viernes, 23 de junio de 2017

Espiritismo, versus Sincretismo



Temas a tratar en este día:

-¿ Los Espíritus solamente pueden influir a otras personas, o también a otros Seres desencarnados?
-Directrices de seguridad
-Espiritismo, versus Sincretismo
-Preguntas sobre el porvenir-



                                                                                       
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¿ Los Espíritus solamente pueden influir a otras personas o también  a  otros  Seres  desencarnados?.
         
            En los planos del Mas Allá, los Espíritus que los habitan pueden influir sobre  todos indistintamente, tanto a personas o Seres encarnados, como a otros   desencarnados, pues tanto en un caso como en otro, todos somos  Espíritus; unos con cuerpo físico que nos desenvolvemos en un plano físico y otros sin cuerpo de materia se desenvuelven en planos espirituales diversos.
       La forma como  suceden estas normales influencias es mediante las ondas pensamiento, de naturaleza electromagnética; estas se propagan transportando imágenes, movimientos, sonidos, colores, etc. La frecuencia vibratoria de emisión depende del grado de evolución intelectual y moral de cada uno y el que lo recibe y descodifica lo hace gracias a encontrarse en la misma frecuencia vibratoria  o sintonía que la mente emisora.
        Los Espíritus que ocupan el mismo grado en la escala evolutiva espiritual se comunican entre sí más fácilmente porque se encuentran en la misma  sintonía permanente y son afines unos a otros en pensamiento. Esta sintonía vibratoria parte del Perispíritu que es de  naturaleza fluídica y sutil, de baja densidad e intensidad vibracional de  ondas que se transmiten mediante el  pensamiento y este es traducido o comprendido inmediatamente por otros espíritus cuya frecuencia vibratoria es semejante, así como por los médiums que los pueden percibir cuando su propia tónica  vibratoria  mental y espiritual también sintoniza  a pesar de que en este caso existe una mayor dificultad debida a que la densidad del cuerpo físico del médium, que disipa y relentiza una mayor cantidad de esta energía.
        Para que un Espíritu  de jerarquía superior se comunique con otro de categoría inferior, es preciso que el primero relentice y amplifique las ondas del pensamiento, que así  pueden ser detectadas por aquellos que están en una frecuencia de pensamiento menor. Al amplificarlas consigue captar ondas de pensamiento de frecuencias más bajas sin perder el contenido de los mensajes que transportan.
      La comunicación entre Seres encarnados y desencarnados obedece al  mismo  mecanismo mediúmnico, aunque este es un poco más complejo debido a la mayor densidad de las células del cuerpo humano.
      La mayor parte de las veces nos influencian, nos guían o nos  inspiran, mediante actuaciones solapadas que no percibimos si no tenemos la sensibilidad suficiente o no estamos atentos. Esta influencia puede ser en forma de inspiración, de intuición o de presentimiento.
     Todos los Espíritus nos  pueden influir, unas veces con bondad, lo que ya es un premio, y otras con maldad, lo que siempre es una prueba,  según sean ellos, pero  siempre pesa sobre nosotros la responsabilidad de nuestras acciones buenas o malas  por muy influenciados que estemos.
    Los espíritus superiores a los humanos  se  nos  manifiestan por medio de la inspiración y de la intuición siempre que exista afinidad con los pensamientos que ocupen  la mente del receptor; esto sucede  en los casos en que su intervención puede ser útil para nuestro adelantamiento,  pero  sin embargo los  inferiores se mezclan  en nuestras vidas mucho más frecuentemente de lo que nos imaginamos, preocupados por una existencia corporal que ya no les pertenece;  se complacen incentivando los placeres y vicios humanos, de modo que algunas veces llegan a dominarnos  psíquicamente en diversos grados de intensidad.
     Debiéramos tener presente que esta  posible influencia  siempre es debida a  la sintonía de su estado vibratorio con el nuestro y viceversa, independientemente de que este sea bueno o malo, tanto  a nivel  mental, como a nivel anímico o emocional, así como también, resulta determinante  la calidad moral de cada uno.
- JOSE LUIS MARTÍN-

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                   DIRECTRICES DE SEGURIDAD 

Divaldo Pereira Franco. 

¿Cuántas comunicaciones puede un mismo médium recibir durante la sesión de atención a Espíritus en Sufrimiento? 
Divaldo - Un médium seguro, en un trabajo bien organizado, debe recibir de dos a 
tres comunicaciones cuanto mucho, para que de oportunidad a los otros compañeros de tareas y para que no sufra un desgaste exagerado. 
Habiendo tenido el hábito de observar en médiums seguros, conocidos nuestros, 
que ellos incorporan una media de tres entidades en sufrimiento o perturbadoras y 
el Mentor Espiritual, raramente ocurren cinco manifestaciones por un mismo instrumento, principalmente en un grupo. 

