Hoy abordamos los siguientes temas:
- Un futuro con esperanza
-El mal no está en la esencia del Amor Divino
-Mediumnidad curativa
-La Génesis : Transición planetaria
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UN FUTURO CON ESPERANZA
Como ya sabéis todos los que de alguna forma pertenecéis al ámbito del espiritismo, desde hace ya años, la espiritualidad superior está dando pasos agigantados para propiciar y consolidar el tránsito de nuestro rudo planeta Tierra desde la esfera de las pruebas y las expiaciones hasta la escala de la regeneración. Se trata de un trabajo descomunal, inmenso y de incalculable valor, pues transformar el orbe donde habitamos más de siete mil millones de almas encarnadas no es fácil. Pero para los nobles hermanos del otro plano, bajo la dirección atenta del Maestro Jesús y el beneplácito del Padre Celestial, no existe reto imposible de llevar a cabo. Nada volverá a ser igual en nuestro globo y con toda probabilidad, en unos siglos, tiempo minúsculo contemplado desde el océano de la eternidad, el ser humano habrá ganado la batalla al mal y habrá esparcido por doquier las semillas del amor y la misericordia, acorde a los designios divinos. Allí estaremos para contemplarlo. Como el sabio profeta anticipó hace ya mucho tiempo: “el lobo yacerá con el cordero y el becerro y el león andarán juntos” (Isaías 11,6)
- Reinaldo Inocente Formoso-
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EL MAL NO ESTÁ EN LA ESENCIA DEL AMOR DIVINO
Si tenemos en cuenta que en el Universo no hay más que una única fuente creadora de energía, la Fuente Divina o Dios, y que de esa fuente fluye constantemente la Energía Dios- Amor, Vida, Ley, Orden, Unión, Sentimiento, Inteligencia, Sabiduría, Armonía, Equilibrio, Fuerza,- podremos deducir y afirmar que el mal no ha salido de la Fuente Divina y, por lo tanto, no ha sido creado, no tiene entidad propia, no tiene existencia individualizada. Solo “es” y tiene existencia eterna aquello que ha salido del Seno divino, aquello que ha sido creado por el Designio Divino. El Mal no está en la esencia de Amor Divino, por tanto el mal, no ”es”.
Sin embargo todos diremos que el mal existe porque lo estamos viendo cada día, que el mundo está lleno de mal, que continuamente se realizan actos malos, criminales y perversos, que el mal tiene más potencia que el bien en nuestro planeta, que el mal alcanza formas muy estudiadas a través de los rituales mágicos.
La historia humana nos enseña que el hombre se ha sentido siempre influenciado por el “mal” y algunas veces, hasta dominado por “entidades del mal”, por “fuerzas del mal”. La idea de que el mal era una entidad real condujo al hombre a darle una categoría superior, a considerarlo como una forma de la divinidad, como una entidad que tenía fuerza y poder por encima de la capacidad humana, y por ello lo deificó. En todas las culturas se crearon dioses del mal, malignos, que necesitaban sacrificios y adoraciones para aplacarlos y conseguir que su fuerza negativa no alcanzara al hombre.
El grado de valoración que el Ser humano ha dado al “mal” ha sido alto y continúa perdurando hasta nuestros días. Actualmente podemos ver como todas las religiones nos hablan del “castigo de Dios”, de “las penas eternas del infierno”, de “la condenación eterna”, de “la maldición divina” y de imágenes que nos muestran a Dios irritado, enfadado, castigador, cruel, despiadado, en una palabra: “malo”.
Se ha dicho al hombre que debe ser “temeroso de Dios”, que debe tener “temor de Dios”, aunque lo suavicen al decir que es el “santo temor de Dios”. Y es que en la conciencia humana se ha formado a través de los tiempos, una imagen incorrecta de Dios, más parecida a una condición humana que a una condición divina, y por ello no se ha comprendido la realidad divina ni se ha entendido el significado de los atributos de Perfectibilidad y de Inmutabilidad, así como tampoco se ha comprendido la verdadera realidad de la Creación ni de las Leyes Divinas que la rigen y que determinan como deben ser los diferentes componentes que configuran todo lo creado y qué caminos deben seguir. Estos desconocimientos son los que han propiciado que la mente humana creara y formara las imágenes de las entidades malignas como el Demonio, Satanás, Lucifer y todos los demonios a los que se les ha situado y concedido una fuerza maligna opositora a Dios, como si Dios estuviera en un plano de igualdad o nada pudiera hacer ante sus opositores.
