lunes, 5 de diciembre de 2016

EL VIENTO

Lenguaje que se debe emplear con los Espíritus


*. El grado de superioridad o de inferioridad de los Espíritus indica naturalmente el tono en que debemos hablar con ellos. Es evidente que, cuanto más elevados son, tanto más derecho les asiste para que reciban nuestro respeto, nuestras atenciones y nuestra sumisión. No debemos demostrarles menos deferencia que la que tendríamos con ellos, aunque por otros motivos, en caso de que estuviesen vivos. En la Tierra tendríamos en consideración la categoría y la posición social que ocupan; en el mundo de los Espíritus
sólo tendremos en cuenta su superioridad moral. La elevación que poseen los coloca por encima de las puerilidades de nuestras fórmulas de adulación. Su benevolencia no se capta con palabras, sino por medio de la sinceridad de los sentimientos. Así pues, sería ridículo darles los títulos que nuestros usos consagran para establecer la diferencia de categorías, y que tal vez hayan halagado su vanidad cuando estaban vivos. Si son realmente superiores, no sólo no atribuirán ninguna importancia a esos títulos, sino que se disgustarán si los empleamos. Un buen pensamiento les resulta más grato que los más elogiosos epítetos. Si no fuera así, no estarían por encima de la humanidad. El Espíritu de un venerado sacerdote,
que había sido en la Tierra un príncipe de la Iglesia, un hombre de bien que ponía en práctica la ley de Jesús, respondió cierta vez a alguien que lo había evocado dándole el título de Monseñor: “Deberías decir, a lo sumo, ex Monseñor, porque aquí el único Señor
es Dios. Muchos eran los que se arrodillaban ante mí en la Tierra, mientras que hoy soy yo quien se inclina ante ellos”.
En cuanto a los Espíritus inferiores, su carácter nos indica el lenguaje que debemos emplear para con ellos. Los hay que, aunque inofensivos y hasta benévolos, son frívolos, ignorantes, atolondrados.
Darles el mismo trato que dispensamos a los Espíritus serios,como hacen ciertas personas, sería como si nos inclináramos delante de un escolar, o delante de un asno que llevara puesto el birrete de doctor. El tono de familiaridad no sería inoportuno para con ellos,pues no los ofende. Por el contrario, lo aceptan de buen grado.
Hay Espíritus inferiores que son desdichados. Sean cuales fueren las faltas que estén expiando, sus padecimientos merecen más aún nuestra conmiseración, puesto que nadie puede vanagloriarse de estar excluido de estas palabras de Cristo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. La benevolencia con que los tratemos será un consuelo para ellos. A falta de simpatía, necesitan hallar en nosotros la indulgencia que
nosotros mismos desearíamos que se nos tuviera.
Los Espíritus que revelan su inferioridad a través del cinismo de su lenguaje, de sus mentiras, de la bajeza de sus sentimientos y la perfidia de sus consejos, son indudablemente menos dignos de nuestro interés que aquellos cuyas palabras dan muestras de arrepentimiento. Con todo, les debemos al menos la piedad que nos inspiran los más grandes criminales. La manera de reducirlos al silencio consiste en que nos mostremos superiores a ellos, pues sólo confían en las personas con las que no tienen nada que temer.
Los Espíritus perversos reconocen la superioridad de los hombres de bien tanto como la de los Espíritus superiores.
En resumen, sería tan irreverente que tratáramos a los Espíritus superiores de igual a igual, como sería ridículo que dispensáramos a todos, sin excepción, la misma deferencia. Veneremos a los que lo merecen, agradezcamos a los que nos protegen y asisten, y brindemos a los restantes la benevolencia que algún día, tal vez, nosotros también necesitaremos. Al penetrar en el mundo incorporal, aprendemos a conocerlo, y ese conocimiento debe guiar nuestras relaciones con quienes habitan en él. Los hombres de la
antigüedad, en su ignorancia, erigían altares a los Espíritus. Para nosotros, en cambio, ellos son apenas criaturas más o menos perfectas, y sólo levantamos altares a Dios.