 ¿Existe la necesidad, después de una comunicación de un Espíritu infeliz, sufriente, de la inmediata incorporación del Espíritu Guía, para que realice la limpieza psíquica del médium? 
Divaldo - Absolutamente, no la hay. 

 ¿Por qué es que comúnmente, no vemos comunicaciones de pretos-velho o de caboclos, en las sesiones mediúmnicas Espíritas? ¿Se debe eso a algún tipo de procedimiento? 
Raúl - La expresión de la pregunta no está bien formulada. Realmente, la mayoría 
de los participantes no ve a los Espíritus que se comunican. El espiritismo no tiene 
el compromiso de destacar a esa o aquella entidad en particular. Si las sesiones mediúmnicas espíritas son abiertas para la atención de todos los tipos de Espíritus, 
¿por que no habrían de venir aquellos que todavía se presentan como negros, 
viejos o nuevos, blancos, amarillos, rojos, indios o mestizos y también esquimales? 
Lo que ocurre es que tales Espíritus deben ajustarse a las disciplinas sugeridas por 
el Espiritismo y solo no las atienden cuando sus médiums, igualmente, no las aceptan. 
Muchos Espíritus que se encuentran en el Más Allá como antiguos esclavos 
africanos, o como indígenas, hablan normalmente, sin afectaciones, a pesar de que 
las formas externas de los periespíritus puedan mantener las características que ellos desean o de las cuales no logran deshacerse. 
     Tal vez muchos esperarán que esos desencarnados se expresen de forma confusa, 
mezclando la lengua portuguesa con otros sonidos, expresándose en un dialecto 
impenetrable si se carece de intérpretes especiales que, en la mayoría de las 
veces, hacen de cuenta que están entendiendo tal mezcla. Si el Espíritu habla en 
nagô de verdad; si se presenta hablando guaraní, que sea el verdadero guaraní. 
Entretanto, no siendo el idioma exacto de su pasado reencarnatorio, ¿por qué no 
se va a expresar el médium en el idioma local, puesto que él está captando el pensamiento de la entidad y revistiéndolo con palabras? 
      No hay, por lo tanto preconcepto en las sesiones espíritas. Sin embargo, debe 
mantenerse el respeto a las entidades, a la mediumnidad y a la Doctrina Espírita, buscando la coherencia con la verdad que ya identificamos.

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       ESPIRITISMO, VERSUS SINCRETISMO
 Cuando me inicié en el estudio de la Doctrina espírita, recuerdo cómo empecé absorbiendo en dos largas noches “El libro de los espíritus”, lectura aderezada por la melodiosa voz de mi madre, que desde el otro lado, me invitó con dulzura a introducirme en un mundo tan fascinante. Tras unas semanas, en las que intenté con energía procesar esa información tan valiosa y esencial que había llegado a mis manos, pasé a instruirme en el resto de la codificación hasta completar toda la obra del genial Allan Kardec. Después, llegó el tiempo de un Leon Denis maravilloso, tan diáfano y tan didáctico que resultaba un auténtico placer leer sus escritos. ¡Dios mío, qué pluma tan esclarecedora entre  sus dedos! Si Rivail, con la ayuda de la espiritualidad, diseñó y firmó el plano de la obra, Denis la acondicionó y la hizo habitable para que se pudiera vivir en ella y acoger a todos los que quisieran entrar en su interior.

      Meses más tarde, descubrí a Amalia Domingo Soler, la cual me cautivó con su estilo sencillo y atractivo, capaz de hacer interesante el Espiritismo hasta para las mentes más materialistas. Con los conceptos ya más claros, me introduje con posterioridad en el apasionante mundo de los libros psicografiados, elaborados por la inspiración de autores tan reconocidos como Chico Xavier, Divaldo Franco, Ivonne Pereira, Abel Glaser y otros. Estos últimos, fueron los que mostraron y abrieron las puertas de la casa del Espiritismo al resto del orbe y fue entonces cuando la gente, en un número no conocido antes, abandonó la ignorancia y empezó a descorrer el velo de la increíble sabiduría y enseñanza moral que destilaban las gotas filtradas de la Doctrina.

      Tras empaparme bien de todo este compendio de sapiencia, empecé a trabar amistades que compartían mis mismas creencias y objetivos y con los cuales me sentía muy a gusto. Sin embargo y para mi sorpresa, al contactar con algunos hermanos del continente americano comenzaron a surgir algunas dudas en mi interior. Muchos de ellos insistían con frecuencia en mencionar la expresión “Espiritismo kardecista”, como si quisieran poner un punto de distinción en sus ideas y también una diferenciación con respecto a otras supuestas "formas" de Espiritismo.

