jueves, 19 de febrero de 2015

EN LA HORA FINAL

¿PREPARACIÓN O LIBERTAD? ·
Francisco Cándido Xavier Francisco Cándido Xavier nos cuenta a los precedentes del niño y nosotros, en la carta que nos envió: “El publico para nuestras tareas espirituales de la noche traía a diversas familia que indagaban, sin saber una de las otras, - ya que venían de procedencias variadas – en cuanto a los problemas de la infancia. Muchas preguntas como estas fueron formuladas: -¿Debo dejar a mis pequeños sueltos para no perjudicarlos? -¿Será justo permitir que mi hijo de tierna edad se transforme en pequeña maquina de estimación dentro de casa, con la idea de que solamente así será feliz en el futuro? -¿Cómo proteger a mis hijos sin controlarle los impulsos infelices? -¿Debo dejar a mis pequeños en restricta libertad, haciendo lo que les venga a la cabeza, con el pretexto de garantizarles la salud? -¿Será natural dejar al niño crecer con la ilusión de que es plenamente libre, para después encontrar, en la posición e adulto, los constreñimientos de la disciplina social, indispensable en cualquier parte, que le dolerán o pesaran mucho más por la ausencia de capacidad o preparación? Iniciados los estudios, el Evangelio Según el espiritismo nos ofreció la pagina titulada “Los Huérfanos”, en el ítem 18 del capítulo XIII. Dando la oportunidad a esclarecedoras explicaciones, de nuestros comentaristas. Al termino de las tareas, nuestro Emmanuel escribió la pagina que aquí adjunta, con la expectativa de que sea útil para nuestras reflexiones.
LOS NIÑOS Y NOSOTROS · Emmanuel Muchos sectores de las ciencias psicológicas aseveran que es indispensable preservar a los niños contra la más mínima coacción, a fin de que se desenvuelvan sin traumas que le perjudicarían el futuro. Eso, no en tanto, no significa que deba crecer sin orientación. Independencia desordenada genera violencia, tanto como la violencia genera independencia desordenada. Releguemos determinada obra arquitectónica al descontrol y tendremos en breve la caricatura del edificio que nos proponíamos construir. Abandonemos la siembra a sí misma y la cosecha se convertirá en desencanto. Exigimos la institución de un mundo mejor. Solicitamos la concretización de la felicidad común. Soñamos con el surgimiento de la paz para todos. Esperamos el reino de la fraternidad. ¿Cómo conseguir, sin embargo, semejantes conquistas sin el niño en el esquema del trabajo a realizar? No sumerjas a tu hijo en las olas rebeldes de la ira cuando la dificultad sobrevenga, y si, no te negarás en el socorro preciso, sin dejarlo a merced del barco descontrolado a favor del viento. No erguirás contra el la palabra condenatoria en los días de desacierto, para insuflarle, tal vez, odio y rebeldía en los recesos del alma, y si procurarás sustentarlo con la frase comprensiva y afectuosa que desearías haber recibido en otro tiempo, en las horas de la infancia, cuando te identificabas en las sombras de la indecisión. Sabes conducir al niño al concurso de la escuela, a la asistencia del pediatra, al auxilio del sastre o a la renovación espiritual en los espectáculos recrativos. Por esto mismo no les niegues apoyo al sentimiento para que el sentimiento se le haga correcto. Todos concordamos en que la criatura necesita de amor para crecer patentando mente clara y cuerpo sano, entre tanto, es imposible efectuar el trabajo del amor – realmente amor – sin bases en la educación.
