jueves, 26 de mayo de 2016

TU FAMILIA EN LA TIERRA



Distinción de los buenos y de los malos Espíritus

*. Si la identidad absoluta de los Espíritus es, en muchos casos, una cuestión accesoria y sin importancia, no sucede lo mismo con la distinción de los buenos o malos Espíritus; su individualidad puede sernos indiferente, su cualidad no lo es jamás. En todas las comunicaciones instructivas es en donde debe concentrarse más la atención, porque esta sola es la que puede darnos la medida de la confianza que debemos tener con el Espíritu que se manifiesta, cualquiera que sea el nombre que tome. ¿El Espíritu que se manifiesta, e bueno o malo? ¿A qué grado de la escala espiritista pertenece? Aquí está la cuestión principal. 


. Se juzga a los Espíritus, hemos dicho, como se juzga a los hombres, por su lenguaje. Supongamos que un hombre reciba veinte cartas de personas que le son desconocidas; por el estilo, por los pensamientos, por una multitud de señales conocerá, en fin, las que son instruidas o ignorantes, finas o mal educadas, superficiales,
profundas, frívolas, orgullosas, formales, ligeras, sentimentales, etc. Lo mismo sucede con los Espíritus; debe considerárseles como corresponsales que jamás han visto, y preguntarse qué es lo que se pensaría del saber y del carácter de un hombre que dijera o escribiera semejantes cosas. Se puede poner como regla invariable y sin excepción, "que el lenguaje de los Espíritus está siempre en razón de su grado de elevación". Los Espíritus realmente superiores no sólo dicen grandes cosas, sino que las dicen en término que excluyen, de la manera más absoluta, toda trivialidad; por buenas que sean estas cosas, si están empañadas con una sola expresión que resienta la bajeza, es una señal indudable de su inferioridad y con mucha más razón si el conjunto de las
comunicaciones hiere la decencia por su grosería. El lenguaje descubre siempre su origen, sea por el pensamiento que manifiesta, sea por su forma, y aun cuando un Espíritu quisiera engañarnos sobre su pretendida superioridad, basta conversar algún tiempo con él para conocerle.


. La bondad y benevolencia son también atributos esenciales de Espíritus depurados; no odian ni a los hombres ni a los Espíritus; compadecen las debilidades, critican los errores, pero siempre con moderación, sin aversión ni animosidad. Si se admite que los Espíritus verdaderamente buenos sólo pueden querer el bien y decir cosas buenas, se deducirá en consecuencia que el lenguaje de los Espíritus que manifieste falta de bondad y benevolencia, no dimana de un Espíritu bueno.


. La inteligencia está lejos de ser una señal cierta de superioridad, porque la inteligencia y la moral no siempre marchan juntas. Un Espíritu puede ser bueno, benévolo y tener conocimientos limitados, mientras que un Espíritu inteligente e instruido puede ser muy inferior en moralidad.
Se cree con bastante generalidad que, preguntando al Espíritu de un hombre que ha sido sabio en una especialidad sobre la Tierra, se obtendrá con más facilidad la verdad; esto es lógico y, sin embargo, no es siempre verdadero. La experiencia demuestra que los sabios, lo mismo que los otros hombres, sobre todo aquellos que han dejado la Tierra hace poco, están aun bajo el imperio de las preocupaciones de la vida corporal; no se desprenden inmediatamente del Espíritu de sistema. Puede, pues, suceder, que bajo las influencias de las ideas que tuvieron cuando vivían y con las cuales se hicieron un titulo de gloria, vean menos claro de lo que nosotros lo pensamos. No damos este principio como una regla, mucho le falta; decimos únicamente que esto se ve, y que por consiguiente su ciencia humana no siempre es una prueba de infalibilidad como Espíritu


EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS
ALLAN KARDEC.

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           INFLUENCIAS DE LOS ESTADOS
MENTALES

