jueves, 9 de noviembre de 2017

Las comunicaciones con lo invisible





  Hoy veremos aquí:

- ¿Un Dios castigador?
- Las huellas de los Maestros
- Fraudes espiritistas
- Las comunicaciones con lo invisible.



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                               ¿ Un Dios castigador ?

    Si Jesús amenazó a los culpables con el fuego eterno, también los amenazó con echarlos a
la Gehenna. ¿Y qué era esa Gehenna? Un sitio cercano a Jerusalén, un pudridero a donde iban las
inmundicias de la ciudad. ¿Deberíamos tomar esto así, al pie de la letra? Era una de aquellas figuras enérgicas con cuya ayuda impresionaba a las masas. Lo mismo sucede con el fuego eterno. Si tal no hubiese sido su pensamiento, estaría en contradicción consigo mismo enalteciendo la clemencia y la misericordia de Dios, porque la clemencia y la inexorabilidad son tan contrarias, que se anulan.
    Sería, pues, interpretar muy mal el sentido de las palabras de Jesús, ver en ellas la sanción del
dogma de las penas eternas, cuando toda su enseñanza proclama la mansedumbre del Creador.
En la oración dominical nos enseña a decir: “Señor, perdónanos nuestras ofensas, como
perdonamos a los que nos han ofendido.” Si el culpable no pudiera esperar perdón alguno, no haría
falta pedirlo. ¿Pero este perdón es sin condición?, ¿es una gracia, un indulto puro y sencillo del
merecido castigo? No, la medida de este perdón está subordinada al modo con que habremos
perdonado, es decir, que si no perdonamos, no seremos perdonados. Dios, imponiendo como
condición absoluta el olvido de las ofensas, no podía exigir que el hombre débil hiciese lo que el
Todopoderoso no hiciera. La oración dominical es una protesta diaria contra la venganza de Dios.

7. Para hombres que sólo tenían una noción confusa de la espiritualidad del alma, la idea del
fuego material nada chocante era, tanto menos cuanto que estaba en la creencia vulgar, derivada de la del infierno pagano, casi universalmente esparcida. La eternidad de las penas nada tenía tampoco que repugnarse a gentes sometidas desde muchos siglos a la legislación del terrible Jehová. En el pensamiento de Jesús, el fuego eterno no podía ser más que una figura. Poco le importaba que aquella figura fuese tomada al pie de la letra, si debía servir de freno. Bien sabía que el tiempo y el progreso se encargarían de hacer comprender su sentido alegórico, sobre todo cuando, según su predicción, el Espíritu de Verdad vendría a iluminar a los hombres sobre todas las cosas.
    El carácter esencial de las penas irrevocables es la ineficacia del arrepentimiento. Jesús, pues, jamás dijo que el arrepentimiento nunca hallaría perdón ante Dios. En todas las ocasiones, al
contrario, muestra a Dios clemente, misericordioso, dispuesto a recibir al hijo pródigo a su regreso,
bajo el techo paterno. No lo presenta inflexible más que con el pecador endurecido. Pero si tiene el
castigo en una mano, en la otra tiene siempre el perdón para el culpable, cuando éste vuelve
sinceramente hacia Él.
    No es éste, por cierto, el retrato de un Dios sin piedad. Así es que conviene hacer notar que
Jesús nunca pronunció contra persona alguna, ni aun contra los mayores culpables, una
condenación irremisible.
8. Todas las religiones primitivas, de acuerdo con el carácter de los pueblos, tuvieron dioses
guerreros que combatieron mandando los ejércitos. El Jehová de los hebreos les daba mil medios
para exterminar a sus enemigos, les premiaba con la victoria o les castigaba con la derrota. Según la idea que se formaba de Dios, se creía honrarle o aplacarle con la sangre de los animales o de los hombres. De aquí proceden los sacrificios sangrientos que tan importante papel hicieron en todas las religiones antiguas. Los judíos habían abolido los sacrificios humanos. Los cristianos, a pesar de la enseñanza de Cristo, creyeron por mucho tiempo honrar al Creador entregando por millares a las llamas y a los tormentos a aquellos que llamaba herejes. Eran, bajo otra forma, verdaderos sacrificios humanos, puesto que lo hacían para mayor gloria de Dios, y con acompañamiento de ceremonias religiosas. Hoy mismo invocan todavía al Dios de los ejércitos antes del combate, y le glorifican después de la victoria, y esto, muchas veces por las causas más injustas y más anticristianas.
9. ¡Cuán tardío es el hombre en desprenderse de sus preocupaciones, de sus costumbres y de
sus ideas primeras! Cuántos siglos nos separan de Moisés, y nuestra generación cristiana ve todavía huellas de los antiguos y bárbaros usos, admitidos, o al menos aprobados, por la religión actual. Ha sido necesario el poder de la opinión de los no ortodoxos, de aquellos apellidos herejes, para concluir con las hogueras y hacer comprender la verdadera grandeza de Dios. Pero a falta de
hogueras, las persecuciones materiales y morales están en todo su vigor. Tan arraigada está en el
hombre la idea de un Dios cruel. Imbuido de sentimientos que le inculcan desde la niñez, ¿puede el
hombre admirarse de que el Dios que le representan honrándose por actos bárbaros, condene a
tormentos eternos, y vea sin piedad los padecimientos de los condenados?
 Sí, son algunos filósofos impíos, en sentir de algunos, los que se escandalizaron al ver el
nombre de Dios profanado por actos indignos de Él. Son aquellos que lo mostraron a los hombres
en toda su magnitud, despojándole de las pasiones y de las pequeñeces humanas que le atribuía una creencia poco ilustrada. La religión ganó en dignidad lo que perdió en prestigio exterior, pues si son menos los hombres adictos a la forma, es mayor el número de los que son con más sinceridad
religiosos en su corazón y en sus sentimientos.
Pero al lado de aquellos, ¡cuántos hay que, quedándose en la superficie, han venido a parar a
la negación de toda providencia! Por no haber sabido poner al tiempo las creencias religiosas en
armonía con los progresos de la razón humana, han hecho surgir en los unos el deísmo, en los otros la incredulidad absoluta, en otros el panteísmo; es decir, que el hombre se hizo Dios a sí mismo por no ver uno bastante perfecto.

