miércoles, 18 de mayo de 2016

Instintos y emociones subconscientes



¿Todos los casos de obsesión son iguales?

No lo son, porque existen muchos grados de intensidad en cuanto a la influencia de espíritus malignos o negativos, causantes de las obsesiones espirituales. La menos fuerte, llamada  “Obsesión Simple”, se caracteriza en  que en cualquier caso el Obsesor se mezcla tenazmente con  la mente de su víctima, generalmente poseedora de una mediumnidad, y lo hace interfiriendo  en las comunicaciones que  recibe , sustituyendo en ella a otros  Espíritus que hayan sido evocados. En este nivel de obsesión la mente comienza a reflejar unos estados íntimos extraños y desequilibrados.
      La mente actúa  como una dinamo generadora de energía psicofísica  que  bajo el  mando del  Espíritu obsesor, utiliza las imágenes mentales del cerebro, y así fácilmente expresa estados múltiples de la personalidad, encadenando sucesos y fracasos que se exteriorizan en formas depresivas de ansiedad, traumáticas, neurasténicas y otras, dando origen a enfermedades psíquicas de variada y compleja nomenclatura.
     Es característico que el obsesado intente discutir  haciendo suyas  opiniones negativas y  perjudiciales que le gusta  cultivar, y que a una persona sana y equilibrada repulsarían instintivamente. Esto transcurre  bajo el dominio del parásito espiritual  cuanto más próximo esté a  la mente y  se haya hecho dueño de la voluntad de su anfitrión.
  En la obsesión simple, como efecto natural surgen los llamados “Reflejos de Interferencia”: inquietud, desconfianza, inseguridad personal, pequeños malestares, angustia ante sucesos  en torno al obsesado, incertidumbres y cada vez una mayor perturbación interior de la víctima.
 La obsesión simple es una parasitosis común en muchísimas personas, considerando natural la intervención psíquica vigente en todas las partes de la Tierra.
        El siguiente grado de  Obsesión espiritual  que es un poco más grave por ser un  poco más intenso, recibe el nombre de Fascinación  para diferenciarlo del anterior.
      La fascinación  transcurre en medio de una indolencia moral y mental de la víctima, exacerbando sus aspectos negativos que son hábilmente estimulados por su antagonista espiritual.
         En la fascinación, los esfuerzos que pueden emprender los afectados con las acciones de bien que  puedan realizar  constituyen la curación contra el mal, conquistando  así  las fajas vibratorias  psíquicas  a las que no accede el  obsesor  y que le protegen y liberan.
         En consecuencia, las tentativas para la liberación del obsesor en este nivel se presentan más complicadas, exigiendo abnegación, esfuerzo, y voluntad continuos.
         Los límites entre unos grados y otros resultan indelebles, pues la Obsesión puede, por su intensidad, formar una línea ascendente de modo paulatino, dentro de la que se representan todos los grados, de menor a mayor y sin solución de continuidad; allí donde termina un grado de intensidad, comienza el siguiente.
           Una vez establecidos los primeros flases de comunicación obsesiva, la víctima de modo inconsciente  comienza  a compartir sus ideas con las que le son inspiradas.
          A medida que el canal mental de la víctima aumenta, no solo asimila la inducción telepática sino también las actitudes y forma de ser de su huésped obsesor. En ese terreno la persona pierde la noción del ridículo y la capacidad habitual de discernimiento, acatando sugestiones que incorporan aceptando inspiraciones como directrices y actitudes que son disparatadas o ridículas   y solamente él las ve lógicas.
        Debido a que los  espíritus obsesores conocen las imperfecciones morales, el carácter y la conducta de a quienes perturban, estos  lo aprovechan  para inspirar e imponer ideas absurdas con las que tratan de aislar a su víctima de las posibles personas que les podrían ayudar.
     Les insuflan  el orgullo de  creer que cumplen misiones especiales,  disfrazándose de humildad y pasividad falsas, que les da una apariencia mística, pero que quedan al descubierto en su falsedad  cuando se sienten desenmascarados por la razón y perspicacia de las personas lúcidas y conocedoras de tan infelices técnicas, y así se sienten reformadores de alguna religión, o apóstoles encargados de cambiar las estructuras de la vida con un talante de irresponsabilidad y presunción.
         En la Fascinación, el obsesor tiene una acción directa sobre la mente de la persona sensitiva, que no cree que está siendo manipulada por una Entidad espiritual extraña , por lo que se deja inconscientemente influir  por ella, . En este grado obsesivo que es la fascinación, el obsesor  ilusiona el pensamiento de su víctima, engañándola y paralizando su propia capacidad de razonar, mostrándose  a esta con  una máscara de virtudes falsas y aparentes, para evitar ser descubierto, por ello inspira en ella  el alejamiento de cualquiera que pueda abrirle los ojos y le pueda descubrir, de modo que al evitar a quien le pueda contradecir, siempre pueda llevar él la razón.
         En otro grado más  severo aún está la Subyugación, en la que el obsesor controla a su víctima de forma total, hasta el punto de que les llega a causar serias perturbaciones psíquicas y hasta físicas. En este grado de intensidad  se paraliza totalmente la voluntad de la víctima que queda bajo la dependencia del obsesor por debilidad o por deseo, y este le empuja a obrar a pesar suyo.  Este grado es el conocido y confundido con la “Posesión”, o “Posesión diabólica”.  Sin embargo es de tener en cuenta, como ya se señaló anteriormente, que la posesión  no solo puede tener un carácter negativo, sino también positivo cuando los espíritus manifestantes poseen transitoriamente el cuerpo de una mediumnidad de incorporación que voluntariamente  se lo cede para su expresión y manifestación en el plano físico. Se podría afirmar que  otro factor que diferencia la posesión de los otros grados de obsesión, es  precisamente que la  posesión puede  ser  positiva y voluntaria por parte del médium poseído transitoriamente, mientras que los demás grados de obsesión son siempre de carácter negativo causados por   entidades negativas sin la aceptación voluntaria del obsesado.
         En  todos los cuadros obsesivos, a medida que se agrava el proceso de interferencia, la voluntad del obsesado pierde los controles personales en razón directa a como el espíritu obsesor ejerce su poder.
         En cada caso de alineación obsesiva, encontramos razones características y específicas del proceso.  En razón de esto, a pesar de ser  origen  de su agravamiento las faltas morales del enfermo, la Entidad desencarnada encuentra móviles que le predisponen a la acción, y que varían de acuerdo a cada persona.
          Aún suele ser  más grave cuando el obsesor es  un espíritu lúcido, técnica  e intelectualmente, que se adueña de los centros cerebrales con imposición de un plan bien deliberado para los fines que persigue, manipulando con habilidad los dispositivos mentales y físicos del  alienado.
      El tratamiento  es genéricamente el mismo en todos los casos: comprensión y aceptación de lo que le sucede, mucha oración y buenas acciones que le sitúen en otra franja vibratoria espiritual inaccesible a la maldad del obsesor . Sus resultados varían en cada paciente, pues en cada persona, la Ley de Causa y Efecto, y los esfuerzos para  curarse de la trama en que se encuentran, son diferentes unos de otros.