EL LIBRO DE LOS MEDIUMS
ALLAN KARDEC

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ENEMIGOS

¡La palabra  “enemigo” trae una carga negativa impresionante! Un enemigo es alguien que despierta en nosotros sentimientos  más primitivos. El enemigo es alguien que despierta en nosotros los sentimientos más primitivos: miedo, odio, deseo de venganza.
Delante de un enemigo, las manos quedan heladas, el corazón late fuerte,  la sangre bulle en las venas. Y la pregunta surge: ¿Cómo actuar? ¿Qué hacer?
La respuesta a esa pregunta fue dada por Cristo: ama al enemigo, ora por los que te persiguen.
Más, nosotros, que somos personas comunes, acostumbramos a rechazar ese consejo de Jesús.
Y nos preguntamos: ¿Amar al enemigo? ¿Hacer el bien a quien nos hirió y maltrató?
Y, en  general, concluimos: Para nosotros, la expresión “Amar al enemigo” parece una utopía.
En algunos casos, hasta somos irónicos: “Esa enseñanza de Jesús no es para nosotros. “Aun somos muy imperfectos.”
Lo que acontece es que no entendemos correctamente el significado de la palabra “amar”, cuando se aplica al enemigo.
Jesús era un sabio. El conocía profundamente el alma humana. ¿Usted cree  que El sugeriría algo que no seriamos capaces de hacer?
¡Claro que no! Todas las sugerencias de Jesús son perfectamente posibles. Por eso vamos a examinar mejor esas cuestiones del amor al enemigo.
La primera cosa es entender lo que significa la expresión “amar al enemigo.”
Con esas palabras, Jesús solamente nos invita a perdonar a quien nos hizo mal. O, en lo mínimo, apela para que no busquemos la venganza.
¿Parece difícil? No tanto.  Vamos a hablar de la forma práctica.
¿Si alguien tiene un enemigo, en general, cual es la actitud que debe adoptar?
La mayoría de las personas mantienen al enemigo permanentemente en sus pensamientos.
No consigue pensar en otra cosa, que no sea la persona odiada.
Y así la vida sigue. Quien odia se mantiene  esclavo del enemigo.
Hace las refecciones, duerme, despierta, trabaja y vive constantemente en medio  de ese sentimiento de rencor, alimentando deseos de venganza.
¿Parece ruin? Pues es exactamente lo que hacemos: dejamos al enemigo comandar nuestra vida.  Nos tornamos esclavos de aquellos que odiamos.
Por eso la sabiduría de la propuesta  de Jesús, que es la liberación de los lazos que nos prenden a los enemigos.
Perdonar es más fácil. Deja el alma más libre, el cuerpo más saludable, las emociones bajo control.
Cuando Cristo pronunció la expresión “amar al enemigo”  en verdad, ofreció un camino de equilibrio y de serenidad.
Es claro que Cristo no espera  que tengamos por los enemigos el mismo amor que dedicamos a la familia a los amigos.
Jesús quiere apenas que apartemos de nuestro corazón  la amargura, la infelicidad, el odio y el deseo de venganza.
Por eso El aconsejaba: Oren por los que os ofenden.
Y en esas oraciones, pedid a Dios que os de fuerzas para superar la ofensa vivida.
Pedid también a Dios que os ofrezca la oportunidad de ser útil a aquel que os hirió.
Si esa oportunidad surge, no la dejemos pasar  la oportunidad de ser útil y bueno. Gestos de ese tipo hacen nacer en el alma el sentimiento de superación, de la etapa vencida.
Es un momento único, encantador.
¡Piense en eso!

Redacción de Momento Espirita

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NOTICIAS : MOVIMIENTO ESPÍRITA RECIENTE

DIVALDO FRANCO EN AMPARO, SP - 20 de noviembre de 2016. 


"Nacer, morir, renacer y progresar siempre, tal es la ley." 


El Núcleo Educacional SEPI -Servicio Espírita de Protección a la Infancia-, de la ciudad de Amparo, San Pablo, abrió sus puertas e instalaciones para recibir a un público estimado en 1.000 personas, a fin de escuchar a Divaldo Franco, en la noche del día 20 de noviembre de 2016. 

Ante un público expectante, Divaldo ocupó la tribuna y dio comienzo a su conferencia, citando un pensamiento de Mahatma Gandhi: Si un solo hombre alcanzara la plenitud del amor, neutralizará el odio de millones. Este pensamiento se tradujo en la práctica cuando, el propio Ghandhi, mediante la prédica de la no violencia, logró liberar a millones de criaturas del control militar, político y económico ejercido por Inglaterra sobre el pueblo de la India. 

Pero fue Jesús, en la condición de modelo y guía de la humanidad, quien a través de sus ejemplos y enseñanzas, nos presentó la propuesta del amor. 

Esa proposición de Jesús, dejó de ser una cuestión teológica y es encarada como una solución psicoterapéutica, en la medida en que los pensamientos afines con el amor y la serenidad producen energías armoniosas, que estimulan el sistema endocrino a que, mediante su funcionamiento efectivo, preserve la salud orgánica. 

