viernes, 10 de junio de 2016

KARDEC NO ESTÁ EN DISCUSIÓN

Estado del alma en el momento de la muerte

Los Espíritus siempre nos han dicho que la separación entre el alma y el cuerpo no se efectúa instantáneamente; algunas veces comienza antes de la muerte real, durante la agonía; cuando la última pulsación se hace sentir, el desprendimiento todavía no es completo; se opera más o menos lentamente según las circunstancias, y hasta su total liberación el alma siente una turbación, una confusión que no le permite darse cuenta de su situación; se encuentra en el estado de una persona que se despierta y cuyas ideas son confusas.

Este estado nada tiene de penoso para el hombre cuya conciencia es pura; sin entender bien lo que ve, está calmo y espera sin miedo el completo despertar; al contrario, es lleno de angustias y de terror para aquel que teme el futuro. Decimos que la duración de esa turbación es variable; es mucho menos larga en aquellos que, cuando encarnados, ya han elevado sus pensamientos y purificado su alma; dos o tres días le son suficientes, mientras que en otros es preciso a veces ocho días o más.

Frecuentemente hemos asistido a ese momento solemne y siempre hemos visto lo mismo; por lo tanto, no es una teoría, sino el resultado de observaciones, ya que es el Espíritu quien habla y quien describe su propia situación. He aquí un ejemplo tanto más característico como interesante para el observador, puesto que no se trata más de un Espíritu invisible escribiendo a través de un médium, sino de un Espíritu que es visto y escuchado en presencia de su cuerpo, ya sea en la cámara mortuoria o en la iglesia durante el servicio fúnebre.

El Sr. X… acababa de tener un ataque de apoplejía; algunas horas después de su muerte, el Sr. Adrien – uno de sus amigos – se encontraba en la cámara mortuoria con la esposa del difunto; vio nítidamente a éste, en Espíritu, pasearse de un lado a otro, mirar alternativamente a su cuerpo y a las personas presentes, y después sentarse en un sillón; tenía exactamente la misma apariencia que cuando encarnado; estaba vestido de la misma manera: redingote y pantalón negros; tenía las manos en los bolsillos y un aire de preocupación. Durante ese tiempo su mujer buscaba un papel en el escritorio; su marido la observó y dijo: Por más que busques no encontrarás nada. De ningún modo ella sospechaba de lo que ocurría, porque el Sr. X… solamente era visible para el Sr. Adrien.

Al día siguiente, durante el servicio fúnebre el Sr. Adrien vio nuevamente a su amigo, en Espíritu, rondando el ataúd, pero no tenía más la vestimenta de la víspera; estaba cubierto con una especie de ropaje. Entre ellos se entabló la siguiente conversación. De paso, señalemos que de manera alguna el Sr. Adrien es sonámbulo; que en ese momento, como en el día anterior, estaba perfectamente despierto, y que el Espíritu se le aparecía como si hubiera sido uno de los asistentes al entierro.

– Preg. Dime una cosa, querido Espíritu, ¿qué sientes ahora?
– Resp. Bien y sufrimiento.

– Preg. No te he entendido.
– Resp. Siento que estoy viviendo mi verdadera vida, y entre tanto veo a mi cuerpo aquí, en este cajón; me palpo y no me siento, y sin embargo siento que vivo, que existo; ¿soy entonces dos seres? ¡Ah! Dejadme salir de esta noche; es una pesadilla.

– Preg. ¿Has de permanecer por mucho tiempo así?
– Resp. ¡Oh! No, gracias a Dios, amigo mío; siento que pronto me despertaré; sería horrible de otro modo; tengo las ideas confusas; todo es nebuloso; pienso en la gran división que acaba de hacerse… Todavía no comprendo nada.