- Jose Luis Martín-

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“Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados”
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Instintos y emociones subconscientes



(Ciclo control y desarrollo emocional - I)



   Empezamos aquí una serie de artículos sobre control emocional que humíldemente pretenden orientar al lector hacia el autoconocimiento, control y desarrollo de las emociones. Si bien marcan una serie de pautas e informaciones que nos podrán hacer reflexionar inmediatamente, el camino se hace andando y le ruego encarecidamente que practique los pequeños ejercicios que iremos proponiendo o se cuestione sinceramente las diversas preguntas que formularemos. Los mayores avances en el nivel emocional conllevan una toma de conciencia. El autoconocimiento será por tanto la premisa fundamental, el estudio nos mostrará los pasos por donde investigarnos y la fe y la oración nos darán la voluntad necesaria para la autotransformación, muchas veces dolorosa por las pérdidas y renuncias que conlleva. "Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá." (Lucas 11,10).

La emoción        
Podemos definir emoción, como un estado afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva al ambiente que viene acompañada de cambios orgánicos (fisiológicos y endocrinos) de origen  innato, influidos por la experiencia.    
    No hay duda de que las emociones forman parte del mecanismo interno que permite adaptar nuestro organismo al entorno que nos rodea.
Ante un suceso imprevisto, una amenaza o expectativa, la emoción surge como señal de alarma alcanzando al hipotálamo, en el cerebro medio, como verdadera sala de máquinas de la emoción, respondiendo al instante impulsando al sistema vegetativo y a las glándulas de secreción interna, a que segreguen las necesarias hormonas que nos permitan prepararnos para la acción (tiroxina, dopamina, adrenalina, etc.).
La emoción es responsable de nuestra palidez ocasional, por la contracción de los vasos sanguíneos, del rubor, por su dilatación, de la dificultad de tragar, cuando sufrimos tensión en la faringe, sofocamiento e hiperventilación debido a la tensión sobre los pulmones, taquicardias cuando es el corazón el que nos oprime e indigestión cuando desviamos la tensión al estómago, normalmente debido a excesivos nervios o fuertes enfados.
Podemos decir que las emociones corresponden a un determinado lenguaje, pues transmiten información de un sistema a otro en nuestro interior. Transmiten desde nuestros sistemas de defensa alojados en nuestro subconsciente, la información precisa a nuestro sistema vegetativo y glándulas de secreción interna para prepararnos físicamente y adaptarnos al entorno hostil.