      A mí, esto me causaba un cierto estupor, pues desde mis inicios no contemplaba la posibilidad de que existieran otro tipo de postulados que los aportados desde 1857 por el codificador, a través de aquellas famosas reuniones en las que compilaba todo el saber que el espíritu de Verdad le iba revelando con la aquiescencia de Jesús y de nuestro Creador. Una semana cualquiera, llegó a mis oídos el dato de que incluso existía un grupo o corriente “dentro” de la Doctrina que había optado por suprimir la parte moral del Espiritismo para limitarla exclusivamente a su vertiente científica, es decir, al estudio y análisis de la información recogida en el contacto con los diversos espíritus.

      Reconozco que me sentía aturdido, pues todo esto me sonaba a unidad disgregada, a grupo que pierde su fuerza de cohesión debido a la aparición de numerosos corpúsculos que debilitan una concordancia desde la que se parte cuando se inicia un recorrido. No dejaba de resultar algo curioso, pero salvando las distancias, me recordaba al gran Alexander Fleming, aquel que pasó años y años investigando hasta que dio felizmente con la fórmula de la penicilina. Pues bien, aquello se asemejaba a como si él, tras su genial descubrimiento, hubiera decidido no aplicarlo para combatir las enfermedades infecciosas de los demás, argumentando que el límite de su misión estaba tan solo en el hallazgo del producto, mas no en su puesta en práctica o en su tratamiento a los pacientes. No hace falta decir la de millones de vidas que se hubieran perdido si este médico se hubiera limitado a conservar su “solución” antibiótica en las paredes de su laboratorio o las consecuencias que se habrían derivado para la salud mundial si este remedio no se hubiera extendido entre la población.

      Confieso que desde mis inicios, siempre entendí y estuve de acuerdo en que el Espiritismo era ante todo ciencia, filosofía y moral y que sin estos tres pilares, difícilmente podría llegar la Doctrina a cumplir el objetivo que en su día previeron los sabios espíritus, coordinados por Jesús desde las alturas. Tenía meridianamente claro que sin estudiar con empeño no iba a arribar a ninguna parte pero también, que sin poner en práctica esos conocimientos aprendidos, me postraría en la más espesa mediocridad al permanecer estancado, pues la reforma moral íntima se constituía en el fin más sublime hacia el que debía transformarse todo el proceso de formación previa. Como le expresé una vez a un amigo, era como si tuviera en mis manos los mejores ingredientes culinarios jamás vistos pero como si nunca me decidiera a encender el fuego para cocinar con ellos y elaborar así un magnífico plato.

      Por todo esto y desde el más absoluto respeto a las creencias y puntos de vista que cada persona mantiene, existe algo en mi interior que me impele a intervenir en este asunto. Yo estudié psicología y sé lo que es la recogida de datos, la observación y la experimentación unido a la aplicación de una serie de principios y por esta razón, he tenido siempre la seguridad de que, en muchas ocasiones, saber lo que ES algo implica primero conocer lo que NO es. En este sentido y con la consideración debida hacia cualquier opinión no concordante con la mía, expongo:

      —Que en el Espiritismo, la parte que atañe al conocimiento no puede separarse de las implicaciones morales que conlleva, todo ello atendiendo a los postulados expuestos por Jesús en su día, espejo donde el ser humano ha de mirarse,  por lo que deben caminar juntos de la mano si lo que realmente pretendemos es que la Doctrina nos conduzca a la evolución.

      —Que en el Espiritismo, no se usan altares, ni imágenes, esculturas o pinturas que sirvan para atraer la atención del público.

      —Que los espíritas no se visten de blanco ni de ningún otro color, al igual que tampoco existen trajes ceremoniales.

      —Que no efectuamos bailes o danzas ni rituales para entrar en “trance” y comunicarnos con los espíritus.

      —Que no se utilizan bebidas, brebajes o sustancias que ayuden en la práctica espírita.

      —Que en el Espiritismo no se usan elementos como el incienso, la mirra u otros que creen una “atmósfera” especial.

      —Que tampoco se cantan o recitan letanías ni himnos de ningún tipo.

      —Que no existen sacramentos ni por supuesto se administra ninguno de ellos.

      —Que el espírita no precisa en su vida de una terminología cifrada o de palabras enigmáticas, sino que se vale de un lenguaje tan sencillo y tan claro como el que empleó el codificador.

      —Que en el Espiritismo no existen intereses materiales o comerciales de por medio ni se aceptan pagos o cobros por las buenas obras llevadas a cabo para con el prójimo.