ALLAN KARDEC.

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 LAS HUELLAS DE LOS MAESTROS

No hay duda de que hemos sido creados para alcanzar la dicha eterna y es innegable que existe la senda que ha de conducirnos a ella. Diversos destellos de luz han brotado en todos los tiempos para iluminar el lento caminar de las humanidades hacia su evolución espiritual. 
Nunca nos han dejado solos en el transcurrir de los milenios. Así lo atestiguan las siguientes sabias advertencias: “Por las buenas acciones en si mismas, y no por la cantidad, es por lo que seréis juzgados”, predicaba Krisna, sin duda porque los
hombres que moraban la tierra hace cinco mil años, habían olvidado la enseñanza védica: “Las obras que tienen por principio el amor de su semejante, deben ser ambicionadas por el justo, porque serán las que pesen más en la balanza celeste”. 
Hace 2500 años, Confucio sentenciaba: 

“No hagas a los demás lo que no deseas que los demás te hagan a ti”. 
“Adondequiera que vayas, ve de todo corazón”. 
“El camino de la verdad es ancho y fácil de hallar. El único inconveniente estriba en que los hombres no lo buscan”. 
“La mayor falta es tener faltas y no tratar de enmendarlas”. 
“No te creas tan grande que te parezcan los demás pequeños”. 

Y casi al mismo tiempo, Buda predicaba: 
“Inocencia, numerosas buenas acciones, compasión para el prójimo, caridad, sinceridad, pureza”. Y añadía: “Bienaventurados los pacíficos, que arrojan fuera la mala voluntad, el orgullo y la jactancia, y en su lugar sitúan el amor, la comprensión y la piedad”. 

Una máxima taoísta advierte: “La felicidad depende de la virtud como la desdicha procede del vicio”. 

“El deseo del Bien es el Amor Supremo”, nos dijo Platón. 

Un fariseo preguntó a Jesús cual era el más grande mandamiento en la ley. Y el Maestro le dijo: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer y gran mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. (Mt 22, 37). 

¿Qué más precisamos?. Decía un joven pensador hace cien años, que la humanidad, olvidadiza por costumbre, ingrata por hábito, rebelde por condición, ignorante por pereza, necesita si posible fuera un redentor por cada siglo. 
¿Despertaríamos así de nuestro letargo y comprenderíamos con mayor rapidez que fuera del Amor jamás alcanzaremos la tan deseada Paz?. 
Somos muy imprudentes al continuar rechazando lo que con tanta generosidad se nos ha ofrecido. Hora es de vencer la inercia que nos domina y nos dispongamos a encontrar un camino de Luz, que ponga punto final a nuestra triste deambular. 

M. Dolores Figueras

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                                 Fraudes Espiritistas

Los que no admiten la realidad de las manifestaciones físicas, generalmente atribuyen a fraude los efectos que se producen. Se fundan en que los prestidigitadores hábiles, hacen 
cosas que parecen prodigios cuando uno no conoce sus secretos; de aquí sacan la consecuencia que los médiums no son otra cosa que escamoteadores. 

Por lo demás, hay una consideración que no puede pasar desapercibida a cualquiera que reflexione un poco. Sin duda hay prestidigitadores de una habilidad prodigiosa, pero son raros. Si todos los médiums practicasen el escamoteo, sería preciso convenir en que este arte hubiera hecho en poco tiempo progresos inauditos y hubiera venido a ser de repente muy común, puesto que se encontraría en estado innato entre gentes que no lo pensaban y aun entre los niños. 

