iría lejos... y esto lo escuchan los hijos que se acostumbran a oír hablar mal de su padre, y así se forma la familia de la Tierra que no es más que una amarga irrisión de la verdadera familia.
¿Para qué habría sido creada el alma de la mujer sino la esperara el que siempre nos espera? ¡El tiempo! ¿Qué sería de esos espíritus rebeldes ayer, y volubles hoy si no tuvieran la eternidad y el progreso indefinido por patrimonio? ¿Responderían al pensamiento de Dios? No, y lo mismo sucede al hombre, si el tiempo no le esperara, desgraciado de él, mientras la mujer malgasta muchas horas de su vida cambiando de forma sus vestidos, él dominado por la ambición, estudia la mejor manera de oprimir a los débiles, y estos a su vez hacen cuanto les es posible por sacudir el yugo, y parece que la ley de la destrucción es la única que rige en el mundo.
Agota un hombre, (por ejemplo) parte de su existencia en buscar la solución de un problema científico, y apenas ha pronunciado la palabra mágica de Arquímedes, apenas ha dicho ¡Eureka! Cuando una multitud de sabios envidiosos dicen a voz en grito: -Ya lo sabíamos, esa idea no es nueva, lo será el procedimiento que ha empleado, la forma, pero no el fondo, y todos a la vez se conjuran para deshacer en un segundo los afanes de muchísimos años.
Ahora bien, ¿Responde esta humanidad envidiosa y antojadiza a la grandeza de su Creador? Sus mismos hechos demuestran que está tan lejos de asemejarse a su divino Padre, como la sombra a la luz, como lo finito a lo infinito.
El hombre tiene que tener existencias sucesivas para responder a la nobleza de su origen, por esto no hemos podido menos que sonreír al leer lo que dice Ferrán:
Con el tiempo aprenderás a saber lo que es el tiempo, lo malo es que algunas veces llega muy tarde el remedio.
Ignora el poeta que en la eterna vida del espíritu nunca se hace tarde, si se malgastan cien encarnaciones queda la eternidad, queda ese día cuyo amanecer nadie ha visto, cuyo crepúsculo vespertino nunca llegará.
¡Cuán consoladora es esta certidumbre! Y cuán lógica a la vez, que es lo que principalmente se debe buscar, la lógica en todas nuestras deducciones y creencias; porque si no atendemos más que al consuelo, las religiones también consuelan, prometen cielos, que es todo cuanto se puede prometer, y aunque también aseguran que existe el infierno, en cambio no titubean en hacernos creer que con un segundo de arrepentimiento quedamos limpios de la mancha, y entramos purificados en el paraíso y nos sentamos a la derecha del Eterno Padre. Este porvenir no puede ser más halagüeño ni tampoco más absurdo, considerado fríamente bajo el criterio de la razón, porque si así sucediera, sería muy cómodo satisfacer todos nuestros deseos, arrojarnos, si era preciso, en la senda del crimen para ver cumplidos nuestros propósitos, y luego cuando ya no pudiéramos gozar de la vida porque viéramos la diestra de la muerte suspendida sobre nuestra cabeza, darnos unos cuantos golpes de pecho, decir con voz compungida: ¡Señor! Me arrepiento de mis culpas y nos vamos al cielo derecho, quedando sin castigo todos nuestros crímenes, y esto es completamente imposible, preferimos la teoría materialista a creer en un dios, tan torpe que se contenta con tan poco. En cambio, la pluralidad de existencias del alma con el constante trabajo del Espíritu, es completamente racional. Si Dios da a cada uno según sus obras, para ejecutar esas obras necesariamente se necesita tiempo, una encarnación es insuficiente, y sucesivas existencias dan ocasión propicias para reflexionar, meditar, comparar, analizar, y con completo conocimiento de causa, inclinarse al bien después de haber sufrido todas las consecuencias del mal. Dice Jorge Sand y dice muy bien, que “El hombre que no ha sufrido no es nada. Es un ser incompleto, una fuerza inútil, una materia bruta y sin valor que el cincel del artífice romperá tal vez cuando pretenda darle forma”.
Y es muy cierto lo que asegura el distinguido escritor. El Espíritu cuando está probado en las luchas de la vida se encuentra apto para todo, no conoce el imposible, llega hasta el sacrificio sin exhalar una queja, porque sólo después de haber naufragado, se aprecian en todo lo que valen los apacibles goces de la bonanza.
Queda demostrado que el tiempo siempre nos espera, imagen de Dios que para Él nunca se hace tarde; y si Ferrán asegura que el tiempo llama y no espera, las racionales enseñanzas del Espiritismo nos manifiestan que el hombre tiene ante sí el infinito del progreso y el infinito del tiempo, éste ¡Siempre nos espera!


