martes, 16 de diciembre de 2014

Mediumnidad gratuita

El milagro del perdón


Todo iba muy bien hasta aquel día. Ella era una mujer casada. Y muy bien casada. Era feliz.Su marido, un alto ejecutivo, a pesar de los constantes viajes que lo retenía fuera del hogar a periodos regulares, ere un hombre atento.
Nada había que ella desease que él no desease satisfacer. Una casa confortable, seguridad, cariño.
 Hasta aquel día, cuando la noticia llegó de repente: él sufrió un infarto. Ni una última palabra, un último abrazo. Nada.  
 El entierro fue triste y silencioso. Después sólo quedó una inmensa nostalgia. Todo era motivo de recuerdo.
  Los libros de él, el jardín donde paseaban juntos. En todo la presencia-ausencia de él. Los días eran amargos.      
 Entonces, ella recibio una carta. Venía de otro Estado y era firmada por una mujer. En pocas líneas, la desconocida le hacía saber que el hombre por el cual lloraba había sido también su amor.      
Y, como fruto de su relación de algunos años, ella tenía dos niñas pequeñas. Describía su drama. Las dificultades profesionales, las facturas que se amontonaban, las necesidades que crecían.       
  Rogaba disculpas por atormentarla, pero pedía auxilio para sus dos niñas.
      La primera reacción fue de rebeldía, de rabia. Se sintió traicionada, amargada. Con el paso de los días, aquello fue arreciando y dando lugar a otro sentimiento.
       
Pensó en el amor que su marido debería tener por sus hijas. Ahora estaban huérfanas.      
 Por amarlo mucho, tomó una decisión. Respondió a la carta diciendo que se quedaría con las dos hijas. Asumiría su educación. Con una condición: la madre debería entregarlas a su cuidado indefinidamente.      
 Ajustaron detalles y decidieron un encuentro. Ella quería a las niñas. Pedazos de su amor que se fue. Habría de tratarlas como sus hijas. Eran amores de su marido.
       
  En el aeropuerto se encontraron. De lejos, ella vio a la otra: joven, bonita. Era una silfide. Sintió celos. Las niñas eran bonitas.       
 La joven, con lágrimas en los ojos, se despidió de ellas, les hizo recomendaciones y se dispuso a partir.       
 Las niñas se fueron a ella, sollozando. La escena era conmovedora. Entonces, la mujer sintió una onda de cariño invadirla y llamó a la joven madre.
 Vamos a ser una única y gran familiaQuédese con nosotros también. Seremos amigas y madres de las dos niñas sin padre.        
  Era el ‘milagro’ del perdón.
       
 No del perdón de los labios, sino el perdón del corazón. El verdadero. El que coloca un velo sobre el pasado.      
  El único que es tenido en cuenta, pues Dios no se satisface con las apariencias. Él sonda la intimidad y conoce los más secretos pensamientos de los hombres.
     
      El olvido completo y absoluto de las ofensas es propio de las grandes almas.     
Perdonar es pedir perdón para sí mismo. Al final, ¿quién de nosotros no necesita de el? ¿Quién de nosotros puede decir, en sana conciencia, que no comete equívocos?      
  Si alguien nos perjudicó, un motivo más para el ejercicio del perdón, pues el mérito es proporcionado a la gravedad del mal.       
Olvidar el mal. Pensamos en el bien que se puede hacer. Cuidamos de retirar del corazón todo sentimiento de rencor. Dios sabe lo que se tarda en el fondo del alma de cada uno de Sus hijos.