                                         Las tres regiones de la mente
El subconsciente es una de las tres regiones de la mente, según lo expuesto por André Luiz, en su obra “En el Mundo Mayor”. Dichas regiones son el superconsciente, el consciente y el subconsciente.             
El superconsciente es la región más elevada de la mente. Es "la casa de las nociones superiores", donde adquirimos nuestros ideales y metas de la vida, donde conectamos con la espiritualidad superior mediante la intuición o inspiración normalmente y sobretodo, donde tomamos contacto con nuestra conciencia y sabiduria interna de nuestro propio espíritu.
Guarda por tanto materiales de orden sublime que la criatura humana conquista gradualmente, representa la parte más noble de nuestro organismo divino en evolución. En él, permanece el ideal y la meta superior a ser lograda, representando por tanto el futuro próximo a alcanzar.
En el cerebro se localiza principalmente en los lóbulos frontales, detrás de la frente.

El consciente, por otro lado, se localiza en la región del córtex motor y zona intermedia entre los lóbulos frontales y los nervios. El consciente representa el domicilio de las conquistas actuales, donde se yerguen y consolidan las cualidades nobles que estamos edificando, guiados por el superconsciente, influenciado este por los espíritus guías y la propia sabiduría propia de nuestro espíritu.  
En el consciente reside el esfuerzo y la voluntad, representando por tanto el presente, la atención y el pensamiento claro.
Cada una de ellas merecería un tratado especial, pero es el subconsciente, la región que tiene mayor relación con las emociones, porque en ella residen los instintos, las pasiones, los impulsos automáticos, memoria, etc.

 El Subconsciente
Realmente sólo somos conscientes de una pequeña parte de nuestros procesos mentales, el resto, en su mayoría, son subconscientes, puesto que estamos todavía muy alejados de alcanzar nuestro potencial superconsciente (sabiduría y conciencia superior, intuición y mediumnidad con los espíritus superiores).
El subconsciente es un archivo inmenso con todos nuestros instintos, hábitos, experiencias, de esta y otras vidas, con una función principal: velar siempre por nuestra seguridad y progreso.
Como buen guardián no descansa nunca.
El subconsciente aprende utilizando una inteligencia puramente instintiva, no razona pero aprende por asociación, asimilando pautas y experiencias “positivas” y “exitosas” materialmente. Registra todas las acciones que nos llevan a conseguir dichas experiencias “positivas”, automatizándolas y convirtiéndolas en hábitos. Dichas experiencias que pueden ser vistas como “positivas” materialmente no tienen por qué ser igualmente positivas espiritualmente, puesto que el subconsciente en su origen carece de moral, salvo cuando ha recibido una educación previa, poniéndose entonces a merced del conocimiento superior y moralidad del espíritu. Sin educación moral del espíritu, el subconsciente carece de guía y toma normalmente el camino más recto para sus objetivos, aplicando la frase “el fin justifica los medios”.
La finalidad del subconsciente es la conservación, la supervivencia y nuestro bienestar, clara referencia a la Ley de Conservación (que rige el instinto de supervivencia e instinto de conservación, ver “El Libro de los Espíritus” capítulo V) y a la Ley de Progreso (ver “El Libro de los Espíritus” cap. VIII), que tiene en el bienestar y el placer los primeros acicates para nuestra evolución. Por tanto tenemos una correspondencia directa entre los instintos y las emociones, como lenguaje de nuestro subconsciente.

           Los instintos: base de las emociones primarias
El instinto de supervivencia es el motor de las emociones primarias: MIEDO, SORPRESA e IRA. Miedo como anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad y de la cual no podemos escapar. Sorpresa como reacción de sobresalto que nos permite focalizar todos nuestros sentidos hacia un punto o indicio. Ira como reacción frente a un obstáculo que nos causa frustración e impide la realización de nuestros deseos u objetivos, infundiéndonos rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad como impulso desesperado de erradicarlo.
El instinto de conservación utiliza la AVERSIÓN como emoción que le permite mantener a raya una posible amenaza. Es un temor a poner en peligro nuestra seguridad o bienestar por entrar en contacto con ello. Origen de los primeros sentimientos de orgullo, racismo, discriminación,...
El instinto de progreso emplea la ALEGRÍA y la TRISTEZA, como lenguaje emocional que nos incita a luchar por nuestra propia evolución. La voluntad de progreso, como poderoso corcel tiene dos impulsos, la zanahoria que es la alegría y la espuela, la tristeza.