   Porque hayan charlatanes que venden drogas en la plazas públicas, porque haya también médicos que sin ir a la plaza pública, abusan de la confianza, ¿se sigue de esto que todos los médicos sean charlatanes y el cuerpo facultativo de medicina quede perjudicado en su consideración? Porque haya gentes que venden tinta por vino, ¿todos los taberneros son falsificadores y no puede haber vino puro? Se abusa de todo, aun de las cosas más respetables, y puede decirse que el fraude tiene también su genio. 

Pero el fraude tiene siempre un fin, un interés material cualquiera; en donde no hay nada que ganar, no hay ningún interés en engañar. 

Hemos dicho también a propósito de los médiums mercenarios, que la mejor de todas las garantías es un desinterés absoluto. 

315. De todos los fenómenos espiritistas, los que más se prestan al fraude son los fenómenos físicos por motivos que es útil tomar en consideración. En primer lugar, porque se dirigen más a los ojos que a la inteligencia, éstos son los que la prestidigitación puede imitar muy fácilmente. En segundo lugar, llamando más la curiosidad que los otros, son más propios para atraer a la multitud, y por consiguiente más productivos. A este doble punto de vista, los charlatanes ponen todo el interés en simular esa clase de manifestaciones; los espectadores extraños a la ciencia en su mayor parte, generalmente van para procurarse 
una diversión más bien que una instrucción formal, y se sabe ya que se paga más lo que divierte que lo que instruye. Pero además de esto hay otro motivo no menos perentorio. Si la prestidigitación puede imitar efectos materiales, para los que sólo necesita la destreza, no le conocemos, hasta el presente, el don de improvisación que requiere una dosis de inteligencia poco común, ni el de producir estos bellos y sublimes dictados, llenos a menudo de cosas que vienen muy a tiempo, que los Espíritus dan en sus comunicaciones. 

Esto nos recuerda el siguiente hecho: 

Un letrado bien conocido vino un día a vernos y nos dijo que era muy buen médium escribiente intuitivo, y que se ponía a la disposición de la sociedad espiritista. Como tenemos por costumbre el no admitir en la sociedad sino médiums cuyas facultades nos son conocidas, le rogamos que viniera más adelante para hacer las pruebas en una reunión particular. En efecto, vino; muchos médiums experimentados dieron ya sea disertaciones, ya sea contestaciones de una notable precisión sobre las preguntas propuestas y asuntos desconocidos para ellos. Cuando a este señor le tocó el turno, escribió algunas palabras insignificantes; dijo que este día estaba mal dispuesto, y no lo hemos visto más;   seguramente vio que el papel de médiums de efectos inteligentes era más difícil de representar de lo que había creído. 

316. En todas las cosas, las personas más propensas a ser engañadas son aquellas que no son del oficio; y lo mismo sucede con el Espiritismo; los que no le conocen, son engañados muy fácilmente por las apariencias, mientras que un estudio preparatorio y atento les inicia, no solamente en la causa de los fenómenos, también en las condiciones normales en las cuales se pueden producir y de este modo les proporciona el medio de 
reconocer el fraude, si existe. 

Allan Kardec.

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                      PIENSA ANTES DE HABLAR 

No respondas a la ligera cuando seas interpelado por quien quiera que sea;medita por unos instantes lo que vas a decir; principalmente ante la agresión, y si es el caso, haz silencio. 


Libro: MENSAJES TERAPÉUTICOS PARA TU VIDA. 
Alfonso/ Ubaldo Rodríguez

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      LAS COMUNICACIONES CON LO                                      INVISIBLE

Estamos rodeados de una multitud de espíritus ávidos siempre de entrar en comunicación con los humanos. Esta multitud se compone especialmente de almas poco adelantadas, de espíritus ligeros, malos a veces, a quienes la densidad de los fluidos mantiene encadenados a nuestro mundo. 
Las inteligencias elevadas, de fluidos sutiles, de aspiraciones puras, no quedan confinadas en nuestra atmósfera después de la separación carnal. Ellas suben más alto, hacia los centros que les asigna su grado de adelanto. Es cierto que descienden de ellos, con frecuencia, para velar por los seres queridos, se mezclan con nosotros; pero solamente con un objeto útil y en casos de importancia. 
Resulta de esto que los principiantes no obtienen generalmente más que comunicaciones sin valor, respuestas triviales, guasonas, inconvenientes a veces, que les disgustan y les desalientan. En otros casos, el médium inexperimentado recibe por la mesa o por el lápiz, mensajes firmados por nombres célebres, conteniendo revelaciones apócrifas que captan su confianza y le llenan de entusiasmo. El inspirador invisible, conociendo sus lados flacos, lisonjea a su amor propio y sus ideas, sobreexcita su vanidad colmándole de elogios y prometiéndole maravillas. Le aparta poco a poco de otra influencia, de todo consejo ilustrado, y le lleva a aislarse en sus trabajos. Es el principio de una obsesión, de un acaparamiento que puede conducir al médium a resultados deplorables.

LEÓN DENIS 

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