LA LUZ QUE NOS GUÍA- Amalia Domingo Soler

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¿Dónde está escrita la ley de Dios? 
- En la conciencia. 

¿Ha dado Dios a ciertos hombres la misión de revelar su ley? 
- Por cierto que sí. En todo tiempo ha habido hombres que recibieron esa misión. Son Espíritus superiores que encarnan con el objeto de hacer adelantar a la humanidad. 

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC


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TRANSGRESIÓN Y REGRESIÓN

En la Doctrina Espírita, la medianidad y la reencarnación son importantes herramientas de aprendizaje y consuelo, pero los principios de la Codificación Kardeciano en torno a ellas no siempre son respetados.

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La transgresión del compromiso mediúmnico ocurre con frecuencia.
Médiums de curación que transforman el gesto de auxilio en actos de coreografías estudiadas, huyendo a la simplicidad del recurso espiritual.
Médiums de efecto físicos que cultivan intereses inmediatos y pierden la facultad de producir fenómenos, envolviéndose en el fraude y el ridículo.
Médiums psicógrafos que descuidan la vigilancia y la disciplina, desatendiendo el estudio doctrinario y escribiendo obras que en vez de esclarecer, confunden.
Médiums de toda naturaleza que sucumben a los elogios, rechazan la convivencia con la humildad, desarrollan sentimientos de inhabilidad y omnipotencia, haciéndose sordos a las ponderaciones de compañeros con mayor experiencia y sembrando falsedad como si fuese verdades.

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De la misma forma que la mediumnidad es victima de desvíos de su finalidad Espírita, también la reencarnación es blanco de interpretaciones inconvenientes.
Es Espiritismo ilustra que las vidas sucesivas son instrumentos de la Providencia Divina para la evolución espiritual, resaltando que el olvido de experiencias anteriores es útil para comenzar la nueva existencia. En esta oportunidad, los engaños de otrora se manifiestan como tendencia indeseables que deben ser corregidas y la voz de la conciencia es el eco de la resolución tomada en el sentido de mejorar.
A pesar de este concepto, claro y preciso, hay los que abogan por la regresión de la memoria, abarcando las vidas pasadas, como tratamiento a los males de ahora.
Sin embargo, conviene reflexionar, solamente el esfuerzo en el Bien es capaz de renovar propósitos, camino hacia la paz interior. Es ilusorio cualquier otro medio que aparte al Espíritu de la participación activa, en el proceso de transformación íntima.

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Así pues, ante las pruebas que te afligen, no imagines que el alivio de tu dolor este en el conocimiento del pretérito.
Al contrario, la solución que Dios te propone no es que conduzcas la memoria en dirección al pasado, bajo la influencia del sueño hipnótico sino que avances el corazón hacia el futuro, bajo la inspiración del Evangelio de Jesús, amando, sirviendo y trabajando por el autoperfeccionamiento, con la certeza que la felicidad autentica es una laboriosa conquista y no una simple oferta.


André Luiz
(Página psicografiada por Antonio Baduy Filho, en Ituiutaba, MG., Brasil)


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