– Preg. ¿Qué efecto te produjo la muerte?
– Resp. ¿La muerte? No estoy muerto, hijo mío, estás equivocado. Yo me levantaba y de repente fui sorprendido como por una nebulosidad que descendió sobre mis ojos; después me desperté, e imagínate mi extrañeza al verme, al sentirme vivo y al ver al lado, sobre la losa, a mi otro yo acostado. Mis ideas estaban confusas; anduve para restablecerme, pero no pude; vi a mi esposa llegar, velarme, lamentarse y yo me preguntaba el porqué. Yo la consolaba, le hablaba, pero ella no me respondía ni me comprendía; era esto lo que me torturaba y lo que dejaba a mi Espíritu más perturbado. Sólo tú me has hecho bien, porque me has escuchado y comprendido lo que quiero; tú me ayudas a ordenar mis ideas y me haces un gran bien; pero ¿por qué los otros no hacen lo mismo? He aquí lo que me tortura… El cerebro está oprimido ante este dolor… Iré a verla; quizás ahora me escuche… Hasta luego, querido amigo; llámame e iré a verte… Igualmente te haré una visita, amigo… He de sorprenderte… hasta luego.

Enseguida el Sr. Adrien lo vio acercarse a su hijo que lloraba: se inclinó ante él, permaneció un momento en esta posición y partió rápidamente. Él no había sido escuchado, y sin duda pensaba haber producido un sonido; estoy persuadido – agrega el Sr. Adrien – que aquello que él decía llegaba al corazón del niño; os probaré esto. Lo he visto después: está más calmo.


Nota – Este relato está de acuerdo con todo lo que ya habíamos observado sobre el fenómeno de la separación del alma; con circunstancias totalmente especiales confirma esa verdad de que después de la muerte el Espíritu aún está allí presente. No cree tener delante de sí un cuerpo inerte, mientras que ve y escucha todo lo que sucede a su alrededor, penetra el pensamiento de los asistentes, y entre éstos y él no hay sino la diferencia entre la visibilidad y la invisibilidad; las lágrimas hipócritas de ávidos herederos no pueden infundirle respeto. ¡Cuántas decepciones deben los Espíritus sentir en ese momento!

Allan Kardec
Revista Espirita 1858


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  DIVISIÓN DE LA LEY NATURAL

647 – ¿Toda la ley de Dios está contenida en la máxima de amor al prójimo enseñada por Jesús?– Ciertamente, esta máxima contiene todos los deberes de los hombres entre sí. Pero es preciso mostrarles la aplicación, pues de otro modo la descuidarían como hoy lo hacen. Además, la ley natural comprende todas las circunstancias de la vida y esta máxima es tan sólo una parte de ella. Los hombres necesitan reglas precisas, pues los preceptos generales y muy vagos dejan muchas puertas abiertas a la interpretación.

648 – ¿Qué pensáis de la división de la ley natural en diez partes, comprendiendo las leyes sobre la adoración, el trabajo, la reproducción, la conservación, la destrucción, la sociedad, el progreso, la igualdad, la libertad, y en fin, las leyes de justicia, amor y caridad?– 
Esta división de la ley de Dios en diez partes es la de Moisés, y puede abarcar todas las circunstancias de la vida, lo cual es esencial.
 Puedes, pues, adoptarla, sin que ello tenga nada de absoluto, lo mismo que todos los otros sistemas de clasificación, que dependen del aspecto bajo el cual se considera una cosa. La última ley es la más importante, y por su medio es como más puede adelantar el hombre en la vida espiritual, porque las resume todas.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.