Redacción de Momento Espírita

                                                ********************



LIBERANDO LOS AFECTOS
 Al final del invierno, cierto día, cuando las flores de la primavera comenzaban  su sublime trabajo de recubrir los campos  resecados por el rigor del invierno, aquella alma generosa dejaba el cuerpo físico.
La despedida fue dolorosa. Las manos calientes de los que quedaron deseaban retener aquel cuerpo inerte, sin vida, sin movimiento.
Inconformados preguntaban: ¿por qué justo él, que era tan gentil y cariñoso con todos?
¿Por qué justamente el, que sabía hablar y callar, consolar y distribuir entusiasmo tuvo que volver?
¿Por qué él, que era un buen hijo, buen hermano, buen esposo y buen padre?
¿Por qué se lo llevó Dios?  
Porqué no se llevó a los criminales renitentes, a los corruptos inveterados,  a los infieles, en fin, porque  no se llevó a los hombres que degradan la sociedad.
La respuesta para todos esos cuestionamientos es muy simple.
Consideramos que la vida en la Tierra  es una oportunidad de crecimiento  para el espíritu inmortal.
La existencia, en el cuerpo físico, es una experiencia necesaria para que el espíritu  progrese en la conquista de su felicidad.
Seria, por así decir, un tipo de prisión, donde el puede  quitar sus deudas para con las leyes divinas y conquistar nuevas virtudes.
Siendo así, quien tiene pocos débitos se libera antes. Quien tiene menos compromisos se libera de ellos en menor tiempo.
¿De esa forma, por qué queremos que nuestro ser querido permanezca en la cárcel  si ya recibió  el edicto  de soltura?
No seria justo, ni desde el punto de vista ético ni desde el  racional.
No queremos decir con esto que todos los que se liberan antes son menos deudores, pues esa no es la realidad.
Como sabemos, muchos parten antes del tiempo por imprevisión o por los abusos de todo orden.
Lo que nos gustaría enfatizar es que aquellos que parten naturalmente, por los medios establecidos  por la divinidad, sin la intervención egoísta del hombre, pueden estar recibiendo su carta de emancipación, y por esa razón alzan el vuelo antes que nosotros.
Morir, para el justo,  es libertarse. Es matar el pesar  de los afectos que lo antecedieron en el viaje de vuelta. Es recibir las glorias de la victoria por haber vencido más de una etapa en el mundo físico.
Y morir para el injusto, es depararse con el tribunal de la propia conciencia al acusarlo  por no haber sido lo bastante tenaz para vencerse a si mismo, y por no haber logrado conquistar más virtudes.
Es por esa razón que no debemos lamentar la muerte de los justos, más si la de aquellos que desperdician la existencia buscando el gozo exclusivo del cuerpo, sin pensar en el espíritu, único que sobrevive más allá de la aduana del túmulo.
 **********
 Cierto día, al final del invierno, cuando las flores de la primavera comenzaban su sublime trabajo de recubrir los campos resecados por el rigor del invierno, aquella alma generosa dejaba el cuerpo físico.
¿Sería esto el fin?
No. Es apenas el crepúsculo de una existencia que se cierra, y la aurora de una nueva etapa que se inicia, en la Vida que nunca cesa.
Redacción del Momento Espirita
                                                          ***********************
No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo.

                                           - Albert Einstein - 

                                        *****************

     
Mariani
MEDIÚMNIDAD GRATUITA – 




Cuando hablamos de mediúmnidad, la primera idea que surge para muchos, es el de una persona especial, elegida, de virtud excepcional; pero no es así, gracias a la filosofía espírita, bien comprendida, meditada y estudiada, esclarece que (…) Los médiums son personas capaces de sentir la influencia de los Espíritus y de transmitir sus pensamientos, quien sienta, sin importar con qué intensidad la influencia de los Espíritus, es médium. Es inherente al ser humano y, en consecuencia, no es un privilegio exclusivo[1]. Entonces podemos decir que son muy pocas las personas que no tengan un rudimento de ella. Nuestra vida diaria pude ser un ejercicio constante de mediúmnidad, si toda realización estuviera supeditada en la práctica del bien, y si así lo hiciéramos, en vez de pedir que los espíritus vengan a nosotros, seríamos nosotros que intentáramos buscarlos a ellos para sintonizarnos en las esferas sublimes donde se encuentran, entonces, podríamos ser instrumentos más idóneos y equilibrados en las manos generosas de mentores espirituales, que con grandes esfuerzos nos ayudan y esclarecen para guiarnos en la vida; ellos utilizan la intuición que todos tenemos, que es vehículo sutil que habla a nuestro corazón; pero esto requiere de cuestión moral que es fundamental, paralelo a la misma naturaleza de la facultad. Al poder establecer este intercambio aflorado, surge en muchos el desvío de la mediúmnidad, que debe ser practicada santa y religiosamente, que no es profesión, ni tampoco un arte ni un talento; si la viéramos bajo este prisma, sería desacreditarla moralmente y compararla a los que dicen la buena ventura, olvidando que es una facultad esencialmente movible, fugitiva y variable, con cuya permanencia nadie puede contar, y entonces olvidaríamos lo más bello de ella, el ascenso a planos superiores de la vida con vista al perfeccionamiento del espíritu, pues Dios nos la concedió para el buen uso al servicio del prójimo, donde seríamos los primeros beneficiados.

