No fue acomodado con la sociedad de su tiempo.
Su palabra nunca permaneció callada delante de las injusticias. Su histórico de bondad incomparable, se combina con la acción enérgica con los fariseos de su tiempo, exploradores del pueblo y por esto fue crucificado. No podría ser distinto.
Su palabra nunca permaneció callada delante de las injusticias. Su histórico de bondad incomparable, se combina con la acción enérgica con los fariseos de su tiempo, exploradores del pueblo y por esto fue crucificado. No podría ser distinto.
El gran libertador de India, Gandhi, alertaba que quien decía que política y religión no combinan, o no sabe lo que es política o no sabe lo que es religión.
Permanecer indiferente delante de la injusticia es consentirla.
Amalia Domingo Soler, luchadora incansable en España por conquistar los derechos sociales de las mujeres, cuando no tenían ninguno.
"Mucho se le pedirá a aquel que mucho le fue dado."
Ampliar nuestro estado de consciencia tiene un precio y muchos de nuestros antecesores pagaron con la vida por esto. Gandhi también decía que si no fuera asesinado sería un fraude. El testemonio de la verdad muchas veces es caro.
El libro de los Espíritus dice que estamos aquí encarnados para: “Instruir a los hombres; favorecer su progreso; mejorar sus instituciones por medios directos y materiales” y esto tiene un nombre: - ¡Ciudadanía!
Ciudadanía no se resume a un status jurídico. Un derecho otorgado por el Estado a partir de una determinada edad. Ciudadanía es, sobre todo, una elección moral, y esta elección puede ocurrir en cualquier edad. Independientemente del sexo, etnia, religión, grado de escolaridad, vida urbana o rural.
Ciudadanía es un estado de alma. Un compromiso con la vida colectiva, con el bienestar de todos y de todas. La Ciudadanía está ligada a la solidaridad y a los derechos de todos y para todos. Derechos y no privilegios. Los poderosos de todos los tiempos defienden sus presuntos privilegios de clase o casta, y los revolucionarios (o ciudadanos activos) de siempre, luchan y mueren por la preservación o conquista de los derechos de la gente.
La Ciudadanía pasiva se resume en ir votar una vez a cada cuatro años para sacramentar lo que ya está decidido en la cumbre de la pirámide del poder. Sin embargo, el voto es uno medio de cambiar los rumbos de la vida colectiva, sin derramamiento de sangre, ... pero depende de ciudadanos activos, comprometidos en mantenerse informados sobre lo que de hecho ocurre en la vida colectiva.
La Ciudadanía activa es cotidiana y, por esto mismo, peligrosa. Exige el enfrentamiento de las desigualdades sociales, de la corrupción, de los desmanes, de los malos tratos producidos por aquellos que deberían atender con la debida corrección al individuo. Exige posicionamiento sobre asuntos que son objeto de controversia, que se admita el contradictorio, que se entrene la convivencia entre diferencias y divergencias dentro de los límites de las leyes de cada país y de sus costumbres.
La Ciudadanía pasiva es complaciente, omisa y connivente, y sus adeptos sufren de la “síndrome de Pilatos” (“¡Esto no es problema mío!”). Se lavan las manos delante de todo que les afecte la rutina o les toque alguno interés personal.
La Ciudadanía activa es peligrosa porque exige exposición personal, la denuncia y la renuncia. Solamente puede ser llevada a efecto por aquellos que están dispuestos a sufrir (o hasta morir) por lo que es justo y bueno para todos.
Gandhi, Nelson Mandela, Martin Luther King Jr., Chico Mendes, Francisco Ferrer Guardia... la lista de ciudadanos activos es grande y todos fueran imprescindibles al largo de la historia.
Reclamar y terciar responsabilidades o acciones no cambia los rumbos de las cosas. Una mirada en la situación actual de nuestro planeta apunta que no nos falta trabajo por hacer.
Para el servidor consciente, ciudadano de nuestro tiempo, la miseria social, el hambre y los desequilibrios ecológicos y todos los elementos que componen nuestra realidad social, lejos de causar desánimo debe ser para nosotros un gran desafío, para que seamos mejores hombres, mejores cristianos, mejores ciudadanos.
El Evangelio dice: - ¡No os amedrentéis!
Cristo dice: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?»