Aún se admite como “Libro Sagrado” que contiene la “palabra de Dios” el conjunto de libros del Antiguo Testamento que componen la primera parte de la Biblia. Se admite y se acepta al pie de la letra, todo lo que se dice en dichos libros, porque “ha sido dicho por Dios”, sin pensar ni razonar si lo que se dice que él dijo es armónico con su Esencia de Amor y coincidente con sus Leyes. Esta aceptación generalizada es la que nos tiene que hacer pensar y caer en la cuenta, de la enorme influencia y del gran arraigo que la idea del “mal” ha conseguido tener en nuestros Espíritus, ya que no es más que el concepto del “mal” que tiene predominio en nuestros pensamientos, el que nos hace admitir como correcto y “verdadero”, el hecho de que Jehová o Dios, ordene a los israelitas que aniquilen a los pueblos vecinos porque no siguen sus leyes y porque el “pueblo escogido” es el que debe tener la “tierra prometida”.
Con la aceptación del mal como algo connatural en la Creación, se forma en el Ser humano un estado de disposición interna que le conducirá a admitir fácilmente la “división” entre Seres creados y aceptará, como si fuese una realidad eterna, la existencia de Seres buenos y malos, de ángeles “caídos” y de “Espíritus puros”, de “Espíritus del Señor” y de “Espíritus de las Tinieblas”. Al creerlo como verdadero y elevarlo a la categoría de “auto de fe” por los dignatarios de las iglesias, les proporciona una base desde la cual nos hablarán de la existencia real del demonio y de la lucha que debe mantenerse en contra de él. Se le da tanto valor y capacidad al poder del “mal”, al demonio, que deben prepararse verdaderos especialistas para luchar contra él, capaces de exorcizar al demonio cuando dicen que ha tomado posesión de un cuerpo humano.
El mal es una constante en el Ser humano desde sus primeras encarnaciones hasta la actual Era evolutiva. Nuestros Espíritus han creído y creen aún, en la identidad del mal, en la personificación del mal, en las altas potestades del mal, en los ángeles malos.
Si hemos dicho que el mal no ha sido creado, que no existe como tal, y por otro lado apreciamos como la mente humana lo admite como verdadero, entonces deberemos preguntarnos: ¿ qué es el mal? ,¿Cómo se forma y aparece?. Para dar respuesta a estas preguntas analicemos si pudiera ser que el “demonio”, figura alegórica del Espíritu del mal, se encontrase donde quiera que haya espíritus encarnados en la materia.
Lo primero que se desprende de esta reflexión, es que el demonio es, en efecto, una figura alegórica y no una realidad, y que el Espíritu del mal lo encontramos donde haya espíritus encarnados en la materia, y no en otro lugar. El razonar y el buscar el por qué el Espíritu del mal se encuentra solamente en donde haya espíritus encarnados en la materia, nos conducirá a dar respuesta a las preguntas anteriores y nos aclarará lo que podemos entender como “Espíritus del mal”. Esto nos será necesario para poder comprender las razones en las que se basan los Seres de Luz para programar muchas encarnaciones y determinar las pruebas concretas que deben figurar y contenerse en la encarnación.
Será importante que entendamos con claridad qué es y qué debemos entender por Espíritu del mal, porque nos ayudará a conocer como actúa y por qué actúa de la forma como lo hace, aunque sepamos que toda la acción esté sujeta y controlada por Entidades Superiores, responsables de mantener el Orden Cósmico, que son las que determinarán el grado de influencia que pueden producir los Espíritus del mal con sus acciones y, también adónde pueden producirla y adónde no.
El conocimiento de cómo tiene lugar el movimiento de la energía negativa por parte de las personas que se mueven en vibraciones bajas o malas, nos permitirá eliminar la confusión y la ignorancia que existe en relación al “al” como elemento de acción entre los Seres. Sabremos qué posibilidades tiene una persona que esté vinculada al Espíritu del mal, de hacer llegar a otra persona sus malos pensamientos. De ese modo podremos borrar los miedos y los temores que crea la ignorancia sobre lo que es la “magia negra”, el “mal de ojo”, el “Trabajo maligno”, o cualquier otra imagen que la mente humana haya formado sobre la acción de la energía del mal. Podremos saber cuáles son las condiciones que deben darse para que nos pueda afectar un pensamiento, un sentimiento, un deseo o una acción, que una persona puede dirigir hacia nosotros. Lo que tantas veces se oye decir: “me están haciendo mal”, “me están haciendo un trabajo”, “me han hecho vudú”, para saber en qué medida es posible que tenga lugar y nos afecte, se requiere un conocimiento lo más exacto posible de la Ley de Vibración Energética y de la Ley de Afinidad Vibratoria, ya que este conocimiento, de producirse el hecho, nos permitirá saber cómo podemos neutralizarlo o impedir que nos alcance.