En ti mismo existe la causa de cuanto en tu vida influye. Si completamente aduces tus fuerzas interiores, acondicionarás tu vida en armonía con lo que desees que ésta sea.
Cada cual es el arquitecto y artífice de su propia vida, pero al mismo tiempo que erigimos interiormente el mundo de la conciencia, atraemos al mundo exterior y él nos atrae.
Los pensamientos son la fuerza edificante de que disponemos, porque fuerza es el pensamiento. Cada ser engendra y atrae a su semejante, y a medida que el pensamiento se espiritualiza, llegan a ser más sutiles y poderosos sus efectos. Esta espiritualización obedece a ciertas leyes y está bajo la potestad de todo hombre.
Todas las cosas existen en el Universo invisible antes de manifestarse en el visible, en lo ideal antes de aparecer en lo real, en lo espiritual antes de mostrarse en lo material.
El reino de lo invisible es el reino de las causas. El reino de lo visible es el reino de los efectos. La naturaleza del efecto está siempre determinada y condicionada por la naturaleza de la causa.
Un divino encadenamiento entrelaza el Universo entero y por todos los lugares la voluntad humana está vivificada por la voluntad divina, de manera que si con ella armonizamos la nuestra y obramos de acuerdo con las leyes y fuerzas superiores, seremos un eslabón del maravilloso encadenamiento del Universo. Tal es el secreto de todo éxito. Así se llegan a adquirir desconocidas riquezas e inimaginables facultades.
De Dios procede directamente la vida espiritual que nos relaciona con el Infinito.

Pero además hay la vida física que nos pone en relación con el universo material que nos rodea. El pensamiento enlaza una vida con otra y establece el intercambio entre ambas.

Antes de pasar adelante, consideremos brevemente la naturaleza del pensamiento. No es el pensamiento, como muchos suponen, una indefinida y mera abstracción, o algo de naturaleza semejante. Es por el contrario una fuerza positiva, la fuerza más vital, sutil e irresistible que en el Universo existe.

Los pensamientos son fuerzas con forma, cualidad, sustancia y potencia. Todo cuanto existe en el Universo físico tuvo su origen en el pensamiento y de éste tomó su forma. Cada edificio, cada estatua, cada pintura, cada máquina, todo tuvo su cuna en la mente de quien lo concibió antes de plasmarlo en material expresión.

Todo existe en lo invisible antes de que se manifieste o realice en lo visible. Y si esto es así, las cosas invisibles son las reales, mientras que las visibles son las ilusorias, porque las invisibles son causas y los visibles efectos. Las invisibles son eternas. Las visibles, mudables, transitorias y perecederas.

El poder de la palabra es un riguroso hecho científico. Por la acción de nuestras fuerzas mentales tenemos poder creador. La palabra hablada es en cierto modo el medio de manifestación del pensamiento.

La exquisita sensibilidad es una ventaja  para quien sepa aprovecharla, y con ella recibir  más intensamente  el impulso del interno espíritu y el de las fuerzas e influencias exteriores. En cambio será una desventaja  e infortunio para quien no pueda cerrarse  a las influencias malignas.

      Sin embargo, la exquisita sensibilidad será gran desventaja e infortunio para quien no pueda cerrarse a las influencias malignas. Todos somos capaces de adquirir esta facultad por medio de la mente, sea cual sea la sensibilidad de nuestro organismo, porque no hay hábito de mayor provecho para quien quiera, sea su sensibilidad más o menos delicada, que apoyar sus actos en la mente. Lo ideal es cerrarse, hacerse impenetrable a toda cosa rastrera y abrirse  y hacerse asequible  a elevadas influencias y a las cuestiones de lo  alto, de esta forma las influencias  nocivas de ambos mundos, visible e invisible, quedaran repelidas y evocaremos las elevadas y optimistas que acudirán  según la intensidad con que las evoquemos.


Toda vida es una. Y si consideramos que de nosotros dependen los órdenes de relación y trato con los demás hombres y por consiguiente las influencias atraídas, nos convenceremos de que todos estamos ligados a una existencia universal, común y colectiva, no como despreciables maniquíes sin voluntad propia, sino con libre albedrío.

Está hoy científicamente demostrado hasta la evidencia que todo aquello que vemos sólo es una mínima parte de lo que realmente existe. Los ojos del cuerpo no ven las fuerzas vitales y psíquicas que obran en nuestro propio ser y en el mundo exterior, y que sin embargo son las causas de cuanto vemos físicamente. Fuerzas son los pensamientos y cada cosa engendra y atrae a su semejante. Quien sepa dominar sus pensamientos gobernará su conducta.

“El pensamiento lleva en sí los elementos necesarios para cristalizar en acción con tanta seguridad y exactitud como cristaliza el visible pedazo de cobre y atrae las invisibles partículas del mismo metal disueltas en el líquido. Una mente henchida de esperanza, confiada, animosa y resuelta en sus propósitos atrae todos los elementos y condiciones necesarios para realizarlos.

“Todo pensamiento tiene positivo valor en la conducta. De la naturaleza de nuestros pensamientos depende la fortaleza de nuestro cuerpo, el vigor de vuestra mente, el éxito de nuestros negocios y la alegría que a los demás hombres comunica nuestro trato... Y en cualquier disposición que pongáis vuestra mente, recibiréis las influencias del mundo invisible en correspondencia y armonía con ella.