Partamos con coraje rumbo a la misión que a cada uno de nosotros fuimos llamados y respondamos con vigor al desafío que nos presenta cada día con fe y perseverancia, pues que el movimiento de renovación del planeta, es la suma de cada uno de nosotros y dar la vida por esta causa es el mayor galardón que se puede anhelar al que ya tiene consciencia de su misión en este mundo.
Unámonos al Cristo revolucionario y a todos los servidores de Dios y promovamos la revolución de la Igualdad y del Amor a través de la práctica ciudadana, que no espera que las cosas simplemente acontezcan, pero sí que las hacen acontecer.
Fraternalmente :Cassio
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LA VIDA FUTURA
EL PUNTO DE VISTA
5. La idea clara y precisa que se hace de la vida futura, da una fe inquebrantable en el futuro, y esa fe tiene inmensas consecuencias sobre la moralización de los hombres, cuando cambia completamente el punto de vista bajo el cual ellos examinan la vida terrestre. Para el que se coloca con el pensamiento, en la vida espiritual que es indefinida, la vida corporal no es más que un pasaje, una corta estancia en un país ingrato. Las vicisitudes y las tribulaciones de la vida sólo son incidentes que sufre con paciencia, porque sabe que son de corta duración, deben ser seguidos de un estado más feliz; la muerte nada tiene que produzca pavor; ya noes la puerta de la nada, sino la de la libertad que abre, al exilado, la entrada de una morada de felicidad y de paz. Sabiendo que está en un lugar temporal y no definitivo, recibe las inquietudes de la vida con más indiferencia, y de esto le resulta una calma de espíritu que le atenúa la amargura.Por la simple duda sobre la vida futura, el hombre dirige todos su pensamientos a la vida terrestre; incierto del porvenir, da todo al presente; no entreviendo bienes más preciosos que los de la Tierra, es como un niño que nada ve más allá de sus juguetes, y para obtenerlos, no hay nada que no haga; la pérdida del menor de sus bienes es una tristeza penetrante; una decepción, una esperanza frustrada, una ambición no satisfecha, una injusticia de la que es víctima, el orgullo o la vanidad heridos son igualmente tormentos que hacen de su vida una angustia perpetua, dándose, así voluntariamente, una verdadera tortura en todos los instantes. Tomando su punto de vista de la vida terrestre, en cuyo centro está colocado, todo a su alrededor toma vastas proporciones; el mal que le alcanza, así como el bien que toca a los otros, todo adquiere a sus ojos una gran importancia. De la misma manera que aquél que está en el interior de una ciudad, donde todo parece grande: los hombres que están elevados, como los monumentos; pero que se transporte para una montaña y hombres y cosas van a parecerle muy pequeños.
Así sucede con el que encara la vida terrestre bajo el punto de vista de la vida futura: la Humanidad, como las estrellas del firmamento, se pierde en la inmensidad; entonces se percibe que grandes y pequeños están confundidos como las hormigas sobre un terrón de tierra; que proletarios y potentados son de una misma talla, y compadece a esos hombres efímeros que se inquietan tanto para conquistar una posición que les eleve tan poco y que deben mantener por tan poco tiempo. Por esto la importancia atribuida a los bienes terrestres está siempre en razón inversa de la fe en la vida futura.
6. Se dirá que si todo el mundo pensase de ese modo, nadie se ocuparía de las cosas de la Tierra y todo decaería. No; el hombre busca instintivamente su bienestar, y, aún con la certeza de permanecer poco tiempo en un lugar, quiere estar lo mejor o lo menos mal posible; no hay nadie que encontrando una zarza a su paso no la quite para no pincharse. Pues bien, la búsqueda del bienestar fuerza al hombre a mejorar todas las cosas, poseído como está del instinto de progreso y de conservación, que está en las leyes de la Naturaleza. Trabaja, pues, por necesidad, por gusto y por deber, y en esto cumple los designios de la Providencia, que con ese fin le colocó en la Tierra. Sólo aquél que considera el futuro, no atribuye al presente sino una importancia relativa, y se consuela fácilmente con sus fracasos pensando en el destino que le espera.
Dios no condena los goces terrestres, sino el abuso de estos goces en perjuicio de las cosas del alma; contra este abuso se previenen los que se aplican estas palabras de Jesús: Mi reino no es de este mundo.
El que se identifica con la vida futura es semejante a un hombre rico que pierde una pequeña suma sin turbarse con ello; aquél que concentra sus pensamientos en la vida terrestre es como un hombre pobre que pierde todo lo que posee y se desespera.