                      Sistemas de defensa
Nuestro subconsciente posee por tanto un complejo sistema de defensa sustentado por los instintos de supervivencia y conservación y basado en las emociones primarias:

Emoción primaria:    Sistema de Defensa:
Sorpresa               -->         Sistema de Alerta
Miedo y aversión    -->         Sistema de huida
Ira                          -->         Sistema de lucha  

                               Automatismos obsoletos

En el hombre primitivo, el instinto de supervivencia le instaba a luchar contra amenazas físicas reales, a huir cuando valoraba que no tenía posibilidad alguna de victoria, de inmovilizarse para no ser descubierto o de permanecer en alerta frente a cualquier indicio de peligro.
El estrés y la angustia eran precios necesarios para afrontar los peligros reales, mediante las transformaciones hormonales correspondientes.
En la actualidad dichas reacciones son completamente desproporcionadas, en la mayoría de las ocasiones y nos pueden causar desastrosas consecuencias de estrés y enfermedad, cuando son mantenidas en el tiempo.
Sufrimos, por tanto, los daños colaterales consecuencia de la inadaptación de nuestro subconsciente a la nueva realidad que nos rodea en la actualidad.

Daños colaterales
No podemos ser felices con algún sistema de defensa “en alto”. Muchas veces no nos damos cuenta pero estamos constantemente huyendo de algo, o bien no nos permitimos relajarnos ante una expectativa de pérdida, lo que nos lleva a fundamentar ciertos miedos e inseguridades. 
Normalmente nuestros deseos y pasiones nos crean necesidades que terminan por ser “adoptadas” por nuestro sistema de defensa como objeto que necesitamos conservar, afianzando nuestro materialismo en un nivel subconsciente difícil de trabajar posteriormente. 
Por ello tendremos que reaprender nuevas pautas morales automáticas que desplacen en el subconsciente los antiguos automatismos materiales, fomentados durante milenios de errores continuos en el campo de la experiencia.

Sistema de Huida

El Sistema de Huida activo nos puede llevar a sentir miedos y fobias que terminan en ansiedad o en problemas de socialización, con miedos a relacionarnos con los demás, timidez,...
Podemos preguntarnos: ¿De qué huimos? De los demás, por miedo a relacionarnos y exponernos a decepciones o a ser heridos. Huimos también de nosotros mismos, cuando no queremos hacer examen de conciencia y nos abruma la culpa. Huimos de la responsabilidad, por falta de confianza en uno mismo. Y finalmente, las clásicas fobias, claustrofobia, agorafobia, acrofobia, etc., que necesitan normalmente ayuda terapéutica para mejorar o sanar.
Síntomas claros de tener el sistema de huida activo es la timidez, vergüenza, dolores musculares que paralizan y no nos dejan afrontar nuestra responsabilidad. También puede ocurrir incluso que caigamos malos para faltar a ese evento al que no quiero acudir... Nos salen en ocasiones
eczemas por callarnos las cosas y huir del enfrentamiento...

Sistema de Alerta
El Sistema de Alerta activo nos puede causar ansiedad como reacción emocional ante un anuncio o peligro que nos amenaza o preocupa.
Debemos preguntarnos: ¿qué tenemos miedo a perder? el bienestar material, posesiones, afectos, etc. Un sistema de alerta activo muestra normalmente una inseguridad o falta de confianza en nosotros mismos o inestabilidad con una situación.
Podemos diferenciar tres tipos de inseguridades: Inseguridad material, que nos lleva a desarrollar estrés por mantener nuestras posesiones. Inseguridad afectiva o emocional que fomenta los celos, la posesividad en la pareja o la manipulación emocional en sus diversas variantes, trabajar la pena, chantaje emocional, etc. Y por último la inseguridad psicológica, que podemos llamarla inseguridad en uno mismo y que es el fundamento principal del orgullo, utilizando el orgullo para crear una falsa seguridad que tape nuestras carencias. Podemos decir que el orgullo es el autoengaño que nos construimos para fortificar la seguridad en uno mismo cuando carecemos de elementos superiores que sustenten nuestra conciencia.