Concretad en vuestro alrededor pensamientos placenteros, retenedlos cuanto podáis, y en mar o en tierra atraeréis sin cesar, consciente o inconscientemente, pero de exacta manera, cuanto esté en armonía con la naturaleza de vuestros pensamientos, que son nuestro particular patrimonio y podemos ajustarlos firmemente a nuestra inclinación con sólo reconocer nuestra capacidad para ello.”

La fe no es ni más ni menos que la actuación de las fuerzas mentales en forma de ardiente anhelo con esperanza de lograrlo y satisfacerlo. Y en el grado en que tengamos esta fe, estará sostenido y alimentado nuestro ardiente deseo por firmísima esperanza, aunque su objeto se mude del mundo visible al invisible, del espiritual al material. Pero si la duda se apodera de nosotros, la que pudiera ser fuerza irresistible quedará neutralizada por nocivas influencias hasta el punto de desmayar en la realización de vuestro anhelo. Por el contrario, continuamente sostenidos y alimentados por firme esperanza, llegará a ser vuestro deseo poderoso, irresistible y absoluta fuerza de atracción, de resultados absolutos en proporción directa a lo absoluto de ella.”

La voluntad sólo es potencia y fuerza como manifestación de las fuerzas mentales. Por esto llamamos voluntad al pensamiento enfocado en dirección determinada. Y en el grado en que así se enfoca y dirige, se concreta en la obra en cuya realización se empeña.

Hay dos linajes de voluntad: humana y divina. La humana es la que pertenece comúnmente al yo inferior y en su aspecto de deseo actúa en los mundos mental y físico. Es la voluntad concupiscente, la de quien todavía ignora que hay una vida más allá de los sentidos corporales, donde se alcanza la más alta perfección y el más cumplido gozo. La divina voluntad es la voluntad del Yo superior, la de quien reconoce su unión con Dios y que en consecuencia obra en armonía con la voluntad divina. “El Señor tu Dios es poderoso en medio de ti” (Sofonías, 3:17).

El miedo y el tedio obstruyen de tal modo las vías del cuerpo, que las fuerzas vitales fluyen por ellas tardía y perezosamente. La esperanza y el sosiego desembarazan las vías del cuerpo de tal manera, que las fuerzas vitales recorren un camino donde rara vez el mal puede sentar la planta.

Un notable autor norteamericano, discípulo de una de las mejores escuelas médicas de los Estados Unidos, que ha hecho profundos estudios de las fuerzas constructivas del organismo humano y de las que lo destruyen y descomponen dice:

“La mente es el natural protector del cuerpo... Todo pensamiento propende a multiplicarse, y las horribles imaginaciones de males y vicios de toda clase producen en el alma lepras y escrófulas que se reproducen en el cuerpo. La cólera transforma las propiedades químicas de la saliva en ponzoña dañina para la economía del organismo.

“Bien sabido es que un repentino y violento disgusto no sólo ha debilitado el corazón en pocas horas, sino que ha producido la locura y la muerte. Los biólogos han descubierto gran diferencia química entre la transpiración ordinaria y el sudor frío de un criminal acosado por la profunda idea del delito. Y algunas veces puede determinarse el estado del ánimo y de la mente por el análisis químico de la transpiración de un criminal, cuyo sudor toma un característico tinte rosáceo bajo la acción del ácido selénico.
“Sabido es también que el mi que el miedo ha ocasionado millares de víctimas, mientras que por otra parte el valor robustece y vigoriza el organismo. La cólera de la madre puede envenenar a un niño de pecho.

“Rarey, el famoso domador de potros, afirma que una interjección colérica puede producir en un caballo hasta cien pulsaciones por minuto. Y si esto ocurre en un pulso tan fuerte como el del caballo, ¿qué sucederá en el de un niño de pecho?

“El excesivo trabajo mental produce a veces náuseas y vómitos. La cólera violenta o el espanto repentino pueden ocasionar ictericia. Un paroxismo de ira tuvo muchas veces por efecto la apoplejía y la muerte. Y en más de un caso, una sola noche de tortura mental bastó para acabar con una vida.

“La pesadumbre, los celos, la ansiedad y el sobresalto continuados propenden a engendrar la locura. Los malos pensamientos y los malos humores son la natural atmósfera de la enfermedad, y el crimen nace y medra entre las miasmas de la mente.”

De todo esto podemos inferir la verdad capital, hoy científicamente demostrada, de que los estados mentales, las pasiones de ánimo y las emociones tienen peculiar influencia en el organismo y ocasionan cada cual a su vez una forma morbosa particular y propia que con el tiempo llega a ser crónica.