MODERNA EDUCACIÓN· J. Herculano Pires (Hermano Saulo) Unos condenan la moderna educación, anhelando los tiempos en que los niños obedecían a los padres por la mirada y temían al maestro. Otros aprueban la nueva educación sin conocerla y hacen de su principio de libertad una forma de abandono. No hay libertad irrestricta, pues la libertad solo puede existir dentro de las condiciones necesarias. Un hombre suelto en el espacio, libre hasta el punto de la gravitación, no puede hacer cosa alguna y perecerá en la desolación. Para que el tenga libertad es preciso que esté condicionado por el medio físico, pisando la tierra y aspirando el aire, condicionado por el cuerpo y por el medio familiar y social, y así en adelante. La educación antigua era una forma de domesticación. Los niños eran tratados como animales. La educación moderna, a partir de Rousseau, es una forma de comprensión. Su principio básico no es la libertad, más si la comprensión de la criatura como un ser en desarrollo. Su objetivo no es el abandono del niño a sí mismo y el cultivo paciente de la criatura, para que pueda crecer nana en cuerpo y en espíritu. Los malos juicios sobre la nueva educación provienen de su desconocimiento por parte de los padres y de los maestros, muchos de los cuales no poseen actitudes para educar. Para los huérfanos, el trecho citado del Evangelio Según el espiritismo nos prescribe a ayudarlos, librarlos del hambre y del frio, orientar sus almas para que no se pierdan en el vicio. Ese es el programa de la nueva educación. Sería un contrasentido convertir a nuestros hijos en huérfanos, entregados a sí mismos, en vez de vigilarlos, descubriendo sus malos pensamientos, corregir las aristas morales y orientarlos para el futuro. Los depositarios de bienes materiales cuidan de ellos para que no se deterioren. El labrador cuida de sus plantaciones para que produzcan. Los padres, depositarios de almas, tienen la responsabilidad mucho mayor y más grave que la de aquellos. Precisan cuidar de sus hijos y ayudarlos para que sean útiles en el futuro. Artículo publicado originalmente en la columna dominical “Chico Xavier pide licencia” del periódico Diario de S. Paulo, en la década de 1970 Traducido por. M. C. R. ********************************
DE LA CODIFICACIÓN ¿Se modifican las ideas de los espíritus en estado de espíritu? «Mucho, pues experimenta grandes modificaciones, a medida que el espíritu se desmaterializa. Puede a veces conservar por largo tiempo las mismas ideas; pero la influencia de la materia disminuye poco a poco, y ve las cosas más claramente. Entonces es cuando busca el medio de mejorarse». EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS ALLAN KARDEC ************************************
LA HORA FINAL   ¿Qué es lo que pasa en la hora de la muerte y como se desprende el Espíritu de su prisión material? ¿Qué impresiones, que sensaciones le  esperan en esa ocasión tan temida? Es eso lo que nos interesa a todos conocer, porque todos llegamos a esa jornada. La vida se nos escapa  en todo instante: ninguno de nosotros escapará a la muerte.  Ahora, lo que todas las religiones y filosofías nos dejaron ignorar, los Espíritus en multitud, nos lo vienen a enseñar. Nos dicen que las sensaciones que preceden y siguen a la muerte, son infinitamente variadas y dependientes sobre todo del carácter, de los meritos, de la elevación moral, del Espíritu que abandona la Tierra. La separación es casi siempre lenta, y el desprendimiento del alma se opera gradualmente. Comienza, algunas veces, mucho tiempo antes de la muerte,  y solo se completa, cuando quedan rotos los últimos lazos fluídicos, que unen el periespíritu al cuerpo. La impresión sentida por el alma, se revela penosa y prolongada, cuando esos lazos son más fuertes y numerosos. Son causa permanente de la sensaciones y de la vida. El alma experimenta las conmociones, todos los despedazamientos del cuerpo material.  Dolorosa, llena de angustias para unos, la muerte no es para otros, sino un sueño agradable, seguido de un despertar silencioso. El desprendimiento es fácil para aquel que previamente se desligó de las cosas del mundo, para aquel que aspira a los bienes espirituales y que cumplió sus deberes. Hay, al contrario, lucha, agonía prolongada en el Espíritu preso a La Tierra, que solo conoció los gozos materiales y dejo de prepararse para ese viaje.   Entre tanto, en todos los casos, la separación del alma del cuerpo, es seguida  por un tiempo de perturbación, fugitivo para el Espíritu justo y bueno, que desde temprano despertó ante todo los esplendores  de la vida celeste; muy largo, hasta el punto de abrazar años enteros, para las almas culpables, impregnadas de fluidos groseros. Gran número de estas ultimas, cree permanecer en la vida corpórea, mucho tiempo más después de la muerte. Para estas, el periespíritu es un segundo cuerpo carnal, sometido, a los mismos hábitos y, algunas veces, las mismas sensaciones físicas como durante la vida terrena.  Otros Espíritus de orden inferior, se hallan sumergidos en una noche profunda, en un completo aislamiento en el seno de las tinieblas. Sobre ellos pesa la inseguridad, el terror. Los criminales son atormentados por la visión, terrible e incesante de sus victimas.  