Sistema de Lucha

El Sistema de Lucha activo nos creará problemas de carácter y disminución o pérdida de la capacidad de razonar, así como diversas dolencias físicas musculares, estomacales, úlceras, etc. 
La frustración y la insatisfacción son las causas principales de tener el sistema de lucha activo.
Como definición “la frustración es una respuesta emocional común a la oposición relacionada con la ira y la decepción, que surge de la percepción de resistencia al cumplimiento de la voluntad individual” (fuente Wikipedia).
Alguien satisfecho no se enfada nunca, no entra en conflicto con otra persona. Es lo suficientemente flexible para no romper a discutir con otra persona gracias a su capacidad de empatizar. 
Debemos preguntarnos: ¿Son proporcionales nuestras reacciones frente a las vicisitudes de nuestra vida? ¿Son necesarios todos los deseos que no puedo conseguir y me causan frustración? ¿Mi reacciones son proporcionales frente al objetivo a conseguir? ¿Me puedo permitir perder la razón o disminuir mi autocontrol por algún motivo?
El origen de nuestras insatisfacciones son el egoísmo y el orgullo. El egoísmo por cuanto nos impone necesidades y deseos  superficiales y el orgullo porque nos crea expectativas sobre los demás, como si tuviéramos derecho sobre ellos o ellos deberes hacía con nosotros. Esto es de alguna forma poner la felicidad en las manos de otros.
Debemos centrarnos en nuestros objetivos personales y no dejarnos frenar por las dificultades de los obstáculos. El obstáculo deja de ser el blanco de nuestros esfuerzos, muchas veces podemos bordearlo para acercarnos al objetivo real, el cual requiere normalmente de una buena siembra para garantizarnos una buena cosecha.
José Ignacio Modamio
Centro Espírita "Entre el Cielo y la Tierra"

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  Herencia genética y herencia

espiritual 


El hombre y la mujer de la actualidad, después de los grandes e inimaginables vuelos del conocimiento y de la tecnología, se debaten sorprendidos en las aguas turbias de la inquietud y del sufrimiento, constatando que los milenios de cultura y de civilización que les ampliaron los horizontes del entendimiento, no les han solucionado los grandes desafíos de la emoción. Existe un desfase inmenso entre el homo tecnológico y el ser espiritual, que se presenta desprovisto de recursos para los grandes enfrentamientos propuestos por los mecanismos de sus propias construcciones. Por más que la mente humana indague con respecto a la vida, en el momento actual y coyuntural del conocimiento, y a pesar de ser innegablemente extenso, se muestra muy difícil encontrar las respuestas adecuadas que permitan al ser retener todo su sentido y significado. 

Reduciéndola a casualidades absurdas, destituida de cualquier lógica, algunos investigadores simplificaron la vida, eliminando así las mayores preocupaciones en torno a su magnitud. Otros la establecieron sobre contenidos mitológicos de fácil adaptación, gracias a los componentes de lo sobrenatural, de lo maravilloso. 
El milagro de la vida es mucho más complejo y por eso mismo, su punto de partida solamente puede ser encontrado en el Creador que la elaboró y la viene conduciendo a través de millones de años, produciendo en su estructura las indispensables adaptaciones, desdoblamientos, variaciones… 

Detectamos que lo que en sí misma hace a la vida humana, es su génesis en el Psiquismo Divino, que la concibió y la inspiró, proporcionándole la energía de que se nutre, que la impulsa al crecimiento por medio de las múltiples reencarnaciones del Espíritu inmortal, denominado también, principio inteligente del Universo. Delante de nuestros ojos espirituales, desde nuestro psiquismo espiritual, los fantasmas de las civilizaciones muertas pasan como si permaneciésemos ante una pantalla maravillosa. Las almas mudan su indumentaria carnal en el curso incesante de los siglos. En las primeras organizaciones del hombre se construye el edificio milenario de la evolución humana, con sus lágrimas y sufrimientos. Y hasta nuestros oídos llegan los ecos dolorosos de sus aflicciones. 

El tiempo, como patrimonio divino del espíritu, renueva las inquietudes y angustias, en el sentido de aclarar el camino de las experiencias humanas. Los artífices de la Creación, inauguraron periodos evolutivos creando el plan de las formas. La naturaleza se tornó entonces en un gran taller de ensayos, y los trabajadores espirituales, como los alquimistas que estudian la combinación de las substancias, tras extensas y dilatadas observaciones, analizaron la composición prodigiosa de los complejos celulares. La máquina celular fue perfeccionada en el límite de lo posible, ajustándose a las leyes físicas del globo. Los tipos adecuados a la Tierra fueron consumados en todos los reinos de la Naturaleza. El reino animal experimentó también las más extrañas transiciones, bajo la influencia del medio y en vista de los imperativos de la ley de selección. 

¿Cómo podría operarse semejante transición? Preguntará nuestro criterio científico. De forma natural. También los niños tienen los defectos de la infancia corregidos por los padres, que los preparan en esa fase de la vida, sin que se acuerden ellos en la mayoría de las veces. Si las observaciones del naturalista Gregorio Mendel fuesen transferidas a aquellos milenios distantes, no se encontraría ninguna ecuación definitiva en sus estudios de biología. La moderna genética no podría fijar, como hoy, las expresiones de los “genes”, por cuanto, en el laboratorio de las fuerzas invisibles, las células aun sufrían largos procesos de acrisolamiento, imprimiéndoseles elementos del astral, consolidándoseles las expresiones definitivas, con vista a las organizaciones del futuro. 