7. El Espiritismo expande el pensamiento y le abre nuevos horizontes; en lugar de esa visión estrecha y mezquina que lo concentra sobre la vida presente, que hace del instante que pasa sobre la Tierra la única y frágil base del futuro eterno, muestra que esta vida es tan sólo un hilo en el conjunto armonioso y grandioso de la obra del Creador; muestra la solidaridad que liga todas las existencias de un mismo ser, todos los seres de un mismo mundo y a los seres de todos los mundos; da, así, una base y una razón de ser a la fraternidad universal, mientras que la doctrina de la creación del alma en el momento del nacimiento de cada cuerpo, hace que todos los seres sean extraños unos a otros. Esa solidaridad de las partes de un mismo todo explica lo que es inexplicable, si se considera solo una parte. Este es el conjunto que en tiempos de Cristo no habrían comprendido los hombres y por esto reservó su conocimiento para otros tiempos.
-Allan Kardec- El Evangelio según el Espiritismo-
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MENDIGOS DE OFICIO .- (En la culpa está el castigo)
Hace pocos días fue recogido por la ronda correspondiente un individuo que se dedicaba a implorar la caridad pública, y llevaba en su poder 7.500 pesetas en billetes y monedas de distintos países.
Anoche fue conducida al Asilo del Parque una mujer andrajosa y sin domicilio, a quien se le encontraron títulos y obligaciones por valor de 8.392 pesetas.
¡Qué historia tan horrible tendrán esos dos seres!... cuando tienen que ir por el mundo cargados de oro mendigando el suplicio de Tántalo, que según la historia mitológica fue arrojado a los infiernos sufriendo un castigo horrible, que consistía en permanecer en medio de un lago cuya agua le llegaba a la barba y se escapaba de su boca cada vez que, poseído de una sed ardiente, quería beber de ella, y en estar rodeado de árboles frutales, cuyas ramas se elevaban hasta el cielo cada vez que, devorado por el hambre, llevaba la mano a ella para coger los frutos. Igualmente esos dos desgraciados llevaban encima de ellos el agua y la fruta madura y se morían de hambre y de sed: ¿qué habrán hecho ayer?
* * *
“¿Qué quieres que hicieran? (me dice un Espíritu), faltaron a las leyes divinas y humanas y hoy recogen la cosecha de la semilla que en mala hora sembraron. El mendigo que hoy implora la caridad pública, en una de sus pasadas existencias fue el prior de una comunidad religiosa inmensamente rica; el convento estaba situado en el campo, rodeado de muchas aldeas, cuyos habitantes venían obligados a dar al prior del convento el fruto sazonado y abundante de todas sus cosechas y lo mejor de sus ganados; y, ¡ay del que no lo hiciera!, pues lo excomulgaban y amenazaban con las penas eternas del infierno; y aquellos infelices, verdaderamente atemorizados, para no caer en pecado mortal, ofrecían humildemente al prior todo cuanto poseían con tal de alcanzar la gloria eterna, promesa que les hacía el prior siempre que le llevaban lo mejor de su hacienda. Y tanto abusó de su poder aquel hombre cuya avaricia no tenía límites, que llegó a ser el azote de aquellos pobres seres crédulos y sencillos que le consideraban como si fuera un verdadero santo. Pero todo tiene su término, y al fin dejó la Tierra el prior, dejando en ella bienes cuantiosísimos, y entrando en el Espacio tan pobre que no tenía un átomo de virtudes; no había en él más que vicios, y vicios incorregibles, pues a pesar de que su guía le hizo presente el error en que había vivido y que era necesario que desandara el camino recorrido, él ha vuelto a la Tierra repetidas veces, siempre ansioso de dinero, y aunque su expiación no le permite disfrutar de sus riquezas, él siempre procura atesorar, y va cruzando la Tierra sin tener nunca ni casa, ni hogar, siempre temeroso de que la justicia le arrebate los valores que consigue poseer, unas veces pidiendo limosna y otras por medio del hurto o del engaño, pero siempre viviendo del modo más miserable.
“Así lleva ya varias existencias y muchas le quedan aún, porque él bien conoce el mal que hace, pero el oro es para él la serpiente que se enrosca en su cuello y no le deja respirar. Ha hecho tanto daño por la adquisición del oro, que el oro es su verdugo. ¡Infeliz! ¡Compadeced a los mendigos que entre sus harapos llevan el agua y la fruta madura que no calma su sed ni su hambre!
