martes, 15 de agosto de 2017

EL PERIESPÍRITU, COMO ORIGEN DE LOS SÍNDROMES GENÉTICOS




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-El Periespíritu,como origen de los síndromes genéticos







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                                   Aprendamos enseñando 

Como acontece al valor del gran esfuerzo que es lastre fecundo en la garantía de la Caridad, recordémonos de los pequeñitos sacrificios que podemos realizar, cada hora, contra los impulsos de nuestra propia naturaleza inferior, trabajando en auxilio de los portadores de necesidades mayores de lo que son las nuestras. 
Muchos compañeros encarnados desisten de la colaboración en las obras del bien, declarándose imperfectos y endeudados, cuando, en esa condición, más valioso se nos hace el trabajo de formación de la propia disciplina. 
Pero antes de la cuna, cuando la necesidad de redención o de mejoría nos desvela al Espíritu sediento de progreso el campo educativo que la experiencia física nos ofrece, solicitamos, con empeño, las situaciones que nos contraríen el modo de proceder y de ser, a fin de que la internación terrestre nos supla de los valores reales de lo que nos hallamos carentes. 
Es por eso, que casi siempre en la Tierra, cuando impulsivos e impacientes, somos constreñidos a exaltar la serenidad; enfermos, nos sorprendemos inducidos a amparar la salud ajena; débiles, nos sentimos en la obligación de sustentar la fortaleza de los demás; atormentados por nuestras llagas íntimas de aflicción o desencanto, nos reconocemos intimados a nutrir la tranquilidad y la esperanza en aquellos que desfallecen; y tentados, en muchas circunstancias, a la quiebra y al desorden, en lo íntimo de nuestra casa, nos vemos convocados a evitar el desequilibrio y el desastre en el instituto doméstico en que respiran corazones queridos de nuestro panel de acción. 
No desprecies auxiliar siempre, en la construcción del bien, aún cuando te sientas de todo ausente de él, porque enseñando lo mejor a los demás, somos impelidos a procurar lo mejor a favor de nosotros mismos y, disciplinando la existencia en torno nuestro y en nuestro camino, acabamos fatalmente disciplinados por ella. 

Enmanuel.


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                        DON DE CURAR 
1. Restituid la salud a los enfermos, curad los leprosos, expulsad los demonios. Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente. (San Mateo, cap. X, v. 8). 


2. “Dad gratuitamente lo que habéis recibido gratuitamente”, dijo Jesús a sus discípulos; por este precepto prescribe que no se haga pagar lo que uno mismo no ha pagado, y lo que ellos habían recibido gratuitamente era la facultad de curar a los enfermos y echar a los demonios, es decir, a los malos Espíritus; este don les fuera dado gratuitamente por Dios para alivio de los que sufren y para ayudar a la propagación de la fe, diciéndoles que no hicieran de él ningún negocio, ni un objeto de especulación, ni un medio de vivir. 

EL EVANGELIO SEGUN EL ESPIRITISMO. 
ALLAN KARDEC. 

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   GRADOS DEL TRANCE MEDIUMNICO 

El trance puede ser superficial o profundo y, entre un extremo y otro, hay una gradación infinita: son los trances parciales. 

a) Trance superficial – no existe amnesia. El médium se acuerda de todos los acontecimientos, colaborando directamente en el entendimiento y en la transmisión del mensaje del Espíritu comunicante. Si es médium principiante, acostumbra tener dudas si de hecho ocurrió un trance mediúmnico. (Jaime Cerviño. Más Allá del Inconsciente. Fases del trance) 
En los médiums intuitivos, el trance es superficial. No se observa ninguna alteración en su fisonomía. No existe una pasividad acentuada. El médium “recibe el pensamiento del Espíritu libre y lo transmite.” (Allan Kardec. El Libro de los Médiums. Cap. 15. Ítem 180, p. 223. Médiums Intuitivos) 

