martes, 21 de enero de 2014

Médiums Principiantes


Waldo Vieira
  MÉDIUMS PRINCIPIANTES


En el intercambio espiritual, encontramos un vasto grupo de compañeros necesitados de especial atención - los médiums princiantes.

Muchas veces, fascinados por el entusiasmo excesivo, delante del impacto de las revelaciones espirituales que los visitan de lleno, solicitan el entendimiento y el apoyo de los hermanos expertos, para que no se pierdan a través de brillantes engaños (...).

Para cada médium urge el deber de estudiar para discernir y, trabajar para merecer, tanto cuanto para nosotros (...).

Admitido a construcciones de orden superior, el médium es convidado al discernimiento y a la disciplina, para que se le aclaren y perfeccionen las facultades, cabiéndole apartarse de querer/o todo y de todo quererlo hacer a lo que somos llamados todos nosotros, cuando estamos aún inmaduros en la vida, por los que se acostumbran a la rebeldía y a la perturbación.

Ayudemos a los médiums principiantes a percibir que en la mediumnidad, como en cualquier otra actividad terrestre, no hay conocimiento real donde el tiempo no consagra aprendizaje, y que todos los encargos son nobles donde la luz de la caridad preside las realizaciones.

Para ese fin, conduzcámoslos a esclarecerse en los principios saludables y libertadores de la Doctrina Espírita.


Médiums para fenómenos surgen en todas partes y de todas las posiciones. 
Médiums para la edificación del perfeccionamiento y de la felicidad, entre las criaturas, son sólo aquellos que se hacen auténticos servidores de la Humanidad.

XAVIER, Francisco Cándido y VIEIRA, Waldo. Estudie y Viva. Por el Espíritu Emmanuel. 

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                           LA ENVIDIA 
¿Sabes que nada nos pertenece?
 ¿Que los bienes de la Tierra son herramientas de trabajo, que Dios pone en nuestras manos para que las aprendamos a utilizar?
 ¿Sientes envidia, de lo que otros poseen?
 ¡Seguramente dirás que no! Es algo que cuesta reconocer.
 ¿Acaso cuando ves cruzar a tu vecino alegre y feliz, con un coche de ultima tecnología, y miras al pobre vehículo aparcado en tu puerta, que ocultas a los amigos para que no te vean en el, te hace sentirte desafortunado?
¿Acaso dejaste de invitar a tus amigos, porque ellos tienen una gran casa, y tú vives en una vivienda de alquiler mal estructurada, y con muebles muy viejos?
 ¿Acaso el compañero en el trabajo, está por delante de ti y temes que te quite el puesto?
 A veces y sin tu darte cuenta, vives esperanzado en que algo malo acontezca a ese vecino que te martiriza, al cual quisieras verlo caer para así quitarte ese tormento de encima, y no es esa la solución, amigo, porque el que tiene una debilidad, cuando desaparece una causa que le tortura, y no ha intentado crecer en ella, otra enseguida aparece y ante ella nos vemos aun más debilitados, entonces despierta amigo, no está en ellos, está en ti superar esa debilidad, la envidia es la carrera del infierno, ella corroe el alma, la enferma,  quita las ganas de vivir, siempre está taciturna malhumorado.
 ¿Piensas acaso que el hombre en todo lo que es y en todo lo que posee es el que tiene la última palabra?
 Amigo que poco conoces de la vida, que lejos estás de imaginar, que somos como marionetas pendiente de un hilo, y que solo accederemos a aquello que nos ha de servir para desarrollar nuestras tareas, todos los vienes y entrando los hijos, la familia, todo lo que el hombre tiene en el  mundo, son como  los cuadernos y los lapiceros, los libros, materiales para estudiar, que una vez utilizados, desaparecen como el día, para adquirir otros, para avanzar y progresar en la vida.
 ¿Cuantos son los que creyéndose dueños del mundo, de la noche a la mañana todo lo que constituye,  su poder, su grandeza, desapareció  sin apenas haberse dado cuenta, por eso amigo, a que ese sufrimiento, que corroe tu alma.?
 ¿No te gustaría librarte de él?
 Empieza hoy mismo, en este momento, ahora, agradece todo lo que tienes, a Dios, y trata de tasarlo  en su justo valor, los bienes de la tierra son herramientas de trabajo, para obtener los bienes del espíritu, y cuantos hombres lo utilizan de forma que nada consiguen  de lo que vinieron a hacer.
 Empezaron a adorar el oro que Dios les concedió y empezaron a cavar su fosa, porque cuando  todo se les fue de las manos, acudieron a la desesperación que les hizo ser cobardes, sin valor para afrontar la realidad, sin la humildad suficiente, para decir si Dios me lo dio, Dios también ha podido quitármelo, aprenderé en estos momentos a superar esta crisis, y voy a comenzar de nuevo, muchos desesperados acuden al suicidio, que pena verdad?
Amigo sonríe, alégrate de ver la vida con la realidad, ahora mismo, enfrenta tu lucha, no te concedas más esa aflicción, que te tiene malhumorado, escondiéndote de lo que representas en si.
 Tu también eres hijo de Dios, y para El somos todos iguales, el te envió a un campo, con unos objetivos y con los frutos característicos de tu semilla, no pierdas tu cosecha, no permitas que el gusano de la envida, corroa todo lo que tienes sembrado, empieza por mirar con amor, tus pertenencias, límpialas, arréglalas, cuídalas con esmero, para que tu jardín, florezca, y en el sea la felicidad y la paz los objetivos a alcanzar, no permitas que la plaga de la envidia, te haga desmerecer tus frutos y tu planta, recházala, riega todos los día con alegría la semillita que se te dio.
 Ella es la que más te conviene, la justa para conseguir tu salario, lo que necesitas, y cuando un día hayas conseguido que tu semilla florezca, recuerda, que enseguida otro jardín y otra planta, se te entregará, hasta conseguir dominar el espíritu imperfecto que seguramente eres, y alcanzar la perfección. Porque todos, estamos trabajando continuamente, en el campo que aun no hemos aprendido a dominar. Y del cual podemos sacar los atributos que nos son necesarios para avanzar y evolucionar.
Merchita
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  Culpas y disculpas
¿Usted ya reflexionó acerca de lo que representa la culpa en nuestras vidas?