Si el génesis del planeta se procesó con la cooperación de los milenios, el génesis de las razas humanas requería la contribución del tiempo, hasta que se abandonase la penosa y larga tarea de la fijación. En esa vastedad del proscenio de la evolución anímica, encontramos los primeros antepasados de la criatura humana, sufriendo los procesos del perfeccionamiento de la Naturaleza en el Periodo Terciario. En el Plioceno inferior, esos antropoides de las cavernas, antepasados de los hombres terrestres, se separaron en grupos por la superficie del globo, y tuvieron su evolución en el lento curso de los siglos, sufriendo las influencias del medio. Las entidades espirituales auxiliaron al hombre del sílex, sometiéndole a extraordinarias experiencias, e imprimiéndole nuevas expresiones biológicas. 

Han transcurrido desde entonces millones de años, y las investigaciones de la Ciencia sobre el tipo de Neanderthal, reconociendo en él una especie de hombre bestializado y otros descubrimientos interesantes de la Paleontología, en cuanto al hombre fósil, son un atestado de los experimentos biológicos efectuados por los delegados espirituales, hasta que fijaron en el “primate” las características aproximadas del hombre del futuro, surgiendo los primeros salvajes de complexión mejorada, portando la elegancia de los tiempos venideros. El puzzle de la evolución humana no está ni mucho menos resuelto por la ciencia, ya que con cierta regularidad van apareciendo las piezas que faltan para completar la historia que conduce hasta la única especie humana que puebla la Tierra en la actualidad, el Homo Sapiens. El organismo del ser humano, considerado como una máquina casi perfecta de la naturaleza, consta de 20.000 a 25.000 genes, los cuales están situados y dispuestos linealmente en los cromosomas, siendo la unidad de almacenamiento de información genética y de herencia, pues la transmite a la descendencia. Sus características de forma, función y comportamiento se transfieren de generación en generación. 

El ser humano estableció como necesidades propias de la vida aquellas que corresponden a los fenómenos fisiológicos, con toda su gama de imposiciones: alimentación, habitación, abrigo, seguridad, reproducción, bienestar, posición social. Podremos denominar esas necesidades como inmediatas o inferiores, bajo el punto de vista psicológico y ético-estético. Toda herencia antropológica se sitúa en los automatismos básicos de la sobrevivencia en el cuerpo, en la lucha con las demás especies, en la previsión mediante el almacenamiento de productos que le garanticen la continuidad de la vida, en la procreación y defensa de los hijos, de la propiedad. Para que pudiese seguir con garantía, se volvió guerrero y desconfiado, desarrollando el instinto de conservación, desde depurar el olfato hasta la percepción intuitiva del peligro. Sabemos que cada organismo tiene por lo menos dos formas de cada gen, llamadas alelos. Se recibe uno por el lado materno, vía óvulo, y el otro por el lado paterno, vía espermatozoide, pudiendo tener la misma información o distinta. Al unirse, los genes constituyen el par necesario para la formación de las características hereditarias, siendo los responsables del nuevo ser. Sin conocer la estructura del código genético, el monje agustino y naturalista austriaco Gregorio Mendel, citado anteriormente, describió el comportamiento de los alelos, analizando los cruzamientos. 

Hacia 1950, se impuso el concepto de gen como la cadena de ADN que dirige la síntesis de una proteína. Éste es un concepto que proporciona una naturaleza molecular o estructural al gen. El gen (A.D.N.) puede ser considerado la región por intermedio de la cual la energía vital alcanza la materia, influenciando en el mecanismo de la herencia y comando celular. La reproducción de ADN se hace con extrema certeza, sin embargo los errores, llamados mutaciones, ocurren. La secuela del daño en el ADN incluye mutaciones genéticas. Pensamos que los genes son elementos energéticos diferenciados, donde se establece el puente natural de intercambio con las energías espirituales. Las informaciones y orientaciones venidas de las capas profundas y desconocidas de la Energética Espiritual, pasarían, inicialmente, a las capas del periespíritu (cuerpo espiritual). De las capas periespirituales penetrarían en la energía vital del núcleo de las células alcanzando los genes en los cromosomas. De máxima importancia en el complejo humano, el periespíritu se encarga de plasmar en el cuerpo físico las necesidades morales evolutivas, a través de los genes y cromosomas, puesto que siendo indestructible, se hace etéreo y se purifica durante los elevados procesos reencarnatorios. Se puede decir que él es el esbozo, el modelo, la forma en que se desarrolla el cuerpo físico. Es en su intimidad energética donde se aglutinan y se modelan los órganos, proporcionándoles el funcionamiento. En él se expresan las manifestaciones de la vida, durante el cuerpo físico. 