b) Trance profundo – raramente los recuerdos de los acontecimientos ocurridos del trance profundo llegan a la conciencia del médium. Mientras tanto, en la práctica mediúmnica, es posible que no ocurra la amnesia total, pues puede ser recordada alguna cosa. Es importante saber que, incluso en el estado de trance muy profundo, el médium no pierde totalmente la ligación con la conciencia. Al contrario, “algo no se extingue y permanece vigilante, a la manera de sistema secundario, aunque no menos activo.” 
Hay un recuerdo subliminal porque el Espíritu está ligado al cuerpo debido al estado de encarnado. 
Esos son los argumentos para denominar el trance profundo de sonambulismo. En esa situación, el médium es susceptible de sugestibilidad, difícilmente se recuerda de la sugestión que le fue hecha. El olvido de la sugestión dada se llama amnesia lagunar. (Jaime Cerviño. Más Allá del Inconsciente. Fases del trance) 
En los trances profundos, el médium entra en un estado de pasividad mayor. Eso es claramente observado en los médiums psicofónicos (parlante). En ese caso, el “médium parlante generalmente se expresa sin tener conciencia de lo que dice y, muchas veces, dice cosas completamente extrañas a sus ideas habituales, a sus conocimientos y hasta fuera del alcance de su inteligencia. Aunque se halle perfectamente despierto y en estado normal (de trance), raramente guarda recuerdo de lo que dijo.” (Allan Kardec. El Libro de los Médiums. Cap. 14. Item 166, p. 210. Médiums parlantes) 

c) Trances parciales – representan gradaciones del estado de rebajamiento psíquico. Los trances parciales, también llamados semiconscientes, conducen al médium o al estado de memoria despierta con relación a algunos acontecimientos, o al de recuerdo sin importancia para otros. 
A veces, el médium se acuerda del mensaje del Espíritu comunicante en los momentos inmediatos a la comunicación, olvidándola completamente con el paso del tiempo. 
Lo cierto es que no sabemos esclarecer con precisión por qué ciertos detalles – a veces menos importantes – son recordados, mientras que otros, más importantes, son olvidados 