“En cuanto a la pordiosera que poseía una pequeña fortuna, ésa ha comenzado en su actual existencia el saldo de su cuenta. En su anterior encarnación era una joven muy hermosa, hija del pueblo, soñaba con ser una gran señora; conoció a un anciano millonario y empleó todas sus artes para entrar a su servicio, y ella era tan simpática, atrayente, tan cariñosa y tan expresiva, que se captó por completo el cariño del anciano, que la dotó espléndidamente; pero ella no se contentó con esto, consiguió que él hiciera testamento, dejándole su cuantiosísima fortuna, y después, en agradecimiento, temiendo que él se arrepintiera de su obra, compró a buen precio a un médico tan pobre de bienes materiales como de sentimientos humanitarios, y éste le dio un veneno que mataba lentamente sin que dejara huellas visibles en el enfermo, quien fue languideciendo, perdiendo la lucidez de su inteligencia, y en este estado se llevó al enfermo a viajar, y ya lejos de su patria lo dejó abandonado en un hotel, dejándole una cartera con algunos valores; mas como el anciano estaba completamente idiota, nada pudo explicar o decir, y lo encerraron en un asilo destinado a los octogenarios, donde murió sin darse cuenta de nada; ella, entretanto, volvió a su patria y allí encontró el principio de su castigo, porque la familia del millonario le puso pleito, y se comió la justicia el fruto de su crimen.
“Murió poco menos que en la indigencia, y al llegar al Espacio encontró a su víctima, que la perdonó generosamente y la aconsejó que no siguiera por la senda emprendida, sino que, muy al contrario, se decidiera a saldar sus enormes cuentas, porque no era la primera vez que cometía tales atropellos. Siguió su consejo y en esta existencia ha encontrado medios para poseer un puñado de oro; pero no lo disfruta, no le sirve para nada útil; es esclava de unas cuantas monedas y vive sin vivir, porque no merece vivir tranquila la que pagó con tan negra ingratitud la generosidad y el cariño verdaderamente paternal que le brindó su protector, que era de alma notable y elevada.
«Razón tenías al decir que cuando se vive mendigando y se lleva consigo lo suficiente para satisfacer las primeras necesidades de la vida y no se las puede satisfacer, mucho se tiene que haber pecado».
«Comprended a esos infelices que sufren la peor de las condenas».
«Adiós».
* * *
Efectivamente, vivir a la intemperie, carecer de todo y guardar afanosamente lo que pudiera salvarle del sufrimiento, es ser verdugo de sí mismo; por eso debemos vivir dentro de la moral más estricta para no hacernos acreedores a ser los parias, los ilotas degenerados por los que nadie se interesa, que viven en la sombra, aquí y allá.
¡Cuán cierto es que en la culpa está el castigo!
Amalia Domingo Soler
Tomado del libro «Hechos que prueban»
Anoche fue conducida al Asilo del Parque una mujer andrajosa y sin domicilio, a quien se le encontraron títulos y obligaciones por valor de 8.392 pesetas.
¡Qué historia tan horrible tendrán esos dos seres!... cuando tienen que ir por el mundo cargados de oro mendigando el suplicio de Tántalo, que según la historia mitológica fue arrojado a los infiernos sufriendo un castigo horrible, que consistía en permanecer en medio de un lago cuya agua le llegaba a la barba y se escapaba de su boca cada vez que, poseído de una sed ardiente, quería beber de ella, y en estar rodeado de árboles frutales, cuyas ramas se elevaban hasta el cielo cada vez que, devorado por el hambre, llevaba la mano a ella para coger los frutos. Igualmente esos dos desgraciados llevaban encima de ellos el agua y la fruta madura y se morían de hambre y de sed: ¿qué habrán hecho ayer?