En los días actuales, la sociedad confunde el sentimiento del amor con la libido –atracción sexual o con el acto en sí mismo– cuando en la realidad existe una enorme diferencia entre ambos. 

El amor es permanente y portador de felicidad, proporcionando alegrías duraderas, mientras que la libido es transitoria y desaparece, devoradora. 
Cuando el sexo se manifiesta sin el amor, su paso es breve, frustrante, insaciable. Pero, cuando interviene el amor, la sensación se presenta con el grado de una emoción duradera, con todos los componentes fisiológicos, sin el salvajismo de la posesión, del abandono ni del agotamiento. Citando la frase de Thomas Hardy, acerca de que el hombre contemporáneo ha perdido la dirección de Dios, Divaldo amplía ese pensamiento, agregando que la criatura moderna ha perdido también la dirección de sí misma, una circunstancia que la conduce a vivir exclusivamente para atender cuestiones inmediatas, que la inducen al individualismo, el sexualismo y el consumismo, dejando de lado el AMOR. 
La contribución psicoterapéutica del amor –según la propuesta de Jesús- presenta resultados insuperables, porque está dirigida al Ser profundo, y restablece el interés del paciente por los objetivos saludables de la vida, de los cuales se ha apartado. 

Para enmarcar sus palabras, aprovechando la cercanía de la Navidad, Divaldo emociona a todos, e ilumina nuestros corazones con el relato de la obra publicada en 1939, titulada Estos días tumultuosos, del escritor y periodista holandés-canadiense Pierre van Paassen (1895–1968), que narra la historia de un joven francés de nombre Ugolin [1]. 

El protagonista de la narración era un joven con deformaciones físicas -provocadas por la violencia de su padre. Él vivía en las calles de París, en la época posterior a la guerra. 

Abandonado y excluido de la sociedad, Ugolin subsistía gracias a la generosidad ajena y a pequeños favores. Huérfano, sólo tenía como familia a su hermana, que vivía de la prostitución, enclaustrada en ella, por la deshonestidad y la codicia de su antiguo patrón que, rechazado por la joven, no logró obtener de ella una convivencia sexual, algo que mucho deseaba. A raíz del rechazo, el patrón –joyero especulador– acusó a la joven de haberle hurtado una joya valiosísima, y a consecuencia de esta calumnia, la joven fue condenada y enviada a la prisión, de la cual salió en dirección al prostíbulo, tratando se sustentarse y obtener recursos para colaborar con el tratamiento médico de Ugolin. 

Como se acercaba la Navidad, Ugolin le había pedido a Pierre van Paassen -quien lo había amparado con su afecto, su cariño y su amor-, solamente un par de zapatos. 

Los días fueron pasando y la convivencia entre ambos se fue estrechando. El escritor aguardaba la noche de Navidad para entregarle a Ugolin, el par de zapatos que anhelaba. La noche de la víspera de la Navidad, Ugolin no apareció, pues un grupo de jóvenes alcoholizados ataron al joven excluido a un poste, después de haberlo desnudado. 

A raíz del alboroto, el Abad de La Roudaire, sacerdote de la iglesia de la localidad, interrumpió la humillación, lo que hizo que huyeran los delincuentes. Luego de liberarlo de la situación, el abad llevó a la casa parroquial al joven, extenuado, para que pasara allí la noche. A la mañana, el religioso no encontró a Ugolin en el lecho donde lo había dejado. 

Más tarde, el abad descubrió que Ugolin se había suicidado. Lo más terrible fue que la hermana de Ugolin, al enterarse de lo ocurrido, también huyó de la vida mediante el suicidio. 

A pesar de que la Iglesia había prohibido la celebración de la eucaristía para los suicidas, el funeral para ambos estuvo acompañado, en el acto religioso, por el abad, quien después de orar junto a los cuerpos de los hermanos, cuya vida había sido una extensa sucesión de aflicciones, sufrimiento y abandono, se dirigió a los fieles que colmaban la iglesia, y manifestó que aquellos jóvenes desventurados no serían considerados por Dios como suicidas, sino como asesinados por la maldad y la crueldad humana. 

La emoción envolvía a todos aquellos que presenciaban la disertación. Divaldo buscó, entonces, orientar su exposición hacia los conceptos morales que la narración sugiere. 