Estudio y educación de la Mediumnidad. FEB Federación Espirita de Brasil


                                                    
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EL PERIESPÍRITU, COMO ORIGEN DE LOS SÍNDROMES GENÉTICOS 

A pesar de haber nacido en 1993, Brooke Greenberg no envejece, no consigue alimentarse, ni andar solita, ni hablar. Tiene el tamaño y la capacidad mental de un niño. Lo curioso es que continúa teniendo los mismos dientes de cuando era, de hecho, un bebe. Nunca fue diagnosticada como portadora de cualquier síndrome genético conocido o anomalía cromosómica que pudiese ayudar a explicar el motivo de que no creciese. Un estudio de su ADN no fue capaz de especificar el motivo por el cual ella continua teniendo el cuerpo de un niño, aunque, hoy, está con 16 años de edad.
Algunos especialistas buscan descubrir algunas explicaciones sobre su no envejecimiento. Para Richard Walker, de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sul de Florida, en Tampa, el cuerpo de Brooke no tiene un desarrollo coordinado. Es como si estuviese fuera de sincronízación. Prueba de eso es su edad ósea, estimada  en 10 años. En sus primeros seis años de vida, Brooke pasó por una serie de emergencias médicas y sobrevivió a todas. Tuvo siete ulceras estomacales, convulsión cerebral que fue diagnosticada  como un accidente vascular cerebral, sin daño aparente. A los 4 años de edad, Brooke cayó en un estado letárgico que la  llevó a dormir 14 días. Los médicos, entonces, diagnosticaron un tumor cerebral. Actualmente, Brooke frecuenta una escuela para criaturas con necesidades especiales y permanece congelada en la infancia más absoluta.
Un caso semejante es el de Soraya Brown, conocida como “la niña que se niega a crecer”. Con más de un año de edad, ella pesa hoy 3,5 kilos, lo que sería normal para una criatura recién nacida. Radiografías oseas revelaron anormalidades, sin embargo una prueba genética  para una rara dolencia de enanismo, denominada Síndrome de Silver-Rusel, resulto negativa, así como otras formas de enanismo que también fueron descartadas. Brooke y Brown son casos extremadamente raros. Los hechos nos llevan a la reflexión sobre la estructura funcional del periespíritu, a la Ley de Causa y Efecto, a la reencarnación, al suicidio, entre otros temas que la Doctrina Espirita explica muy bien.
A propósito, sobre la tesis reencarnacionista, la Word Christian Enciclopedia informa que los “500 investigadores y 121 consultores, después de visitar 212 países, concluyeron, en 100 relatos, que, en el año 2000, la población de la Tierra alcanzaría 6.260.000.000 de habitantes, y que 2/3 de esa población, esto es, cerca de 4.000.000.000 de personas, serán reencarnacionistas” . (1)
En verdad, antes de reencarnar, examinando las propias necesidades de perfeccionamiento moral, muchas veces, solicitamos la limitación física en la nueva experiencia carnal, para que esa condición nos induzca  a la elevación de sentimientos. Pedimos a los Benefactores la enfermedad capaz de educar los impulsos; esa o aquella lesión física que nos ejercite la disciplina; determinada mutilación que nos inhiba el arrastramiento,  la agresividad exagerada, el complejo psicológico que nos remueva las ideas inferiores, etc.
Es la lógica de justicia de la Ley de la Reencarnación y del Principio de Causa y Efecto. Ya vivimos, en la Tierra o en otros orbes, innumerables veces y traemos grabado, en el tejido sutil del psicosoma, los registros de nuestras adquisiciones y desatinos anteriores, cuales fulcros energéticos en núcleos de potenciación, y, en el momento de la ligación del periespíritu al ovulo, reflejamos, en esa célula, el nivel de nuestro estado moral. Por tanto, nuestro estado evolutivo es el que determinará el  renacimiento con anomalías congénitas o no.
 Las malformaciones congénitas son extremamente variables tanto en el tipo como en el mecanismo causal, pero todas surgen de un trastorno del desarrollo durante la vida fetal. Hay anomalías bioquímicas que se manifiestan en el  nacimiento o en el periodo neonatal y son tenidas como defectos de nacimiento (Birth Defect), aunque muchos no estén asociados a una malformación actual. Una criatura podrá estar malformada porque su programación genética  fue imperfecta o. porque, factores ambientales alteraron el trabajo de formación, o, también, por la existencia simultanea de las dos cosas.
Por ese motivo, las malformaciones son clasificadas en tres grandes grupos: de causa genética, de causa ambiental y de causa multiforme. Las primeras son hereditarias y pueden repetirse en la familia; las segundas ocurren esporádicamente, y las últimas son como una situación intermediaria entre las dos.
Las raíces de cualquier patología tienen sus bases en la estructura periespiritual, aunque esté aparentemente saludable, una persona puede traer en sus Centros Vitales las disfunciones latentes adquiridas en esta o en otras vidas, que, más temprano, o más tarde vendrán a la piel en el cuerpo físico, bajo la forma de variados síndromes, más o menos graves, conforme la extensión de la lesión y la posición mental del deudor. 
Somos herederos de nuestras acciones pretéritas, tanto buenas como malas. La cuenta del destino, creada por nosotros mismos, está impresa en el cuerpo psicosomático. Esos registros fluyen para el cuerpo  físico y culminan por determinar el equilibrio o el desequilibrio de los campos vitales.

Solo el reconocimiento académico, en el futuro, de la primacía del espíritu sobre la materia, asociada al principio de la reencarnación, esto es, a la integración de la herencia espiritual a la hereditariedad genética, comandada por el espíritu, vía periespíritu, regida por la Ley de Causa y Efecto, es lo que permitirá que se identifiquen en el espíritu inmortal, las verdaderas causas de los desequilibrios que eclosionan en el cuerpo físico, bajo aspectos de variados síndromes, incluyéndose los disturbios psicológicos.
La Cuestión 335, de El Libro de los Espíritus, consigna que, más allá del genero de vida que le debe servir de prueba, el espíritu puede, también, escoger el cuerpo, porque las imperfecciones de este cuerpo son, para el pruebas que ayudan a su progreso  si vence los obstáculos que en el encuentra.” (2) Sin embargo, la elección no depende siempre de él. Cuando el Espíritu es atrasado, moralmente, o no tiene aptitud para hacer una elección con conocimiento de causa, Dios le impone experiencias como instrumento de expiación.
La Ley de Causa y Efecto regula nuestros actos, nuestras acciones y nuestros pensamientos. Es por medio de la pluralidad de las existencias que el Espiritismo nos enseña: los males y aflicciones sufridas por nosotros  son pruebas o expiaciones y sufrimos en la vida presente  las consecuencias de las faltas que cometemos en existencia anterior. Así, hasta que hayamos pagado la ultima deuda de nuestras imperfecciones, vamos a proseguir en la secuencia de nuestras reencarnaciones. Vida tras vida, en la Tierra o en otro orbe, con el fin de alcanzar la plenitud de la luz.
 Jorge Hessen

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