Como hemos visto anteriormente, el mal es el efecto o la consecuencia de nuestras ignorancias, de nuestras actuaciones contrarias a la Ley Divina del Amor y a la Ley de Fraternidad. Sabemos que toda ignorancia deberá ser sustituida por el conocimiento conveniente que conduzca al Ser a tener la argumentación y las razones firmes que le permitirán no incurrir de nuevo en el error,. Y sabemos que los conocimientos se adquieren por medio de las pruebas y las situaciones diversas que obligatoriamente deberemos de pasar y vivir en una nueva encarnación, que habrá sido programada básicamente para que se alcance el objetivo de separarnos del “mal”.
Pero recordemos que las situaciones negativas aparecen y se inician con el ejercicio equivocado de la libertad del Ser. El Ser es libre de actuar si lo desea, puede moverse por el camino del mal, por el camino contrario al señalado por las Leyes Divinas.
Cualquier actitud negativa, como puede ser la formada por los celos, la envidia o el resentimiento, es generadora de fuerzas internas capaces de originar impulsos, en aquellos Seres que no tienen el conocimiento de las Leyes Divinas bien asimilado, que le llevarán a desear el mal a la persona que es el punto de origen de la actitud negativa. Si estas actitudes negativas producen un cierto efecto a la persona que las recibe, la persona que las emite puede sentir una sensación de poder, una sensación de estar por encima de la voluntad de sus semejantes y dar lugar a que, sintiéndose orgullosa de su poder, persista en su actuación maligna, produciendo mayores energías negativas, que reiteradamente dirigirá hacia los Seres que están en su entorno. En estas circunstancias, este Ser se habrá convertido en un Ser malo, dominado por la energía del mal que él mismo ha generado y que no le será posible escapar a su influencia y dominio, ya que esta actitud ha cerrado, por falta de afinidad vibratoria, toda posible comunicación con el Ser espiritual que es su protector y que es quien podría ayudarle a tomar el camino correcto, sino todo lo contrario, sus vibraciones le relacionan estrechamente con las entidades espirituales negativas que, por afinidad, le darán mayor fuerza a sus vibraciones bajas.
Cuando llega el momento de desencarnar para el Ser que reiteradamente ha generado energías negativas, produciendo formaciones energéticas densas, inevitablemente arrastrará consigo todo el campo vibratorio generado por él y este campo negativo continuará aislándole de la influencia de su protector por falta de afinidad vibratoria, y lo sumirá en la densidad vibratoria baja, oscura
y negativa, que será apoyada por entidades afines a dichas energías. Se habrá convertido en un Espíritu del mal.
El Espíritu del mal sentirá satisfacción en poyar y alentar a los Espíritus encarnados que generan las vibraciones negativas de los defectos morales.
Establecidos los lazos de afinidad entre él y el Ser encarnado que emite vibraciones parecidas a las suyas, le potenciará sus energías negativas y si persiste mucho tiempo, la afinidad vibratoria entre ambos, llegará a dominarlo por completo y a obligarlo a que se mueva y actúe en la dirección del mal, cada vez con mayor intensidad. Se habrá establecido una relación de dependencia entre el Ser espiritual malo y los Seres encarnados malos. Pero esta afinidad vibratoria no se basará en la relación de amistad o de fraternidad porque, siendo Seres de vibración negativa, no pueden emitir ni sentir vibraciones positivas. La relación será siempre de dominio, de imposición, de sojuzgamiento, de desprecio e incluso de burla, por parte del Espíritu del mal sobre el Ser encarnado, el cual pasará a ser su instrumento en el campo físico.
Pero todo el movimiento citado, como sabemos, está controlado y registrado por las Leyes Divinas, cuyos ejecutores son los Seres espirituales guías y protectores, tanto del Ser espiritual malo como de los Seres encarnados malos.
Aunque a los Espíritus del mal les parezca que pueden hacer lo que les plazca y pueden ir allá donde les venga en gana, la realidad es que todos sus movimientos, todas sus acciones y todas sus emisiones de energía, están vigiladas y controladas por los Seres de Luz, con la colaboración de los guías espirituales y protectores.