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             LA VIRTUD

Etimológicamente, virtud proviene del término latino virtud, originario, a su vez, de viril, cualidad distintiva de lo viril o masculino. Para Cicerón, virtud es la fuerza viril o valor moral que se sobrepone al sufrimiento y a la muerte. De forma ordinaria o vulgar, la virtud puede ser conside­rada como la fuerza física o moral que produce cualquier cosa. Desde el punto de vista físico la caracterizamos al decir: la aviación tiene la virtud de transportar con rapidez... Además, se afirma: en virtud de la posición de que disfruta el Goberna­dor... Con referencia a la virtud moral, ésta es una disposición habitual para hacer el bien. Se concluye, por tanto, que es un estado constante y no esporádico. Y afirmaba Aristóteles que el "el hombre virtuoso es aquel que encuentra placer en hacer actos de virtud." Con eso, la virtud se transforma en el hábito del bien, pues se incorpora al modus operandii del individuo, tomándose parte integrante de su naturaleza. 
La virtud siempre trabaja fiel a las manifestaciones psi­cológicas y delante de las leyes, creando necesidad de actuar y produciendo placer al realizarlo. El hombre la adquiere con el esfuerzo dirigido al bien que lo inspira, e, insistiendo en practicarla, conforma su vida a sus dictámenes. Para conseguir esa disposición es imprescindible adquirir el conocimiento del bien: es decir, que el hombre sepa del valor moral de sus actos, de acuerdo con las leyes morales. Así, la tendencia al bien es el primer paso para la virtud; su realización se transforma en experiencia estimuladora; pero, sólo es virtud cuando se constituye en un hábito natural, cons­ciente y placentero.

El motivador de la virtud y su alimento es el amor al bien, como afirmaba Aristóteles, que el "hombre virtuoso es aquel que hace del bien, una necesidad imprescindible, que po­ne su felicidad en el bien." Solamente los hombres libres interiormente poseen la virtud, porque sus actos son resultado de su libre determinación, por orden íntima de su voluntad personal. San Agustín, que la adquirió con gran esfuerzo y perse­verancia, repasando mentalmente, antes de acostarse, todos sus actos para verificar en cuáles no fuera correcto y poder corregirlos al día siguiente, enseñaba: "Virtud es la buena cualidad del ánimo, por la cual se vive bien y la cual nadie usa mal", de acuerdo con su razonamiento moral. Así el hombre se inclina moralmente a una constante ac­ción del bien, que le hace bien a través de los actos buenos.

La virtud es el resultado de la acción consciente, ilumi­nada por la inteligencia y resultante de una voluntad determina­da a obrar siempre bien y amparada por el sentimiento que le propicia cooperación para su cumplimiento. Sócrates, en su ética, utilizándose de la teoría intelectua­lista, afirmaba que la virtud "es la ciencia del bien", consideran­do que nadie es conscientemente malo. El hombre, cuando presenta actos malos, a sabiendas, está enfermo, fuera de su razón. Hay en todos los seres pen­santes una tendencia innata hacia el bien, porque todos poseen en su íntimo la presencia del psiquismo divino. Heredero de Dios, el hombre es dios en su esencia pri­mera a evolucionar constantemente, rumbo hacia la perfección. Los epicureístas, apoyados en su hedonismo, considera­ban la virtud como el arte o técnica para un goce físico o emo­cional, que resultara en la moral de su propio interés. Hay, en efecto, virtudes intelectuales y morales. Las primeras actúan para el perfeccionamiento de la inte­ligencia y las segundas, para trabajar en favor de la voluntad, del sentimiento y demás tendencias.
La virtud intelectual busca la verdad, mediante el estudio, la reflexión, la atención, que fortalecen la mente, desarrollan la inteligencia, en la dirección del objetivo que persigue: la posesión de la verdad, el conocimiento de la ciencia, la adquisición de la sabiduría... La virtud moral se desdobla en cuatro clases de virtudes esenciales o básicas, conocidas desde la antigüedad: prudencia, templanza, justicia y fortaleza, conforme las enumeraba Aristó­teles, fundamentales a la sana conducta del hombre. Tradicionalmente se puede aún clasificar las virtudes como personales - para el perfeccionamiento del individuo -; sociales - que lo preparan para hacer siempre el bien al prójimo -; y religiosas - que facultan y dan sentido a los deberes en re­lación a Dios. Es posible añadir a las virtudes el buen consejo o arte de bien aconsejar, el recto juicio o el sentido común que da la capacidad para evaluar o juzgar los acontecimientos en su valor real y a las personas en su propia realidad y otras expresiones virtuosas...