Es el conductor de la energía que establece la duración de la vida física, siendo responsable de la memoria de las existencias pasadas, que las archiva en las telas sutiles del inconsciente actual, proporcionando reflejos o recuerdos esporádicos de las existencias vividas. 

Los determinantes biológicos, consecuentes de los mecanismos kármicos, son los responsables del equilibrio o desarmonía en el binomio salud-enfermedad, en razón de las necesidades de evolución impuestas por el periespíritu, encargado de almacenar las conquistas evolutivas, que se originan en las acciones del Espíritu sobre la materia en el transcurso de las experiencias pasadas. El periespíritu modela el organismo físico de que el Espíritu tiene necesidad y lo equipa con los neurotransmisores cerebrales capaces de reflejar los fenómenos rescates indispensables para el equilibro. De esa forma, cada ser en desarrollo en la Tierra posee el cuerpo que le es necesario para la evolución, respetando un orden biológico acorde con su naturaleza. Desde el momento en que el espermatozoide dispara en la “trompa de Falopio” en la ansiada búsqueda del óvulo, los automatismos periespirituales, a semejanza de los biológicos, dan inicio al modelado del envoltorio del que se valdrá el Espíritu para los futuros emprendimientos propuestos por la reencarnación. 

Pese a ser heredero el hombre de los caracteres de la raza –apariencia, morfología, cabellos, ojos, etc.– los valores psicológicos, intelecto-morales, no son transmisibles por los genes y cromosomas, puesto que son atributos de la individualidad eterna, que transfiere de una existencia corporal a otra la recopilación de sus conquistas saludables o perturbadoras. Desde que el hombre es espíritu y éste energía, sus heridas permanecen impregnadas, produciendo las úlceras alucinantes donde quiera que se encuentre, en el cuerpo o fuera de él. Las dolencias orgánicas se instalan en él como consecuencia de las necesidades kármicas que le son inherentes, convocando al ser a reflexiones y reformulaciones morales propiciatorias del reequilibrio. 

La salud de la criatura humana procede del ser eterno, viene de las experiencias adquiridas en vidas anteriores, conforme ocurre con las enfermedades kármicas, sin embargo, dependiendo de la consciencia, del comportamiento, de la personalidad y de la identificación del ser con lo que le agrada y con aquello a que se apega en la actualidad, existen factores esenciales que componen el cuadro del bienestar: equilibro mental, armonía orgánica y adecuación socio-económica. Entonces se tratará del desarrollo de su personalidad y de su organismo, de su profunda y verdadera naturaleza. 

Juan Miguel Fernández 
Revista Espirita FEE
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ENFERMEDADES MENTALES EN UNA PERSPECTIVA DE MÚLTIPLES VIDAS 

Jorge Hessen

Traducido por: Mercedes Cruz Reyes


La joven británica Sara Green, tenía un amplio historial de salud mental desde los 11 años de edad. A ella gustaba de escribir en su diario, relatando las dificultades que enfrentaba en el día a día. A los 17 años de edad fue internada en una clínica psiquiátrica en Inglaterra para tratamiento, mas acabó suicidándose por automutilación en una unidad de tratamiento especial.

Antes de ser internada, Sara fue víctima de bullying en el colegio y se auto flagelaba para intentar aliviar su sufrimiento. Creía que no la aceptaban en la escuela, que la odiaban por lo que era, más decía que no se gustaba sin entender cómo se dejó ser afectada en ese nivel de cero autoestima.

Mientras estuvo internada, los autos mutilaciones se agravaron. El caso de Sara no es único. Servicios de salud mental, tanto en el Reino Unido como en otros países, han demostrado fallas al lidiar con niños y adolescentes. Según la ONG Inquest, solamente en Inglaterra, desde 2010 nueve jóvenes murieron durante internaciones en clínicas de tratamiento psiquiátrico.

No trataremos las eventuales fallas de la clínica inglesa. Explanaremos sobre los trastornos, los autos mutilaciones o auto-lesiones. Tales ocurrencias son asociadas a un disturbio psicológico conocido como Trastorno de Personalidad Borderline (TPB), clasificada por el psicoanalista Adolph Ster, como una patología entre la neurosis y psicosis que generan una disfunción en el metabolismo cerebral, desintegrando el ego generando un sentimiento de pérdida desesperador.