(Art. Extractado de “La Encarnación y Desencarnación del Ser espiritual”, de la Colección Ciencia Cósmica).
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MEDIUMNIDAD CURATIVA
Es la capacidad que tiene ciertos médiums de curar molestias por sí mismos, provocando reacciones reparadoras de tejidos y órganos del cuerpo humano, inclusive las generadas por la influenciació n espiritual.
Así como hay médiums que emitan fluidos propios para la producción de efectos físicos concretos (ectoplasma) , los hay igualmente para la emisión de aquellos que operan las reparaciones antes referidas.
El fluido, en esencia, es siempre el mismo: sustancia cósmica fundamental, pero sus propiedades y efectos varían inmensamente, según la naturaleza de la fuente generadora inmediata, de la vibración específica y, en muchos casos, como por ejemplo, éste, de curación, según el sentimiento que presidió el acto de la emisión.
La diferencia entre los dos fenómenos está en que en el primer caso (ectoplasma) , el fluido es pesado, denso, apropiado para la producción de formas o de efectos objetivos por condensación; mientras que, en el segundo, es sutilizado, radiante, apropiado para alterar las condiciones vibratorias existentes.
El médium curador además del magnetismo propio goza de la aptitud de captar esos fluidos leves y benignos de las fuentes energéticas de la Naturaleza, irradiándolas, en seguida, sobre el enfermo, revigorizando los órganos, normalizando funciones, destruyendo placas y quistes fluídicos producidos por auto-obsesión o por influencia directa.
Se pone en contacto con esas fuerzas orando y concentrándose, animado por el deseo de ejercer la caridad evangélica y, como la ley del amor es la que preside todos los actos de la vida espiritual superior, se coloca en condiciones de vibrar en consonancia con todas las actividades universales de la Creación; recibe fuerzas de alto poder terapéutico, que, entonces, pasando por él llegan hasta el enfermo quien, a su vez, por la fe o por la esperanza, se colocó en sintonía vibratoria para recibirlas.
Los fluidos radiantes interpenetran el cuerpo físico, alcanzan el campo de la vida celular, bombardean los átomos, les elevan la vibración íntima e inyectan en las células una más intensa vitalidad que, en consecuencia, acelera los cambios (asimilación, eliminación), resultando de todo ello, finalmente, una alteración benéfica que repara lesiones o equilibra funciones. Esto en el cuerpo físico.
Y actuando a través de los centros anímicas (órganos de ligazón con el periespíritu) alcanzan a éste, que también se beneficia purificándose con la aceleración vibratoria, tornándose así incompatible con las de más bajo tenor. En esta forma es que se operan las curaciones de perturbaciones espirituales en la parte que se refiere al perturbado propiamente dicho.
Ya sabemos que la mayor parte de las molestias de fondo grave y permanente pueden ser curadas, puesto que son rescates kármicos en pleno desenvolvimiento, salvo cuando hay permiso de la Alto para hacerlo, mas en todos los casos tiene beneficios el enfermo, porque al menos ha de conseguir una atenuación del sufrimiento.
En estos casos de curaciones se aplican las advertencias que hacemos cuanto tratamos de los pases y radiaciones, conviniendo consultar para ello el capítulo 20 de este libro.
EDGARD ARMOND
DE SU LIBRO MEDIUMNIDAD
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La Génesis: Transición Planetaria
La ley del progreso alcanza a todos los seres y la Humanidad, constituida por los espíritus encarnados y desencarnados, no escapa a esa ley. La Humanidad ha realizado hasta hoy indiscutibles progresos. Los hombres, gracias a su inteligencia, han obtenido resultados jamás alcanzados en lo que respecta a la ciencia, el arte y el bienestar material. Pero les queda aún por realizar un inmenso progreso: hacer reinar entre sí la caridad, la fraternidad y la solidaridad para asegurar el bienestar moral. Tal es el período en el que hemos entrado y que señalará una de las más importantes fases de la Humanidad.
La generación futura, libre de las escorias del viejo mundo y formada por elementos más puros, estará animada por ideas y sentimientos muy diferentes de los que nutren a la generación actual, que se va a pasos agigantados. El viejo mundo habrá muerto y vivirá en la historia, como sucede hoy con la Edad Media y sus costumbres bárbaras e ideas supersticiosas. Pero un cambio tan radical como el que se está elaborando no puede llevarse a cabo sin perturbaciones. Hay una lucha inevitable en las ideas. Ese conflicto originará forzosamente perturbaciones temporales, hasta que el terreno haya sido desbrozado y el equilibrio restablecido. Los graves acontecimientos anunciados surgirán de esa lucha de ideas y de ningún modo de cataclismos o catástrofes puramente materiales. Los cataclismos generales eran consecuencia del estado de formación de la Tierra. Hoy ya no se agitan las entrañas del globo, sino las de la Humanidad.