El mayor enemigo de la virtud es el vicio o disposición para hacer el mal; éste resulta de los apetitos inferiores de la personalidad con sus consecuentes daños morales. El vicio es herencia del primitivismo que aún perdura en la naturaleza humana, cuya voluntad moral, débil, se somete a sus impulsos en perjuicio de la razón. La virtud es la conquista más desafiante para el hombre, que se debe empeñar por conseguirla. Ella propicia, a la vida, nobleza y dignidad, cambiando las asperezas del proceso evolutivo y facultando alegrías al su­perarlas. El arte, la ciencia, la tecnología facilitan y embellecen, sin duda, la vida, pero solo la adquisición de la virtud moral proporciona al hombre equilibrio, autocontrol, feliz intercambio con sus semejantes y con todo lo que rodea, transformándose en la mas alta realización personal. De las virtudes cardinales bien vividas, nacen la fe, la esperanza y la caridad, sin las cuales el individuo no se encuen­tra con su propio yo. De ésas, surgen la humildad, el perdón, la paciencia, la abnegación, la renuncia, la beneficencia... Delante de todas, para el perfecto éxito, se impone la humildad.

Sin ésta, las otras enflaquecen y pierden su valor. El orgullo, la vanidad, la presunción constituyen vicios que impiden el desarrollo y la grandeza de la virtud. La ética espirita, examinando las virtudes cardinales o esenciales para el hombre, fiel al pensamiento cristiano y pauli­no, establece que la caridad o acción del bien por amor al bien en favor de alguien, con conocimiento del bien, es por excelencia la base mas importante para la conquista de otros relevantes valores morales. Examinando la necesidad de la virtud para el hombre, enseña Frangois-Nicolas-Madeleine (Espíritu), en "El Evangelio Según el Espiritismo" (*): "La virtud, en su más alto grado, en­ cierra el conjunto de todas las cualidades esenciales que consti­tuyen el hombre de bien. Ser bueno, caritativo, laborioso, sobrio y modesto, son las cualidades del hombre virtuoso. Infelizmen­te, estas cualidades están muchas veces acompañadas de pe­queñas enfermedades morales que les quitan el brillo y las atenúan. El que hace gala de su virtud, no es virtuoso, puesto que le falta la cualidad principal: la modestia, y puesto que tiene el vicio más contrario: el orgullo."

Quintín López Gómez


Extraído del libro “Hacia las estrellas” 
Médium Divaldo P Franco.

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                                                       KARDEC NO ESTÁ EN DISCUSIÓN
Jon Aizpúrua