El modo de realizarse esta nociva influencia. 
Si una persona queda momentáneamente dominada por una pasión de cólera, perturba su economía física lo que con verdad pudiéramos llamar una tempestad orgánica, que altera, mejor dicho, corroe los normales, saludables y vivificantes humores del cuerpo, los cuales, en vez de cooperar al natural funcionamiento del organismo, lo envenenan y destruyen. Y si esta perturbación se repite muchas veces, acumulando sus perniciosas influencias, acaba por establecer un especial régimen morboso que a su vez llega a hacerse crónico. Por el contrario, los afectos opuestos, tales como docilidad, amor, benevolencia y mansedumbre, propenden a estimular saludables, depurativas y vivificantes secreciones. Todas las vías orgánicas quedan desembarazadas y libres y las fuerzas vitales fluyen sin obstáculo por ellas, frustrando con su enérgica actividad los ponzoñosos y nocivos efectos de las contrarias.

El verdadero proceso de la salud debe llevarse a cabo por la operación de las fuerzas interiores. Los médicos se ven hoy obligados a estudiar psicología y a seguir los pasos de sus precursores en el vasto campo de la terapéutica mental.

Uno puede curar a otro, mas la conservación de la salud debe ser obra de uno mismo. En este punto, el concurso ajeno es semejante a un maestro que nos lleva a la completa deducción de las fuerzas interiores. Pero siempre se necesita el trabajo propio para que sea permanente la cura. Las palabras de Cristo eran casi invariablemente: “Ve y no peques más. O tus pecados te son perdonados.” Así expuso el eterno e inmutable principio de que todo mal y su consiguiente pena son resultado directo o indirecto de la transgresión de la ley, bien consciente, bien inconscientemente, ya con intención, ya sin ella.

El sufrimiento sólo dura mientras persiste el pecado, tomando esta palabra no precisamente en el sentido teológico, sino en el filosófico, aunque algunas veces en ambos. En cuanto cesa la transgresión de la ley y se restablece la armonía, cesa también la causa del sufrimiento. Y aunque las heces del pecado y sus acumulativos efectos permanezcan todavía, no se acrecentarán, porque la causa ha desaparecido y el daño dimanante de la transgresión pasada comenzará a disminuir tan pronto como actúen normalmente las fuerzas interiores.

Nada hay que más rápida y completamente nos lleve a la armonía con las leyes a las cuales hemos de vivir sujetos, que la vital realización de nuestra unidad con Dios, vida de toda vida. En Él no puede haber mal y nada removerá con más prontitud los obstáculos acumulados, es decir, los residuos del mal, que esta entera realización, abriéndonos completamente al divino flujo. “Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis” (Ezequiel, 37:14).

Desde el momento en que advertimos nuestra unidad con Dios, ya no nos reconocemos como seres materiales, sino como seres espirituales. Ya no incurrimos en el yerro de considerarnos sujetos a enfermedades y dolencias, sino como constructores y dueños del cuerpo donde mora el espíritu, sin admitir señoríos sobre él. Desde el momento en que el hombre se convence de su propia supremacía, ya no teme a los elementos ni a ninguna de las fuerzas que hasta entonces en su ignorancia creía que afectaban y vencían al cuerpo. Y en vez de temerías como cuando estaba ligado a ellas, aprende a amarlas.

Llega entonces a la armonía con ellas, o mejor dicho, las ordena de modo que lleguen a estar en armonía con él, y de esclavo se convierte en dueño. Desde el momento en que amamos una cosa, ya no nos daña.
Hay actualmente muchísimos de cuerpo débil y enfermizo, que llegarían a ser fuertes y sanos con sólo dar a Dios la oportunidad de manifestarse en sus obras. Quiero decir: No te cierres al divino flujo. Haz algo mejor que esto: Ábrete a él. Solicítalo. En el grado en que a él te abras, fluirá a través de tu cuerpo la fuerza vital con impulso suficiente para destruir los obstáculos que lo embarazan. “Mis palabras son vida para quienes las oyen, y salud para toda su carne” (Proverbios, 4:22).

Verdaderamente, en el grado en que realicéis vuestra unidad con Dios, actualizando de este modo vuestras fuerzas y facultades potenciales trocaréis tribulación por sosiego, discordancia por armonía, sufrimiento y pena por salud y vigor. Y en el grado en que realicéis esta plenitud, esta abundancia de salud y de vigor en vosotros mismos, haréis partícipes de ella y la comunicaréis a cuantos con vosotros se relacionen. Porque conviene recordar que la salud es tan contagiosa como la enfermedad.