Ni el autor del relato, Pierre van Paassen, ni el abad de La Roudaire, consiguieron consolar o auxiliar con mayor efectividad a Ugolin y a su hermana, pues ellos no aceptaban la doctrina de la pluralidad de las existencias, y por esa razón no consiguieron explicarles los motivos del terrible sufrimiento que ambos jóvenes soportaron durante su vida. Tal vez, ¿podía Dios haberse olvidado de ellos, o se trataba de un castigo de la Divinidad? Era la pregunta que reiteradamente se plantaba Ugolin, que ni el religioso ni el escritor consiguieron responder adecuadamente. 

El principio de la reencarnación –asociado además a la existencia de Dios, la posibilidad de la comunicación entre los dos ámbitos de la vida, la existencia del alma y su progreso gradual, y la pluralidad de los mundos habitados- constituyen la base de la Doctrina Espírita. Una bendita Doctrina que nos propicia el desarrollo de objetivos trascendentales, además de que es El Consolador prometido por Jesús, que ha venido para explicar que nuestros sufrimientos tienen una razón de ser. No se trata de castigo sino de oportunidades, que la Divinidad nos ofrece por merecimiento –mediante la ley de Acción y Reacción– o por la necesidad de evolución, propiciando la ocasión para que desarrollemos cualidades que aún no poseemos, a través de la prueba. 

No existe, por lo tanto, una razón para envolvernos en el manto del pesimismo, con el que los días actuales están acosando a la sociedad, en medio de los estertores del Mundo de Pruebas y Expiaciones al cual pertenecemos. 

Nos compete –exclusivamente a nosotros– convertir ese conocimiento liberador en el instrumento con el cual edificaremos nuestra evolución moral y espiritual. 

Pese a los días tumultuosos de la actualidad, cuando las aflicciones, los odios, las intolerancias, los sufrimientos y la violencia, días en que las personas -en vez de amarse las unas a las otras, como Jesús preconizó– eligen armarse las unas contra las otras –tanto en el ámbito material como en el ámbito emocional.Urge aceptar y vivir la propuesta de Jesús, amando más, volviéndonos así más gentiles, tolerantes, pacíficos y mansos, de conformidad con las enseñanzas registradas en el Sermón de la Montaña, a fin de que demos lugar a la formación de una humanidad más justa y feliz. 



[1] La narración completa y detallada se puede encontrar en el libro Divaldo Franco y el Joven. 

Fotos: Sandra Patrocinio 
Texto: Djair de Souza Ribeiro.

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 BRILLE VUESTRA LUZ               
(Prefacio del libro Nosso Lar)     

Una existencia es un acto;
Un cuerpo - una vestidura
Un siglo- Un día.
Un servicio - una experiencia.
Un triunfo - una adquisición.
Una muerte - un soplo renovador.
¿Cuantas existencias, cuantos cuerpos, cuantos siglos, cuantos servicios, cuantos triunfos, cuantas muertes necesitamos aún?

André Luiz/ Chico Xavier

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 EDUCACIÓN MORAL PARA NUESTROS HIJOS
¿Por qué nos interesa fomentar la virtud de la gratitud? 
11 de enero de 2012 a las 17:50 

¨ Porque es una virtud muy difícil de encontrar en el mundo y por lo mismo infinitamente valiosa; nos permite disfrutar y vivir con alegría y gozo quienes somos y lo que tenemos y recibimos. 

¨ Porque es la virtud que nos ayuda a hacer felices a los demás sin sacrificios ni grandes esfuerzos. Un gracias y una sonrisa puede cambiar el día de quien lo recibe. 

¨ Porque así el niño experimentará que al dar las gracias la paz interior crece y los sentimientos más nobles se refuerzan. 

¨ Porque el niño experimentará que la gratitud lleva a otros sentimientos humanos: paz, cordialidad, reciprocidad. Comprenderá que la gratitud lleva a la convivencia humana más grata y pacífica, porque implica humildad y la capacidad de darnos a los demás. 

¨ Porque el niño descubrirá que la gratitud surge de la costumbre de fijarnos siempre en lo bueno y lo transformará en un hábito en su vida. Quienes no tienen nada que agradecer es porque solamente se fijan en lo malo. 

¨ Porque el niño adquirirá la costumbre de dar gracias por lo que tiene y no lamentarse por lo que no es o le gustaría tener. 

¨ Porque el niño comprenderá que el agradecimiento conduce a buscar los medios necesarios para lograr nuestras metas. 

¨ Porque el niño vivirá el agradecimiento que nos lleva a dejar de lamentarnos y a descubrir las necesidades de los demás, poniendo nuestros dones a su servicio. 