La agitación que se manifiesta a veces en toda una población no es algo fortuito, ni producto de un capricho: se origina en las leyes naturales. Esta efervescencia, en un comienzo inconsciente, se manifiesta como un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio. Se traduce por una agitación sorda, luego por actos que conducen a revoluciones sociales, las que, creedlo, tienen también su periodicidad, como ocurre con las revoluciones físicas, ya que todo se encadena. Si la visión espiritual no estuviese limitada por el velo de la materia, veríamos esas corrientes fluídicas que, como miles de hilos conductores, enlazan las cosas de orden espiritual con las de orden material.
Sí, ciertamente, la Humanidad cumple un período de transformación, como los que vivió ya en épocas pasadas. Cada transformación está marcada por una crisis que es, para el género humano, lo que son las crisis de crecimiento para el ser humano como individuo. Estas crisis, a menudo dolorosas, se llevan consigo a generaciones e instituciones, pero siempre son seguidas por una fase de progreso material y moral.
La Humanidad terrestre llegó a uno de los períodos de crecimiento. Desde hace casi un siglo se encuentra en pleno trabajo de transformación, razón por la cual se agita por doquier presa de una especie de fiebre y como impulsada por una fuerza invisible, hasta que haya retomado su lugar sobre nuevas bases.
A la agitación de encarnados y desencarnados suelen unirse, casi siempre, ya que en la Naturaleza todo se encadena, las perturbaciones de los elementos físicos. Entonces, durante un tiempo, se produce una auténtica confusión general, pero que pasa como un huracán, después de la cual el cielo vuelve a abrirse y la Humanidad, restablecida sobre nuevas bases e imbuida de nuevas ideas, inicia una nueva etapa de progreso. «Será en el período que se inicia que se verá florecer al Espiritismo y que éste producirá sus frutos. Es, por lo tanto, más para el futuro que para el presente que vosotros trabajáis. Pero era necesario que esos trabajos se elaborasen anticipadamente, porque preparan las vías de la regeneración por la unificación y la racionalidad de las creencias. Felices quienes disfrutan de la Doctrina desde ahora: será para ellos un gran adelanto logrado y muchas penas evitadas».
La Humanidad ha llegado a uno de esos períodos de transformación o, si se quiere, de crecimiento moral. Pasó de la adolescencia a la edad viril. El pasado ya no basta a sus nuevas aspiraciones y nuevas necesidades.
No puede ser gobernada por los mismos medios. No se contenta con ilusiones y engaños: su razón madura reclama alimentos más sustanciales. El presente es demasiado efímero, comprende que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por entero y, por tanto, vuelve su mirada hacia el pasado y el futuro para descubrir el misterio de su existencia y encontrar en ellos la seguridad que consuela.
Quien haya reflexionado sobre el Espiritismo y sus consecuencias, sin limitarlo a la producción de algunos fenómenos, comprenderá que esta Doctrina abre a la Humanidad un nuevo camino, ofreciéndole infinitos horizontes. Al iniciarlo en los misterios del mundo invisible, le señala su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado corporal como en el espiritual. El hombre no camina ya a ciegas: sabe de dónde viene, adónde va y por qué está sobre la Tierra. Ya no es una vaga esperanza: es una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y que vivirá aún y que de todo lo que adquiere en perfección gracias al trabajo nada se pierde. Encuentra en sus existencias anteriores la razón de lo que es hoy y, también, de lo que es hoy, sabrá deducir lo que será mañana.
La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Pero no hay una fraternidad real, sólida y efectiva si no está fundada sobre una base inquebrantable: esta base es la fe, más no la fe en tales o cuales dogmas especiales que cambian con los tiempos y los pueblos y que se excluyen y luchan entre sí anatematizándose y fomentando las divisiones y el antagonismo. Sino la fe en los principios fundamentales que todos pueden aceptar: Dios, el alma, la vida futura, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. Cuando todos los hombres se convenzan de que Dios hay uno solo para todos, que ese Dios soberanamente justo y bueno no desea la injusticia y que el mal proviene de los hombres y no de Él, entonces se sentirán todos hijos del mismo Padre y se estrecharán la mano.