No hay duda de que el sentimiento de culpa es uno de los grandes responsables por nuestra infelicidad.

Cuando hacemos algo que nos causa una aflicción interior persistente, es probable que sea la culpa instalándose.

Pero, ¿qué hacer para que este sentimiento no se instale en nuestra intimidad y nos traiga grandes contratiempos?

Seria razonable pensar que la mejor actitud es eliminar, en definitivo, esa aflicción de nuestra alma.

¿Y que actitud podría ser más eficaz  de que un sincero pedido de disculpas?

Todavía, pedir disculpas significa admitir que nos equivocamos, y eso afecta directamente nuestro orgullo.

En general, ¿qué hacemos entonces?

Nos quedamos  remordiendo, afligidos y buscamos a alguien  para culpar por una actitud que nuestra conciencia desaprueba.

¿No sería más pertinente pedir perdón?

Lógicamente que sí, pero el orgullo muchas veces nos impide.

¿Qué hacemos, entonces?

Preferimos penarnos de otra manera. Y generalmente optamos por las enfermedades...

La conciencia nos acusa, pero en vez de solucionar el conflicto con la humildad de un aprendiz, preferimos un auto castigo disfrazado.

En vez de pedir perdón, optamos por el sufrimiento. En vez de aliviar el alma admitiendo que somos débiles y que nos equivocamos, preferimos escondernos bajo la mascarilla de una perfección de la cual estamos muy lejos.

Al no admitir nuestras propias debilidades, tampoco las admitimos en los demás, y actuamos con desmedido rigor, tornándonos infelices, así como a los que conviven con nosotros.

Más sensato sería reconocer que somos aprendices de la vida y que todo aprendiz tiene el derecho de equivocarse, pero tiene también el deber de corregir sus pasos   y seguir adelante.

Como aprendices de la vida, no estamos exentos del error, de la caída, de las debilidades que caracterizan nuestra condición de alumnos imperfectos.

Siendo así, vale la pena actuar con el deseo de crecer, aprender, ser feliz. Y para eso es necesario saber pedir perdón, saber perdonar, saber tolerar...

Solamente no admite errores la persona que se considera infalible, perfecta, superior al bien y el mal. Con seguridad, esa es una persona infeliz.

Si queremos aprender a ser más dóciles y menos orgullosos observemos a los niños.

Ellos no se  avergüenzan de pedir disculpas, no guardan resentimientos.

Cuando se hieren, ellos lloran... piden socorro, reconocen su debilidad...

Se no logran alcanzar algo, piden ayuda.

Para entender las cosas, preguntan varias veces.

Cuando tienen miedo, lo admiten. Saltan en el regazo más cercano, o se abrazan a un amigo o hermano más viejo.

A eso se llama humildad, a eso se llama pureza. A eso se llama sabiduría.

Es por eso que los niños aprenden. Ellos no se avergüenzan de ser aprendices de la vida.

*  *  *

El sentimiento de culpa es una tortura moral que castiga el alma. La persona que lleva ese peso, sufre y no admite ser feliz.

Siendo así, si usted no tiene la pretensión de ser infalible, perdónese, pida perdón, libértese de esa basura llamada culpa, y siga adelant
e.
 

Redacción del Momento Espírita.


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