En el grado en que lleguéis a uniros vitalmente con Dios, de donde proceden y están continuamente procediendo todas las formas de vida individual, y en el grado en que por medio de esta unión os abráis al divino flujo, actualizaréis las fuerzas que tarde o temprano determinen en vuestro cuerpo abundancia de salud y vigor.

La terapéutica mental que estamos considerando, no sólo ejercerá su influencia benéfica allí donde haya una morbosa condición del cuerpo, sino que donde esta condición no exista, acrecentará la vida, el vigor y las fuerzas corporales.

Muchos casos han ocurrido en todo tiempo y país, de curas efectuadas por medio de la acción de las fuerzas interiores con entera independencia de agentes externos. Varios han sido los nombres dados a la terapéutica psíquica, pero su principio fundamental fue siempre el mismo y el mismo es hoy. Cuando el divino Maestro envió a sus discípulos a difundir su doctrina por el mundo, les mandó que curasen a los enfermos y consolasen a los afligidos, al mismo tiempo que enseñaran a toda la gente. Los primeros cristianos tenían la facultad de curar, y esta operación formaba parte de las buenas obras.


Cualquier cosa en que fijemos nuestro pensamiento influye con mayor o menor intensidad en nosotros. Si la tememos o si la repugnamos, producirá efectos nocivos y desastrosos. Será mejor  examinar cuanto antes la causa de cualquier asunto que nos afecte, a fin de establecer lo más pronto posible en nuestro interior las condiciones necesarias para que sólo influya lo  bueno.

En el grado en que reconozcamos nuestras fuerzas interiores, seremos capaces de gobernar y mandar. En el grado en que dejemos de reconocerlas, seremos esclavos y siervos. Construimos todo cuanto en nuestro interior hallamos y atraemos todo cuanto a nosotros se acerca, por ministerio de la ley natural que, por serlo, es también ley espiritual.

La síntesis de la vida humana es causa y efecto. Nada existe por casualidad en ella ni tampoco en el universo entero. Para vivir tranquilos debéis buscar primeramente vuestro centro propio, manteneros firmes en él, gobernar el mundo desde vuestro interior. Quien no condiciona las circunstancias invierte el régimen y queda condicionado por ellas. Hallad vuestro centro y vivid en él sin cederlo a nada ni a nadie. En el grado en que esto logréis, os mantendréis más y más firmes. ¿Y cómo puede el hombre hallar su centro? Reconociendo su unión con Dios y viviendo continuamente en este reconocimiento.

Al atraer a nosotros por el miedo lo que nos causa temor, atraemos también todas cuantas condiciones contribuyen a mantener el miedo en nuestro ánimo. Y esto sucederá en proporción a la intensidad temerosa de nuestro pensamiento y según la mayor o menor afectividad de nuestro organismo, aunque por nuestra parte no nos percatemos de su influencia.
El miedo, el desaliento, el tedio y otras análogas disposiciones de ánimo son muy perjudiciales para quien les da cabida en su interior, sea hombre, mujer o niño. El miedo paraliza las acciones salutíferas, el tedio corroe y abate el organismo y concluye por desmoronarlo. Nada se gana y todo se pierde con ello, y cada pérdida o daño nos ocasionará una pesadumbre. Y cada vicio tiene su peculiar tribulación.

La avaricia producirá efectos semejantes a la tacañería y a la codicia. La cólera, los celos, la ruindad, la envida, la lujuria, tienen cada cual su peculiar manera de corroer, debilitar y destruir el organismo.
La armonía con las leyes superiores no sólo nos dará prosperidad y dicha, sino también salud corporal. El gran vidente hebreo, el rey Salomón, enunció una admirable regla de conducta cuando dijo:


“Así como la rectitud es para vida, así quien sigue el mal es para su muerte” (Proverbios, 11:19). “En el camino de la rectitud está la vida y la senda de su vereda no es muerte” (Proverbios, 12:28).

Tiempo vendrá en que esto signifique todavía mucho más de lo que la mayoría de la gente no se atrevería hoy a sospechar. El hombre ha de decir si su alma morará en su inderogable mansión de creciente esplendor y belleza o en una choza por él mismo edificada, que al fin y a la postre caiga en ruinas.

Multitud de gentes viven sin preocuparse de otra cosa que de satisfacer sus pasiones en desarreglada vida. Y sus cuerpos, debilitados por nocivas influencias, van cayendo antes de tiempo por el camino. ¡Pobres mansiones corpóreas! Las destinadas a ser templos hermosísimos, se desmoronan por ignorancia, atolondramiento y alucinación de sus moradores. ¡Pobres moradas!