¨ Porque el niño se dará cuenta que la falta de gratitud permite y produce sentimientos de infelicidad ante lo que no tenemos o somos, y que, según nosotros, merecemos. Y al vivir la gratitud eliminará de su vida esta posible fuente de tristeza e infelicidad. 

¨ Porque el niño experimentará en el ser agradecido la posibilidad de disfrutar mayormente de las cosas y vivir más tranquilo. 

¨ Porque el niño asumirá que la manera de ser agradecido por la vida que se nos ha dado es vivirla plenamente y feliz, ya que para ello hemos sido creados. 

¨ Porque el niño comprenderá que la gratitud implica hacer buen uso de los dones recibidos, sin desperdiciarlos ni usarlos mal; y por lo tanto, que debe buscar hacerlos crecer, desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás, 

¨ Porque el niño aprenderá que la gratitud es una actitud que surge de lo más profundo de la persona. No se puede fingir o disimular. 

¨ Porque el niño valorará los momentos de felicidad, de alegría espontánea y sencilla y vivirá atento a descubrirlos, disfrutarlos y provocarlos en sus relaciones con los demás. 

¨ Porque el niño descubrirá que la gratitud se debe expresar con palabras, gestos, acciones y actitudes a todos aquellos que por tenerlos cerca nos olvidamos de agradecerles lo que hacen por nosotros, o bien a las personas que nos prestan servicios que pueden pasar inadvertidos. Y vivirá la gratitud en la familia, con los amigos y con todos aquellos que le rodean. 

¨ Porque el niño comprenderá que debe saber recibir con alegría lo que se le da y a agradecer la generosidad del que se lo da. 

¨ Porque la vivencia de esta virtud llevará al niño a agradecer a sus padres el don de la vida, el don del amor y de una familia, y a trabajar el día de mañana por construir una familia en donde se viva el agradecimiento de manera habitual. 

¨ Porque el niño al agradecer el don de sí mismo, se aceptará y crecerá en la confianza y en la seguridad personal, fuente de serenidad y felicidad interior.

( Publicado por Viviana Clara Gianitelli )

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                                                      EL VIENTO
Cierta vez, una señora fue hasta Uberaba y ante Chico comenzó a quejarse de que no conseguía nada de lo que necesitaba, aun trabajando en la Doctrina y orando día y noche.
Al oír sus quejas le dijo Chico:
- ¡ Cuando la gente tiene fe, cuando confía, ellos ayudan, hija mía !
Una vez, en Pedro Leopoldo, y enseñaba catecismo a los niños, pero un día me lo prohibieron .
Yo enseñaba catecismo a cuarenta niños... y me fué prohibido porque me había hecho espírita.
Quedé en casa. 
Pero los niños querían a tío Chico... 
Entonces las familias llevaron a los niños que había en casa.
Y yo quedé con mucha pena, porque en la iglesia ellas tenían bocadillo. Ya eran las dos y yo solamente tenía agua y unos pedacitos de pan en casa. 
Eran cuarenta niños....¿ Cómo iba yo a alimentar a aquellas criaturas?
Yo hice una oración y pedí a Dios que me ayudase, porque ellas no podían quedar sin comer.
¿ Cómo y qué iba a hacer yo?.
Estábamos debajo de un árbol. 
Y, entonces, un viento muy extraño comenzó a balancear las hojas del árbol. 
El viento aullaba entre las ramas de aquel árbol. 
Una vecina salió y preguntó : 
-  Chico, ¿ qué es eso?, ¿Qué barullo es ese? 
— El viento... 
— ¿ El viento?....¿ Y esos niños ahí? 
— ¡ Catecismo !
— ¿ Usted no les dio nada de comer? 
— ¡ No tengo !... 
— ¡ Oh Chico !. Yo tengo aquí, pastel y pan.
Y otra vecina de al lado, también apareció y preguntó : 
E a outra vizinha do lado também apareceu e perguntou: 
— ¿ Que fue eso, Chico? Que viento fue ese? 
— El  viento… 
— Y esos niños ahí ?
— El catecismo… 
Y así, doce familias se reunieron y pasaron a ofrecer el alimento, el bocadillo de aquellos niños, por causa del viento.

- José Antônio V. de Paula - del libro Un Minuto con Chico Xavier.

                                                              **************************

               C O N G R E S O :
MIS FELICITACIONES SINCERAS A TODOS LOS PARTICIPANTES EN ESTE EVENTO.


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