La hora de la separación, es cruel para el Espíritu que solo cree en la nada. Se agarra como un desesperado a esta vida que se le escapa; en el supremo momento se insinúa en el la duda; ve un mundo temeroso abrirse para abismarlo, y quiere entonces, retardar la caída. De ahí, surge una lucha terrible entre la materia, que se evade, y el alma, que teme retirarse del cuerpo miserable. Algunas veces, ella queda presente hasta la descomposición completa, sintiendo en si mismo, según  expresión de un Espíritu, “los gusanos, corroerle la carne”.  Pacífica, resignada, aún mismo alegre, es la muerte del justo, es la partida del alma que, habiendo luchado mucho y sufrido, deja La Tierra confiada en el futuro.  Para esta, la muerte es la liberación, el fin de las pruebas. Los lazos debilitados que la ligan a la materia, se desprenden dulcemente; su perturbación no pasa de un leve entorpecimiento, algo semejante al sueño.  Dejando su residencia corpórea, el Espíritu, purificado por el dolor o el sufrimiento, ve su existencia pasada retroceder, apartarse poco a poco con sus amarguras e ilusiones; después, disiparse como las brumas que la aurora, encuentra extendidas sobre el suelo y que la claridad del día hace desaparecer. El Espíritu se halla, entonces, como suspendido entre dos sensaciones: la de las cosas materiales que se apagan y la de la vida nueva que se le desarrolla al frente. Entreve esa vida, como a través de un velo, llena de encanto misterioso, temida y deseada al mismo tiempo. Después, se expande la luz, no la luz solar, que nos es conocida, sino una luz espiritual, radiante, por todas partes diseminada. Poco a poco lo inunda lo penetra, y, con ella, un tanto de vigor, rejuvenecimiento y de serenidad. El Espíritu se sumerge en ese baño reparador. Allí se despoja  de sus dudas y de sus temores. Después, su mirada se desprende de La Tierra, de los seres lagrimosos que rodean su lecho mortuorio, y se dirige para las alturas. Divisa los cielos inmensos y otros seres amados, amigos del pasado, más jóvenes, más vivos, más bellos que vienen a recibirlo, y que lo guían en el seno de los espacios. Con ellos camina y sube a las regiones etéreas que su grado de depuración le permiten entrar. Cesa, entonces, su perturbación, despiertan en el facultades nuevas, comienza su destino feliz.  La entrada en una vida nueva trae impresiones tan variadas como permite la posición moral de los Espíritu. Aquellos, cuyas existencias se desarrollan indecisas, sin faltas graves, ni meritos asimilados, se hayan al principio, sumergidos en un estado de torpeza, en un agobio  profundo; después, de que un choque viene a sacudirles el ser. El Espíritu sale, lentamente, de su vehiculo: como una espada de la vaina; recobra la libertad, sin embargo, excitante, tímido, no se atreve a utilizarla aun, quedando rodeado por el temor y por el hábito a los lazos en que vivió. Continua el sufrir y el llorar con los seres que estimaban su vida. Así corre el tiempo, sin el medirlo; después de mucho tiempo otros Espíritus lo auxilian con sus consejos, ayudándolo a  disipar su perturbación, para liberarlo de las ultimas cadenas terrestres y elevarlo para los ambientes menos oscuros.  En general, el desprendimiento del alma es menos penoso, después de una larga molestia, pues el efecto de esta es desligar poco a poco los lazos carnales. Las muertes súbitas, violentas, sobreviniendo cuando la vida orgánica está en la plenitud, producen sobre el alma  un desprendimiento doloroso y la lanza  a una prolongada perturbación. Los suicidas son victimas de sensaciones horribles. Experimentan, durante años, las angustias del último momento y reconocen, con espanto, que no cambiaron sus sufrimientos terrestres sino por otros más vivaces.  El conocimiento del futuro espiritual, el estudio de las leyes que presiden, la desencarnación, son de gran importancia como preparativos para la muerte. Pueden suavizar nuestros últimos momentos y proporcionarnos fácil desprendimiento, permitiendo más deprisa, el reconocernos en el mundo nuevo, que se nos descubre. (León Denis – Después de la Muerte.    ********************************
LAS CREENCIAS ANTIGUAS Gabriel Delanne La naturaleza íntima del alma nos es desconocida. Cuando se dice que es inmaterial, es preciso entender esta palabra en un sentido relativo y no absoluto; pues la inmaterialidad perfecta sería la nada; ahora bien, el alma o el espíritu es algo que piensa, que siente, que quiere; es preciso, pues, entender por la expresión “inmaterial” que su esencia es de tal modo diferente de lo que conocemos físicamente, que no tiene analogía alguna con la materia. El alma no puede concebirse sin ir acompañada de una materia cualquiera que la individualice; pues muerta le sería imposible entrar en relación con el mundo exterior. Sobre la Tierra, el cuerpo humano es ese medio que nos pone en contacto con la naturaleza; pero después de la muerte, siendo destruido el organismo, es preciso que tenga otra envoltura, para estar en relación con el nuevo medio que debe habitar. Esta inducción lógica ha sido fuertemente sentida en todos los tiempos, tanto más cuando las apariciones de personas muertas, que sin embargo, se dejaban ver bajo su forma terrestre, venían a robustecer esta creencia. Lo más frecuente es que, el cuerpo espiritual reproduzca la forma que el espíritu tenía en su última encarnación; y a esta semejanza del alma, probablemente, son debidas las primeras nociones de la inmortalidad. Tomado del libro “El alma es inmortal” Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta *******************************

No hay comentarios:

Publicar un comentario