El observador sagaz que cuidadosamente estudie el poder de las fuerzas mentales, pronto será capaz de conocer en la voz, ademanes y semblante los efectos producidos por la emoción prevaleciente en el ánimo. O al contrario, de las emociones del ánimo puede colegir la voz, los ademanes, el semblante y aun los achaques y dolencias del individuo.

De labios de una respetable autoridad científica hemos oído que el estudio del cuerpo humano, su estructura y el tiempo que tarda en llegar a su completo crecimiento, en comparación con el que tarda el de varios animales y su correspondiente longevidad, nos revela que el hombre debería vivir naturalmente cerca de ciento veinte años. Pero que sólo alcanza la duración media a causa de la multitud de nocivas influencias a las cuales se abandona y lo avejentan, debilitan y destruyen.

Acortada así la natural longevidad de la vida, se ha llegado a creer comúnmente que es su normal período de duración. Y en consecuencia, al ver que por regla general a cierta edad da la gente señales de vejez, creen muchos que lo mismo les ha de suceder a ellos. Y engolfados en esta idea de muerte, atraen sobre sí condiciones de decrepitud mucho antes de lo que por ley natural habría de sobrevenir.

Tan poderosas como ocultas son las influencias de la mente en la construcción y reconstrucción del cuerpo. Conforme vayamos descubriéndolas, irá arraigando en la gente la esperanza de contar los años de su segundo siglo.

Dios no engendra jamás la enfermedad, ni el sufrimiento ni la aflicción. Estos males son obra exclusiva del hombre, que se los acarrea al transgredir las leyes de la vida. Pero tan acostumbrados estamos a verlos sobrevenir, que nos parecen naturales y necesarios.

Día llegará en que la labor del médico sea procurar, no la salud del cuerpo, sino la de la mente, que a su vez curará el cuerpo enfermo. En otros términos: el verdadero médico será el maestro, y su obra consistirá en guiar a los hombres y guardarlos de todo mal, en vez de esperar a curarlos después de que el mal se haya cebado en ellos. Todavía más: día llegará en que cada cual sea su propio médico. En el grado en que vivamos acordes con las capitales leyes de nuestro ser y en el grado en que mejor conozcamos las fuerzas mentales y espirituales, atenderemos menormente al cuerpo, es decir, no con menos solicitud, sino con menor atención.

Mucho más sanos estarían millares de individuos si no se preocuparan tanto de su salud. Por regla general, quienes menos piensan en su cuerpo gozan de mejor salud. Gran número de enfermizos lo son por la desconsiderada atención con que cuidan de su cuerpo.

Dale a tu cuerpo el necesario alimento, el conveniente ejercicio, sol y aire, mantenlo limpio y no te preocupes de lo demás. Aparta tus pensamientos y esquiva tus conversaciones de enfermedades y dolencias, porque el hablar de ellas te causará daño a ti y a quien te escuche. Habla de cuestiones provechosas para tu oyente, convéncele de la bondad de Dios y así le comunicarás salud y vigor en vez de enfermedad y flaqueza.

“Jamás podremos recobrar la salud pensando en la enfermedad, ni alcanzar la perfección hablando de imperfecciones, ni llegar a la armonía por medio de la discordancia. Hemos de tener siempre ante los ojos de la mente ideales de salud y armonía...

“Nunca afirméis o repitáis respecto a vuestra salud lo que no deseéis que sea verdad. No tratéis de vuestras dolencias ni examinéis vuestros síntomas. No cedáis jamás al convencimiento de que no sois dueños de vosotros mismos. Afirmad resueltamente vuestra superioridad sobre las enfermedades corporales, y no os reconozcáis esclavos de ninguna potestad inferior. El hombre no logrará éxito alguno sin confianza en si mismo. Por regla general nosotros mismos nos cerramos el camino.

Todo cuando hemos dicho puede resumirse en una frase: “Dios es para vosotros lo mismo que vosotros sois.” Debéis despertaros al conocimiento de vuestro verdadero ser. Al despertar determinaréis las condiciones que han de exteriorizarse en vuestro cuerpo. Debéis convenceros por vosotros mismos de vuestra unidad con Dios. La voluntad divina será entonces vuestra voluntad y vuestra voluntad la de Dios; y con Dios todas las cosas son posibles. Cuando reconozcamos con entera independencia esta unidad, no sólo desaparecerán nuestras enfermedades y dolencias corporales, sino toda clase de obstáculos, limitaciones y entorpecimientos.