Una de las cuestiones más difíciles y delicadas que se han presentado en el Espiritismo desde sus propios inicios se relaciona con sus posibilidades para mantenerse actualizado frente a los avances que se producen continuamente en todas las áreas del conocimiento, y, al mismo tiempo, preservar los principios básicos que garantizan su identidad doctrinaria y constituyen la razón misma de su existencia.
Identidad y cambio, son pues, los términos de una ecuación que exige una actitud abierta, equilibrada y prudente. Una actitud, precisamente, como la que adoptó en su tiempo Allan Kardec, el ilustre fundador y codificador de la Doctrina Espírita , y es por eso, que la lectura de sus obras nos inspira tanta confianza y seguridad en la correcta orientación que él trazó, siguiendo además las pautas que le proporcionaron espíritus de altísima elevación moral e intelectual. En El Libro de los Espíritus y demás textos que integran la Suma Kardeciana, encontramos de manera explícita los criterios que definen los rasgos progresistas de la naciente idea:
Doctrina evolutiva:
“El Espiritismo, avanzando con el progreso, nunca quedará rezagado, porque, si nuevosdescubrimientos le demostrasen que está en el error en algún punto, él se modificará en ese punto y si una nueva verdad se revelase, él la aceptará”
Científica, filosófica y moral:
“El Espiritismo es a la vez una ciencia de observación y una doctrina filosófica. Como ciencia práctica, consiste en las relaciones que pueden establecerse con los espíritus; como doctrina filosófica, comprende todas las consecuencias morales que se desprenden de semejantes relaciones”
Abierta:
“El Espiritismo, so pena de suicidio no puede cerrar las puertas a ningún progreso”
Dinámica:
“La inmovilidad, en vez de ser una fuerza, se convierte en una causa de debilidad y rutina para quien no sigue el movimiento general; rompe la unidad, porque quienes desean ir hacia adelante se separan de los que se obstinan en quedarse atrás”
Racionalista:
“La fuerza del Espiritismo reside en su filosofía, en el llamamiento que hace a la razón y albuen sentido”
Arreligiosa:
“No teniendo el Espiritismo ninguna de las características de una religión, en la acepciónusual de la palabra, no podía ni debía presentarse con un título sobre cuyo valorinevitablemente se habría equivocado. Es por eso, que simplemente se dice doctrina filosófica”
Universalista y fraterna:
“La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Pero, no habrá fraternidad real, sólida y efectiva si no estuviese apoyada sobre una base indestructible; esta base es la fe; no la fe en tales o cuales dogmas particulares, que cambian con los tiempos y lospueblos se lanzan piedras porque, anatematizándose, mantienen el antagonismo, sino la fe en los principios fundamentales que todo el mundo puede aceptar: Dios, el alma, el futuro, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. Esta es la fe que da el Espiritismo y que será de ahora en adelante el centro en torno del cual se moverá el género humano” Tales características, claramente puntualizadas en estas citas de Kardec, representan la mejor garantía de que el Espiritismo, no solamente vino en el momento oportuno, superando dialécticamente las carencias y errores tanto del materialismo como de lareligión; sino que llegó para quedarse, mostrando a la humanidad un camino cierto hacianuevos y superiores destinos.
Cerca de siglo y medio ha transcurrido desde que fue codificado, y en todo ese tiempo, rico  en transformaciones sociales, científicas, intelectuales, culturales, económicas y políticas,los postulados básicos que definen al Espiritismo, lejos de resultar lastimados por el impacto de esos cambios, se han fortalecido, pues han aparecido nuevas evidencias que confirman su autenticidad y veracidad.
Ahora, en la antesala del siglo XXI, con los nuevos enfoques de las ciencias naturales y de las ciencias sociales que han dado origen a concepciones emergentes como las que ofrecen la biología molecular, la física cuántica, la psicología transpersonal o la parapsicologí a, se está abriendo paso un nuevo paradigma del conocimiento que se define como holista, sistémico, dialéctico, ecológico y profundamente espiritualista.
Un paradigma donde se representa al Universo como la cristalizació n del pensamiento y la voluntad de Dios, como un infinito sistema en continua evolución, y al hombre como una compleja unidad bio-psico-socio- espiritual. En ese paradigma, los principios fundamentales que integran el cuerpo doctrinario del Espiritismo: Dios, espíritu, supervivencia, reencarnación, evolución, mediumnidad y pluralidad de mundos habitados, se ubican con perfecta comodidad.