La literatura específica anota que los síntomas (TPB) acostumbran a surgir durante la adolescencia, permaneciendo por aproximadamente una década en la mayoría de los casos. Las personas acometidas desde trastornos, sienten una necesidad enorme de auto punición por los fracasos en la vida cotidiana. Los pesquisidores acreditan que puede tener origen genético también asociado a factores traumáticos durante la infancia o adolescencia, como posibles abusos sexuales, negligencias, separaciones y orfandad.

La persona acometida por el Trastorno de personalidad Borderline (TPB), siente alivio emocional cada vez que se machuca. Entre los frecuentes herimientos asociados están: perforarse, , chicotearse; ahorcarse por algunos instantes; morderse; apretar o reabrir heridas; arrancar los cabellos; quemarse; herirse  a propósito con objetos puntiagudos, cortarse; ingerir agentes corrosivos y objetos; envenenarse por sobredosis con remedios o productos químicos, sin intención de suicidio; golpearse con la cabeza en la  pared; golpearse en superficies duras.

El hecho es que la ciencia clásica no alcanza elucidar suficientemente las razonables causas de los disturbios psicológicos y mentales. La psiquiatría se mantiene aprisionada a los límites del cerebro, fuente que, como los espiritas sabemos, no es la raíz esencial de las patologías mentales, tan solo es la exteriorización del efecto de la enfermedad.

Les guste o no, acepten o no, en verdad, el Espiritismo abaló las estructuras de la ciencia mecanicista vigente y trajo una insurrección en el campo de las ideas materialistas, innovando las consideraciones religiosas y científicas. La idea de la existencia de un ente extra físico (Espíritu) puede elucidar el origen de muchos enigmas patológicos de la psique.

En ese sentido el Espiritismo avanza mucho más al debatir y analizar racionalmente la Ley de la reencarnación, explicando la cuestión de los vínculos de causas actuales y pasadas de las enfermedades. La Ley de causa y efecto amplia el debate y auxilia a comprender, por ejemplo, que la vida presente es un reflejo de lo que hemos sido hasta hoy, incluyendo ahí nuestras experiencias pretéritas (reencarnaciones anteriores).

Los actuales cuadros psicopatológicos deben ser analizados bajo ese prisma (causa y efecto), como reflejo de los disturbios morales de vidas anteriores. Considerando su manifestación de una forma invariablemente dramática, trayendo sufrimiento tanto para el enfermo, como para la familia, de ahí se concluye que realmente signifique repercusión de desvíos éticos de las existencias anteriores.

A partir del momento de la concesión de la reencarnación con todas las fases de la concepción, el reencarnante imprime sus necesidades y herencias genéticas en las moléculas del DNA del nuevo cuerpo físico, comprometiendo o no las funciones de los neurotransmisores cerebrales. Las experiencias de vidas anteriores del Espíritu, por tanto, son los legados impuestos por sí mismo, plasmándose el destino. Si hubiera sincero deseo de redimirse de las faltas, se le aplica el ablandamiento correspondiente a los ecos de los deslices morales que le pesan en la economía moral.

Esto equivale asegurar que el germen de la enfermedad mental ya estaba registrado en el periespiritu del reencarnante. De la neurosis más simple, pasando por la demencia, histeria, ansiedad mórbida, esquizofrenia: la génesis es siempre espiritual. Destacando en el debate que la enfermedad mental es expiada o prueba también para los padres que puede haber sido coadyuvantes en las faltas de esos enfermos.

Comprendemos que la cura integral de los cuadros psicopatológicos es muy difícil porque consta del plano reencarnatório de la criatura, más el dolor tanto del enfermo como de la familia puede ser suavizada si hubiera en mente, de los envueltos en el drama, la certeza de que Dios no coloca fardos pesados en hombros frágiles.

Bajo el punto de vista espírita, la terapéutica en el tratamiento de la locura (obsesiva o no) es esencialmente preventiva, pues el Espiritismo sugiere la resignación ante las vicisitudes de la vida que podrían causar el empeoramiento o la atenuación de la enfermedad. El autoconocimiento, la búsqueda constante de la reforma íntima y la transformación personal de cada envuelto constituyen medios eficaces de mantener la salud psíquica de todos, ya que cualquiera de nosotros puede ser enfermos en potencial.

Si atinamos para la vida eterna, notaremos que sufrimos hoy solamente una fase diminuta y transitoria de la existencia. Urge reconocer, por eso mismo, que la cruz que transportamos, aunque pueda parecer excesivamente pesada, puede ser perfectamente cargada si mantuviéramos la fuerza moral y confianza en la providencia divina y todo esfuerzo será recompensado conforme establece los Estatutos del Creador, en cuyos códigos jamás habrá espacios para dispositivos injustos.
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