 Trabajo extraído del libro “EN ARMONÍA CON EL INFINITO” de RODOLFO WALDO TRINE
 Realizado por M. C. R. 

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TAREAS CONSTRUCTIVAS


La sociedad, de lo llamado civilizado, muchas veces perjudica el desenvolvimiento del ser olvidando que aprendemos haciendo. Exceso de teoría, poca utilización de las manos en la construcción de tareas útiles, falta de participación de los padres en la vida del hijo, falta de paciencia para permitir que la criatura consiga su desenvolvimiento participando integralmente de la vida en el hogar; aprendiendo a través  de la experiencia error, causan los grandes problemas de nuestra sociedad actual. El siglo XX es difícil; James Colleman, en su libro “Comportamiento anormal” dice que podríamos llamarlo  el “siglo de la angustia”. Falta exactamente  la familia actuante auxiliando al individuo en la manipulación y dominio de la energía condensada a la que pactamos llamar de materia densa.

La vida sedentaria de las criaturas frente al computador o de la televisión; la vida inexpresiva y monótona en la repetición de ejercicios físicos que no permiten la creatividad; la vida en apartamentos que impiden plantar, regar, lidiar con la Tierra, como que limita la capacidad del raciocinio. Las tareas son dadas “masticadas” a los hijos.

Partiendo de ese raciocinio deducimos cuales tareas son las que pueden desenvolver la creatividad, construir el raciocinio infantil. Son las dinámicas y participativas.

Un aniversario en el hogar es posibilidad constructiva si los padres permiten a la criatura participar intensamente.

La criatura puede pintar o diseñar las invitaciones; aunque no queden uniformes con los comprados, el valor es mucho mayor porque el producto de la utilización de los recursos mentales  del educador. Los que saben escribir pueden construir un pequeño mensaje.

Las criaturas pueden ayudar a pensar como  será el pastel, los dulces,  a planearlos y hacerlos.  Noción de tiempo, espacio, cantidad, nutrición, economía, planeamiento con inicio, medio y fin de las tareas, permitiendo a  los educados  la dilatación mental.

La lista de los invitados, la manufactura de pequeños recuerdos, el arreglo de la casa, mostraran también que solo nos desenvolvemos en equipo; la unión hace la fuerza.

Una merienda para recibir  a los amiguitos también es posibilidad de desenvolvimiento del hombre integral. Hacer un dulce, auxiliar a la madre batiendo las claras, poner la mantequilla en los sanguis, inventar sanguis, crear menús, tirar  fotografías y después organizarlas en el álbum, permiten la organización del pensamiento y la valoración de la familia y de los amigos.

Organizar teatrillos, inventar diálogos, inventar historias, hacer un periodiquillo en el barrio o  en el edificio  de apartamentos; tomar el autobús con un grupo de amigos e ir a un museo o a un Doping, son actividades productivas en la formación del individuo.

Los padres precisan conversar mucho y mucho con los hijos, conversaciones alegres, esclarecedoras, de amigos y hermanos, los lazos del amor se solidifican.

Si la realización de las tareas es producto de la madurez, ellas auxilian al individuo a un desenvolvimiento mayor.

Arreglar la maleta para un viaje; saber que ropa llevar; ayudar a escoger el lugar donde va a pasar las ferias, entender la posibilidad de ir o no a un determinado lugar, comprender las posibilidades económicas de la familia, hacen parte de la madurez del individuo.

Hoy la educación es a veces des educación, infracción, impedimento para el desenvolvimiento.
La escuela, que es un capitulo a parte, es considerada la única responsable por la educación de los hijos. Los padres cansados, apenas preocupados con la sobrevivencia, olvidan que somos mucho más que los vegetales y animales irracionales y de que nuestras criaturas precisan de amor y no apenas de alimento y de la información  conseguida en las escuelas. Precisan de formación, de ejemplificación, de la familia, de tiempo para jugar, del descanso.


Algunos padres piensan que van a hacer de sus hijos súper profesionales y los masacran con cursos y cursos. No les sobra tiempo para pensar, crear, organizar el pensamiento. Es un maratón que va a crear cansados, desanimados, estresados.

El camino del medio es correcto. Todo exceso es perjudicial. Es necesario respetar la infancia de la criatura, como la fase importante para la adaptación al mundo  y a la sociedad.

Criatura amada, respetada, creativa, probablemente  será un individuo que ama, que auxilia a la sociedad, que produce, que crece y que hace crecer.