* * *
“¿Qué quieres que hicieran? (me dice un Espíritu), faltaron a las leyes divinas y humanas y hoy recogen la cosecha de la semilla que en mala hora sembraron. El mendigo que hoy implora la caridad pública, en una de sus pasadas existencias fue el prior de una comunidad religiosa inmensamente rica; el convento estaba situado en el campo, rodeado de muchas aldeas, cuyos habitantes venían obligados a dar al prior del convento el fruto sazonado y abundante de todas sus cosechas y lo mejor de sus ganados; y, ¡ay del que no lo hiciera!, pues lo excomulgaban y amenazaban con las penas eternas del infierno; y aquellos infelices, verdaderamente atemorizados, para no caer en pecado mortal, ofrecían humildemente al prior todo cuanto poseían con tal de alcanzar la gloria eterna, promesa que les hacía el prior siempre que le llevaban lo mejor de su hacienda. Y tanto abusó de su poder aquel hombre cuya avaricia no tenía límites, que llegó a ser el azote de aquellos pobres seres crédulos y sencillos que le consideraban como si fuera un verdadero santo. Pero todo tiene su término, y al fin dejó la Tierra el prior, dejando en ella bienes cuantiosísimos, y entrando en el Espacio tan pobre que no tenía un átomo de virtudes; no había en él más que vicios, y vicios incorregibles, pues a pesar de que su guía le hizo presente el error en que había vivido y que era necesario que desandara el camino recorrido, él ha vuelto a la Tierra repetidas veces, siempre ansioso de dinero, y aunque su expiación no le permite disfrutar de sus riquezas, él siempre procura atesorar, y va cruzando la Tierra sin tener nunca ni casa, ni hogar, siempre temeroso de que la justicia le arrebate los valores que consigue poseer, unas veces pidiendo limosna y otras por medio del hurto o del engaño, pero siempre viviendo del modo más miserable.
“Así lleva ya varias existencias y muchas le quedan aún, porque él bien conoce el mal que hace, pero el oro es para él la serpiente que se enrosca en su cuello y no le deja respirar. Ha hecho tanto daño por la adquisición del oro, que el oro es su verdugo. ¡Infeliz! ¡Compadeced a los mendigos que entre sus harapos llevan el agua y la fruta madura que no calma su sed ni su hambre!
“En cuanto a la pordiosera que poseía una pequeña fortuna, ésa ha comenzado en su actual existencia el saldo de su cuenta. En su anterior encarnación era una joven muy hermosa, hija del pueblo, soñaba con ser una gran señora; conoció a un anciano millonario y empleó todas sus artes para entrar a su servicio, y ella era tan simpática, atrayente, tan cariñosa y tan expresiva, que se captó por completo el cariño del anciano, que la dotó espléndidamente; pero ella no se contentó con esto, consiguió que él hiciera testamento, dejándole su cuantiosísima fortuna, y después, en agradecimiento, temiendo que él se arrepintiera de su obra, compró a buen precio a un médico tan pobre de bienes materiales como de sentimientos humanitarios, y éste le dio un veneno que mataba lentamente sin que dejara huellas visibles en el enfermo, quien fue languideciendo, perdiendo la lucidez de su inteligencia, y en este estado se llevó al enfermo a viajar, y ya lejos de su patria lo dejó abandonado en un hotel, dejándole una cartera con algunos valores; mas como el anciano estaba completamente idiota, nada pudo explicar o decir, y lo encerraron en un asilo destinado a los octogenarios, donde murió sin darse cuenta de nada; ella, entretanto, volvió a su patria y allí encontró el principio de su castigo, porque la familia del millonario le puso pleito, y se comió la justicia el fruto de su crimen.
“Murió poco menos que en la indigencia, y al llegar al Espacio encontró a su víctima, que la perdonó generosamente y la aconsejó que no siguiera por la senda emprendida, sino que, muy al contrario, se decidiera a saldar sus enormes cuentas, porque no era la primera vez que cometía tales atropellos. Siguió su consejo y en esta existencia ha encontrado medios para poseer un puñado de oro; pero no lo disfruta, no le sirve para nada útil; es esclava de unas cuantas monedas y vive sin vivir, porque no merece vivir tranquila la que pagó con tan negra ingratitud la generosidad y el cariño verdaderamente paternal que le brindó su protector, que era de alma notable y elevada.
«Razón tenías al decir que cuando se vive mendigando y se lleva consigo lo suficiente para satisfacer las primeras necesidades de la vida y no se las puede satisfacer, mucho se tiene que haber pecado».
«Comprended a esos infelices que sufren la peor de las condenas».
«Adiós».
* * *
Efectivamente, vivir a la intemperie, carecer de todo y guardar afanosamente lo que pudiera salvarle del sufrimiento, es ser verdugo de sí mismo; por eso debemos vivir dentro de la moral más estricta para no hacernos acreedores a ser los parias, los ilotas degenerados por los que nadie se interesa, que viven en la sombra, aquí y allá.
¡Cuán cierto es que en la culpa está el castigo!
Amalia Domingo Soler
Tomado del libro «Hechos que prueban»
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