Si esto es así, ¿qué se debe entender, entonces, por actualización del Espiritismo? Pues,Exactamente lo mismo que entendió y previó Kardec: mantenerlo siempre actual, de manoscon el progreso y no a sus espaldas. Y eso es lo mismo que ya consideraron necesariopensadores de la estirpe de Léon Denis, Gabriel Delanne, Gustavo Geley, Ernesto Bozzano,Amalia Domingo Soler, Quintín López Gómez, Antonio Freire, Oliver Lodge, Cosme Mariño,Manuel Porteiro, Humberto Mariotti, Angelo Torteroli, Carlos Imbassahy, Herculano Pires,Deolindo Amorim, Soto Paz Basulto, Rosendo Matienzo Cintrón, Luis Zea Uribe, Ernesto Moog, Pedro Alvarez y Gasca, David Grossvater, Manuel Matos Romero, para mencionar solamente algunos de sus más insignes representantes en diversas épocas y naciones.
Actualizar el Espiritismo no implica, en forma alguna, la eliminación o la sustitución de ninguno de sus postulados centrales. Pero significa, eso sí, revisar la manera como sonentendidos e interpretados, y adecuarlos a las nuevas conquistas del Conocimiento científico. Encontramos numerosos temas y conceptos que apenas fueron insinuados en las obras kardecianas, y que requieren ser completados y desarrollados. La ciencia y sus aplicaciones tecnológicas han abierto rumbos que antes no existían y que el Espiritismo debe también incorporar. Y el lenguaje con que se comunican las ideas, con todas sus implicaciones semánticas y semiológicas, debe ser revisado, modificado y perfeccionado. Eso, que es tan obvio y elemental, y que provoca tanto escozor a los espíritas de  mentalidad conservadora y dogmática, ya lo hizo Kardec en su momento. En abril de 1857  publicó El Libro de los Espíritus conteniendo 501 preguntas y respuestas, y en 1860, dio a  conocer la que sería la segunda y definitiva edición con 1018 cuestiones. ¡Había revisado  diversas opiniones y más que duplicado el número de asuntos abordados! En 1858 publicó  Instrucción práctica sobre las manifestaciones espíritas, y después tomó la decisión de no  editar más esa obra y refundirla en El Libro de los Médiums. Tanto en sus libros como en la  Revue Spirite, Kardec reconoce, con la honestidad que le caracterizaba, que en numerosas  oportunidades se vio obligado a variar su opinión sobre ciertos temas e interpretaciones, e  invita a los espíritas a actuar siempre de ese modo para evitar que la doctrina quede  marginada del progreso en general. 
Para nosotros está muy claro que se debe resguardar la integridad de la doctrina y la fidelidad a las directrices que fueron trazadas por la espiritualidad superior, y que se debe permanecer alerta ante las “innovaciones” de extrañas procedencias que han tratado de infiltrarla, presentándose a sí mismas como “revelaciones superiores”, y que en verdad, nada aportan de interesante o constructivo, y por el contrario, introducen ideas absurdas y extravagantes que desacreditan a quienes las admiten.
La actualización del Espiritismo es un planteamiento y una actitud que se sintonizan plenamente con la letra y con el espíritu de las enseñanzas de su ilustre Codificador. No otra cosa haría él en estos momentos y no otra cosa nos está reclamando que hagamos. Esta convicción nos mueve a expresar con firmeza y serenidad que la vigencia de Kardec no está  en discusión, que su pensamiento es muy actual, y que el sentido dinámico y progresista de  su obra es la mayor garantía de que siempre estará en sintonía con el progreso. Es por eso, que la C. E. P. A. está convocando el XVIII Congreso Espírita  panamericano, que  va a realizarse con gran éxito en octubre próximo en la hermosa ciudad de Porto Alegre, con la intención de comenzar a discutir sobre el tema de la actualización, inaugurando  apenas un proceso que habrá de ser continuado en otros eventos, con la participación de  todos los espíritas que aman esta hermosa doctrina y desean verla siempre fresca, dinámica  y abierta.
La actualización del Espiritismo es una necesidad inaplazable y un desafío a la inteligencia, a  la cultura y a la sensibilidad de los espíritas. Marchamos hacia ese proceso enarbolando la bandera de Kardec y sintiendo en nuestras almas la inspiración de ese mundo espiritual superior que orienta, anima e impulsa todo esfuerzo que contribuya a la  superación de la humanidad.
Editorial da Revista América Espírita, número 56, de março/2000
Recopilación: Cassio Lopes
Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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