Nos dice el capítulo también que: la mediúmnidad solo existe por el concurso de los Espíritus; si ellos llegaran a faltar, ya no hay mediúmnidad; aunque pueda subsistir la aptitud, pero el ejercicio estará anulado. Moisés se vio obligado a la prohibición del intercambio con los muertos, por el tráfico indebido de abuso y explotación, por el charlatanismo, la ignorancia y superstición. A pesar de que el Espiritismo nos centra en cuanto a la seriedad y respeto que debemos tener, hoy seguimos viendo médiums que se olvidan de los recursos prestados en las colonias espirituales en donde se formaron para esta labor, ejemplo es el caso de Acelino en el libro Los Mensajeros de André Luiz, dotado de las facultades de audición, videncia y psicografia, con excelente salud de cuerpo y equilibrio en la mente, para que toda esa provisión, fuera desviada a la renta material, con desastroso resultado al regresar a la patria espiritual, donde estuvo once años de sufrimiento en las zonas inferiores. Este ejemplo nos sirve de reflexión y otros nos estimulan para no olvidar las enseñanzas del Cristo.

Cuando Pablo de Tarso, quedó momentáneamente ciego a las puertas de Damasco y se instaló en una hospedería, el viejo Ananias, recibía la orientación mediúmnica de auxiliarlo, aplicándole pases confortadores en su dolencia ocular, animándolo a seguir las enseñanzas de Jesús; una vez restablecida la visión, comenta Emmanuel en el libro Pablo y Esteban, que le cayeron escamas de sus ojos, dedicándose a partir de ese momento a su postulado de redención, a su reforma íntima, comportándose como humilde colaborador de Jesús, trabajando, amando y perdonando, testimoniando en plazas públicas, donde recibió el insulto, el desprecio y la humillación por amor al maestro, pero viviendo siempre de su humilde telar que le proporcionaba el sustento hasta los últimos días de su vida.

Para aquéllos que llegan al Espiritismo con la ansiedad de la mediumnidad, le podemos decir que en este campo de trabajo, hay servicios para todos.

Un buen ejemplo de la vida cotidiana, sobre este particular nos brinda el hermano André Luiz junto a su compañero Hilario, al finalizar un curso de Mediumnidad con su instructor Áulus, en el último capítulo del libro En los dominios de la Mediumnidad, al despedirse de ellos, les decía en una mañana de Sol renaciente al pasar junto a un hombre de campo conduciendo su arado que roturaba la Tierra: ¡Vean! El labrador es el médium de la cosecha, la planta es la médium de la fructificación, y la flor, es la médium del perfume. Ante un taller de carpintería donde el operario modelaba una pieza, les dijo: ahí tienen al médium artífices de las cosas útiles y bellas dando el confort que hoy tiene la civilización; aproximándose a una pequeña marmolera, un joven con un cincel daba forma a una piedra, comentando: ahí, está el médium escultor de la obra perfecta, donde el Arte es la mediumnidad de lo bello, en cuya realización encontramos sublime visión del futuro que aún nos están ocultas; al ver a un encargado de la limpieza pública, dijo: ahí tenemos al barrendero, digno médium de la limpieza; y al pasar ante un edificio de justicia, indaga: el juez es el médium de las leyes, y finalmente, ante la vista de una familia, se expresó así: El hombre y la mujer, considerando el matrimonio como una escuela de amor y trabajo ante el compromiso frente a la Armonía Universal, se transforman mediante esa relación en médiums de la propia vida([2]).

Concluyo con las palabras del mentor Áulus: “Todos los hombres en sus actividades, profesiones y asociaciones, son instrumentos de las fuerzas a las que se consagran. Producen de acuerdo con los ideales superiores o inferiores en los que se inspiran, atrayendo a los elementos invisibles que les rodean conforme a la naturaleza de los sentimientos e ideas de que se nutren”([3]).

 Juan C.Mariani , basado en “El Evangelio según el Espiritismo” Cap. XXVI, pág. 311, ítems 9 y 10

                                               **********************

No hay comentarios:

Publicar un comentario