      —Que el Espiritismo no contempla el uso de talismanes ni amuletos ni de recitaciones o fórmulas milagrosas realizadas a modo de rito, salvo la oración que cada ser efectúa desde su corazón.

      —Que la Doctrina tampoco tiene ninguna relación con la confección de horóscopos, ni con la cartomancia o cualquier otra forma de adivinación o previsión del futuro.

      —Que no existen escenificaciones o puestas en escena que sirvan para impresionar a personas o grupos de personas.

      —Que el espírita tampoco realiza “trabajos” mágicos, ni utiliza objetos de apoyo como velas, ni “arregla” la amistad o enemistad entre los individuos ni efectúa sacrificio alguno de animales.

      —Por último, el Espiritismo carece de sacerdotes, clero, intermediarios o como quiera denominarse y por supuesto, desconoce de jerarquía o de relaciones de jerarquía entre sus miembros.

      Es posible que por olvido, haya omitido algún matiz de lo que a mi entender, NO es el Espiritismo, pero aunque a algunos pueda sorprenderle el contenido de la lista enumerada, la cual parece extraída de épocas ya superadas en la historia del hombre, yo también me llevé una gran sorpresa cuando constaté que existen personas y grupos, que por las razones más diversas, todavía piensan que estas prácticas forman parte constituyente de la Doctrina espírita, cuando esta se distingue ante todo por su racionalidad y sentido común, aspectos que la hacen tan sugestiva e inigualable.

      De verdad y haciendo uso de la razón de la que Dios dotó al ser humano ¿alguien puede pensar seriamente que el uso de un objeto, sustancia, bebida, elemento, ropa, palabra mágica, canto, recitación, danza, adivinación, escenificación o cualquier tipo de ritual en el que podamos pensar va a hacernos mejores personas? ¿Va a cambiar nuestras vidas hasta el punto de transformar nuestro estado moral? ¿Va a permitirnos aumentar nuestro caudal de conocimientos? En definitiva, ¿acaso el empleo de alguna de las cosas citadas va a acelerar nuestra evolución o va a facilitar nuestro progreso? Si podemos responder a esta pregunta con sinceridad y escuchando la voz de la conciencia, ya estamos en el camino correcto, aquel para el que vinimos a esta tosca dimensión, es decir y como diría Kardec, para “nacer, morir, renacer y progresar, tal es la ley”.

      Todo esto, que a grandes rasgos podríamos englobar en la expresión que comúnmente se conoce con el nombre de “sincretismo”, queda claro que NO es el Espiritismo, insisto, al menos desde mi punto de vista y acorde a los principios que siempre estudié. Muchas veces, cuando alguien que se inicia por primera vez en nuestra maravillosa filosofía, me pregunta para que le defina con un mensaje simple lo que es el Espiritismo, yo le digo que en verdad, este no es más que el Cristianismo original promulgado por el Maestro de Nazaret a su paso por la esfera física, pero al que se le han añadido una serie de consideraciones que en el siglo XIX sí pudieron establecerse y no en su época, debido a las limitaciones cognoscitivas y morales que poseía el ser humano por aquel entonces. Entre esos postulados que aportó el espíritu de Verdad a lo promulgado por Jesús y de forma muy resumida, están: la explicación clara y rotunda a lo que ocurre más allá de la muerte, la cuestión de la reencarnación y la descripción de las leyes divinas y por supuesto y a través de la Doctrina, el hallazgo de un sentido definitivo a la vida humana.

      Podremos hablar de todo tipo de manifestaciones, de múltiples procedimientos y de numerosos rituales, pero todo ello, NO es Espiritismo, al menos el que yo conocí, con el que me inicié y aquel que cambió mi existencia para siempre.

      El Espiritismo supone un eterno aprendizaje de conocimientos y señala a la vez el camino moral que todos debemos emprender desde el más feroz e instintivo salvajismo hasta las cotas más elevadas del actuar ético. Lo que debe quedar claro, es que si nuestra construcción está edificada sobre pilares fuertes y adecuados, esta sobrevivirá permaneciendo firme y duradera en el tiempo. Esto concuerda con lo que Jesús expresaba, cuando decía que había que construir la casa sobre cimientos en la roca, pero que si no se ponían sus palabras en práctica, sería como edificar la casa sobre arena, por lo que la crecida del río se la llevaría y arruinaría (Lc 6, 46-49).

      Para terminar, y aunque comprendo totalmente a los hermanos que siguen empleando la expresión “Espiritismo kardecista”, yo no la voy a utilizar, probablemente porque no necesito distinguirla de ninguna otra forma de Espiritismo. Para mí, la Doctrina es Una, a secas.

      Una vez aclarado lo que NO es el Espiritismo, resta por saber lo que ES, pero esto, querido lector, será materia de un próximo artículo.  

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