Tareas constructivas son aquellas que desenvuelven al ser en la capacidad de hacer, comprender lo que hace  y usa los recursos utilizados en una tarea para facilitar la realización de otras. (Tareas)

Apenas preocupándonos con la creación de individuos relativamente informados, instruidos, más no formados, no plenamente desenvueltos en la comprensión de la finalidad de la existencia, continuaremos construyendo una sociedad carente, desajustada, en la cual cada elemento intenta vivir para si mismo; el egoísmo, el orgullo, la incomprensión de nuestra dignidad, indestructible, continuaran con la violencia, el crimen, de las criaturas de la calle, el desempleo, etc.

La comodidad de los padres han dado pésimo resultados. Es preciso cambiar, entender que la tarea más importante de los padres es  crear hombres de bien, capaces de amar al prójimo como a sí mismo; precisan entonces extender ese amor a si mismos, en la comprensión de nuestro futuro luminoso…

 Eloísa Pires - 
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                         TU FAMILIA EN LA TIERRA
                                                    ( COMUNICADO MEDIÚMNICO )

  Tu familia de la Tierra debería ser como el Reino de Dios que deseas; pero este reino debe ser conquistado por los esfuerzos constantes de quien participa de él. Lo que teníamos que ganar de la Sabiduría Divina ya lo recibimos antes de expresar nuestro  deseo. La parte que nos toca a nosotros llega por las vías del trabajo y de la esperanza, comulgando con el amor.
   Estamos hablando dentro de tu casa, sin importarnos lo que piensas de nosotros, que aquí nos reunimos, encarnados y desencarnados. Decidimos ayudarte y el  silencio nos hace mucho bien; queremos comprender tus conflictos- si los tuvieres- y tus necesidades- si existieren; debemos unirnos en la paz y en la esperanza del Divino Maestro- Él nos conoce a nosotros como a Él mismo- para descubrirnos los caminos por los cuales el sol aparece en las conciencias que lo buscan.
     Tu puerta se abrió y entramos; queremos ser parte de tu familia, como son los hijos, hermanos, padre y madre,o sino parientes de todos los grados. Y aquí estamos para hablar de Dios, de Jesús, de los ángeles y de los medios para vivir mejor; queremos decirte que nadie puede vivir sin Fe. La Fe en un hogar es más útil que el pan, que el vestido, o que el techo que te cubre. Por ser la familia eso y mucho más, ella igualmente es el remedio, porque transforma cualquier cosa en bálsamo curativo para cualquier especie de enfermedad. La Fe es un agente de Dios, capaz de iluminar a la criatura por dentro. Alegra a las personas y crea Esperanza en todos los trabajos que ejecutan. Tu familia precisa de Fe y para que crezca en ti, en tu casa, es necesario que la busques, y los caminos más saludables son los enseñados por Jesús, guardados con amor al Evangelio.
     Hijo mío, si te falta la lectura, se escapa de tu vida el entendimiento de las cosas espirituales, que son hijas de tu propio esfuerzo. Dios no Se olvidó de ofrecerte los oídos, los sentimientos, la visión, los sentidos que te hacen participar de la vida. Pide a alguien para leer las páginas que tu corazón pida, que el ambiente te hará entender por vías que a veces desconoces.  Alimenta la FE que puedas alimentar y confía en Dios, que Jesús te alcanzará con su amor; los benefactores espirituales nunca se olvidan de quien trabaja y abre las puertas procurando comprender  la Voluntad del Señor.
     La Fe es un laboratorio divino que puede transformar el agua simple que bebes, en la más alta terapia de vida;  puede cambiar el ritmo de tu corazón y aun más, ella hace con más acierto el servicio del más hábil cirujano plástico, porque embellece  tu alma y enciende tu corazón, como lámpara de Dios.
     Olvidar la Fe es caminar hacia la muerte.
     Infunde en tus hijos la confianza todos los días, y procura participar de sus intereses; donde el cambio de opinión fuese necesario, procura hacerlo sin exaltación, ni violencia, ayudando con blandura y convicción en lo que dices. Si el cielo está en la conciencia de cada uno, este puede y debe reflejarse en la familia, para que la familia haga irradiar el bien en favor de la humanidad.
     Olvida la contrariedad, que siempre llega por el desentendimiento entre las personas  y acuérdate de la FE que tiene el poder de iluminar toda clase de problemas
     Dios nunca se olvida de quien se esfuerza.

Joâo Nunes Maia.- Dictado por el Espíritu Ayrtes
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"No importa lo lejos que llegues, si en el camino has dado lo mejor de ti."
  ( Frase aportada por Viviana Gianitelli)

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