Esa es la fe que da el Espiritismo y que será en lo sucesivo el eje cardinal alrededor del que se moverá el génesis humano, sean cuales fueren los cultos y las creencias individuales.
El progreso intelectual, llevado a cabo hasta hoy en las más vastas proporciones, constituye un gran adelanto y señala la primera fase de la Humanidad. Pero por sí solo es impotente para regenerar. En tanto el hombre esté dominado por el orgullo y el egoísmo, utilizará su inteligencia y sus conocimientos en beneficio de sus pasiones e intereses personales.
Sólo el progreso moral puede asegurar la felicidad de los hombres sobre la Tierra poniendo freno a las malas pasiones. Sólo él puede hacer reinar entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad.
Él es el encargado de tirar abajo las barreras que separan a los pueblos, el que hará desaparecer los prejuicios de castas y acallará los antagonismos sectarios, enseñando a los hombres a considerarse hermanos destinados a ayudarse y no a vivir parasitariamente los unos de los otros.
Será también el progreso moral, secundado por el progreso intelectual, quien unirá a los hombres en una misma creencia establecida sobre las verdades eternas, aceptadas universalmente, y, por eso mismo, no será motivo de discusión. La unidad de creencia será el eslabón más poderoso, la base más sólida para el logro de la fraternidad universal, resquebrajada en todos los tiempos por los antagonismos religiosos que dividen a los pueblos y a las familias, y que hacen ver en los disidentes a enemigos de quienes es necesario huir y a quienes hay que combatir y exterminar, en vez de ver en ellos a hermanos a quienes se debe amar. Tal estado de cosas supone un cambio radical en el sentir de las masas, un progreso general que no podía llevarse a cabo sin salir del círculo de ideas mezquinas y rastreras que fomentan el egoísmo. Hoy la Humanidad está madura para mirar más allá de lo acostumbrado y mejor dispuesta para asimilar ideas más amplias, así como para comprender lo que no había entendido antes.
Esta etapa ya revela ciertos signos inequívocos de su presencia: tales son las tentativas de reformas útiles, las ideas amplias y generosas que se dan a conocer y que comienzan a tener repercusión. Es así como vemos aparecer una increíble cantidad de instituciones protectoras, civilizadoras y emancipadoras bajo el impulso y por iniciativa de hombres evidentemente predestinados para este trabajo de regeneración. Las leyes penales se humanizan un poco cada día, los prejuicios de raza se debilitan, los pueblos comienzan a considerarse miembros de una gran familia. Mediante la uniformidad y la facilidad de los medios de transacción, van suprimiendo las barreras que los distanciaban. Delegados de todas las partes del mundo son convocados para reunirse en comicios universales y realizar asambleas pacíficas e intelectuales. Pero falta a esas reformas una base para desarrollarse, completarse y consolidarse. Es necesaria una predisposición moral más generalizada para que dé frutos y que las masas los acepten. Mas no por eso dejan de ser una señal característica del tiempo actual, el preludio de lo que se cumplirá en mayor medida, conforme el terreno se vaya solidificando.
Otro signo característico de la época que se inicia es la reacción favorable hacia las ideas espiritualistas y la repulsión instintiva de las concepciones materialistas. El espíritu de incredulidad que se había apoderado de las masas, ignorantes o cultas, y que las había hecho rechazar, junto con la forma, el fondo mismo de toda creencia, parece haber sido un sueño que al despertar produce la necesidad de respirar un aire más vivificante. Involuntariamente, donde se hizo el vacío se busca algo, un punto de apoyo, una esperanza.
No es el Espiritismo el artífice de la renovación social, sino la madurez de la Humanidad la que convierte a esta renovación en una necesidad. Por su fuerza moralizadora, por sus tendencias progresistas, por la amplitud de sus miras, por la generalidad de los temas que abarca, el Espiritismo, más que ninguna otra doctrina, es apto para secundar al movimiento regenerador. Por tal motivo, ambos son contemporáneos.
El número de partidarios del retroceso es, sin ninguna duda, grande aún. Pero, ¿qué pueden contra la marea que asciende, además de arrojarle piedras? La generación que se eleva representa a esa marea, mientras que ellos desaparecen junto con la generación que se va a pasos de gigante. Hasta entonces defenderán el terreno palmo a palmo. La lucha es inevitable, pero es una lucha desigual: entre el hombre y la voluntad de Dios, ya que los tiempos por Él señalados han llegado ya.
(Extractos de La Génesis, de Allan Kardec) Extraído de la Revista Espírita de la FEºE n3
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